El amor del ruiseñor

Roselía, "la niña de las rosas" como así la llamaban desde pequeña, vivía con toda la felicidad que le permitía el mundo que recorría con su padre desde la pérdida de su madre cuando tenía escasos nueve años, los suficientes para recordar el calor que había dejado en sus memorias.

El joven Karl era un estudiante que recién había ingresado a la universidad y en donde había conocido a sus ojos a la doncella más hermosa en todos sus años de vida, belleza que sin ningún atisbo de duda ella hacía alarde, puesto que de todos sus pretendientes ninguno conseguía sentir digno de cortejarla.

—Espera, habías prometido que aceptarías mi invitación al baile si te entregaba una rosa de magnifica belleza, he aquí la más majestuosa rosa blanca que hace enaltecer la pureza de la más hermosa dama a quien nadie osaría comparase.

—Basta de adulaciones baratas, lo que yo quiero es una rosa roja, la más grande, eso es lo que había prometido.

—Pero... no hay lugar posible en el que encuentre una rosa roja en esta temporada.

—Solo una rosa roja, espero mi invitación para mañana.

—¿Qué haré ahora? No hay ningún lugar en donde pueda conseguir una rosa roja.

El joven estudiante regresó afligido, dándose cuenta de que su última oportunidad de ser correspondido se alejaba sin posible retorno, tanto que sus profundos suspiros llegaron a oídos de Roselía.

—Karl, ¿ha sucedido algo malo?

—¿Malo? Es el fin para mí, necesito una rosa roja, pero no encuentro ninguna y por doquier se han marchitado.

—¿Es acaso por aquella señorita?

—Sí, me duele el corazón porque mis sentimientos no pueden llegar hacía ella.

A la joven Roselía le pesaba profundamente ver la expresión afligida del estudiante que había capturado su corazón desde el momento en el que se había acercado a su padre y a ella, demasiado para considerarla una amiga preciada, mas no lo suficiente para corresponder lo que ocultaba en cada mirada que cruzaban.

—No te preocupes Karl, yo te ayudaré a conseguir la rosa que tanto necesitas.

—¿Es en serio, Roselía?, ¿en verdad me ayudarías?

—Sí, espero que eso pueda tranquilizarte un poco.

—Oh, Roselía, que fortuna de contar con tu ayuda, sin ti no imagino que sería de mí.

—Descuida, ¿no sería mejor que vayas en seguida a prepararte para el día de mañana?

­—Pero...

—No tienes por qué preocuparte, mandaré un aviso cuando tenga la rosa.

—No sabes lo infinitamente agradecido que estoy contigo, te debo mi vida.

Encaminándose el joven estudiante a alistar todo lo que debía para declarársele a su amada, Roselía se retiró a lo más profundo del jardín donde la piel y las palmas de sus manos comenzaron a recubrirse de plumas de un suave castaño como el color de sus cabellos.

Ya casi se asomaba el ocaso por la residencia, siendo esa la señal para que la transformación sucediera convirtiendo a Roselía en un ruiseñor que pasaba inadvertido por su forma tan ligera y diminuta; es así como emprendió el vuelo registrando cada área y solicitando la ayuda de cada pequeña criatura que encontrara a su paso, mas no obtuvo éxito puesto que tras el pasado invierno ningún rosal con la rosa que necesitaba había sobrevivido para abrir sus botones.

Roselía regresó dándose por vencida con gran pena de no cumplir con su promesa y arrepentida decidió antes acercarse al balcón del estudiante a disculparse, sin darse cuenta de que en su forma de ave no la reconocería.

—Hermoso ruiseñor, ¿por qué estás triste? —Una voz la atrajo, se trataba del espíritu del rosal que yacía debajo del balcón.

—Necesito una rosa roja con urgencia.

—Desearía ayudarte, pero no he podido dar una sola rosa, aunque todas las mías sean rojas. Si realmente la necesitas, te contaré una manera de obtenerla; solo necesito tu hermoso canto hasta que llegue el alba y un poco de tu sangre.

—¿Eso es todo?

—Solo bastará eso.

Entonces, la joven aceptó sin medir las consecuencias de sus acciones, pues al correr de las horas sintió el letargo cobrarse a través de su cuerpo al permitir que las espinas del rosal atravesaran de forma profunda en su pecho.

Al arribar la mañana, el estudiante despertó y se frotó los ojos, en espera de recibir la noticia de Roselía con la rosa que tanto ansiaba, en cambio su expresión se tornó a una rebosante de alegría al percatarse de la rosa roja más hermosa y majestuosa que lograba atisbar por el alféizar de su balcón.

—Pero ¿qué es esto? Es un milagro. Pobre pajarillo, debió enredarse en las zarzas del rosal.

El estudiante se alistó y emprendió camino a la casa de su estimado profesor para ofrecerle la rosa a su hija e invitarla formalmente al ansiado baile imperial.

—¿Qué es lo que pretendes con esto?

—Te... he traído la rosa roja que anhelabas, la más...

—Cállate —La joven soltó dándole sonora bofetada—, ¿no ves que van a escuchar? Ya he encontrado alguien digno que me ha invitado al baile, retírate de inmediato antes que alguien más vea.

Después de gran humillación, el estudiante volvió a la residencia donde se hospedaba, con la mirada cabizbaja para lanzar un grito de horror al encontrar a Roselía a los pies de su balcón en la fría hierba casi sin pulso, en su pecho con una gran herida como si a su corazón le hubieran drenado la sangre.

—Roselía...

—Lo siento Karl... tardé mucho en entregarte la rosa.

—¿La rosa?, ¿de qué hablas? —Fue en ese momento que cayó en cuenta de lo que había sucedido.

—No llores... te amo...

Karl asimiló que el cuerpo inerte del ruiseñor era en realidad el de su amiga y con su confesión, su corazón pesó como no lo había hecho antes; a través del último atisbo en sus ojos vio que realmente le amaba, lo que era el verdadero amor y lo que su sacrificio le había costado, pero su arrepentimiento no le traería de vuelta.





P. D. Espero que les guste la pequeña ilustración que realicé para acompañar la historia :3

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