CAPITULO 5: "El contrato"
Con los pensamientos martillándole la cabeza, Victoria, solo pudo llegar a la conclusión que su padre la había intercambiado por un jugoso ascenso. Al menos eso era lo que parecía ya que mucho más no sabía.
No encontraba otra explicación que encajara. Por más que intentara buscar alternativas, o tratar de auto convencerse que su papá, no era de esa clase de persona... No había nada.
El lujoso todoterreno, avanzaba por las calles con facilidad. Todos parecían estar concentrados en lo suyo, Todd, concentrado en las calles, Miller, a su lado revisando su celular, mientras que David, junto a Victoria, en la parte trasera, intentaba buscar el mejor momento para hablarle. Percibía su conflicto interno, comprendía lo que estaba pasando, o al menos lo intentaba.
David nunca antes tuvo que recoger a una de las "candidatas" de este modo. Todas siempre estaban informadas con un par de días de antelación, y a lo más estaban nerviosas. Pero Victoria, estaba furiosa, y dolida, su mirada lo decía todo, perdida intentando fijar la vista en el paisaje de la ventana.
Algo culpable, David le ofreció una elegante carpeta negra, de cuero con el sello de ROTHSCHILD'S COMPANY en un refinado relieve dorado. No mencionó una sola palabra, simplemente esperó a que ella tomara los documentos.
Saliendo de su trance, Victoria, tomó la carpeta, soltando un sonoro suspiro se resignó a que no le quedaba más que aceptarla y descubrir que había en su interior.
EL CONTRATO.
Con el poco color que le quedaba en las mejillas abandonando su rostro cerró la carpeta de golpe y la tiró en el espacio entre ella y David.
-Sé que es un momento difícil para usted, pero leyendo el contrato, todo tendrá algo más de sentido.
Intentó explicarle David, pero su enojo y frustración eran cada vez más evidentes en su rostro.
-¿Y esa cosa de "confidencialidad"?
Exigió fría.
-Debe firmarlo ahora mismo, por favor.
-Ni que fuera a publicar toda esta mierda en Facebook.
Gruñó, al tiempo que le arrebataba el lápiz de las manos a David, firmando furiosa.
-Gracias...
Murmuró intimidado por la frustración que centelleaba en sus ojos cuando le entregó el documento firmado.
Victoria, ni siquiera se había tomado la molestia de leer el documento, solo deseaba estar a solas para dedicarle todo su desprecio a aquella carpeta tan elegante. Necesitaba procesar esto que le estaba pasando...
¿Acaso su papá, se había vuelto loco?
¿Enviarla a vivir a la casa de un extraño a cambio de un ascenso?
¿A LA CASA DE SU JEFE?
¿Qué tan morboso sonaba eso en voz alta?
Por supuesto que su mamá debía estar feliz de al fin sacarla de la casa. A fin de cuentas ya no tenía que pedirle que no se paseara por la sala o la cocina cuando sus refinadas amigas estuvieran de visita. Jamie, detestaba toda la ropa que usaba, odiaba que tuviera esas "rallas" en la piel (tatuajes), cada vez que podía se encargaba de destacar que parecía una delincuente.
Lo que solo parecieron unos pocos minutos, en realidad fue una hora de viaje hasta la gran propiedad Rothschild.
Frente a la inmensa reja de acero negro, Todd (quien conducía) introdujo el código de seguridad y de inmediato la gran reja se abrió, dejando a la vista un camino de a simple vista un kilómetro, lleno de árboles.
Después del pacifico recorrido por el largo sendero rodeado de hermosos árboles, se encontraron con la imponente casa. Tres pisos, llena de inmensos ventanales, muy moderna y con una gran escalera que llevaba a la gran puerta principal.
Nerviosa al ver cómo todos descendían del auto, Victoria se aferró al asiento, no quería tener que estar a solas con él. Tenía miedo. La sola idea de tener que vivir en la casa de un desconocido bajo un contrato y habiendo firmado un acuerdo de confidencialidad, ya la hacía desconfiar de sus intenciones... ¿Y a quién no?
David, había decidido darle unos minutos para que se preparara y bajara por su cuenta. Pero 20 minutos después, seguía donde mismo, abrazando la carpeta contra su pecho a modo de escudo protector.
-¿Está todo bien?
-...no, ¿qué hago aquí?
Susurró angustiada al no saber qué iba a encontrarse en el interior de esa casa.
-El señor Rothschild, quiere que viva en su casa.
Intentó explicarle David, con voz suave y amistosa.
-Pero... ¿por qué yo? ¿Por qué no mi hermano?
-El señor, quiere que sea usted quien viva por todo un año aquí.
-¿Y qué pasa con mis cosas? Solo traigo una maleta llena de ropa arrugada y sucia.
-No las necesita, aquí no le faltará nada.
-¿Cómo que..., no? -comenzó a decir, pero enseguida cayó en la cuenta a lo que se refería David-. Claro que no. Pero aun así necesito mi computador, mi cámara...
Se quejó frustrada.
-¿Es todo lo que quiere?
Quiso saber, interesado en hacerla sentir mejor.
-Eso creo...
-Veré que puedo hacer ¿alguna pregunta antes de entrar?
Pesó muy bien su pregunta, David, estaba claramente impaciente, pero su buena disposición para hacer sentir bien a la gente y ayudarla en todo lo que estuviera a su alcance, prevalecía. No podía pasar por alto el pánico que veía en la actitud disfrazada de Victoria.
-¿Qué dice "el señor, Rothschild"?
-No quiere que traiga nada, pero creo que con lo que me ha pedido no tendrá objeción.
-¿Dónde quedó mi maleta?
Preguntó recordando que en algún momento cuando estaban en el aeropuerto alguien la había metido en el maletero.
-Doris, el ama de llaves se encargará de la maleta. Vamos señorita LeeSmith, viene de un largo viaje, necesita descansar.
-Pero eso es privado.
Protestó molesta, ignorando la invitación a bajar del auto.
-Aquí tendrá muy pocas cosas privadas.
-Odio esto.
Refunfuñó recostándose en el asiento, mientras se cruzaba de brazos, negándose a bajar.
-Tenemos que entrar.
-No pienso bajar.
-Al señor, no le gusta esperar.
Lo escrutó con la mirada, furiosa..., pero él no tenía la culpa. Así que respirando profundamente y contando hasta diez, intentó controlar su malgenio.
-Sólo dame un minuto David, por favor. Necesito calmarme.
-Por supuesto, pero tiene que saber que si no baja pronto Miller, vendrá a buscarla y eso no será agradable.
-¿Quién es ese? ¿Su guardaespaldas o matón personal?
-Su asistente personal y guardaespaldas. Evite llamarlo "matón".
-Anotado.
Concediéndole su momento a solas, David, decidió ir con su jefe, ya lo estaba haciendo esperar demasiado y no quería tener que enfrentarlo estando enfadado.
Con la frente en alto, subió los escalones y cruzó la gran puerta de roble, cuidadosamente tallada, toda una antigüedad.
En el vestíbulo estaba él. De pie con su característica mirada que no dejaba entrever nada. Y unos pasos más atrás, Miller, con la impaciencia reflejada en el rostro.
-¿Y la chica?
Preguntó Miller, en tono amenazante y autoritario.
-Miller.
Le llamó la atención el señor Rothschild.
-Lo siento, señor. ¿Qué pasó con la señorita LeeSmith?
Preguntó Miller, reformulando la pregunta con un deje de arrogancia.
-Me ha pedido un momento, señor.
Respondió dirigiéndose a su jefe, ignorando la agresividad que emanaba de la mirada de Miller.
Satisfecho con la respuesta, Matt, asintió. Comprensivo, Miller, ya le había contado todo lo sucedido en el aeropuerto.
-David, háblame de lo que sucedió en el auto ¿Cómo lo tomó?
-Creo que de la peor manera, señor.
-¿Qué pasó entre ella y el señor LeeSmith?
Tras comentarle su punto de vista de los acontecimientos, a Matt, no le gustó para nada la reacción de Victoria, sobre todo la actitud que ella estaba tomando. Así que acabando con la espera, se dirigió a Miller, y adoptando ese tono característico, cargado de seriedad y disciplina le dio instrucciones.
-Ve por ella. La quiero aquí, ahora.
-Sí, señor.
Conteniendo una sonrisa de satisfacción, Miller, inmediatamente se dirigió al auto, y sin tiempo que perder, abrió la puerta y con esa mirada intimidante y voz cargada de burla solo dijo "Fuera".
Sin mediar una sola palabra Victoria, tomó la presencia del "matón" como una señal.
Ya era hora de enfrentar al "jefe".
Descendiendo silenciosamente, lo siguió al interior de la casa. Resignada y con la mirada fija en el suelo, caminó hasta que ante su campo de visión aparecieron un par de costosos zapatos italianos muy bien cuidados.
Con mirada impaciente, Matt, vio aparecer primero a Miller, y tras el a Victoria, con los hombros caídos y la mirada fija en el piso. Tomando su tiempo para contemplarla detenidamente, mientras ella se dignaba a levantar la mirada.
Cuando finalmente sus miradas se cruzaron, Victoria, hizo acopio de todo su autocontrol para evitar que el rubor subiera a sus mejillas. El apuesto y perfectamente bien vestido señor Rothschild, la observaba sin pestañear.
Tras unos minutos en los que solo la observó a ella y su actitud. Su mirada llena de rabia contenida al tener que estar allí.
-Llévala a mi oficina.
Le ordenó a Miller, sin dejar de observarla.
-Sí, señor.
Casi por inercia, Victoria, siguió a Miller, por un largo pasillo, hasta una puerta negra. Sin mucho tacto, la hizo entrar y le ordenó que se sentara frente al escritorio. Se negó, ambos permanecieron frente al otro, desafiándose en silencio.
Mientras Miller, vigilaba a Victoria. Matt, esperó a que estuvieran solos para hablar un momento con su asistente.
-David.
-No quiere leer ni firmar el contrato, pero si firmó el acuerdo de confidencialidad sin siquiera leerlo.
-¿Algo más que agregar?
-Me preguntó por sus cosas, pero le aclaré que mientras esté aquí no las va a necesitar.
-¿Insistió?
Preguntó con curiosidad disfrazada.
-Quiere su computadora y su cámara..., creo que concederle eso sería un buen modo de calmar las aguas señor.
Pensativo asintió, antes de volver a dirigirle la mirada a su asistente.
-Encárgate de eso, ahora.
-Sí señor, ¿necesita algo más?
-El contrato, y quiero que para el medio día todo lo de la lista que te envié esté en su habitación.
-Sí, señor.
Entregándole la carpeta negra con el contrato, David, se retiró, dejando a Matt, a solas. Preparándose mentalmente para lo que seguía. Hacer que Victoria, firmara.
Con paso firme se dirigió hasta la oficina que tenía en casa. Al final del largo pasillo se encontraba su estancia preferida, donde la privacidad era todo lo que necesitaba y se sentía mucho más cómodo que en cualquier otro lugar.
Estaba particularmente ansioso por escucharla pronunciar más de una palabra. Le intrigaba demasiado la actitud de Victoria. Suponía todo un reto, y los retos eran su especialidad. Le encantaban.
De pie en el umbral de la puerta, le dirigió una sola mirada a Miller, quien no perdía de vista ni un solo segundo a Victoria. Cosa que no le gustó para nada a Matt. Algo en aquellos inexpresivos ojos no alcanzaba a gustarle.
Cuando Miller, recibió esa mirada por parte de su jefe, entendió que era su señal de salida. Salió de la oficina sin decir una sola palabra y cerró la puerta al salir.
Una vez solos, Matt, caminó directo al ventanal que abarcaba toda una pared, observándola de cerca. Al cabo de unos minutos rompió el silencio, al ver que no se volvía a mirarlo.
-Victoria... -la nombró, probando como sonaba su nombre en voz alta-. Tenemos que habar, tomemos asiento.
-¿Qué quieres?
Soltó ella sin quitar la mirada del hermoso paisaje verde.
-Quiero que tome asiento. Ahora.
Insistió, esta vez en un tono más autoritario y neutro.
-Bien.
Molesta por su tono autoritario, dio media vuelta y se sentó en una de las dos elegantes sillas instaladas frente al gran escritorio del señor de la casa.
De brazos cruzados esperó a que Matt, tomara su lugar en la muy elegante silla reclinable al otro lado del escritorio.
Desafiándose con la mirada, Matt, aguardó a ver si ella quería decir algo, pero en su enojo, solo le sostuvo la mirada. Tomando eso como un "no", empujó la elegante carpeta hasta su campo de visión.
-No quiero leer eso.
Señaló la carpeta con el mentón.
-Le aclarará todas sus dudas.
Intentó ser paciente.
-Estoy segura que en ese "contrato" solo hay órdenes o "reglas" que debo seguir.
-De acuerdo... -se reclinó en la silla, buscando otro modo de llevar la conversación-. Habla conmigo.
-¿Qué quieres? ¿Por qué tengo que perder un año de MÍ vida, viviendo aquí?
Soltó molesta, ya no podía más, odiaba los cambios, más cuando eran tan drásticos como este.
Escrutándola con la mirada, pensó muy bien en lo que respondería, la idea no era alterarla o enfadarla más de lo que ya estaba, la idea era que firmara de una vez.
-Aquí estará mucho mejor que en su casa. No hay que ser un profesional analista para percibir la mala relación que hay entre usted y su madre.
Explicó con superioridad.
-Eso no es de "SU" incumbencia, señor Rothschild.
-Todos los años hago esto mismo, escojo a una de las hijas de mis trabajadores, les enseño cómo comportarse, entre otras cosas con el fin de prepararlas para la vida. Para que consigan lo que quieren y logren mucho más que sus padres.
-¿Estás diciendo que me observaste durante tu fiestecita? ¿O fue en esa isla a la que enviaste a toda mi familia?
Preguntó alarmada por cual fuera la respuesta.
-Prefiero llamarlo "análisis".
-¿Y?
Ahora sí tenía toda su atención.
Acomodándose en su silla, se acercó al escritorio, apoyando sus codos sobre la base de madera, inclinándose levemente, sin perder de vista a Victoria.
-Eres insegura, no tuenes mucha confianza en ti misma. No le devolviste la mirada o la sonrisa a nadie, y eso que varios chicos intentaron entablar conversaciones contigo. Sin embargo, demostraste ser buena persona al ayudar a una pequeña niña a encontrar a su familia, y le conseguiste otro globo al bebé de..., no recuerdo nombres, pero no viene al caso. Te negaste a divertirte a pesar del empeño con que tus hermanos te lo pedían, y podría seguir pero creo que con lo que he dicho basta.
Contuvo una sonrisa al ver que ella hundía los hombros.
-¿Y ahora qué?
-Ahora, tiene un contrato que leer y firmar. Si hubiera algo que no le parece, podemos discutirlo de inmediato, pero se firma ahora.
-¿Te vas a quedar allí sentado esperando a que lea?
Preguntó frunciendo los labios y arrugando levemente la frente.
-Sí. Voy a esperar aquí a que lo hagas.
-¿Puedo alejarme? No me gusta que me observen..., tan de cerca
Levantó la mirada, encontrándose con esos intensos ojos azules, que la analizaban fijamente.
-Puede tomar asiento donde guste, siéntase cómoda.
Extendió su brazo derecho, señalando toda la oficina.
-¿Y luego qué?
Preguntó antes de levantarse.
-Doris, le enseñará su habitación y el resto de la casa.
No conseguía sostenerle la mirada por más de 10 segundos. Tenía esa seguridad que te hacía ponerte incómoda o nerviosa enseguida. Su actitud emanaba esa sensación de seguridad y confianza que conseguía que cualquiera se incomodara en su presencia.
Levantándose del asiento frente al escritorio, Victoria, optó por un cómodo sofá negro cerca del gran ventanal. Del bolsillo interno de su chaqueta sacó sus gafas de lectura y comenzó a leer bajo la atenta mirada de Matt.
Intentó apartar la mirada, pero la curiosidad por aquella chica era mayor. El modo en que leía, y releía una línea que no había quedado clara. Su lenguaje corporal hablaba mucho de su personalidad.
Tras 40 minutos, en los que Victoria, intentó leer lo más lento posible, se levantó del sofá y se acercó al escritorio. Dejó caer la carpeta frente a Matt, y soltó casi sin tomar aire entre palabra...
-No quiero toque de queda. Me voy a vestir como YO quiera.
Mi modo de hablar es bastante "normal", odio los modismos, así que no quiero asistir a esas clases de protocolo y buen comportamiento o como sea que esté escrito.
Una terapeuta, no, no hablar. No pienso ir al doctor NO ESTOY ENFERMA. No quiero un preparador físico. No me gusta desayunar, no quiero...--
-Suficiente -la detuvo en medio de su lista de quejas lo más calmado posible-. Retiro el toque de queda, pero no puede dormir fuera de esta casa. Nunca, sin excepción, Y cuando no esté en alguno de los eventos a los que quiero que asista, puede vestir como guste. Es todo lo que le voy a conceder.
Puntualizó, destacando lo último para que entendiera que no había manera alguna de hacerlo cambiar de parecer.
-Pero...--
Trató de insistir, pero nuevamente fue interrumpida.
-Pero nada. Recuerde una de las clausulas; en caso que incumpla alguna de la reglas del contrato, será sancionada con más tiempo en esta casa.
-Lo sé, acabo de leerlo.
Gruñó.
-El resto ¿está todo claro?
-Claro, básicamente estoy aquí porque usted le ofreció un jugoso ascenso a mi papá, y la condición es que me quede un año. Si me largo se lo quita todo, y no tengo puta idea de que es TODO. Ni me interesa saberlo...
Ignorando su tono sarcástico, Matt, sacó otra elegante carpeta de uno de los cajones de su escritorio, en el nuevo contrato estaban aclarados los puntos que ella exigió y los cuales el cedió, aparentemente ya estaba preparado para esas protestas. Extendiéndole un costoso lápiz, aparentemente de oro, le entregó la nueva copia y aguardó hasta que se decidió a firmar los papeles.
-¿Ahora qué?
Quiso saber luego de firmar finalmente el contrato.
-Bienvenida. Doris, la espera al final del pasillo. Le hará un recorrido por la propiedad y luego, cuando esté lista, la llevará con Todd, su escolta y chofer. Hoy tiene cita con los especialistas.
Sin molestarse en replicar, permaneció en silencio en su asiento, sin ninguna intención de moverse. Necesitaba procesar lo que acababa de decir.
-No haga esperar a Doris. Si necesita algo, ella es a la persona que debe recurrir ¿está claro?
Soltó con su característico tono frío, carente de emociones.
-..., si.
Aun con la mente en otro lugar, sopesando lo que acababa de ocurrir. Prácticamente había firmado para que alguien controlara su vida y dispusiera de su tiempo a su antojo. Se levantó de la silla y salió por la gran puerta, siguiendo el largo camino hasta el final del pasillo, donde Doris, la encantadora ama de llaves, demasiado entusiasta y sumamente positiva, la esperaba.
-Señorita Victoria ¡bienvenida!
Saludó en cuanto la vio aparecer.
-..., gracias
Contestó desanimada.
-Por favor, sígame. Le voy a enseñar la casa.
Tardaron 40 minutos en recorrer toda la casa. Doris, intentó hacerlo lo más rápido posible, mostrándole las estancias más importantes, y acabando frente a otra gran puerta doble.
-Y acabamos aquí. En su habitación -soltó emocionada-. Venga, venga, le enseño todo.
Tomándola de la mano, Doris, la llevó hasta el interior de la habitación. Partieron con el baño, le enseñó cómo usar la lujosa ducha. El mueble de las toallas. Los productos de aseo personal, shampoo, acondicionador, productos de belleza. Cuatro cajones del mueble del lavabo, llenos de maquillaje, secador de pelo, plancha, rizador y un sinfín de costosos productos para el cuidado de su imagen.
-El vestidor, lo llenaron hace unos minutos, mientras hablaba con el señor. Todo está muy, muy lindo.
Con pequeños empujoncitos, sacó a Victoria, del baño y la guio hasta el vestidor, una completa habitación llena de estanterías, percheros y un gran espejo de cuerpo completo. Era demasiado para su gusto. Prácticamente era del mismo tamaño que su antigua habitación.
-Vestidos muy lindos, elegantes. Zapatos. Sandalias. Todo hermoso.
Señalo Doris, emocionada porque Victoria, lo viera todo.
-No es mi estilo...
Comentó casi en un susurro, para no hacerla sentir mal. Durante todo el recorrido se había limitado a permanecer en silencio, pero la inocencia y emoción de Doris, había conseguido conmoverla.
-¡Todd! Cierto, Todd, la espera ¿quiere desayunar algo?
Preguntó mientas la jalaba fuera del vestidor.
-¿Desayunar? No, gracias, creo que estoy algo mareada luego de tantas vueltas por la casa.
-¡Vamos!
De regreso en la entrada principal, el en vestíbulo las esperaba Todd, con su impecable traje negro, y su cabello rubio cobrizo alborotado, como siempre.
-Todd, cuidará de usted. Es bueno. ¿Le gustaría que le preparara algo especial para el almuerzo?
-No, gracias.
-Que tenga un buen día.
Tragando saliva con dificultad, dio media vuelta y caminó a la puerta de salida, el entusiasmo de Doris, la confundía. Detestaba que le impusieran reglas o que le dieran órdenes, pero esta singular ama de llaves, parecía ajena a todo eso.
Alejándose de la casa bajó las escaleras junto a Todd, a quien reconoció como el encargado de llevar a su familia al aeropuerto para las vacaciones en la isla del señor Rothschild.
Subiendo al auto en el que había llegado, cerró la puerta, sin esperar a Todd, y en silencio aguardó a que subiera y pusiera el vehículo en marcha.
Al llegar hasta un exclusivo y elegante edificio, Victoria, comenzó con el nerviosismo al no saber qué esperar cuando llegara a la dichosa consulta.
-Creo que no hemos sido presentados adecuadamente.
Habló Todd, rompiendo el hielo, una vez en el ascensor.
-Ya sé quién eres, no es necesaria tanta cordialidad.
Murmuró Victoria, sin siquiera dirigirle una mirada.
-Bueno, soy Todd Stevens, y seré su escolta de hoy en adelante. Si necesita algo, puede pedírmelo, estaré feliz de ayudarla, señorita LeeSmith.
Ignorando tanta formalidad al momento de hablar, Victoria, simplemente asintió y dejó que la guiara una vez que el ascensor abrió sus puertas.
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