Capítulo I
─ Cuando estés por correrte, quiero que lo anuncies. Exclamalo fuerte y alto.
─ No haré... tal cosa.
El corto intercambio se oyó cuando sus voces rebotaron en un eco por las paredes de la profunda y oscura mazmorra.
Nadie más que Inu No Taisho, amo, señor, Lord de las tierras del Oeste junto a su mascota, juguete, quien alguna vez fue su príncipe, Sesshomaru estaban en la celda al final de los estrechos pasillos.
Si las paredes, los barrotes o incluso los pedazos de espejos rotos pudieran hablar, se llevarían el número uno en aterrorizar con las más insanas anécdotas que allí y hasta el momento, ocurrían.
Frente a un gran espejo quebrado por un arranque de ira, si se podría decir que estaba de pie, Sesshomaru, desnudo salvo por su inconfundible collar, era sostenido por la cintura y pierna derecha por Inu No Taisho, mientras este lo follaba sin cesar.
Aquel pedazo de espejo reflejaba en fragmentos la imagen del lamentable estado de aquel ex príncipe.
Su piel magullada, al mismo tiempo brillando del sudor. Su expresión de derrota y angustia era demasiado patético para su vista, así que a toda costa evitaba verse a la cara a través de su reflejo. Bastante difícil ver para a otro sitio, pues si bajaba la mirada, podría encontrar a su propio pene semi erecto por las anteriores estimulaciones y más abajo el pene de su agresor, una bestia mejor dicho, todavía más grande, bien firme apareciendo y desapareciendo en medio de sus nalgas en el sonido acuoso por los fluidos derramados.
El dolor físico fácilmente pasaba a segundo plano, luego de tantos años viviendo así, aquello ya era una costumbre. Si aquel horrible hombre estaba de buen humor, solo lo follaría hasta saciarse sin recurrir a sus juegos de tortura, y aunque el pensamiento lo avergonsace, a estas alturas Sesshomaru prefería eso.
Su parte favorita de cada rutina es en el momento exacto que Inu No Taisho termina, se acomoda los pantalones y cierra la reja de la celda cuando se retira del lugar dejándolo solo.
Sesshomaru maldice, lo maldice a él y a todos sus antepasados. Se niega hasta que no puede más, parte de él muere cada que es obligado a cumplir las demandas del amo.
Siente su cabeza estallar en fiebre segundo a segundo junto a su corazón que está latiendo erráticamente. El mayor ha estado aumentando sus embestidas.
Golpeando el punto dulce del más joven en cada empujón. Es como si estuviera pisoteando la dignidad de Sesshomaru cada vez.
Siente, como está a punto de llegar a la cima, una sensación de cosquilleo desesperado. Anhela el alivio. Anhela el placer de sentirse bien.
Aquello se ve inesperadamente interrumpido. Ahora, el pene de Sesshomaru está completamente erecto y listo para eyacular. ¿Qué es lo que la ha impedido llegar a su orgasmo? La gran mano de Inu No Taisho.
La cual antes estaba aferrada a su pequeña cintura ahora sostiene firmemente al falo de Sesshomaru desde su base dejándolo a la mitad de su ardor.
─ No tienes permitido correrte sin antes anunciarlo. ─ el mayor le recordó, susurrandole juguetonamente a su oído.
─ Líbrame. ─ en cambio, Sesshomaru responde. En una sola palabra, es todo lo que desea.
Inu No Taisho, por supuesto, no tiene planeado realizar el pedido del chico. Como el maldito sádico que es, mueve su mano lentamente para provocar al otro. Tranquilamente puede pasar horas en la misma posición hasta que se cumpla su cometido. Sin embargo, Sesshomaru no puede aguantar un segundo más.
Su yo racional se odia, se odia por lo que está por decir. Su cuerpo traidor ruega por su liberación y su mente ya no quiere más de esa tortura.
Se supone que esto no debe sentirse bien.
No debe. No debería entregarse con tal de llegar a escasos instantes de placer.
Inu No Taisho está decidido a empujarlo a su perdición. Los movimientos de su gran mano en el pene del más chico no cesan y al mismo tiempo no aumentan.
Los labios cerrados de Sesshomaru tiemblan amenazando con dejar salir gimoteos. El lord lo nota, así que basta con certero empujón de sus caderas contra las nalgas de su victima, enterrando así su larga longitud hasta tocar nuevamente ese punto dulce.
─ ¡Ahhh!
Y con ello ha roto la débil resistencia de Sesshomaru.
─ Me voy a correr. ─ dijo apenas audible, sonando tan lastimero por su humillante derrota.
─ No te oí.
─ ¡Ahh Me voy a correr! ─ exclamó a todo lo que daban sus pulmones, dejando salir la respiración que contenía.
Y luego de aquello, supo que estaba perdido para siempre.
Inu No Taisho ronroneaba de la satisfacción prosiguiendo con la acción, muy apenas sudando por el calor en su piel bronceada.
En un trance donde el sonido de sus pieles chocando quedaron en un plano lejano, frente al espejo, Sesshomaru se decepcionó de si mismo y no pudo soportar la imagen que brindaba su reflejo, sus cejas curvadas, mejillas rojas y la boca abierta dejando su saliva escurrirse por sus labios. Su cuerpo lo está disfrutando en respuesta a estimulaciones no deseadas, pero en el fondo de su corazón, él odia esto.
No quiere verse a si mismo en el momento exacto donde por fin llega a su orgasmo. Jadea y gime, con los ojos bien cerrados cuando se siente libre de aquella opresión.
Desearía desmayarse para no tener que afrontar lo que ocurra cuando su orgasmo termine. Cuando el fuego se apague y quedé tirado en el frío y asqueroso suelo. No quiere afrontar a sus pensamientos que le pasarán factura en cuanto toda esa mierda acabe.
Cuando el orgasmo mutuo acaba, Inu No Taisho aun está lucido como el primer minuto, contemplando con una pequeña sonrisa el desastre que hizo de su esclavo. Mira con apetito los brillantes y rojizos labios mismos que han gemido por él, esta vez no tiene quien lo detenga de reclamarlos. Y así lo hace.
Nada de esto sorprende a Sesshomaru, realmente.
Nunca admitiría que está agradecido por no ser abandonado inmediatamente. Quizás quiere más. No por morbo ni por su cuerpo ambicioso, si el amo continua, su mente estaría ocupada pensando en cuanto lo odia. Muy al contrario si lo deja solo, pensando en cuanto se odia a si mismo.
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