Capítulo L
Mejor muerto que desperdiciar mis horas
Volando donde no debería estar
Flexionándose como idiotas con su poder robado
Son justo a quienes se comerá la araña.
Mejor muerto que atrapado en un laberinto
El centro puede parecer un regalo
Una vez que llegues, te despojará de tu vida.
Y desearás no haberlo hecho nunca.
…
Una vez alistado, el joven Sesshomaru procuró guardar ese pequeño frasco en una bolsita de tela bien resguardada entre sus ropas. Dio un último vistazo a su apariencia en el espejo de mano antes de ocultarlo. Una vez listo, abandonó su habitación para dirigirse al encuentro con su amo, una vez más.
Unas palabras y una taza de té serían suficiente para un descanso antes de la acción. El día estaba meticulosamente planeado en su mente y por supuesto, todo se llevaría acabo. Distraerlo de sus obligaciones otra vez. ¿Y qué? No son tan importantes.
No lo encontró en su oficina, la cual había quedado exactamente igual desde el día anterior. Entonces, Sesshomaru especuló que, él amo insistiera había terminando su baño o de plano ni siquiera ha salido de su habitación. Prefirió ir al cuarto de baño a verificar primero.
Lo había encontrado ahí. No pidió permiso para entrar. No lo necesitaba.
Estaba en todo su derecho.
Lo encontró, derrotado dentro de esa tina de madera cuya agua estaba hirviendo. La piel bronceada del amo brillando mientras toda su energía estaba circulando.
Inu No Taisho se estaba recuperando luego de haber sido drenado de su propia energía depositada en nada más ni da menos que…
─ Sesshomaru. ─ llamó.
El mencionado respondió al llamado con un beso una vez que se arrodilló para estar cerca. Primero, un beso en su mejilla, el segundo, ya estaba estampado en la boca de su amo. Transmitiendo calor en esa húmeda unión.
─ Te adoro. ─ fueron las palabras dichas por Inu No Taisho hacia su pequeño amante.
…
Inuyasha podía sentir el peso de sus deberes cargando en sus hombros como si estuviera llevando una vaca bien alimentada. La idea de salir corriendo de aquel salón era demasiado tentadora. Como arriesgada, sabiendo que desde la última vez, sumado todas las locuras de los últimos meses, Cheri estaría en algún lugar ahí afuera vigilando que nada anormal sucediera.
¿Golpear la mesita con su cabeza era una opción? ¿Y si fingía quedarse dormido?
─ ¡¿Estás prestando atención?! ─ el mismo tío que se había atrevido a enfrentarlo la reunión pasada era ahora una especie de mentor.
─ ¡No! Digo, ¡Si! … de hecho. No. Pará nada. No quiero oírte.
─ ¡Insensato! ¡Se supone que eres el nuevo patrón! ¡No debes comportarte como un inmaduro! Es hora de hacerte responsable, quieras o no. Esta decisión fue tomada y nada podemos hacer más que acatar órdenes.
─ Si, si, si, ya, ya. Ya lo sé. ─ Inuyasha estaba ansioso por callar a ese tipo gordo y calvo que apenas conocía ni le interesaba conocer. ─ ¿No hay alguien más para que me diga las mismas tonterías? Tu aliento no me deja concentrarme.
─ ¡¿TODAVÍA TE ATREVES?! ¡Mi tía está muy delicada de salud! ¡No estoy aquí por gusto! ¡¿POR QUÉ LO HACES MÁS DIFÍCIL?! ¿¡REALMENTE NO TE IMPORTA NADIE?! ¿¡QUE SERA DEL DESTINO DE ESTA ALDEA?!
No, no era la cuestión, Inuyasha tenía un gran pedazo de bondad y compasión hacia todos los seres. No es que no le importara la vida de los humanos que no la han hecho nada malo. Solo que, la responsabilidad era muy grande para él. No es como si no tuviera otra opción, aquel tio gordo y posiblemente más familiares pudiesen estar perfectamente a cargo de todo. Odiaban a Inuyasha ¿No es así? ¿Por qué dejarían en sus manos sus vidas?
Estaba seguro que su padre estaba detrás de todo esto. Recordaría hablar con él al regresar. Es una herencia que no estaba dispuesto a aceptar. Cada día se hacía mucho más incómodo estar entre los humanos.
Luego de la tediosa lección, Inuyasha pudo descansar en su solitaria habitación, esperando pacientemente la hora de la cena. Por supuesto, podría esperar a que unos temerosos sirvientes dejaran la bandeja de comida fuera de su habitación. Ni siquiera eran lo suficientemente valientes para interactuar con él. Odio, miedo, o asco, sea lo que fuere, solo estaba ayudando al repeluz de Inuyasha hacia esa gente.
Desanimado sostuvo la bandeja y la adentró. Se veía sumamente apetitosa, sin embargo, tantas emociones negativas borraron el apetito del príncipe.
Los golpes en la puerta llamaron su atención, pero lo que lo hizo saltar de su sitio fue detectar de quien se trataba.
─ Su majestad.
─ ¡Cheri! ¿Qué haces aquí?
─ Pasaba a revisar que todo estuviera en orden, veo que ya trajeron tu comida. Lamento interrumpir. ─ hizo una reverencia.
─ No te preocupes por eso. ¿Vas a entrar?
─ De hecho, sólo estoy de paso. Me reuniré con los humanos mayores para el reporte que debo enviar. Le deseo una buena noche. ─ con otra reverencia el mensajero se despidió.
…
─ Sesshomaru, si sigues provocándome te ganarás un castigo. Es mi última advertencia.
Inu No Taisho creyó que podría escaparse de su tentadora perdición para reanudar su urgente trabajo. Pero, cuando menos se lo esperaba, Sesshomaru estaba abrazándolo por la espalda, seduciéndolo. Obligandolo a encararlo.
─ ¿Cómo puedes castigar a un necesitado? ¿Es usted tan cruel como aseguran?
─ ¡¿No tuviste suficiente anoche?! ─
Rió, luego de atrapar a su pequeño amante entre sus brazos. ─
¡Travieso! ─ asaltó su cuello para lamer incluso sobre la tela del collar.
Una nalgada hizo respingar al joven en su sitio, sin posibilidad de moverse para alejarse. Luego otra, arrancándole un gemido de dolor.
─ ¿Qué es lo que pretendes? Pequeña egoísta. ¿Tenerme para ti solita?
─ ¡Si! ─ Sesshomaru Exclamó con ansias debido a la excitación. ─ Te necesito, te quiero, te quiero conmigo. Hay que aprovechar muy bien esta oportunidad.─
Declaró, robándole un beso a su amo, el cual, no se resistió para corresponder.
Las maravillas del destino hicieron separar a la pareja de un beso que posiblemente hubiera llevado a Inu No Taisho a la cama. Sesshomaru no dudó en poner mala cara ante la interrupción.
No es como si Inu No Taisho estuviera feliz también, pero sabía que debía de atender sus asuntos.
Aquello que obligó a romper el beso era la presencia del capitán Ri acercándose a su ubicación. Por suerte, pudieron recomponerse antes de ser atrapados en una incómoda e indecente posición.
Más le vale a ese idiota interrumpir por una muy buena razón. En su mente, Sesshomaru comenzaba a planear algún interesante castigo para ese inútil en caso de que fuera una tontería.
─ ¡Comandante Inu No Taisho! ¡Gran Señor! ─ Llamó Ri, una vez posicionado hizo una reverencia ante su superior. ─
¡Capitán Ri informa! ¡Se avista a lo lejos una manada de Okami que se dirige a la ubicación de esta gran fortaleza del Oeste!
Vaya, si que era inesperado. Entonces con una buena razón Sesshomaru fue plantado en aquellos pasillos mientras veía a su amo y señor seguir al capitán para atender aquel nuevo acontecimiento.
¿Qué diablos estaban haciendo unos hombres lobo llegando al palacio del Oeste?
Suspiró desganado. ¡Que impotencia! ¡Espantosa interrupción! Sesshomaru No pudo hacer más que lamentarse mientras se arrastraba por lo que quedaba de pasillo. Hasta llegar al ventanal de la torre. Y divisar que estaba sucediendo ahí afuera.
Pudo apreciar la ancha espalda de Inu No Taisho, vestido con su armadura y su abrigado mokomoko. Impresionante es la rapidez con la que se preparó con aquel acero. Aún puede apreciar como está acomodando sus espadas en su cintura.
Como si necesitará todo eso para unos seres tan insignificantes en cuanto fuerza y poder, aún si son una manada o mil hombres lobo. Nunca serían rivales para Inu No Taisho.
¿A qué se debe tal invasión? Era la pregunta que todos los nativos del Oeste se hacían en cuanto la manada estaba un más y más cerca. En posición, habían abierto las puertas para dejar salir a su gran señor y al capitán del ejército.
En el aire se dejaba oler el aroma proveniente de aquella manada. Nada amenazador, por lo de esa forma lo detectaba el lord del Oeste. Más que miedo o confusión, preocupación dejo ver su rostro en cuanto identificó de quienes se trataban.
─ ¿La manada de Akako? No puede ser…
Si, había acertado antes de que los primeros lobos en su forma natural llegaran corriendo al raz de la tierra, derrapando para detenerse ante el ejército y el mismo Inu No Taisho. Cada vez más y más aparecían.
Resaltando demonios ancianos y cachorros.
Definitivamente algo estaba mal.
Al frente una mujer lobo se dio paso entre aquella manada, no era tensión lo que se sentía en el aire. Más bien, preguntas sin respuesta.
Una mano alzada del demonio del Oeste hizo que el ejército dejara de estar en guardia defensiva. Calmando el ambiente.
─ Mepuru. La esposa del líder alfa de la manada Okami del Norte. ─ Inu No Taisho reconoció.
─ Inu No Taisho. ─ ella respondió, obligada hacer una reverencia.
En alguna otra ocasión, nunca lo habria hecho por la posición de amistad de este sujeto con su marido. Ahora, con el robo entre las piernas debía de solicitar su ayuda.
─ Te estarás preguntando que sucede. Déjame explicarte todo. Pero antes, necesito que brindes apoyo a nuestra comunidad, están cansados y sedientos. Vinimos desde el norte hasta aquí, sin descanso.
─ Por supuesto. ¡Abran las puertas! ─ ordenó. ─ Capitán Ri, encárgate de traer agua y todo lo que necesiten.
─ ¡Si, señor!
…
Baboso y superficial
Colando su falsedad.
Ladrando para parecer real.
Hacerlo beneficioso para su causa.
¿Cuánta sangre puedes sacar?
¿Con tus garras de una carne que no es tuya?
Mis manos no son tuyas. Mordiendo mis huesos, no queda médula
Para mantenerte cautivado
Supongo que es la suerte.
…
Aprovechando el día soleado del día siguiente, con el rocío sobre la hierba, las ruedas de aquella carreta los conducía hacia el corazón del pueblo. Llevando a él príncipe y señor Inuyasha acompañado de su abuela viuda y un séquito de sirvientes.
Había pedido estrictamente llevar un sombrero de paja para ocultar sus orejas, a pesar de tener una pañoleta por debajo.
No quería llamar la atención más de lo debido, aún sabiendo que todavía quedaban ancianos que lo reconocerían por el color de su cabello. Odiaba la idea de causar terror en algunos, como forzar el respeto de otros solo por ser hijo de su padre. Quería que todo aquella, fuera lo que fuera, por lo menos fuese mérito propia.
Algún día.
Pero, seguro que aquella odiosa anciana lo ha traído hasta el lugar para presentarlo o una estupidez similar. No quería hacer eso. De ninguna forma.
Algo que llamaba su atención, la ausencia de Cheri en los alrededores.
Él… había prometido no volver a escapar. ¿Cómo podría traicionar la confianza tan valiosa de los labradores? ¿Acaso era un cobarde?
─ No te pongas nervioso, no estaremos entre tanta gente. ¿Crees que soy tonta? ─ habló la viuda. ─ Si hubieras prestado atención sabrías que nos dirigimos exclusivamente con el jefe de la aldea.
Bueno, una preocupación menos.
El relinchar los caballos y la detención abrupta del carruaje llamó la atención del grupo. Así como los gritos y maldiciones.
─ ¡Hasta que por fin, la realeza aparece! ¡Hemos estado esperando por mucho tiempo!
─ ¿¡Qué haces, mocoso!? ¡Quítate del camino!
─ ¡¿Hasta cuando van hacer la vista gorda?!
Esa voz… fue reconocida por la audición del príncipe, pesar de que sus tiernas orejas estuvieran apresadas sobre su cabeza. Se animo a correr la cortina del palanquin para que sus ojos lo pudieran confirmar.
─ ¡¿Miroku?! ─ no tenía dudas que el joven de prendas azules y con un sombrero de paja tradicional fuese aquel muchacho que lo estafó en su anterior visita.
Por lo visto, el destino los volvió a cruzar. Pero lo de la forma en la que Inuyasha le hubiera gustado. Ente el alboroto mucha gente se acercó hasta la carreta, algunos apoyando al joven, el resto de curiosos a escuchar que estaba pasando.
─ ¡Aun lado! ─ gritaron los jinetes.
─ ¡No! ¿¡Como pueden trabajar para gente desalmada!? ¡¿Deshonrar a este pueblo y sus creencias?! ¡Pecadores han dejado de lado su espíritu por las avaricias! ¡Han prometido ayudar a los desamparados por la guerra! ¡A cambio de protección divina! ¡Ayuda que nunca llegó! ─ acusó a voz firme. Siendo apoyado por los afectados, y otros varios que sabían tenían razón.
Inuyasha escuchó una parte de aquella acusación naciendo un asco y decepción, de nuevo por parte de su familia humana. Solo reforzando con grandes pasos su motivo por el cual no quería estar involucrado con ellos. Y mucho menos que Miroku sepa de dónde viene.
Se las arregló para bajar del carruaje mientras su abuela estaba distraída colérico por el escándalo. Y mezclándose entre la gente que parecía querer lincharlos. Los guardianes de su abuela pronto con sus lanzas rodearon el carruaje ante la multitud enfurecida.
Por suerte, logró pasar desapercibido hasta mezclarse con la gente.
─ Disculpe, soy forestero─ se disculpó a medida que chocaba los hombros con la gente intentando alejarse. ─ Perdón, soy forestero ─ En el camino se aseguraba se cubrir su rostro con su sombrero. ─ lo siento,Soy forestero.
─ Se dice forastero. ─ alguien lo corrigió.
─ Gracias. Soy forastero. Perdón, permiso.
…
Por supuesto que algo no andaba bien para que una manada de los más vulberables de la tribu de Hombres Lobo del Norte bajaran hasta las tierras del Oeste. Cachorros, jóvenes y ancianos eras quienes principalmente conformaban al grupo que se desplomó del cansancio una vez dentro de la seguridad de la fortaleza. Los más viejos siendo asistidos por los más jóvenes, ayudándolos a recuperar el aliento y otros ayudándolos a beber.
Mientras supervisaba a cada uno, no detectó más daños que esos. Pero aún así, tendría que ser de suma urgencia para enviarlos sin avisar previamente.
Cuando todos pudieron respirar mejor, la mujer líder pudo respirar también.
─ ¿Qué sucedió? ─ Inu No Taisho ya no podía esperar por saber.
─ Un desastre. No hay muertos que lamentar, tampoco heridos de gravedad. Sin embargo no es bueno. ─ Mepuru suspiró pesadamente.
Una mujer de casi la misma edad que su esposo, una mujer de cabellos negros como un cielo sin estrellas y ojos castaños como una tarde de otoño. Piel bronceada y bien torneadas en músculos delgados pero trabajados.
A su lado llegó un joven apuesto, con los rasgos que compartía con la dama. Cabellos negros como los de ella, pero, este joven en cambio había heredado el color de ojos de su padre Akako.
─ Este debe ser Koga. ¡Ya estas muy grande!
─ ¡Señor Inu No Taisho! ─ este saludó en una dura reverencia.
Si incluso el heredero de La manada estaba ahí, era por un motivo grande, algo más que ocultaba su gran amigo Akako.
─ La noche anterior, la gran tormenta devastó con nuestra madriguera. La destruyó por completo dejando a toda la tribu al descubierto. Por esa razón, como medida de emergencia, mi marido nos envió aquí con la misión de solicitarte refugio para todos los aquí presentes. Son los que más lo necesitan. Ya que a los alrededores, las malditas aves del paraíso están rondando como buitres esperando cazarnos. Aquellos horribles seres se han multiplicado increíblemente esta temporada.
Inu No Taisho asintió a la explicación, o sea cual fuese, jamás le negaría nada a su fiel amigo de toda la vida. Si se ponía a pensar, Akako era el único ser que podría tratarlo como un igual luego de tantos años y tantas traiciones de partes de todos aquellos que le juraron lealtad.
─ No necesitan decirlo dos veces. El palacio del Oeste está a su disposición. ¡Siéntanse como en casa! ¡Son más que bienvenidos! ─ el Lord Exclamó en voz alta para ser oído por toda la manada.
─ Koga, vete a descansar por ahí. ─ su madre ordenó.
El chico no se atrevió a replicar, se hizo aún lado para buscar con la mirada a sus amigos y volver a reunirse con ellos.
─ Tu rostro dice que hay algo más. ¿O me equivoco?
La mujer asintió.
─ Dejame contarte en un lugar más privado.
Mientras el joven Koga veía a su madre caminar junto al Lord del Oeste, no pudo evitar dejar caer todo el cansancio del viaje en sus hombros y sentarse en la ronda que habían hecho sus dos grandes amigos, Hinta y Hakaku. Sobre todo, la preocupación como legítimo heredero por toda su tribu. Por su gente, su hogar… su padre. ¿Cómo se supone que este tranquilo en un lugar tan alejado y extraño sin ayudar como corresponde? Por sobre todo. ¿Qué clase de confianza se podían tomar en una casa prestada de un hombre que apenas había visto una o dos veces en su vida? Sus ojos azules revisaron el escenario por todos lados. Macizos muros con macizas puertas. Los guardias vigilando el afuera como si fueran gargolas de piedra. Un palacio impresionantemente gigantesco.
¿¡Tanto espacio para él solo!? ¡Que locura! Observando todo como el cachorro curioso que era, algo inmediatamente captó su atención.
Una figura en lo alto de la torre principal, observando todo. Unos largos cabellos de nieve. Un vestido brillante y ostentoso que acaparaba la atención de tan gris escenario. Una mirada desinteresada que los analizaba como si se tratase de un dios vigilando su creación.
Hasta que hizo contacto visual con… quien fuera que fuese.
Sus amigos pronto notaron su presencia por la forma en que Koga no le quitaba la vista de encima.
Cuando la misteriosa figura se notó observada de vuelta, optó por alejarse del ventanal y nunca volver asomarse por ese día.
─ ¡¿Vieron eso?! ─ Hakaku preguntó emocionado.
─ ¡Claro! ¿Crees que estoy ciego?
─ Koga, Koga, la princesa está aquí. ¡Es ella!
─ Qué afortunado. ¡el destino te trajo hasta ella!
─ Y tú que no querías venir. ─ Hakaku se rió mientras palmera la espalda del consternado Koga con fuerza.
─ ¡Oye! ─ gritó devolviéndole el golpe. ─ ¡No grites así! ¡Ya la vi! … en verdad ¿Era ella? Hasta creí que no existía.
─ Pues ya vimos que si. ─ Hinta asintió.
─ No se ve como alguna loba que hayamos visto, pero no estaba fea, solo que su mirada estaba fuerte, habría que verla más de cerca para confirmarlo.
─ Y si es buena muchacha, en el fondo de su corazón, si, eso es importante.
─ Pronto conoceremos a la futura señora. ─ el trío se atrevió a sonreír por ese pensamiento.
…
Mepuru no se alejó demasiado de su grupo, solo se detuvo en cuanto consideró una distancia suficiente. Lo que estaba apuntó de revelar, sólo ella tenía conocimiento. No deseaba causar más pánico a su gente.
─ La situación con las tribus vecinas han estado tensas en estos últimos tiempos. Para no ahondar en detalles, tenemos la sospecha que cualquier cosa que hiciéramos desataría una guerra por el territorio y el control absoluto del norte.
Por otro lado, tenemos la certeza de que un aliado… ex aliado ─ se corrigió. ─ ha estado intercambiando información con estos presuntos enemigos. Un vil traidor igual que ellos. Por esa razón, si aquella rata se encarga de informar sobre nuestra delicada desventaja no sólo tendríamos que defendernos de las aves del paraíso, si no también nuestras espaldas a la traición de las tribus vecinas que aprovecharía para invadirnos.
─ Por los dioses.
─ Por esa razón decidimos actuar rápido. Ni bien fuimos consciente del peligro al que estaba expuesta nuestra gente, hemos traído aquí a las más jóvenes generaciones como prioridad. Por eso, vamos a dejar en tus manos la vida y seguridad nuestro hijo.
─ Confía en mi. Vaya, eso sonó a que no planeas quedarte aquí. ¿Me equivoco? Pero me temo que voy a pedirte que cambies de opinión, deja a este servidor hacerse cargo.
─ Qué sea una mujer no significa que no no pueda luchar por mi manada, que te quede claro.
─ Conociendo a Akako, él preferiría que te quedaras aquí. Conoces más que nadie a esta manada. ¡Déjame a mi ir apoyarlos!
─ No, está decidido, necesito que te quedes aquí. No existe otro lugar más seguro que contigo aquí presente.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top