La Tragedia de Astrum y Aurum
En cuanto salieron de la Coetum, Sabrina y José llevaron a Ibrahim a un oftalmólogo de emergencia. Por consejo de su Prima asistieron al hospital que era administraba Ignis Fatuus. Lejos de considerarlo enemigo sentían un verdadero agradecimiento por Gonzalo, pues se había abocado a ayudar a su unigénito.
Prontamente, se enteraron de que no podían hacer nada más, salvo esperar a que las córneas de Ibrahim volvieran a la normalidad, entretanto debía descansar, lo que indicaba que por esa semana tenía que guardar reposo absoluto, así que le obligaron a permanecer en casa.
Aidan le llamó en cuanto pudo estar fuera de su casa. Se dirigía al hogar de los Santamaría dispuesto a persuadir a Maia para que desistiera de enfrentar a su Prima.
Ibrahim contestó el teléfono luego de que su mamá le envolviera en el cubrecamas. Para él la oscuridad se estaba convirtiendo en una pesadilla, por suerte ya no tenían el ardoroso picor que padeció al momento de ser herido.
—Dice que en menos de una semana estaré bien.
—Terminaré por creer que eres inmortal o tienes siete vidas como los gatos.
—No es gracioso Sael.
—Todavía no puedo asimilar lo que pasó.
—Imagínate cómo estoy yo. En un solo día fui atacado, pase de medio cegato a ciego completo y para rematar tuve que enfrentarme a los Primas luego de una severa reprimenda de Ignacio.
—¡Sí! Creo que Dominick se molestó un poco conmigo por detenerlo. La verdad es que pensé que las amargas palabras de Ignacio te harían reaccionar.
—Era eso o ponerme a llorar como una Magdalena, quedando más humillado de lo que estaba.
—¿En verdad la cosa no estuvo tan bien en la Coetum?
—Sinceramente, pienso que los problemas entre el Prima de Ignis Fatuus y Gonzalo son como un río desbordado, algo muy difícil de contener.
—Amina tendrá la cordura suficiente como para no caer en provocaciones.
—Espero que tengas razón, porque si no te escucha a ti no escuchará a nadie.
—Mañana después del colegio pasaré por tu casa. Te dejo pues estoy al frente de la casa de Amina.
Aidan se quitó la capucha de su chaqueta, observando la muralla que separaba la calle de la casa de Maia, desapareciendo ante la vista de los pocos transeúntes que aún transitaban la calle.
Atravesó la pared. Se dirigió al puesto de costumbre, en donde solía guardar la bicicleta, en el justo momento en que Leticia e Ignacio se dirigían a la puerta de salida. Aidan corroboró el inmenso cariño que existía entre ambos. Se volvió a subir la capucha avanzando hasta la habitación de Maia.
En el camino se encontró con Israel quien subía las escaleras con un platito que contenía cuatro profiteroles. Continuó su recorrido. La habitación de Amina estaba iluminada por la luz de la bombilla, pero la joven no se encontraba allí. Tampoco había ruido en la casa, ni murmullo de voces que le señalaran que estaba en otra habitación. Cabía la probabilidad de que no estuviera ahí, sin embargo la presencia de Ignacio le indicaba lo contrario.
Iba a marcharse cuando a través de la ventana observó a Gonzalo y a su novia meciéndose en la hamaca. Volvió a hacer uso de su don de Neutrinidad llegando al patio, donde se fue materializando, después de vigilar que no le pillarían in fraganti. Mas no pudo evitar asustar a Gonzalo, quien llevándose la mano derecha al pecho no tardó en hacer aparecer su arco. Su movimiento hizo que Maia reaccionara.
—¿Qué ocurre?
—¡Hey! ¡Solo soy yo, Gonzalo! —le confesó Aidan, tendiendo las manos hacia adelante en señal de negativa.
—Lo siento. —Su arco desapareció—. Han sido muchas emociones por hoy... Bien, los dejo. No tarden mucho, mi tía es capaz de venir a buscarla y ahí sí que se va a prender.
—¡Entendido! —le respondió Aidan, haciéndole un saludo militar.
—De todas maneras me daré a la tarea de distraerla, nunca se sabe lo que esa señora pueda inventar. —Le dio un besó en la frente a Amina.
Aidan se sentó con ella.
—¿Cómo sigue Ibrahim?
—Recuperará la visión, pero debe esperar. Estará una semana de reposo.
—Me imagino que se debe sentir muy mal por no poder ver.
—Sí, pero es valiente. Te tiene a ti como ejemplo así que no lo verás quejarse por eso. —Le tomó la mano—. Y tú, ¿cómo estás?
—¡Bien! Mis primos han guindado esta hamaca y me han obligado a escuchar otra de las historias de Ackley.
—¿Y qué tal?
—Pues ya anda con Evengeline, y dice que la quiere mucho. —Aidan bajó su rostro sonriendo. Él sabía mejor que nadie que ambos eran personas muy distintas—. Lo cual es extraño, considerando que apenas tienen dos días juntos.
—No entiendo. —Le vio, jugando con sus dedos.
—Pues resulta que el día del Solsticio hubo un eclipse, entonces...
—Entonces, se besaron —le interrumpió—. ¿No crees que es una forma muy extraña de amar a una persona?
—Quizás, pero si te pones a pensar, esa era la única forma de que ambos pudieran estar juntos. Ackley no iba a atreverse a dejar Ignis Fatuus por Evengeline.
-Ni Evengeline iba a dejar Ardere por Ackley —completó, pasando su brazo por su hombro, mientras la joven se recostaba en su pecho—. Lo sé. Ellos son polos opuestos.
—Pero sin ellos, tú y yo no hubiéramos podido estar aquí.
—¡Y no sabes lo agradecido que estoy por eso! —se acomodó para tomarle del rostro—. Estoy tan agradecido por conocerte. No pienso perderte.
—No lo harás —confesó intentando sacar su rostro sutilmente de las manos de Aidan.
Había intuido cuáles eran las intenciones del joven.
—Hoy fue un día muy difícil para todos y no quiero importunarte más de lo que me imagino ya estás, pero necesito que por favor me asegures que pase lo que pase no te expondrás.
—¡Aodh! —le llamó cariñosamente.
—Escúchame, por favor —murmuró—. Puedo soportar cualquier cosa, inclusive que acaben con mi Clan, pero no soportaría, no podría vivir con la idea de que tu Prima te está torturando.
—No lo harán. Arrieta estaría loco si intenta arremeter contra nosotros, así que no tienes nada de qué preocuparte.
—Por favor, prométeme que no se expondrán.
—Haremos lo imposible, Aodh —confesó tomando sus manos para besarlas—. Pero debes entender que esta lucha es algo que debemos enfrentar los tres, queramos o no, le demos largas o no. Actualmente, Arrieta solo está amenazando, no me puedes pedir que le deje actuar, eso significaría dejar que se apodere de la Fraternitatem y peor aún, de mi vida.
—Yo no lo dejaré.
—Ni tú, ni nadie tendrá el poder para detenerlo. No le conoces, no sabes lo peligroso que puede ser. Pero por atención a ti mantendré el perfil bajo hasta que deba actuar.
—Me conformo con eso —recostó su frente de la de ella, cerrando sus ojos.
—¿Aodh?
—¡Umm!
—Eres consciente de que si quieres que cumpla la condición de la Fraternitatem no puedo estar cerca de ti.
Aidan la soltó horrorizado. Había ido a pedirle que no enfrentara a su Primado y él le estaba haciendo violar la regla de oro: los Primogénitos no deben estar juntos. Pero él no la quería lejos de sí, sino a salvo del Prima, así que la hora del sacrificio que le había pedido Ignacio estaba más cerca de lo que había imaginado.
—Aodh...
—¡Umm! —Besó sus mejillas con los ojos cerrados.
—Pase lo que pase, nunca olvides que te quiero.
La familia Perdomo tuvo una noche extrañamente tranquila. Loren había conseguido que Gabriel se acostara temprano y Tobías estaba tan concentrado en la computadora que ni se enteró cuando su madre y las dos Primogénitas llegaron. No había rostros alegres.
—¿Qué pasó? —les preguntó—. El teléfono no ha cesado de repicar preguntando por un fulano ataque a la Asamblea.
—Sí, hija. La Coetum fue atacada. —Loren se llevó las manos a los labios—. La Fraternitatem está angustiada pues sus mecanismos de defensa no están funcionando.
—¿Fue muy grave?
—Cinco vidas se perdieron —contestó Itzel, tirándose en la silla de la mesa del comedor—. Estoy agotada, y tengo ganas de llorar. Especialmente por el castigo.
—Sí, pero era algo que se veía venir, Itzel. No es costumbre para la Fraternitatem que sus Primogénitos estén tan unidos como lo están ustedes.
—Aun así es injusto.
—¿Cómo vio a Gonzalo y a Ibrahim en el juicio?
—Gonzalo es un chico muy inteligente, un líder. Todos tuvimos la impresión de que el motivo por el cual el Primogénito de Sidus resistió al interrogatorio y no cometió la imprudencia de hablar más de lo ordinario fue porque el Custos de Ignis Fatuus le estaba orientando.
—Sí. Los guardianes de Ignis Fatuus son algo fuertes para esas cosas. ¡Si hubiera visto cómo le habló Ignacio a Ibrahim después del ataque! Aún así me pareció injusto que les castigaran, y a nosotros con ellos.
—Lo hicieron porque ustedes son jóvenes, pueden ceder fácilmente a las provocaciones y no conocen las reglas, asunto que no ocurre con los miembros de Ignis Fatuus.
—Quiere decir que todos ustedes estaban esperando que Ibrahim metiera la pata— se quejó Itzel.
—En verdad estaba cruzando los dedos por él, bueno por ellos —reconoció ante las miradas de las tres chicas—. Si Ibrahim cometía una imprudencia, la Coetum se iba a ir contra él, en especial porque no defendió a los Primas que se encontraban trabajando en la sede.
—¡Pero ellos no tienen la culpa! —intervino Saskia.
—Lo sé, sin embargo es más fácil culpar de nuestras irresponsabilidades a otros, e Ibrahim era la víctima perfecta.
—Entonces, me alegro por Gonzalo.
—¡Ese joven es admirable! Incluso hizo dudar a nuestro secretario. Jamás había visto a un Aurum sucumbir ante las exigencias de un procesado. Pero lo que más nos llamó la atención fue que, al parecer, el chico lo que buscaba era enfrentarse a su Prima.
—Mamá, el Prima de Ignis y ellos no se llevan muy bien. —Susana la miró con curiosidad—. Es un rollo extraño. Maia dice que ellos están usurpando todos sus funciones y la han degradado a un simple soldado, que no le importa pero que no puede seguir un Primado que, conociendo las normas, no las cumple.
—Ustedes deberán ganarse su puesto dentro de la Coetum, y no es armando berrinches como lo harán.
—Pero la obediencia no nos va a restaurar en nuestras funciones —le interrumpió Itzel.
—Deben ser obedientes pero no con las medidas corruptas que la Coetum tome sino con lo que la verdadera Fraternitatem establece, y una de esas leyes es que ustedes se sienten en el trono que le corresponde a sus Clanes, presidiendo las asambleas.
Las jóvenes bajaron el rostro pensativamente. Susana tenía razón, no se podía ser toda sumisión, pero rebelarse tampoco era una opción. Loren recordó la cena, así que se apresuró a servir, pues comprendía que los acontecimientos de esa tarde no iban a ser sencillos de asimilar para nadie, cuando una llamada telefónica de la Coetum entró en el celular de Susana.
—¡Buenas noches! —esperó—. Sí, soy yo, con quién tengo el gusto.
Y luego fue un simple silencio. Saskia ayudó a Loren a servir los panes tostados entretando Itzel llenaba los vasos de hielo, observando a su mamá. Susana colgó, su rostro no denotaba ninguna alegría.
—Acaba de llamarme Sara Monzón, Saskia. —La joven le miró palideciendo—. El Prima de Astrum ha decidido tu destino, pequeña.
—¿Debo volver con mi mamá? —preguntó con lágrimas en los ojos.
—No, no chiquita —le dijo acercándose a ella para acariciar su cabello—. Tu Prima ha decidido que te quedes en una de sus sedes, lejos de tu madre, por ahora, dándole cumplimiento al decreto de la Coetum.
—¿Tendrá que irse hoy? —preguntó Itzel, abrazándose con su amiga.
—No. Le han dado esta noche para que se despida de nosotros. Mañana tendrá que marchar con Astrum.
Por más que lo intentó, Dominick no llegó temprano a casa, así como tampoco consiguió que su Prima le dejara retirado de su residencia. El auto negro se estacionó frente a su hogar, él descendió de malhumor y todo empeoró cuando vio a Octavio dejar correr la cortina.
Le había visto. Se rascó la cabeza en señal de fastidio y caminó a enfrentar a su padre, intentando controlarse por el bien de su abuelita.
Entró a la casa. La mayoría de las bombillas estaban apagadas, solo estaba encendida una, la de la cocina. Pudo apreciar a Marcela sentada frente a su padre y supo de inmediato que una tormenta se desataría en su hogar.
—¿Quiénes son esos sujetos? —le atacó.
—No es lo que piensas.
—¿Ah no? ¿Crees que creeré lo que me dirás?
—Entonces, ¿para qué me preguntas?
—¡Te dije que no aceptaré drogadictos en mi casa! —gritó golpeando la mesa, y levantándose.
—¡Yo no estoy consumiendo drogas!
—¡Maldito muchacho! —Lo tomó por el brazo.
Era difícil para Dominick zafarse de su padre, no solo le superaba en masa muscular, sino que pasara lo que pasara, no se iba a atrever a levantar la mano, por respeto a la memoria de su madre y a su abuela. Mas eso no evitó que Octavio tomara el morral reventando el asa; zarandeó al joven, arrojándolo al suelo.
Dominick se resbaló, dando contra la puerta. Se puso de pie, rápidamente, no pensaba quedarse en el suelo, no le daría ese gusto a su padre.
Su actitud solo encolerizó más a Octavio que nuevamente fue a arremeter contra él. Le tomó esta vez por el cuello, quería asfixiarlo, entretanto Dominick buscaba zafarse de las manos de su padre.
La impotencia le llevó a apretar sus puños, con tanta fuerza que su Donum se manifestó. Los bombillos de la sala, del patio, del porche, absolutamente todos, comenzaron a parpadear muy lento, para luego hacerlo con una velocidad vertiginosa. Fue cuestión de segundos para que, con sincronización, estallaran. A las bombillas les siguieron los aparatos eléctricos.
Tal manifestación paranormal hizo que Octavio soltara a Dominick, además del trozo de vidrio que le cortó la cara.
Al verse libre de las manos de su padre, Domincik se agachó, cubriéndose de los vidrios y de las centellas que salían de los tomacorrientes. Tenía que llegar hasta donde estaba su abuela, debía protegerla.
Los gritos de Marcela le orientaron dentro del caos. Ella estaba realmente asustada, pero él lo estaba mucho más porque su poder se había salido de control y era tan fuerte que parecía tener personalidad propia.
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