Capítulo V: De Expedientes y Contratos

Amelia:

25 días antes del presente.

Si creía que los sueños raros, las cosas cambiadas de lugar y las marcas en mi cuerpo iban a dejar de hacer su aparición, más equivocada no podía estar.

Aquella mañana me desperté bañada en sudor antes de que sonara la horrorosa alarma de Aurora, mi última pesadilla me tenía conmocionada.

Si tienen curiosidad por saber de qué iba, les contaré:

Acababa de cenar y había llegado a mi cuarto totalmente dispuesta a descansar profundamente tras todo el trabajo que había tenido que hacer, sin embargo, la puerta de la habitación no cedía, por lo cual la abrí con una patada.

Mi sorpresa fue que ya había alguien adentro: parecía una chica, estaba de espaldas mirando por oa ventana la tormenta que se desataba con furor afuera y amenazaba con llevarse el techo del edificio.

Un relámpago iluminó el cuarto dejándome ver algo de sangre en la cama y me paralicé por el miedo, fue entonces cuando la chica se giró hacia mí y clavó una mirada muerta en mis ojos.

No podía ser mayor que yo en edad y su estatura era menor que la mía, su cabello parecía algo castaño, lucía demacrada y su piel estaba horriblemente pálida, seguramente por...

Una herida atravesaba su cuello de lado a lado y la sangra no paraba de brotar de ella, hasta el punto que todo el piso del cuarto estuvo lleno de sangre y comenzó a subir como si fuera agua cayendo en un cubo.

En ese momento me di cuenta de que estaba gritando del terror y cuando traté de retroceder resbalé hundiéndome en la sangre, cuando pude salir vi una figura negra que alzaba un cuchillo para cortar mi cuello también...

Y desperté.

Una frase resonaba en mi cabeza a pesar de que la chica del sueño no había proferido palabra y al parecer nadie en mi dormitorio estaba despierto.

"Lárgate, o tú serás la siguiente".

Recordando aquella horrible pesadilla y toda aquella sangre rodeándome no pude evitar tener arcadas y correr al baño a vomitar.

Me miré al espejo: tenía ojeras, no tan marcadas, pero ya se hacían presentes. Ahí pude notar una marca en mi hombro, ésta no era como una mano, era simplemente un área morada, coloqué uno de mis dedos sobre ella y encajó perfectamente, como si alguien con la mano congelada me hubiera tocado el hombro con un dedo para sacudirme y despertarme.

Me estremecí ante tal pensamiento, luego grité sobresaltada cuando el horrible despertador de mi vecina comenzó a sonar.

Maldiciones y protestas se hicieron presentes en todo el dormitorio, pronto más de alguna chica estaba aporreando la puerta de Aurora para exigirle que apagara su alarma.

Me bañé y me vestí, luego sacudí un poco la cabeza, algo que siempre hacía para librarme de los pensamientos raros, finalmente decidí salir del baño... fue inevitable dirigir mi mirada al piso buscando indicios de sangre, por lo que volví a sacudir mi cabeza. Obviamente era imposible que hubiera sangre en mi cuarto.

*-*-*-*-*-*-*

-En serio, mi pieza de carne es más grande que la tuya, no me quejo, pero éso solo demuestra mi teoría de que las raciones no son iguales. -Profirió Ian triunfante para después morder su pierna de pollo descaradamente mientras Chiara lo miraba con odio.

-Pues lo lamento, pero yo les gano a ambos. -Anunció Elizabeth colocando su bandeja en la mesa, dejando a la vista una pierna más grande que la de Ian.

-No es justo, mi ala es raquítica comparada con eso, la tomaron contra mí el día de hoy. -Se quejó Aurora mirando con decepción su propia pieza.

Dirigí la mirada hacia el muslo que me había tocado y mi mente se llenó de imágenes de sangre y descuartizamiento.

-Toma mi pieza Aurora. -Ofrecí.

- ¡Yo la quiero!

-Dijo Aurora, no Ian. -Replicó Chiara mordazmente.

-Gracias Amelia. -Dijo Aurora sonriente mientras tomaba el trozo de carne frita.

- ¿Estás bien? -Me preguntó Elizabeth- Estás en otro mundo y no tienes apetito.

-Eli... ¿Cómo era Liliam? Físicamente, quiero decir. -Le interrogué y ella se puso tensa.

- ¿Por qué la pregunta? -Quiso saber.

-Tuve un sueño... más bien una pesadilla. -Musité bajando la mirada.

Mis amigos se miraron entre ellos y escuché a Ian suspirar estresado.

-Liliam era pequeña, medía uno con sesenta, creo, cabello castaño hasta la mitad de la espalda, ojos café, era algo pálida por naturaleza, creo que alguna vez mencionó que su abuela era albina. -Recordó Chiara- Era graciosa y muy sociable, pero previo a su "suicidio" estaba aún más pálida de lo normal, huía de las personas y a la vez le aterraba estar sola. ¿Por qué querías saber?

-Soñé con ella.

Se hizo un incómodo silencio y nuevamente intercambiaron miradas con incredulidad.

-Estás... ¿Segura? -Preguntó Ian.

- ¿Qué soñaste Amelia? -Me interrogó Elizabeth desplazando la pregunta de Ian- Tenemos que saberlo.

*-*-*-*-*-*-*

Cuando terminé de hablar, Aurora me abrazó para calmarme un poco, hasta yo misma notaba mi respiración agitada y el miedo en mi voz.

-Liliam... ella mencionó que había visto personas en sus pesadillas... gente muerta. -Reveló Chiara sin podérselo creer todavía- Nadie le creyó... eso fue lo que la hizo alejarse de todos.

Ian la atrajo hacia su pecho y pude escuchar un sollozo de Chiara mientras su compañero evitaba llamar la atención. Ella fue amiga de Liliam un corto tiempo y ahora se sentía culpable.

- ¿Nunca viste una foto de Liliam? ¿Nadie nunca te dijo cómo era? -Prosiguió Ian con el interrogatorio, todavía no estaba convencido.

Quise enfadarme, pero no pude. En su lugar yo tampoco estaría dispuesta a creer en aquello.

-El cuarto está maldito Ian, ¿Cuándo demonios lo vas a entender? -Masculló Elizabeth exasperada.

Él cerró los ojos y abrazó con un poco más de fuerza a Chiara, que no quería alejarse de él. Por su parte Elizabeth mantenía el ceño fruncido y yo, siendo abrazada por Aurora, solo me podía preguntar qué ocupaba su cabeza.

-Tienes que ir con el director. -Sentenció- Exígele un cambio de habitación.

-No hará nada Eli, lo sabes. -Suspiró Ian- Liliam lo intentó, tú lo sabes mejor que nadie.

- ¡Y es por eso que no puede dejarlo pasar! Ya varias chicas han muerto ahí por su negligencia, no podrá hacerse de la vista gorda.

Sonó el timbre que indicaba el inicio de las clases, Elizabeht no pudo más que suspirar.

-Tengo demasiado en la cabeza... -Dijo poniéndose de pie- Nos reunimos aquí a la hora del almuerzo, ¿Vale?

-Sí. -Acepté y los otros asintieron.

*-*-*-*-*-*-*

Pasaron algunos días y mis pesadillas eran más frecuentes, ya no solo veía a Liliam en ellas, veía a otras chicas, el mensaje era siempre el mismo: "Eres la que sigue, lárgate".

Trataba de ocultárselo a mis amigos para evitar preocuparlos, pero era inútil. Elizabeth cada día se veía más cansada y ocupada, las clases y sus negocios estaban llevándola cada vez más cerca del límite, pero aún así apartaba tiempo para estar con nosotros e insistirme en que pidiera el cambio de cuarto.

También pude notar la ausencia de Zed durante cuatro días. Volvió a aparecer la noche del quinto, con más ojeras que nunca, su cabello desordenado siempre cubriendo su ojo izquierdo y su ropa algo polvorienta, pero no por ello dejaba de infundir terror con la mirada, tampoco dejó de comportarse como si todo le fuera ajeno.

Aquella noche sacó de su chaqueta un libro encuadernado con lo que parecía cuero negro, su título estaba estaba escrito en algún idioma que no pude distinguir.

-Siempre me he preguntado por qué los emos no donan a la ciencia el ojo que se cubren. Digo, no lo usan en realidad. -Razonó Ian mientras jugaba con su tenedor.

-Y yo quisiera saber por qué tú no dejas de decir idioteces, digo, nadie quiere oírlas. -Atacó Chiara, estaba sumamente molesta por haber sacado un seis en una prueba cuando normalmente sus notas eran de ocho a diez.

Ian estaba a punto de responder e iniciar otra de sus peleas de pareja (que siempre niegan ser), pero llegó Elizabeth y dejó caer sobre la mesa una gruesa carpeta antes de colocar su bandeja de comida con cuidado.

-Lo tengo. -Declaró en voz baja con una sonrisa de triunfo.

- ¿Qué tienes? -La verdad no me apetecía en lo más mínimo saber lo que tenía, seguramente se trataba de algún pedido que le iba a dar mucho dinero.

-La lista de todas las chicas que han usado el cuarto maldito. -Sentí un escalofrío recorrer mi espalda y de inmediato me sentí culpable por pensar mal de Elizabeth, ella solo quería ayudarme.


- ¿Qué? ¿Cómo conseguiste eso? -Quiso saber Ian- ¿No es confidencial?

-Tengo amigos Hackers que me deben favores. -Reveló ella mientras me miraba.

-No tengo ni idea de qué decir. -Admití algo avergonzada mientras veía el expediente- ¿Puedo?

-Es para tí, tómalo. -Me animó Elizabeth.

Comencé a ojear aquellas páginas, las fechas se remontaban a más o menos cincuenta años antes, habían todo tipo de chicas: altas, pequeñas, rubias, morenas... algunas sonreían alegres en sus fotos y otras se notaban tristes o incluso enfadadas.

Con cierto horror, reconocí a varias de ellas de mis pesadillas. Miré sus nombres... eran tan variados como las circunstancias que las hicieron llegar al internado.

Yeimy, Esmeralda, Karol, Shane, Amanda... Liliam... tantos nombres...

Lo peor fueron las fotografías post-morten... todas con sus pechos perforados por una cuchillada o cuellos cortados, cubiertas de sangre y con una expresión casi de locura en el rostro, un escalofrío se hizo presente en mí y sentí la bilis subir por mi garganta.

Chiara cerró el expediente de golpe y miró a Elizabeth de mala manera.

- ¿Tras la comida? ¿Es en serio Eli?

Ella pareció no oírla.

-Si te fijas, todas han muerto por heridas hechas con cuchillo en sus supuestos suicidios, no digo que haya que tener creatividad para quitarse la vida, pero es demasiada coincidencia. -Me hizo ver mientras abría el expediente a pesar de las protestas de Chiara.

- ¡Guarden eso! -Nos dijo Ian en un susurro fuerte- Un guardia nos está viendo, ¿Que no ven que no es natural que los estudiantes lleven esa clase de archivos así y se pongan a examinarlos tras la cena?

Discretamente, Elizabeth ocultó la carpeta bajo la mesa y la cubrió con el bolso de Chiara, que si bien no estaba precisamente feliz ante tal acción, prefirió no protestar.

- ¿Qué pretendes con esta información? -Indagué algo nerviosa, mi mente estaba llena de imágenes de chicas muertas.

Ella abrió la boca para responder, pero entonces sucedió lo inesperado: se armó un pequeño altercado entre Zed y otro tipo al chocar sus hombros.

-Oh... Bill no dejará pasar eso. -Dijo Ian rascándose la nuca.

Y como si Ian fuera un profeta, resultó que el tal Bill levantó a Zed del cuello y lo llevó de esa manera hasta colocarlo contra una pared.

- ¡¿Qué te crees que haces maldito fenómeno?! -Gritó furioso.

Un par de guardias llegaron a separarlos, vi con incredulidad que a Zed ni siquiera parecía faltarle el aire, el cabello le cubría ambos ojos, pero no parecía que su rostro inexpresivo hubiera cambiado.

Lentamente se retiró el cabello que tapaba su ojo derecho y a pesar de que su mirada seguía siendo tan fría, pude ver algo similar a una chispa de odio en él.

-No me sorprendería que Bill aparezca muerto. -Susurró Ian- Nadie que se haya metido con un emo ha salido ileso.

Chiara le lanzó una mirada de "¡Ni se te ocurra bromear con eso imbécil!".

La comida de Zed estaba tirada en el suelo al igual que la de Bill, que estaba siendo retenido por los guardias, cuando pareció calmarse resultó ser un truco para apartar de improviso a ambos guardias para abalanzarse sobre Zed de nuevo, pero esta vez, para sorpresa de todos, éste en un fugaz movimiento lo alzó y lo dejó caer sobre una vieja mesa que se rompió bajo su peso.

Acto seguido se subió encima de él y tomando un tenedor del suelo, lo colocó en su cuello, todos nos asustamos; eran muy afilados, con suficiente fuerza, podría romper el tejido de su cuello para abrir su yugular.

Lo peor era que no mostraba ninguna emoción al hacer aquello, más bien fue como una reacción mecánica, los guardias los separaron, pero no pudieron disimular cierto temor hacia Zed.

Era de esperarse, alguien con esa velocidad y fuerza, reaccionando casi por instinto y pudiendo matar a alguien con esa facilidad... todo manteniendo una frialdad increíble.

-No puedo creerlo... -Dijo Chiara estupefacta- Bill del Club de Mecánica es uno de los más fuertes del Internado...

Mientras tanto, los guardias esposaban a Bill y le decían que aquello fue provocado, por lo tanto Zed no tenía culpa alguna, puesto que en un inicio ni siquiera se defendió, así que el castigo lo tendría únicamente él.

Tras unos minutos, el orden se había restablecido, pero nadie dejaba de comentar sobre la alucinante demostración de fuerza de Zed.

-No me engañan, no castigaron al emo por miedo. -Sentenció Ian con un tic nervioso en la ceja- Bill ya estaba reducido, no les iba a causar problemas ya.

Y hablando de Zed, se retiró sin cenar no sin antes dirigirme una mirada rápida que me forcé a creer que había imaginado, pero mi cerebro me gritaba que había sido muy real.

- ¿Qué castigo le irán a poner a Bill? ¿Latigazos por agresión? -Preguntó Chiara algo dudosa.

Eso llamó mi atención.

- ¿Hay castigos físicos? -Quise saber.

-Desde simples sanciones de tus derechos hasta descargas eléctricas... -Bufó Ian- He ido a parar dos veces a la sala de castigo y no quiero volver.

-No tengo ese problema. -Rió Elizabeth- Volver a ser castigada no me asusta.

-Has ido ahí más veces que nadie en el internado, debes estar tan acostumbrada a los castigos que ya no te afectan. -Razonó Chiara con un dedo en la barbilla.

-Es lo gracioso... -Explicó Elizabeth- Solo me castigaron de verdad algunas veces al principio, pero les hice creer que lo disfrutaba, así que ahora solo me atan a una silla rodeada de sus instrumentos de tortura... para ellos el mejor castigo es no castigarme físicamente. Es bastante aburrido, de hecho.

Mi incredulidad se hizo presente en mi rostro y Elizabeth rió al verme.

- ¿Les hiciste creer que eres masoquista? -Pregunté descolocada.

-Obvio. -Dijo guiñándome un ojo.

Mi admiración por ella iba en aumento, aunque también me ponía nerviosa el pensar de lo que era capaz.

¿De verdad podía fingir que le gustaba un castigo físico muy doloroso? Estaba segura de que yo no podía hacer eso, por lo que decidí evitar a toda costa ir a parar a la sala de castigos.

*-*-*-*-*-*-*

Dos días más pasaron y Elizabeth me insistía en que había que analizar aquel horrible expediente... resultó en un par de datos interesantes (nótese: perturbadores) que obviamente no contribuían a mantenerme tranquila.

Mis pesadillas eran cada vez peores, en la última era acuchillada una y otra vez por las anteriores usuarias del Cuarto Maldito, me desperté al caer al suelo de una altura de casi dos metros: me había elevado estando dormida, o más bien, me habían alzado.

Mis cuadernos estaban rasgados y tenían marcas como de garras y el bombillo de la habitación solía volverse loco, encima de todo, ahora veía las mismas cosas que en mis pesadillas estando despierta, me sobresaltaba por todo.

Resultó que todas las chicas del Cuarto Maldito siempre tenían 17 años y morían... el día de su cumpleaños. Parecía ser el patrón de las muertes.

Aparte no había nada que encajara: color de cabello, tez, ojos, aficiones... nada, excepto que al acercarse a sus fechas de muerte (Confirmo: Cumpleaños) se iban volviendo locas, pero no en el sentido gracioso.

Repito que nada de eso me agradaba: mi cumpleaños estaba demasiado cerca.

Creo que es absolutamente normal maldecir la existencia y desear que la vida acabe pronto, pero la verdad es que cuando la muerte te acecha como lo hizo conmigo, quieres aferrarte a tu vida desesperadamente así sea lo único que tienes, aún si te parece que no tiene propósito.

¡No quería morir tan joven! Vale, mis padres me habían exiliado, pero todavía tenía un par de cosas que le daban sentido a mi vida.

Me estaba desesperando rápidamente y cuando me veía al espejo casi no podía reconocerme: casi no parecía yo misma con esas ojeras tan marcadas como las de Zed.

Aurora era quien estaba más pendiente de mí, buscando cualquier excusa para acompañarme, aunque no se atrevía a entrar a mi cuarto.

Se esforzaba incansablemente por tocar música que me relajara en nuestros ratos libres y se encargaba de hacer mis tareas junto con Ian y Chiara a pesar de que Derecho no era su carrera.

Elizabeth fue a exigirle al director un cambio de habitación para mí, pero lo que sea que hayan hablado la hizo volver cabizbaja, derrotada, frustrada y furiosa, tras lo cual se esforzaba más que nunca por romper las reglas a modo de venganza.

Mi vida parecía estar cercana a su fin y no encontraba manera de evitar mi inminente colapso mental.

*-*-*-*-*-*-*

???

El joven caminó a través de los pasillos oscuros, esquivando a los guardias sin que ellos lo notaran, a lo largo de los años esa habilidad de ser sigiloso se había ido perfeccionando y le había sido más que útil en innumerables ocasiones.

Llegó al despacho del director y abrió la puerta sin tocar. Ese tipo no merecía su respeto, pero sí su obediencia, por mucho que lo detestara, se lo debía.

Sin embargo, quien estaba en el despacho no era el director, sino un individuo sumamente elegante que vestía lo que parecía un traje italiano de color negro, sus zapatillas parecían destellar por el brillo que tenían, llevaba un ornamentado bastón que tenía grabados en idiomas que el joven apenas había oído mencionar alguna vez... era de tez blanca, su cabello rubio estaba impecablemente peinado hacia atrás y en su rostro había una sonrisa verdaderamente diabólica, pero lo que realmente ponía nervioso al joven eran sus ojos: rojos como la sangre.

-Oh, pero si es El Ejecutor en persona. -Sonrió el sujeto mostrando una dentadura de marfil que dejaba ver unos caninos un poco crecidos y sumamente afilados, como un vampiro, pero el joven a quien se le daba el título de Ejecutor sabía que era mucho más que eso. Hasta un vampiro temblaría de terror ante la más mínima expresión de disgusto de aquel hombre que se encontraba frente a él.

-Embajador. -Saludó el Ejecutor haciendo una ligera inclinación con la cabeza.

Guardó silencio, nunca era bueno hablar sin que el Embajador lo permitiera, era algo que su tío le había dejado muy claro.

- ¿Quieres saber dónde está el Director Princeton, verdad?

El joven asintió.

-Estará aquí pronto, mientras tanto te invito a que te sientes. ¿Vodka?

-Gracias por su amabilidad, Embajador, me honraría si comparte su Vodka conmigo. -Respondió el Ejecutor fríamente mientras tomaba asiento y se retiraba la capucha.

El mayor se puso de pie y sirvió Vodka para ambos, tras lo cual le entregó una copa al chico.

-El licor ha progresado de manera significativa a lo largo de los siglos. -Comentó mientras jugueteaba con su copa- Sin embargo, a pesar de que conserva su esencia, el sabor es exquisito...

Se llevó la copa a los labios y el chico lo imitó, lo que unos segundos más tarde le ganó una sonrisa del Embajador.

-Tan reservado y educado como siempre, joven Princeton, Heredero del Pacto. -Alabó con cierta diversión en su voz- Aunque percibo que esta noche hay algo más, ¿Algo te perturba?

El sobrino del Director se atrevió a mirarlo a los ojos, esa mirada sangrienta le aconsejaba no mentir, por lo que se decidió a hablar.

-Efectivamente, señor.

- ¿Puedo saber de qué se trata?

Una casi imperceptible sonrisa se dibujó en el rostro del joven Princeton, sabía perfectamente que aunque no se tratara de una orden directa, el significado era el mismo que si lo fuera: "Habla de una vez''.

-Deseo hacer un intercambio del sacrificio de éste año, por lo que quiero revisar el contrato para saber si es legal. -Explicó suavemente.

-Para ser alguien que rara vez hace uso de la palabra, tienes una voz muy hermosa. -Rió el Embajador llevándose la copa a los labios.

Tensos segundos pasaron para el Ejecutor mientras esperaba que su interlocutor prosiguiera.

- ¿De qué trata el intercambio? -Quiso saber. -La chica del sacrificio... quiero que sea otra, cualquiera.

El Embajador alzó las cejas con sorpresa y volvió a reír, por lo que Princeton se sintió todavía más tenso.

En ese momento se abrió la otra puerta del despacho y entró el Director, que saludó al Embajador con una reverente inclinación de cabeza, a la cual el mencionado correspondió.

-Espero no interrumpir nada importante, señor.

-En lo absoluto Richard, tu presencia aquí es más importante, pero el Ejecutor acaba de decirme algo muy interesante y no pude evitar encontrarlo gracioso. -Explicó el Embajador sonriendo mientras colocaba la copa en la mesa.

- ¿De qué se trata, señor? -Indagó el Director alzando una ceja en dirección a su sobrino.

-Verás, Guardián del Pacto, tu encantador sobrino considera que debería hacerse un cambio respecto al sacrificio de éste año, por lo que supongo que a eso se debe su insistencia en que se reunieran, desea revisar el Contrato y saber si es legal. -Explicó con detalle el Embajador, saboreando cada palabra al decirla.

-Ejecutor del Pacto... -Empezó Richard Princeton con voz dura- ¿Me explicas a qué se debe tal idea?

-La chica elegida éste año no puede ser el sacrificio. -Dijo el Ejecutor secamente para luego acabar su vodka- Exijo un cambio, si es posible, por supuesto.

- ¿Y por qué no puede serlo? -Interrogó interesado el Embajador.

-Su nombre.

El Director esbozó una sonrisa desagradable mientras se servía vodka.

-Esperaba que ya no fueras tan blando, sobrino. Es evidente que me he equivocado. -Dijo sin dar muestras de decepción.

- ¿Amelia Blackmount? ¿Qué tiene de especial su nombre? -Interrogó el Embajador mientras extraía una cajetilla de cigarrillos de su bolsillo y se colocaba uno en la boca.

-Es el nombre de su madre. -Reveló Richard cínicamente- Amelia, quiero decir.

-Sigue siendo un nombre. -Hizo ver el Embajador prendiendo su cigarrillo con un encendedor de oro- Un simple nombre.

-Lo que sucede es que el chico aquí presente no es capaz de matar a alguien con el mismo nombre que su madre. -Se burló el Director.

-No soy un niño ya, tío. -Profirió el joven con voz de advertencia- Pero en algo tienes razón: yo no mato Amelias.

Ambos mayores rieron a carcajadas.

-Un brindis por el Primer Ejecutor Sentimental de la familia Princeton. -Invitó el Embajador alzando su copa, por lo que el Director hizo lo mismo, cosa que no le hizo gracia al joven.

-Exijo ver el Contrato. -Dijo lentamente.


-"Una vez ocupado el Cuarto Marcado, su ocupante debe ser sacrificado el día que cumpla su mayoría de edad, dicho cuarto permanecerá vacío hasta el siguiente año, cuando un nuevo sacrificio lo ocupe". Cuarta Cláusula del Contrato Princeton. -Recitó el Director- ¿Lo ves, sobrino? En tu calidad de Ejecutor, tus sentimientos no importan.

-Entonces ya no seré el Ejecutor. -Desafió el joven- Me has utilizado por años, tío, sabiendo cuánto odiaba matar personas inocentes bajo el argumento de que nací para ello, rematando tus argumentos con el hecho de que me criaste tras la muerte de mi padre y por ello te lo debía. Puedo renunciar, y lo haré si no cumples lo que te digo.

La sonrisa se había borrado de la sonrisa del Director, que alzando la voz volvió a recitar otra parte del contrato:

-"Una vez siendo Ejecutor, siempre lo será hasta que alguien de la Familia Princeton tome su lugar, convirtiéndose en el Nuevo Director y Guardián del Pacto". Sexta Cláusula del Contrato Princeton. No me vengas con estupideces niño, sabes que si rompes alguna cláusula del contrato... no me hagas decirlo. Se perderán muchas más vidas si no cumples con tu deber.


-Es cierto. -Confirmó el Embajador con una sonrisa siniestra- Por supuesto, al Emperador le da igual si rompen el Contrato, puesto que en ambos casos él gana. No estamos de su lado ni en contra, solo esperamos el tributo establecido o cobraremos con intereses.

-Si es tu última palabra, tío, no tengo más qué hacer aquí. -Profirió el Ejecutor ignorando al Embajador.

Se fulminaron con la mirada mutuamente mientras el otro contemplaba la escena sin dejar de sonreír.

Tras unos segundos, el joven se puso de pie y con una inclinación de cabeza de despidió del Embajador, para luego salir dando un portazo ignorando al Director Princeton.

- ¿Sabes Richard? Creo que va en serio. -Comentó el Embajador divertido- Deberías tomar precauciones.

El hombre suspiró y se dejó caer en un sillón.

-No se atreverá a romper el contrato, durante medio siglo la familia Princeton ha luchado por rectificar a los jóvenes, es un legado de sangre que no puede ignorar.

-Te odia a más no poder, créeme, podría atreverse para hacerte caer, no sería el primero.

- ¿Y estará dispuesto a pagar su rebeldía cayendo en el infierno?

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top