Subcultural
En cuanto el timbre sonó, Ibrahim tomó su bolso para salir al recreo. Deseaba ver las representaciones subculturales que se estaban llevando entre los grados de cuarto y quinto año. Itzel había escondido celosamente la información del sorteo, pero él anhelaba verla, pues tanto secretismo en ella solo eran malas noticias.
No se había levantado del asiento cuando la pesada mano de Dominick recayó sobre su hombro. Le miró por encima de los lentes, dándole una ligera sonrisa, para volver a lo suyo. El chico le dejó ponerse de pie.
—Mucha prisa por ir al patio —le comentó.
—Quiero ver algo.
—¿Y tú amigo Aidan no nos dejó alguna tarea pendiente con Nachito? —Golpeó su puño con la palma de su mano.
—No, que yo sepa. Creo que finalmente él solito encontró una manera para que la familia de Maia lo acepte —confesó, notando que Dominick fruncía el ceño—. ¿No me digas que aún piensas en caerle y tal?
—No, pero ahora que podemos hablar del tema con cierta sinceridad debo confesarte que continúo considerando que Aidan es muy poca cosa para Amina.
—Bueno Dominick, eso es asunto de ellos dos. Y te estoy siendo sincero, es la opinión más imparcial que podrás tener de mi parte.
—No te comprendo.
—Simple. Desde años he seguido los aciertos y desaciertos de Aidan. Bueno, más han sido los desaciertos que los aciertos. Hubo un tiempo en que pensé que contraería mononucleosis. —Dominick le observó con censura, no le interesaba saber los pormenores de la vida amorosa de Aidan—. Hasta que Irina entró al colegio. Entonces, no solo se obsesionó con ganarse su corazón, sino que poco a poco se fue alejando de la vida popular y frívola que había cultivado hasta ese momento.
—De pana que no entiendo cuál es el punto.
—El punto es que pasar un año añorando a Irina le ayudó a volverse reservado. Y luego llegó Maia. Por muchos motivos, menos por el de pertenecer a Ignis Fatuus, pues hasta ese entonces no conocía aquel detallito, tuve mis argumentos para afirmar que no debían estar juntos. Bueno, la verdad es que no pensé que ella le haría caso y mucho menos que él se pegaría con ella, pero pasó. Y aun con las consecuencias que eso nos puede traer, con el recelo que, íntimamente, cada quién pueda tener, puedo asegurarte que mi amigo ha crecido en estas semanas, y eso se lo debe a Maia; ha madurado mucho más de lo que lo había hecho en todos estos años. Ella le ha permitido cambiar, y él lo ha hecho, no porque se haya visto presionado por ella, sino porque quiere alcanzar esa dignidad que tú no le ves.
—Aun así está muy por debajo de los estándares que ella se merece.
—Pero esos estándares solo los conoce Maia. Y al parecer el cumple con el canon.
Aquel era un buen punto. ¿Cuáles eran los cánones de Maia? Jamás había pensado en ello. En cuanto llegaron al patio se dirigieron a la mesa donde Aidan, extrañamente, estaba sentado con Maia e Ignacio.
—Vaya, ahora sí que somos hermanitos —ironizó Dominick, más el autocontrol de Ignacio fue tal que este le ignoró por completo.
—Bien puedo pararme de la mesa y marcharme con mi Custos, Nick. Lo menos que deseo es que tengas una mala digestión.
—Discúlpame, Maia. Se me fue la mano —reconoció sentándose frente a la chica un tanto ruborizado.
—¿Alguien sabe dónde están Itzel y Saskia? —quiso saber Aidan, buscando un tema que tranquilizara los ánimos.
—Deben de estar recibiendo las instrucciones para completar la evaluación de las «Culturas y Subculturas Venezolanas». ¡Ni te puedes imaginar lo intrigado que estoy por ver que les tocó!
—¿A ti qué te tocó?— le preguntó Ignacio. Esto hizo que tanto Ibrahim como Dominick le observaran con gesto de confusión: ¡la realeza se había dignado a dirigirse a la plebe!
—Nos tocó Los Llanos —respondió Ibrahim—. Ya conseguí un pantalón caqui para ponermelo tipo "brinca-pozo". —La palabra hizo reír a Aidan —. ¿Qué? —Le tiró un pedazo de pan, que Aidan vio caer en su bandeja—. ¿A ustedes qué les tocó?
—La Guerra Federal —le confesó Aidan—. Y lo mejor de todo es que estoy recibiendo clases extras de léxico.
—¡Eso es genial! —confesó Dominick—. No me imagino a la gente diciendo «mierda» en aquel tiempo.
—De alguna forma tenían que llamar a la mierda, aunque su contexto no fuera similar al mío. Pequeñas diferencias en el vocabulario.
—Mi tía Gema nos encontró un atuendo adecuado. No me imaginó andar con ese vestido por el colegio. Imagínense lo gracioso que sería tener que enfrentarnos contra los Harusdra mientras estamos así vestidos. —Sonrió.
Los chicos no evitaron mirarla sorprendidos: ¿en serio quería repetir los ataques de la última vez, solo por diversión?
—Esperemos que eso no ocurra —aseguró Ibrahim. Aunque ahora somos siete —confesó viendo a Ignacio, que apenas respondió con su mirada.
—Igual no siento la presencia de ninguno de ellos —dijo el Custos de Ignis Fatuus comiendo.
—¿Acaso tienes el Don de Gonzalo? —le interrumpió Dominick.
—No, pero te aseguro que puedo percibir a un non desiderabilia mejor que tú.
—¿Ah sí? Eres como una especie de perro sabueso.
—¡Basta! —gritó Aidan—. Esto no funciona así.
—¿Ah no? Entonces, ¿cómo funciona? Te pregunto porque hasta ayer teníamos que esconderte de este sujeto y ahora resulta que está aquí como si nada, comiendo con nosotros —le reclamó Dominick.
Ignacio sonrió con suficiencia, y su expresión solo le encolerizó más, terminando por levantarse de la mesa.
—¡Nick! —le llamó Maia, pero no pudo detenerle—. Iré a por él. —Les comunicó al sentir que se había marchado.
—¡Déjalo! Es mejor que comas con tranquilidad —le aseguró Ignacio.
—No es esta la tranquilidad que busco. Bien lo sabes. —Se levantó, desplegó su bastón y fue detrás de su amigo.
Sabía que le hallaría en la biblioteca, pues ese se había convertido en su lugar favorito.
A los demás no les dio tiempo de reaccionar, pues acto seguido a la salida de Maia, Itzel y Saskia cruzaron la puerta. Aidan casi se ahogó cuando las vio, y su reacción fue tan exagerada que Ibrahim, lejos de socorrerlo como había hecho tiempo atrás, se conformó con seguir la trayectoria de los ojos de Aidan encontrándose con Saskia e Itzel. ¡No podía creer lo que estaba observando!
Con la mayor vergüenza del mundo, ambas amigas caminaron hasta la mesa, tomadas de la mano. Por cuestiones del destino, en ese momento, se percataron de la mesa estaba mucho más alejada de lo que les hubiera gustado.
Ibrahim no pudo disimular verlas de arriba a abajo, llamándole la atención los pantalones un poco más arriba de los tobillos, los zapatos de tela, el pañuelo en la mano. Sonrió con malicia.
—De pana que a eso se le llama humillación.
—Preferiría que no hicieras ningún comentario —le contestó Itzel, lanzándose en el puesto—. Probablemente existan personas que, para ellas, vestir así sea la moda. ¡Yo que sé! Pero para mí ¡es horrible!
—No opinaré al respecto —respondió Saskia, en cuanto Aidan le miró con ojos risueños.
Sin duda alguna estaba aguantando la carcajada.
—Se burlan porque se lo permites —le respondió Ignacio cortando un pedazo de pollo asado, sin siquiera dignarse a mirarla.
—Él tiene razón —le indicó Aidan, comentario que hizo que Ignacio apartara su vista del pollo—. Es solo una tarea. Además no creo que sean las únicas que les toque vestir así. Mientras más atención les presten, más las molestarán.
—Deberían sentirse aliviadas —comentó Ibrahim señalando a Irina—, pues no son las únicas que están vestidas así.
Siguiendo su sentido de orientación, Maia fue a parar a la biblioteca. Sabía que sería complicado ubicar por sí misma a Dominick sin ayuda, pero no quería molestar a ninguna de las personas que tenía alrededor. Era la primera vez que se encontraba en aquel sitio, por lo que debía ser más cuidadosa al caminar. Se valió de su mirada para poder tener una idea de la localización de su amigo.
Algunos sellos cobrizos tomaron forma, y el ritmo armónico de cada Clan llegó a sus oídos. Eran sellos menores, sellos del Populo pero entre todos ellos había uno que vibraba con mayor intensidad. Ella supo de inmediato que Dominick estaba allí.
Tomó su bastón siguiendo la suave melodía que le guiaba en medio de su oscuridad por aquel extraño lugar. Bajó con cuidado los tres escalones que le llevaban a las divisiones del espacio.
A través de la amplia pared de cristal que se extendía desde el techo hasta la fórmica, Dominick le vio. No tenía deseos de hablar con ella. Pensó en ignorarla, ese fue su propósito hasta que se dio cuenta de que la chica se encontraba pérdida.
Cabizbajo, negó su resolución. Él siempre saldría a su defensa, no la iba a dejar tirada en medio de la nada. Abrió la puerta y fue en su búsqueda. Le tomó por el brazo con delicadeza y le susurró: «Aquí estoy». Ella sonrió, dejándose llevar por él hasta el cubículo. Muy amablemente le ayudó a sentarse.
—Pensé que te quedarías merendando.
—Tengo hambre, pero mi preocupación por ti no me dejó comer más.
—¡Qué raro que tu guardián no está aquí! —ironizó.
—Ignacio no es mi perro, ni mi sombra —le cortó. Suspiró para serenarse, había ido hasta ahí para tener una conversación con su amigo no para iniciar una pelea—. Nick, sé que no te llevas bien con él. Iñaki es una persona muy especial, a veces es difícil tratar con él.
—¿Y por eso tengo que aguantarlo en mi mesa?
—¿No crees que estás siendo un poco injusto? —le preguntó, entretanto Dominick resoplaba riendo con sarcasmo—. Los dos llegamos aquí siendo unos completos desconocidos para todos. Lo sabes. No es mi grupo, ni es tu grupo, Nick, es el suyo, les pertenece a Ibrahim, a Aidan y a Itzel. Muy amablemente nos abrieron un lugar en sus vidas.
—Quizá porque estaban obligados a hacerlo.
—La Fraternitatem no nos obliga a estar juntos. Por el contrario, mientras más alejados estemos los unos de los otros mayor será la paz entre los Clanes, eso es lo que dicen los Prima. Sin embargo, yo no puedo estar de acuerdo con ellos.
—¿Viniste a hablarme de la Hermandad? Pues debes saber que en estos momentos es lo que menos me interesa.
—Yo te abrí mi mundo aquella tarde en el parque —dijo levantándose y desplegando el bastón—, y en ese mundo ya estaban Gonzalo e Ignacio. Jamás hice distinción alguna entre ustedes porque los tres siempre han sido muy importantes para mí, aun cuando unos sean más cercanos que otros. —Caminó hasta la puerta—. Nunca olvides que nuestra historia no empieza con la Fraternitatem, por lo menos no nuestra amistad.
—Me molesta que no seas capaz de escoger lo que es mejor para ti —le dijo en cuanto ella le dio la espalda para marcharse.
Maia bajó el rostro, cerró sus ojos, con una mano en el picaporte, sonrió.
—¿Acaso me estás preguntando por qué le escogí a él y no a ti? —le cuestionó sin voltearse—. Te lo diré. Eres un caballero, una persona noble Dominick Díaz, pero en el fondo crees que soy tu hija, mientras que Aidan me da libertad para ser quien quiero ser.
—¿Te molesta que te cuide?
—No me molesta, pero estás perdiendo un tiempo vital para ti protegiendo a quien puede valerse por sí misma. —Abrió la puerta—. Espero que me perdones y puedas regresar a la mesa.
Salió. Dominick le asestó un golpe a la mesa. Le parecía imposible mantener algún tipo de relación con Ignacio, pero consideraba aún más patético la actitud tan absurda que Aidan había tomado con Ignacio. Podía aceptar a Gonzalo, pero jamás a «Nachito».
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