Cap 2.

Cap 2: La amistad que pude tener.

La tarde comenzaba a caer en la mansión donde nuestros chicos disfrutaban de su merecido descanso. Seiya y Saori caminaban por el jardín tomados de la mano, hablando sobre los planes para el futuro y disfrutando de la tranquilidad que tanto les había costado ganar.

—Saori, ¿alguna vez pensaste que tendríamos un momento así? —preguntó Seiya, mirando a su amada diosa con una sonrisa tierna.

—Siempre lo soñé, Seiya. Pero después de tantas batallas, a veces dudaba si este día llegaría —respondió Saori, entrelazando sus dedos con los de él.

Sin embargo, una perturbación en el cosmos de Saori le llamó la atencion. Ella permaneció quieta por un momento mientras Pegaso le miraba con seriedad.

—¿Qué ocurre? – indagó.

—No puede ser... — Saori colocó una mano sobre su pecho. —Otra amenaza se aproxima a la tierra... y creo saber de quien de trata.

...

Mientras tanto, en el bar donde trabajaba Hyoga, el joven caballero limpiaba las mesas y servía a los clientes con una eficiencia meticulosa. Su mente, sin embargo, vagaba entre recuerdos y pensamientos sobre su futuro.

De repente, una figura conocida entró al bar. Era Ikki, con su característica mirada seria pero amigable.

—¿Qué haces aquí, Ikki? —preguntó Hyoga, sorprendido de verlo en ese lugar.

—Necesitaba un descanso de las carreras y pensé en venir a verte —respondió Ikki, sentándose en una de las mesas. —¿Cómo estás, Hyoga? Te ves pensativo últimamente.

—Solo estoy reflexionando sobre muchas cosas. Parece que todos han encontrado su camino y yo… —Hyoga suspiró, sin terminar la frase.

—No te presiones. Todos tenemos nuestro propio ritmo. Pero recuerda que siempre estaré aquí si necesitas hablar —dijo Ikki, dándole una palmada en el hombro. Hyoga le ofrece una bebida cortesía de la casa. —Gracias.

Ikki tomó la bebida y dio un sorbo, observando a Hyoga con una mirada penetrante pero comprensiva.

—Hyoga, he estado pensando en algo —comenzó Ikki, rompiendo el silencio—. Tal vez te vendría bien un cambio de aires. Siempre ha sido una persona dedicada, pero quizás este trabajo no sea suficiente para ti.

Hyoga se detuvo y miró a su amigo, intrigado.

—¿A qué te refieres? —preguntó, limpiando las manos con un paño.

—Bueno, escuché que hay una oportunidad en la Fundación Graad. Están buscando a alguien con tu habilidad y disciplina para coordinar proyectos humanitarios. Podrías utilizar tu tiempo y tus habilidades para ayudar a otros, tal como lo hemos hecho en nuestras batallas, pero de una manera diferente —explicó Ikki, sonriendo levemente.

Hyoga frunció el ceño, pensativo. La idea de un cambio de carrera era tentadora, pero también intimidante.

—No sé, Ikki. Me gusta mi trabajo aquí. Es tranquilo y me mantiene ocupado —dijo Hyoga, aunque había un tono de duda en su voz.

—Entiendo, pero a veces, salir de nuestra zona de confort nos ayuda a crecer. Y, Hyoga, sé que tienes mucho más que ofrecer. Piensa en ello, ¿sí? —insistió Ikki, terminando su bebida.

Hyoga avanza lentamente, sus pensamientos enredándose en la nueva posibilidad que Ikki había planteado. Tal vez, después de todo, era hora de considerar un nuevo camino.

—Lo pensaré, Ikki. Gracias por venir y por tu consejo. Significa mucho para mí —dijo Hyoga, esbozando una pequeña sonrisa.

Ikki se levantó, colocando la copa vacía sobre la barra.

—Siempre, Hyoga. Para eso estamos los hermanos, ¿no? Cuídate, y espero verte pronto —dijo Ikki, dándole una última palmada en el hombro antes de salir del bar.

Hyoga observó a su amigo salir y luego miró alrededor del bar, pensando en lo que le había dicho. La posibilidad de un nuevo comienzo lo intrigaba, pero también lo asustaba. Decidió que se tomaría unos días para reflexionar antes de tomar una decisión.

...

En el Santuario, Shiryu y Shunrei ultimaban los detalles de su boda. La emoción era palpable y los amigos más cercanos ayudaban en lo que podían. Shun, quien había tomado un breve descanso de sus estudios, también estaba presente, feliz de ver a su amigo tan contento.

—Shiryu, realmente estás a punto de dar un gran paso. ¿Estás nervioso? —preguntó Shun, sonriendo.

—Un poco, pero sé que es lo correcto. Shunrei y yo hemos pasado por mucho juntos, y quiero pasar el resto de mi vida a su lado —respondió Shiryu, con una expresión de serenidad.

—¡Me alegra escuchar eso, amigo! – expresó Andrómeda. —Se qué Shunrei estará orgullosa de tener a una persona tan maravillosa, atenta y decidida como tú. — Shiryu sonrió ante el comentario del peliverde.

—Tu siempre dándole buenos ánimos a la gente, ¿verdad?

—Es mi especialidad. — dijo Shun con una sonrisa radiante.

Mientras ambos caballeros reian y seguían su plática, desde las alturas la mirada de Shaun se mantenía puesta en el santo de Andrómeda. Oculta tras una capucha decidio mantenerse alejada para no levantar sospechas antes de tiempo y así poder llevar a cabo su plan.

No obstante, Shun sufrió un leve tambaleo lo cuál extrañó a Shiryu.

—¿Shun, estás bien? – preguntó Shiryu con preocupación mientras le toma por los hombros.

Shun asintió tratando de recuperar el equilibrio.

—Estoy bien, tranquilo. Creo que ha de ser por mis estudios, últimamente me ha tocado un tanto pesado con tantas cosas que he tenido que hacer. – dijo tratando de restarle importancia al asunto.

Shiryu frunció el ceño, observando a su amigo con atención. Sabía que Shun no solía enfermarse fácilmente y que cualquier cambio en su salud debía ser tomado en serio.

—Tal vez deberías descansar un poco, Shun. No quieres enfermarte justo antes de la boda —sugirió Shiryu, con voz tranquila pero firme.

Shun afirmó, agradecido por la preocupación de su amigo.

—Tienes razón, Shiryu. Tal vez sea mejor que me retire por ahora. Pero no se preocupen, estaré bien —dijo, con una sonrisa.


...

La noche se hizo presente en el santuario, Saori, quien permanecía sumida en sus pensamientos observaba el cielo estrellado desde el balcón de su templo. La perturbación en el cosmos que había sentido más temprano la había dejado inquieta, y su instinto le decía que una nueva amenaza se acercaba.

De repente, una sombra oscura emergió del vacío, tomando forma frente a ella. Saori se tensó, reconociendo de inmediato la maligna presencia que se había manifestado ante ella.

—Erebo... —murmuró Saori, su voz firme pero cargada de cautela.

El dios de la oscuridad sonrió con malicia, sus ojos brillando con una intensidad siniestra.

—Atena, qué placer volver a verte —dijo Erebo, su voz resonando con un tono gélido y amenazante—. Veo que estás al tanto de mi regreso.

Saori se mantuvo firme, su mirada desafiante mientras enfrentaba al dios que representaba una de las mayores amenazas para la paz en la Tierra.

—No permitiré que traigas caos y destrucción a este mundo, Erebo. Los caballeros de Atena te detendrán, como lo hemos hecho antes —declaró Saori, su voz llena de determinación.

Erebo soltó una carcajada oscura, su presencia envolviendo el lugar con una aura de oscuridad.

—Tus caballeros no podrán detenerme, Atena. He regresado con un poder renovado y una determinación inquebrantable. Esta vez, nada ni nadie me detendrá en mi búsqueda de venganza y dominio absoluto sobre este mundo —amenazó Erebo, su voz retumbando en los cimientos del Santuario.

Saori se preparó para el enfrentamiento que se avecinaba, consciente de que el regreso de Erebo traería consigo desafíos aún mayores para ella y sus valientes caballeros. La batalla por la paz y la justicia estaba lejos de haber terminado, y Atena estaba lista para enfrentarla con coraje y determinación.

Mientras tanto Shun permanecía en su habitación, acostado mirando hacia el techo recordando el leve tambaleo que tuvo horas atrás. Sin embargo, lo que paso lo atribuyó a la presión de sus estudios y por tanto no tendría que estar preocupado por ello.

A través de la ventana, Shaun miraba a Shun con cautela. Sus ojos verdes iban ganando mas brillo mientras lentamente se retiraba, sin embargo se percató que un tipo rubio le miraba desde otra ventana.

Hyoga veía extrañado a la figura de capucha e intento hablarle pero, Shaun inmediatamente desapareció del lugar.

—¿Qué era eso? – cuestionó cisne mientras se frotaba los ojos.


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