A Tu Lado
—¡Estás loca! —murmuró asustado, no quería ofenderla solo reclamarle lo imprudente de su accionar—. ¡Te puedes lastimar! Espera aquí, buscaré a uno de tus guardianes para que...
—¿Acaso te importa si me lastimo? —le cuestionó sin levantar el rostro, pues no se contendría y le vería.
—Me importa y mucho —confesó apretando sutilmente sus manos en su cintura—. Me importa más que mi propia vida y toda la de mi desdichado Clan.
—Entonces, eres un ingrato Aidan Aigner, por no valorarlos como se merecen.
—Les valoro, pero aun así no puedo evitar sentir que existen personas más importantes para mí, aún más que mis padres, aún más que mi propia sangre.
—No deberías desperdiciar tu amor de esa manera.
—Es muy tarde para el consejo —le confesó sin apartarse de ella, solo un escalón de por medio le separaba—, es imposible que te escuche ahora que me estoy desangrando. El boquete que has abierto en mi corazón no me permite contener ningún otro sentimiento hasta que la herida deje de sangrar, y creo que antes he de morir que sanar.
—¿Es lo que deseas? —preguntó casi en susurro, acercando su rostro al de él, quién se había aventurado a subir al segundo peldaño para darle firmeza.
—Es mejor la muerte que tu constante rechazo.
—¿Eres incapaz de verme feliz con otro?
—Puedo —calló, acercando su nariz a su oído, percibiendo su aroma a manzanas—, puedo ser testigo de tu felicidad con otro, puedo alegrarme de que ames a otra persona cuando eso no implique que me eches de tu lado como un perro no deseado.
—Si no te amo no puedo desear estar a tu lado —le murmuró al oído—, salvo como un amigo.
—Y eso es lo que soy. —Iba a alejarse.
—¿Y por eso estás dispuesto a morir?
—No puedes entenderme.
—Creo que buscaré una forma de saltar por el acantilado y...
—¡No! —le gritó sujetándola por el brazo.
—Mi locura no llega a esas instancia, pero sé que lo hiciste... ¿Por qué fuiste tan estúpido al lanzarte en el malecón?
—¿Te enteraste? —preguntó asombrado, separándose de ella—. Se supone que no iban a decirte.
—¿Tanta importancia tiene mi vida que aún sabiendo que tu Prima haría una petición a la mía fuiste capaz de lanzarte por el malecón, mientras que por ella viajaste hasta el pasado?
—¡Es que nunca fue por ella, Amina! —gritó señalando el camino por donde habían venido.
—Entonces, ¿por quién fue? ¿Por quién cometes tantas estupideces?
—¡Fue por ti! ¡Siempre ha sido por ti! Y ese es mi problema... Mi Donum nunca será superior al tuyo y mi sacrificio solo es un soplo de brisa. Es por eso que deseo ser el héroe, por lo menos, por una sola vez, todo para que te sientas orgulloso de mí. —Se acercó, entretanto ella se mostraba turbada—. ¿No sabes lo mal? ¡Maldición! —masculló—. No tienes ni la menor idea de lo mal que me sentí cuando por mi culpa estuviste a punto de morir en esa burbuja. Y quise ser yo y no tú. Fue mi error, mi error por salvar una vida. —Acercó su mano a su rostro pero sin tocarlo—. De salvar una vida cuando estaba a punto de perder otra que es más importante que la mía... Dudé —murmuró—, dudé de que aceptaras hacer conmigo el Absolute Officium y ahora —sollozó—, ahora todo está terminado. —Bajó su mano con dolor, sin apartarse de ella. Necesitaba respirar el aroma de su piel, la fragancia de su cabello por última vez.
—Aodh —murmuró Maia, al tiempo que subía su mano derecha por la solapa del blazer.
Aidan le abrazó. Besó su hombro.
—No puedo, Amina... No puedo estar cerca, ni lejos de ti, porque si te tengo cerca no puedo controlar mis emociones, no puedo dominar los impulsos que me exigen besarte, y si estoy lejos no puedo evitar sentir que me muero.
—Entonces —murmuró, abrazada por completo a su cuello—, ¿por qué no me besas?
Él puso sus ardientes labios sobre sus mejillas, una y otra vez, entretanto ella se aferraba a él. Cerrando sus manos por su cintura, la atrajo hacia su pecho. Besó su nariz, su frente, su otra mejilla y su mentón.
—Deseo darte algo más que mi amor, Aodh.
—Solo tu amor me basta —confesó sinceramente, con sus ojos cerrados por la efusividad de los besos que aún no alcanzaban la dulzura de sus labios.
Ella le miró, su firme y recta nariz, sus cejas y la hermosa cuenca de sus ojos, su cabello cuidadosamente arreglado, sus fuertes labios, aquel mentón que había recorrido con sus manos la primera vez que la besó.
—Abre tus ojos, Aidan Aigner —le pidió—, y mírame.
El joven accedió, encontrándose con una mirada cálida sobre sus verdes ojos. De la impresión retrocedió asombrado por lo que se le estaba revelando. Sonrió con ternura, acercándose nuevamente a ella.
—¿Puedes...?
—Puedo mirarte.
Él cerró sus ojos para besar su mejillas.
—¿No es una ironía —contestó, cerrando los suyos para sentir más propiamente sus besos—, que ahora que puedo ver tenga que cerrar mis ojos porque necesito sentirte mucho más que lo que puedo verte?
Se detuvo, fijando sus dilatadas pupilas en las de ellas, con ambas frentes unidas y su masculina mano sujetando su mentón.
—Sin que me vieras he podido encontrarme en ti. Y si en mi quedaba un resquicio de voluntad que me permitiera apartarme de ti, has terminado de cerrarlo para siempre. Has sellado mi corazón con tus besos, y no puedo más que considerarme perdido en tus manos. ¡Oh, Amina, Amina! ¡Cuánto deseo que puedas leer en mi corazón!
—Aodh, debes saber que...
Aidan subió su rostro. Un movimiento inusual en la terraza llamó su atención. Las luces se volvían a encender y las sombras le permitieron notar que alguien salía al balcón. Tomó a Maia de la mano, corriendo con ella para refugiarse bajo la sombra de los árboles.
Asomándose con cautela se dio cuenta de que se trataba de Natalia y otra persona, un hombre, al que no logró identificar porque las luces LED fueron encendidas una vez más. Amina, que estaba más pendiente de su joven amado que de lo que ocurría en la terraza, le abrazó, apoyando sus labios en la espalda de este. Aidan echó su rostro hacia atrás con delicadeza, mientras tomaba su mano para olvidarse por completo de la escena del balcón y se volteaba para besarla.
Sus labios seguían siendo dulce néctar en los suyos. Su suave piel se le descubría. Aún estaban grabados en su alma los besos que el Absolute Officium le obligó a darle. Amina se aferró a él con fuerza, tirando hacia atrás. Con delicadeza, Aidan le recostó de un tronco, luego de cubrir su espalda con su blazer para que no se lastimara.
Sus besos se hicieron más profundos, sintiendo la suavidad de su lengua. Amina y él empujan sus cuerpo para o dejar ninguna distancia entre ellos. Aidan hizo que su mano viajara desde el cuello de la joven hasta la cintura, dentro del blazer, mientras ella se sujetaba a su fuerte cuello.
—Estoy perdido, Amina, perdido... Mi voluntad está tan sometida a la tuya que me siento el más dichoso de los siervos, solo si su señora le llama a su presencia.
—¡Aodh! ¡Aodh! —se quejó, mientras el joven besaba su cuello—. He sido una tonta al enfrentar a mi Prima. Por mi desatino no podré estar a tu lado como antes lo estaba. ¡Yo también me he equivocado!
—No has hecho más que luchar por lo que crees justo, y mi deber era apoyarte.
—¡Hubieras caído contigo!
—Amina. —Tomó su rostro entre ambas manos—. No necesitas enfrentarte a tu Prima para saber que siempre caeré contigo. Mi destino está en seguirte, en servirte, en cuidarte, en amarte, y si no estás entonces, simplemente esto que tienes ante ti, que se llama Aidan, y que es un manojo de nervios cuando te ve, cuando te oye, cuando te huele, cuando te siente, que se derrite y se reconstruye con tus caricias y tus besos, que no hace más que pensar y soñar, viajar al cielo y volver a la tierra por ti, no tendría razón de vivir.
—No, no, no, no digas eso Aodh. No quiero pensar que si algo llegara a pasarme eso sería tu muerte —se quejó.
—Solo quiero que sepas, —recostó su frente sobre la de ella—, que antes de que entregues tu vida prefiero entregar la mía. No puedo dejar de arriesgarme si tu vida peligra.
—Y esa era una de las razones por las cuales decidimos...
—¡Shhh! —susurró, colocando su dedo pulgar sobre sus labios para acariciarlos suavemente con sus ojos cerrados—. Solo deseaba tener un ardid para que desistieras de enfrentar a tu Prima.
—¿Por qué no te hice caso? —se quejó con lágrimas en los ojos.
—¡Mi sol! ¡Mi pequeño sol! ¿Acaso no sigo amandote más que ayer? ¿Acaso no me he entregado a ti aún más? Estos días han sido una pesadilla y solo este momento me mantenía con vida. Verte besar a Ackley me congeló la sangre, al punto de desear morir. Por eso te seguí.
—Aodh —le detuvo—, con respecto a eso debes saber que el Diario...
—Lo sé —le interrumpió—, supuse que era para ti.
La joven se separó. Tenía que confesarle algo más.
—Y que a través de sus besos puedo recuperar la vista.
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