Plan en Marcha

El sol se puso muy temprano en el cielo de Costa Azul. Lo primero que hizo Aidan al llegar al colegio fue dirigirse al patio. Necesitaba encontrar a Ibrahim. Sin embargo, no le consiguió ni en salón de clases, ni en la Biblioteca. Sabía bien que no estaba en su casa porque la sra. Sabrina le había informado que el joven había salido temprano al colegio.

El patio de recreo era el último lugar en donde le faltaba por buscar. Le encontró sentado en una de las mesas, bebiendo un batido de durazno, mientras se entretenía con el libro de Werther. Se imaginó que su amigo tenía la urgencia de ponerse al día con la lectura, pues se saltó algunas reuniones que Aidan tuvo con Dominick para avanzar en la obra de Göethe.

—¡Hey! Muy trabajador.

—¡Aidan! Me sorprende verte tan temprano en el colegio. —Consultó con su reloj: las seis y media—. ¿Acaso no pudiste dormir?

—Algo así —contestó colocando su morral en el asiento de al lado.

Puso la cajita de dulces en la mesa, entre él e Ibrahim.

—¿Problemas amorosos?

—No. Por primera vez mi vida está medianamente tranquila. Toma. —Arrimó la caja hacia él—. Amina pensó en compartir algunos de nuestros dulces con ustedes.

Ibrahim miró dentro de la caja, mientras Aidan le sonreía con malicia.

—¿En serio? Aquí solo hay cinco dulces.

—Uno para cada uno, ¿no somos generosos?

—Si a eso le llamas generosidad... —Dejó de quejarse y tomó la tartaleta—. Esta va con el batido. ¿Y has preparado la mentira de hoy?

—Ya quiero que sean las diez. —Sus ojos brillaron.

—¡No lo dudo! —Tomó un poco de jugo, cerrando el libro—. Aidan, sé que llamarte a la cordura es perder el tiempo. —Aidan bajó su mirada, observándole entre los mechones de cabello que se escurrían suavemente por su frente. Ibrahim amaba ese gesto de él, y sabía que lo hacía para convencerlo de no decir lo que diría—. Pero, ¿no crees qué es un poco arriesgado lo que están haciendo? Ni Ignacio, ni Gonzalo son unos idiotas, no les engañarás tan fácilmente.

—Definitivamente, estás perdiendo tu tiempo, aun así no pienso ir solo porque él diga. —Se recostó del espaldar de su asiento, cruzando los brazos sobre su pecho.

—Al parecer no existe ninguna forma de que se dejen.

—¡Ibrahim! —se quejó.

—No lo digo por mí, sino por todos. Sabes que ella no me cae mal, por lo menos no como me caía Irina, que gracias al cielo olvidó quiénes somos.

—¿Sabes que estás exagerando?

—No me vas a decir que no te has dado cuenta de que se ha alejado de Dominick. ¡No niego que eso nos brinda tranquilidad! —Levantó las manos. Aidan sabía muy bien que lo que menos deseaba Ibrahim era que sus Primados los persiguieran—. El hecho es que ustedes nunca lo tendrán fácil con la Fraternitatem. Siempre pensé que por esta, Amina realmente estaría dispuesta a separarse, emocionalmente, de ti.

—Ibrahim, no podemos separarnos porque nos queremos. Todo mi mundo, ¡hasta mi sello! Gira alrededor de ella, y sencillamente no sé como vivir viéndola como la ven Dominick o la ves tú.

—Aidan. —Recostó sus brazos sobre la mesa para estar más cerca del rostro de su amigo—. Aun cuando sigo pensando que eres un desquiciado y que tanta locura solo te traerá más problemas, debes saber que te apoyamos, y que lucharemos a su lado, si es que realmente quieren estar juntos.

—¡Gracias! —contestó sonriendo, mientras Ibrahim volvía a su posición inicial.

—Eso sí: si solo duran un mes te daré una paliza que nunca olvidarás.

Ambos sonrieron. Para Aidan no era un secreto que el motivo por el cual Ibrahim le estaba apoyando era porque este sentía que de alguna manera debía ser el apoyo que Rafael había sido en su vida.

Ibrahim también guardaba una grabación del último mensaje que Rafael dejó para Aidan. Su abuelo les había enseñado a no juzgar el pasado.

Itzel iba acomodándose el bolso cuando se encontró con Dominick en la entrada del colegio. Este acababa de bajarse del carro de su Prima, sorprendiendo a la joven.

—Pensé que habían dejado de buscarte.

—Siempre estoy tentado a correrlos, pero es más cómodo venir en carro que andar corriendo detrás de una camionetica.

—¡Seguro! Es grato saber que alguien se está aprovechando sanamente de su Prima.

—El precio que hay que pagar es un poco caro.

—¿Qué? ¿Acaso debes entregarle información secreta o algo por el estilo? —le cuestionó.

—Solo mi horario semanal. ¡Casi soy su prisionero! ¡No quiero saber lo que me pedirán en caso de que exija dinero!

—Haces bien en dar clases particulares.

—Sí, y le debo un desayuno a Ibrahim por la idea.

—Por cierto, ya están preparados para el plan de Aidan.

—Creo que terminaré cobrándole el favor. Conversar con Ignacio no me hace mucha ilusión.

—¿Tan malo era de pequeño?

—No sé como explicarte. Él es de ese tipo de gente que siempre ha hecho todo bien y se cree mejor que los demás. Tiene una magnífica familia, su padre le ama mucho más que a Gonzalo, sus tíos le han apoyado en cuanto a educación se refiere para que se convierta en el digno esposo de Maia. Ignacio es un niño mimado, que sabe que está por encima de todos y te lo hace saber.

—Has esbozado la imagen de un monstruo. ¿No entiendo cómo Maia puede andar tan tranquila a su lado?

—Es su primo, está acostumbrada a él. Es por ello que pienso que Aidan está bien loco. No tiene ni la menor idea de adónde se está metiendo.

—¿Piensas que es mejor detenerlo?

—Itzel, ya casi la perdió una vez, ¿acaso no te imaginas lo que hará si la vuelve a perder? —Itzel negó—. Tu amigo es un ¡suicida!... Es todo lo que diré.

—¡Me asustas!

—Deberías... Intentó dispararte solo para salvarla, eso tiene que darte una idea de sus sentimientos, y si aún no te has dado cuenta, es hora de que abras los ojos, pues no es que me importe mucho lo que ellos hagan con su vida, pero si algo puedo asegurarte es que esa relación tarde o temprano terminará envolviéndonos a todos.

—¿Irás a la biblioteca? —le cuestionó Ignacio.

—Sí, necesito algunos apuntes.

—¿Y me imagino que los libros están en Braille?

Amina enrojeció, molesta por el comentario cargado de ironía que su primo acababa de hacerle.

—¿Desde cuándo debo pedirte permiso para ir adónde me plazca?

Se detuvo. Ignacio no tuvo otra opción que detenerse con ella. Se le había ido la mano.

—Solo me preocupo por ti.

—Sé que te preocupas por mí, pero eso no te da derecho a asfixiarme y mucho menos a ser grosero conmigo. ¿Crees que me pondría en riesgo por gusto?

—Ya lo hiciste una vez, ¿no lo recuerdas?

—No, lo recuerdo muy bien, así como tú no debes olvidar que nacimos para esto. ¡Por favor, Iñaki! ¿Acaso crees que viviremos más allá de los treinta?

—Yo espero vivir mucho más.

—¡Somos guerreros! Una flecha, un descuido, cualquier cosa puede matarnos.

—Mas eso no te da derecho a buscar la muerte.

—Tienes una imagen muy romántica de lo que es morir. A pesar de todo el entrenamiento que has recibido  no tienes una idea de lo que se siente morir.

—Entonces, si fue tan espantoso, ¿por qué sigues intentándolo?

—No he dicho que sea espantoso. No le temo a la muerte y estoy dispuesta a afrontarla cuando me toque, como sé que ustedes lo harán. Para eso nos han entrenado; desde niños nos prepararon para el momento en que la Fraternitatem Solem volviera a reunirse, sabíamos que enfrentaríamos grandes peligros. Entonces, ¿cómo puedes luchar a mi lado sabiendo que esa podría ser mi última batalla, que quizá no regrese a casa con vida?

Ignacio no respondió.

Aquel tiempo que estaba empleando en discutir con Ignacio se lo estaba robando a Aidan, por lo que debía detenerse. Le tendió la mano izquierda a Ignacio y este retiró la férula de su mano, adicionalmente le ayudó a desplegar el bastón y se lo dio.

—Siento mucho ser tan cruel —contestó dando la media vuelta.

—¡Amina! —le llamó, haciendo que girara levemente su cabeza hasta concordar con la de él—. No eres cruel, ¡tienes razón! Pero mi misión es dar mi vida por la tuya, si mueres antes que yo, habré fracasado... Y aunque me consideres un fastidioso, nunca olvides que yo siempre confió en que siempre haces lo correcto.

No dijo nada más. Maia escuchó sus pasos al perderse en el pasillo, mientras ella se echaba a correr hacia el salón de música.

Ni Ibrahim, ni Saskia estaban en el patio. Ignacio tomó su bandeja para sentarse lo más alejado que pudo de las personas. Tenía la impresión de que Amina se estaba viendo con Aidan, su corazón y todos sus sentidos se lo gritaban, pero también reconocía que, si él estuviera en su posición, ella no escatimaría esfuerzos por hacerle feliz, así que debía buscarle una solución a aquel conflicto de otra manera. No podía enfrentarse a ella, mas podía hacerle frente al Primogénito de Ardere.

Pronto su mesa se llenó de invitados no deseados. Dominick e Itzel se sentaron frente a él. Su actitud lo único que hizo fue confirmar sus sospechas: Amina y Aidan estaban juntos.

Apretó sus manos y su mentón cuando Dominick le saludó, no porque le molestara su presencia, sino porque se sentía engañado. El mensaje que Amina le estaba enviando con sus acciones era muy claro: no confiaba en él. Intentó justificarla, pensando que la joven, probablemente, se estaba viendo obligada a mentirle debido a que le consideraba una persona necia. En conclusión, su prima no entendía que aquel chico solo le traería más problemas de los que ya tenía.

—¿Cómo te has ido adaptando al colegio?—le preguntó Dominick.

—¿En serio quieres saberlo? —le cuestionó, molesto.

Debía controlarse, su rabia no estaba enfocada en ellos, sino en su propia persona.

—Lo siento —contestó Dominick levantando las manos, gesto que Itzel interpretó como el inicio de una pelea.

El plan de Aidan no estaba saliendo nada bien.

—Vamos chicos, somos del mismo equipo. No tenemos por qué pelear.

—La verdad que no entiendo sus vínculos, ni siquiera entiendo qué es lo que mueve a mi hermano para que les tenga tanto aprecio. Pero no seré yo quien siembre discordias en la Fraternitatem.

—¿No te parece que no es la mejor forma de decirlo? —Los bíceps de Dominick se marcaron aún más.

—¡Ignacio! —intervino Itzel, al ver la ira centellear en los oscuros ojos del joven—. ¿Es posible que exista un Donum que te haga viajar en el tiempo?

Aquella pregunta hizo que apartara la mirada de Dominick. Ambos se habían observado retadoramente desde que comenzaron a discutir. Dominick también reaccionó.¿Cómo era posible que Itzel le hiciera esa pregunta luego de que a él le hizo jurar que no lo comentaría con nadie?

—¿Perdón? —balbuceó.

—Me gustaría saber si existe la posibilidad de que las personas de alguno de los Clanes o un Primogénito pudiera viajar en el tiempo.

—Es algo improbable. Ni siquiera es posible que pueda existir un Donum como el que mencionas.

Itzel bajó el rostro ante su respuesta. ¿Estaba tan loca como para creer que viajaba en el tiempo, que aquello no era un simple sueño?

—Te lo dije —sonrió Dominick volviendo a su plato.

—Sin embargo, existe una leyenda sobre una piedra que cayó bajo el poder de los Harusdra. —Ambos Primogénitos levantaron su mirada—. Hace muchos siglos. Al parecer la Fraternitatem tuvo un enfrentamiento de años con los non deserabilias; solo unos pocos regresaron a sus Aldeas. Se dice que esta piedra tenía el poder de detener el tiempo.

—Y, actualmente, ¿dónde está esa piedra? —preguntó Dominick.

—Nadie lo sabe. Al parecer la misma pasó de Ignis a Lumen, y finalmente cayó en manos de Ardere. Pero luego de la muerte de Ackley, en mi Clan jamás se volvió a hablar de ella. Así que lo consideramos un mito.

—Eso no explica si alguien puede tener tal Donum —insistió Itzel.

—Lo explicaría si das con el origen de todo.

—¿El origen? —le cuestioné la chica.

—Esa piedra tuvo que pertenecer a un Clan, de algún lado tuvo que salir. Si es que realmente existió.

—Entonces, ¿el que tenga la piedra puede tener el don? —le interrogó Dominick con algo de curiosidad.

—El que tenga la piedra solamente podrá detener el tiempo. Ahora, siempre he creído que el Clan que dio origen a piedra debe tener el Donum, es decir el poder de detener el tiempo sin necesidad de utilizar ningún objeto.

—¿Y cómo podemos saber quién creó la piedra? —indagó Itzel, asombrada de todo el conocimiento que Ignacio tenía.

—Busquen en la crónicas de sus Clanes. También pueden averiguar el nombre del Clan al que pertenecía el Imperator o Imperatrix que robó la piedra. Les recomiendo que primero encuentren la época en que la guerra ocurrió, así se les hará más fácil.

—¿No piensas ayudarme? —le dijo Itzel, con gesto de ruego, hecho que sorprendió a Dominick.

Ignacio sonrió de mala gana.

—Está bien, te ayudaré.

Y esa respuesta lo sorprendió aún más.

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