Capítulo 52: Perdiendo todo lo que me importa
La canción de multimedia me recordaba todo el mensaje que Douglas transmite
Como nadie venía a explicarme lo sucedido, hice el amago de levantarme, pero entonces la vi, allí, dormida, con los brazos cruzados sobre las piernas y una chaqueta por encima para protegerla del frío. De repente una voz me sobresaltó, atravesando el final del pasillo, cercana a la puerta:
— ¡Has despertado!— un chico con el cabello castaño, de pelo largo y alborotado me dio una fuerte palmadita en la espalda—. Me alegro, chaval, nos has asustado a todos.
— ¿Quién eres?— me atreví a preguntar, ya que no era ninguno de los amigos de Sol, ni tampoco parecía uno de los chicos integrantes del equipo de Lucienne.
El chico sonrió abiertamente, se acarició el cabello para esconder los pelos que salían por fuera dentro de la gorra de color burdeos que tenía puesta en la cabeza y dijo:
— Soy Marcos, ¿no me recuerdas?— solo con escuchar su nombre los vellos de la piel se me habían erizado del todo— . Estuve ayudando a tu hermana en todo lo que pude.
— ¿Tú eres Marcos? ¿El novio de Minerva?— me sacaba una cabeza y media.
Definitivamente, Marcos estaba a otro nivel, no lo recordaba tan alto, fuerte, él es como yo, pero tiene todas las partes de mi lista que yo nunca he conseguido. Tiene la altura que yo querría tener, tiene el color de pelo que yo siempre he deseado, más claro, no tan negro y oscuro, tiene fuerza, no es un pálido flacucho y sobretodo, la tiene a ella.
— El mismo, es un placer Douglas, he oído hablar mucho de ti— me ofreció su mano amistosamente.
Estreché su mano con desconfianza, algo tenía que esconder tras esos ojos verdes, tan claros y profundos, por cierto, otro punto de mi lista, tener los ojos de un color que no sea marrón o negro.
— ¿Has venido a llevarte a Minerva?— tenía que preguntárselo, porque necesitaba una respuesta, sobretodo si quería tener la oportunidad para poder hacer algo, como le había prometido a Lucienne que haría— al mencionar su nombre en mi mente, todo lo sucedido vino como un relámpago a mi cabeza, y entonces recordé el accidente.
Marcos iba a responder a mi pregunta, cuando le tape la boca.
— No me lo digas, da igual, ahora no es importante, dime dónde está Lucienne— eso era lo importante ahora, saber cómo se encontraba, si estaba o no vivo, el simple recuerdo de la sangre a borbotones rociando el agua no me daba mucha seguridad.
El rostro del castaño se puso serio en ese preciso instante, su mirada bajo a sus pies, no me dirigió la mirada en ninguna de las palabras que pronunció a continuación de realizar aquel gesto.
— Vuestro amigo francés no ha despertado, su golpe no fue un leve golpe en el codo, al contrario que tú, el recibió un tremendo golpe en la cabeza, provocado porque un compañero de su equipo le quitó los tornillos a la tabla de madera que sujetaba el trampolín.
¿Un compañero de su equipo? El chico de la mirada oscura y escalofriante, tenía que ser él, ¿por qué no me di cuenta?
— ¿Se sabe qué compañero ha sido?— si no lo sabían, yo podía ayudar, reconocería su cara en cualquier lado.
— Eso es lo más extraño, según me ha contado Minerva, el mismo se ha entregado, tenía el destornillador y las herramientas con las que había manipulado el trampolín en sus manos— el chico de ojos verdes se metió las manos en los bolsillos y se sentó al lado de Minerva.
Marcos, besó la frente de su novia, agarró una de las manos que escondía entre las piernas y soltó:
— Cariño, preciosa, Douglas ha despertado— dijo el chico acariciando sus manos lentamente.
Como si se tratara de un resorte, Minerva, que estaba desperezándose al oír la noticia, se abalanzó sobre mí, tirándome al suelo, quedando encima de mí con las piernas sobre mi cintura.
— ¡Has despertado!— me miró con una sonrisa gigantesca, se agarró a mi cuello con fuerza y dijo— . Me tenías muy preocupada, llevas un día entero inconsciente— me miró y vi las huellas que había dejado el haber estado llorando en su rostro.
— Lo mío no ha sido nada, Minerva, lo importante es saber de Lucienne, el es el que tiene que importarnos— me zafé de su agarre y levanté la mirada buscando el pasillo.
Ella se quedó en el suelo, parecía sentirse abandonada. ¿Había reaccionado mal? Seguramente, pero no tenía tiempo para pararme en pequeñeces, tenía que saber cómo estaba el francés, y además, ella tenía a "Marcos" para consolarla.
Supe cuál era la habitación del francés porque vi a su novia, la chica de las gafas, Carlota, en una de las sillas del pasillo llorando a moco tendido.
— ¿Carlota? ¿Qué pasa? ¿Hay malas noticias?— mi corazón iba a mil por hora, si hace unas horas se había quedado completamente inoperativo, ahora estaba repleto de energía, incluso bombeaba sangre en exceso de lo impaciente que estaba.
— ¿Douglas?— su cara fue de sorpresa al verme, pero no hizo preguntas, simplemente me abrazó dejando la sala entera en silencio.
Agarré su cabeza en el abrazo para darle seguridad y confianza, uno de los dos tenía que ser fuerte, y estaba claro, que la chica del pelo detrozado y el maquillaje corrido, cuyas lágrimas no paraban de brotar de sus ojos, no eran precisamente el mejor símbolo de fortaleza.
Cuando vi que su respiración se tranquilizaba apoyada sobre mi pecho, la separé, la miré firmemente a los ojos y le dije:
— Cuéntamelo todo, no quiero que omitas nada de lo que los médicos te hayan dicho— quería saber hasta el color de la ambulancia en la que nos había llevado.
La chica retiró algunas lágrimas de los laterales de sus mejillas, al lado de sus gafas y comenzó:
— El golpe que Lucienne se ha dado en la cabeza ha sido brutal, si se hubiera dado en un brazo o en una pierna, no hubiera pasado nada, pero con el golpe tan grande que se ha dado en la cabeza, no solo corre el riesgo de morir, que nos han dicho que es bastante probable, sino, que si llegara a despertar, su vida ya no sería la misma— ¿cómo?
— Espera, ¿qué?— agarré a la chica por los hombros apretándolos con mucha intensidad para que se concentrara antes de repetirme lo que me acababa de decir— . ¿Cómo que su vida ya no será la misma?— dije con la voz temblorosa, esperando que hubiera confundido alguna palabra al enunciar su mensaje.
— Los médicos dicen que el golpe ha sido en el peor sitio, porque ha dañado muchas partes de su sistema nervioso— se detuvo para contener el llanto que estaba a punto de salir a través de su garganta— . Lo que significa que su cuerpo no funciona, es decir, que tiene todas las partes que antes le funcionaban dormidas, por lo que aunque despierte, va a depender la mayor parte de lo que le queda de vida de una silla de ruedas— la chica se volvió a derrumbar en mis brazos, pero yo no estaba presente en la sala, mi cuerpo sí, pero mi mente acababa de abandonarme, de solo imaginar a todo lo que se iba a tener que enfrentar el francés. En ese momento experimenté una sensación dolorosa, pero una que nunca en la vida había experimentado, estaba llorando pero por el interior de mi cuerpo, dejando caer las lágrimas invisibles en la punta de mi estómago. Tenía una sensación salada y cítrica, una combinación que estaba agujereándome las tripas.
— ¿No hay ni una mínima esperanza de que eso no pase?— dije apretando los puños con ira contenida.
— Hay un 3% de probabilidades— se volvió a quedar sin habla, por lo que se detuvo unos segundos para que se volviera a genera saliva en su organismo, que se había quedado desierto ante una noticia tan devastadora— . De que con rehabilitación y muchísimo esfuerzo pueda recuperar la funcionalidad de su cuerpo, pero primero tiene que despertar— la chica se volvió a echar a llorar.
Y allí nos quedamos, pasaban las horas y el parisino no despertaba, yo no me atreví a entrar en la habitación en la que lo habían ingresado, no quería verlo con tantos aparatos en su cuerpo, no hasta que recuperara el alma, que la había perdido en el proceso de asimilar toda la información.
-------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------Tres días después
Son las seis de la mañana en el reloj de mi móvil, y yo sigo aquí de pie, no me he movido de al lado del cartel, llevo tres días durmiendo dos horas por día, me pesan los párpados, pero no quiero cerrar los ojos, aún no tenemos noticias de Lucienne, no nos han querido decir nada desde la última vez que se comunicaron con Carlota, que como tiene un trastorno de personalidad, decía que se llamaba Julia, pero para mí internamente era Carlota.
De repente, el cansancio me venció y me quedé unos segundos dormido por el agotamiento, hasta que una mano sobre mi hombro me despertó.
Abrí los ojos, a pesar del cansancio y del daño que me estaba haciendo la luz de la mañana incidiendo directamente sobre mi retina, y me encontré con Minerva, de pie, con una sonrisa lastimera y agarrándose las manos con cautela, lo que significaba que tenía una noticia que darme.
Con un simple gesto, me indicó que fuéramos a otro lado, yo la seguí mientras ella caminaba por el pasillo con seriedad en su caminar. Llegamos a una esquina abandonada donde había unas pocas sillas azules para poder sentarse.
Nos sentamos y vino una conversación que estaba tratando de alejar lo máximo posible en el tiempo.
— Me voy, Douglas— yo estaba mirando al suelo, indeciso entre si mirarla a los ojos o no, ella agarró suavemente mi barbilla y la levantó en su dirección antes de continuar hablando— . Marcos dice que ya ha pasado mucho tiempo, que ya no nos vemos como antes, quiere que nos marchemos a casa para que podamos dedicarle tiempo a cuidar nuestra relación— me confesó alejando esta vez ella su mirada de la mía.
Estaba siendo uno de los peores momentos de todos, mi mente colapsó, me cabreé tanto con todo lo que me estaba sucediendo, que le hice daño a la persona que más quería, porque en aquel preciso instante, me levanté, sin decir una sola palabra, me puse delante de ella, chocando su nariz con la mía, agarré su mano, la miré a los ojos con seriedad y solté con una media sonrisa falsa:
— Que tengas un buen vuelo de vuelta, Minerva— por dentro, mi corazón me decía que regresara sobre mis pasos e impidiera que todo sucediera, pero esta vez decidí hacerle caso a mi mente, por lo que arranqué la pulsera que le regalé de la muñeca, tirándola a la papelera y me marché sin justificar mis acciones.
Me senté de nuevo al lado de la puerta, no podía apenas respirar, el corazón me pesaba en la caja torácica, era uno de esos momentos, en los que si pudiera, haría lo que el parisino hizo en una ocasión, meterme en el agua fría sin pensar en nada más, sin preocuparme por si respiro o no, para aclarar mis pensamientos, porque estaba claro que en aquel segundo había perdido por completo la dirección de mi vida.
Me sentía peor que al principio, por lo que estaba empezando a pensar, que lo mejor hubiera sido no iniciar el viaje, quizás así, Lucienne no hubiera tenido ningún accidente y yo no hubiera sabido lo que duele perder a la persona a la que por mucho que pase el tiempo siempre vas a querer.
Más desolado me sentí, cuando escuché los llantos de Minerva procedentes del fondo del pasillo, la castaña lloraba desconsolada, yo no quería hacerle daño, solo quería que se olvidara de mí, porque a diferencia de mí, ella tenía otra vida a la que volver, y yo ya había perdido todo lo que me importaba.
Cuando sentía que la vida no hacía que darme más y más decepciones, los médicos vinieron a todo correr a la habitación en la que se encontraba el parisino, prácticamente apartándome de donde estaba sentado esperando.
Cerraron la puerta después de pasar, apenas pude ver por el rabillo del ojo lo que estaba sucediendo, por lo que inquieto, me dirigí al final del pasillo. Entré en el baño, necesitaba refrescar mi mente, y lo más parecido al fondo de un lago que había aquí, era el bidé del lavabo. Llené de agua fría el mismo, tapé el agujero con cinta adhesiva que me sobraba de la otra vez y dejé que el agua inundara la cerámica hasta que llegó a la parte de arriba.
Como el grifo se podía girar, lo giré hacia la izquierda y metí la cabeza entera en el agua, en un acto de desesperación, grité, grité tanto y tan fuerte que me retumbaron los oídos. En medio de mis lamentos, el rostro del francés apareció en mis recuerdos. Saqué la cabeza inmediatamente al recordar.
La desesperación me había hecho olvidar lo que le había prometido al francés, había sido un estúpido con mi mejor amiga, entre los celos que tenía y los sentimientos de tristeza, ira y sufrimiento, no me había dado cuenta de que tenía que hacer caso siempre a mi corazón, porque la mente puede equivocarse, puede tener un lapsus, pero mi corazón, con Minerva, nunca se equivocaba, era sincero.
Cogí un papel que tenía arrugado en el bosillo, era un folleto de un concierto que me habían dado antes de entrar al pabellón en la competición de natación. Escribí y las palabras salieron solas, todo lo bueno que había sucedido en este viaje, me permitió escoger las únicas palabras que quería decirle y escribirlas en la parte de atrás en blanco de aquel folleto.
Estaba indeciso, no sabía si mi apuesta había sido demasiado fuerte, a lo mejor estaba equivocado y todo esto era un error, por lo que arrugué el papel y lo hice una pelota para tirarlo cuando tuviera oportunidad de hacerlo.
De camino de vuelta a la habitación, tuve la oportunidad de lanzarlo a una papelera que había en la mitad del pasillo, pero entonces volví a verla, allí de pie, secando sus lágrimas a duras penas, sin poder mirar a ninguna parte en concreto.
Me armé de valor, acorté la distancia entre los dos, agarré su mano, entrecrucé nuestros dedos, y deslizé la pelota con mi mensaje hasta que llegó a sus manos, que se cerraron al notar el papel dentro aprisionando el mismo con mucha fuerza.
No sabía si acercarme, no se movía, solo miraba directamente a la pared, pero al final, estiré una pierna para poder decirle algo al oído.
— Ábrelo cuando estés en el avión— le sonreí.
Había escogido el avión para que no le diera tiempo a retroceder, y para que no pudiera hacer una locura, una parecida a la que yo acababa de cometer.
Ella asintió y se mantuvo en silencio.
El médico salió por fin, para comunicarnos que Lucienne estaba despierto, por lo que no le di tiempo a nadie a decir o hacer nada, directamente salí corriendo, atravesando la puerta y esquivando a las personas que allí se encontraban.
— ¿Lucienne?— pregunté para ver si su voz estaba ahí, como de costumbre, ya que el sistema nervioso es muy caprichoso y era perfectamente capaz de haberlo dejado sin habla al estar este inutilizado.
— ... "glas"— eso fue lo que escuché, al francés le costaba articular las palabras, pero al menos era capaz de hacerlo, lo que significaba que no iba a librarse de nuestras charlas habituales.
El resto del día, lo pasamos entre su novia y yo, explicándole la situación al francés, que había llorado más que nosotros dos juntos al escuchar la noticia de su situación. Si había algo que se había mantenido intacto era su vitalidad y su energía, ya que decía que no iba a rendirse hasta que volviera a poder caminar, aunque tuviera que estar día y noche haciendo ejercicio, estaba claro, que el accidente le había adormecido el cuerpo y había casi acabado con su movilidad, pero no había podido acabar con su carácter y su personalidad, esos eran intransferibles.
MINERVA
La castaña estaba en un avión rumbo a Canadá, con la mano de su novio a su lado, que dormía plácidamente, cuando recordó el papel que le había dado Douglas.
Como ya estaba en el avión, podía abrirlo sin problemas, así que, deslió el papel, dejando a la vista un arrugado mensaje:
TE QUIERO
Me he pasado la vida entera diciendo que no había nada más importante que encontrar un trabajo acorde a tus estudios, concentrado en los exámenes, en las notas, sin saber que el tiempo iba pasando, sin darme cuenta de que sin querer estaba maltratando a mi corazón. No supe lo que era vivir hasta que no volviste a aparecer en mi vida, por eso sé que siempre te querré, no tengo duda de ello, por eso quería regalarte mi primer "te quiero", además de haberte regalado mi primer beso.
Te lo digo ahora, porque nunca he tenido el suficiente valor para decírtelo y sabía que aunque ya estabas desapareciendo de mi vida, no perdía nada por hacerlo, por eso y para que no puedas volver, porque después de mucho reflexionar he entendido cuál es nuestro papel en esta historia, nos queremos cuando nadie nos ve. Esta última parte la había subrayado con intensidad, parecía estar escrito en negrita.
Tú tienes tu vida, y no quiero que la pierdas por mí cuando sé que él puede hacerte feliz, solo prométeme una cosa, que siempre sonreirás, tienes la sonrisa más bonita que he visto.
SIEMPRE NOS QUEDARÁ EL FARO
DOUGLAS
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