.Chapter II; Noori.
ZOE
Titulo: Ni uno
Lugar: En alguna parte de un bosque
Aferro las cuerdas a mis hombros sin dejar de esforzarme en caminar, arrastrando la carreta en el que se lleva algunas leñas, la brisa helada arrastra para atrás mi capucha de lana y aquello me hace perder impulso porque tengo que dar una pausa para arreglarmela.
El frío es intenso.
Mi hermana, pocos metros por delante, se detiene y me da un vistazo, le sonrio e intento demostrarle que puedo seguir, aunque la carreta no se mueve y hayo una piedra en el camino, me agacho para quitarlo.
—No debiste venir.
Me acamodo las cuerdas en los hombros y los cruzo por debajo como si fuese una mochila, tomo impulso para moverlo, sin conseguirlo.
—Puedo con esto, es pan... —hago fuerza para dar un paso, el aire se me va y siento la cara enrojecer—... Comido —consigo moverlo y esbozo una sonrisa, que se cae al darme cuenta que mi hermana me ayudó a moverlo—, estaba fácil.
Suelta un suspiro, cansada.
—Te quedarán marcas.
—Fruto de mi esfuerzo.
—Esto no es un juego, Zoe.
Aprieto los labios y sigo mi camino,
Resignada, vuelve a jalar su carreta y nos movemos en la nieve rumbo a nuestra pequeña aldea.
Han transcurrido 176 días desde que esta época llegó, lo recibimos como un buen momento para que los animales descansen en su inverno y pasar momento en nuestro hogar, sin embargo, al día de hoy, esta epoca no es la mejor. No hay suficientes alimentos.
Los aldeados nos reciben con bienvenidas y té caliente, me quito las cuerdas y el cuerpo la tengo entumecida, mi hermana me da unos masajes y admito que si yo haría esto todos los días, tendría una buena resistencia, además de dolor de espalda. Soy muy joven para sufrir esos dolores.
—¿Y que tal ha sido cortar arboles, Zoe? —dice un aldeano entregando el té y caliento mis manos en la taza.
—Genial.
Erza, mi hermana, me da una miradita, bebo el té desviando la vista.
—Quiero decir, complicado, es de admirar a los que van a traer leña todos los días... Incluso hicimos un bloqueo en una carretera —digo encogiendome de hombros.
Los adultos se encargan de llevar la leña al almacen y mientras nosotras vamos a nuestra tienda, prendo una vela a la flor en honor a mi familiar.
—¿Por qué sigues haciéndolo? —cuestiona Erza quitándose los extravagantes abrigos.
Doy un rápido rezo para prestarle atención.
—Porque sabrá que no la hemos olvidado.
No muestra buena cara, mi hermana mayor suele ser de pocas expresiones, aunque siempre mantiene la cara de pocos amigos y tiene un aura que cualquiera diría; si me acerco lo suficiente, lo voy a lamentar.
Saca una pomada y cura mis raspones y saca las espinillas de mis manos, a diferencia de su sequedad, siempre ha sido una buena hermana, ella teniendo más heridas, primero prefiere cerciorarse que mi estado esté en buenas condiciones.
—Mañana iré con un grupo a traer leña.
—Esta vez me pondré guantes... —pone la mano sobre mi hombro y mueve la cabeza.
—No irás.
Balbuceo incoherencias sin asimilarlo bien, recobro la voz e intento incorporarme cuando ella esta por salir de la tienda.
—Erza, sé que hoy fui una carga, sin embargo, voy a esforzarme... ¡y haré los bloqueos!
—No es necesario —me corta, la mirada sin emociones que me da me congela en mi sitio—, permanece en casa y esperame.
Se va.
Me dejo caer en mis mantas jugando con mis dedos.
A veces creo que necesita tomarse un tiempo para sí misma, o permitirme ayudarla, es como si todas las dificultades pudiera vencerlos sin la necesidad de nadie.
Si lo pienso detenidamente, es agotador.
Avanzado el tiempo, salgo de la tienda, ha oscurecido y el invierno es más frío, me cuesta arrastrar las piernas entre la nieve que se acumula en las calles, abrazo el abrigo de Erza y la busco en la unica casa de madera; donde vive el líder, cruzo la puerta, la entrada está oscuro y mayormente se encuentran cruzando la entrada en la siguiente habitación.
Hay una visible fogata en esa habitación y para entrar debo estar libre de suciedades.
Me siento cerca de la entrada de la habitación de reuniones para quitarme la nieve encima, hay voces en el interior, ha de haber una reunión nuevamente, asomo la vista entre unas rendijas.
Los mayores, encargados de sus familias y el líder, comparten tragos frente a la fogata mientras hablan, no presto atención al asunto y doblo cuidadosamente el abrigo de Erza.
“Será mejor que la espere en nuestra tienda”
Dejo el abrigo al lado de la puerta, me preparo para marcharme.
—¿Cúando piensas entregarme a tu hermana, Erza?
Sorprendida por esa cuestión, maquinando velozmente en la mente que no existia en la aldea alguien con el nombre de mi hermana, pego la vista otra vez en la rendija y se me confirma que es a mi hermana a la que fue dirigida la pregunta.
El estomago se me revuelve cuando la comisura de sus labios se levantan.
Su cabello rojo tiene un color intenso por la luz del fuego, juega con un mechón entre sus dedos mientras bebe el trago, ignorando al aldeano que yace detras suyo; el líder.
—Esta bebida apesta —arrastra la voz con las mejillas encendidas, ha cruzado sus limites de tolerancia al alcohol—, quiero otra.
Intenta agarrar la botella que está a su lado y el líder, un hombre bastante mayor de edad, le arrebata la bebida.
—Diste tu palabra.
—¿Palabra?
—Te tendí la mano a cambio de un trato.
—Sí, bueno, si hacemos cuentas, te he cumplido muchos tratos, entre lavar, cazar, cuidar, bloquear, cubrirte noches enteras en las vigilias —enumera con bastante seriedad y algo de ronquera sin quitarle la mirada—, te he cumplido.
Erza intenta incorporarse, y apenas hace el intento, el líder presiona la mano contra su hombro para devolverla a su lugar. Mirándola con una chispe de molestia.
—Esta es mi aldea, viniste como una extraña, y para acoplarte enteramente y que todas tus deudas estén saldadas en su totalidad, exijo la mano de tu hermana.
Los demás miembros no dan pausas a continuar sus tragos y seguir con lo suyo, mientras ellos lidian en una situación tensa.
Era consciente que cada bocado, cada agua y cada noche en la aldea, acumulaban nuestras deudas, no es una situación fácil, o era sobrevivir de lo que escapamos, o afrontar los riesgos de estar aquí.
Erza no le responde, siempre ha sido cuidadosa respecto a mí.
Mientras el líder esperaba una respuesta en el largo silencio de mi hermana, elevó la mano en un signo me que hizo brotar un jadeo, sus ojos recayeron en la puerta, Erza giro la cabeza y no demoró en encontrar mi mirada.
Corrí.
Sabía que no tenía caso correr, fue un impulso por la situación. El aire frío entra a mis pulmones, siendo difícil respirar normalmente, la lluvia de nieve cae de forma grotesca, el camino no puede verse bien y un crujido del cielo me asegura que es una tormenta.
Intento vizualizar la tienda, el cuerpo se me enfría y tengo entumecido los dedos y las piernas me cuesta moverlas de tanta nieve, espero llegar...
Sin embargo, la capucha se me cae y soltando el vaho de manera errática, escucho ruidos extraños, giro sobre mi eje, escuchándolo en una tienda cercana, luego a mi espalda, en todas las tiendas, un susto se me incrusta en el pecho mirando a mi alrededor.
Erza... debo volver con ella...
La intensidad de la tormenta blanquizca no me permite ver bien el camino, y luego de avanzar de prisa a la tienda mas cercana, no alcanzo a entrar.
Cubren mi boca, me sacudo entre el agarre de alguien, el dolor de la tensión me duele, los latidos erráticos me hacen respirar rápidamente que hacerlo arde en mis fosas nasales y la preocupación crece y el miedo arrasa con mi cuerpo al ver a un grupo de soldados arrastrar a las personas y dirigirlas a una carroza.
Echo la cabeza hacia atrás con suma fuerza que me libera, siento un zumbido en los oidos y caer sobre la nieve hace que el dolor que sienta sea agobiante.
No tengo resistencia a reaccionar rápido ante el peligro, eso ya lo sabía.
—¡Zoe!
Escucho a lo lejos, sujetan mis hombros y me cargan.
—¡Zoe!
Todo está blanco... Frío... Este invierno es tan aterrador y muy desesperante.
—¡Zoe!
Quiero ir a casa.
—¡Zoe!
Veo una melena roja a una distancia aterradora, buscando con desesperación a alguien, unos sujetos intentan tomarla, cuando hacen el intento, se defiende y vuelve a gritar mi nombre... Erza.
Estiro el brazo, sin embargo, me arrojan bruscamente a una superficie y me cuesta entrar por completo en sí, y luego, bloquean mi vista al cerrar el carruaje y todo queda en la penumbra oscuridad.
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