¡Ardere, Ardere!

La joven Harusdra hizo que la neblina cubriera el espacio que la separaba de Maia. Esta se hizo con el arco de Gonzalo y disparó un par de flechas, pero las mismas no consiguieron el efecto deseado. La joven sonrió con malicia, sabía muy bien que Maia no necesitaba ahuyentar su neblina por miedo a perder su vista, sino que el aire corrompido le iría debilitando.

Deteniéndose, Amina disparó un par de flechas al suelo. Un río de lava se abrió camino, de él surgía un vapor pesado y ardiente que luchaba en contra de la neblina. 

Los Primogénitos no podían ver lo que pasaba dentro de la turbia nube, hasta que unos haces de luz roja comenzaron a proyectarse en la misma, conjuntamente con otros de un color gris plomo.

Lo que veían los Primogénitos era el combate de Amina y la Harusdra. Los puños de luz eran la única forma de luchar que tenían, pues se encontraban tan separadas por la energía maligna que emanaba de la joven, que le era imposible a Amina poner una mano sobre ella. Aun así, los haces de luz solían detenerse en determinados puntos, tal cual fuera un batalla física. 

Amina se agachó para esquivar un golpe, recibiéndolo como una patada en el rostro que la hizo caer por tierra. Los demás vieron un bulto rojo caer y supieron lo que ocurría ante la sonrisa del líder de los Harusdra

Ignacio estaba consciente de lo que ocurría, aun así no dejó de luchar: no eran momentos de socorrer a su prima, ella tenía que defenderse sola. 

Rápidamente, Amina se puso de pie, esquivando un par de pisadas de la chica.

—¡Iñaki! —le gritó a su primo.

—¡Listo! —le contestó este. Agachándose, se hizo con un par de espadas, aunque le incomodaba el peso tan ligero de las armas de los Harusdra, no iba a quejarse.

¡Phoenix! —gritó Amina.

Al aura roja, la envolvió una estela azul. Su poder combinado con el de Gonzalo le permitió recortar el espacio que les separaban. Incluso fue capaz de sostener un nuevo ataque de su adversaria, pero esta vez fue ella la que golpeó, enviándola a rodar por la arena. 

Pese a ello, no fue suficiente, la niebla no se disipaba y si no estaba lo suficientemente cerca no podría acabar con la indeseable, sin contar que mientras dejaba pasar más minutos la fuerza de su cuerpo iban mermando y, por consiguiente, los Munera se irían de ella, dejándola desfallecida.

Gonzalo reconoció de inmediato que su prima no tardaría en solicitar el Donum de su hermano, por lo que dejó de jugar con sus adversarios, acabando en dos y tres golpes con ellos. Esa era la estrategia, unir los tres Munera para derrotar a la Cegadora.

—¡Zalo! —le gritó.

—¡Ya va! —le respondió, ante la sonrisa irónica de Ignacio, que no dejaba de combatir con espadas y sin Donum.

Dando una vuelta, el segundo guardián de Ignis Fatuus cercenó la cabeza de uno de los Harusdra más fuerte que había enfrentado. Tenía un par de minutos intentando sacarle la espada, pero había sido imposible, hasta que los gritos de Maia le tomaron desprevenido. Golpeó su cuello, y la cabeza salió por los aires, ardiendo, como bola de béisbol.

—¡Ignis!

Esta vez los colores primarios se unieron en haces de luz, alrededor de Maia. Sintiendo todo el poder de su Clan en ella, poder que le pertenecía por completo pero que por cuestiones que era incapaz de comprender, el mismo se había dividido, haciendo partícipe a sus primos de él. 

La distancia existente entre las dos chicas fue desapareciendo vertiginosamente, así como la neblina comenzó a dispersarse. El terror se dibujó en la Harusdra, podía sentir la avalancha de poder que venía hacia ella.

—Es hora de terminar esto —le dijo.

La Cegadora lanzó dos puños que Amina bloqueó, propinando un puñetazo a la misma en su rostro. Prontamente, la Harusdra se recuperó, impactando un par de veces a Maia en el rostro. En un tercer intento, Amina se agachó, golpeando a la joven en la boca del estómago. El aire se escapó de la misma, cayendo arrodillada en la arena. Aun así la chica extendió su mano derecha para golpear a la Primogénita de Ignis Fatuus, buscando venganza. Con un movimiento envolvente, Amina rodeó el brazo de la chica, haciéndose con él.

—Está hecho —le dijo, entretanto la Cegadora temblaba.

Apretó su puño en el antebrazo de la joven, justo donde el sello corrompido de Lumen había estado. El dragón que serpenteaba en su brazo con las fauces abiertas detuvo su movimiento, en el mismo instante que un fuego tricolor se propagaba desde Maia extinguiendo toda la neblina. El Phoenix de Ignis Fatuus se elevó en los cielos.

La temperatura de la chica comenzó a elevarse, calcinándose por completo. Cuando Maia la soltó su cuerpo se convirtió en ceniza.

Ignis Fatuus —murmuró, devolviéndole a sus primos sus Menura.

Los dos chicos movieron sus cuellos, se sintieron un poco incómodos al volver a la normalidad.

El líder de los Harusdras se movió aturdido por lo que acababa de pasar. Aquellos tres sujetos habían derrotado a una de las mujeres más poderosas de los non desiderabilias. Por lo visto se necesitaban de más talentos malditos para detenerlos.

La Cegadora había desaparecido, aun así, Ibrahim no se sintió emocionado. Ella le había quitado el honor frente a la Fraternitatem Solem, por lo que hubiese deseado ser él y no Maia quién acabara con ella. 

Todavía les quedaba enfrentar al resto de los Harusdras, visiblemente molestos por la derrota sufrida.

Los non desiderabilias se movieron hacia el boulevard, lo que le dio oportunidad a Ignis Fatuus de acercarse al resto de la Hermandad. Pese a que sus adversarios les superaban en números, y que tuvieran sus dones, sabían muy bien que no debían emocionarse, los Harusdras siempre tenían un as bajo la manga.

—¿Qué hace ella aquí? —preguntó Ignacio al ver a Natalia.

—Larga historia —le respondió Aidan, sin soltar su arco.

—Sabes que será un problema defendernos con ella.

—¡Basta Iñaki! —le llamó la atención Amina—. ¡Concéntrate!

—¿Qué haremos? —le preguntó Dominick parándose a su lado.

—Zalo, Aidan y yo iremos a atacar. Los demás sigan las indicaciones de Ignacio.

Ambos arqueros se pararon a los lados de Maia. A Natalia no le quedó otra opción que correr a refugiarse detrás de Itzel, como Aidan le había recordado. Los tres chicos salieron al ataque, disparando sus flechas que eficientemente daban en el blanco, mientras la Harusdra que quedaba comenzaba a hacer uso de sus poderes. 

Maia era consciente de que la estrategia empleada en un principio no le funcionaría, sus primos necesitaban sus dones, para ayudar a los demás.

Las habilidades de Aidan con el arco no solo se habían limitado a dar en el blanco, con el extremo del mismo, golpeaba y apuñalaba a sus adversarios. Natalia tuvo la sensación que el joven danzaba en vez de pelear. El movimiento de su cardigan le hacía más llamativo, en especial cuando la capucha volvía a cubrirlo después de realizar un salto mortal.

—¿Qué haremos? —exigió saber Dominick, un tanto agobiado al notar que su rival se estaba destacando.

—Necesito que crees un campo, Itzel. Y que Saskia ayude a Dominick a salir de aquí.

—Pero nunca lo he hecho —le reclamó la joven.

—Siempre hay una primera vez, y desgraciadamente, no hay tiempo de practicar.

—¡Hagámoslo! —ordenó Dominick.

—¡Hey! —le llamó Ignacio—. Tienes una sola oportunidad, si fallas Maia tendrá que acabar con esa tipa, lo que significa que nos hará volar a todos.

Dominick asintió, para luego comprender que Ignacio le estaba amenazando y no alentando.

Los tres miembros de la Fraternitatem no se daban a basto para atacar, por lo que en cuanto Itzel extendió su campo de protección, las flechas envenenadas fueron a dar contra ella. Recordó el temor y la angustia que había vivido con esa joven que ahora se enfrentaba a Amina, quien debilitada por la anterior batalla luchaba por no sucumbir a la desesperación que penetraba su ser a través de su olfato.

—¡No puedo sostenerlo! —gritó Itzel. Las piernas le temblaban y estaba a punto de ceder.

—¡Quiero salir! —gritó Ibrahim, dándose cuenta de que los otros necesitaban ayuda. Gonzalo había sido rozado por una flecha, posiblemente envenenada, y lo que le salvaba de no caer era que Maia aún podía contener el Don de la Desesperación—. ¿Déjame salir! —gritó con todas sus fuerzas.

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—¡Nooo! —le respondió Ignacio, corriendo hacia Itzel—. Ni tú saldrás, ni tú te dejarás vencer. —Tomó sus manos—. Mírame.

—¡No puedo! —dijo Itzel, llorando.

—¡Mírame! —le exigió Ignacio.

Lentamente, Itzel accedió. Los ojos café del joven le dieron cierta calma, mientras sus palmas calientes reconfortaban las suyas. Era hermoso, un hombre atrayente. Sintiéndose apenada por su debilidad y por sus pensamientos de último momento, decidió escucharle.

—Bien. Ahora, solo cierra tus ojos y deja que mi poder se una al tuyo. No dejáremos que el campo se debilite. —Itzel cerró sus ojos, sintiendo como un suave vapor introducirse a través de sus manos, llenando todo su cuerpo. La sensación duró unos pocos segundos, comprendiendo que se había vuelto una con Ignacio—. Ibrahim, debes hacernos respirar —le ordenó—. Mi fuego consumirá el oxígeno dentro del domo y no resistiremos más de tres minutos. —Ibrahim asintió—. Saskia. —La chica le vio—. ¿Sabes lo que tienes que hacer?

Ibrahim abrió sus brazos, en el justo momento que el fuego comenzó a descender desde lo más alto de la cúpula. Dominick sintió el aire más pesado dentro del lugar, sin embargo no tenía necesidad de respirar, sea lo que sea que estaba haciendo Ibrahim, estaba dando resultado. Saskia corrió hacía Dominick, colocando sus manos en sus fornidos bíceps.

—¿Estás listo?

El chico asintió. Haciéndose con su centella, dejó que Saskia le abrazara. Su abrazo era fuerte a pesar de lo débil que le veía. Sintió como su cuerpo se desprendía de sí mismo y aun así conservaba su conciencia, sus movimientos, sus sentimientos y su Donum. Mientras corría hacia la última de sus amenazas, atravesó a Maia quien se detuvo, cruzando sus brazos sobre su pecho en forma de corazón. De ella, salieron tres estelas de fuego, una de ellas la cubrió por completo, las otras se dirigieron a Gonzalo y a Aidan. 

La protección del Phoenix no duraría mucho, así que acelerando su carrera, ante una despavorida mujer que intentaba detenerlo con depresión, lanzó su centella, haciendo que el cuerpo de la misma convulsionara a causa de la electricidad.

Las estelas de fuego sucumbieron. Itzel se desvaneció, todavía consciente, por lo que Ignacio la atajó previniendo su caída. Subió su mirada para dar un vistazo a lo que estaba pasando. Aún faltaba un Harusdra, le divisó haciendo aparecer un arco. Disparó una flecha blanca con vetas negras que la recorrían como si fuera sangre. Con su destreza de soldado, trazó la trayectoria, mucho más rápido que la velocidad de la flecha.

—¡Amina! —le gritó a su prima—. ¡Ardere, Ardere!

—¿Ardere? —murmuró la chica.

Solo nombrar el Clan de Evengeline fue suficiente para arrebatarle a Aidan todos sus dones. El chico se desvaneció ante ellos, apareciendo en una playa desolada, donde haces de luz a velocidades vertiginosas le indicaban que, ciertamente, en aquel lugar se estaba desarrollando una batalla. 

Giró hacia todos los lados, pero por algún extraño motivo no podía volver. Algo le había pasado, tenía la extraña sensación de que volvía a ser el Aidan que aquella mañana de septiembre había tomado su tabla para encontrar su ola y encontró más que eso.

—¿Qué rayos? —murmuró Ibrahim al ver como su amigo desaparecía, cual fantasma.

Amina se había hecho con el arco de Aidan, le subió hasta el mentón. Se dejó llevar por las vibraciones de su cuerpo y disparó. La flecha Harusdra continuó su recorrido, rozando la mejilla de Natalia, quien al sentir el ardor de la cortada, cayó en la arena con una gota de sangre rodando por su mejilla. Mientras que la flecha Ardere fue a alojarse en la clavícula del líder de los non desiderabilias, consumiéndolo por dentro.

Se había acabado, con la muerte del líder, los sobrevivientes fueron presas fáciles. Ibrahim, Saskia y Dominick que habían visto poca acción se hicieron con los que quedaron, entretanto Gonzalo corría a socorrer a Natalia que comenzaba a desvanecerse e Ignacio, cargaba a Itzel. 

Maia se deshizo del don de Aidan, quien volvió a parecer entre ellos. En cuanto vio a Gonzalo cargar a Natalia, corrió hacia estos.

—¿Qué ha pasado?

—La flecha le ha rozado. Debemos ir rápido al hospital, pues quizá esté envenenada.

—¿Cómo? ¿Cómo la hirieron? —titubeó, entretanto los demás se acercaban.

—La flecha te iba a golpear —contestó Ignacio—. Creo que Maia pudo absorber tu Donum, pero la punta siguió su destino y terminó rozándola.

—¡No, no, no, Natalia! —Se la quitó a Gonzalo de la manos, echándose a correr detrás de Ignacio.

—Zalo —susurró Maia al sentir que todos comenzaban a irse.

—Lo siento Amina... De verdad está muy preocupado.

Tomándola de la mano se hizo con ella. Abordaron el carro de Dominick, pues el Peugeot de Leticia estaba copado. 

Maia le pidió a Gonzalo que llamara al doctor Montero: comenzaba a sentir la culpa de salvar la vida de Aidan a cambio de otra vida.

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