Capitulo XIV
MADRE E HIJA
El salón del trono quedó vacío rápidamente; la mirada de Rhaenyra no se despegaba de Alicent fulminándola; la mano de Daemon estaba fuertemente sujeta a la empuñadura de la hermana oscura.
—Viserys, mi amor... Maenyra es nuestra hija.
—Deja de decir estupideces, ella es mi hija Alicent.
—Cuidado, Rhaenyra, tú puedes ser la heredera, pero yo soy la reina.
—Eres la esposa del rey Alicent, no la reina.
—Bastan las dos.
—Padre, no vas a creerle...
—¿Por qué mentiría con algo como esto?—La reina consorte interrumpió a la princesa. —Yo creía que había muerto en el parto, pero hace poco descubrí que Rhaenyra la arrancó de mi lado.
—Padre, esa no es la verdad y... —Por el rabillo del ojo, Rhaenyra captó a una muy incómoda Maenyra, sus ojos violetas llenos de lagrimas y estos comenzaron a caer de sus ojos. —Maenyra... ¿Estas bien, cariño?
Los ojos de Maenyra se levantaron hasta chocar con los de Rhaenyra; su mirada lo decía todo; estaba asustada y confundida; las lagrimas al fin calleron de sus ojos; Rhaenyra solo pudo abrazar a su hija contra su pecho.
El llanto de Maenyra lleno la sala del trono. La joven princesa seguía aferrada a su madre hasta que Alicent volvió a hablar.
—Maenyra, ven aquí... No olvides que fue ella quien te alejó de tu madre.
—Alicent cierra la boca.
—No permitiré que la princesa le hable de esa manera a la reina.
—Y yo no permitiré que una sucia sangijuela dé su opinión en los asuntos de mi familia.
—¿Alguna de las dos tiene testigos?
—Elinnda sabe lo que pasó esa noche.
—La más leal de sus adeptas, claro que dirá lo que tú le digas.
—Trae a Thalia entonces.
Los ojos de la reina centellaron de furia; la princesa la estaba acorralando; ella esperaba la furia del rey, esperaba que la maldita mocosa se lanzara en contra de Rhaenyra y fuese a sus brazos, pero eso no había pasado.
Cuando las dos damas de compañía entraron, la princesa Maenyra se giró al rey Visereys y con apenas un hilo de vez pidió permiso para salir de la sala del trono, siendo inmediatamente seguida por el príncipe Jacaerys. Acción que disgustó a la reina.
—Quiero que me digan qué fue lo que pasó el día en que mi esposa y mi hija dieron a luz... y si alguna miente... tomare su cabeza.
—Majestad, fui por leche de amapola para calmar el dolor de la princesa. Elinnda fue la primera en hablar. —Vi que alguien trataba de sacar a un bebé del palacio, me asusté, pensé que el hijo de la reina corría peligro y quise ayudar, pero... no había guardias cerca, así que la seguí, pero... mi sorpresa fue ver que trataba de llevar a la pequeña a la calle de la seda... yo la llevé ante mi princesa y el bondadoso corazón de ser Laenor y mi señora decidió adoptar a la joven princesa.
—Mientes.
—La mujer a la que Alicent ordenó deshacerse de la recién nacida sirve ahora a mi prima Jeyne Arryn.
—Si es deseo de mi primo, yo iré por ella.
—Lord Corlys... ¿Qué piensa usted de eso? ¿No está enojado por el engaño?
—Maenyra es mi nieta, tiene los ojos de mi hijo Laenor, la sonrisa de mi esposa y, aunque muchos no lo crean, es tan buena como yo mismo dirigiendo a un barco.
La furia de la reina creció al ver que nadie más que su padre la respaldaba; su Daeron la miraba de una forma que nunca antes había sentido y que el joven príncipe se sentía traicionado como nunca antes. Si su madre no le hibiera quitado a su Maenyra, ella nunca hubiera estado cerca de ese bastardo y no tendría que pelear para reclamar lo que los dioses le habían entregado...
—No hay más que discutir, Maenyra es una Velaryon.
—Viserys...
—Está decidido, Alicent, nunca más se hablará del tema... Otto.
—Mi rey.
—Como mi mano, tendrás la misión de hacerle saber a cada persona que estuvo presente en esta sala tras el arranque de la reina que de atreverse a hablar serán considerados traidores y perderán la cabeza y la lengua... asegurate también de anunciar el matrimonio de mis nietos.
—Padre...por favor...
Viserys miró al más joven de sus hijos; sabía que le rompía el corazón al aceptar el matrimonio de Jacaerys y Maenyra, pero no hiriría en contra de los deseos de la joven; él había dado su palabra y un rey debía honrar su palabra.
—Es una decisión que Maenyra tomó, Daeron, debemos respetarla.
El príncipe salió furioso de aquel lugar después de fulminar a sus padres con la mirada. Luego de aquello, el rey Viserys calló víctima de su avanzada enfermedad. La princesa ordenó que fuera llevado a su habitación y atendido por los maestres antes de caminar apresuradamente a los aposentos de su hija.
Al entrar encontró a la princesa hecha un obillo en su cama; su primogénito estaba sentado a su lado y solo podía atinar a acariciar su cabello. Al ver a la heredera, el príncipe se puso de pie y salió de la habitación.
La heredera tomó el lugar que su hijo ocupó momentos antes; sus manos jugaron con el cabello de su hija, su pequeña niña; tal vez ella no la había dado a luz, pero nadie jamás sería capaz de amar a Maenyra como ella lo hacía. Maenyra era su hija, y no dejaría que nadie le hiciera daño jamás. No estaba dispuesta a volver a verla igual que en ese momento y en la sala del trono horas atrás, tan llena de pena, miedo y confusión.
—¿Es verdad?
—Mae...
—¿Es verdad que no eres mi madre?
Rhaenyra hizo que su hija se sentara en la cama, la tomó del rostro y antes de hablar besó su frente.
—Es verdad que yo no te di a luz, pero eso no significa que yo no sea tu madre; te he amado desde el momento en que Elinnda atravesó la puerta de mi alcoba contigo en brazos... eres un regalo de los dioses, Laenor y yo te amábamos más de lo que cualquier persona podría amar.
—¿Porque no me lo dijiste antes?
—No quería que estuvieras confundía...Maenyra yo te amo, no hay una madre que ame a sus hijos más de lo que yo te amo...y tal vez me equivoque al ocultarte este secreto tanto tiempo...pero yo no quería que sufrieras niña mía...¿Cres que puedas perdonarme? — Para ese momento de los ojos de amabas mujeres caían lágrimas. Maenyra solo se refugió en los brazos de la única persona que era capaz de reconocer como su madre.
—Me prometes que nuca más me volverás a mentir.
—Lo prometo, mi princesa.
—Te perdono.
Madre e hija permanecieron abrazadas por largo tiempo; las lágrimas de ambas seguían descendiendo por sus ojos.
—Yo desearía que tú me hubieras dado a luz...
—No fue necesario que yo te diera aluz para que te amara como lo hago, mi niña.
Lejos de los aposentos de la princesa, Daeron y Jacaerys se encontraron, uno frente al otro, después de saber la verdad. La tensión era aún más evidente entre ellos; la competencia que había existido entre amos era ahora más fuerte que nunca.
—Ella es mía.
—Ella no tiene dueño, tio —la voz de Jacaerys se llenó de furia—, y además ella ya me eligió.
—Los dioses no dicen lo mismo; la enviaré a este mundo conmigo —Los ojos violetas de Daeron se llenaron de determinación. —Ella era mía. Mi madre me la arrebató, pero volverá a ser mía y no descansaré hasta lograrlo.
—Suerte con eso, Daeron —el príncipe Jacaerys se puso aún más derecho en una posición que recordaba al príncipe canalla—. Mi destino está enlazado al de Maenyra y no hay nada que tú puedas hacer para separarnos.
Ambos se miraron por unos segundos antes de dar la vuelta y marcharse del lugar. Había una promesa en la actitud de ambos; Daeron había jurado que tendría a Maenyra y era una promesa que planeaba cumplir aún en contra de los deseos de la joven; Jacaerys no permitiría que nada lo separara de su amor.
Esa noche no se celebró banquete alguno. La familia real al completo permaneció en sus habitaciones, todos excepto la heredera del trono, quien pasó la noche en los aposentos de su hija mayor.
A la mañana siguiente, la heredera informó a su padre que ella y su hija planean hacer una visita al valle de Arryn. La hija de Viserys y Aemma deseaba convivir con su familia materna y la joven princesa deseaba saber más de su fallecida abuela Aemma.
Con la recién nacida Visenya, de 5 lunas de nacida, fue sujeta al pecho de su madre y así la princesa de Dragonstone llevó a sus dos hijas a visitar a los Arryn. Permanecían en aquel lugar siendo invitadas de la guardiana del Oriente.
Uno de los días, la princesa Maenyra había salido a cabalgar disfrutando de la paz que había en aquella parte del reino; la princesa Rhaenyra había tenido una plática muy impresionante con su prima, lady Jeyne Arryn.
—¿Joffrey, su heredero?
—Bueno, su madre era hija del señor del valle.
—Pero Joffrey...
—Mis primos intentan quitarme mi lugar, mis hermanas intentan poner a sus hijos como mi heredero, tu hijo tiene sangre del conciliador y del último señor del valle de Arryn... Claro que al tomar mi lugar deberá tomar el apellido Arryn.
—Entiendo, la supervivencia de la casa de mi madre es importante para mí también, pero, aunque su oferta es tentadora, no estoy aquí para hacer política, sino para disfrutar del lugar que vio a mi madre crecer y para que mis hojas conozcan más a su abuela.
—Por supuesto, princesa, las veré en la cena y espero que piense en mi propuesta.
Rhaenyra pasó el resto de su estancia con sus hojas. Montaban a Syrax y Silverwing por largas horas. Además de cabalgar y caminar, leían juntas en la biblioteca y escuchaban historias de Lady Jeyne sobre Aemma, historias que la dama del Valle había escuchado de su propia madre.
Cuando la princesa al fin volvió con sus hijas a la fortaleza, el rey ordenó preparar una cena hermosa, digamos de tres princesas.
En la cena, el tenso silencio fue roto por Alicent.
—Cuéntame, hija... ¿qué tal el valle? ¿Fuiste buena con tu media hermana y sobrina?
—Alicent.
—Mi reina —La voz de Maenyra era suave y elegante—, poco me importa quién me dio a luz; en este momento carece de importancia; usted no es mi madre y le agradecería que deje de insinuar que lo es.
—La verdad de los dioses no puede ser negada, Maenyra querida.
—No me importa la verdad... Mi única y verdadera madre es Rhaenyra Targaryen.
Después de esa declaración, la princesa siguió comiendo su cena. Todos los presentes, sin contar a Alicent, Daeron y la mano del rey, que como siempre parecía invitarse solo a las comidas de la familia del rey, sonrieron con orgullo ante las palabras dichas por la joven Velaryon.
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Y aquí está el capítulo de esta semana, espero les haya gustado tanto como a mí me gusto escribirlo y bueno tendremos a Joffrey Arryn, debo admitir que cada que lo leo amo pensar en los tres dulces niños de Rhaenyra como herederos.
Primer capítulo del año, les deseo lo mejor para este año que viene y que todas sus metas se cumplan
Gracias por votar y comentar los amo.
Nos leemos el próximo año.
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