Asuntos Imposibles de Conseguir
Los chicos habían acordado a mediados de noviembre que, luego del Festival de Navidad, pasarían una noche en la playa.
Más que un evento propio de los miembros de la Fraternitatem era una salida en donde la mayoría de los estudiantes de quinto año se habían anotado. El sábado a las nueve de la mañana invadieron una de las Playas de Costa Azul, los Primogénitos decidieron permanecer cercanos los unos a los otros por si alguna vicisitud se presentaba.
Dominick había asistido con Zulimar, esa fue la única condición que le impuso su Prima para que pasara la noche en la playa. Ibrahim, Saskia e Itzel asisitieron solos.
A muchos les pareció extraño que Soledad no puso reparos en dejar salir a su hija. En cuanto a Ibrahim, la confianza que Ignacio despertó en Sabrina fue la carta que el Primogénito de Sidus se jugó para que le dejaran ir. ¡Claro! Para ello tuvo que ocultarle a su madre que Iñaki había intentado asfixiarlo. Mientras que Itzel no tuvo inconvenientes en obtener su permiso.
Aidan obtuvo el permiso pero debía ir acompañado de Natalia, Dafne y el estudiante nuevo, Luis Enrique, que extrañamente se había hecho muy amigo de su hermana. Finalmente, Maia asistió con sus guardianes.
Pasaron la primera hora armando las carpas donde dormirían, unas cerca de las otras. Para comodidad de las chicas, Itzel, Maia y Saskia compartirían su carpa, entretanto a Ibrahim dormiría con Gonzalo e Ignacio.
Estos últimos se habían traído un cajón de música y la guitarra de Israel, que Gonzalo tocaba a la perfección, para amenizar un poco la noche, pues habían planeado hacer una fogata, más que por echar cuentos alrededor de ella era para asar el pescado.
Aidan también se había llevado su guitarra y la tabla de surf. Sabiendo de antemano que Natalia no se apartaría de él programó hacerse con algunas olas para estar lo más lejano posible de la multitud, aun cuando eso significaba no estar con Maia.
Terminó de encerar su tabla, observándola a través de sus rubios mechones: Amina estaba acompañada por Gonzalo, este llevaba unos llamativos bermudas de palmeras en tonos amarillos, naranjas y negros, ella traía puesto un blusón gris claro que caía dejando desnudo uno de sus hombros. Su cabello iba recogido en una cola, tan alto que las suaves ondas caían grácilmente en su espalda.
Viendo más allá de lo que el sol le permitía, notó que la chica, en el dedo índice, llevaba un anillo de tres ramas entrelazadas dorada, blanca y rosada.
La sencillez de Maia contrastaba con la de Natalia y su sexy traje de baño azul rey.
—¡Bien! —Se apareció Ignacio con un spray—. Es hora de empatucarte de bloqueador —le dijo a su prima.
—Me encuentro bien así.
—Llama a mi tía entonces.
—¡Ven! —Gonzalo le quitó el spray a su hermano—. Te echaré en las piernas, en los brazos y la cara, y cuando te decidas a quitarte ese trapo te ayudaré a que estés cubierta de bloqueador, así Iñaki no abusará de ti.
Ignacio levantó la mano propinándole un certero golpe a su hermano en la nuca. Gonzalo agachó la cabeza, sobándose.
En la lejanía, Aidan sonreía, tomó su tabla y se echó al mar.
Cuando el voleibol, el sol, el surf, los paseos en la orilla, las ostras y el almuerzo de pescado frito, ensalada y tostones quedaron atrás los chicos se sentaron a conversar aprovechando una tregua que les dio el sol de las dos y media. Gonzalo se hizo con unas bolsas de papas fritas, cuando Natalia propuso un extraño juego.
—Vamos a jugar el Rey pregunta.
—¿Estará bien de la cabeza? —le murmuró Ignacio a Gonzalo.
—Como somos doce personas, tomaré la figura de los corazones. Quien obtenga el Rey tendrá derecho a una pregunta que se la hará a la persona que la suerte escoja. La carta sobrante nos dirá quién debe responder.
—¿Y cómo lo hará? ¿Te susurrará el nombre? —se burló Gonzalo.
—La carta que esté por debajo del valor que quede será el elegido —explicó Luis Enrique—. Si es un As entonces le tocará a la Reina.
Los primos de Maia se vieron con malicia. Como aquel juego era una vil patraña, no se opusieron a perder medio tiempo averiguando asuntos de los demás que no le concernían, pero salirse del grupo resultaría un tanto grosero, en especial cuando todos estaban dispuestos a participar.
En la primera ronda Itzel tuvo que hacerle una pregunta a Dafne, la chica fue muy incisiva al querer conocer los motivos por el cual siempre estaba discutiendo con su hermano.
—Eso le ayuda a entrar en razón.
Su respuesta hizo que Dominick soltara una risilla, pero no en relación a lo que Aidan tenía que padecer, sino a la estúpida respuesta que la joven dio.
El juego, aunque al principio no gustó mucho, fue llamando la atención de los jóvenes. Fue así como se enteraron de que Natalia tenía un tutor, que Luis Enrique vivía con ella, aunque ingresó después al colegio, que el verdadero motivo de Dafne no era hacer entrar en razón a Aidan, sino que le tenía celos, que Ibrahim temía ser rechazado, que Ignacio admiraba a su hermano, que Dominick estaba enamorado pero que no se detenía a pensar en sus sentimientos, que Zulimar perdió a sus padres en una ataque, aunque no lo describió pues habían personas a las que no conocía, ni sabían de la Hermandad, que Itzel tuvo que usar zapatos ortopédicos cuando era niña, que Saskia anhela una vida diferente a la que lleva, que Gonzalo aparentaba no preocuparse cuando alguien le importaba y que Aidan temía ser una decepción para las personas que quería, así como su mayor sueño era surfear en Mavericks, respuesta que hizo que Ibrahim y Gonzalo le preguntaran si en serio quería morir.
Finalmente, Ignacio le tocó por tercera vez la carta del Rey. Su víctima fue Maia, a la que Gonzalo y Dominick había protegido un par de veces. Cuando Gonzalo intentó cambiar la carta, Ignacio saltó sobre él.
—¡No, no, no, no, Zalo! Déjala responder. —Le señaló con el dedo.
—¡Vale, vale! —Maia levantó las manos—. Puedes preguntarme.
—¿Cuál es tu mayor deseo hacia mí? —le preguntó sentándose frente a ella, entre Itzel y Aidan.
—Deseo verte —le respondió, sin titubear.
—Yo también deseo que me veas.
Su sencilla respuesta hizo enmudecer a más de uno. Siempre le habían sentido tan segura, tan dueña de sí misma, que jamás se imaginaron esa respuesta.
Aidan bajó el rostro, no fue para él tan doloroso escuchar la respuesta como lo que en esencia encerraba: de cierta forma todos ellos habían contribuido a que su vida no fuera plena.
Para suavizar la tensión del ambiente, Dafne se llenó de halagos hacia Natalia y Aidan por su interpretación. Zulimar, sumida en la curiosidad, le pidió a los jóvenes que cantaran para ella. En vano, Aidan se negó, en especial cuando Ibrahim, a quien observó con cara de pocos amigos, le trajo la guitarra para que tocara. De mala gana la tomó y la apoyó en las rodillas.
Gonzalo había murmurado algo en el oído de Maia, y esta, sonriendo asintió. Esta vez Aidan no disimuló su mirada, poco le importaba que Zulimar le descubriera, aunque la joven había cerrado sus ojos para disfrutar de la melodía. Gonzalo se levantó con Maia, quien deshaciéndose del blusón se atrevió a meterse por primera vez en la playa. Iñaki no tardó en acompañarle, no quería compartir un momento que se estaba tornando incómodo, en especial porque Natalia se esforzaba más de la cuenta en llamar la atención de Aidan.
Parándose al lado de su prima, frente al mar, se tomó un momento para respirar.
—¡Con qué Iñaki también ha huído, Zalo!
—Algo así. No me gusta escuchar, ni ver actos repetidos.
—¡Bien! —exclamó Gonzalo aplaudiendo—. ¡Arenita, playita! —y echándose a Maia sobre los hombros la cargo, corriendo hacia el mar.
Estar dentro del agua cálida para ella fue una experiencia totalmente nueva. Tuvo miedo al darse cuenta de que no sentía el suelo bajo sus pies, y aun cuando Gonzalo le sujetaba con fuerza, ella no dudó en aferrarse a él.
Ignacio les contempló por un momento, sonriendo, para luego acompañarles. Los gritos de Maia motivaron a más de uno a entrar al mar, entretanto ella se turnaba entre los brazos de Gonzalo y los de Ignacio.
La noche comenzaba a caer, por lo que Gonzalo, Ibrahim, Luis Enrique y Dominick fueron a buscar algo de leña para la fogata. Aidan, Ignacio y algunas de las chicas, quedaron encargados de limpiar los pescados para la cena.
Apartándose un poco de los demás, Gonzalo e Ibrahim se internaron entre unos manglares donde habían varios troncos secos.
—¿Cuántos creen que sean suficiente?
—Todos los que puedas cargar. No sabemos hasta qué hora estaremos despiertos. Además, hay que aprovechar la ventaja de que los demás aún andan creyendo que el sol nunca se ocultara.
—¡Je! —Ibrahim sonrió—. Es una idea tonta lo que voy a decirte, pero ¿para qué matarnos recogiendo ramas cuando Ignacio puede crear fuego?
—No creo que esté dispuesto a convertirse en una antorcha solo para satisfacernos —le respondió—. Además, ¿no crees que es un poco asqueroso tener que pegarle el pescado en el cuerpo para que se cocinarlos? —Se estremeció—. ¡Guacala!
—¡Tienes razón! Tomaré todas las ramas que sean necesarias.
El silencio volvió a hacerse entre ellos.
—Gonzalo —le llamó, algo apenado.
—Dime —le respondió sin dejar de recoger los troncos secos.
—¿Qué se siente ser un Ignis Fatuus?
—¿Perdón? —Aquella pregunta era un tanto extraña e incomprensible para el joven.
—¿Me gustaría saber qué se siente ser un Ignis Fatuus?
—Nada. Normal, pues.
—¿Y qué es lo normal para ti?
—Bien, es extraño. No lo sé, creo que lo normal para mí es entrenar desde pequeños, estudiar un montón de historia chimba; sí, porque al final no te sirve de mucho. Aprender a tener sangre fría.
—No me refiero a eso. Es que... No lo sé. Yo les encuentro tan unidos, tan...
—Aprendemos a pensar como uno —le dijo irguiéndose—. La destrucción de nuestro Clan nos enseñó que debíamos confiar más en nosotros. Somos una familia, pero en toda familia hay una plaga como Arrieta —respondió volviendo a su tarea.
—¡Umm! —resopló—. No sabes cómo desearía ser un Ignis Fatuus —confesó, recogiendo unas pocas ramas que le quedaban.
Gonzalo se detuvo, le observó y sonrió.
Maia seguía sentada frente al mar, escuchando las olas romperse delante de ella. Itzel le acompañó. Tenía tiempo que no se acercaba para conversar.
—¿Cómo estás?
—Bien... Aún siento en mi cuerpo el vaivén de las olas.
—¡See! Esa impresión siempre suele quedar —le confesó la joven—. ¿Y con Aidan?
Su pregunta tuvo una respuesta corporal inmediata. De cierta forma, Maia se retorció, apoyando su mejilla contra su brazo derecho. Itzel corrió su mano por la espalda de la chica.
—Lo siento. No debí preguntar.
—Eres una buena amiga, Itzel; si has preguntado es porque te preocupas por mí. Aidan es un dolor en mi corazón, fijo y perenne. Aunque debo agradecerle que no ha hablado mucho hoy.
—Ni lo ha hecho ni ha estado mucho tiempo con el grupo. Se ha pasado todo el día montado en la tabla.
—Él ama surfear.
—No creo que se considere surfeo estar sentado en la tabla, observando el horizonte, dejando pasar todas las olas.
—Pensé que estaría con Natalia.
—Natalia quizá quiera estar con Aidan, pero él es medio raro.
—Aun así, muchas cosas han pasado entre ellos.
—Y seguirán pasando si decides hacerte un lado.
—No puedo obligarlo. No es nuestro destino estar juntos.
—¿Crees en el destino?
—La verdad es que no.
—No sé si lo sabes. —Respiró profundo buscando las palabras más adecuadas—. Pero, nuestros Clanes comparten una historia.
—La de Pietro y Monica —le interrumpió.
—Sí, esa. Me imagine que lo sabías.
—Me enteré hace poco.
—Monica luchó por Pietro, pero las cosas no salieron para ellos, sin embargo tuvieron una hija.
—Los tiempos cambian. Pietro no era un Primogénito, sino el hijo de un Prima; su Sello tenía poca relevancia para Monica.
—Me imagino que es así, en especial porque tu Clan es uno de los más fuertes. —Amina no respondió. La joven solo volvió su rostro al frente—. Y también has escuchado de la Cor Luna.
—Sí, de ella he escuchado mucho antes.
—Es una piedra que te concede poder sobre el tiempo.
—La verdad es que la piedra es solo una piedra —confesó—. Es la esencia que está encerrada dentro de ella lo que la hace tan importante. Una gota de sangre de cada uno de los primeros Primogénitos. Sangre y aceite. Por años esa joya mantuvo la sangre de los primeros elegidos. La Cor Luna no es nada sin esa sangre, y esa sangre es lo que se protege.
—¿Y el Donum del tiempo?
—El Donum del tiempo es un don más, como la Neutrinidad para Ardere. Es un Donum propio de tu Clan. El Imperator quería la piedra porque, siendo un Lumen corrompido, sin ella no podía manipular el tiempo. Quién sabe para que fines deseaba usarla. Ese fue el motivo por el cual Monica, sabiamente, dejó la piedra en manos de Lumen, pues ellos sabrían que hacer en caso de que algo pasara.
—Entonces, fue una mala idea dársela a Evengeline.
—No creo que el Donum del tiempo fuera muy valorado por George, con todo el respeto que tu antepasado se merece.
—No, tranquila, no me ofendes. Él no es mi persona favorita.
—En los tiempo de Ackley, la esencia de la Fraternitatem se comenzaba a perder. Probablemente, eso fue lo que desencadenó tantas desgracias.
—Y es lo que quieres evitar.
—Sí. Pero yo no podré hacer nada sin ustedes. —Suspiró—. Y ese fue el motivo por el cual Aidan y yo terminamos.
La noche cayó cerrada sobre ellos. Dominick e Ignacio se esforzaron por encenderla cuando se enteraron que nadie había traído fósforos para hacerlo: lo intentaron con dos ramas que frotaron, luego chocando dos piedras, y en una de esas, lleno de impotencia, Ignacio subió la mirada observando a Dafne hacerle una crineja a Natalia e Ibrahim mostrándole un video a Luis Enrique, así que apuntó con su dedo quemando la paja que estaba debajo de la leña y la fogata resplandeció ante ellos.
Era el momento de las guitarras, de las canciones improvisadas, de las historias con finales felices, y con finales llenos de terror.
La serenidad entró en corazón de Aidan, quien bajo en manto de la noche podía contemplar a Maia sin miradas indiscretas, sin temor a ser descubierto. El brillo de la fogata no era tan fulgurante como para temer que sus mejillas sonrojadas fueran descubiertas. Ella estaba unida a Gonzalo, e Ignacio se comportaba con naturalidad en su presencia, así que el temor de perderla había menguado ese día, era como si cupido le diera una tregua.
—¿Por qué no tocamos algo? —propuso Ignacio.
Su invitación no se hizo esperar. Aidan y Gonzalo se hicieron con las guitarras, dejando a Ignacio encargarse del cajón de música. Aidan comenzó un arpegio, al que Gonzalo se le unió, dejando a Iñaki cantar, en cuanto hizo su entrada con la caja, entretanto los demás hacían coro.
—Runaway with me,
Lost souls-in revelry,
running wild and running free,
two kids, you and me.
—And I said hey, hey, hey, hey —corearon.
Maia se levantó de entre sus primos invitando a Ibrahim a bailar la canción de X Ambassadors. A ella se le unió Dominick con Saskia e Itzel. Ibrahim hizo lo propio con Zulimar, quedando de último Luis Enrique, Dafne y Natalia.
Ver danzar a Amina hizo que Aidan sonriera, sumergiéndose aún más en la interpretación. La joven estaba tan feliz que no pudo evitar que su Sello y el de sus primos refulgiera. Ambos se voltearon, sin dejar de tocar para observarla, ellos también se encontraban satisfechos y felices de que volviera a ser la misma chica alegre de siempre.
Gonzalo, siempre atento a las necesidades de su querida Amina, miró a Aidan. En cuanto este fijó su vista, brevemente en los oscuros ojos del guardián de Ignis Fatuus, Gonzalo hizo un gesto de reverencia y aceptación: Si él no tuviera el Sello de Ardere, el sello de primogenitura, hubiese sido más que recibido en su familia.
Mientras que Ibrahim quería ser un Ignis Fatuus, e Ignis Fatuus deseaba a Aidan con ellos. Asuntos imposibles de conseguir.
El fuego de la fogata mermó, y con ella, un día más.
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