CAPITULO 11: "Sola"
Lo bueno de la llegada del día lunes, fue que gracias a las citas con su doctora y psicóloga, Victoria, pudo saltarse el desayuno con Matt. Después de haber pasado un fin de semana, desastroso, necesitaba salir de esa casa.
Trató de tomarlo con calma, intentó hacer su vida normal, pero verse amarrada a las reglas y tener que quedarse en un lugar desconocido, pudo con ella, y todas sus emociones contenidas. Acabó sacándolo todo, o al menos eso esperaba, llorar era agotador.
La primera en verla fue Ángela. La llevó directo a su consulta médica, pese a que Victoria, no dijo una sola palabra, lo intentó sin mucho éxito.
-Me han informado que no te has sentido bien ¿es por eso que te niegas a hablarme?
-Estoy bien.
Soltó de mala gana.
-Victoria, estás claramente deshidratada ¿no has comido bien, verdad?
Cruzada de brazos, se negó a hablarle. Por algún motivo la doctora le provocaba desconfianza, su "gentileza" se le hacía forzada. Además del hecho de saber que apenas ella dejara el edificio, el señor Rothschild, sería informado de todo lo que ocurriera en esa consulta.
Dando por hecho que no obtendría respuestas de su parte, Ángela, procedió a realizarle varios exámenes de rutina, para asegurarse que todo estuviese en orden. Al finalizar, la doctora, la acompañó a la consulta de su hermana Ana, y las dejó solas.
Con la psicóloga las cosas fueron algo distintas, intentó mantenerse callada, pero en cuanto tocó el tema que tanto la perturbaba y en esos momentos detestaba, lo soltó, incapaz de callarse.
-Estoy en una casa extraña, me siento incómoda en esa... ¡Mansión! ¿Qué más quieres? Dime lo que deseas escuchar, para decirlo y que me dejes en paz.
Bramó furiosa, pensando que ella, era la psicóloga, tendría que suponer por lo que pasaba..., pero como no, estos loqueros siempre buscan que hablen por sí mismos.
-Calma, Victoria. No te alteres.
Le pidió Ana, con tranquilidad.
-Estoy cansada que lo pregunten "¿Cómo te sientes, Victoria?" ¡Cómo no lo entienden! ¿Te has puesto alguna vez en el lugar de uno de los "caprichos" del señor Rothschild? -espetó esperando que dijera algo. No lo hizo-. Fui sacada de mi vida tranquila y controlada para estar encerrada en esa inmensa casa.
-Tienes razón, no lo puedo entender, pero me gustaría intentarlo. Tú aceptaste y firmaste ese contrato, el señor Rothschild, te dio la oportunidad de rechazarlo.
Contraatacó esperando que continuara descargándose, y hablando.
-No, no lo hizo, me dio la "oportunidad", si lo podemos llamar así, de modificar o aclarar las reglas de la casa.
-¿Por qué te quedaste?
Quiso saber interesada en la respuesta de Victoria. Ella tenía razón, no le dieron opción, eso sonaba más al señor Rothschild.
-Entiendo la estrategia de Rothschild. Le ofreció muchas cosas al tonto de mi papá, solo para tener su aprobación y que yo firmara ese contrato.
-¿Qué pasa con tu papá? ¿Por qué lo hiciste?
-No quiero dejar a mi familia en la calle. Puede que no lo parezca, pero Rothschild, sabe cómo hacer las cosas..., si yo no firmaba o me largo, se lo quitan todo, y les consiguió una casa además del jugoso aumento.
-¿Lo has hablado con tu padre?
-No, no quiero escucharlo, el aceptó que me fuera a la casa de su jefe, de un desconocido, sabía que con eso yo me enfadaría, es mi papá ¡Me conoce! Sabe que estoy herida, abusó de mi confianza y cariño, sabía que no haría nada que lo perjudicara.
Terminó de decir en voz baja, le dolí aceptar que después de todo no conocía tan bien a su papá.
-¿Qué hay de tu actitud?
-¿Te refieres a lo pendeja que estoy siendo?
-Yo no...--
-Descuida, sé que me ven tú y tu hermana, como una niñita problemática, tengo 23 años, puedo decidir por mí misma, pero desafortunadamente me tengo que quedar.
-¿De qué hablas? Victoria, no te calles.
-Sé que es lo que quieres escuchar, así que lo diré..., me quedo e intento soportarlo porque no tengo donde ir. Mis amigos dicen querer recibirme en sus casas, pero la verdad es que soy complicada, se hartarían de mí en un mes.
-¿Hay algo que te haga creer eso, sucedió algo?
-Todos tenemos nuestros problemas personales, y..., me gusta estar sola...
-Eso no es cierto.
Victoria, la observó sorprendida y en silencio, por un instante había conseguido leer entre líneas lo que quería decir, acababa de afirmar que ocultaba algo, y lo que la enojaba más es que tenía razón.
-Ya es suficiente.
-Por supuesto.
Le dedicó una media sonrisa, no quería forzarla a decir más ahora que estaba hablando con ella.
Aliviada de acabar con la conversación, Victoria, se levantó de la cómoda butaca y se dirigió a la puerta.
-Victoria.
La detuvo antes que saliera de la consulta.
-¿Qué sucede?
Suspiró resignada a que su salida no sería tan rápida como esperaba.
-Solo quiero que tengas mi número, en caso que necesites hablar con alguien, o si te sientes mal. No es bueno que dejes de comer.
-Gracias.
-Puedes venir cuando quieras, no es necesario que esperes al siguiente lunes, eres bienvenida.
Asintiendo tomó la tarjeta con su número, y se marchó.
Al llegar al auto, Todd, la observó paciente a través del espejo retrovisor, a la espera de instrucciones. Victoria seguía pensando en lo que había dicho a esa extraña. No estaba lista para volver a esa casa, así que le pidió que la llevara a un parque, quería caminar.
Con sus auriculares a todo volumen, bajó del auto y dio un largo paseo, siempre vigilada por su discreto escolta.
Todd, no podía ocultar la preocupación que le causaba que Victoria, lo pasara tan mal, no era una mala persona, y le extrañaba que ya con 5 días en la casa, no comenzara a acostumbrarse.
Después de más de dos horas vagando por el parque, decidió regresar. En un silencio absoluto volvió al encierro en la habitación que le habían asignado. Tirando su chaqueta sobre la cama, fue directo al baño, donde nuevamente la tristeza e impotencia ganaron la batalla. Se paseó de un lado a otro intentando auto convencerse que todo iba a estar bien, que se tenía que calmar, que no debía llorar más. Pero no dio resultado, era en lo único que pensaba. Se apoyó en la pared frente al gran espejo del lavamanos y se deslizó hasta quedar sentada en el frío piso, con el rostro oculto en sus rodillas y sus brazos abrazándolas para amortiguar sus sollozos, descargó una nueva carga de pena y soledad.
Un par de horas más tarde, Victoria, seguía donde mismo cuando unos suaves golpes la sacaron de su trance y melancolía solitaria.
-¿Sí?
Preguntó agotada.
-Soy Doris ¿estás bien, pequeña?
-..., sí.
-¿Va a cenar?
-¿Cenar? -de inmediato pensó en el señor Rothschild-. ¿Puede ser más tarde?
-Cuando quiera, voy a estar en la cocina.
Regresándole su privacidad, Doris, regresó a la cocina, a servir la cena del señor Rothschild, en absoluto silencio. Matt, no preguntó nada, ya estaba al tanto de los pormenores del día de Victoria, es por eso que decidió concederle un descanso.
-Gracias, Doris.
-Que lo disfrute, señor.
Asintió sin su chispa característica.
-El café en mi oficina.
-Sí, señor.
Para las 9 de la noche, hora en que seguramente Matt, se encontraría en su despacho, Victoria, bajó a la cocina, allí se encontraba Nikolay bebiendo una taza de café.
-Victoria, buenas noches.
La saludó con un asentimiento de cabeza.
-Hola, Nik.
-¿Se siente mejor?
Preguntó señalando la silla frente a él en la mesa.
-Algo, tengo una horrible jaqueca que se niega a dejarme en paz.
Suspiró tomando asiento frente al mayordomo.
-¿Desea que avise a la doctora? Está muy pálida y ojerosa, eso no es bueno.
-No se preocupe, Nik, no eh estado durmiendo bien, debe ser por cansancio, dame unas aspirinas y ya.
-Cena -anuncio Doris-. Niko, ve a descansar, yo me quedo con Victoria, me voy a asegurar que coma.
-De acuerdo, está muy débil, señorita, tiene que comerlo todo.
Le advierte con cariño.
-Lo voy a intentar.
Tarareando con tranquilidad, Doris, llenó la mesa en unos minutos, sirviéndole un apetitoso plato de lasaña, hecho especialmente para ella.
-Doris ¿te sientas conmigo?
-Claro -tomó asiento frente a ella, no podía evitar preocuparse, lucía triste-. ¿Estás bien?
-Más o menos.
Suspiró con pesar justo antes de llevarse la primera cucharada de comida a la boca. La cena estaba exquisita.
-Extraña su hogar.
Afirmó Doris, al verla tan triste.
-El recuerdo de tener un hogar..., mi casa ya no existe. Creo que se mudaron.
Confiesa con amargura.
-No este triste, estoy segura que sus amigos la quieren.
-Sí, pero no les puedo decir que mi papá me cambió por un puesto más importante, por dinero... Tengo que mentirles y..., yo no soy así.
-Calma, solo evite el tema
Le aconseja afectada por su tristeza, a cada momento más evidente.
-Doris ¿cuándo viaja Rothschild? No lo recuerdo.
-Jueves al mediodía.
-¿Por cuánto?
-2 semanas, pero puede que haya cambiado, nunca lo sabe hasta el día en que se marcha.
Cambiando completamente de actitud, pues no quería contagiar a Doris, con su tristeza, centra su atención en él, el responsable de todo.
-Qué alivio no tener a don "gruño – gruño – gruño" por dos semanas, de seguro estas tan aliviada como yo.
-¡Victoria!
La regaña conteniendo la risa.
-Solo dio...
Se encoge de hombros, restándole importancia. Pero Doris, sabía lo que hacía, intentaba desviar la conversación de ella misma para hacer preguntas sobre el jefe.
-Adelante, pregunte.
-Yo..., llevas mucho tiempo trabajando aquí ¿verdad?
-8 años, Niko, lleva 11.
Afirma con seguridad.
-Vaya... ¿cómo..., cómo eran las otras? ¿Les costó adaptarse?
Dedicándole una amable sonrisa, Doris, la observó con cariño, le tomó cinco días hacer esa pregunta.
-Tú eres especial, las "otras" adoraban la idea de vivir en esta lujosa casa. Se adueñaban del lugar como si fuera suyo..., y tal vez todas estuvieran enamoradas del señor, porque es muy apuesto.
-Y es un puto
Se mofa recordando a la "amiguita" del señor de la casa.
-¡Victoria! No digas eso del señor.
-¡Vamos, Doris! No está aquí, debe tener la cabeza metida en la pantalla de su computador, o en otro lugar...
La contagiosa risa burlona que soltó Victoria, al recordar que detrás de todas esas reglas y lindas corbatas, Matt, es un hombre con sus necesidades básicas, consiguió hacer reír a Doris, que luego de unos instantes recobró la compostura y volvió a reprenderla por sus comentarios subidos de tono.
-Lo siento, Doris, pero no puedes negarlo, es un mujeriego
Susurra divertida ante la cara de preocupación de Doris, porque las puedan oír.
-No lo acepto..., pero tampoco puedo negar...
-Bueno, y..., las "otras" ¿nunca lo odiaron?
-Se pasaban unos días siendo tímidas, pero luego no. Se dedicaban a aprender y a intentar seducir al señor.
-¡Ha! Como si ese... -comienza a decir, pero Doris, le lanza una sola mirada de advertencia y se detiene-. ESE HOMBRE –aclara-. Ese hombre tuviera sentimientos, lo calcula todo, incluyendo sus orgasmos.
-Ay, Victoria..., creo que puedas tener fiebre ¿te sientes bien?
-Mucho mejor que cuando entré a esta cocina hace un rato.
-Me alegro, aunque solo sea porque te estas burlando de mi jefe, malcriada.
Le sonríe con cariño.
-Lo estás disfrutando ¡lo sé!
-¿Sigues teniendo jaqueca, o ya me debo preocupar?
-¡Vaya! Pero si estás bromeando y todo ¡Ahora me gustas más, Doris!
-Tú también cuando estás alegre.
-Gracias por preocuparte aunque no tengas que hacerlo.
-Un placer, yo quiero que estés bien. Así que pijamas y a la cama, necesita dormir mucho. Mañana Doris, no perdona no levantarse temprano.
-Déjame estar enferma un día más
-No, no, Doris, te arrastra por las escaleras si es necesario ¿claro?
-Como el agua, mujer.
Sintiéndose aliviada de tener a alguien con quien hablar, Victoria, regresó a su habitación. Pero esa habitación la hacía sentir tan..., sola. Le recordaba donde y por qué estaba allí. Así que nuevamente no fue una buena noche para ella.
Capítulo actualizado .
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