☠|CAPÍTULO VEINTICINCO
Podría jurar que mi primer día en Sicilia no fue lo que yo esperaba. Todo el día me la pasé encerrado sin hacer nada más que mirar a las paredes.
Alessandro salió desde muy temprano y no lo he visto, mi desayuno y almuerzo fue acompañado de mi guardaespaldas —aún sigo procesando que haya sentido celos de Leila— le pregunté si quería pasar la tarde conmigo, pero se negó de inmediato.
Estoy tratando de preparar la cena, pero soy un verdadero desastre. Nunca antes me ocupé de la cocina y lo poco que pude hacer no implicaba encender una estufa o picar miles de cosas.
—Creí que a las princesas no se les permitía entrar a una cocina —dejo caer lo que tengo en la cama mientras me llevo las manos al corazón.
Pasar todo el día sola en un lugar tan grande y escuchar la voz de Alessandro en este momento me dio un susto de muerte.
—Si se nos permite entrar a una cocina, aunque no es necesario —menciono—. Ya ves, vivimos rodeados de gente que hacen todo por nosotros.
No estoy siendo para nada sarcástica. En casa de mis padres había como mínimo seis personas que se encargaban de todos los deberes de la casa, sin contar los guardias que cuidaban la mansión las veinticuatro horas.
—¿Cómo te sentiste el día de hoy?
Camina hacia mí, pero se detiene guardando una distancia prudente.
—Bien —observo mientras se quita la corbata y desabrocha los dos primeros botones de su camisa.
—No estás muy convencida. ¿Conociste a Leila?
—Sí, desayunamos y almorzamos juntas.
—Aparte de ella tendrás a otra persona, aunque ellos van a intercambiar los turnos.
—¿Vas a estar en casa mañana? —pregunto, no quiero pasar un día más encerrada y sola.
Sé que su trabajo exige mucho tiempo, pero debería considerarme. Soy nueva en esta ciudad y no conozco a nadie con quien pueda pasar el rato, tampoco tengo mis libros o mi Kindle para ocupar mi mente con ellos.
Cuando mi padre me prohibió salir, mi único consuelo era la biblioteca o las pinturas que podía hacer de vez en cuando.
—Tengo que salir temprano, pero llegaré antes de la cena.
—¿Puedo salir?
—Pequeña, puedes ir a donde quieras siempre y cuando lleves a Leila y algunos guardias contigo, también debes decirme dónde estás.
Nunca imaginé que la vida de casados sería así, mi marido saliendo a tempranas horas de la mañana y llegando tarde.
—Voy a cambiarme y vendré a cenar contigo. Estoy seguro de que Giulia dejó algo en la nevera.
Lo veo caminar hacia las escaleras, pero antes de subir se devuelve hasta donde estoy y me besa. Enreda sus dedos en mi cabello y no puedo evitar cerrar los ojos, sus labios son dulces y me gusta lo que siento cada vez que nos besamos.
—Considero que así deberías recibirme cada vez que llegue a nuestra casa.
—Soy nueva en esto, no sé qué hacer para atender a mi marido o para atender la casa.
—Simplemente sé tú, pequeña.
Alessandro se aleja y me quedo viendo mientras desaparece escalera arriba. Bajo las ollas que tenía en la estufa mientras imagino cómo se sentirá la primera vez que Alessandro y yo tengamos intimidad. Cuando me hizo sexo oral en nuestra noche de bodas sentí que iba a morir con el exceso de placer.
—Mierda.
Levanto mi brazo y lo veo en rojo vivo.
—No, no, no.
Abro la llave y llevo mi brazo bajo el agua sintiendo un alivio de inmediato. Fui una idiota, por estar pensando en estupideces puse mi brazo en la estufa sin percatarme que aún estaba caliente.
Mis ojos se humedecen y el dolor que siento es inmenso. No debí inventar en la cocina, debí esperar a que llegara Alessandro o hacerme un sándwich como en la mañana.
—¿Qué te pasó?
—Me queme —mi voz tiembla al mencionar la palabra.
Saco mi brazo del agua mientras Alessandro camina hacia mí para revisar qué tan grave es.
—Voy a llamar a mi doctor, eso se ve grande.
—Yo...
No puedo hablar, mi voz me falla y las lágrimas no tardan en deslizarse por mis mejillas. No solo estoy llorando por el accidente que acabo de tener, la soledad de hoy, saber que él no estará mañana y que seguramente toda mi vida se convertirá en esto me mata.
—No llores, por favor.
Alessandro me toma en sus brazos y me sube hasta nuestra habitación y luego hace una llamada antes de regresar a mi lado.
—Voy a mirar si tengo alguna crema que ayude a aliviar el dolor mientras esperamos al doctor.
Sostengo su camisa y niego cuando me ve. Si debe salir temprano mañana, no debería apartarse de mí en este momento.
Alessandro parece entenderme por qué no se aleja sino hasta que el timbre sueña avisando que el doctor acaba de llegar.
—Necesita comprar ungüento y vendas para limpiar la herida todos los días —menciona el doctor después de un rato.
Me aplico una crema que alivio el ardor y vendo mi brazo para cubrir la herida y protegerla.
—¿Algún medicamento para que ella tome para el dolor? —pregunta Alessandro.
—¿Está tomando algún medicamento en el momento? —niego ante la pregunta del doctor—. ¿Está embarazada?
Por la mirada que me da Alessandro estoy segura de que mis mejillas se enrojecieron por la pregunta del doctor. Aún no he follado con mi marido, así que no estoy embarazada.
—No.
—Entonces voy a recomendarle ibuprofeno y paracetamol por los próximos tres días.
—¿No necesita ir a un hospital?
—No, pero si la herida se torna violeta o presenta alguna anomalía debe ir al hospital porque tal vez se haya infectado.
—Ok, la cuidaré para que no se infecte.
El doctor camina hacia la puerta donde veo a Leila junto al hombre que mantiene con Alessandro.
—Muchas gracias —le digo al doctor antes de que pueda salir.
—Estoy para servirle, señora Lucchese.
Alessandro regresa después de un rato con un bowl que contiene pasta con queso parmesano y champiñones. Me observo todo el tiempo hasta que me termine todo lo que trajo.
—Muchas gracias.
—No tienes que agradecerme por esto, te lo he dicho antes y lo digo ahora. Eres mi mujer y esto es menos de lo que te mereces.
—Lo siento —me disculpo.
—Tampoco debes disculparte. Tienes que aprender muchas cosas.
—Estoy acostumbrada a pedir disculpas y agradecer —así fui criada, entonces no podré olvidar eso tan fácilmente.
—Trabajaremos en eso.
—¿Cómo? —pregunto—. No estás en casa, así que lo veo difícil.
—¿Eso es lo que te preocupa? —pregunta—. Debemos comunicarnos, pequeña, debes decirme lo que te molesta, ya que soy mafioso, no adivino.
—¿Te quedarás si te lo pido?
—Haré lo que me pidas.
—Quítate la camisa y déjame tocarte —pido.
Sé perfectamente que no hará eso, ha prometido darme el mundo si así lo pidiera, pero lo que quiero no lo hace.
—Mañana me quedaré en casa, modificaré mi trabajo, así que los próximos tres días me tendrás como tu sombra.
Sale de la habitación junto con los bowls ya vacíos. Me siento feliz porque va a pasar todo el día de mañana conmigo, eso es más de lo que esperaba.
Idiota y egoísta, no debería hacer promesas tan grandes sabiendo que no las va a cumplir.
En algún momento tendrá que dejarse ver y descubriré que es lo que me oculta, hasta entonces seguiré insistiendo en que me deje ver esa parte que tanto me ha ocultado.
Me recuesto y al final termino durmiéndome mientras esperaba que Alessandro regresara.
☠
Cuando me desperté apenas eran las seis de la mañana entonces enterré mi cara en la almohada y me volví a dormir hasta que sentí como la cama se hundía a mi lado y luego una suave caricia en mi mejilla con algo áspero me despertaba.
—Creí que eras una princesa madrugadora —abro mis ojos, pero en cuanto veo a Alessandro me cubro la cara con la cobija.
Su risa se escucha en toda la habitación y me tiento a quitar la cobija de mi cara y verlo, pero no lo hago. Seguramente tengo el rostro hinchado, lagañas y saliva por todo mi rostro.
—Soy madrugadora —respondo.
—Lo he notado —dice con diversión—. Levántate, tenemos un día largo.
—¿Puedes irte para que pueda levantarme? Soy un desastre.
—Me gusta este desastre, hace dos horas te estoy observando y te juro que no hay nada malo, al contrario, es el mejor desastre que he visto dormir.
Siento como sus brazos caen a cada lado de mí y los latidos de mi corazón se aceleran.
—¿Qué haces? —pregunto.
—Dándole los buenos días a mi mujer, ya que ayer no pude hacerlo.
Una de sus manos me quita la cobija de la cara mientras sus labios chocan con los míos y la sorpresa me invade. Mi aliento debe ser un asco, anoche me acosté sin cepillarme.
—Separa los labios —murmura a un centímetro de ellos y niego—. Entonces lo haré yo.
Siento como sus dientes se hunden en mi labio inferior y jadeo de dolor haciendo que su lengua se deslice en el interior de mi boca. Su lengua lame el labio que acaba de morderme haciéndome olvidar porque no quería que me besara de esta manera.
Su mano baja por mi abdomen y jadeo cuando la introduce por el dobladillo de mis pantalones de dormir.
—Ale —jadeo cuando uno de sus dedos se desliza por mi clítoris haciendo que mis piernas se separen.
—Pequeña.
Nuestras miradas se conectan y ninguno puede apartarla. Cierro los ojos cuando Ale introduce uno de sus dedos en mi coño y bombea lentamente.
—Necesito estar dentro de este coño —murmura, otro de sus dedos se une al anterior y jadeo cuando la incomodidad y el placer se abren paso al mismo tiempo.
Los movimientos son lentos como si quisiera darme tiempo de adaptarme a sus dedos, luego de un momento incrementa sus movimientos y lo que sentí en nuestra noche de bodas lo siento nuevamente pero con más intensidad.
—¿Tu coño va a exprimir mi polla de la misma manera? —pregunta, pero no tengo respuesta para él—. Espero que sí.
—¡Ale! —grito cuando mi visión se nubla, mis piernas tiemblan y algo húmedo se cuela debajo de mi trasero.
Trato de nivelar mi respiración mientras asimilo lo que acaba de ocurrir. Un beso negado se convirtió en uno de los orgasmos más intensos que he tenido en mi vida y todos han sido provocados por Alessandro.
—Dejaré que te levantes —me da un beso antes de levantarse—. Quería llevarte a desayunar a un lugar, pero ya es hora de almuerzo.
—¿Tan tarde es?
—Es casi medio día, pero si quieres comer algo antes de irnos solo dilo. Giulia está abasteciendo nuestra nevera y la comida de los siguientes dos días.
—No, puedo soportar hasta el almuerzo.
—Entonces te esperaré abajo.
Espero a que Alessandro salga de la habitación y luego salto de la cama y miro el desastre que acabo de dejar en ella. Trato de limpiar, pero es imposible.
No sé dónde guardan las cobijas y menos como organizar una cama, en casa siempre hubo alguien que lo hacía en cuanto yo me levantaba.
Me doy una ducha rápida teniendo cuidado de no mojar mi brazo y omitiendo el lavado de mi cabello, ya que si lo mojaba se haría más tarde y realmente estoy hambrienta en este momento. Cuando entro al vestidor de Alessandro husmeo un poco entre sus cosas antes de ponerme el primer vestido qué logro encontrar —nota mental, debo comprar algunas cosas mientras espero que mi madre me envié lo que dejé en casa— me peino un poco el cabello y lo recojo en una cola, me pongo los tacones y luego salgo a la habitación donde veo a una mujer terminando de arreglar la cama.
—Señora, lo siento, creí que iba a demorarse un poco más.
—Está bien —le sonrió antes de caminar hacia la puerta—. No te vi ayer, ¿no vienes todos los días?
—Sí, pero el señor nos pidió que no viniéramos ayer.
—¿Cómo te llamas?
—Arabela, señora, pero puede decirme Ara.
—Ara —menciono su nombre en voz baja.
La mujer puede tener más años que mi madre, no debería estar trabajando.
—¿Cuántos años tienes, Ara?
—Soy más joven de lo que me veo —sonríe y las arrugas incrementan en la comisura de sus ojos.
Bueno, no se ve cansada y parece que no le disgusta estar aquí.
—Nos vemos más tarde, Ara.
—Solo trabajo hasta medio día, señora.
—Entonces retrasé tu trabajo, lo siento —pido disculpas y ella niega recordándome a Ale.
—Las habitaciones son lo último que organizo.
—No lo sabía. Debo irme, nos vemos en otra ocasión.
Me despido de Ara. Bajo las escaleras y camino hacia la sala donde está Alessandro acompañado de Leila y un hombre que nunca antes había visto.
—¿Lista? —pregunta al verme.
—Sí.
—Federico, tú vienes con nosotros. Leila irá en el otro auto.
Las dos personas mencionadas salen antes que nosotros y cuando intento seguirlos Ale me detiene.
—¿Estás bien? Creí que ibas a necesitar ayuda para vendar tu brazo.
—Estoy bien —hoy ya no me duele como ayer, pero la molestia sigue ahí—. Fue fácil darme una ducha.
Ale asiente y agarra mi mano para que ambos salgamos del apartamento. Cuando llegamos al primer piso aún siento que todo esto es demasiado grande para nosotros. Él se acerca al carro que nos seguirá y les da indicaciones a sus hombres antes de regresar conmigo.
El camino al restaurante fue corto, ya que estaba a veinte minutos del apartamento según los cálculos que hice.
—¿Quieres volver a Nápoles? —pregunta Ale después de pasar un momento en silencio.
—¿Puedo volver? —no muero por volver, pero si me gustaría tener a mis amigos o mis hermanos cerca.
—Puedo llevarte de paseo, no creo que pueda llevarte ahora mismo, pero puedo programar un viaje para dentro de cinco meses.
—¿Cinco meses?
—Mi trabajo es difícil y no puedo tomar el ferry o un avión en cualquier momento.
Cuando era pequeña mi padre salía de la ciudad e incluso del país con regularidad y sus viajes aumentaron después del intento de asesinato que sufrí cuando tenía nueve años, pero no debo comparar a Ale con mi padre, puente él me ha demostrado que son muy diferentes.
—En estos momentos estoy en guerra y no voy a viajar contigo exponiéndote a que algo suceda, pero en cuanto todo se calme voy a llevarte a visitar a tus hermanos y amigos.
Eso es más de lo que podría permitirme si mi padre me hubiera casado con otro hombre. Si mi esposo fuera Ernesto, en este momento estaría en Estados Unidos siendo tratada como una mascota y seguramente ese maldito viejo estaría tomando mi cuerpo de las mil maneras que se pudiera imaginar.
—Esperaré hasta que todo se calme y podamos viajar.
—Intentaré que tu hermana o tus amigas viajen, pero no puedo prometerte nada aún.
—Saber qué harás el intento de traerlas es muy significativo para mí.
—Vamos a almorzar porque luego iremos a comprar algunas cosas que se estás necesitando.
Yo me pido un filete de ternera acompañado de espárragos asados y Ale pide un minestrone acompañada de pan.
Al terminar nuestro almuerzo nos marchamos a un centro comercial donde ya nos espera su madre y una diseñadora para que yo pueda elegir algunos vestidos.
—Creo que el rojo se te ve hermoso —menciona la señora Vittoria mostrándome un vestido rojo.
—Traje varios vestidos rojos, lo que más necesito es ropa menos formal, tal vez vaqueros y algunas faldas —menciono sintiéndome un poco mal por no tomar su sugerencia.
—Entonces haré que Jess te muestre lo que estás necesitando —menciona con una sonrisa en sus labios.
Su personalidad es diferente a la de mi madre. Si estuviera con mi madre me obligaría a llevarme el vestido rojo aunque ya lo tuviera, al contrario de la señora Vittoria que no le importo que rechazara su sugerencia.
—Voy a responder una llamada afuera, elige todo lo que necesites.
—¿Puedo comprar algunos zapatos? —pregunto.
—Si quieres comprar la tienda entera no tendré ningún problema —besa mi mejilla antes de separarse.
—Realmente le gustas —menciona Vittoria con una gran sonrisa—. Si no le gustaras no estaría haciendo todo esto por ti.
Bueno, aún falta que me demuestre muchas cosas porque lo que está haciendo ahora solo se basa en lo material y lo agradezco, pero necesito más que eso. Quiero que me deje entrar.
Algunos de los vaqueros que Jess me enseña no me sirvieron, ya que mi talla es un poco más grande en mis caderas y los que no me quedaban grandes no me subían de las piernas.
—Puedes llevarte estos y tomaré tus medidas para poder hacer algunos a tu medida y a tu gusto.
—También me gustaría diseñar algunas camisas, tengo algo en mente, pero no sé si puedan hacerlas.
—Puedes enviarnos tus diseños y ya con tus medidas las tendremos listas para la próxima semana.
—En cuanto llegue a casa envió los diseños, ahora quiero ver las faldas.
Le explico lo que tengo en mente y ella me arma algunos conjuntos para utilizar en casa y otros para las salidas casuales que tenga con Alessandro o con su familia.
Agradezco cuando salimos de la tienda con algunas bolsas llenas de faldas, camisas, vaqueros, ropa zapatos y ropa interior que elegí cuando la señora Vittoria no está cerca.
—Madre, te agradezco mucho por venir —menciona Ale despidiéndose de su madre.
—Yo estoy agradecida de que me hayas invitado —dice devolviéndole el abrazo a su hijo—. Cuídate mucho Viviana y cubre bien la herida para que no se infecte.
—Muchas gracias.
Cuando llegamos al apartamento es más tarde de lo que esperaba. Ale pide comida y cenamos juntos en la sala.
Después de darme una ducha y cepillarme los dientes, me meto a la cama y respondo algunos mensajes de mi hermana y Livia, ya que no hablábamos desde que viaje.
Alessandro sale del baño con una camiseta puesta y una toalla envuelta en su cintura. No puedo evitar llevar mi mirada a su entrepierna que se marca en la toalla.
—Pase todo el día duro como una maldita piedra —camina hacia la cama y antes de meterse debajo de las cobijas se quita la toalla dejándome ver que no lleva nada puesto.
Mierda. Debe prepararme muy bien antes de follarme, si no lo hace terminaré con mi coño desgarrado y seguramente tendrá que llevarme al hospital.
—Súbete —me pide señalando su entrepierna y niego.
—No puedo, me haré daño —admito y él se ríe.
Me atrae hasta que estoy sobre su regazo con su polla siendo separada de mi coño por la ropa que llevo puesta.
—No voy a follarte hoy, eso lo haré cuando me tengas la suficiente confianza —acaricia mi mejilla y cierro los ojos disfrutando de su caria—. ¿Recuerdas cuando machacaste tu coño con mi rodilla?
Mis mejillas se calientan al recordar esa noche que estaba olvidando. Me corrí en su rodilla y la vergüenza me carcomía en ese momento.
—Solo debes moverte así sobre mi polla y ambos la pasaremos muy bien.
—¿Debo quitarme el pantalón? —le pregunto. Tal vez le haga daño, ya que mi pantalón es un poco áspero.
—Solo si tú quieres, se sentiría mejor si lo quitaras, pero si los dejas igual sentiremos placer.
Me aparto de él y me quito los pantalones junto con las bragas quedando a la par con él. Me subo nuevamente a su regazo y no dudo en moverme sobre su polla.
—Ve más despacio, no quiero correrme tan pronto —pide.
Agradezco que la luz esté encendida, así puedo ver el gesto que hace cada vez que mi clítoris se desliza por la punta de su polla.
Agarra mi cintura y toma el control. Inclino la cabeza cuando la punta de su polla se desliza hasta la entrada de mi coño y luego vuelve a mi clítoris haciendo presión en ese lugar.
—Cuando te folle quiero que me mires a los ojos.
—Ale —jadeo, ¿Cómo es que mi coño se contrae cada vez que él habla?
—¿Quieres que te folle con mis dedos?
—Por favor —mi respuesta sale en una súplica.
—Mejor te follo con mi lengua, pequeña.
Caigo de nalgas en la cama cuando Alessandro nos gira y entierra su cara en mi entrepierna, haciéndome jadear cuando sus dientes muerden mi clítoris y sus dedos me follan más rápido que esta mañana.
—Ale, creo que voy a...
—Solo termina en mi boca, pequeña.
Lo veo llevar una de sus manos a su polla y bombearla a la misma velocidad que sus dedos entran a mi coño. Cuando me corro él no se demora en hacerlo y luego limpia su orgasmo con su mano y lleva dos de esos dedos a mi boca haciéndome lamer hasta limpiarlos.
—Espero follarte la boca y el coño, pequeña.
Sonrió como si lo que estuviera diciendo fuera lo más gracioso del mundo. Nos acomodamos en la cama y Alessandro rodea sus brazos en mi cuerpo atrayéndome más a él.
Disfrute este y dele amor.
Si apoyan el capítulo con su voto y comentario, les publico otro antes de que finalice la semana.
Para adelantos de este libro, los ya publicados y los próximos a ser publicados pueden seguirme en mis redes sociales |Instagram|TikTok|Twitter|Threand| donde aparezco como Leidygm18.
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