Capítulo XI: Recuerdos de Amor
Amelia:
Mi mente aún vagaba por mis amorosos recuerdos con Ethan cuando anocheció por completo. Elizabeth nos aconsejó a Aurora y a mí volver a nuestro dormitorio antes de la cena, ella se encargaría de llevárnosla al cuarto de mi amiga.
Envidié a los profesores, ellos no tenían el problema con las pesadillas porque ninguno dormía en el Internado, todos eran foráneos que llegaban cada día puntualmente a las ocho de la mañana. De seguro ni siquiera sabían por qué sus alumnos estaban tan decaídos últimamente.
Caminamos discretamente a nuestro dormitorio tratando de no llamar la atención, lo último que queríamos era un numerito de desprecio por mí en los pasillos.
Aunque el sol no había desaparecido, la luna ya era visible. Los recuerdos invadieron mi mente sin previo aviso.
- - - -Flashback- - - -
Una pequeña yo miraba el cielo nocturno con curiosidad mientras abrazaba una muñeca de tela un poco sucia. Alzó la mano tratando de tomar las estrellas y bufó frustrada al no alcanzar ninguna
Ethan, el niño de la casa de al lado, asomó la cabeza por encima de la tapia. ¿Cuántos años tenía? ¿Seis? Probablemente tenía seis, porque la yo de ese recuerdo no aparentaba más de cinco y él era un año mayor.
Tenía el cabello muy alborotado y habría jurado que algunas hojas enredadas en él, seguramente había estado jugando con su perro y se habían revolcado juntos en el patio. Eso ya era costumbre.
—Tss, Amelia. —Susurró.
— ¡Ethan! —Se sorprendió la niña (o sea yo) antes de reírse.
— ¿Por qué te estás riendo? —Preguntó él.
— ¡Tienes una ramita en el pelo!
A continuación pude ver la épica batalla que tuvo mi amigo para sacar la rama de su enredado cabello, aunque al final optó por quebrarla en varias partes y sacarlas individualmente.
— ¿Viste? Soy un genio. —Dijo Ethan orgulloso.
— ¡Quiero mis tres deseos! —Exigí sonriendo.
Ethan hizo una mueca.
—Sabía que no era buena idea invitarte a ver Aladdín.
—Mala suerte. —Me burlé mostrándole la lengua.
— ¿Que hacías afuera?
—Estaba jugando.
— ¿Por qué no me llamaste para jugar juntos? Tuve que jugar yo solo. —Dijo Ethan frustrado.
—Porque no sabía si estabas ahí. —Respondí como si fuera lo más obvio del mundo.
—A ninguno de los dos lo dejan salir, ¿Dónde más iba a estar? —Quiso saber Ethan.
—No sé... ¿Durmiendo?
El niño puso los ojos en blanco.
—Yo no duermo de día.
—Mentira, ayer te vi dormido en el sofá de tu casa.
— ¿Me estabas espiando? —Preguntó Ethan pícaramente, logrando que me sonrojara.
— ¡Obvio no! ¡Te vi sin querer desde mi cuarto! —Dije apresuradamente.
—Ajá. —Se burló él en el tono de "No te creo nada".
— ¡Tú eres quien me espía!
— ¡Que no te espío!
— ¿Y para qué los binoculares de juguete apuntando a mi cuarto aquella noche? —Pregunté.
— ¡Esos los puso mi primo! —Alegó totalmente rojo.
—Sí claro. —Dije en el mismo tono que él dijo "Ajá".
— ¡Además eran para ver la luna! ¡No queríamos espiarte!
— ¿O sea que sí me estaban espiando?
— ¡Que no!
— ¡Que sí!
— ¡Que no!
— ¡Que sí!
Peleas de niños... son tan divertidas de ver, los padres de ambos nos observaban disimuladamente y se reían tan discretamente como podían, incluso nos tomaron un vídeo con el que nos harían pasar momentos incómodos más tarde. Vídeo que lanzaron a la basura cuando ambas familias se pelearon...
— ¿Y desde cuándo te interesa la luna? —Pregunté algo irritada.
— ¡Desde siempre!
— ¿Y por qué?
Ethan me miró incrédulo.
—Porque es bonita.
La respuesta más simple y obvia que un niño daría... "Porque es bonita", sin poderlo evitar, miré al cielo para comprobar lo que decía (a pesar de que ya lo había estado contemplando antes) y quedé embelesada con lo que vi: una luna llena en todo su esplendor, totalmente hipnotizante.
Inconscientemente me había acercado mucho a la tapia, tanto que podría haberle dado la mano a Ethan si me paraba en una maceta.
— ¿Te convenciste?
—Algo.
—Oye Amelia, ¿Por qué cuando caminamos la luna nos sigue?
La verdad yo tampoco tenía idea, así se lo dije.
—Bueno, tal vez nos sigue para alumbrarnos. —Sugirió.
— ¿Y por qué no entra a las casas?
—Porque en las casas tenemos luz.
— ¿Pero y cuando hay cortes?
—No sé, el mundo es complicado.
- - - -Fin del Flashback- - - -
Que un niño de seis años dijera que el mundo era complicado definitivamente era algo raro, ¿Qué tan complicado podría ser su mundo? La yo actual se reía de las cosas que nos parecían complicadas en esa época.
Por alguna razón, muchos de mis recuerdos con Ethan se vinculaban con la luna, como el día que me dijo que me veía tan hermosa como ella... casi diez años después de nuestra discusión sobre si me espiaba o no.
- - - -Flashback- - - -
—Deberías ser la capitana de tu equipo, eres la mejor. —Decía Ethan mientras caminábamos juntos tras finalizar la ronda de volibol de ese sábado.
Era un Ethan muy diferente al que había discutido conmigo sobre si me espiaba o no, naturalmente, había crecido y desarrollado una musculatura bastante envidiable, ya no llevaba el pelo largo y ahora lo llevaba teñido en un color café intenso.
—Liseth es la capitana porque ella fue quien creó el equipo, además es nuestra armadora, ¡Es la posición más difícil! Yo solo soy la rematadora lateral. —Le hice ver mientras compraba un par de gaseosas en una máquina dispensadora para luego lanzarle una a él.
—No entiendo mucho de volibol, pero esa es la razón por la que deberías ser la capitana, a las rematadoras laterales se les llama "estrella", es genial.
— ¿Desde cuándo sabes de volibol? Antes no diferenciabas las posiciones. —Me burlé— Para tí todas éramos rematadoras.
—Bueno... he estado viendo un anime llamado Haikuu, es precisamente sobre eso; volibol.
—Creía que estabas viendo Capitán Tsubasa... —Él hizo un gesto de corte con la mano que decidí interpretar como un "Ya terminé"— Vamos Ethan, lo tuyo es el fútbol, ¿Por qué no juegas en el equipo del colegio?
—Tal vez lo haga para la próxima temporada.
Seguimos caminando en silencio por un rato, luego rompí el silencio.
— ¿Te gusta Liseth?
Ethan se rió con fuerza.
— ¿Qué te hace pensar eso? —Me cuestionó divertido.
—No le quitabas la vista de encima en el partido de hoy. Aparte todo el mundo sabe que los chicos van a ver los partidos de volibol de las chicas solo para ver a las jugadoras con minishort. —Me burlé.
— ¿Es en serio?
—Por favor, ningún chico se resiste a ver algo de piel. —Insistí para molestarlo.
—Fingiré que eso no me ofende. —Dijo con un suspiro dramático— Además, ¿Qué te hace pensar que la estaba viendo a ella?
—La otra vez dijiste que te gustaban las chicas altas, con cabello largo, deportistas y sobre todo amigables, por mi cuenta le agregué "con curvas notables".
Ethan derramó la mitad de su gaseosa por la nariz al escucharme, yo por mi parte no pude evitar reír estruendosamente al verlo en aquella divertida situación.
—Sí que tienes ganas de fastidiarme hoy. —Dijo algo molesto mientras sacaba un pañuelo para limpiarse.
—Bueno, te lo ganaste.
— ¿Ah sí, señorita vengativa? ¿Ahora qué hice?
—Se te olvidó ayudarme con mi tarea la semana pasada, ¡Prometiste que lo harías! —Reclamé enrojeciendo al recordarlo— Te esperé por horas, ¡Y no llegaste! Tú aprobaste todos esos temas el año pasado... ¡Deberías ayudarme! ¡Y ahora me esperas tras mi partido como si nada! Eso no se hace.
—Ah, era eso... —Dijo sin darle importancia, lo que me hizo enojar— Culpa a tu hermano, insistió en que quería que le ayudara con una chica.
— ¿Qué? ¿Por eso no me ayudaste a mí?
—Tú ibas a aprobar sin mi ayuda, el tema era simple, en cambio tu hermano iba a hacer una de las suyas con Lydia, ya sabes, quedar en ridículo.
— ¿En qué ibas a ayudarle a mi hermano y quién es Lydia? —Pregunté interesada, las cosas de Alan siempre eran divertidas.
—Es la camarera de un bar. Mi trabajo era hacerlo quedar bien, es cuestión de camaradería varonil. —Explicó mientras lanzaba la lata de la gaseosa a un contenedor de basura, fallando por casi un metro— Apesto en el baloncesto... o en este caso, latacesto.
Su comentario me hizo reír y olvidar mi enfado mientras lo veía recoger la lata y dejarla caer en el contenedor.
— ¿Entonces Alan tiene novia? ¡Momento! ¿Te permitieron entrar a un bar teniendo dieciséis?
Por toda respuesta, Ethan esbozó una sonrisa astuta, la cual normalmente me ponía nerviosa porque probablemente significaba a) que estaba planeando algo muy loco o b) que estaba ocultando algo que no iba a decirme, pero que podía ser más o menos malo. Me inclinaba por la segunda opción.
—Ya anocheció. —Comentó— Y está saliendo la luna. Es cuarto creciente todavía... pasado mañana es luna llena.
—Siempre te la pasas viendo la luna. —Suspiré— En tu vida pasada debiste ser un lobo.
—Suena genial. Por cierto, respondiendo a tu pregunta de hace rato... no estaba viendo a Liseth.
—Pero...
—Déjame acabar: te estaba viendo a ti. Ella solo estorbaba.
Dejé de caminar.
— ¿Qué?
—No voy a repetirlo.
— ¿Por qué ibas a estarme viendo a mí?
Ethan volvió a reír y se acercó a mí.
—Eres muy distraída Amelia. Cuando me preguntaste cuál era mi tipo de chica, básicamente te estaba describiendo a tí.
¿De verdad Ethan me estaba diciendo eso a mí? Yo no me lo podía creer.
— ¿Me estás diciendo que...?
—Eres tan hermosa como la luna, por eso tengo por costumbre observarte.
Me estremecí por la sorpresa. Para Ethan no había nada más hermoso que la luna, así había sido desde niño... que me dijera que era tan hermosa como ella era... bueno, probablemente el mayor halago que jamás le había dicho a una chica.
Antes de que dijera algo, Ethan saltó por encima de la tapia de su casa (al parecer le molestaba hacer algo tan aburrido como abrir la puerta) y desapareció de mi vista. Así fue como supe que habíamos llegado frente a su casa. O sea, la mía estaba a unos metros.
Tardé varios minutos en procesar lo que había pasado y entrar a mi casa.
- - - -Fin del Flashback- - - -
Un par de días más tarde Ethan me pidió ser su novia, lo cual acepté sin dudar. Siempre lo había ocultado, pero la verdad era que me gustaba mucho mi vecino y mejor amigo. Era yo quien lo espiaba a él desde pequeños, cosa que nunca planeé confesarle.
Bueno, si sobrevivía y lo volvía a ver, quizá se lo dijera. Si sobrevivía.
*-*-*-*-*-*-*
Tal como me lo dijeron, mi cuarto estaba completamente reparado, o al menos eso pude ver cuando llegamos Aurora y yo a su cuarto, donde ella preparó café para Elizabeth, quien no tardaría en llegar.
Estuvimos en silencio un par de minutos, mi amiga fue quien se decidió a hablar primero.
— ¿Te conté cómo empecé con esto de la música? —Preguntó de improviso.
—No, no lo hiciste. —Dije con sinceridad.
—Bueno, si quieres, puedo contarte. —Ofreció mientras se tendía en su cama.
—Me encantaría.
Ella sonrió y tomó su adorada guitarra, la sacó de su funda y rasgueó suavemente las cuerdas, dejando salir un dulce sonido apenas perceptible.
—Es una historia simple: fue por mi abuelo. Él de joven fue intérprete musical en muchos grupos, pero para cuando yo nací solo cantaba para entretener a la familia. Era un maestro con los instrumentos de cuerdas... todavía lo recuerdo tocando La Malagueña usando solo su guitarra, o cuando cantaba canciones españolas clásicas como Lisboa Antigua o La Niña de Fuego. Todos amábamos oírlo cantar, aunque al parecer solo yo quería imitarlo. A él le parecía gracioso cuando yo trataba de ejecutar sus mismas notas con mi guitarra de juguete, yo tenía cinco años... mis primeras lecciones de música las recibí con él... sin embargo no tuvo tiempo de enseñarme mucho.
Logré percibir muchas cosas en su voz: cariño, nostalgia, tristeza, frustración, hasta un poco de enojo.
—Crecí recordando a mi abuelo cantar para mí. Su música me marcó... y su muerte me causó mucha rabia, quería que me viera aprender a manejar cada instrumento y convertirme en una cantante famosa... pero eso no pasaría nunca. A mis ocho años ya había visto frustrado uno de mis sueños. No obstante, seguí aprendiendo por mi cuenta, de modo que a los trece ya dominaba todos los instrumentos que mi abuelo nos dejó. El problema era que mi familia no veía la música como una profesión, sino más bien como una atracción para las reuniones familiares. Tuvimos muchos problemas, ya sabes que ellos querían otras cosas para mí, ¿Sabes Amelia? Es realmente molesto cuando tratan de elegir por tí, cuando te dicen "haz esto", "haz lo otro", "No repliques, solo hazlo". ¿Qué hay de lo que tú quieres hacer? Parece que cientos de padres no lo entienden, por eso estoy aquí, desterrada de mi familia, pero he jurado por la memoria de mi abuelo que voy a cumplir mi sueño: seré cantante, la música será siempre mi mayor pasión y mi gran amor.
Como era usual cuando hablaba de música, su tono estaba lleno de pasión, supe que podría hablar sin parar sobre el tema, pero no me molestaba, a decir verdad mi grupo de amigos me impresionaban, todos tenían una historia increíble tras de sí, habiendo sido incomprendidos, marginados y despreciados, pero lograban sonreír testarudamente ante las dificultades, dispuestos a pasar cada prueba que se requiriera para lograr sus objetivos.
Aurora quería ser cantante, Ian y Chiara planeaban formar una micro-empresa de construcción, Elizabeth pensaba instalar diversos negocios y apoyarlos a todos, aparte de poder vivir feliz con James...
Según parecía, yo era patética al lado de ellos, desde cómo había ido a parar allí hasta mi actitud ante los problemas. ¿Por qué no podía ser tan optimista y reacia a rendirme?
Mi mente respondió de inmediato: "Porque vas a morir en una semana y lo sabes, no hay nada qué hacer".
Un par de golpecitos en la puerta me hicieron estremecerme antes de recordar que se trataba de Eli llevándonos la comida. Me dirigí a abrir la puerta y me encontré con ella y Chiara.
—Pasen. —Dijo Aurora en voz baja desde su cama— Aunque estaremos apretadas aquí.
—Tal vez debamos ir a mi cuarto. Está básicamente desocupado, no tengo tantas cosas como Aurora. —Sugerí— Además, por lo que me contaron ya no hay diferencia en todo el Internado: hay eventos sobrenaturales por todos lados.
Las chicas me miraron nerviosas, pero Chiara asintió decidida, tras lo cual Elizabeth y Aurora lo hicieron también, aunque no tan convencidas.
—Solo pido que me dejen abrir la ventana, sin Ian aquí voy a tener que fumar para mantenerme tranquila. —Pidió Chiara.
—De hecho no queremos que nadie nos oiga. —Dijo Elizabeth— Te traje gomas de mascar.
—Esas dan caries. —Se quejó Chiara.
— ¿El tabaco deja los dientes amarillos y tú te preocupas por las caries? —Preguntó Aurora.
—Mis dientes no son amarillos. —Anotó Chiara en tono de advertencia.
—Porque te cepillas correctamente y si te cepillas no hay problema con las caries. —Dijo Elizabeth rodando los ojos mientras le entregaba una bolsita con caramelos rellenos de goma— Y deberías dejar de fumar.
— ¡Tú eres quien me vende los cigarrillos! —Protestó Chiara en un susurro fuerte mientras la miraba incrédula.
—Eso no quiere decir que lo apruebe. Negocios son negocios.
— ¿Nos vamos? —Sugerí— Debe ser una por una, con intervalos de treinta segundos.
—Hecho. —Dijeron todas.
*-*-*-*-*-*-*
Tras reunirnos en mi cuarto comimos en silencio, después de lo cual Chiara usó la mini laptop de Aurora para hacer videollamada con Ian y James, que al parecer estaba desarmando el motor de su motocicleta.
— ¿Y el señor emo? —Preguntó Ian.
—No se sabe nada de él, lo sabes. Es más, ni siquiera sabemos su apellido o si Zed es su verdadero nombre, ¿Cómo esperas que contactemos con él? —Lo cuestionó Chiara.
—Eh, tenemos a un hacker en el equipo.
—Ian, no me metas en esto. —Pidió James mientras retiraba unos tornillos del motor.
—Pero tienes negocios con él, ¿No tienes su número o algo?
—Aurora, él me llama con diferentes números. —Explicó James antes de concentrarse por completo en su trabajo— Aparte es cuestión de honor y profesionalidad no hablar de los negocios que mantengo con mis clientes.
—Por favor, no necesitamos a Zed, intentó ayudar y fue un absoluto fracaso. —Bufó Chiara antes de inflar su goma de mascar y hacerla estallar.
—Hay algo que no me deja tranquila: Amelia nos contó que ese demonio le dijo a Zed "Tú no puedes hacerlo", como si solo él tuviera el impedimento. —Analizó Elizabeth— ¿Es correcto?
—Sí, se lo dijo como una advertencia... o sea, puede interpretarse de dos formas: que no tenía la capacidad de hacerlo o que él no podía porque... como si tuviera un bloqueo que lo impidiera, ¿Entienden? —Intenté explicar.
— ¿Y si don Siniestro no puede, otro sí podría? ¿Es eso lo que quieres decir? —Quiso saber Ian.
—No tengo idea. —Suspiré derrotada.
— ¡Es frustrante! —Dijo Aurora— ¡Y esa historia de Dennison Princeton es absurda! ¿Corregir a la juventud? ¿Eso vale venderle el alma al diablo y matar a alguien cada año?
—El tipo estaba obsesionado con eso, su mente obviamente estaba perturbada, hasta donde entendí, cuando ese tipo, Azazel, le ofreció el trato, pensó "¡Qué ofertón!" y aceptó de inmediato porque le faltaban tornillos en la cabeza. —Dijo Ian mientras desenvolvía un caramelo.
— ¿Que me faltan tornillos? ¿Por qué lo dices? Los tengo completos. —Protestó James volteándose hacia la cámara.
Elizabeth rodó los ojos ante la pregunta de su novio mientras los demás reíamos.
— ¿De todo lo que hemos dicho solo captaste lo de los tornillos? Ian estaba hablando de Dennison Princeton.
—Emm... ¿Era mecánico, relojero o algo por el estilo?
— ¡No! ¡Dijo que le faltaban tornillos en la cabeza! —Le espetó Elizabeth en el tono de "Dios, dame fuerza".
—Ah... entiendo, es que me distraje con el motor. —Dijo James a modo de disculpa— ¿Bueno... quién es Dennison Princeton y por qué le faltaban tornillos?
—Dennison Princeton es el tipo por quién actualmente mi vida tiene marcado su último día la fecha de mi cumpleaños. —Dije cansadamente mientras me disponía a explicarle todo a James.
*-*-*-*-*-*-*
—Bueno, ya estaba enterado del asunto de la muerte cada año, pero no me esperaba que hubiera una razón tan siniestra detrás de todo, ¿En serio? ¿Así? ¿"Me das un Internado Utópico para corregir chicos malos y yo te sacrifico a alguien cada año como pago"? Suena estúpido. —Declaró James con cara de incredulidad.
—Les dije: le faltaban tornillos en la cabeza. —Dijo Ian— Y para colmo adoctrinó a su familia para seguir con eso... pero lo que me parece curioso es el asunto del sacrificio cada año.
— ¿De qué hablas Ian? —Pregunté.
—Si el tipo le vendió su alma a Satanás, ¿Para qué carajos el tributo de un alma por año? No tiene sentido. Lo que se me ocurre es que para no irse al infierno (que es lo que pasa con los que hacen tratos con el cornudo) ofreció ese pago. —Explicó mientras jugueteaba con un caramelo entre sus dedos.
—Bueno, tú lo dijiste. —Anotó James— Los que hacen tratos con el Diablo se van al infierno porque un pacto con él es equivalente a venderle su alma. En el hipotético caso de que pensara evadir el infierno con ese pago anual, su alma pasaría a ser de Satanás apenas hicieran el contrato. Vamos, es el maestro y creador del engaño, ¿Creen que alguien iba a burlarlo de esa manera?
— ¿Cuándo te volviste un experto en el tema? —Se burló Chiara.
—Es lógico que así sea. —Respondió James encogiéndose de hombros— Además, tuve una vida antes de conocer a Elizabeth.
—Vale, amo del misterio. —Dijo Ian haciendo una reverencia— ¿Seguro que no tienes otro dato importante qué compartir?
—Nunca me inicié en algún culto, mi conocimiento es limitado.
— ¿Y cómo está eso de que tuviste una vida antes de conocerme? —Exigió saber Elizabeth.
— ¡Eso no es relevante! —Les recordó Aurora— Tenemos otro problema: hay que hacer todo lo posible por salvar a Amelia.
—Podría ayudarla a escapar. —Ofreció James mientras lanzaba una pieza torcida hacia atrás desatando un estruendo que obligó a Chiara a bajar el volumen de la computadora por unos segundos.
—Cuando trate de escapar los pasillos se volverán laberintos para mí. —Le recordé— No es posible, a menos que tengas el auto volador de los Weasley y me saques por la ventana.
—Bueno... no tengo el Ford Anglia volador de los Weasley, pero tengo algo parecido.
*-*-*-*-*-*-*
???:
—Sabía que te encontraría aquí. —Dijo una voz sensual cuya dueña se encontraba bajo el umbral de la puerta de la biblioteca— Sala de Arte o Biblioteca, siempre una de las dos, ¿No es verdad querido?
—Michelle. —Saludó Princeton secamente.
— ¿No te alegras de verme? —Preguntó ella alzando una ceja.
—Estoy ocupado.
—Siempre estás ocupado. —Se rió la chica mientras caminaba hacia él y se sentaba en el borde de la mesa, aunque no logró captar su atención.
—Vete.
—Ay por favor, debes estar de mal humor para que seas tan frío conmigo, ¿Tal vez necesites cariñito?
—Necesito que me dejes en paz.
—Uh... agresivo.
Princeton suspiró cerrando los ojos y se recostó en el sillón.
—Estás cansado, según parece. —Al ver que el chico no respondía prosiguió— La verdad es que siempre estás cansado y con ojeras, pero te hacen ver sexy.
—Michelle... —Dijo Princeton en tono de advertencia cuando sintió su mano en su mejilla.
Finalmente abrió los ojos y reparó en ella. Era realmente difícil resistirse a la belleza de aquella rubia con ojos felinos, sabía cómo provocar a cualquiera. Por supuesto, sus atributos femeninos eran más que notables y su escote no dejaba mucho a la imaginación, aparte su pantalón negro ajustado tampoco ayudaba mucho a mantener la vista alejada de ella, para rematar, los tacones negros... esa chica parecía una versión moderna de la propia Afrodita.
Princeton sabía lo que buscaba y ante el suave tacto de sus manos no pudo más que admirar su habilidad de seducción. Sin duda era una de esas mujeres que podían tener a casi cualquier hombre a sus pies, aunque por suerte, él no se contaba entre ellos.
Se levantó y se llevó el libro que estaba leyendo consigo a otro sillón más alejado.
— ¿Por qué siempre te haces el difícil? No es que me moleste, me encantan los hombres así, pero a veces te vuelves todo un problema. —Suspiró Michelle.
—Te dije que estoy ocupado.
—Cambiando de tema... —Dijo mientras jugueteaba con las puntas de su largo cabello de oro— ¿Por qué le hiciste eso al viejo? Sé que es fastidioso, pero no era para tanto.
—Precisamente por ser fastidioso.
Michelle rió al escucharlo. Princeton se preguntó cómo era posible que hasta riendo desplegara erotismo.
— ¿Sabes? Estaba pensando en iniciarme, ya va siendo hora, ¡Ya tengo veinte!
—Eso no me importa.
—Qué amargado... todo te molesta, hasta parece que no te agrada mi presencia.
—Quizás así sea.
— ¿Y tu amigo qué opina? —Preguntó cínicamente mientras miraba la entrepierna del joven.
Él cerró el libro de golpe y desenvainó su puñal para apuntar a Michelle con su punta.
—No me obligues a usarlo contigo, ¿Acaso quieres saber por qué soy El Ejecutor?
— ¿El Puñal del Sacrificio? Solo puedes usarlo una vez al año y con la persona indicada. —Se burló ella— Además, personalmente prefiero que me claves otra cosa.
— ¿No quedaste satisfecha la última vez? —Le interrogó Princeton mientras guardaba el arma.
—Oh no, todo lo contrario... el problema es que es difícil encontrar a alguien tan bueno en la cama como tú. —Dijo Michelle mientras se tendía sensualmente en la mesa— Vamos, lo estás deseando.
Princeton suspiró al tiempo que se quitaba la chaqueta.
—Oh sí. —Sonrió Michelle victoriosa.
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