Capitulo 20
Los personajes de Naruto, no me pertenecen, yo solo los uso para escribir esta historia sin fines de lucro.
—¡Buenos días bonita!—las llamativas orbes perladas dejaron sin aliento al Uchiha. Él tenía alrededor de media hora de haber despertado ¡Y vaya despertar! El aroma de su niña llenó por completo la habitación. El clima frío ni siquiera se sentía, ya que su cuerpo pegado al de Hinata generaba un agradable calor y a esa hora su hombría clamaba por ella. Durante los primeros minutos, se dedicó a mirarla, pero a medida que lo hacía, la necesidad por poseerla iba en aumento... La quería otra vez, así que comenzó acariciandola y estrujándola contra él. Estaba embelesado por ella que le era difícil soltarla.
La beso en la espalda y continuó hasta el cuello. En ese momento, ella comenzó a removerse logrando que detuviera sus movimientos. La joven se estiró y sintió que no estaba sola, abrió los ojos lentamente y se encontró con la deslumbrante sonrisa de Madara.
—¿Tiene mucho de haber despertado?—se dejó acariciar sintiéndose ansiosa por pertenecerle de nuevo.
—El suficiente para que me provocaras—con avidez se colocó sobre ella. Hinata le dio acceso y en segundos lo tenía en medio de sus piernas al mismo tiempo que la besaba en los senos. Madara estimuló la feminidad de su ojiperla. Debía prepararla, de lo contrario la dañaría.
La sensación de los pezones siendo succionados anudado a los dedos estimulándole el clitoris, llevaron a la morena en muy poco tiempo al éxtasis.
Complacido con su labor, el azabache se colocó en la posición donde se hundiría dentro de ella.
—Ahhh—sin importar lo húmeda que se hallaba, el miembro masculino le provocó dolor al adentrarse co fuerza, no obstante, al poco tiempo desapareció dando paso al placer.
—¡Hinata!—la joven se deleitó escuchando su sensual voz mientras la llamaba sin dejar de adentrarse en ella, llenándola por completo. La tomó de las mejillas e hizo el cabello hacia atrás embriagado por el placer—¿A quien le perteneces bonita?—ella lo miró a escasos centímetros de su rostro mientras continuó gimiendo y se dio cuenta que él esperaba su respuesta.
—A Madara... soy suya—contento con la respuesta, la beso con ternura, no obstante, las embestidas no eran tiernas en lo absoluto—¡Lo amo!—Madara no sabía que era lo que había hecho bien para merecer tanta felicidad. Hinata lo desarmaba por completo con sus confesiones. ¡Ella era suya! Extasiado beso el cuello femenino y le dejo una marca, la primera de muchas que deseaba hacerle.
—¡Toda mía!—repitió sus pensamientos en voz alta. El acalorado encuentro continuó con el azabache poseyéndola con amor. Trataba de demostrarle cuanto la amaba. Ella no dejó de entregarse por completo y al Uchiha le complacía verla mordiendo su labio tratando de aminorar los sensuales gemidos—No te contengas, me fascina escucharte gritar—de no ser por el apasionado momento, ella se habría sonrojado. Las lágrimas salieron de las perlas ante el fuerte orgasmo que ambos lograron obtener. Madara le besó el rostro antes de salir de ella.
La pareja se duchó y aprovechó la ausencia de los otros Uchihas, para continuar juntos. Siendo temprano, el azabache la invitó a desayunar fuera. Sin que ella lo supiera, él le envió un mensaje a su familia, pidiendo no molestarlos durante todo el día. Esos momentos eran sólo suyos y pensaba cuidar de ella, dado que se encontraba adolorida.
Madara condujo durante mas de una hora a un pueblo vecino que se destacaba por los sitios turísticos, los cuales se habían hecho famosos gracias a los paisajes naturales, que se veían desde los pocos restaurantes y el hotel local, mismo en el que él se encargó de reservar una habitación. Tanto el hotel como los restaurantes, se asemejaban a cabañas en medio del bosque adornado por la nieve. El sitio también contaba con actividades a los esquiadores o a quienes les gustaba pasear con las motos de nieve.
Luego de pasar prácticamente todo el día esquivando y de que Madara estuviera a punto de golpear a dos tipos por hablar con Hinata creyendo que estaba sola, la pareja regresaba a la acogedora habitación. Se despojaron de la abrigada ropa invernal dejándola a un lado y quedando en prendas normales. El clima dentro de la habitación les dio la bienvenida haciendo que la morena suspirara de placer.
Ella levantó la vista y se estremeció al enfocar al azabache. Su prometido no dejó ninguna duda de lo que quería hacerle ahora que se hallaban a solas. Madara la veía con pasión, deseó y posesión. Instintivamente, retrocedió sin notarlo, al mismo tiempo que él avanzaba y pronto ya la había acorralado contra la pared. Cargo con ella hasta la cama y la morena se relajó sintiendo la boca masculina sobre su cuello.
Aún con la mirada depredadora que permaneció en Madara, la colocó en la cama lentamente donde ambos prosiguieron a despojarse de las prendas. En cuestión de segundos, ambos se hallaban totalmente desnudos y ella se dedicó a tocarlo mientras lo observaba con admiración.
—¿Te gusta lo que ves?—la joven se sonrojó ante la pregunta, pues se había olvidado que también ella se encontraba completamente desnuda por estarlo mirando a él. No obstante, luego de asentir con la cabeza, continuó con el escrutinio. Madara era sumamente apuesto, tenía un suave cabello negro, el mismo que caía sobre su grande y duro cuerpo tallado con fuertes músculos, ni siquiera las cicatrices lograban disminuir tal perfección. A ella le gustaba, le gustaba mucho todo de él, incluso su peso cuando subía sobre ella como en ese momento. Con él, Hinata se sentía protegida amada, incluso disfrutaba la sensación de sentirse completamente dominada, aunque también quería saber que se sentiría ser ella quien tuviera el control.
Animada mientras las grandes manos de Madara le recorrieron su pequeño cuerpo uniendo las bocas en un beso ardiente y necesitado. Hinata permaneció hincada en la cama, de ese modo, el azabache lograba quedar a su misma altura, dado que él continuó parado en el piso. La morena tomó valor y deslizó una de sus manos desde el dorso masculino hasta colocarla en la hombría del azabache. Primero los palpo, luego intento tomarlo, sin embargo, sus manos eran chicas y el miembro era grande, ya que no lograba abarcarlo a su antojo.
—H-Hinata...—Madara se estremeció al sentir la mano de su amada. No se imaginó que ella iba hacer algo así. La chica se asustó creyendo que lo había lastimado.
—¿Lo lastime?—detuvo la mano por completo, pero se negó a soltarlo.
—No bonita... continua... ahh—sonriendo por lo que causó, lo besó del cuello, al no poder dejarlo pasar, luego de ver como la cabeza del Uchiha se echó hacia atrás jadeando. La sensación fue mucho mejor de lo que ella hubiera creído, así que se impulsó a dar el siguiente paso, el mismo que le recomendó Temari, asegurando que incluso Shikamaru enloquecía al recibirlo. Aumentando los movimientos de su mano, bajo de la cama y se colocó de rodillas en el piso. El varón la miró desconcertado y con emoción ante lo que ella planeaba hacer—Ahhh—Madara se tambaleó y cuando logró recuperarse, sostuvo el largo cabello de la ojiperla. La veía tener dificultades para meter su pene por completo en la pequeña boca, sin embargo, lo que no lograba introducir, lo tomo con las manos. Era claro que ella no tenía experiencia, pero él estaba sintiéndose en las nubes. Fue demasiado bueno, todo lo que ella le daba lo llevaba a una montaña de placenteras emociones—¡Detente!—ordeno sin ser obedecido y no tuvo otro remedio que tomarla de los brazos para ponerla de pie.
—¿Hice algo malo?—su rostro mostraba tristeza y el azabache suspiró ¿como podía seguir luciendo angelical luego de lo que acababa de hacer? Pensando que no podía ser posible, Madara sentía que se enamoraba más de ella.
—No, al contrario, lo hiciste muy bien y estuve a punto de terminar en tu boquita—desde su altura se inclinó y le besó los hinchados labios conmovido por el sonrojo—y no es ahí donde quiero terminar... ahora te quiero en cuatro—la ayudó a subir en la cama y se sostuvo el pené mirándola desde atrás. La estimulo con sus dedos y cuando comprobó que ya se encontraba lubricada, la penetro. La ojiperla soltó un grito de sorpresa y también sintió dolor. Madara fue lento y de a poco aumentaba la velocidad de sus embestidas.
Los brazos de Hinata flaquearon y se desplomó mientras Madara continuaba de manera frenética. Si bien al comienzo sintió molestia, en ese momento, sólo podía gemir de placer—¡Madara!—la joven se sentía sin voluntad, pues su cuerpo era movido a los deseos del azabache y ella no tenía el control de nada.
Madara la levantó y la puso de espaldas contra su pecho. En esa posición podía besarla y tenerla cerca sin dejar de embestirla—No tienes idea de todas las noches que te imaginé así—esa declaración aumentó el calor en la chica. Ella lo rodeó del cuello y lo besó sin dejar de gemir. Los senos y la intimidad femenina permanecieron siendo acariciados por las manos masculinas. La había hecho correrse dos veces y estaba seguro que volvería a llegar junto a él—Lleguemos juntos, te vez hermosa mientras te corres—eso fue todo lo que la chica necesitaba para convulsionar de placer. El Uchiha llegó junto a ella, lanzando sonoros jadeos llenos de satisfacción.
La pareja se durmió y al día siguiente, antes de marcharse hicieron el amor en la cama y también en la ducha. Hinata guardó la ropa que compraron para ambos en ese hermoso lugar. Salieron a desayunar y regresaron a Konoha.
...
En la tarde luego del pequeño escape, Itachi llamó a la ojiperla al gimnasio de Madara donde comenzaría con su entrenamiento.
—Hina, este es Kisame uno de mis amigos y el responsable de tu entrenamiento—la joven miró a un enorme hombre con aspecto extraño, no obstante, él le sonrió y si era amigo de Itachi, no había nada de que preocuparse.
—Hinata para servirle—Kisame estrecho su mano.
—Encantado de conocerte Hinata—en un principio, ella se sentía cohibida con el imponente hombre, pero a medida que le mostraba lo que harían, se fue relajando, sobre todo al ver como se llevaba con Itachi.
Obito fue quien continuó el día siguiente con las armas. Hinata terminó adolorida del hombro por haber disparado repetidas ocasiones. Aunque no le gustaban las armas, no iba decepcionar a quienes hacían tanto por ella.
[...]
Los días habían transcurrido y esa mañana, Sasori estaba por concluir la pintura de Hinata. El clima no era tan frío, así que la ojiperla llevó a sus cachorros con ella, después de todo, el artista terminaría rápido, dado que sólo eran los últimos toques.
—¡Listo!—anunció Sasori complacido del resultado final—Subiré todo a mi auto—Hinata asintió.
—Yo daré un paseo con mis perros y más tarde iré a su estudio para dejar el vestido—el pelirrojo envolvió la pintura ansioso por verla con total calma en su estudio y de preferencia con una copa de vino tinto en su mano. Estaba seguro que Deidara se moriría de la envidia cuando mirara su obra.
—No será necesario... ese vestido es tuyo, lo compre para ti y nadie mejor que tu para conservarlo—ella se miró y sonrió. El vestido le parecía hermoso y era evidente que no sólo a ella puesto que ese día si había personas en el parque y no podían evitar mirarlos. Fue claro lo que hacía el pintor y la curiosidad de los transeúntes fue en aumento.
—Gracias Sasori, lo conservaré con las cosas importantes para mí—se acercó a la banca donde mantuvo a sus perros amarrados y sostuvo las correas. Ella fue llevada por el chofer y los dos guardias que la seguían, se encontraban a distancia considerable, dado que a la morena no le gustaba llamar la atención.
—Como hay mas personas, no demoraré en subir mi equipo y en cuanto termine regresaré por ti para irnos juntos ¿de acuerdo?—Itachi le advirtió que no dejará sola a Hinata y como buen entendedor, Sasori pensaba cumplir la orden del Uchiha.
—Esta bien, no me alejaré mucho—ella sonrió y comenzó a caminar adentrándose en las bonitas avenidas. Los cachorros tenían mucha energía y le era difícil contenerlos, sobre todo por la presencia de otros perros que también caminaban con sus dueños. Avanzó unos minutos y cuando consideró que el pintor ya debía haber terminado, se dispuso a regresar, no obstante, la correa de Kiala se le soltó viéndose obligada a correr tras ella.
Desde la corta distancia miró como un hombre pisó la correa frenando el escape de la hembra—¡Te tengo!—escucho al buen samaritano que hasta ese momento le daba la espalda.
—Gracias por detenerla—en ese momento el hombre se giró hacia ella sosteniendo la correa con la mano y ambos quedaron sorprendidos al verse frente a frente—¿U-usted?
—¡Hinata...!—Indra no planeó verla, ni siquiera se hubiera imaginado que estando en ese sitio se encontraría con la mujer que no abandonaba sus pensamientos. Él llegó a un café cercano a ese parque para cerrar un negocio y cuando concluyó se fue caminando mientras fumaba un cigarrillo. Estaba por marcharse cuando miró un pequeño perro corriendo lejos se su dueño y por instinto, piso la correa. Quizás no lo hubiera hecho de no tratarse de un ejemplar tan similar al cachorro que años atrás murió junto a la mujer que amaba y el mismo que mandó como regalo para la hija de esa mujer a la que ahora amaba, aunque no de la misma forma, pues en el pasado se empeñó en tenerla aún en contra de su voluntad y en su presente no pensaba hacer lo mismo.
Pronto escuchó los pasos tras él y se agachó tomando la correa en su mano. Estaba por girarse y escuchó la melodiosa voz agradeciendo ¿Acaso era ella? Finalmente se volteó y sintió que su corazón se aceleraba ante la angelical imagen... Parecía una princesa de las nieves.
—D-debo irme, p-por favor ¿me entrega la correa?—Hinata temblaba como como una hoja al viento. El Otsutsuki se percató del miedo reflejado en las perlas y se sintió miserable por ser el causante.
—¿Crees que quiero dañarte?—cuestionó con tristeza—¿De verdad me temes?
—Hay personas que me esperan yo...—ella evitó verlo y no quería continuar escuchándolo. Su voz sonaba lastimada y ella a pesar de todo lo que decían de él, no lograba odiarlo.
—Por favor mírame a los ojos y dime si crees que quiero hacerte daño—lentamente levantó el rostro sin saber porque, sin embargo, acato al pedido de Indra. Cuando las orbes de ambos se encontraron, ella se descolocó. Los ojos de masculinos mostraban arrepentimiento, dolor, culpa y amor... Era como si estuviera viendo los ojos de Madara la noche de la subasta—¿Aún crees que intento hacerte algo malo?—hizo la pregunta sin apartar la mirada de ella.
—No lo se... yo estoy muy confundida—respondió ya con lágrimas sobre sus mejillas.
—¡Mi bella! Se que ante tus ojos debo parecer un monstruo, pero te juro que jamas te dañaría a ti... nunca a ti—por extraño que pareciera, ambos cachorros se habían quedado quietos y en silencio.
—¿Porque?—cuestionó con súplica—¿Porque nos causó tanto dolor? Mis padres no se lo merecían—su voz se quebró y se odió por no poder tenerle rencor.
—Por supuesto que no se merecían el dolor que les cause, ni ellos ni tu. No soy una buena persona y no tengo excusa... creía que podía tener todo y cometí un error tras otro, me perdí tanto, que llegue a un punto donde mi vida dejó de tener sentido y fue entonces que apareciste tu—la ojiperla no podía dejar de escucharlo, aunque quería irse, sus piernas no le respondían—Con tú llegada me volví a sentir humano, los sentimientos que creí extintos renacieron y a estás alturas, daría toda mí vida para cambiar los hechos del pasado, para evitar dañarte a ti—de nuevo se reprendió a si misma por creerle, sin embargo, no encontró mentira en lo dicho por él. Indra no mentía, pues en realidad le estaba hablando con el corazón. Verla tan afectada por lo que les hizo a sus padres, lo dejó asqueado.
—Aunque debería, no puedo odiarlo y eso me confunde—lentamente, Indra le limpió las lágrimas y después le tomó las manos.
—Quisiera tener la oportunidad de...—Indra escuchó el sonido de neumáticos desde la calle, luego sintió que el cuerpo de la ojiperla se estremeció dado que aún le sostenía las manos. La miró a los ojos y presenció como se veían sorprendidos—¡Mi bella! ¿Que suced...—no terminó la pregunta ya que el cuerpo de la chica colapsó sobre él y al sostenerla, fue cuando el miedo lo invadió por completo. El hermoso vestido que ella portaba, comenzó a mancharse de rojo. Con rapidez la protegió con su cuerpo y giró con ella al mismo tiempo que les gritaba a los guardias.
—¡Por todos los cielos! ¿Que sucedió?—Sasori llegó corriendo. Se percató del auto huyendo a toda velocidad, seguido de los gritos de Indra mientras la llamaba. Tanto los guardias de Indra como los de Hinata corrieron hacia ellos. El chofer se hizo cargo de los cachorros y miró a los guardias con temor en el rostro ante la inminente reacción de Madara.
—Sigan a ese bastardo yo la llevaré al hospital—ordenó Indra a sus hombres—Si logran capturarlo... ¡Lo quiero vivo!—sus hombres entendieron lo que quería decir y salieron lo mas rápido posible.
—¡Iré con usted!—Sasori no esperó respuesta de Indra simplemente se fue con él y condujo el auto del Otsutsuki a toda velocidad. Los guardias de Hinata los siguieron y no tuvieron otro remedio que realizar la llamada.
[...]
Madara se encontraba en medio de una junta en su empresa. Todos los Uchihas estaban presentes, incluyendo a Sasuke que tenía vacaciones en la universidad. Agradeció que Fugaku tuviera facilidad de palabra, de ese modo, no tenía que ser él quien diera el discurso.
Itachi negó con la cabeza, cuando miró a Obito usando el celular por debajo de la mesa, sin embargo, en esa ocasión no estaba causando problemas y lo dejó pasar. También él debía relatar sobre las ganancias que dejó el último contrato, a eso se debió que no pudiera acompañar a Hinata. Ese día era el último y lo agradeció internamente, dado que Madara no dejaba de protestar por la ausencia de su prometida.
Sasuke enviaba mensajes de texto con Naruto y Kiba. Ellos lo estaban invitando para ir a bailar esa noche. Shisui colocó los estados de cuenta frente a los socios y le indicó a Itachi que diera la explicación.
Izuna bostezaba con discreción, ya que luchaba para no dormirse. La noche anterior, estuvo con una mujer y como era de esperarse, durmió muy poco. Cerró los ojos por un momento y casi se cayó de la silla al escuchar un "¿QUE?" Proveniente de su hermano mayor. Izuna cómo los otros Uchihas, se pusieron de pie sin entender que sucedía.
Madara no ponía mucha atención a la junta, dado que no dejaba de pensar en su hermosa niña. Era muy gratificante, llegar a su casa y encontrarla allí esperando por su llegada. Apenas podía esperar para hacerla su esposa, ya que no le era fácil hacer que se quedara a dormir con él, por pensar en lo que diría Mikoto y los chicos, no obstante, la noche anterior la atrajo por medio de los perros, los cuales ya le agradaban sólo por ser tan queridos por ella. Ya con la fecha de la boda, comenzó a planear el mejor lugar para llevarla de luna de miel, donde la tendría por completo para él y no sólo un día, como cuando se fueron al exótico hotel rodeado de bosques nevados. Sin darse cuenta, una sonrisa adornó su rostro, luego miró su celular donde mostraba varias llamadas perdidas de uno de los guardias. El celular se mantuvo en silencio y gracias a eso no lograba escuchar. Sabía que los guardias no lo llamarían a menos que se tratara de una emergencia.
—¿Que pasa?—no le importó interrumpir la junta, esa era la última de sus preocupaciones. El guardia comenzó a narrar que lo estuvieron llamando para informarle sobre Indra, debían saber que hacer antes de actuar y ocasionar un tiroteó en un lugar público—¿QUE?—ese maldito tuvo la osadía de acercarse a su niña. De inmediato se puso de pie aún con el celular en el oído.
—Señor eso no es lo peor—el guardia trago con dificultad—alguien le disparo a la señorita Hinata y fue trasladada al hospital—en ese momento, sintió que se quedaba sin aire. Esto no podía estarle ocurriendo, no podía vivir sin Hinata.
—Madara ¿que pasa?—Fugaku se apresuró a cuestionar, dado que su cuñado no se comportaba así frente a quienes no pertenecían a la misma familia.
—¡Sasori!—Itachi sintió que debía responder la llamada de su amigo y en ese momento, entendió todo—La reunión se pospone para nuevo aviso, mi secretaria se comunicará con la suya... De verdad lo sentimos, pero tenemos una emergencia familiar—los hombres asintieron sin protestar, seguramente ante el tono cordial y educado de Itachi.
—¡Habla Itachi! ¡Di algo!—exigió Shisui, dado que Madara ya se había ido corriendo sin mirar atrás y sin explicar nada.
—Alguien le disparó al a Hinata—sólo eso bastó para que entendieran la magnitud de la noticia—Indra y Sasori la llevaron al hospital.
—¿Que hace Indra con el cordero?—preguntó Sasuke con irritación.
—No lo se, pero debemos irnos antes que Madara cometa una locura—todos asintieron y subieron a sus autos—Papá... debes ser tú, quien se lo diga a mamá y es mejor que vayas a recogerla—eso era lo que Fugaku se temía. Sabía lo que su esposa se iba asustar mucho y aún faltaba saber la condición de Hinata.
Madara condujo con sin importarle cuántas luces rojas se pasaba ni cuántos accidentes pudo causar por no tener precaución, no obstante, lo único en su cerebro era la salud de Hinata. Los guardias le dijeron que el mismo Indra se la llevó, pero que fue el pintor quien condujo y quien les dijo que se dirigían al hospital.
[...]
Indra veía la sangre sobre el pecho de la joven como en su propio saco gris. Ella se hallaba inconsciente pero aún respiraba. La acuno contra su pecho deseando llegar pronto, no quería perderla a ella también, aunque no le perteneciera, la prefería con vida. Minutos atrás se percató del anillo sobre su dedo y como si ese detalle no bastara, le miró el dije del clan Uchiha, mismo que ellos entregan a las mujeres que aman y con las que compartirán sus vidas.
Sin querer continuar pensando, tomó su celular y marco el número de Toneri, el muchacho ya era residente dentro del hospital y con su colaboración, atenderían mas rápido a Hinata.
Sasori continuó conduciendo mientras veía la consternación en el Otsutsuki. El tipo realmente estaba afectando. Lo escuchó llamando a Toneri y lo único que él pudo hacer, fue acelerar hasta que llegó frente al hospital, donde una camilla ya los esperaba.
—¡Por aquí tío!—Toneri y dos paramédicos recibieron a Hinata y sin perder el tiempo entraron con ella, dejando a Indra atrás. Sasori se fue a estacionar y en cuanto lo hizo, se dirigió al mismo lugar donde esperaba Indra.
—¿Cómo está?—cuestionó el pelirrojo.
—No lo se, se la llevaron y no me dejaron entrar—todo quedó en silencio hasta que entró Madara cómo un torbellino que arrasa todo a su paso y en segundos ya se encontraba contra el Otsutsuki sobre la pared.
—¡Maldito bastardo! ¿Que le hiciste? Te juro que voy a matarte aquí mismo—Sasori no hizo nada por separarlos dado que temió a la furia del Uchiha. Las personas que se hallaban en la sala de espera, temían que en cualquier momento, esos dos comenzarían un pelea. El personal médico también se tensó y estaban a punto de llamar a los guardias de seguridad.
—No le hice nada, no me importa si lo crees o no—se deshizo del agarre e ignoró al enfurecido Uchiha—No sería capaz de dañarla, no a ella y haré que el responsable pague con su propia vida—los miembros Uchiha arribaron y se dirigieron directamente hacia los dos ex amigos.
—¿Que pasó? ¿Donde está el corderito?—Obito se veía muy preocupado y a la vez serio, algo raro en él, pero dadás las circunstancias, todos se veían igual, incluso Shisui—Tu debes haberla dañado mal nacido—estaba por irse encima de Indra y de no ser por Sasori, lo hubiera hecho.
—¡Cálmense! Estuve presente y pude ver todo... él no tuvo nada que ver, incluso intentó protegerla para que no la hirieran una segunda vez—Indra se mantuvo imperturbable y no presto atención a los recién llegados. Su ira aumentaba incluida la preocupación y para empeorar las cosas, sus hombres lo llamaron diciendo que el perpetrador logró escapar.
—Familiares de Hinata Uchiha—los ojos de todos se dirigieron hacia Toneri.
—¿Como está?—Madara fue quien se movió primero y se acercó al joven vestido de médico.
—Ella está bien, recibió un impacto de bala en el hombro, sin embargo, no afectó ningún órgano vital y gracias a la pronta atención, la perdida de sangre no le afectó... extrajeron la bala y ya está consiente—el alivió de todos fue evidente ante las personas que los veían en la gran sala de espera—A pesar de no haber sido nada grave, debe cuidarse la herida por unos días y debido a ser víctima con arma de fuego, el hospital dio aviso a las autoridades... ellos no deben tardar—concluyó el Otsutsuki.
—¿Cuando crees que pueda ser dada de alta?—cuestionó Indra.
—Eso es algo que no debe ser de tu incumbencia—replicó Madara visiblemente molesto por la presencia de Indra.
—No seas imbecil Madara... mi pregunta es por su bienestar, la persona que atentó contra ella logró escapar y puede estar en cualquier parte... Seguramente querrá terminar su cometido—el Uchiha apretó los puños. Odiaba que su rival tuviera razón.
—Por hoy debe quedarse y quizás mañana en la tarde pueda salir.
—¿Podemos verla?—preguntó Sasuke.
—Deberán esperar a que la trasladen a su propio cuarto... apenas lo hagan y se les dará aviso—sin más que decir, Toneri se marchó.
—Cuéntamelo todo Sasori—ordenó Itachi luego de dar aviso a su padre sobre la salud de Hinata. El pintor les relató pasó por paso, desde que llegaron hasta que terminaron con ella se distanciandose un poco y por último, el inesperado encuentro con Indra.
—La estabas acechando ¿no es cierto?—Madara no soportaba ver la preocupación en el rostro del Otsutsuki. Sentía que él no tenía ningún derecho a estar cerca de ella, no obstante, aunque no lo admitiría en voz alta, sentía celos... conocía a su ojiperla a la perfección y podía jurar que ella era capaz de perdonarlo.
—Estuve cerca por coincidencia, yo no la estoy acechando y créeme, no es porque te tenga miedo—respondió con arrogancia—¿Porque, en vez de cuestionar mis actos, no te ocupas del verdadero problema? Hay alguien que la quiere muerta... Si yo hubiera sido el objetivo, no fallarían, pero todo indica que era ella a quien...—ambos giraron en dirección a las voces que sonaban muy familiares para ellos.
Dadás las circunstancias, quienes optaron por tomar el caso fueron Ashura y Hashirama, aunque los encargados de realizar las preguntas, eran Kakashi y Naruto. Los guardias de Indra los seguían de cerca y guardaron las distancias en espera de las siguientes órdenes.
—¿Donde esta mi niña?—los Uchihas miraron a Mikoto con el rostro bañado en lágrimas. Fugaku ya le había dicho que ella estaba bien, pero no lo creyó hasta que no la mirara por ella misma—¡Quiero verla!—afortunadamente les avisaron que ella ya se hallaba en un cuarto privado.
—Pase por aquí señora Mikoto—Sakura apareció sonriendo. Ella e Ino, asistían al hospital tres veces por semana y no sería hasta en un año, que al igual a Toneri, se quedarían permanentemente como residentes.
—Alguien llegó a verte—avisó Sakura al abrir la puerta, dado que su amiga no había dejado de llorar y no era por dolor.
—¿Como estás cariño?—la ojiperla se incorporó para poder abrazar a la mujer frente a ella a la que veía como una madre. En el calor de sus brazos, lloro de nuevo, pero ahora se sentía segura. El dolor que sintió luego de la extracción de la bala, no se comparo con el dolor del pasado. La conversación con Indra y la sangre manchando su ropa, le trajeron los mismos sentimientos que la noche dónde quedó huérfana. Su cerebro se hallaba en medio de una disputa, por un lado quería odiar al responsable de su dolor y por otro lado, sintió ganas de abrazarlo. De no ser por la herida, estaba segura que lo hubiera consolado para no verlo tan triste—¿Te duele algo mi niña?
—No... ya no me duele—la azabache la sintió temblando—¿Donde está Madara? ¿Él está bien?—sintió que lo necesitaba. Ya antes le había preguntado a Toneri sobre Indra, creyendo que también a él podían haberle disparado y el médico le aseguró que sólo fue ella quien llegó con daños.
—Iré a buscarlo—avisó Sakura sonriendo con amabilidad.
Minutos después de que Sakura se marchara, la puerta se abrió dejando ver al azabache. Madara hizo a un lado su orgullo y le preguntó a su rival, si sospechaba de alguien mientras Kakashi y Naruto interrogaban a los guardias. El disparo provino de un auto negro y el arma tenía un silenciador. Aprovechando el desconcierto, el perpetrador había logrado escapar sin dejar rastro.
—¡Madara...!—Mikoto se hizo a un lado.
—¡Mi bonita!— el corazón del Uchiha latió frenéticamente al verla llorosa y asustada, no obstante, ella estaba con vida—Tuve tanto miedo de perderte—con extremo cuidado la abrazó contra su pecho. En ese momento, finalmente pudo tranquilizarse, sólo teniéndola cerca podía sentirse bien. Ella también sintió la tranquilidad y poco a poco, dejó de temblar. De nuevo lo comprobó, los brazos de su amado, eran su refugio, su lugar seguro en el cruel mundo donde vivan.
Continuara.
Me disculpo por la demora y por las posibles faltas de ortografía que seguramente se me quedaron, apenas las encuentre y las iré corrigiendo😊💕
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