☠|CAPÍTULO VEINTISÉIS
Cuando Ale dijo que estaría conmigo los siguientes tres días como mi sombra lo dijo en serio, los siguientes dos días estuvimos almorzando por fuera de casa en diferentes restaurantes y no puedo decir cuál me ha servido la mejor comida, aunque Ale insiste que el primero al que me llevo.
Me entregó dos tarjetas de crédito que solo pueden tener muy pocas personas en el mundo y las guarde tan bien para que nunca se me pierdan.
—¿Entonces te dijo que iba a mandar por nosotras? —pregunta mi hermana.
Hace un rato le hice una videollamada para poder verla y en cuanto vio mi brazo vendado se horrorizó porque creyó que la herida no era tan grave.
—Dijo que hará lo posible, ¿no crees que está haciendo mucho?
—No está haciendo algo del otro mundo, cuando robe un banco o mate a alguien por ti, ahí si dijere que está haciendo mucho.
—Emma —protesto al escucharla—. No deberías pensar así.
—Mi hermosa hermana, ¿sabes que llevarnos a Sicilia le sale más barato que los zapatos que lleva puestos?
—Tal vez mande por ustedes en su jet.
—Saldría aún más económico —se ríe al verme poner los ojos en blanco.
—¿Cómo está mamá? No he podido hablar con ella.
—Ayer estuve en la mansión, papá está como loco porque Alessandro le negó su ayuda.
—¿Crees que debería hablar con él? —Sé que no debo meterme en los asuntos de ellos, pero tal vez si hablo con Alessandro él pueda darle su ayuda a papá.
—No, papá se lo busco, al parecer está traficando con niños.
Jadeo al escucharla, se suponía que eso estaba prohibido para ellos. No niños ni mujeres, es el lema que siempre le escuche decir a papá. ¿Por qué decidió traficar con niños?
—No hay nada comprobado, pero Alonzo dice que papá está trabajando con la mafia israelí y si eso es verdad, papá estará en graves problemas.
—¿No te preocupa? —pregunto.
—Claro que me preocupa, es nuestro padre, independientemente de lo que está haciendo.
—Alessandro no ha mencionado nada.
—No creo que mencione algo del trabajo junto a ti, Alonzo apenas y menciona algo frente a mí.
Sé la posición que tengo como esposa, pero sí me gustaría saber qué está pasando con mi padre, ya que todo eso involucra a mi madre y a Eduardo y no quiero que nada les pase.
—No me respondiste, ¿cómo está mamá?
—Bien, supongo, te extraña mucho, pero papá le impide comunicarse contigo, dice que ya no eres de la familia.
—Intentaré comunicarme con ella en la tarde, sé que papá sale a esa hora.
—Puedo ir a verla y hacer que hablen.
—No quiero meterte en problemas —confieso, ya tiene mucho con su embarazo.
—Mi padre no me haría nada, sabe que no puede tocarme.
—Alonzo lo mataría —digo en voz baja.
Alonzo le advirtió a papá que si llegaba a tocar a su esposa se arrepentiría de haber nacido porque le daría una muerte lenta y dolorosa.
—Debo colgar, ¿volverás a llamarme?
—Intentaré llamarte el sábado, mañana voy para la casa de los padres de Ale.
—Tus suegros, debes llamarlos como son.
—Aún no me acostumbro.
—Deberías acostumbrarte.
Veo a Alonzo parado detrás de Emma y lo saludo antes de que mi hermana pueda percatarse que él está ahí.
—Deberías irte ya, cuídate.
—Te amo, Vi, cuídate y evita regresar a la cocina, no eres buena en eso.
—Lo sé. También te amo.
Finalizo la llamada y me dirijo al baño. Ale tuvo que salir porque recibió una llamada, pero prometió que estaría para que almorzáramos juntos.
Cuando llego a la cocina, Giulia está preparando sopa y huele delicioso.
—Buenos días, casi tardes —menciono cuando ella me ve.
—Señora, ¿quiere que le prepare un poco de fruta mientras espera a su esposo?
—Por favor, lo haría yo, pero soy un desastre en la cocina —menciono—. Hace tres días me quemé, así que no me atrevo a invadir tu territorio.
Ella se ríe de lo que acabo de decir y yo la sigo. Después de un rato me entrega un bowl con manzanas, piña y pera picadas. Camino hacia la sala y me siento en uno de los sofás, me como las frutas mientras veo un programa de animales salvajes.
—Señora, si desea algo más no dude en decirme, estaré aquí hasta que llegue el señor —menciona Giulia desde la cocina.
—Así estoy bien, muchas gracias.
Veo mi teléfono y sonrió al ver un mensaje en el grupo que tengo con mis amigas.
Serena: "Al parecer Viviana está teniendo una muy buena vida de casadas, ya que no se ha dignado en contactarnos".
Livia: "No se ha comunicado contigo, yo hablo con mi cuñada todos los días".
Yo: "Ser, es tan difícil contactarte, te deje un mensaje cuando llegue a Sicilia, pero nunca respondiste".
Siempre he sido más cercana a Livia y no he podido interactuar mucho con Serena porque cada día se aleja más de mí y no lo entiendo.
Serena: "estuve ocupada, pero ahora estoy libre. Desearía que Viviana estuviera aquí para que fuéramos de compra".
Yo: "Pueden ir ustedes y hacer videollamada para que yo pueda verlas".
Serena: "No será lo mismo sin ti".
Livia: "Claro, no será lo mismo porque Viviana siempre pagaba tus compras".
Yo: "Liv, no digas eso".
Serena: "No necesitas recordármelo, sé que no tengo lo mismo de Viviana".
Serena: "Creo que debo irme, hablaremos después".
Serena: "Cuídate Viviana y disfruta mucho por nosotras".
Livia: "Por mí no, yo tengo a mi hombre en esta ciudad".
Rápidamente le hago una llamada a Livia, no debería ser tan dura con Serena.
—Fuiste cruel —digo en cuanto me responde.
—Fui sincera, Serena nunca paga sus compras y siempre quiero lo que tú tienes —asegura.
—Sabes que es así por su padre.
Su padre siempre le exige más de lo que ella puede dar y la entiendo, porque mi padre es igual.
—No, ella se deja porque quiere. Serena es inteligente y puede huir de las garras de su padre.
—¿Estás diciendo que no soy inteligente?
—No, no te compares que Ser y tú no tienen nada en común, tú no podías huir porque tu padre te encontraría antes de que llegaras a la estación del ferry.
—Que graciosa.
—Solo digo la verdad, además si hubieras huido no estarías con ese bombón que tienes como esposo.
—Voy a decirle a Eduardo.
—No hay necesidad, está junto a mí. Saluda a tu hermana, bebé —escucho la risa de mi hermano y me siento menos angustiada.
Solo hemos intercambiado algunos mensajes de texto y no es lo mismo que escucharlo.
—Tu amiga es un poco loca, así que no te preocupes —dice en un susurro.
—¿Loca? —pregunta Livia indignada.
—¿Quién dijo eso? —se ríe Eduardo—. ¿Te está tratando bien?
Eduardo cambia rápidamente la conversación y su voz se torna más seria de lo normal. Si le dijera que no me está tratando bien, sé que vendría por mí sin importarle nada.
—Más bien de lo que puede tratarme.
—Hermana, mereces el cielo y ese hombre no es lo suficientemente bueno para lo que mereces.
—Sé lo que merece mi mujer, por eso me encargaré cada día de darle todo y hacerle saber todo lo que ella vale.
Doy un respingo cuando escucho a Ale, tengo el teléfono en altavoz así que escucho todo lo que he estado hablando.
—Espero sea así, mi hermana es mucho para ti y siempre seré la persona que te lo recuerde.
—Niño, no necesitas recordarme nada, con solo ver a tu hermana sé que merece más de lo que soy. Pero un hombre tan egoísta como yo, no dejará ir a su mujer.
—No es un trofeo —menciona mi hermano, pero Livia lo reprende haciendo que finalice la llamada.
Me quedo mirando a Ale y se ve más cansado de lo que se veía esta mañana. Su cabello está desordenado y su camisa blanca tiene manchas de sangre las cuales me hacen saltar del sofá y preguntarle si está bien.
—No es mía —responde—. Voy a darme una ducha para que podamos almorzar.
—¿Estás herido en algún lugar? —niega.
Me da un casto beso antes de subir las escaleras.
—¿Alisto la mesa?
—Por favor, Ale se está bañando para que podamos almorzar.
Apago el televisor y llevo el plato con las sobras de la fruta a la cocina y me quedo allí hablando con Giulia hasta que Ale aparece en nuestro campo de visión con una camiseta blanca y un pantalón gris de chándal.
Jesús, hoy seguramente deje de ser virgen.
—Giulia, puedes servirnos ya.
Camino como si acabara de ser hipnotizada en esos circos, pero aquí fui hipnotizada por mi marido en pantalones de chándal y espero que ninguna otra mujer pueda verlo así.
—¿Me deseas Viviana?
—Mucho —respondo de inmediato.
—¿Estás preparada?
—No puedo saber si lo estoy, pero no me lastimes.
—Nunca haría eso, pequeña, pero no quiero posponer más esto.
—No lo hagas —pido.
—Vamos a comer y luego miraremos.
La anticipación se instala en mi estómago y el hambre desaparece completamente. Las ganas de dejar todo tirado y subir a nuestra habitación para poder sentir a Alessandro dentro de mí es mucho más poderoso.
—Come, lo vas a necesitar —se ríe haciendo que su rostro se vea más brillante y la cicatriz de su mejilla mucho más sexy.
Mi plato está casi intacto cuando Ale termina. Lo veo levantarse y antes de desaparecer me mira y niega.
—Come, cuando termines, búscame en mi oficina.
—Ok.
Debería hacer lo que me dice, pero los nervios me carcomen y las ganas de saltarme todos los pasos para que estemos en nuestra cama son mucho más grandes que mi apetito en este momento.
—¿No le gusto? —pregunta Giulia cuando empieza a recoger los platos.
—Todo está delicioso, pero creo que me llene con la fruta —miento.
—Veo que es de poco comer, porque no le pique mucha fruta y dejó casi la mitad.
—Soy comelona, mira mi cuerpo.
—¿Qué tiene su cuerpo? —pregunta mientras me mira de arriba abajo.
—Tengo muslos gordos y un trasero que alberga toda la grasa.
Nunca he sufrido por el peso de mi cuerpo o como luzco, amo mis piernas y mucho más mi trasero, aunque en ocasiones sea complicado encontrar ropa como me pasó hace algunos días.
—¿Qué hay de malo con eso? —pregunta Ale detrás de mí.
Me giro para mirarlo y la desilusión se apodera de mí. Ya no lleva los pantalones de chándal. Se cambió por unos vaqueros, aunque aún lleva la misma camiseta de hace un rato.
—¿Vas a salir? —El disgusto debe reflejarse tanto en mi rostro como en mi pregunta.
—Créeme, yo tampoco quisiera dejarte sola, pero esto es urgente.
—Entonces le pediré a Leila que me lleve a una librería —mientras él sale a sus urgencias debo ocuparme en algo, si no me volveré loca aquí encerrada.
—No, por hoy quédate aquí —mira su teléfono y al parecer no hay nada bueno allí porque la preocupación es evidente en su rostro—. Sabes que no te limito y eres libre, pero quédate en la casa.
—¿Todo está bien?
—Lo estará, ¿te quedarás, verdad?
—No iré a ningún lugar, te lo prometo.
—Leila vendrá y se quedará aquí contigo, Federico estará afuera con los demás hombres si algo sucede me informaran. Mantén tu teléfono cerca para poder comunicarme.
—¿Todo está bien? —pregunto nuevamente.
Desde que llegamos no he sentido peligro a nuestro alrededor y todo es porque él se ha encargado de que así sea. Pero ahora siento miedo porque no sé a qué va a enfrentarse.
—Cuídate —le pido antes de despedirme.
Los últimos tres días estuvo conmigo y no había ocurrido nada malo —no que yo lo supiera— seguramente al bajar la guardia sus enemigos aprovecharon para atacar.
Después de un rato Leila entra al apartamento tomada de la mano de una mujer muy diferente a ella y deduzco que es su pareja por cómo la ve.
—El jefe me pidió que viniera —menciona cuando me acerco—. Era mi día libre, así que tuve que venir con Gina.
—Tu novia —menciono mirando a la chica. Tiene el cabello castaño y los ojos cafés claros, realmente es bonita.
Si la hubiera visto a ella en vez de a Leila, hubiera enloquecido creyendo que era una de las amantes de Alessandro.
—Esposa —me corrige la mujer—. Voy a quedarme hasta que vengan por mí.
—Puedes quedarte hasta que Leila se vaya, no tengo ningún problema.
—Demasiado amable, mucho más de lo que mencionaste —dice Gina mirando a su esposa.
—Te lo dije, la esposa del jefe es perfecta.
—Aja, si no estuviera tan segura de lo nuestro, diría que podrías dejarme por ella.
—Lo siento, aún estoy aquí.
Gina camina hacia mí y me rodea con sus brazos.
—Eso fue totalmente ridículo, moría por conocer a la mujer del jefe.
—Eres rara —menciono apartándome de ella.
—Gina ama el contacto, así que siempre saluda a todos con un abrazo.
—¿También lo haces con Alessandro? —La miro esperando su respuesta.
—Ni estando loca me acercaría a él para tocarlo, la última persona que intentó tocarlo la pasó muy mal.
Entonces puedo estar tranquila, si yo no lo toco, espero que nadie más lo haga y menos una mujer.
Gina y yo nos sentamos en uno de los sofás, mientras que Leila se queda de pie junto a la puerta cumpliendo su trabajo. Las siguientes horas hablo con Gina y me entero de que su trabajo para Ale consistía en adquirir información de una forma no muy legal, gracias a ella él pudo adquirir dinero e información que le han servido mucho.
Cuando llega la noche, Gina se despide y se marcha. Leila cambia con Federico y el apartamento empieza a sentirme más solo.
—Voy a calentar un poco de comida, ¿quieres que te prepare algo? —le pregunto a Federico.
—No, he cenado antes de venir, así que no se preocupe —dice sin siquiera dirigirme la mirada.
—¿Quieres algo de tomar? —insisto.
—Muchas gracias.
Pongo los ojos en blanco alejándome de él. Leila sí recibe lo que le ofrezco, pero Federico cree que lo voy a envenenar.
Mientras caliento un poco de la sopa que dejó Giulia en la nevera, le envió un mensaje a Ale preguntando cuando va a llegar, pero no responde.
Sirvo dos vasos de zumo de naranja y le llevo uno a Federico antes de sentarme y devorarme dos platos de sopa, ya que mi almuerzo medio lo toque y Giulia boto las sobras.
Mi teléfono vibra y es un mensaje de Ale.
"—Llegaré pasada la medianoche. Así que no me esperes despierta".
"—¿Todo está bien?".
Su salida repentina me dejó con un mal presentimiento y creo que no estaré bien hasta que él regrese a casa.
"—Sí. Descansa".
Cuando se hace más tarde me despido de Federico y subo a mi habitación, me doy una ducha y me recuesto hasta por fin conciliar el sueño.
Un fuerte ruido me despierta y miro hacia el baño donde la luz está encendida, así que me levanto rápidamente y abro la puerta sin importarme la privacidad de Ale.
—¡Sal! —grita Alessandro antes de que termine de entrar al baño.
Me quedo inmóvil al verlo, está sentado en el suelo tratando de limpiar una herida en su abdomen.
Mis ojos recorren todo su torso y en vez de sentirme feliz porque por fin logre ver lo que tanto he querido, me entran unas ganas inmensas de llorar. Su cuerpo está lleno de cicatrices y aunque sus tatuajes tratan de ocultarlos, es imposible, ya que son marcas grandes y elevadas.
¿Cómo se las hizo?
—No te acerques más.
Dice cuando ve mis movimientos, pero no lo escucho, me acerco a él y me inclino hasta quedar a su nivel. Le arrebato la gaza con la que estaba tratando de limpiar su herida y continuo haciendo su trabajo.
—Me mentiste —murmuro—. Aseguraste que todo estaba bien.
—Lo está.
Sus ojos no se apartan de los míos y pareciera que tiene miedo de lo que pueda hacer en este momento.
—Tu toque me está matando, pequeña —confiesa.
No retiro mis manos cuando vendo su herida, al contrario, recorro cada una de sus cicatrices mientras lloro como si yo fuera la que las tuviera.
—No llores, odio que llores, pequeña —limpia mis lágrimas y niego.
—¿Esto estabas ocultando? —pregunto mirándolo a los ojos.
—Soy un monstruo debajo de mi ropa —suspira sosteniendo mi mano para que no lo siga tocando.
—¿Quién te dijo eso?
—Nadie debe decirme lo que veo cada mañana en un maldito espejo.
—Solo son cicatrices.
Deslizo mi mano de su agarre y toco nuevamente su pecho, ignoro su mirada mientras me inclino y beso sus cicatrices una por una rogando a Dios de que esto no sea un sueño.
—¿Cómo te hiciste tantas?
—No querrás saberlo.
—Quiero saberlo, Ale.
Un destello de terror y vulnerabilidad pasa por sus ojos mientras desvía su mirada de la mía, ¿fue tan malo?
Debió de serlo, son tantas cicatrices que si yo fuera quien las recibió, no estaría viva.
—Me gusta esta —llevo mis labios a la cicatriz más grande que tiene, está sobre la parte izquierda de su pecho, justo sobre su corazón y él se estremece—. Aunque me gusta más esta.
Toco la de su mejilla y él se estremece nuevamente.
—Creí que la odiabas.
—No, siempre me ha gustado. He querido tocarla desde que te tuve cerca.
—Puedes tocarla cuando desees.
—¿También puedo tocar o besar esta? —señalo la que he marcado como una de mis favoritas.
—Siempre he odiado que me toquen, no permito ni siquiera que mi madre lo haga —suspira fuertemente antes de sostener mi mano y llevarla a la cicatriz de su pecho—. No sé qué me pasa contigo, pero puedes tocarla e incluso besarla.
—Desde que estuvimos en mi lugar favorito he soñado en como sería tocarte —confieso—. No creí que iba a ser así.
Su labio se eleva en una sutil sonrisa que desaparece rápidamente.
—¿Cómo creíste que sería?
—No lo sé, tal vez mientras me besabas, seguramente recorrería tu pecho y luego subiría mis manos por tus brazos hasta rodear tu cuello.
—¿Qué pasaría después?
—Tal vez harías que rodeará mis piernas en tu cintura y caminaras conmigo hasta nuestra cama.
Alessandro se pone de pie y luego me extiende su mano para que yo me levante.
—¿Qué haría contigo en nuestra cama?
—Me harías quitar la ropa antes de tumbarme y luego te arrodillarías a la altura de mi...
—¿Tu qué?
Me estoy sintiendo cachonda y apenada al mismo tiempo, se supone que acabo de ayudarlo a limpiar una herida, pero aquí estoy mencionando como he soñado la primera vez que follemos.
—Nada.
—Pequeña, debes hablarme claro, no soy adivino.
—Deberías descansar —digo dándome la vuelta para regresar a la cama, pero me detiene.
Ale hace lo que acabo de decirle, me levanta haciendo que rodee su cadera con mis piernas sin importarle la herida que tiene.
Camina conmigo hasta nuestra cama donde me baja y se para entre mis piernas.
—Quítate la ropa.
—No puedo.
—Si puedes, quiero que te quites la ropa, pequeña.
—Estás herido —le recuerdo.
—Es un simple rasguño.
No me pareció un simple rasguño cuando puse la venda.
—Dejamos algo pendiente en el almuerzo y realmente no quiero retrasar más esto. Quiero a mi mujer por completo.
Ale espera pacientemente mientras me quito el blusón que llevaba puesto hasta quedar con solo mis diminutas bragas.
—Estas tetas —lleva su mano a una de mis tetas y pellizca mi pezón robándome un jadeo—. Voy a chupar esas tetas toda la maldita noche, también voy a dejar mis marcas en ellas para que recuerdes que son mías.
—Ale —mis mejillas se encienden y mis piernas se cierran para darle fricción a mi clítoris y así calmar el palpitante dolor que se instaló allí.
Alessandro se arrodilla y separa mis piernas haciendo que una brisa fría recorra mi coño.
Para adelantos de este libro, los ya publicados y los próximos a ser publicados pueden seguirme en mis redes sociales |Instagram|TikTok|Twitter|Threand| donde aparezco como Leidygm18.
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