CAPITULO 4: "La propuesta"


  Tras viajar durante toda la noche de regreso a la realidad, después de esas más que increíbles vacaciones en el caribe, que a pesar de todos los problemas iniciales, terminaron bastante bien. Exhaustos, se detuvieron por un poco de cafeína en la cafetería "Starbucks" del aeropuerto.

-Hija mía, podemos hablar un minuto.
Preguntó su papá, tomando asiento junto a ella, mientras el resto ayudaba a Cami, la más pequeña a decidirse por un postre.
-Claro.
Asintió quitándose los auriculares de los oídos.
-Sé que venimos de un viaje de 9 horas en un avión, pero en exactamente una hora, tienes que volver a abordar -le informa su padre, sonriente al ver ese pequeño brillo de esperanza aparecer en su oscura mirada-. Le pedí ayuda a Noel, y me dijo que ese festival va en su tercera fecha de cinco, lo que quiere decir que todavía puedes llegar a las dos últimas.
-¿Estás hablando en serio, papá?
-Absolutamente, hija, quiero que hagas ese viaje con tus amigos, lo mereces, eres una buena hija. Y mi favorita... No soporto vivir con el recuerdo de esa mirada de decepción que tenías cuando arruinamos tus planes...--
-Oye, que fue tu jefecito quien los arruinó.
Lo interrumpe con una gran sonrisa en el rostro.
-Aun así, quiero compensarte, así que vas a tomar mi tarjeta de crédito, y la vas a usar ¿me escuchaste? Gasta todo lo que quieras.
-No es necesario, papá, tengo mis ahorros.
-Por favor amor, hazlo por mí, y diviértete.
Pidió acariciando su mano con el pulgar sobre la mesa.
-Por ti... ¡Te amo, papá!
Chilló al tiempo que se levantaba de su silla y rodeaba la mesa para abrazar a su grandote padre con todas sus fuerzas y sumamente agradecida por su gesto.
-Yo también. Ve. Diviértete.
-¡Gracias, gracias, gracias!

Emocionada, Hank y Noel, la acompañaron a ingresar su equipaje nuevamente, para volver a abordar un avión.

-Bueno, Vic, supongo que nos vemos en un par de semanas. Cuidado con los europeos.
Se despidió Noel, una vez que acabó con el papeleo.
-Por supuesto, pienso ser solo una sosa turista.
-Hija, tu hermano habló con Jackson, te esperan todos muy emocionados, así que cuando estés en el aeropuerto si no los ves, te comunicas con ellos de inmediato.
-Sí, papá, no te preocupes.
-Vamos Vic, te acompaño.

Despidiéndose nuevamente de su padre, y a la distancia de su hermanita, quien se encontraba junto a su madre, un poco más atrás, caminó junto a su hermano.

-Victoria...
Murmuró Noel, cuando estuvieron lo suficientemente lejos de su papá.
-¿Qué pasa? Estás muy serio.
-Soy tu hermano mayor, no debiste ocultarme lo que pasaba con mamá. No quiero que te vayas de la casa.
Confesó preocupado.
-Lo siento. Yo..., no creí que su "odio" fuera tan profundo.
-No te odia, solo es estricta. Ella es así, fría. Adora su status social, para ella lo es todo ese club de amiguitas que tiene, todas descerebradas a las que no les importa más que las apariencias y el qué dirán.
-Lo sé. Oye gracias por ayudar a papá con esto, ya había dado por perdido este viaje.
-Sé cuánto querías ir, solo cuidado con los europeos, no quiero que te secuestren y te vendan para descuartizarte.
-¡Noel!

Rieron ante la ocurrencia de Noel, y luego se despidieron. Como buen hermano mayor, aguardó a que su hermana pasara el control de seguridad antes de marcharse con la familia de regreso a casa.

2 semanas más tarde

Lunes a primera hora Hank, llegó la oficina del señor Rothschild. Muy puntual a las 8 de la mañana se presentó ante el gran escritorio en forma de media luna en que trabajaba David, uno de los asistentes del jefe.

-Muy buenos días, Hank.
Saluda el entusiasta y muy amable David.
-Buenos días, David. ¿El señor Rothschild, ya me espera?
-Llegas temprano, eso definitivamente le va a gustar. Por favor tome asiento que enseguida lo anuncio.
-Gracias.

Nervioso, Hank, tomó asiento en uno de los cómodos sillones que había en la pequeña recepción frente a la inmensa puerta de la oficina del gran jefe.
El no saber el motivo de la reunión, no ayudó mucho, las vacaciones estuvieron increíbles, y luego de eso se había incorporado a su trabajo habitual sin problemas, así que no conseguía imaginar qué era lo que quería hablar con él.

10 minutos más tarde, David, salió de las grandes puertas y le anunció que lo esperaban. De un salto Hank, se acercó a la puerta, echando un pequeño vistazo antes de entrar, era curioso, pero es primera vez que entra en aquella oficina, y vaya que era amplia y elegante.

-Señor LeeSmith, tome asiento frente al escritorio del señor Rothschild.
Le indicó Miller, que se encontraba de pie junto al escritorio.
-Buenos días señor Rothschild, señor Anderson.
Saludó intentando sonar calmado.
-Buenos días señor LeeSmith. Miller, ve por los documentos que le pedí a David, los quiero listos en 10 minutos.
-Sí, señor.

Siguiendo los movimientos de su asistente personal en sumo silencio, Matt, esperó a que se encontraran absolutamente a solas para iniciar la conversación con Hank. Pero en su lugar, cuando la puerta se cerró tras Miller, se dedicó a observarlo. Mantuvo su seria y calculadora mirada sobre aquel hombre, que pese a querer aparentar calma, estaba comenzando a sudar ante la inquisitiva mirada de su jefe.
Al cabo de un par de minutos, Matt, cambió su postura, reclinándose contra el respaldo de su silla, intentando aparentar estar relajado, aunque nunca lo estuviera.

-Bueno, señor LeeSmith, se preguntará por qué lo he citado aquí...
-La verdad es que sí. Nunca había estado en este lado de la empresa y todos lo reconocen como el lado de los problemas serios... -suspira nervioso-. ¿Hice algo mal?
Se aventuró a preguntar, para acabar de una vez con la tensión que habitaba sus hombros.
-Voy a ser muy directo, señor LeeSmith, y quiero que escuche con mucha atención antes de comenzar a interrumpir. ¿Estoy siendo claro?
Preguntó mientras se levantaba de detrás de su escritorio y comenzaba un paseo por su espaciosa oficina, siempre manteniendo su mirada en Hank.
-Lo escucho, señor.
Asintió varias veces, seguro que así su respuesta sería mucho más clara.
-Cada año realizo esta fiesta para todos mis trabajadores. Me aseguro que tengan todo lo que puedan querer. Que se diviertan. Que disfruten junto a sus familias. Y también les doy vacaciones a 4 afortunados trabajadores, y este año usted ha sido uno de ellos.
-Y estoy inmensamente agradecido, señor.
-Me alegra oírlo, porque no solo les doy unas vacaciones, también les doy la oportunidad de crecer en la compañía ¿me sigue, señor LeeSmith?
-¿Está hablando de un ascenso?
Preguntó con cautela, sin elevar mucho su tono de voz.
-A partir del próximo lunes tendrá un nuevo cargo, y pasara a ganar un cien por ciento más de lo que gana ahora... Anualmente.
-¿Qué? Pero..., pero eso es, es el doble.
Tartamudeó Hank, incrédulo.
-Lo es -hizo una pausa para medir su reacción ante el incentivo monetario antes de continuar. Sí, sus ojos brillaban de emoción con el signo peso saltando en sus pupilas-. Lo estuve observando durante la fiesta y un par de veces lo vi interactuar con su familia en la isla. Es usted un líder, y eso, ESO es precisamente lo que necesito.
Siempre estoy haciendo nuevos negocios y me gustaría que con su familia, se trasladaran más hacia el lado norte de la ciudad.

Boquiabierto, Hank, no daba crédito de lo que escuchaba. Esos intensos ojos azules no se apartaban de él, intentando descifrar lo que pensaba en ese momento.

-Me parece que es el sueño de todo padre de familia conseguir la casa perfecta, el empleo perfecto y por supuesto, gozar de una sustanciosa situación económica.
-Lo es, señor.
Asintió tirando con cuidado del cuello de su camisa, ahora venía el pero, pensó Hank, preparándose para el impacto.
-Muy bien, señor LeeSmith, voy a ir directo al grano y le diré que es lo que quiero a cambio.

Un silencio los rodeó mientras Matt, regresaba a su lugar al otro lado del imponente escritorio.
Hank, intentó encontrar una pista en la directa y calculadora mirada que no dejaba el rostro de su jefe. Pero era inútil, era conocido por aquella intimidante mirada, fija, firme y confiada.

Lo que Matt, reconoció en la mirada de Hank, fue miedo. Terror a saber que quería conseguir con todo esto el gran jefe, después de todo él era un simple peón en un tablero de ajedrez.

-Quiero a su hija.

La seriedad reflejada en todo su ser, lo descolocó. Con la mirada cargada de pánico, preguntó sin hablar si ¿había escuchado bien? ¿Realmente había dicho eso? Porque la situación había pasado claramente de "extraña" a "extrema".

-¿Co..Cómo di..ce?

Continuando con su actitud calmada y profesional, Matt, continuó con la conversación. Sabía que tenía muchas preguntas que responder.

-Puede respirar, señor LeeSmith.
-Yo no...
Intentó decir algo, pero estaba en shock, impresionado por lo que acababa de pedirle.
-Siempre escojo al padre de familia y a uno de sus hijos, en su caso, su segunda hija es a quien quiero.
-¿Mi Victoria? ¿Qu..Qué quiere decir con, con que es... "a quien quiere"? porque yo..., estoy pensando mal, señor Rothschild.

Ignorando el tono acusatorio mezclado con desagrado al pensar que estaba ante un pervertido. Matt, continuó con su "explicación".

-Durante un año ella tendrá que vivir en mi casa. Aprenderá a comportarse de manera protocolar, asistirá a muchos eventos de alta sociedad a nombre de una de mis empresas, se le enseñará lo necesario para ser alguien en esta ciudad. ¿Me explico?

Lleno de dudas y pegado en la parte en que decía querer a su hija, Hank, intentó entenderlo, pero no podía.

-Quiere decir que a cambio de este nuevo ascenso y tengo que permitir que usted se lleve a mi hija ¿¡Por todo un año!?
-Así es.
Asintió, ignorando su tono de indignación disfrazada de preocupación.
-¿Y qué pasa con ella? ¿Tiene que "vivir" con usted? ¿La aleja de todo? ¿De su familia? ¿Y su vida? ¿Por qué su casa?
-Podrá seguir saliendo con sus amigos, o yendo donde le guste ir. Con respecto a "mi casa" ella tendrá una habitación acondicionada con todo lo que pueda necesitar, además de absoluta privacidad.
-¿Entonces? No veo el por qué tiene que alejarse de nosotros.
-Será mi proyecto. Las mujeres son el sexo débil en esta sociedad, y siento la necesidad de cambiar eso. Su hija tendrá que seguir mis reglas. Habrá un contrato que tiene que cumplir, pero para eso debo tener su consentimiento.
-Es..., es decisión de Victoria..., yo..., yo no puedo hacer esto...
Murmuró dubitativo.
-¿Seguro? Estaría rechazando todo lo que le ofrezco. Un mejor cargo, un aumento al cien por ciento, un nuevo hogar. No es el único beneficiado con el acuerdo.

Con la mirada más allá del ventanal frente a él, Hank, se debatió si era lo correcto, tomar esa decisión significaba una discusión segura con Victoria, y después de lo que se enteró con respecto a su hija y su esposa, no merecía otro problema. Estaba casi seguro de su respuesta. Pero entonces le dirigió una decidida mirada a su jefe, y todo se fue a la mierda. Nunca más en su vida tendría una oferta como aquella.

-He hecho redactar un acuerdo a mi asistente, tal vez sea bueno que lo lea. Aclarará todas sus dudas y está bastante claro cuáles son mis objetivos al llevar a cabo este "acuerdo".

Dos horas más tarde Hank, firmó el dichoso acuerdo para llevar a su hija a vivir en la residencia Rothschild. También firmaron su nuevo y jugoso contrato de trabajo.

-Perfecto, señor LeeSmith, felicitaciones por su nuevo cargo.
-Gracias, señor Rothschild..., yo...
-Antes que se tome el resto del día libre, vaya con David, necesito que su esposa también firme unos documentos.
-¿Mi esposa?
Preguntó extrañado.
-"Confidencialidad" no puedo permitir que cualquier persona llegue a enterarse de este tipo de actividades. Por muy claras que estén las cosas entre nosotros, la gente siempre busca como dañar o buscar el lado malo de mis acciones. Simple precaución. Mientras menos información le dé a su esposa e hijo, mucho mejor, Hank.

Durante la semana más extraña que tuvo Hank, buscó el mejor modo de hablar con Victoria. Pero entre escoger su nuevo hogar y la mudanza exprés a una increíble casa en los suburbios, no fue mucho lo que pudo pensar.
Cuando finalmente había llegado el lunes. Día en que Victoria regresaba a casa Hank, no tuvo más opción que acudir al encuentro.

Con apenas unas pocas horas de sueño, Hank, llegó hasta el aeropuerto en donde de inmediato reconoció a David y Miller, ambos asistentes del señor Rothschild.

-Buenos días, señor LeeSmith.
Saludó David, aproximándose a él.
-David, buenos días..., no estoy entendiendo ¿por qué están aquí?
-Hemos venido a recoger a la señorita Victoria, creí que lo sabía.
Informa desconcertado, dirigiéndole una interrogante mirada a Miller.
-Las fechas están estipuladas en el acuerdo Hank, su hija se va hoy a la residencia Rothschild.
-Pero..., todavía no le hablo de todo esto.
Murmura angustiado, con la culpa recorriendo todo su cuerpo.
-Le daremos un momento a solas, pero solo eso. El señor espera.
Le concede Miller, sin mucho tacto. ...

La radiante sonrisa que acompañó a Victoria, durante todo el vuelo de regreso desapareció en el minuto en que salió con su equipaje y vio a su papá entre la multitud con esa angustiante expresión en el rostro.

Algo iba mal.

A paso lento caminó hacia él, intentando leer algo en su expresión que le diera indicios de lo que realmente sucedía.

-¿Papá? ¿Va todo bien?
Preguntó Victoria, en cuanto se plantó frente a Hank.
-Todos están bien..., pero hay algo que tengo que decirte...

La seriedad en su tono alertó a Victoria, ocasionando que un leve escalofrío le atravesara la espalda.

-Bueno, vamos a casa y me lo dices.
Sugirió Victoria, intentando calmar la tensión que estaba comenzando a sentir en ese preciso momento al ver a su papá tan serio.

Con la intención de caminar hacia la salida del aeropuerto Victoria, volvió a sostener su equipaje. Pero antes que pudiera dar un solo paso en cualquier dirección, su papá volvió a hablarle.

-Ellos son David y Miller, a ambos los conocimos cuando llegamos al caribe ¿lo recuerdas?
Preguntó señalando a los mencionados.
-Sí, sí, los asistentes de tu jefe ¿qué pasa, papá?
Algo en el tono de voz de su papá, activo su alarma interna. Algo no iba bien. Lo sabía, así que instintivamente retrocedió un par de pasos.
-Hija..., tienes que ir con ellos.
-¡¿Qué?!
Soltó por reflejo, abriendo los ojos incrédula.
-Desde..., desde hoy vas a vivir en casa del señor Rothschild...
-¡¿Qué?! No juegues conmigo, Hank.
Le advirtió nerviosa, sabía perfectamente lo en serio que estaba hablando su papá.
-Victoria... -intento tomarla para que no retrocediera, pero con cada intento por querer "explicar" lo que sucedía Victoria, se alejaba más, y no solo físicamente-. Lo siento, hija..., no hay más que hacer, solo ve con ellos y lee todo lo que te entreguen, y por favor..., entiéndeme...
-Pero...

De pronto un desconocido apareció a tomar su equipaje, reconociéndolo como el hombre que los llevó al aeropuerto para esas a esta altura "malditas vacaciones".

-Victoria, no olvides que te adoro.

Boquiabierta, se alejó cómo si de pronto las manos de su padre quemaran. No podía seguir escuchándolo. Ni siquiera podía mirarlo a la cara..., se sentía traicionada..., solo pensaba en lo que había dicho...

"Desde hoy vas a vivir en casa del señor Rothschild"

Con la cabeza a mil por hora, intentando buscar un motivo, una razón para que esto estuviera sucediendo, una idea asaltó sus pensamientos, y reprimiendo una mueca de horror, hizo la pregunta:

-¿Tienes un nuevo trabajo?
-Sí, Victoria
-Un aumento... -asintió pensativa-. Me vendiste.
Consiguió sisear con voz temblorosa.
-Victoria, no...
Trató nuevamente de tomar su mano.
-¡Basta! No quiero escucharte ¡Y no te atrevas a acercarte!

Mortificado Hank, observó cómo Victoria, se alejaba, siguiendo al chofer, quien cargaba su equipaje.

-Va a estar bien, Hank..., lo prometo.
Le aseguró David, para calmarlo antes de marcharse junto a Miller.

Montados en el lujoso todoterreno, y en un silencio sepulcral, iniciaron el trayecto hacia la casa del gran jefe.

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