Adele

Maia dio un paso al frente, de inmediato, Ignacio la tomó por el brazo. Se encontraban en el medio del porche. La hierba estaba muy bien cuidada, perfectamente cortada alrededor de las lajas de piedra que servían de camino hasta la entrada. La joven sintió el fuerte apretón de su primo, pero no volteó. No cambiaría de opinión.

—No sabemos que podemos encontrar allí.

—¿Tienes miedo, Iñaki?

—Estoy intentando explicarme qué es lo que te está pasando. ¿En qué momento te volviste una persona imprudente?

—Si no quieres entrar puedes quedarte —le dijo—. Pero me llevaré tu Donum.

—Iré contigo —respondió soltándola.

Caminaron hasta la puerta. Maia se detuvo, y su primo detrás de ella.

—¿Piensas tocar?

—No. Usaremos la Neutrinidad.

—¿Ese es el motivo por el que no quieres que los demás tengan el Donum de Telepatía?

—Ese Donum es para facilitar la comunicación. Solo los Ignis Fatuus podemos llegar a conocer los pensamientos de otras personas —le aclaró.

—Sabes que es mucho más que eso.

—¡Serías un tonto si dejas que alguien lea tus pensamientos!

Sin decir más, atravesó la puerta. Ignacio cerró sus ojos, suspirando con fuerzas, movió sus hombros y su cuello de un lado a otro antes de entrar, debía relajarse.

Maia se encontraba a un lado de la puerta de entrada, él se detuvo a su derecha. La casa estaba a oscuras. La tenue luz que atravesaba las ventanas le permitieron observar la distribución de la sala, sofás de cuero oscuro, alfombra de un color claro, una mesa de vidrio baja en el centro, una pintura en el centro de la pared. Más allá se percibía el comedor, igualmente escaso de muebles.

—¿Qué ves? —murmuró Maia.

—Es una casa muy grande, demasiado para el espacio que ocupan los muebles. Esta gente debe de estar muriéndose de hambre.

El tintineo de unas llaves se escucharon del otro lado de la puerta. Ignacio tomó a Maia por el brazo jalándola para esconderse detrás de las gruesas cortinas de la sala. Esperaron a que la persona entrara en su vivienda. El plan era huir usando el Don de Neutrinidad luego de descubrir quién era el dueño de la casa.

Ignacio lamentó que Amina no invitara a Aidan. Si él hubiera estado allí podrían haber desaparecido en la habitación. Para ellos, cuyo don era de uso limitado, solo era posible convertirse en neutrinos durante una batalla o por unos segundos, tiempo suficiente para atravesar la pared.

A la sala entró un joven, que Ignacio reconoció de inmediato. Su presencia hizo que Maia se llevará la mano derecha a la frente y la otra hasta su boca conteniendo el grito de dolor. Al darse cuenta de que su prima retrocedió escondiéndose entre las cortinas, la sostuvo. Ella se aferró a su pecho, mientras el pinchazo en el rostro.

—¡Está aquí! —le dijo al oído al sentirla más serena—. Es el chico nuevo.

Pensó que Maia le pediría que se retiraran, a fin de cuentas podían enfrentarlo en el colegio o en otro lado, pero su prima salió del escondite, y él detrás de ella.

Sus manos se llenaron de fuego, iluminando toda la habitación, pero el joven lejos de atacarlos, se asustó con su presencia, soltando los libros que llevaba en la mano. El sonido seco, no solo hizo que Maia cambiara su actitud ofensiva, también Ignacio se permitió bajar la guardia.

—¿Qué hacen ustedes aquí? ¿Cómo entraron?

—¡Revelanos tu Sello! —le dijo Maia dando un paso adelante.

El chico vio a Ignacio, pero el semblante fruncido del guardián de Ignis Fatuus le dio a entender que no estaban jugando. Se quitó el morral, dejándolo caer, y luego la chaqueta de mezclilla. Los ojos de Maia se convirtieron en fuego, y ante Ignacio apareció la marca de Lumen. Su sello era diferente al del resto del Populo: el rojo cobrizo era de un rojo vivo, con destellos de azul.

—¿Por qué tiene ese color? —preguntó Ignacio.

Luis Enrique resopló. Había controlado su Sello hasta ese momento, manteniéndolo oculto del resto de la Hermandad, mas ya no podía continuar escondiéndolo.

Desde que llegó a Costa Azul tuvo el presentimiento de que sería descubierto por un miembro de Ignis Fatuus, sin embargo, nunca se imaginó que serían dos, y que uno de ellos era el Primogénito.

—Mi Sello es diferente al de su gente porque no pertenezco a esta época.

Ignacio le miró extrañado, entretanto Maia sonreía con un claro «¡No me digas!» en el rostro.

—¿De dónde vienes? ¿De la guerra de independencia? —le preguntó irónicamente, ante la sorpresa de Iñaki.

—Del tiempo de Ackley y Evengeline.

Seriamente, Ignacio le contempló: a duras penas pudo creer lo de Griselle, ahora tenía frente a él a otro sujeto que aseguraba lo mismo. Pero lo que le sacó de lugar fue el hecho de que Maia no tardó en soltar una carcajada, recostando sus manos en las piernas para sostenerse.

—¿De pana? —comentó Amina, intentando contenerse—. ¿Cuántos más de ustedes vinieron? ¿Cuántos son? Porque ya estoy creyendo que Ackley camina entre nosotros. Iñaki, ¿tenías idea de que la máquina del tiempo existía? ¡Pues aquí hay un loco que la descubrió!

En otra circunstancia, Ignacio se hubiera reído de la locura que acababa de decir Maia, pero la seriedad y el rostro molesto de Luis Enrique le permitió comprender que o bien el chico creía sinceramente que venía del pasado o estaba diciendo la verdad, por absurda que fuera.

—No sé de lo que me está hablando, pero puedo asegurarle que conmigo vino otra persona.

—Sí, Griselle.

—¿Griselle? No conozco a ninguna Griselle. Pero sí a Adele de Ardere, a quien ustedes conocen como Natalia.

Esta vez Maia no reaccionó. ¿Cómo era posible que estuvieran en este siglo? ¿Acaso los vampiros realmente existían?

Aidan tomó unas revistas del escritorio del cuarto de Ibrahim, sentándose en el sillón individual con forma de manzana que estaba frente al televisor, a un lado de la cama de su amigo. Ibrahim estaba recostado de las almohadas. Sabrina le había sacado esa mañana al jardín, subiéndole el ánimo. Además de eso, la idea de comenzar a percibir algunas formas le tenía emocionado.

—Creo que a más tardar el martes volveré al colegio. Siento que me he atrasado un mundo.

—Tú que quieres regresar y yo que quiero que se acaben las clases.

—¿En verdad no quieres ir al Festival?

—Al único lugar al que quiero ir es a la Luna.

—¿Qué hiciste Aidan Sael?

—Arruiné mi vida... —Cerró la revista—. ¡Y de la forma más estúpida que te puedas imaginar!

—No sé de qué te asombras. Siempre terminas haciéndolo.

—Esta vez superé todas las expectativas. —Respiró profundo—. Terminé con Amina porque pensé que así desistiría de enfrentar a su Prima, y resulta que me ha desterrado por completo de su vida.

—¿Qué le dijiste?

—¿Por qué supones que dije algo de más?

—¡Será porque siempre dices algo de más!

Dejando la revista a un lado, Aidan apoyó los brazos en sus piernas, abriendo las últimas un poco más, derrotado, bajó el rostro.

—Le dije que con la muerte de mi abuelo era suficiente.

No había terminado de subir su cara cuando fue impactado por un almohadazo de Ibrahim.

—¿Estás loco? —le gritó—. ¡Eres un completo imbécil!

—Sí, sé que me excedí.

—No solo te excediste sino que la cagaste. Literalmente. ¿No podías ser sincero y dejar que ella te mandara a volar?

—Esa era una opción. Pero estaba molesto, con ella, con Dominck por incitarla a continuar, con Ignacio, que después de esa charla de la importancia de la vida de Amina para su Clan le está apoyando en esta locura de enfrentarse a su Prima y a la Hermandad.

—Déjame decirte que ambos fueron más inteligentes que tú. Debiste seguirle la corriente, y así detenerla o protegerla. Ahora, por gafo, estás a años luz de ella. ¡No va a dejar que te le acerques!

—Eso ya lo sé. Hoy lo hizo.

—¡Ves! ¿Y sabes qué es lo más triste? Que ahora nadie la detendrá. ¡Se supone que la conoces mejor que nosotros! —Movió su mano indicando hacia la puerta—. ¡Esa chica fue capaz de ir a enfrentar a la Imperatrix sin nuestra ayuda! ¡Sin sus guardianes! ¡Es más loca que una cabra cuando se trata de sacrificios! Tú eras la garantía, la exigencia propia de que debía cuidarse para no hacerte sufrir. Me imagino que ahora todo le importará un pito, nos mandará al diablo y nadie la detendrá.

—Aún confío en su guardianes.

—¿Sus guardianes? —preguntó con ironía—. Sus guardianes no le discuten, Aidan, ellos le obedecen. Están para acatar sus órdenes. Para Ignacio y Gonzalo, las palabras de Amina deben transformarse en acción. ¿Crees que ellos tienen el poder de detenerla? Ese poder solamente lo has tenido tú. Ahora, ella hará lo que se le venga en gana.

Aidan se llevó la mano al pecho. Se había dejado llevar por sus celos, complicando toda la situación. Ibrahim tenía razón. Le había regalado la libertad, le había quitado la preocupación de cuidarse para no herir a nadie. Amina era incapaz de pensar en su propio bienestar, y no dudaría en inmolarse si eso significaba salvar la Fraternitatem.

—¡Ya va! —le detuvo Maia—. ¿Cómo que Natalia también viene del pasado?

—Todo fue un error —contestó—. Pero antes de contarles la verdad, necesito ver sus sellos. Saber quien de ustedes dos es el Primogénito de Ignis Fatuus.

Ignacio esperó la indicación de su prima, para revelar su sello. El dorado refulgió en la frente de Maia, y el sello rosa de Ignacio se reveló.

—Tu Sello es extraño —le dijo a Ignacio.

—Cuéntanos tu historia y nosotros contaremos la nuestra —le respondió Maia.

—Mi nombre real es David y soy... —suspiró, invitándolos a tomar asiento—. Era el hermano menor de George, el Primogénito de Lumen. Durante los últimos días de la Fraternitatem, la Cor Luna estaba en manos de Ardere. —Ignacio observó a Maia; esa piedra era un mito dentro de la Hermandad moderna—. Después de horas de discusión, la Coetum decidió que la Primogénita de Ardere debía llevar la piedra, a pesar de que Monica se la cedió a mi Clan. La idea era protegerla en caso de un ataque de los Harusdra, se pensaba que los mismos andaban detrás de ella. Los meses siguientes fueron muy tensos para todos, pero los acontecimientos se complicaron cuando Agatha acusó a la Primogénita de Ardere de mantener amores con el Primogénito de Ignis Fatuus. El Primogénito de Aurum, cuya rivalidad con Ackley era evidente, secundado por mi hermano, le acusó de conspirador al seducir a la señorita Evengeline para apoderarse de la Cor Luna.

—Solo nos estás diciendo el motivo por el cual terminaron con nuestra Aldea. No sé si te has enterado, pero conocemos muy bien la historia. Ahora, lo que realmente me interesa es que me digas el motivo y cómo llegaron al siglo XXI —le respondió Maia.

—El día del ataque a su Aldea, busqué a Adele para escapar de nuestros Clanes. Sabía muy bien que al desaparecer Ignis Fatuus seríamos un blanco fácil para los non desiderabilias. También quería rescatar la piedra, pues en el tumulto y la confusión era probable que terminara en manos enemigas o pérdida. Cuando llegamos a la Aldea, era demasiado tarde. Ignis Fatuus... —Cerró sus ojos, mostrando su rostro compungido. Ignacio supuso que la experiencia había sido tan fuerte que revivir las imágenes era verdaderamente doloroso para el joven. Por primera vez, se sintió satisfecho al comprobar que los Clanes de esa época podían mostrar arrepentimiento y despreciar aquella acción tan vil—. Ardía cuando llegué. Di con el cuerpo, aún tibio de Evengeline. Ella estaba recostada en el pecho de Ackley. Me dio pánico tocarlos. Su sangre derramada también manchaba mis manos solo por el hecho de que mi hermano y mi Clan había formado parte de aquella matanza. Vi sus alianzas. A un lado de Evengeline estaba la piedra, con forma de corazón, roja, indicio de que ya había sido utilizada. Quizá por eso la dejaron abandonada con su portadora, quizá por eso no se la llevaron. Tomé la piedra, estaba rota. Mis dedos se llenaron de un tibio líquido, muy espeso. Adele también lo tocó y, simplemente, desaparecimos. Sentí que mi cuerpo era succionado, y desperté aquí, hablando un idioma que nunca he aprendido y cada día olvidando más mi hogar.

—No sé si te has dado cuenta pero tu hogar ya no existe —le respondió Maia. Ignacio vio a su prima, aquel comentario había sido despiadado—, así como Ignis Fatuus desapareció, la Fraternitamen terminó por perderse durante cuatro largos siglos. ¿Sabes qué uso le dieron a la piedra?

—No. No tengo la menor idea. Solo sé que cuando se la entregaron a la Primogénita de Ardere era plateada y redonda. Alguna utilidad tuvieron que darle. No creo que ella la hubiera usado. De lo contrario, no hubiera terminado como terminó.

La puerta de la casa se abrió, apareciendo Natalia. Palideció al encontrarse con Ignacio y Maia en su sala. No solo el color de sus mejillas se perdió, sino también su educación.

—¿Qué hacen aquí?

—¿Cómo lograron poner sus papeles en regla? —se impuso Maia, ignorando a la recién llegada.

Natalia se indignó.

—No hay nada que no se pueda arreglar en este país con un poco de dinero. Tuvimos que venderlo todo, así conseguimos lo suficiente para poner nuestros papeles en regla y tener un dinero guardado que garantice nuestra vivencia por los próximos tres años.

—¿Por qué le respondes? —le gritó Natalia—. ¡No tienes por qué hacerlo!

—¿Quieres darme órdenes, Ardere? —le contestó Maia, tratándola de la misma manera.

Luis Enrique bajó su rostro.

—Para empezar, esta no es tu casa, y segundo, nunca le hice caso a Evengeline. ¿Qué te hace pensar que contigo seré diferente?

—¡Esta es mi época! —le respondió—. ¿O qué crees, muchachita, que dirá mi Prima si se entera que Ardere tiene un miembro del pasado en este siglo? Además de torturarte, acabarían con todo tu Clan.

—¡Tú no harías eso!

—¡Retame y verás! —se puso de pie—. Ardere es un Clan de traidores y mi Clan no parpadeará en destruirlos si yo se los ordeno.

—Los demás Clanes terminaran por apoyarnos, se unirán nuevamente contra ustedes —le gritó Natalia.

Luis Enrique cerró sus ojos negando con la cabeza ante la imprudencia de Natalia, entretanto Ignacio esbozaba una sarcástica sonrisa.

—Yo sola me basto para arrasar con la Coetum si así lo deseo —le respondió—. No le temo a nada, ni a nadie. ¡No me subestimes por ser una ciega! —Se volvió a Luis Enrique—. ¿Qué hacen aquí?

—Hay una profecía sobre mí —le contestó Natalia, con lágrimas de los ojos, indignada por tener que responderle—. Dice que nací para ser la esposa del Primogénito de Ardere. Cuando tomé la mano de David solo pensaba en eso, y fue lo que nos trajó a tu época. ¿Complacida?

—Debes agradecer que el Donum de Primogenitura lo tiene Aidan o de lo contrario tendrías que meterte a lesbiana —le respondió Ignacio poniéndose de pie—. El matrimonio igualitario en este tiempo es permitido en varios países. —Levantó sus hombros, antes de que su comentario fuera tomado como una ofensa.

—¡Vamos, Iñaki!

—¿No me dirás nada? —Adele le gritó a Amina.

—Lo que hagas con tu vida no es de mi importancia. —Se dirigió a la puerta ayudada por su primo.

—¡He visto cómo te mira! ¿Me dirás que no hay nada entre ustedes?

—Si quieres saberlo, pregúntale a él. —Siguió hasta la puerta. Ignacio puso la mano en el picaporte—. Preguntaste Lumen, por qué el Sello de Iñaki es diferente. Después de la masacre a mi Clan, el Solem le concedió al Primogénito de Ignis Fatuus, dos guardianes, con quien comparto todo mi poder.

Dando la media vuelta se marchó con Ignacio. Natalia, indignada, lanzó su maletín contra la pared.

—¡No debiste decirle nada!

—¡Tu ignorancia sobre la Fraternitatem no tiene límites! —le reclamó—. Si fueras un poco inteligente, así como eres de hermosa físicamente, comprenderías que ella es una persona de temer. La generosidad de Ignis Fatuus murió en el momento en que su gente fue calcinada.

Luis Enrique subió las escaleras. Dejó a Natalia sucumbir ante la rabia.

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