Capítulo XXI

La misión llamada por el mismo Inuyasha 》Quemando la evidencia extremadamente sigiloso《 fue un éxito. O al menos eso creyó el príncipe. El cual no fue precisamente sigiloso para que el encargado de las calderas, mucho menos por los sirvientes testigos de verlo saltando por los tejados con una gran bulto en su espalda. Pero son detalles sin importancia. Ya que ahora tendrían un nuevo dilema el cual resolver.

─ Entonces, no tengo que pedir que traigan otra cama.

─ No. ─ respondió Sesshomaru.

─ Por qué si no, preguntaran que le pasó a la otra.

─ Así es.

─ Eso nos queda con un total de... una cama. Y nosotros, somos dos.

─ Ese cálculo es correcto.

─ ...

─ Dormiré en el suelo. ─ finalmente dijo. Inuyasha inmediatamente lo miró y comenzó a negarse.

─ No, no puedes hacer eso. ¡Te dolerá el cuello y la espalda por semanas! Lo sé, una vez me pasó.

─ Arruiné tu lecho. Así que usa el mio.

─ No, por que es el tuyo y, y ─ Inuyasha pensó ─ tu la necesitas más que yo porque ¡Estás enfermo! Si, así que tú dormirás en la cama.

─ He dormido en lugares peores y en peores condiciones que esta─ aseguró. ─ Sé que insistes por cortesía, no te molestes.

Inuyasha iba a replicar pero en ese momento no supo con qué. Si era sincero, si, moría por acostarse cómodo en una cama. Sin embargo su grillo de la conciencia le decía no debía ser mezquino y ceder el lugar a su hermano, quien la necesitaba más que él. ¡Que difícil batalla interna!
Hasta entonces recordó aquellas aburridas lecciones sobre cómo afrontar problemas y debates.

─ Bueno ¡Podemos compartirla!

─ Olvídalo.

─ ...

Bueno, el plan inicial no funcionó. ¿Qué es lo que se hacía en ese caso?

─ Bueno. ¡Ninguno usará la cama!

─ ... bien.

Inuyasha sintió alivio a su batalla interna. No duró mucho al darse cuenta de lo que acababa de decir.

Lamentaba no aceptar el futón mientras daba buscaba una posición cómoda que jamás hallaría en ese piso de madera. Tenían una almohada cada uno, sin mantas. Inuyasha a la derecha, el futón vacío en el medio y Sesshomaru a la izquierda.
Si acaso dormir en el duro piso de madera era molesto para el cachorro mayor, él jamás lo hizo notar. Quieto cómo una estatua, dándole la espalda a su hermano mayor. No hacía ningún ruido. Sin poder dormir, no lo haría con los murmullos de Inuyasha.

─ Usa la maldita cama. No me importa.

─ No... usala tú.

─ Terco. ¿A quien me haces acordar?

─ Cállate ¡También estás siendo terco!  ¿No ves como estas? Tú, maldito orgulloso.

Ambos se pusieron a discutir tal cual estaban en sus posiciones. De espaldas, sin voltear a ver al otro.

─ No quiero tu lástima, guárdatela.

─ ¡Sesshomaru!

─ Ni siquiera te atrevas a gritarme.

─ ¿Con que así lo quieres? Bien, aquí te va un ultimato.

─ ¿Un qué? ─  Sesshomaru arrugó su ceño en lo que se sentaba sobre el suelo. Mientras Inuyasha ya estaba sentado en posición de loto, sus ojos bien abiertos listo para atacar.

─ Un ultimato. ─ repitió.

─ ... Un ultimátum. ─ corrigió cuando se dio cuenta del error.

─ Si, eso. ¡Y escucha bien que no lo voy a repetir! Los dos, tú y yo, vamos a usar la cama. Vamos a dormir ahí. Juntos. ─ habló enfatizando cada palabra como si Sesshomaru no lo fuera a entender. Listo para soltar su amenaza mientras veía la negativa en el rostro de su hermano. ─ O si no, le diré a todos.

─ No te atreverías. ─ respondió Sesshomaru entre dientes y viéndolo con molestia.

¡La pequeña bestia se estaba revelando!

─ Si, si puedo. ─ Asintió mientras sonreía y se ponía de pie. ─ Puedo ir corriendo a buscar a padre. Mientras voy gritándolo. Puedo. Y lo voy hacer si no te acuestas ahora mismo.

Bien, genial, estupendo, ahora Inuyasha también lo amenzaba. No hizo ninguno sonido de protesta, no tenia opciones, su mejor camino era callarse y hacer lo que Inuyasha le ordenase. Aunque no era tan malo después de todas las cosas horrendas que le han obligado hacer, posiblemente esta era la mejor, de hecho.

Sin embargo eso no significaba que fuera un placer compartir una cama con Inuyasha. No lo era, no quería hacerlo. Pero lo hizo. Su medio hermano se apresuró a recostarse a su lado. No tenían mucho espacio para estar los dos boca arriba.

Entonces, uno de los dos tenía que ponerse de costado. Ambos lo hicieron, entonces quedaron frente a frente.

─ ¿Ves? No era tan difícil.

─ Ahora Cállate y duérmete. ─ respondió Sesshomaru cerrando los ojos forzosamente.

No se durmió al instante, por culpa de la intensa mirada que sentía sobre él. En cuestión se minutos volvió abrir los ojos lentamente. Se encontró con los brillantes ojos de Inuyasha. Aunque su mirada no estaba tan despierta no dejaba de mirarlo.  No sonreía, pero sus ojos delataban... comodidad.

─ ¿Porqué? ─ Aquella pregunta se escapó de los labios de Sesshomaru.

─ ¿Porqué, qué?

─ ¿Porqué haces esto? ¿Porqué no tomaste la cama para ti mismo en primer lugar? ¿Porqué te importa si estoy bien o no?

─ Porqué eres mi hermano ─ Inuyasha respondió como si fuera lo más obvio del mundo.

Posiblemente no estaba preparado para aquella respuesta. Ni para procesarla mucho menos responderla. Claro, por un momento olvidaba que era realmente aquella pequeña bestia. Un mitad humano. Era lógico que respondiera a tales sentimientos filiales.
Sesshomaru no se sentía merecedor de aquello. No lo era.

─ Descansa. ─ Dijo Inuyasha antes de bostezar y darse la vuelta dándole la espalda a su hermano.

Sesshomaru no lo hizo. Simplemente se quedó en aquella posición esperando que el sueño llegara solo.
Tendría que conformarse con dormir así como estaba. Simplemente no estaba tranquilo con la idea de darle la espalda a Inuyasha.

Sabía que era un pequeño tonto, aparentaba tanta inocencia que apostaría a que ni siquiera habría besado a alguien en su vida. Sin embargo le daba ansiedad la idea de estar de espaldas y que en cualquier momento unas manos no deseadas lo tocansen.

...

Los días pasaron con Inu No Taisho fuera del palacio. Para suerte de ambos, nadie les cuestionó sobre la perdida del futón, reponiendolo. No volvieron a compartir, y sus espaldas lo agradecían.

Sesshomaru tendría muchísimo más cuidado para que no se repitiera el incidente.

Ha sido una gran impacto volver a sentir el veneno fluir. Y que este no le dañara. Al contrario, era el perfecto conductor del ácido letal.
Fue en un momento de confusión. Esa misma fiebre que lo atacó cuando estaba solo, antes de que Fukuro lo dejara solo. Era síntomas que no reconocía.

Nunca pasó por una etapa de celo, fue sellado antes de que aquello ocurriera. No sabría si era normal lo que le ocurria o no. Las palabras de la vieja anciana sonaban preocupadas e inseguras. Entonces eso le llevaba a la conclusión de que no, definitivamente no era normal.

Ahora, Sesshomaru era consciente de la energía demoníaca que corría en su interior, no era la suya propia. Pero, esta estaba ayudando a despertar la suya. Entonces, el celo atrasado de está manifestando.

Que golpe de suerte, Inu No Taisho no estaba para presenciarlo ni para impedirlo.

Su única preocupación era Inuyasha. La pequeña torpe bestia que podía y muy probablemente lo haria; meter la pata.

Su ventaja era que su medio hermano no tenía la más mínima idea de que estaba sellado, por eso no le prestó tanta atención al veneno que el mayor devolvió sobre su cama.

La desventaja era que la pequeña bestia puede tenerlo en sus manos bajo amenazas. ¡Era el colmo de los colmos!

Era claro que su objetivo actual era convencer a Inuyasha de manterlo callado y discreto. Palabras que eran completamente opuestas a su personalidad. Entonces, tendría que moldearlo un poco antes de que Inu No Taisho regresara.

Pensaba en ello una bonita tarde de primavera, con el ventanal abierto.
Observaba el maginifico cielo, azul adornado de blancas nubes imperfectas esparcidas por todo el firmamento, mientras que el sol estaba posado perfectamente sobre las cabezas de la flora y la fauna del horizonte. Una vista digna de una pintura, una obra maestra.

En su pecho picó de nuevo su sentimiento más odiado. El arrepentimiento.

Arrepentimiento por no haber aceptado subir al cielo.

Cerró el ventanal antes de que sus pensamientos otra vez lo traicionaran. Quedándose en la oscuridad de la habitación cerrada.

No, no tenia tiempo de pensar en estupideces que al contrario de aportarle cosas útiles, lo arrastraban. Ya no se dejaría arrastrar.

Revisó por todos los cajones alguna prenda nueva que pudiera usar.
Inuyasha no tendría problema con eso ¿Verdad? Encontró un conjunto con los pantalones azul marino y el haori un azul mucho más brillante.
Lo hacia ver más grande de lo que era. Se limpio el rostro, guardó su collar entre sus mangas. Se ató el cabello en una coleta alta.

Sin mirarse al espejo, por supuesto, o terminaría roto.

Salió de la habitación de Inuyasha. Y caminó en dirección a la biblioteca donde se suponía estaría el mejor estudiando.

Los sirvientes murmuraban entre ellos mientras que los guardias debatian entre ellos si debían o no dejarlo deambular por el palacio.

Sesshomaru caminó con la frente en alto y sin mirar a nadie. Altivo e imponente.

Cuando llegó a las puertas de su destino, salían de allí dos pequeños hermanos que no había visto en más de tres décadas.

Bueno, ya no eran pequeños.

─ Cheri y Tsuin...

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top