☠|CAPÍTULO VEINTICUATRO

Todo el viaje hacia el lugar donde me lleva Alessandro estuvo silencioso, aunque mis pensamientos hicieron suficiente ruido para mantenerme ocupada. Aún no puedo creer que haya sentido celos porque Alessandro traía mujeres a su casa, es obvio que lo hiciera, pues vivía solo, pero de solo pensar que tenía que dormir en la misma cama donde pasó tiempo con sus amantes el corazón se me estrujaba.

No esperaba que su respuesta fuera a hacer esa «solo he traído cuatro mujeres a mi casa», nunca vi venir eso, supuse que él sería como todos los hombres de esta sociedad.

Lo que más me frustro es que aún siga diciendo que no lo puedo tocar y eso me desespera, realmente quiero sentir su piel, poderlo ver cómo sin una prenda, besar cada parte de su piel como lo he deseado. Pero él sigue negándome eso y dejarme libre en cuanto termine su guerra.

—Pequeña —me giro cuando Alessandro toma mi mano para ayudarme a bajar del auto—. Los engranajes de tu cabeza no te han dejado descansar, los pensamientos te están consumiendo.

Camino a su lado ignorando todo a nuestro paso hasta que llegamos a las puertas de un lugar que parece antiguo.

—¿Puedes apartar tus pensamientos esta noche? —pregunta, lleva un mechón de mi cabello y lo envuelve en su dedo antes de dejar un beso en mi mejilla—. Dedícame esta noche.

—¿Por qué solo yo tengo que dar? —pregunto y no creo que sea egoísta hacerlo.

—Yo también puedo darte, te he dicho que voy a darte todo lo que me pidas —niego ante sus palabras, no me va a dar lo que más deseo—. Menos esos.

Empiezo a creer que seguramente fue herido por alguien hasta el punto de negarse a que otra persona lo toque.

Entramos al lugar y el olor a masa fresca y pasta de tomate nos da la invitación, sonrió al recordar cuando estuvimos en nuestra primera cita en Nápoles.

—Este lugar es hermoso —menciono cuando nos sentamos en una amplia mesa lejos de las demás.

El lugar es antiguo, aunque tiene toques modernos que lo hacen ser único. Sobre nuestra mesa cuelga un candelabro de araña y estoy deseando llevarlo conmigo. La mesa es de madera rústica y se ve que lleva más años aquí que yo existiendo.

—Hay muchos lugares a donde quiero llevarte —menciona Alessandro robando toda mi atención.

—Parece que todos aquí te conocen —menciono ignorando lo que acaba de decirme.

Las pocas personas que hay en el lugar nos observan con maravilla y miedo a la vez. Tal vez la mayoría sepa quién es Alessandro.

—Sí, vengo con regularidad aquí y me topo con la mayoría de las personas que hay aquí.

—Debe encantarte la comida de aquí para venir a menudo.

—Amo la comida de aquí, ¿ya te había dicho que la pasta es mi comida favorita? Aquí sirven la mejor pasta de Sicilia, aunque puedo jurar que la mejor pasta de Italia es hecha aquí.

—Prefiero la pizza con champiñones, tomate y mucho queso.

—Entonces le traeremos eso, señorita —un hombre mayor se para a mi lado y me sonríe antes de saludar a Alessandro—. Creí que no vendrías esta semana.

—No puedo privarme de comer aquí así sea una vez a la semana.

—Se rumora que te casaste y viendo esta señorita puedo confirmar esos rumores.

—Al parecer la noticia ha volado hasta el otro extremo del mundo —menciona Alessandro con una sonrisa—. Antonio, esta es mi mujer, Viviana Lucchese.

Jesús, es la primera vez que Alessandro menciona mi nombre junto a su apellido y se siente bien.

—Un gusto conocerla, entonces tendré que llamarla señora Lucchese —el hombre se ríe genuinamente—. Yo los invitaré hoy, así que pidan lo que quieran que la casa invita.

—Muchas gracias —menciono.

El hombre toma nuestro pedido. Alessandro ordena pasta con le sarde mientras que yo ordeno la pizza que había mencionado, aunque el chef ofreció ponerle orégano para darle un mejor sabor, no me negué ante eso, ya que él es el experto.

Después de que nuestras copas fueron servidas con vino blanco, Alessandro y yo retomamos la conversación, aunque en este caso hablamos de cosas triviales.

Cuando el chef y el mesero llegaron con nuestra comida, la boca se me hizo agua de inmediato. El queso en mi pizza se estiraba y quemaba mis labios, pero no me importo porque cada maldito quemón valió la pena, creo que nunca antes había comido una pizza como esta.

—Deliciosa, ¿verdad? —pregunta Alessandro mirando mi plato casi vacío.

—¿Es broma? Esto está delicioso —admito—. Este es mi restaurante favorito en Sicilia.

—Sabía que te iba a gustar. La próxima vez que vengamos debes probar la pasta.

—Pero no probaré esa que escogiste —aseguro, el pescado y yo no somos muy buenos amigos y la pasta que pido Alessandro está llena de sardina.

—Mi amor, te aseguro que te encantará. No te ofrezco porque lo he acabado todo al igual que tú acabaste con esa pizza.

El hombre acaba de llamarme mi amor y no se inmutó o parece sorprendido, al contrario, parece que me llamara de esa manera con regularidad.

—Necesito ir al baño un momento —me pongo de pie rápidamente.

Mis mejillas deben estar rojas y todo por la sorpresa de que Alessandro me llamara así. No era suficiente llamarme pequeña ahora me llama mi amor, estoy realmente jodida porque esas palabras me hacen desearlo, querer vivir con él y hasta formar una familia.

Soy realmente muy débil.

Una mujer sale de uno de los cubículos y me sonríe.

—Sabes, tienes bastante suerte —murmura mientras se seca las manos.

—¿Estás hablando conmigo? —pregunto, aunque lo más probable es que sí.

—Hay muchas mujeres que han querido salir con él, pero a todas las ha rechazado —su mirada me enfrenta y aunque puedo estar mal, veo algo de ira en ella—. Cuídalo por nosotros.

Con esas últimas palabras sale del baño y me deja sola con miles de pensamientos. Es obvio que ese hombre debe tener miles de mujeres detrás de él, es guapo, alto y tiene demasiado dinero, atributos que muchas buscan. Pero es un idiota.

—Así que estas son las cosas que hacen las mujeres en el baño —me llevo la mano al pecho cuando Alessandro entra cerrando la puerta detrás de 'le.

—Ya iba a salir —digo.

—No creo eso, estabas tan concentrada mirándote en el espejo —se acerca deteniéndose detrás de mí—. ¿Ves lo hermosa que eres?

—No deberías estar aquí —trato de apartarme, pero me detiene encerrándome entre el lavado y él.

—¿Siempre te demoras tanto en el baño? —pregunta en voz baja haciendo que mi piel se erice.

—Solo cuando tengo que pensar.

—¿Qué pensabas? —pregunta.

Pone una de sus manos en mi cuello y la otra la desciende hasta dejarla en mi cadera. Es demasiado íntimo lo que está haciendo, pero no me molesta en absoluto, al contrario, deseo que lleve sus manos a otro lugar de mi cuerpo.

—Vi la sorpresa en tus ojos cuando te dije mi amor —nuestras miradas se encuentran en el espejo y ninguno la aparta—. Pequeña, eso es lo que eres para mí.

—No me amas —murmuro.

—Tú tampoco lo haces.

Es cierto, ninguno siente amor por el otro, pero Alessandro me gusta y lo deseo a tal punto que estoy dispuesta a entregarme a él.

—Entonces estamos a mano —menciono antes de dar un paso a un lado—. Tampoco puedo tocarte, así que tú tampoco podrás tocarme.

Camino hacia la puerta, pero él me detiene sosteniendo mi brazo y arrinconándome a la pared más cercana a nosotros.

—No, en algún momento voy a hacer claro contigo, pero no me apartes, ¿está claro?

—Este es el momento para que seas claro —digo—. Dime, ¿por qué no puedo tocarte?

—Pequeña, no es el momento.

—Ok, creo que deberíamos irnos, estoy cansada.

Veo como mis manos caen a mis lados mientras que Alessandro me permite pasar a su lado.

—Entonces mis planes para esta noche están pospuestos —dice entre dientes mientras me sigue.

Cuando paso por la mesa ya los platos fueron recogidos y solo mi bolso demuestra que nosotros estuvimos allí.

Alessandro y yo subimos y su conductor nos lleva de regreso a ese apartamento que debería llamarse mansión, una persona normal no viviría en un lugar como ese.

—No vamos a dormir separados —dice cuando me ve entrando al baño.

—Lo sé, sólo necesito darme una ducha y ponerme esto —le señalo la ropa que llevo en las manos.

—Pequeña, hagamos esto más fácil para ambos.

—Fácil lo estoy haciendo —camino hacia él, pero me detengo guardando distancia—. Me case contigo, te di mi cuerpo, viaje aquí alejándome de toda la gente que amo y solo te estoy pidiendo una cosa y me la sigues negando.

No quiero ser egoísta y mucho menos culparlo por algo, ya que por él es que no estoy en Estados Unidos con el maldito de Ernesto, pero si él quiere hacer esto fácil para ambos también debe ceder, no tengo que ser únicamente yo la que de todo.

—Voy a estar en mi oficina, volveré tarde —menciona, camina hacia la puerta, pero mis palabras lo detienen.

—Siempre huyes o cambias la conversación cuando hablo sobre tocarte —camino hacia él esta vez sin dejar algún tipo de distancia—. ¿No soy merecedora de tocarte?

—Claro que lo eres, pero soy un monstruo y en cuanto me veas o sientas huirás de mí —el terror es evidente en sus ojos—. Si ahora que no me has visto quieres huir, cuando me veas te irás sin mirar atrás.

—¿Por qué decides por mí? —pregunto por irritación.

—No estoy decidiendo por ti, lo estoy haciendo por mí.

Sale de la habitación sin tomarse el tiempo de escucharme.

Me doy una ducha rápida y luego me meto a la cama sintiéndome mal porque no quería que nuestra segunda noche de casados sucediera de esta manera. Creí que las cosas iban a ser diferentes, que nosotros dos estaríamos juntos como él lo dijo ayer cuando le confesé que nunca antes había estado con otro hombre, pero lo que hicimos fue discutir.

Cuando desperté Alessandro ya no estaba en la cama y hubiera jurado que no durmió conmigo si no hubiese sentido sus movimientos cuando regresó a la habitación.

Ahora mismo estoy en la sala del apartamento divagando que voy a hacer. En casa de mis padres tenía la biblioteca con la que me entretenía todo el día, pero aquí no sé qué hacer.

—Señora —me giro al escuchar la voz de una mujer.

—¿Quién eres tú? —pregunto a la defensiva.

Ayer no vi a ninguna persona dentro del apartamento y aunque Alessandro me dijo que tenía personal que venía cada cierto tiempo a hacer limpieza y comida, no creí que vinieran hoy.

—Su guardaespaldas —dice la mujer.

—Ya veo. ¿Cómo te llamas?

—Leila —responde—. Voy a acompañarla a los lugares que decida ir, tendremos más hombres, pero yo siempre estaré a tu lado.

—Ya veo, una niñera —murmuro.

Sé que necesito a alguien que esté junto a mí por el trabajo de mi familia y el de Alessandro, pero, ¿tenía que ser una mujer?, y una como Leila.

—Entraré al apartamento si me necesita, de lo contrario estaré en el mío —señala al edificio de al frente—. Desde allí voy a monitorear todo referente a su seguridad.

—¿Llevas muchos años trabajando para Alessandro?

—Mi padre trabajó con el jefe, así que llevo toda mi vida trabajando para su familia.

—Eres joven, ¿a qué edad iniciaste a ser guardaespaldas?

—Este es mi primer trabajo como guardaespaldas.

—Una novata —murmuro.

—No lo soy, trabajo para el jefe en los depósitos y sé cómo cuidarla.

—No soy mercancía, Leila. ¿Cuántos años tienes?

—¿Eso importa? —mira su reloj antes de volverme a mirar—. Tengo la edad suficiente para saber lo que hago.

—Que irrespetuosa.

La mujer parpadea varias veces como si acabara de cometer un error.

—Lo siento señora, no quería faltarle al respeto.

—Puedes irte Leila, si llego a necesitarte me comunicaré contigo.

—Mi número está registrado en su celular, solo debe marcar el número tres y de inmediato contestaré su llamada.

La mujer camina hacia la puerta, pero se detiene antes de poder salir. Camina nuevamente hacia mí y su mirada me causa algo de miedo.

—Tengo treinta y siete años, señora, mi padre me entrenó desde que cumplí diez años, así que no debe preocuparse porque estoy calificada para este trabajo —menciona—. Si no estuviese calificada el jefe no me hubiera tenido en cuenta.

—¿Trabajan más mujeres para Alessandro?

Sonríe y niega.

—Éramos tres, pero una murió y la otra renunció hace un par de años.

—¿Estás en una relación? ¿Tienes hijos?

—Sí y no.

—¿Estás en una relación?

—Hace ocho años, puedo traerla en algún momento, no creo que el jefe le moleste que usted conozca a Gina.

Oh Dios, creí que ella había tenido algo con Alessandro y resulta que lleva ocho años en una relación y es con una mujer.

—¿Ya desayunaste?

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