Capítulo VII
Cuando el fuego se apaga. Cuando el momento de extasis culmina. Cuando por fin su mente regresa a la claridad, es cuando despega su sudorosa piel de la piel más joven debajo suyo.
Entonces puede contemplar aquella imagen exclusiva para él.
Sesshomaru ahora era un desastre, por supuesto a comparación de su apariencia anterior, aquel acto de pasión acababa de finalizar. En algún momento el chico había perdido la conciencia, por no poder seguirle el ritmo al poderoso Inu No Taisho.
Al menos se ve mucho más saludable que antes, hablando solo de hace días atrás. ¿Sería capaz de volver a su antigua gloria?
Una sonrisa retorcida se pintó en el rostro del mayor al acariciar el maltratado rostro con restos de maquillaje de Sesshomaru, al recordar cuando este era más joven y aún lo consideraba hijo suyo.
Era mucho más fácil jugar con él cuando no lo volvió a considerar nunca más como hijo suyo, como si realmente no compartieran sangre en ese mismo momento.
Ahora no era más que un esclavo o una mascota. Un juguete si se iba más lejos.
Estando satisfecho, por el momento, cargó aquel desmayado cuerpo a su hombro cual costal de papas y se retiro de aquella horrorosa mazmorra para no mirar atrás ni volver jamás.
[...]
Para cuando uno de los pedazos de la conciencia de Sesshomaru iba y venía, el chico no tuvo otra que obligarse a despertar por el agudo dolor de cabeza que lo agobiaba.
Por supuesto le pesaba como rocas los ojos por intentar abrirlos. Se sentó con mucho esfuerzo desde cualquier lugar donde estuviese.
Cuando recobró lucidez notó que estaba sobre una superficie suave, una cama para ser exactos. El vestido había sido reemplazado por una ligera bata blanca, y como de costumbre sentía aquel collar apretando su cuello y por otro lado un grillete amarrado a su pie derecho.
De a poco pudo analizarse a sí mismo mientras trataba de recordar lo que le sucedió antes de desmayarse por falta de energía.
El hormigueo en sus piernas dormidas por la mala posición era brutalmente molesto.
Pero nada a comparación como aquella extraña invasión que sintió en zonas bajas una vez que logró removerse.
No tardó mucho en adivinar que era, un tampón o mejor conocido como plug bien metido en su ano.
Y de paso notó también que se sentía menos cansado que de costumbre, seguramente sea por la energía brindada y amablemente conservada en su interior gracias a su amo. Que odio. Prefería estar un millón de veces estar literalmente vacío que tener encima una sola gota de la esencia de aquel odiado hombre.
Aprovechando su soledad, abrió sus piernas, doblando sus rodillas, y en aquella vergonzosa posición intentó alcanzar con sus dedos aquel plug y poder sacarlo de su interior. Realmente le molestaba lo difícil y un tanto doloroso que era el maldito proceso. Frustrandose rápidamente al apenas poder tocarlo. Entonces intentó pujar y probar suerte. Ya había experimentado varias situaciones similares.
Sin querer el recuerdo pasaba sin permiso alguno por su mente.
(...)
¿Es cierto que las primeras veces no se olvidan?
Sin tener una medida de tiempo exacta, al menos podía calcularle eternos y agobiantes días después del ascenso de Inuyasha como el príncipe de aquellas tierras.
Para ese entonces Sesshomaru aún era una bomba llena de odio y resentimiento. Aun conservaba parte de su quebrado orgullo y su largo cabello que representaba lo que quedaba de su honor.
Realmente se sentía sin ni una pizca de honor en aquella posición. Maniatado, amordazado tanto como vendado también. En algún momento le prestó atención a las gotas del sudor que caían de su frente todo con tal de ignorar lo que estaba pasando.
La primera burbuja en salir.
Esto es tan desconocido, extraño, invasivo. Odia esto.
Le sigue una resbaladiza segunda.
Detrás una tercera, cuarta, quinta. Demasiado rápido.
La sexta es más lenta. Logra ver la luz haciendo un sonido acuoso. Después de unos instantes, vuelve a refugiarse. Lento. Con tacto. Las burbujas retroceden. Vuelven a refugiarse como la sexta burbuja.
Esto lo está enloqueciendo. Sesshomaru hizo un movimiento brusco e inútil puesto que no podía ir más lejos que moverse centímetros. Aquellos amarres estaban muy bien ajustados.
Un sonido sordo de una bofetada hace eco en las rocosas paredes de la húmeda mazmorra. En cuestión de suspiros la piel pálida se torna rojiza, y dibuja en la piel la forma de una mano.
─ Quedate quieto, cachorro.
Entonces la línea de círculos salen de forma abrupta de su mojado refugio.
Sesshomaru sufrió unos espamos antes de que volvieran a entrar. Y a salir, y a entrar, y a salir continuamente hasta el aburrimiento de Inu No Taisho.
La línea de burbujas duras y frías abandonan el lugar. Sesshomaru jamás logró verlas sin embargo las escuchó caer al suelo en algún momento donde su trasero gozaba de un corto descanso.
─ Me da la sensación de que no te divertiste mucho esta vez.
No obtiene respuesta, no es como si el chico pudiera de todos modos.
Silencio. Es todo lo que hay.
Con suerte logró alcanzarlo, se ayudó con sus dedos, entonces el invasor había logrado resbalarse con facilidad. Es ahí cuando soltó un suspiro de alivio antes de caerse rendido de espaldas. Se tomó su propio tiempo para respirar libremente, y tal vez no pensar en nada. Borrar aquellas sensaciones como si hubieran ocurrido apenas la noche anterior. Pero como siempre su mente le juega en contra, como si lo odiara. Sus piernas aún están abiertas, tiradas sin fuerza alguna sobre las sabanas. Si movía demasiado su pie, el sonido de aquellas cadenas lo torturarían peor que pisar un camino de clavos.
Por primera vez por un poco más de treinta años está realmente sintiéndose bien por estar en una suave cama. Había olvidado lo que se sentía estar en una. Lo suave que podía llegar a ser. Y reconfortante.
Se deja vencer por el cansancio, sus parpados están muy pesados como para considerar abrirlos de nuevo.
¿Realmente podría al fin tener un momento a solas? ¿Sin ser jodido?
Entonces se decide por aprovecharlo al máximo. Sabía que extrañaría está paz más adelante.
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