Capítulo LVII
No sabes ni deletrear y te crees un experto en ninfología.
N i n f o l o g í a
Libérate de aquel hombre que dice ser la profecía.
…
No necesitaba ver más allá para comprender a la perfección lo que estaba ocurriendo. El carruaje sobrevolando los cielos, tirado por bestias domesticadas. El viento primaveral silbando en medio de la noche, las suaves cortinas bailando de un lado a otro, dejando pasar la increíble y espectacular luz de la luna llena.
Un baño de luz fría que iluminaba el muy despierto rostro del joven Sesshomaru.
Una pequeña y disimulada sonrisa adornada en su rostro, complacido por haber sido bendecido por algo de buena suerte esta vez.
Tendrá que ser más cuidadoso con los pequeños detalles de ahora en adelante. Cualquier paso en falso podría empujarlo a su absoluta ruina.
Como si no estuviera arruinado ya.
La oscuridad fue dando pasos atrás para dejar espacio a la luz del amanecer.
…
— ¡El gran demonio, amo y señor Inu No Taisho ha llegado!
Una frase escalofriante que puso en los hombros de todos los presentes el peso de la incertidumbre y la desgracia. La desgracia de estar bajo los pies del Cruel Lord Del Oeste.
Todo el mundo podría estar preocupado por el bienestar de su propia cabeza menos alguien.
El palanquín del carruaje fue desmontado para colocarlo dentro del palacio Hasuno. Donde el silencio era la señal clara de que ni un alma respiraba en ese lugar. Al menos no cuando los soldados se retiraron para dejar descansar al joven Sesshomaru.
La pestilencia humana fue una experiencia insoportable, especialmente cuando los efectos del alcohol drenaron su sangre de una forma tortuosamente lenta.
¿Qué pudo ser tan grave para movilizarse de forma inesperada?
El corset que lo amordazaba como si fuera un embutido es otra molestia más en su lista. Ni siquiera tuvo tiempo para vestirse correctamente.
¿A Inu No Taisho… no le importaría si saliera de este horrible espacio para tomar algo de aire fresco, verdad?
…
El salón principal parecía ser el más sombrío y gélido escenario de un funeral. un funeral sin cadáver.
Sin la presencia de InuYasha y por consiguiente, el descontento de su padre.
Esperando por él en el trono más grande que había en ese palacio. Todo fuese tamaño ratón a comparación del gran palacio del oeste.
Ja, hablando de ratones, los humanos del lugar estaban repartidos en las filas más perfectas a su alcance. Con las cabezas pegadas al suelo, nadie quiere levantarlas ni de casualidad. La imponencia de Inu No Taisho rivaliza a la de cualquier dios que los humanos podrían idolatrar.
Los familiares y seres que fueron cercanos alguna vez a la princesa Izayoi.
No son más que basura que conservó por misericordia al recuerdo de su… de la mujer que alguna vez amó. Y por supuesto, eran la familia de su hijo InuYasha.
La entrada principal se abrió de par en par sin la delicadeza de un noble. Al menos al joven príncipe le importaba un pepino los modales triviales.
Reunir coraje para venir aun con el rabo entre las patas era más difícil de lo que parecía. Su padre estaba molesto y lo sabía.
— Al fin te dignas en aparecer. ¡El descaro de mandarme a llamar con urgencia! y todavía me haces esperar. ¿Crees que puedes tomar mi valioso tiempo para jugar?
— No es un estúpido juego. ¡Esa maldita vieja está muerta! Te llame por, por, ¡Por obligación! por que a ti te importan ¡Si fuera por mi…!
— Cállate, mocoso engreído.— interrumpió. —No levantes la voz, eres una molestia.
— ¡¿Bebes y luego te duele la cabeza!? ¡No es mi culpa! — el príncipe del Oeste no se quedaba atrás en cuanto se tratase de la habilidad del olfato.
El aliento a alcohol no se va solo por que si. Y eso molestaba al joven. Mientras él estaba pasándolo peor que la mierda su padre se embriagaba en casa.
— Inuyasha… ni siquiera lo intentes, siempre evadiendo los problemas, de ninguna forma sales de aquí sin convencerme primero de cómo permitiste este desastre. Te recuerdo, que al fallecer tu abuelo humano, asumiste la responsabilidad de estas tierras. Por lo tanto, todo aquí estaba a tu cargo.
— Un cargo que no pedí y rogué no tener. ¡Más bien es tu culpa por obligarme a codearme con estos insectos! — estalló — ¡Mientras tu la pasas bien en casa! ¡¿Qué cosas importantes dices que haces con tu ‘’tiempo’’?! ¿Qué cosas tan secretas haces a escondidas que siempre termino en este lugar? y desde que Sesshomaru llegó, tú‐
— Ten mucho cuidado con lo que vas a decir, no quiero que pongas su nombre en una boca sucia.
El príncipe resopló, tragandose lo que estaba a punto de decir. No quiere meter a su hermano en el asunto… solo tiene la ligera sensación de que hay una pequeña diferencia entre ellos. Y no quiere llamarla “Ahora Sesshomaru parece ser tu preferido”
Una pequeña bestia que apenas puede hablar correctamente no sería capaz de expresar esos sentimientos tan… vulnerables. Tan humanos. No frente a nadie.
— Si realmente te gusta estar solo… y si de vez en cuando… no quisieras estar conmigo… solo enviame a otro lugar. no aquí. ¡¡NO AQUÍ!!
— Otra vez intentando cambiar de tema y para hacer esto si eres listo. — Él lord dejo de verlo a los ojos cuando su atención fue captada por algo más detras del menor. — ¿eh? ¿Acaso tú le enseñaste?
—No lo he hecho. — respondió una tercera voz en aquel salón.
— ¡¡¿¿SESSHOMARU??!!
Ver a su hermano precisamente en tierras de los Hasuno era la última cosa que Inuyasha podría imaginar que sucedería y eso que la lista es larga. Quizás la euforia del momento no le permitio detectarlo a su espalda o si quiera cuando estaba acercándose al salón. Si su padre no estuviera mirando sobre el hombro del príncipe, no se hubiera dado la vuelta de inmediato.
Pero, en fin. Sesshomaru estaba ahi. ¿Salvación o perdición? Inuyasha no sabía que pensar al respecto.
Como también era la primera vez que lo veía fuera del palacio Oeste, por lo menos no en una situación prohibida. Él parece tan relajado, tan pleno, como si no le pesara el mundo. Parece burlarse de su tonto y torpe hermano menor.
No sabe qué sentir al respecto. O más bien, Inuyasha no comprende qué es lo que precisamente siente cuando Sesshomaru está entre él y su padre.
Como el día número uno, su instinto sabe que hay algo que no encaja.
— ¿Qué… estás haciendo aquí?
— Lo mismo me pregunté. Solo reconocí tus gritos desde la distancia. Aquí estoy. — Si no tuviera sus excelentes modales, Sesshomaru se hubiera encogido de hombros ante tan desinteresada respuesta.
— Así que… nuestro querido Sesshomaru se volvió más interesante que tu propio padre. Que desilusión. — La voz de Inu No Taisho fingiendo estar dolido les recordó a ambos hermanos su presencia. — La verdadera pregunta que todavía no tiene su maldita respuesta es ¿Por qué estoy yo en este lugar, en este día? Y eres el único que lo sabe. — Señaló de mala gana a su hijo menor. — Si lo que estás buscando es un severo castigo, tú-. — Se calló a sí mismo cuando detectó la presencia de los Gemelos acercándose hacía el salón.
Lo importante a destacar dentro de la mente de Inu No Taisho, su visión sobre la mitad bestia que llevaba de heredero. Por supuesto, es un cachorro inmaduro.
Una cría que le faltan siglos de experiencia. Como también, alguien cuya inocencia fue heredada de su sangre humana. ¡Por supuesto!
Inu No Taisho es un ser que ha optado por crear, deformar y dirigir la realidad a su alrededor. Y su palabra en cada una de sus tierras conquistadas han sido la ley. Donde la única opinión válida era la suya. Y con eso en claro, Ahora mismo quiere pensar que Inuyasha está siendo un niño tonto y no un despreciable cobarde.
Su hijo no era y no es perfecto, lo sabía incluso antes de que naciera. Consciente de que ha cometido y aún puede cometer varios errores. Errar es de humanos, se dicen entre ellos. Y condenarlo por ello sería como tapar el sol con un dedo. Hasta el mismo lord solo se admite a sí mismo que ha cometido algunos tropiezos en su pasado.
Lo único que espera de él es no decepcionarse.
¿Hasta dónde el lord del Oeste puede hacer la vista gorda ante el resultado que él mismo escogió? Dejarlo como su único hijo, por lo menos hasta el momento.
Cada día encontrarle un nuevo defecto hace a Inu No Taisho dudar un poco.
O tal vez, solo lo está comparando demasiado ante la vara que su predecesor dejó. Las expectativas estaban jugandole en contra de sus propios deseos. Como Inu No Taisho es el rey en cuanto a terquedad, no estará tranquilo hasta convertirlo en realidad.
¿No había casi logrado su cometido con Sesshomaru?
¿Por qué con Inuyasha sería diferente?
Es así como el ciclo vuelve a empezar cuando el gran amo se recuerda a sí mismo que siempre se ha salido con la suya. Y no hay nada de qué preocuparse en verdad. Todo es cuestión de tiempo.
Se puso de pie ante la observación atenta de ambos jóvenes. Aún en silencio, decir que los nervios se comían al más joven era poco. Mientras que el otro lucía indiferente ante lo que sea que Inuyasha trajese entre manos.
Inu No Taisho caminó sin prisas hacía la salida, por lo que Inuyasha y Sesshomaru le hicieron a un lado. Sesshomaru a su derecha mientras que Inuyasha a la izquierda.
Sesshomaru hizo la debida reverencia ante el amo y señor que pasaba frente a él. Segundos después fue imitado, pobremente por su hermano menor.
Las puertas fueron abiertas por su energía expandiéndose por su presencia. Se detuvo antes de marcharse para dar un último comunicado.
— Cinco minutos. Te daré cinco minutos solamente para que te órdenes las ideas. Tendré una breve reunión con los Goruden y cuando regrese no deseo estar ni un minuto más aquí. ¿Haz entendido, Inuyasha?
— Si, padre.— respondió desganado.
El mayor se marchó, casi desvaneciéndose en el aire. En cuanto el mitad bestia notó que estaba lo suficientemente lejos, fue cuando aprovechó para salir del salón también.
Suficiente humillación para él tener que lidiar con su padre frente a los humanos. ¡Y mucho peor con Sesshomaru! Esta vez, no lloraría. Solo estaba molesto, molesto, molesto consigo mismo.
Tal vez era hora de resignarse y aceptar que sería castigado. ¿De qué forma? Era la peor parte de no saber con qué locura podría toparse, justamente cuando su padre era bien conocido por ser un torturador experto.
Llegó hasta el desolado patio principal y se dejó caer sentado en el primer escalón. Agarrandose de la cabeza, este problema tenía que resolverlo por su cuenta. Quería hacerlo por sí mismo.
— ¿Por qué me seguiste? ¡Dejame solo! — Exclamó el príncipe al sentir a su hermano mayor detrás suyo.
Por mucho que necesitara su ayuda, no quería pedírsela. Al menos no en ese momento.
— No me grites. — Sesshomaru trajo consigo un rollo de pergamino que encontró por ahí, y que usó para estamparlo contra la cabeza de la bestia.
— ¡Auch! — se quejó del golpe mientras volteó a encararlo.
— No tienes derecho alguno de quejarte en tu posición.
— Ya lo sé. ¡No tienes que venir a decírmelo! Déjame en paz. — Su temperamento no tenía medida cuando estaba bajo mucho estrés. Era casi imposible no mirar mal a Sesshomaru aún si sabía en el fondo, no tenía la culpa.
— Sé lo que hiciste. — sin embargo, la congelada mirada de Sesshomaru no flaqueó. Seguía viéndolo como si fuera una cucaracha.
— ¿Qué…? — los escalofríos que le provocó su mayor invirtieron las cartas en esa conversación.
— Sé lo que hiciste. — Repitió, ahora con una media sonrisa socarrona. — Antes de venir, me tomé la molestia de echarle un vistazo a esta pocilga humana que llaman mansión. Y la Alfarería me pareció un lugar bastante curioso. ¿No te parece?
La palabra Alfarería puso en alerta total al príncipe. No cabía duda que Sesshomaru no mentía solo para molestarlo o como un truco para obligarlo a confesar. ¡Fue un tonto si quiera por pensar en un segundo que Sesshomaru no podría saberlo!
Es tan increíble la forma en cómo él, lo sabe todo. Estar un paso adelante de todo.
— Me sorprende, viniendo de ti, la forma en cómo te deshiciste del cuerpo sin dejar rastros… indetectables para los humanos, por supuesto. ¿O solo fue suerte de principiante? ¿Destino? Quien lo diría. Las apariencias sí engañan. Un pequeña adorable bestia como tú cometiendo un crimen casi perfecto.
— No quería hacerlo…
— ¡No te atrevas a siquiera intentarlo conmigo! — advirtió, mascullando entre dientes cómo al mismo tiempo, lo golpeó nuevamente con el pergamino. — Miente a quien quieras. Intenta disfrazar la verdad con alguna estúpida excusa que no te haga sentir una basura. Engaña a los humanos, engaña a los demonios, engañate a ti mismo. Pasa por encima de los Gemelos Goruden si quieres. Incluso si los Dioses tienen algo de piedad, lograrás engañar hasta a tu padre. Pero no a mi. Ni siquiera sobre mi cadáver pasarás por encima de mi. Y desde ya te digo que cualquier intento tuyo de evadirlo no solo es inútil, también es un insulto a tu honor y un insulto a mi coeficiente. ¿Estás escuchando?
Inuyasha asintió.
—¿Crees que puedes ser más inteligente que yo? — prosiguió — ¿Crees que te perdonaré esta ofensa? Los mentirosos son cobardes. Y los cobardes son despreciable basura. Escoria.
— No… — respondió, totalmente cabizbajo como sus orejitas pegadas a su cabeza recibiendo su merecido regaño. — No es mi intención, no quiero ser basura. ¡No quiero perder mi honor!
— El punto es que complicas las cosas más simples. Eres un mitad bestia que no sabe elegir donde va a pisar. Si vas a comportarte como un humano, deberías estar de rodillas pidiendo clemencia. ¿Sientes culpa? ¿Tu corazón humano está hundido por haber asesinado a la madre de tu madre?
La forma en que Sesshomaru lo cuestionó lo hacía parecer como si fuera un asesino despreciable. Su hermano fue claro cuando dijo que no tolerará ninguna mentira. Pero, no se siente enojado por ser obligado a confesar.
— No… para nada. No sé cómo explicarlo. Sé qué estuvo mal… pero no me arrepiento de su muerte. ¿Soy una escoria entonces?
— No digas sandeces, por favor. — el tono de Sesshomaru cambió bruscamente. — ¿Quién en su sano juicio lamentaría el fin de una vieja buena para nada?
— ¡Entonces, no estoy entendiendo nada! ¿Qué mierda está bien y qué mierda está mal? ¡Estoy harto de esto!
— No grites. — la cabeza del príncipe recibió un tercer golpe. — ¿Quieres ser escuchado por tu padre? ¿Y demostrarle lo ridículo que eres? Es evidente que no te das cuenta. ¿No notaste su rostro lleno de decepción al verte? Es el peor destino que puedes tener, si quitamos el hecho de que ya es suficiente que tengas parte de su sangre corriendo por tus venas. — Dio un cuarto y quinto golpe. — Escucha con atención y mírame a los ojos. Esta es una nueva lección.
Un Sesshomaru serio y autoritario no dejaba ni siquiera el respiro de quien lo enfrente, muchos menos siendo Inuyasha el hipnotizado bajo su mirada. No puede apartar la vista aunque quisiera. Y si está escuchándolo es por que… sabe que Sesshomaru siempre tiene la razón. Eso lo ayudará aún si no se lo pidió.
— Eres consciente de que estás “a cargo” de este lugar por obra de tu padre. ¿O me equivoco? A tu padre no le interesa en lo más mínimo el bienestar de esta gente, estas tierras o el pueblo. Le importa una mierda si están en guerra o si hay una plaga sobre ellos. A tu padre no le importa que los líderes. Y te dirás; ¡Entonces Padre es un ser ilógico que solo quiere atormentarme! — esta última frase la dijo en tono sarcástico mientras leía en los ojos de Inuyasha si la información le estaba llegando correctamente al cerebro. — Estás equivocado si piensas así. Inu No Taisho aun te trata como un niño porque sigues comportandote como tal. — Lo sostuvo de los hombros para que lo siguiente a decir fuese bien claro para él — ¡Tú familia humana son sujetos de prueba! ¡Estás aquí para tener algo de noción sobre reinar y liderar!
— ¿Qué? — Inuyasha parecía iluminado, como si esa opción nunca se le hubiera pasado por la cabeza.
Y Sesshomaru quería pegarle, pero con el pergamino ya no bastaba.
— Te puso a cargo de este lugar para nada relevante porque es el nivel cero de un entrenamiento de cómo administrar un palacio, luego un pueblo, un reino,hasta un imperio. ¡Por los dioses! ¿En serio que no te diste cuenta?
— Ahora todo tiene sentido. — Inuyasha golpeó su palma con su puño derecho en señal de compresión final. — Ay, que bruto, jajaja. — se rió de sí mismo.
— Eres un… iluso. — Sesshomaru se guardó las ganas de insultarlo aún más. — Hasta cuesta pensar que asesinaste a tu abuela. — hablo en voz baja– Cualquiera diría que fue un desafortunado accidente. Pero, los dos sabemos que aún respiraba cuando la metiste en ese horno.
— Tú… ¿Cómo lo supiste? — las risitas se desvanecieron en un instante.
— Es un poder especial que tenemos en la familia, nuestro olfato no traiciona. Así como también fue fácil detectar que había un tercer protagonista en esta escena. Mucho más evidente, parece que estaba herido esa noche. Cuyo cuerpo te llevaste hacia el ala este y luego saliste del palacio con él. ¿A qué juegas entonces? ¿Quieres ser como tu padre? ¿Decidir a tu antojo quien vive y quien no?
— Yo no, no lo pensé de esa manera. Pero es verdad, eso hice. Tuve el control en mis manos y no me percate, esta mala espina que me daba, era la muerte rodeandome. — Contempló sus manos por un momento, visualizando la sangre de aquellos momentos que las manchaba. La mitad de su inocencia perdida.
Era el principio del duelo. La negación acababa de terminar.
— No has respondido a mi pregunta.
— Nuestro Padre es muy fuerte. Por supuesto que quiero ser tan fuerte como él.
Y esa sola frase decía mucho de esa mitad bestia. Mitad humano, mitad demonio. Por un lado conservando su lado vulnerable, bondadoso y piadoso. ¿No es un recuerdo vivo de su madre? Pero por el otro demuestra su naturaleza originaria, la maldad y crueldad de Inu No Taisho era una mancha con la que nació y nunca podría borrar.
Escuchó que Inuyasha mató a su abuelo, bajo el motivo de defensa propia. Ahora, asesinó a conciencia a su abuela con tal de deshacerse de ella. ¿Quién será su próxima víctima? ¿Arrebatará la vida de alguien por placer, siguiendo el aberrante ejemplo de su padre?
Hace repulsivo un poco más a Inuyasha a los ojos de Sesshomaru.
— Pero mejor. ¡Quiero ser mejor en todo! ¡Tengo una ambición y es esa! ¡Algún día, lo verás! No seré un cobarde, enfrentaré este vergonzoso error frente a padre y me libraré yo mismo. Te lo demostraré.
¿Demostrarlo, dice? Hasta ese entonces, quizás, Inuyasha pueda hacerlo cambiar de opinión.
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