Difícil Decisión

Una vez más Amina salió volando por el aire. Gonzalo tenía rostro de derrota. No seguiría sometiendo a su prima a ese tipo de tortura.

Por lo visto, Amina no podía controlar sus poderes sin tocarlos.

—Lo intentaremos otra vez —le dijo, pero sus palabras arrastradas no tenían una influencia positiva en el joven.

Se puso de pie. Sus ojos brillaron llenos de fuego. Su rostro lucía demacrado, sudoroso. Los mechones de cabellos yacían pegados a su piel, incluso su blusón mostraba marcas del sudor corporal.

Ambos hermanos sabían que estaba agotada, que el esfuerzo que estaban haciendo serían en vano. Lo más irónico de todo era que ellos estaban tan aseados como había llegado.

Amina colocó suavemente las palmas de sus manos hacia adelante, dirigidas hacia los sellos de sus primos. Ignacio movió la pierna izquierda para extender su campo de protección, su prima había sido considerada, pero estaba cansada, lo suficiente como para no controlar su poder, así que no podían arriesgarse. El campo se extendió, y Gonzalo disparó por enésima vez una flecha a los pies del campo. El fuego y el magma se unieron formando una cúpula visible de protección.

—¡Magma! —gritó Amina.

En sus manos se hicieron dos pequeños vórtices que como remolinos de viento fueron saliendo de sus manos.

—¿No es lindo? —exclamó Gonzalo.

—¡Concéntrate! Si intensifica los vórtices nos matará, y eso no será lindo —le reclamó Ignacio.

—A veces pienso que te amamantaron con leche de toronja.

—¿Por qué siempre tienes que decir estupideces?

Repentinamente, el vórtice desapareció. Los chicos solo sintieron un golpe contra la estructura que los hizo tambalear. La energía que Maia había expulsado se volvió hacia ella, golpeándola tan fuertemente que esta vez todo su humanidad fue a estrellarse contra la pared, con un mayor impacto.

—¿Nos quieres matar? —le reclamó Ignacio, sin darse cuenta de que estaba muy malherida.

Gonzalo, más clemente y cuidadoso, salió corriendo hacía ella. Amina emitía quejidos muy bajos. Ignacio recuperó su postura, se acomodó la camisa y se dirigió al grupo. Gonzalo estaba quitándole algunos mechones de cabello de la frente, mientras ella se quejaba silenciosamente.

—Será mejor que lo dejemos aquí —comentó resuelto.

—¡No! —murmuró Amina—. Aún no.

—No te forzaré más, Amina. No seré capaz de perdonarme si sales malherida por culpa de mis inventos suicidas.

—Me alegra que reconozcas que siempre tienes malas ideas, hermano. —Gonzalo le miró de mala gana—. Pero esta vez apoyo a nuestra primita. No es momento para detenernos.

—¿Quieres matarla? —le reclamó.

—No es una muñeca de porcelana, así que estará bien. Solo debe dejar de pensar estupideces.

—Por lo visto esa es tu palabra del día.

—Piensa lo que te dé la gana, pero Amina sabe bien que mientras esté procurando nuestra integridad solo estará perdiendo el tiempo.

—¿Cómo dices? —preguntó Gonzalo ayudando a su prima a incorporarse.

—Nos está atacando, no quitando nuestro poderes. Es lógico que su ataque falle, debido a que no quiere hacernos daño. Hasta que no dejes tus sentimentalismos a un lado no podrás romper la frágil barrera entre herirnos y arrebatarnos los Munera.

—¿Quieres decir que no usaremos el campo de protección?

—¿Estás loco? ¡No pienso exponerme de esa manera! Lo único que estoy diciendo es que debe pensar cómo si esto fuera una batalla. Desear nuestros Munera, porque su vida está en peligro.

Lo volvieron a intentar, teniendo el mismo resultado. Gonzalo se irguió, saliendo otra vez al encuentro de su prima cuando Ignacio lo detuvo, sujetándolo por el brazo.

—No.

—¿No ves que nos necesita? —le reclamó, observando como lentamente, Amina se ponía de pie.

—¡Vamos Amina! ¡Haz las cosas bien! —le gritó sin dejar de sostener el brazo de su hermano—. ¡Déjate de infantilismos baratos y termina de arrebatarnos el Donum o te juro por el cerezo de Gonzalo que traeré a Aidan y lo moleré a palos!

El tono de voz que Ignacio empleó no fue del agrado de Maia. Él no estaba jugando, por el contrario, cumpliría con su palabra.

Apenas se puso de pie, las palmas de sus manos se iluminaron, el vórtice había cambiado de color. Los chicos no pudieron reaccionar cuando su prima gritó «Magma». El campo de protección de Ignacio se hizo presente pero Gonzalo no pudo invocar su flecha.

Maia sintió el calor del fuego cruzar la palma izquierda y rozar su pierna, entretanto sus primos la veían. Ignacio desvaneció su campo, ya no era necesario.

—¿Qué? ¿Qué? —tartamudeó Gonzalo.

—¿Buscas esto? —le preguntó levantando el arco que pertenecía a su primo.

Ignacio sonrió. Su plan había dado frutos, Amina había absorbido uno de los dones.

—Ahora, ¿podemos intentarlo con los dos? —les preguntó.

—¿Qué se siente ser un pelele? —le preguntó Ignacio a Gonzalo, poniendo una mano en su hombro.

—Dímelo tú. Creo que lo sabes muy bien —le comentó risueño.

Cuando Andrés y Elizabeth llegaron a casa, Aidan e Ibrahim ya habían colocado las luces en los bordes del techo y entre las guirnaldas. Su madre estaba emocionada por la organización que habían tenido, en especial porque años atrás habían tenido que comprar instalaciones adicionales, Aidan siempre destruía un par de ellas.

Dentro del hogar se escuchaba la risa de las chicas, las cuales recogían parte de la decoración tradicional para sacar la propia del tiempo.

—Veo que han avanzado bastante —les confesó Andrés admirando el trabajo.

—Aún falta sacar el árbol, y lógicamente armarlo —respondió Aidan.

—Lo haremos después de almorzar —le aseguró Ibrahim.

—¿Qué compraron? —preguntó el rubio.

—Pollo y carne asada. ¿Cómo estás, Ibrahim?

—Un tanto ilusionado.

—¡Quedará igual de bien que el año pasado! —exclamó Andrés dándole una palmada a su hijo en el hombro para continuar con su camino.

—Nada será igual al año pasado —contestó Aidan un tanto melancólico, mientras su padre terminaba de entrar en la casa—. ¿Te quedarás a comer con nosotros?

—No. A duras penas mis padres me dejaron venir. Ya sabes que después de la muerte de Rafael se han vuelto más paranoicos que de costumbre, hasta me han pedido que me aleje de Ignis Fatuus.

—¡Cómo si fueran una plaga!

—Algo así. —Hizo un mohín—. Cuando las personas quieren creer una mentira, simplemente lo hacen y ya. Creo que es un tanto injusto con ellos el trato que se le da.

—¿Crees que eso les importe?

—No lo sé, Aidan. Son unas personas muy raras. Por ejemplo, Ignacio. Te juro que pensé que iba a odiar a ese chamo.

—¿No me digas que te enamoraste de él?

—¡Nop! ¡Para nada! Pero a pesar de su humor negro, no me cae del todo mal. No creo que sea una mala persona como lo aseguró Dominick.

—Sabes que Dominick tiene sus motivos para quejarse de él.

—Sí, y son los mismos que los tuyos.

—Sí, casi. ¡En fin! Es una lástima que no puedas quedarte.

—Y la insistencia viene, ¿por...?

—Mi hermana tendrá una noche de chicas. Y no sé por qué me parece que mis padres están muy interesados en que me relacione con Natalia.

—Bueno, vino a dormir con tu hermana, no contigo.

—Lo sé, pero eso no quita que muestre un poco de recelo. Sabes que no me gusta que me estén persiguiendo.

—¿Podrías hacer lo mismo que hiciste con Irina? —Aidan le miró extrañado—. Le das un beso y ¡ya!

—No besé a Irina para quitarmela de encima, la besé por curiosidad.

—Eso no sonó nada romántico.

—La verdad no lo fue. Estaba tan molesto y lastimado que hasta me dio repugnancia luego de hacerlo. Lo lamenté más por mí que por ella. Lo único bueno de aquella experiencia es que más nunca nos volvió a molestar.

—Y ahora tienes a Natalia. ¡Debes sentirte muy contento!

—¡Pssss! —Sonrió—. Solo estaré contento cuando pueda andar libremente con Amina sin andar escondiéndome por allí.

—Por cierto, ¿sabes algo de Gonzalo?

—No. Es extraño pero desde que salimos del colegio no he hablado con Amina, así que ni siquiera sé si ya regresó de Valencia o qué.

—¡Vamos por el árbol! Levantemos todo el polvo posible, para luego comer pollo.

—Quiero carne, aunque no perdonaré el pollo —le aseguró Aidan, mientras subían las escaleras—. Después de comer deberíamos ir a laplaya.

—Lleva el ipod —le pidió Ibrahim.

Nunca en su vida había corrido tanto.

Saskia sentía que más que el corazón tenía el alma rota. Desorientada, lastimada, corrió sin rumbo. No supo cómo llegó a la casa de Itzel, ni siquiera sabía que era la casa de Itzel. Esta venía saliendo con Tobías, quien le estaba contando sobre el último atentado que le habían hecho a la maestra.

—¡Saskia! —le llamó.

La voz de su amiga fue el detonante para la chica, la cual no pudo detener más las lágrimas. Derrumbándose por completo, cayó en la acera, entretanto Itzel le ordenaba a Tobías que fuera por su mamá.

—¿Qué pasó?

—¡Ay, Itzel! ¡Mi mamá no me quiere! ¡No me quiere! —Se aferró a sus brazos—. Soy una decepción para ella. Nunca debí haber nacido.

—No, no, amiga. No digas tales palabras. Nada sería igual sin ti. Lo sabes, verdad. Eres muy valiosa para cada uno de nosotros.

—¡No es cierto! Quizá para ti sí, pero no para todos. Lo mismo da si estoy o no con ustedes.

—Hablas así porque estás lastimada, pero no es verdad. —Intentaba consolarla, hasta que vio a su madre correr por la gravilla a su encuentro—. ¡Mamá! ¡Mamá!

—¿Qué ocurrió, Itzel?

—¡Vamos adentro!

—¡Sí, sí! —le aseguró, levantando a la chica con ayuda de su hija.

Tobías le ayudó con el pesado bolso.

Loren tuvo a bien servirle un poco de chicha espesa para que se calmara un poco. Los sollozos de Saskia no se hicieron esperar, la joven terminó de desplomarse, acurrucándose entre el mueble y los brazos de su amiga.

—Creo que tuvo una pelea con su mamá.

—Eso es grave, hija.

—Lo sé mamá. Pero, ¿no sería mejor escucharla antes de comunicarnos con ella?

—¡Claro! ¡Claro que la escucharemos!

Saskia bebió obligada la chicha que Loren le ofreció. El frío y espeso líquido comenzó a clamar su afligido corazón, lo suficiente como para intentar explicarle lo que había ocurrido con Soledad. Ninguna se imaginó que el asunto hubiera llegado a tanto.

Susana sabía que la situación de Saskia era un verdadero problema, pues más allá de las leyes civiles estaban las de la Hermandad, y su huída podía causar que Lumen y Astrum entrarán en conflicto, pero tampoco iba a devolverla a su casa.

—Debes comunicarle a la Fraternitatem Solem que estarás en nuestra casa, mientras se investiga el trato que Soledad te ha dado —le aconsejó.

—¿Y por qué no va directamente con su Prima?

—Los Prima suelen ser muy parciales en ciertos asuntos, como en este. Lo mejor para Saskia es que no salga del seno de Astrum, y el seno de Astrum es su madre, así que deberá retornar nuevamente a su casa.

—¡Pero no quiero regresar!

—Lo sé pequeña, pero nosotros no hacemos las reglas. La Fraternitatem Solem te dará unos días fuera del hogar y sancionarán a Soledad, eso por lo menos evitará que te vuelva a humillar como lo hizo.

—¿Y si llama a las autoridades y nos acusa de haberla secuestrado? —sugirió Loren, ante la mala cara de Itzel y de su madre.

—No creo que se atreva a tanto, en especial porque la Fraternitatem Solem se rigen por reglas que debemos cumplir antes que las civiles —le tranquilizó.

—¿Ves, Saskia? Son buena noticias.

—Pero debemos movernos ahora —le dijo Susana—. Me cambiaré de ropa e iremos a la sede de la Fraternitatem, antes de que Soledad lo haga.

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