☠|CAPÍTULO VEINTITRÉS

Cuando aterrizamos en Sicilia sentí un poco de alivio porque ya estoy en mi ciudad y más del noventa por ciento de los hombres me son leales, además si Francesco decide atacarme tengo los recursos suficientes para defenderme y proteger a mi mujer.

—Debes cuidarla —insiste mi madre al separarse de mí—. Con tu vida si es necesario, pero debes proteger a esa mujer.

—Hice una promesa cuando me case con ella y la cumpliré hasta el último de mi suspiro.

—Si digo que con tu vida es para que estés eternamente con ella, no la dejes sola.

—Creí que no estabas de acuerdo con esto.

—No lo estaba hasta que la conocí, es la mujer que mereces —acaricia mis mejillas como siempre lo suele hacer—. Ambos se merecen.

—¡Niñas! —mi madre llama a mis hermanas que aún están hablando con Viviana—. Debemos irnos, tenemos muchas cosas por hacer.

Las tres caminan hacia nosotros, mientras mis hermanas se acercan a mi madre, Viviana se queda a mi lado.

—¿No iremos con ellos?

—No, te dije que no vivo con mis padres, iremos a lo que será nuestra casa los próximos meses hasta que logremos comprar lo que se convertirá en nuestro hogar.

—Iremos a visitarte a menudo, también puedes venir a la mansión —propone Gia.

Viviana me mira esperando una respuesta de mi parte, pero ella no tiene que esperar a que yo le conceda un permiso, ya que no es prisionera, no conmigo.

—Puedes ir a donde quieras —sostengo su mirada que parece sorprendida—. Solo pido que me avises donde estarás, no quiero que te pase nada.

—Gracias.

Sonríe tímidamente y luego mira a mis hermanas quienes le sonríen.

Me gustaría poder trasladar a sus amigas a esta ciudad para que ella no se sienta tan sola y pudiera tener alguien que siempre está ahí para ella aparte de mí.

—Hoy quiero llevarla a un lugar.

Quiero llevarla a un lugar donde por fin podamos estar los dos sin los hombres de su padre, algo que por fin se sienta nuestro.

—Entonces te llamaremos en el transcurso de la semana para que agendemos algo —comenta mi madre.

—Eso estaría bien.

—Bienvenida a nuestra ciudad, espero que te adaptes muy bien aquí —menciona mi padre acercándose a mi madre—. Debemos irnos, tengo cosas que hacer.

—Llámame si llegas a necesitar algo de mí —mi madre abraza a Viviana en señal de despedida y las gemelas hacen lo mismo.

Espero a que mis padres se marchen junto a mis hermanas para así poder tomar el rumbo hacia mi apartamento que por ahora va a ser también el de Viviana.

Cuando llegamos a el edifico observo el rostro de Viviana, quiero saber cuál es su verdadera impresión al darse cuenta de que no vivo en una mansión como lo hace su padre, su hermana o mis padres.

El edificio tiene veinte pisos, los dos últimos son donde está ubicado el apartamento, el piso de abajo es para cuando mi familia viene, los demás pisos son ocupado por mis hombres y en alguno de ellos tengo armas, muchas de ellas por si en algún momento la seguridad del edificio es violentada, poder defenderme.

—Esto es enorme —menciona cuando ingresamos al apartamento.

—Lo necesario —soy modesto.

El lugar cuenta con cinco dormitorios, cada uno con baño y vestier. Dos baños sociales, dos salas de estar, una cocina amplia, un comedor para ocho personas que rara vez es utilizado por cinco, un gimnasio, una pequeña sala de cine, una piscina y un pequeño jardín que mi madre incluyó sin mi consentimiento, pero que se quedara allí. Además, tengo una oficina ubicada en la parte posterior del primer piso, la cual utilizo muy poco, ya que el tiempo que pasaba en el apartamento era reducido.

—¿Vivías solo? —pregunta evitando mi mirada y sé por dónde va su pregunta.

—Nunca he traído a una mujer —digo, pero cambio mi respuesta de inmediato—. Siendo sincero contigo, si he traído mujeres.

—Ya veo —murmura.

Tal vez esté pensando que traía a mis citas aquí, pero es imposible que hiciera eso, llevo algunos años sin llevar a una mujer a una cama, además cuando lo hacía siempre era en algún club donde ninguna de ellas me conociera y jamás volviera a ver mi rostro.

—Pequeña —levanto su rostro para que pueda mirarme y me arrepiento haberle dicho que he traído mujeres aquí, ya que mi respuesta la hizo pensar cosas que no son.

—¿Puedes mostrarme cuál será mi habitación? Quiero descansar un poco.

Le indico que suba las escaleras detrás de mí, cosa que hace rápidamente sin mencionar alguna palabra.

Antes de llegar a nuestro dormitorio —nuestro, porque ahora mismo lo que era solo mi habitación, se convertirá en la de ambos—, le doy un corto recorrido por la casa, tal vez mañana con más tiempo le pueda enseñar todo el apartamento e incluso el edificio entero.

—Esta es nuestra habitación —menciono abriendo la puerta para que ella pueda ver el espacio.

Como no creí que la boda sucediera tan rápido, no tuve tiempo de reorganizar algunas cosas, así que la habitación tiene toda mi esencia, pero espero que eso cambie pronto.

—Puedes cambiar lo que quieras, no tengo ningún problema con ellos. Quiero que el lugar también parezca tuyo.

—Quiero cambiar la cama.

Habla más rápido de lo que supongo quería hacer y una sonrisa tira de mis labios. Al parecer mi esposa está celosa de las mujeres que entraron a este apartamento, pero no debería estarlo, ya que esas mujeres son mi familia.

—¿Por qué querrías cambiar una cama que no he utilizado lo suficiente?

—No quiero dormir donde tenías sexo con esas mujeres.

No puedo evitar reír, se ve realmente hermosa con sus mejillas rojas y celosa.

—Creo que confundiste mi respuesta —aseguro caminando hacia ella— las únicas mujeres que han estado aquí son mi madre, mis hermanas y la esposa de Tomasso, nunca llevaría a mi esposa a un lugar que fue manchado.

—Yo...

—Ningún interés sexual ha estado en los lugares a los que voy a llevarte, ningún interés sexual ha ocupado mi mente más de diez minutos y ningún interés sexual se ha convertido en mi esposa.

Viviana es diferente para mí, la excepción. Se metió en mi piel, mi mente y mi corazón, ahora mismo no sabría decir cuál es el sentimiento que tengo por ella, pero esta mujer me hace sentir diferente.

—Lo siento —murmura.

—Puedes descansar, estaré en mi oficina trabajando.

—Gracias.

—Deja de agradecerme, no he hecho nada para ganarme esa palabra y tu mirada cada vez que la dices, me hace sentir y saber que mi mujer ha vivido una vida de mierda y debo cambiar todo eso.

—No una vida de mierda, pero estuvo a nada de serlo.

—Pequeña —acaricio su mejilla mientras mis ojos escanean su rostro—. Voy a hacer hasta lo imposible para hacerte ver lo valiosa que eres.

Su mirada no aparta la mía, lleva mis manos a mi pecho, pero la detengo antes de que me pueda tocar. Aún no es el momento en que descubra que su esposo fue convertido en un monstruo cuando apenas tenía trece años.

—Déjame tocarte —su voz es más baja que nunca y pareciera que me está rogando algo que ella sabe que no va a suceder.

—Habíamos hablado de eso.

—¿Me dejarás ir cuando se termine la guerra?

Me aparto al escucharla, sabe que no voy a hacer eso. Siempre le deje claro que este matrimonio es para toda la vida.

—Nunca te dejaré ir y si te vas voy a buscarte y traerte todas las veces que decidas dejar a tu esposo.

Salgo de la habitación sin esperar sus palabras.

Estoy seguro que no la podré tener toda mi vida a mi lado si no la dejó explorar mi cuerpo como yo voy a explorar el de ella, pero no es el momento de que ella descubra lo que soy.

Trabajo durante un rato en la firma de algunos documentos de los casinos y me encargo de que los hombres que aún están en deuda conmigo no lo olviden y puedan ir a la reapertura del casino que fue destruido por Davide.

—¿Qué sabes de nuestro informante en Apulia? —le pregunto a Tomasso cuando por fin entra a mi oficina.

Le envié un mensaje cuando dejé a Viviana sola en la habitación, pero al parecer a mi mano derecha le costó dos horas atravesar tres cuadras que es la distancia que hay entre los lugares donde vivimos.

—Gabriele se está ganando poco a poco la confianza de Davide, al parecer está a cargo de la seguridad de sus dos hijos.

—Eso es una gran ventaja, pero no tanta como trabajar mano a mano con ese hijo de puta —digo—. Los hijos de Davide no me interesan en lo absoluto.

—Esperaré el nuevo informe, no nos hemos estado comunicando mucho porque no queremos arriesgar el avance.

—Quiero que ponga micrófonos por toda la mansión de Davide y si es posible en todas las bodegas a las que tenga acceso, quiero darle un golpe mucho más fuerte que el de la última vez.

—Destruimos su bodega más grande, ¿Qué otro golpe se le podría dar?

—No lo sé, por eso tengo a Gabriele allí para que investigue qué otra cosa le dolería perder, así voy a ganar ventaja.

Aunque yo le destruí su bodega antes de que él destruyera casi por completo mi casino, quiero dejarle claro que meterse con mis hombres o conmigo trae consecuencias.

—También quiero que Jayden se comunique conmigo, los días que estuve en Campania no se comunicó conmigo, tampoco me dio algún reporte.

—El hombre no ha dado señales de vida, espero que Davide no lo haya descubierto.

Jayden es un verdadero escurridizo y no se dejaría atrapar tan fácilmente, seguramente esté en algún hueco escondido, pero necesito que se reporte conmigo. Ahora que tengo a mi mujer en mi ciudad, debo estar más precavido e informado de cualquier movimiento de mis enemigos y más si se trata de Davide.

—Esperemos que salga del hueco donde esté escondido, si no se reporta en las siguientes veinticuatro horas, dile a Gabriele que lo busque.

—¿Algo más?

—Por hoy es suficiente —Tomasso camina hacia la puerta, pero lo llamo antes de que pueda cruzarla—. La próxima vez que te necesite debes estar aquí en el tiempo que te lo indique.

—Bianca me necesitaba —supuse que su mujer sería su excusa.

Le haga una seña para que salga del lugar. Es obvio que diría que su mujer lo necesitaba y suponía que le creería, ya que sé cómo es su relación con Bianca, él tiene a su mujer por encima de todo y no lo culpo, ya que yo haré lo mismo con la mía.

—Escuche que estás mejor —menciono en cuanto Jasha me contesta—. Al parecer el diablo no te quiere allí con él.

—Dos diablos no pueden gobernar un infierno, así que hicimos una tregua —dice con ironía—, me quedaré aquí hasta que él decida cederme el poder allí abajo para gobernar junto a mi reina.

—Tu reina, ya veo.

—Al parecer no eres el único, aunque a mí me falta casarme, pero no demoraré.

—No creí que esta información fuera a llegar tan rápido a ti.

Aún no llevamos veinticuatro horas de casados y ya el ruso sabe de nosotros. Si Jasha se enteró, me imagino que Davide y el resto de las organizaciones del país deben saber que he contraído matrimonio con la hija de Francesco.

Ahora creerán que nuestras mafias se unirán y lo haré más fuerte, pero están muy equivocados, ya que no pienso ayudar a Francesco.

—Sabes cómo se maneja este mundo y que hayas contraído matrimonio con una de las hijas de Francesco no hace tu matrimonio tan secreto.

—Puedo jurar que fue mi amado suegro quien le informó al mundo que ahora somos una familia.

—Eso es bueno, si trabajas junto a la camorra, tendrás mayor poder, algo que nunca se ha visto.

—No pienso unir mi ejército con la camorra y menos ahora que es gobernada con Francesco —aseguro, el hombre solo tiene un interés y obviamente no es su familia—. Si Francesco llegara a morir y su hijo tomara las riendas del negocio, tal vez extendería mi ayuda a ese rincón del país.

—Es tu suegro, deberías aprovechar.

—Soy lo suficientemente capaz de liderar mis guerras, así que no voy a unirme a él.

—Si así lo quieres.

—¿Qué has sabido del alemán? El hijo de puta no responde mis llamadas.

—Ocupado, recuerda que él aún no tiene tanto poder en su país, tal vez en algunos años pueda aceptar trabajar contigo.

—Me interesa trabajar con él, tiene buenos contactos.

El hombre tiene contactos alrededor del mundo entero y por esa razón Jasha lo tiene entre sus mejores socios y yo también quiero eso para mí —tengo proveedores, pero no tan leales como los del alemán—, maldito asesino, debería terminar con toda esa junta de ancianos y convertirse en mi socio antes de que los franceses tomen ventaja.

—Entonces intenta llamarlo otra vez, aunque no está en Alemania, viajo a México para cerrar un trato, ahora que murió el cabecilla de la organización de ese país debe iniciar desde cero.

Hablo por un rato más con el ruso. Arreglamos los envíos que están pendientes y los pagos que realice esta mañana, como siempre quiero que mis negocios con él sigan a la perfección.

No sea que ocurra una discordia y decida trabajar con los franceses o peor aún, comercializar en la ciudad de mis enemigos.

Pase toda la tarde en la oficina poniéndome al día con los asuntos que tenía pendiente. Cuando subí a la habitación, Viviana estaba en la ducha lo deduje por el sonido del agua corriendo.

Recogí uno de mis trajes y me dirijo a uno de los dormitorios de invitados para ducharme y que así ambos pudiéramos estar listos para la cena de esta noche.

Vamos a asistir a uno de los mejores restaurantes que sirven pizza y pasta, puede que no sea la comida más elegante o sofisticada a la que ella está acostumbrada, pero sé que le va a encantar ese lugar tanto como a mí.

—¿Estás lista, pequeña?

Entro a la habitación y la veo de pie con un vestido rojo que se ciñe a su cuerpo dejando que sus curvas se noten más de lo que debería. No voy a cansarme de decir que mi mujer tiene un cuerpo perfecto el cual voy a disfrutar cada día de nuestras vidas.

—Solo me faltan los zapatos —murmura, camina hacia donde está una de las maletas que trajimos de Campania—, no sé si estos convienen, voy a intentar que mi madre me envié el resto de mis cosas.

—Yo me encargue de eso, pero aún se demora —menciono, camino hasta donde esta ella poniéndose los tacones—, mañana te daré tus tarjetas, así que puedes comprar todo lo que desees.

—Ya tengo una —me recuerda.

Le di una tarjeta para que comprara todo lo que necesitaba para la boda, pero eso es nada a comparación de las que le entregaré mañana —eso fue una de las cosas que me ocupo el día de hoy—, quiero que ella tenga cuentas propias y que no utilice el dinero de su padre.

—Voy a darte dos más.

—¿Cuáles?

—La American Express Centurion y JP Morgan Reserve Card —sus ojos se abren como plato y no debería, viene de una familia donde el dinero nunca faltó, así que merece mucho más de lo que le pudo dar su padre—. No escatimes con las compras, tienen el fondo suficiente para que compres una ciudad si quieres.

No dice ninguna palabra y no creí que esto la fuera a dejar sin ellas. Cuando alcanza su pequeño bolso bajamos hasta el auto donde nos espera Andrea para llevarnos al restaurante.

El camino hacia el lugar fue corto, ya que el restaurante está a unos cuantos minutos de mi edificio y agradezco esto, ya que en las ocasiones que estoy en el apartamento pido comida allí y siempre que la llevan aún está caliente.

—Alessandro —me giro hacia Viviana para poder verla mientras me habla—. ¿Qué voy a hacer mientras esté en el apartamento?

Bueno, esa es una pregunta interesante. Seguramente si se queda en el apartamento morirá de aburrición y eso es lo que menos quiero, así que dejaré que elija lo que desea hacer —excepto irse—, hay trabajo en la empresa, puede crear su empresa, trabajar junto a mi madre o lo que ella tenga en mente, pero eso lo hablaremos después de la cena.

Antes de que pueda reclamarla como mía, mi mujer, mi esposa.

Disfrute la lectura.

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