.Chapter IV;

NIRAN

La chispa llameante, embargada de ira, esos orbes verdes, inusualmente conocidos, en ella se muestran fríos, capaz de enviarme al infierno si pudiese hacerlo.

—¡Usted no es mi rey, solo es una persona vil y asquerosa que destruyó nuestras aldeas! —señala a las personas en sus cárceles, el buchicheo la respalda—, ¡destruyó nuestras vidas!

—¿Cúal es tu nombre, fiera? —su respiración errática, lo mugrienra que está y el odio que desprende logra producirme cierto interés.

—Se lo tatuaré con una estaca en su frente.

—Tentador.

Un sirviente viene y maldigo por lo bajo, he venido a las celdas para ver los rostros que están aquí antes de sentenciarlos mañana, olvidé que tenía visita en mis aposentos y no estoy preparado.

—Tengo asuntos que atender, fiera —me alarma que golpee los barrotes, curvo una sonrisa—, me encargaré de tí personalmente, Erza.

Me hubiera gustado quedarme a disfrutar de su sorpresa, me sé los nombres de cada aldeano, sé lo que han hecho y ante la corte ya tengo decidido lo que haré con ellos.

El cortesano comenta que la concubina está en mis aposentos y estoy reconsiderando en si aceptarla o enviarla de regreso para poder descansar.

Tengo pereza de nuevo.

—Lleva vino dulce a mis aposentos.

—Sí, majestad.

Los guardias abren las puertas en anticipación al verme y lo cierran cuando lo cruzo.

ZOE

La habitación del rey es un lugar de colores oscuros, con falta de vida, hay muebles en distintas direcciones en la amplitud del lugar, destacando unas grandes ventanas de vidrios grises con el dibujo de algunos pájaros en un rincón, a unos metros se encontraba la cama, unas sabanas colgaban del dosel, además de un candelabro esmeralda, el único objeto sin ser oscuro ni opaco, que el reflejo de las luces de las velas se esparcían por la habitación, siendo un toque intrigante y bello.

Aquí adentro no era necesario el abrigo que me cubría e intuí que el mueble donde se colgaban unos accesorios seria lo adecuado para dejarlo. Paseé por el lugar, toqué muebles que jamás había visto, en este lugar bien podrían vivir quince o veinte personas. Un objeto llamó mi atención sobre la cima de un mueble pequeño, me senté en la silla cómoda y alcé la caja negra, en sus bordes habían rastro de polvo dorado, una gema azul brilló ante el toque de mis yemas.

Tal vez no debería husmear.

Pasé los dedos por la gema. Y se hundió. La caja terminó por abrirse como una concha de mar, iluminándose ante mis ojos un brillo celeste, formándose chispas y unirse para crear a tres infantes jugar entre ellos. Que hermoso momento.

—¿Qué se supone que haces?

Cierro la caja con rapidez y alzo la vista hacia la persona, la iluminación se opaca y me es difícil detallar de quien se trata.

—Te he hecho una pregunta —se aproxima, sus pasos resuenan y la iluminación se intensifica de golpe, su sombra cubriéndome me eriza la piel y siento que la sangre se me enfría— ¡responde!

La caja se me resbala ante el temor que me embarga, produciendo que la gema se salga de su lugar y se opaque.

Las luces me dejan verlo con un poco de claridad, un hombre alto, una melena oscura como la sombra que cae por sus hombros cubiertos de un pelaje.

El valor que tenía se desvanece ante tal abrumación de presencia e inclino al suelo para una excusa de no verlo y coger la gema con la caja.

—Lo-lo siento... —tengo la voz pendiendo de un hilo, un nudo se forma en mi estomago, una desagradable sensación.

En silencio, su sombra me cubre más cuando está mas cercano a mi dirección, tanto, que sus zapatos están a centimetros de mis rodillas, el terror me embarga y cierro los ojos.

¡Tengo miedo!

De pronto, alza mi mentón, obligándome a darle la cara.

Mi padre eliminó la reverencia de rodillas cuando subió al trono, salvo en situaciones en que rebeldes imploraban por piedad.

Trono... ¿su padre es el rey?

Aunque ahora yo soy el monarca supremo, verte postrada de rodillas me hace reconsiderar el volver a usar este tipo de reverencias ante mi majestuosidad, ¿no lo crees?

La profundidad de sus orbes escarlatas envía sensaciones extrañas a mi corazón, intensificando mis latidos, ardiendome el rostro al percatarme de la apariencia bella del hombre.

Todo miedo se disipa, quedando el deseo de verle con una luz mas clara que el de las velas.

Es el Rey.

Él es mi pase a mi libertad.

Mi libertad... A cambio de darle un hijo.

—¿No hablas?

Me suelta el mentón para pasar de mí y dejarse caer sobre el asiento cómodo. Mostrando una pose relajada.

“En estos dominios, Zoe, rige en lo alto la sangre de los malditos, la realeza Bagger, sea lo que sea nuestro destino, debes evitar cualquier cercanía hacia estos. Cada lazo que ellos realizan, y aun mas si son cercanas, acaban por romperse. Una relación con ellos... Es una ruina asegurada”

Las palabras de Erza llegan a mis memorias, como una voz que me recuerda, que solo debo cumplir con mi objetivo y evitar cercanías profundas.

—Me pareció que hace un momento hablaste...

—Lo hago —coloco la gema en su lugar y dejo la caja sobre el mueble, intentando levantarme.

—No he autorizado que te levantes.

Arrugo el entrecejo de forma inevitable, desconcertada por sus palabras.

—Acércate de rodillas.

Añade esta indicación con los dedos. Con cierta duda lo hago, experimentando una clase de calor creciente en mi pecho, sin quitarle la mirada encima.

Se ve poderoso de cerca.

Incluso grande. Muy grande.

—Estuve infomado que atacaste a una sirvienta.

—Eso... —no lo hice con malas intenciones—, fue un malentendido.

—¿Un malentendido? Bueno, esclarecelo.

Su voz es fuerte. Unas tonalidades atractivas para el oído.

Las orejas me hierven y debo mentalizarme en no seguir con estos raros pensamientos.

¡Él me desorienta!

—Es que... Ellas... Me... —recordarlo y decirselo hacen que la voz se me haga pequeña.

—¿Qué?

Paso saliva. Juego con mis dedos, las manos comienzan a sudarme.

Solo tengo que decírselo y ya.

Nada más.

—Me desnudaron. —tengo el rostro enrojecido, lo sé.

—¿Cúal es el problema? —dice, como si no encontrara lo malo en esto.

Eso me hace entrar en una clase de razonamiento, frunciendole el ceño.

—¿Qué cúal es el problema? —me levanto—, me trajeron en contra de mi voluntad a este horrible lugar, ni siquiera terminé de abrir los ojos cuando dos personas me trasladaban a una sala de baños, me despojaron de mi ropa, me vieron desnuda y revisaron como si fuera un animal. ¡Fue una situación incomoda y horrible y usted no es capaz de encontrar el problema! 

Ahora es él quien se levanta y otra vez mi valor se disipa ante su grandeza.

Aprieto los puños y bajo la cabeza. No voy a retroceder ni a retractarme.

—Hablas bastante bien —me sujeta del mentón de nuevo y alza el rostro, esta vez con dureza—, dejame ver esa lengua —hace que abre la boca, alzo las manos a su pecho e intento alejarlo. No lo muevo un musculo—, es bastante linda, me quita la tentación de cortarla por tal ligereza habladuría irrespetuosa.

¡Estoy molestándolo!

Debo darle un hijo y molestándolo no lo conseguiré. Debo calmarlo, apaciguar esta tensión.

—Disculpe... Señor...

Mi señor para ti, esclava.

Suelta mi mentón y al hacerlo, mis piernas me fallan, ocasionando que caiga al suelo sentada. Con los nervios a flor de piel.

—Disculpeme, mi señor, no volveré hacer irrespetuosa.

—Bien —dice—. Vete haciéndote la idea que de los muros de este palacio, no saldrás nunca más sin mi autorización —palidezco.

—Usted no puede hacer eso...

—Puedo hacer eso y más.

Un agrio sabor sube hasta mi garganta.

—No... Este no es mi hogar... ¡no quiero estar aquí, menos con usted! —pierdo los estribos, porque siento hasta los huesos que este hombre es capaz de cumplir con cada palabra que suelta.

Se ríe de mí.

Se acuclilla a mi altura, el aire de grandeza que se carga vuelve a desestabilizarme.

—Eres parte de mi harén, tu aldea ha quedado extinta y debes saber que en este palacio, tu deber es servirme hasta con tu vida —intenta tocarme el rostro, no me contengo las ganas y planto con toda la fuerza que puedo reunir en la bofetada que solo logra moverlo un poquito.

—Nunca, jamás voy a servirle, usted no vale la pena para darle mi vida.

Le mantengo la vista, temblando y erizandome la piel cuando sujeta mi muñeca con firmeza. La ira creciente en sus pupilas.

—Quiero ver que esta determinación tuya no se flaquee. Si quieres marcharte, hazlo ahora mismo—me reta, señalando la puerta. Puerta que se ve como una esperanza.

No me doy el tiempo de una pausa, quizás cambie de opinión y por ello me apresuro hacia la puerta, esta se abre antes, viéndose a un sirviente cargar con una bandeja con una botella y unas copas.

—Señorita...

Lo aparto y echo a correr, esta es mi única oportunidad.

Cuento con la suerte que no haya obstáculos en mi huida hacia el exterior del palacio, las puertas principales se encuentran semi abiertas y no dudo en cruzarlas, el frío viento me recibe, escalofriandome lo helado que se siente aquí afuera, soltando el aire y sintiendo que mis pulmones me arden por la dificultad para respirar.

Veo en distintas direcciones sin hallar ningun guardia, habiendo solo un sendero de piedras que comienza a cubrirse por la nieve, me afano a correr hacia ello, en busca de la salida. Sin dejar de sentirme observada en todo momento, lo que se convierte en una sensación inquietante.

No me detengo, por momentos doy vistazos atrás, el palacio se ve tenebroso desde esta distancia, las nubes grises suman a que luzca más intimidante. Vuelvo a mi enfoque, el viento mece las ramas de los arboles a los alrededores, hay demasiado arboles y el camino esta entre ellos, me animo en ignorar la fea sensación que siento ahora.

El viento sopla con más fuerza, me abrazo a mi misma, temblando por el intenso frío que enrojece mi cuerpo. Ojalá hubiese traido conmigo ese abrigo, la ropa que porto no es la adecuada para el exterior.

“Sal de aquí”

Miro los alrededores.

Escuché una voz.

La nieve sigue acumulándose, y miro al frente. Una serie de sombras se mueven con el viento.

“Sal de aquí”

Se escuchan ramas ser pisadas. Palidezco cuando los arboles parecen crecer ante mí, las hojas rojas brillan de un color oscuro, consumiendo la poca iluminación que gobernaba.

”¡Vete de aquí!”

La exigencia se escucha seguidas de varias voces desesperadas. Siento un nudo en el pecho, retrocediendo. Las sombras se acercan, intentando defenderme de ellas. Me enfrían el cuerpo y comienzo a desesperarme.

¿Qué clase de lugar es este?

¿Por qué no puedo respirar?

Las sombras cubren mi cuerpo, oscureciendo mi piel, siento como si me apretaran el cuello. Me derriba al suelo y no encuentro lógica a todo esto, solo sé que no puedo enfrentarlo.

Quiero ir a casa.

No puedo ver nada mas que oscuridad. No me gusta. Me desagrada no poder defenderme.

—Olvidé el pequeño detalle de informarte que era verdad que nadie escapa de mi palacio —es el rey, no puedo verlo. Todo se siente frío—, el bosque escarlata tiene espiritus malignos y las sombras paralizan a los que no son leales a mi sangre —estoy llegando a mi limite—, y el viento que mece las ramas traen consigo un aire venenoso que impide que respiren los cautivos. ¿No te parece increíble?

Suena orgulloso, tranquilo, como una vil persona incapaz de sentir empatía.

Una calidez toca mi rostro, mis ansias que esa calidez me envuelvan son muchos, por lo que termino aferrándome al calor que emana.

—Saqueme...

—No hago favores.

Lo envuelvo más, mis latidos van disminuyendose.

—Se lo ruego...

Parece que no vaya a funcionar mi suplica, el mareo me gobierna, no quiero dormir sintiendo esta oscuridad mezclado con el escalofríos. No quiero.

Se escucha una ligera conversación a lo lejos, unas palabras de maldiciones y al final no soy consciente de mucho. Solo que en mi profunda oscuridad, brilla un símbolo dorado, este brilllo acarrea un hormigueo que me envuelve en una calidez.

Hay flores.

Flores floreciendo entre la nieve.

Los rayos del sol se cuelan por las nuben grises, reinando la calidez del amanecer.

Los pájaros alzan el vuelo, dejando algunas plumas a la distancia. Acarician mi pelo con mucho cariño, es una atención de una persona que me transmite paz, sobretodo tranquilidad.

¿Quién es?

Los párpados se me abren, tengo el cuerpo cansado, no puedo moverme por mi cuenta, solo sé que estoy en un espacio blanco dentro de un recipiente con agua caliente, esta emana un dulce aroma relajante con algunas margaritas flotando.

—Eres insuperable, en menos de un día ya has logrado conseguirte tu primera maldición. —el rey lava mi cuerpo, se ve estresado, y aún así, trata mi piel con cuidado. Esto debería ser vergonzoso, mi mente solo ve la hermosura de este hombre.

Estoy mal.

Quiero descansar.

Cuando vuelvo a ser consciente, está terminando de vestirme, regaña a no se quien, estando irritado sigue viendose bello. Me da de beber una bebida caliente, argumentando que me haría bien.

Mirando sus ojos, la atención que me brinda y lo cálido que es, hacen que surjan de nuevo estos extraños sentimientos dentro de mí.

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