Capítulo XV: Las Puertas del Infierno.
Amelia:
Si bien habíamos previsto que dejaríamos que Aurora y su grupo cantaran un poco, la verdad es que los números del programa llevaron mucho tiempo y el nuestro estaba por agotarse. Cuando fue el momento acordado, James discretamente sacó una mini laptop y envió su dron a las cocinas. Un par de minutos más tarde explotaron.
Seguramente iban a atribuirlo a una fuga de gas, era algo totalmente convincente.
Se armó un caos en el comedor, el cual se intensificó cuando un guardia informó a gritos que el fuego se estaba expandiendo por todos lados. Aunque se nos ordenó mantener la calma mientras intentaban sofocar el incendio, pronto fue obvio que nada salvaría al Internado. Había demasiada madera en su estructura interna y la reserva de agua estaba vacía, un detalle que desconcertó a todos, menos a nosotros porque fue obra nuestra.
Finalmente los profesores ordenaron salir del Internado sin ir a las habitaciones por ninguna cosa, ya que el fuego se dirigía hacia allí. La energía eléctrica fue apagada de inmediato para evitar mayores daños y empezamos la evacuación, pero los clubes estaban haciendo que todo fuera más lento.
Ante la perspectiva de perder la mayor parte de sus pertenencias por el incendio, inmediatamente habían decidido salvar a toda costa sus más grandes trabajos e instrumentos, que estaban en su gran mayoría, en el comedor. Pronto Aurora y Jaden estuvieron con nosotros, cargando ella su guitarra, su ukelele y él su adorado teclado, sobra mencionar que todos en cada Club estaban en una situación similar.
Mis amigos y yo nos dirigimos hacia la salida, apenas iluminada por las linternas de los guardias, aunque parecía que tardaríamos en salir porque los del Club de Mecánica no podían moverse con su auto porque les cerraban el paso los demás Internos y ellos a su vez nos cerraban el paso a nosotros.
Cuando finalmente todos nos las arreglamos para salir del comedor (incluyendo a los mecánicos y su pomposo auto), caminamos hacia las puertas del Internado, que los guardias estaban abriendo para dejarnos salir mientras intentaban contactar frenéticamente a los bomberos.
-Eso podría ser un problema. -Masculló Ian mirando al cielo: estaba totalmente nublado y había relámpagos- Puede que llueva.
Nadie se molestó en responder algo a su comentario.
Estábamos a punto de salir cuando mi cuerpo se paralizó. Simplemente dejó de responderme y mis amigos no lo notaron, ni siquiera fui capaz de decir algo; mi boca parecía sellada. Contra mi voluntad, corrí hacia el dormitorio sin que nadie lo advirtiera.
No había nadie en los pasillos que me detuviera, solo había llamas por todos lados, por mucho que intentaba resistirme a seguir avanzando no lograba recuperar el control de mi cuerpo. Tal como me dijeron, me encontraría en el lugar indicado en el momento adecuado, así me esforzara por lograr lo contrario. Lo peor era que cada intento de resistencia me provocaba un terrible dolor físico y no lograba detenerme, estaba condenada.
*-*-*-*-*-*-*
Zed:
Tal como James se lo había dicho, poco después de las once de la noche, las cocinas volaron en pedazos y el fuego comenzó a propagarse. Para él no era más que una jugada desesperada de parte del grupito de amigos de Blackmount para salvarla, desgraciadamente, no funcionaría, al menos no como ellos lo habían planeado.
Caminó lentamente por los pasillos sin importarme el fuego, no tenía un ápice de prisa. Su tío no podía asesinarla hasta la medianoche.
Sacó un teléfono de mi bolsillo y marcó un número mientras caminaba, llamó y esperó a que contestara. La respuesta fue casi inmediata.
-Hola, voy en camino, estaré ahí en poco tiempo. -Dijo su contacto del otro lado de la línea, apenas podía escucharlo a pesar de que casi gritaba, las hélices del helicóptero hacían mucho ruido.
-Apresúrate o no hallarás rastro de este sitio. -Ordenó Zed arrastrando la voz.
-Media hora bastará y no creas que no quisiera tele transportarme para llegar más pronto. -Masculló el chico.
-Qué romántico... -Escupió Zed- Debes estar en el techo pronto, espero que esa cosa vuele tan bien como dijiste.
- ¿Crees que usaría algo que no sirva para algo tan importante? Porque rescatar a esa chica es personal para mí, no lo olvides.
-Nunca espero demasiado de los demás, solo eso. -Dijo el Ejecutor antes de colgar la llamada.
No conocía al chico, apenas había visto su foto una vez en una computadora de James debido a la investigación que le ordenó hacer de los familiares, amigos y conocidos de Amelia Blackmount, pero sabía que haría cualquier cosa por ella.
*-*-*-*-*-*-*
Amelia:
El plan había fracasado.
Había caminado hasta la puerta de mi cuarto sin poder evitarlo, apenas había recobrado el control de mi cuerpo, pero no porque mis esfuerzos hubieran dado fruto, simplemente había sido "soltada" porque ya estaba donde debía estar. Seguramente era obra de Sebekabel.
Me encontraba de rodillas, mi respiración estaba descontrolada, el dolor tan intenso que me había causado oponerme a caminar hacia el Cuarto Maldito había dejado sus secuelas, me sentía muy débil. Con dificultad me incorporé y me pregunté por qué Sebekabel no me había obligado a entrar.
Consideré huir, pero de seguro el demonio que me acechaba me lo impediría. Podía sentirlo a mi alrededor... en el aire tan pesado que respiraba. Las llamas no se acercaban más, parecía haber una barrera que les impedía llegar a mi cuarto. De haber tratado de escapar habría tenido que superar ese obstáculo (en caso que Sebekabel me permitiera intentarlo).
Entonces lo entendí: debía aceptar que iba a morir. Sabía que tras esa puerta estarían el Director o el Ejecutor para sacrificarme, tal vez incluso los dos, seguro les encantaba la idea de hacerme sufrir antes de matarme.
Mis opciones se habían acabado. Apreté los puños y grité frustrada, ¿Quién era en realidad? Al parecer solo la chica que iba a ser sacrificada. No había manera de impedirlo, ¿O sí? Había fallado en lo que parecía un plan perfecto, ahora no tenía uno, tampoco era buena defendiéndome... no había logrado detener a los Princeton y como estaban las cosas seguramente jamás lo haría.
Coloqué mi mano temblorosa en la manecilla de la puerta... respiré hondo, me resigné y abrí.
-Señorita Blackmount, me alegra verla... por última vez.
El director... cómo no.
-Discúlpeme si no comparto el sentimiento. -Respondí mientras miraba el interior del cuarto, estaba desértico.
-Valientes palabras, a decir verdad no esperaba que respondiera siquiera, jovencita. -Dijo el director mientras se levantaba de la silla en la que se encontraba- Parece que usted no es como las demás que han ocupado este cuarto.
-También va a asesinarme, no veo ninguna diferencia.
-Usted ha sido la más problemática, no solo descubrió el secreto de los Princeton, también incendió el Internado en un patético intento de salvarse... ¿Por qué tiene que dar tantos problemas? Su muerte contribuirá a la construcción de una mejor sociedad, debería sentirse honrada. -Expuso mientras limpiaba sus anteojos metódicamente.
- ¡Nadie aceptaría morir solo porque le dicen que contribuirá a la sociedad con su sacrificio! -Grité sin poder creer el cinismo de sus palabras.
-Ah, el egoísmo de los jóvenes, solo piensan en sí mismos. -Se lamentó hipócritamente Richard Princeton.
-Usted solo piensa en ganar renombre y seguir el sueño de un maniático. -Escupí furiosa.
Durante escasos segundos, el hombre permaneció estupefacto ante mis palabras, pero luego me lanzó una mirada furiosa y de repente me encontré siendo estrellada contra la pared ante un simple movimiento de su mano.
- ¡Dennison Princeton era un gran hombre que sacrificó todo por esta causa! ¡Cada Guardián, cada Ejecutor, se ha manchado las manos para conseguir un mundo mejor rectificando a esos chicos torcidos que no encajan en la sociedad! ¡Hemos hecho grandes sacrificios personales! ¡Y te atreves a minimizar nuestras acciones! -Exclamó frenético mientras aumentaba la presión en mi cuello más que en otra parte.
Definitivamente no me esperaba que tuviera poderes sobrenaturales, pensé que me mataría en ese instante, pero me dejó caer mientras revisaba un anticuado aunque elegante reloj de bolsillo. Aún no era medianoche.
- ¿Llama egoísmo a querer vivir? -Pregunté en medio de estornudos- ¿Quién le dio la autoridad para juzgar a la gente? Las personas deben ser diferentes unas de otras, de lo contrario, todo sería monótono... es como si quisiera hacer una pintura usando un solo color, ¡Es absurdo!
-El mundo debe tener armonía, la falta de ella es lo que ha provocado tantos desastres, los principales errores de la humanidad vienen de una mala moral y la ignorancia, ¡Pues nosotros les damos una alta moral y conocimiento! Seguimos los principios de Nicolás Maquiavelo, que dijo que el hombre es naturalmente malo, a menos que lo obliguen a ser bueno. ¡El fin justifica los medios! ¡Por el resultado final, vale la pena cualquier sacrificio!
- ¿El resultado final? ¿Para usted las vidas humanas son solo ecuaciones o qué? ¡Cada persona debe decidir si es buena o mala, nadie más! ¡Solo un ser perfecto puede juzgar así a los seres imperfectos! ¡Usted y todos los que le han precedido no son más que asesinos con una moral retorcida!
-Puede pensar lo que quiera señorita Blackmount, pero en solo unos minutos se llevará sus argumentos a la tumba... pronto el Ejecutor estará aquí.
-Ya lo estoy. -Dijo una gélida voz que aunque me hizo estremecer, reconocí. Se trataba de...
- ¿Zed? -Pregunté atónita- ¿Tú eres el...?
No lo comprendía, ¿Por qué había intentado ayudarme si yo era su siguiente víctima? ¿Acaso no había hecho más que jugar conmigo?
-Así es, -Me respondió en el mismo tono de antes- soy Zed Princeton. El Ejecutor.
Estuve cerca de pasar lo que parecían los últimos minutos de mi vida insultando a Zed hasta que me asesinara... no era más que un asqueroso y vil traidor, ¡Había confiado en él aunque todos me advirtieron que no me le acercara! ¡Puse mi vida en sus manos! Sin darme cuenta, me lancé contra él e intenté estrangularlo, pero me alejó de él haciéndome levitar totalmente inmóvil sin que yo pudiera evitarlo.
-Limítate a no estorbar. -Dijo lanzándome una mirada severa mientras me hacía caer en mi cama- Yo no soy tu enemigo.
Tanto el director como yo lo miramos sin entender.
-Sobrino... ¿Piensas seguir con esta locura? -Preguntó el mayor con una rabia creciente, se notaba en su rostro- No puedes huir de tu herencia, ¡Es tu deber!
- ¿Por qué yo, tío? -Cuestionó Zed ignorándolo- Durante años fuiste el Ejecutor bajo las órdenes de tu padre, luego te convertiste en director y Guardián, pero al negarse mi padre a ser el Ejecutor, tú tomaste ambos puestos. Octava Cláusula del Contrato: "Si no hay un Ejecutor disponible, el Guardián tiene la libertad de realizar el sacrificio en su lugar". ¿Por qué no seguiste así? ¿O por qué no tuviste hijos propios que te sucedieran? ¿Por qué destruiste mi familia?
- ¿De qué hablas? Yo te cuidé cuando tus padres fallecieron trágicamente en ese accidente. -Siseó el director alzando una ceja.
- ¡No fue un accidente! ¡Tú planeaste todo porque querías que yo fuera el Ejecutor! -Rugió Zed furioso- ¿Cómo te atreviste todos esos años a mirarme a la cara, sabiendo que eres el asesino de mis padres? ¡Él era tu hermano! ¡Ella era inocente!
Richard Princeton guardó silencio, pero miró a su sobrino con una mezcla de superioridad y desafío.
- ¡Responde! -Exigió Zed. Su cabello se agitó frenéticamente con su grito.
- ¿Hace cuánto que lo sabes?
- ¡No evadas la pregunta!
-Si tanto quieres saber, fue porque no podía desperdiciar la sangre de los Princeton. Cuando supe de ti, me di cuenta de que naciste para ser Ejecutor, pero tu padre se negó a aceptarlo, era un cobarde... su debilidad siempre fue un fastidio, ¡Y se volvió peor cuando conoció a esa Amelia Ríos!
Yo solo contemplaba aquella acalorada y perturbadora discusión, incluso traté de llegar a la puerta para huir, aún cuando antes creía haber renunciado a la vida, pero mi instinto de auto-conservación me exigía que no me rindiera, no obstante, al escuchar ese nombre, me paralicé. ¿La madre de Zed también se llamaba Amelia, como yo?
-Creía haberte hecho fuerte... que te había extirpado la debilidad de tu padre, cuando finalmente asumiste el puesto de Ejecutor me sentí tan orgulloso... pero veo que me equivoqué, no eres capaz de matar a una chica con el mismo nombre y apariencia de tu madre. Me decepcionas, sobrino.
- ¿Debería sentirme mal por eso? -Preguntó Zed con amargo sarcasmo- Amelia Blackmount no será otra víctima, no voy a hacerle daño y tampoco dejaré que tú lo hagas.
Miré sorprendida a aquel chico a quien hacía un par de minutos le deseaba la peor de las muertes, después de todo, Zed no estaba allí para matarme, había llegado a protegerme, aunque solo fuera porque me parecía a su madre y mi nombre fuera Amelia, pero igual le estaba terriblemente agradecida. Después de todo, tal vez no sería sacrificada esa noche.
-Qué tonto. -Suspiró Richard sacudiendo la cabeza, tras lo cual con un chasquido de dedos hizo que la puerta del cuarto se cerrara, acto seguido con un movimiento hizo que Zed fuera estrellado contra la pared- Si eres demasiado débil para hacerlo tú, al menos no me causes problemas.
Apenas terminó de hablar, fue él quien fue proyectado hacia la pared por Zed, que aunque estaba en el suelo, en ese momento intentaba estrangular a su tío haciendo uso de sus poderes sobrenaturales. A continuación contemplé una batalla a muerte (porque pronto fue obvio que lo era) como nunca volvería a ver una.
Hubo un momento en que Zed desenvainó un feo puñal con el que intentó cortarle el cuello a Richard, pero él esquivó la cuchillada y en cambio lo golpeó con un bastón que no habíamos visto antes, en ese momento traté de abrir la puerta para escapar mientras los últimos Princeton se mataban entre ellos, pero la puerta no cedió.
Cuando volteé a ver a Zed, tenía un lápiz clavado en un hombro y Richard una herida en la mejilla aparte de algunos moretones, pero eso no le impidió paralizarme contra la pared con solo mirarme a los ojos. Zed se arrancó el lápiz del hombro y se lo arrojó a su tío, tras lo cual dio un golpe con la mano abierta en la puerta y ésta voló en pedazos, Richard se lanzó contra él en una embestida que el emo no pudo evadir y pronto se encontró golpeando la puerta de la habitación de enfrente, tras lo cual se deshizo de su tío con una patada y volvió al cuarto para darme un pequeño golpe en la frente, librándome de mi parálisis.
- ¡Ven conmigo! -Ordenó tomando mi mano, no me dio tiempo ni a procesar sus palabras, pues básicamente me arrastró fuera del cuarto maldito justo en el momento que el reloj de bolsillo del director emitía un zumbido.
Ya era medianoche.
- ¡Tenemos tres minutos! ¡Si logro mantenerte con vida ese tiempo, el Internado se hunde en el infierno y no tendrás que ser sacrificada! -Gritó mientras corríamos por el pasillo.
Sebekabel desde luego no iba a hacerlo tan fácil, su deber era retenerme en el lugar mientras el Ejecutor o el Guardián me sacrificaban. Cuando llegamos a las escaleras, fuimos lanzados hacia atrás por una fuerza invisible.
-Maldita sea. -Gruñó Zed mientras giraba bruscamente: su tío se había levantado y esgrimía su bastón de madera, pero esta vez lo desprendió de la empuñadura lentamente, sacando a relucir una afilada espada con la que apuntó a su sobrino.
-Veo que no quieres hacer las cosas simples muchacho. -Escupió con desprecio- Última advertencia... deja de actuar como un tonto y cumple con tu deber.
Zed lo miraba con más odio que nunca, tanto que su cuerpo temblaba, al hablar su voz salió ronca mientras que una vena se hacía visible en su pálida frente.
-Ese sable era de Alexander Princeton, nuestro ancestro... y le fue legado a mi padre por el suyo... ¡¿Cómo te atreves a empuñarlo contra su hijo, maldito cobarde?!
El chico se olvidó de mí y soltando mi mano acometió contra su tío llevando tan solo su puñal, el cual no era otro que el que debía usar para sacrificarme a Satán. Richard no era muy diestro usando el sable de su ancestro, claramente lo había sacado para intentar atemorizar a Zed, pero él en cambio, había renovado su deseo de matarlo de inmediato y encima, él sí era un experto con el puñal.
La lluvia caía estruendosamente y los relámpagos iluminaban el cielo sin parar, el viento azotaba el Internado y yo escuchaba el crepitar de las llamas consumiendo todo en el interior del edificio, de no haber sido por Sebekabel, para esos momentos el afamado Cuarto Maldito solo habría sido una hoguera.
En cierto momento, Zed fue obligado a retroceder con una herida en el pecho, tras lo cual me cubrió para que llegara a la ventana del final del pasillo.
- ¡Escúchame Blackmount! -Gritó jadeante al tiempo que le propinaba un brutal golpe al director- ¡En menos de un minuto, el Contrato habrá sido incumplido, por lo que Sebekabel dejará de retenernos aquí, así que cuando te lo diga, corre por el maldito pasillo y sube al techo!
Yo no sabía qué estaba planeando, subir al techo no parecía tan lógico, pero no pude meditarlo tanto tiempo, pues acto seguido Zed recibió un profundo corte en la pierna que lo hizo caer de rodillas para inmediatamente después ser pateado en la cara por Richard, que aprovechó para arrebatarle el puñal, aunque Zed lo obligó a retroceder golpeándolo con la vaina de madera del sable, consiguiendo al mismo tiempo que soltara esta arma y recogiéndola él. Ahora tenían la herramienta de combate del otro.
La resistencia del director (que obviamente no era un atleta) ante Zed, que era tan fuerte y hábil, no paraba de sorprenderme, le estaba causando muchos problemas a su sobrino, incluso había tomado la ofensiva más veces que él, ¿Acaso se trataba de otro poder sobrenatural de los Princeton o solo era más duro de lo que parecía? Tal vez nunca lo sepa.
Unos segundos más tarde, todo el Internado fue sacudido con tal fuerza que los tres caímos al suelo al mismo tiempo que las llamas que antes eran contenidas por la barrera invisible de Sebekabel finalmente no lo eran más y eran libres de consumir todo.
El Contrato había sido incumplido.
El director cayó de rodillas mientras una expresión de horror se apoderaba de su cara, ni siquiera notó cuando el puñal que sostenía se hizo polvo. Lanzó un alarido de frustración e inconscientemente rasgó su camisa al tiempo que se lamentaba.
- ¡La obra de Dennison Princeton! -Se lamentaba- ¡Todo ha concluido! ¡Y es culpa tuya, maldita chica!
- ¡Blackmount, no te quedes aquí, corre! -Me ordenó Zed gritando.
Tras eso, Richard sacó una pistola e intentó dispararme, pero Zed me hizo agacharme justo a tiempo. Huimos por el pasillo esquivando las balas, él accidentalmente soltó el sable en el camino, pero no lo lamentó. Su tío nos perseguía, pero esta vez estaba frenético y disparaba sin cesar.
Escuchamos crujidos por todos lados y cómo partes del Internado se derrumbaban por doquier, aparte el calor parecía haberse cuadruplicado y se percibían cosas siniestras en el aire.
-Está sucediendo; se hunde en el Infierno. -Murmuró Zed mientras me obligaba a subir una escalera de mantenimiento- ¡Aprisa, sube al techo, Blackmount!
Hice lo que me decía y subí deprisa. Una vez en el techo me vi expuesta a la potente lluvia que azotaba al Internado, mi ropa se empapó en segundos, pero lo que me paralizó no fue el frío, sino lo que vi: un círculo de fuego rodeaba al Internado y en su interior la tierra se partía dejando ver imágenes de un mundo inferior de flamas ardientes y monstruos demoníacos en filas cual ejércitos. Rayos caían por todos lados dentro del círculo... desesperada vi más allá, solo podía visulumbrar vagamente a los estudiantes reunidos afuera, pero pronto el humo no me permitió ver nada más.
El sonido de unas hélices me sacó de mis cavilaciones y me hizo ver al cielo, ¿La policía? ¿Reporteros? ¿Rescatistas? ¡Quienes fueran, me conformaba con que me salvaran! Zed había salido y empezó a hacer señales con una linterna al helicóptero, que inmediatamente comenzó a descender.
-Ésa es tu ruta de escape, Blackmount. -Dijo jadeando mientras se apartaba cabello mojado de la cara- Cuando baje la escalera, sube y no mires atrás.
-Zed... yo... -Balbuceé sin saber qué decir.
-Una cosa más. -Me cortó mientras se acercaba y me colocaba una mano en la cabeza.
Recuerdo haberme quedado sin aliento y caer de rodillas, fue como si una poderosa descarga eléctrica me hubiera golpeado.
-Nunca te dije nada sobre mí, pero no será necesario ahora. No todas mis habilidades son de origen satánico. -Me dijo mientras me hacía ponerme de pie- Ahora, sube a ese helicóptero.
- ¿Qué pasará contigo? -Pregunté un poco mareada.
-Todavía tengo algo qué hacer: cubrir tu retirada. ¡Corre!
El sonido de pisos del edificio colapsando y gritos espantosos procedentes de las profundidades, sumado a cadenas que empezaban a tirar del Internado hacia abajo, hizo más urgente el que le obedeciera. Corrí hacia la escalera y empecé a subir desesperadamente, pero no pude cumplirle a Zed por completo, me detuve para ver hacia atrás.
No fui convertida en una estatua de sal como la mujer de Lot, pero pude ver a Richard Princeton frente a Zed. Tío y sobrino, uno con una pistola y el otro con una simple varilla metálica con punta afilada. No mediaron palabras, solo actuaron.
En el momento que la bala atravesó el pecho de Zed, la varilla se clavó en un ojo de Richard, llegando al cerebro y provocándole una muerte instantánea. Nunca olvidaré el momento cuando cayeron de espaldas, y lo último que vi que hizo Zed fue levantar la mano, como si quisiera alcanzarme... y luego sus ojos se cerraron para siempre unos momentos más tarde para no abrirse jamás y su mano cayó.
- ¡Sube de una vez! -Me gritó el piloto del helicóptero, y con lágrimas en los ojos empecé a subir. No obstante, vi una última vez.
Esa última visión del Internado Princeton me acompañará hasta el final de mis días...
Un hombre alto, tan guapo como arrogante, vestido enteramente de negro, de pie mirándome marchar. Sonreía siniestramente y me despidió con la mano antes de desaparecer.
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