Tan Fuerte como la Sangre
Eran las doce cuando Dominick descendía la escaleras del colegio. Sus esperanzas se habían renovado gracias al plan que los Ignis Fatuus habían trazado, a pesar de que le molestaba la idea de sentirse custodiado por Ignacio, prefería tenerlo cerca en caso de una emergencia.
Se percató de que, delante de él, iba Adribel. Su larga cabellera negra rizada, se movía con el viento. Apresuró el paso para alcanzarla. La chica se volteó un tanto asustada, echándose a reír en cuanto lo reconoció.
—¿Piensas pagarme el almuerzo?
—Tuve que invertir el dinero en otras necesidades.
—¿Y eso que no estás dando clases?
—Mañana tengo un examen de Biología, y ya sabes lo largo que son.
—¡Ay, por favor! A Suárez solo tienes que darle la razón de la existencia misma y te pondrá un merecido veinte.
—Eso es demasiada filosofía para mí.
—Entonces, ¿a qué se debe tu presencia? ¿O es solo interés?
—Podría ser... Ya que nos encontramos, y una vez que estás al tanto de que no puedo pagarte el almuerzo, puedo al menos acompañarte hasta la parada.
—¿Acaso podrían atacarme?
Dominick subió su hombro, dándole una pícara media sonrisa.
—Nunca se sabe.
Se habían alejado unos metros del colegio. Era la primera vez que los miembros de su Prima no le esperaban para llevarlo a casa. Aunque no le molestaba la libertad para trasladarse a donde quisiera, se extrañó de no encontrarles en la entrada después de que la seguridad alrededor de los Primogénitos fue reforzada.
Faltando poco para llegar a la avenida, tuvo la sensación de que les seguían. Para él, era muy agradable conversar con la joven, sin embargo, la preocupación por ser el próximo blanco de los Harusdra hacía que por momentos perdiera el hilo de la charla.
Se volteó, mirando sobre su hombro, pero detrás de él no había nadie. Unos segundos después lo volvió a intentar.
—¿Ocurre algo?
—No. ¡Je je! Quería ver si no venían a por mí. Es raro que no pasaran buscándome al colegio.
—¡Ah sí! Todos nos hemos dado cuenta de que tienes chófer.
—¡Algo así! Por cierto, ¿no te molestarías si les pido que te lleven a casa?
—¡Nooo! ¡Para nada! No sabes lo bien que me vendría irme sentada y hasta la puerta de mi casa.
Su comentario le sacó una risa a Dominick, quien un tanto relajado volvió su mirada atrás por última vez, viendo a dos jóvenes, una a cada lado de un muchacho alto y corpulento que vestía un cardigan gris plomo y pantalones de mezclilla. El chico caminaba con una sonrisa de suficiencia en su rostro, iba detrás de él. Una de las chicas tenía ojos rasgados, en cuanto notó esta característica tan peculiar recordó la descripción que Saskia le había dado de los sujetos que les habían atacado y concordaba con el perfil.
Dominick aceleró su paso, debía sacar a Adribel de la urbanización lo antes posible. Si tenía que dar batalla no iba a exponerla.
Ella, ajena a lo que pasaba a su alrededor, se quejó de la premura del chico. Dominick tuvo que mentir, argumentó que debía comprar unos medicamentos a su abuela y mientras más se tardaran en llegar a la avenida, más complicado sería tomar el transporte.
Entendiendo la situación de su abuela, Adribel decidió colaborar acelerando su paso al ritmo del chico. En atención a la respuesta obtenida de la joven, Dominick le quitó el bolso para que no llegara agotada a la parada. Colocó su mano en la espalda de Adribel y, disimuladamente, volvió su vista atrás, pero nadie les seguía.
Desconociendo si se habían desvanecido para un ataque o si pensaban hacerle una emboscada, mantuvo el paso que había desarrollado hasta ese momento. Sintió un enorme alivio al ver los autobuses circular por la avenida, solo dos cuadras le separaban del populacho. Era muy pronto para cantar victoria, pero al menos estaba cerca de su meta.
Una vez que se unieron con la multitud, se permitió recuperar el aliento, invitando a la joven a tomar un refresco, mientras esperaban su autobús. Nada hacía perder a Adribel su estado de ánimo, en cuanto la bebida equilibró su temperatura corporal, comenzó a bromear con el chico, quien reía despreocupadamente.
Aquel contraste de situaciones fue confuso para Dominick. No podía entender cómo su vida había perdido la cotidianidad, sus preocupaciones «normales» se convirtieron en sobrenaturales. Frente a él estaba una joven ajena al turbulento mundo en el cual él se sumergía día con día.
Fue en ese instante cuando comprendió que llevar una vida ordinaria se había vuelto un riesgo para él. La Fraternitatem Solem se había colado en cada minuto de su día. No solo él corría peligro, sino también todo aquel que estuviera a su alrededor. Desconocía si sería el próximo objetivo de los non desiderabilias, no le importaba arriesgar su vida, mientras que no tuviera que perder a una persona querida.
Natalia escuchó el sonido de la guitarra en el salón de música. Tocó, haciendo que el intérprete se detuviera. Abrió la puerta encontrando a Aidan en la impoluta habitación.
Ambos sonrieron al verse. El joven consultó la hora con su celular, dándose cuenta de que era un poco más de las dos.
—Perdón por interrumpirte, pero iba...
—¿Tocas el piano?
—¡Sí! Le pedí a mi padrino que lo trajera al colegio. Creo que te lo comenté.
Él no lo recordaba. Ni siquiera le estaba escuchando. Tenía el corazón muy herido como para involucrarse seriamente en la conversación.
—¿Si quieres podemos tocar algo juntos?
Aidan asintió. Natalia escogió la melodía de All of Me. Él la acompañó con la guitarra. Se escuchaba muy bien.
La hermosa melodía se convirtió en un aliciente para su corazón. La música penetraba hasta las fibras más hondas de su ser. Pudo desprenderse de su dolor y encontrar un punto de unión con Natalia.
—¡Tocas muy bien!
—¡También tú! —afirmó la chica—. Tuve la impresión de que siempre habíamos tocado juntos.
—¡Oye! ¿Por qué no participas en el Festival de Navidad? Podría irte muy bien y ganar una cena navideña.
—¿Una cena? ¡Paso! ¡Detesto la comida navideña!
—Bueno, si ganas, puedes regalarla, así haces una obra de caridad.
—¡Me gusta tu idea! Pero no me atrevo a hacerlo sola.
—Tienes el talento suficiente para deslumbrar a las multitudes y eso que aún no te escucho cantar.
—Hagamos algo —le propuso—, yo tocaré en el Festival siempre y cuando tú seas mi compañero.
—No domino muy bien el inglés. —Ella le miró con picardía—. ¡Lo digo en el caso de que quieras tocar esta canción!
—Esta me parece bien. La música es inspiradora y tiene una letra muy bella. Me comprometo a ayudarte con el inglés. —Levantó su mano derecha.
—Entonces, cuenta conmigo.
Ambos chocaron su mano sonriendo. Esa alianza hizo que el dolor que se había instalado en su alma le diera un poco de respiro.
Amina no le contó nada a Ignacio sobre su ruptura con Aidan, tampoco a Gonzalo, quien lanzándose a su lado en la hamaca tomó el Diario de Ackley para avanzar un poco más en la lectura.
Iñaki había salido a hacer diligencias con su padre, por lo que no les acompañaría esa tarde. Al principio, Maia pensó que su primo mayor se sentiría celoso de esta nueva muestra de preferencia por parte de su tío, pero al parecer se encontraba feliz de no asistir, se aburría fácilmente con las charlas sobre política.
—Bien, a ver —comenzó a hojear el diario—. ¿Dónde nos quedamos con este ser? ¡Ah sí! Aquí está señalado. —Se paró en la página que estaba marcada con un pedazo de papel colorido que Ignacio había rasgado de una revista—. ¡Esto es una porquería! —exclamó tomando el papel entre sus dedos índice y pulgar—. ¡Iñaki tiene unos gustos pésimos!
—¿Qué hizo? —le preguntó Maia un tanto nerviosa.
—Utilizó un pedazo de papel sacado, quien sabe de cual revista de chismorreo corriente, como marcalibros. Mañana pasaré por la librería a comprar una cosa decente, no esta mamarrachada.
—¿Mamarrachada? —le cuestionó riendo.
—¡Seee! Malas palabras que se pegan por hablar con tu papá. —Esta vez Maia sonrió con serenidad—. Enero 5, 1618. ¡Por fin cambiaron de año!
—¿Sabes qué ocurrió en ese año? —interrogó Maia, tomando con fuerza su brazo.
—No.
—Es el año en que nuestro Clan fue exterminado.
—¡Cierto! —respondió meditando sobre aquella fecha—. Es el año en que Ian huyó con Elyo. Se podría decir que es el año del nacimiento de los guardianes de Ignis Fatuus.
—Es el año en que todo se acaba para el último vástago de los hijos del Phoenix e inicia la historia de Elyo. Por favor —le suplicó— lee sin detenerte.
—Enero 5, 1618. Pensarás, tierna doncella, qué es un disparate frecuentar a una Primogénita de otro Clan, que estoy faltando a las leyes ancestrales que han conservado la paz de la Fraternitatem Solem por siglos. Sé que nos estamos arriesgando al someternos a los designios del amor, exponiendo nuestras vidas y la de nuestros Clanes. En la profundidad de mi ser siento el grito de auxilio que suplica que me someta a tu benevolencia, a ti, a quien amé con un amor que no entendía, y quien me enseñó que la vida es más que dar... Solo tú puedes entenderme.
»En tu corazón no hay envidia, ni un juicio deshonesto, porque es hogar de la generosidad, por eso me acojo a ti como mi protectora. Eres la estrella que me guía en medio de las tempestades que se levantan a mi alrededor.
»Hace más de cuatro siglos existió una mujer comparable con tu gallardía, dispuesta a entregar su destino para resguardar a sus amados. La vida de nuestra Monica se consumió en una larga guerra contra los non desiderabilias. Luchó por obtener la magnánima dádiva del Emperador de los Harusdra, la Cor Luna, o como nosotros solemos llamarle, la Roca de Fuego.
»Ella renunció a su familia y a sus sueños para entregarse en los brazos de un heredero de Lumen, un soldado menor, hijo de un Prima, que conquistó su corazón para luego morir en batalla. ¿Acaso los Primogénitos de Ignis Fatuus estamos marcados, obligados por el fatídico destino a padecer de amor es imposibles y protagonizar crueles tragedias?
»La sangre de Lumen corre por mis venas y las de Elyo. Ese es el secreto más bochornoso que ensombrece la pureza de nuestro Clan. El Donum no cambió como la Fraternitatem siempre ha creído, quizá se deba a que su sangre no descendía de los grandes Primogénitos de Lumen. Ahora, me preguntó si el Solem no estará castigándonos por el idilio prohibido de Monica.
»Solo sé que en atención a ese amor y a esa sangre recibí en mi Aldea, sin consultar a mi Prima, a una Primogénita de Lumen venida de Las Indias Americanas.
»La fidelidad de la joven para con su amigo me ayudó a comprender y a justificar la lealtad que quizá le profesó aquel soldado de Lumen a Monica; es por ello, que así como ella lo hizo con su amado quiero mostrarle mi veneración a Evengeline, y pronunciar, besando su sello y el mío, las palabras de consagración: «Ignis Fatuus reverencia a Ardere».
»He allí la máxima promesa de amor que un Primogénito puede brindar al ser que ama.
—¡Qué tonto es Ackley! —murmuró Maia con amargura—. No tiene ni la menor idea de cómo es la persona a quién le está entregando su corazón. —Gonzalo le miró perturbado, las lágrimas comenzaban a invadir los ojos de Maia—. ¡Si solo supiera que Ardere no lo merece! ¡Que es un Clan de traidores! ¡Se alejaría de ella!
La amargura de su voz, la fuerza con la que apretaba sus puños le indicó a Gonzalo que algo había pasado con Aidan.
—¿Han peleado?
—¡Hemos terminado! —Su respuesta le dejó pálido. No creía que ella necesitara un abrazo, y por su reacción, dárselo sería recibir un rechazo como respuesta—. Y no quiero volver a saber nada de él.
El dolor y la rabia de Amina habían dejado de lado el hecho de que Ackley reivindicaba que compartían la sangre de Lumen aunque su poder se había difuminado en el tiempo, así como la visita de la Primogénita oriunda de Las Indias Americanas, pasaje que hacía referencia a Itzel.
El secreto de Lumen y Ardere se escondía en esas páginas. Sin embargo, Ackley terminó por dar el paso que Aidan no pudo concretar, y eso era aún más agrio para el sangrante corazón de Amina.
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