☠|CAPÍTULO TREINTA Y TRES
Cuando salimos del restaurante con Blanca decidimos caminar un par de cuadra con nuestros guardas siguiendo nuestros pasos, Federico y el guardia de Blanca caminan detrás de nosotras, es como si ellos fueran nuestros.
—Ya llevas dos meses aquí, ¿verdad?
—Faltan dos o tres días para cumplir los dos meses.
Dos meses maravillosos, nunca me arrepentiría de que mi padre lo haya elegido a él. Me gustó que fuera el primero, me gusta cómo me trata y además siempre me toma en cuenta.
—Lo estás cambiando, ¿lo sabías?
—¿Cómo?
Su madre también me ha dicho lo mismo los últimos días que he estado con ella, pero no puedo estar segura de eso, ya que no sé cómo era su comportamiento antes de mí.
—Alessandro es otro hombre cuando está contigo y cuando piensa en ti —se detiene y gira para mirarme—. Esto último lo notan mucho más, hay días en los que sonríe y nunca antes lo habían visto sonreír.
—Desde que lo conocí lo he visto sonreír, tiene una sonrisa hermosa —también es coqueta y encantadora.
Seguramente yo pienso eso porque todo de él me gusta y disfruto mucho cada vez que sonríe y hace que la cicatriz en su labio se eleve.
—Descongelaste el hielo que tiene en el pecho —menciona—. Conozco a Alessandro hace mucho y con seguridad te digo que tú eres el motivo de su cambio.
—También él me ha cambiado, te lo aseguro.
Gotas de agua empiezan a caer y nos vemos en la obligación de subir a nuestros autos. Blanca debe regresar a su casa y yo tengo una cita pendiente con Ale, así que me despido de ella y ambas tomamos caminos diferentes.
—¿Conocen algún lugar cerca de la empresa que vendan algo dulce? —pregunto.
Quiero llevarle algo que Ale y yo podamos compartir mientras él termina los pendientes que tenga.
—Dolci Dilizie está cerca, ¿quiere que le compre algo? —menciona Leila.
—Quiero escoger algo, puedes acompañarme.
"—¿Quieres algo dulce?"
"—No puedo creer que haya algo más dulce que tu coño. ¿Ya vienes?"
"—Quiero compartir algo dulce contigo"
"—Llevas compartiendo tu coño conmigo 60 días, contesta mi pregunta"
Jesús, no creí que tuviera los días contados, exactamente llevamos ese número de días de casados.
—¿Estamos cerca?
—En quince minutos llegaremos —responde Federico.
"—Me demoro veinte minutos, ¿crees que algo con chocolate esté bien?"
"—Que esté cremoso para comerlo desde tu coño"
Empiezo a sentir mucho calor a pesar de que el aire está encendido, recordar lo de esta mañana, como llevo sus dedos a mi boca y los introdujo hasta el punto de causarme arcadas me excitó y ahora pensar lo que pueda pasar en su oficina me excita el doble.
Quince minutos después entramos con Leila a Dolci Dilizie, El olor a vainilla reina en el lugar, las estanterías están repletas de postres recién horneados.
—Según mi hermana, este sería su paraíso —menciono mientras observo cada uno de los postres, indecisa por cuál escoger.
—Yo opino lo mismo, más si hablamos de esta repostería.
—¿Qué es? —le pregunto a la mujer que nos atiende.
—Es un postre de vainilla cubierto de crema de chocolate.
—Quiero dos, ¿tienes algo más con chocolate?
—Fresas y duraznos.
—Dos de estos también, ¿qué quieres comer? También debemos llevarle algo a Federico.
Leila pide dos cajas de macarrones para compartir con Federico. Después de pagar regresamos al auto.
Cuando llegamos a la empresa la lluvia ha aumentado y al descender del auto y llegar al living llego emparamada y con las cajas casi que arruinadas —gracias a los cielos deje lo que nos regaló Blanca en el auto— mientras camino hacia el hombre que hay en recepción todos me miran y deseo retroceder el tiempo para ponerme el vestido que guarde.
—Hola, estoy aquí por Ale... Alessandro —tartamudeo mientras le hablo al hombre que me mira como si fuera una zorra que viniera a ver al hombre.
Seguramente con lo que llevo puesto lo parezca.
—¿Quién lo busca?
—Viviana.
—¿Viviana? —giro al escucharlo, está tan impecable, tal como salió del apartamento esta mañana—. Quien me busca es mi esposa y ten en cuenta, Sabino, mi mujer no necesita ser avisada, ella es la dueña de todo esto, ¿Por qué debería identificarse cuando llegue?
—Lo siento, señor, no sabía que ella era la señora Lucchese.
—¿Encontrar el chocolate cremoso? Lo he estado esperando.
—Un postre de vainilla con crema de chocolate.
—Eso es perfecto para lo que tengo en mente.
Termina de acercarse a mí y pone sus manos en mi trasero haciendo que el frío de la tarde se combine con el calor de mi cuerpo.
—Tienes una ducha en tu oficina, ¿verdad?
—¿Por qué tendría una?
—Mi padre tiene una en su oficina, creí que tú también —digo.
La oficina de mi padre en Nápoles tiene una ducha que él utilizaba cuando se quedaba trabajando allí, creí que Ale también tendría uno.
—Ya habías estado aquí.
—En la noche y no me enseñaste nada.
—Claro que lo hice, te enseñé a tocarte el coño mientras yo firmaba unos papeles, ¿no lo recuerdas?
Golpeo su pecho y estuve a punto de arrepentirme, pero la expresión en su rostro y su sonrisa me confirmo que mi acto no lo molesto.
—Subamos, no quiero que sigan viendo este hermoso trasero.
Golpea mi trasero antes de que empecemos a caminar. Cuando llegamos al piso de su oficina hay una mujer esperando en la puerta, creí que era su secretaria, pero recordé que no suele trabajar con mujeres jóvenes.
—Elettra, ¿Qué haces aquí?
—Necesito que firmes unos documentos para la próxima construcción.
—Envíalos por correo.
Observo minuciosamente a la mujer. Es demasiado delgada, casi como el profesor de yoga, su cabello es de color castaño, sus ojos son cafés claros y casi que dobla mi estatura, puedo jurar que con los tacones que lleva puesto logra alcanzar a Ale.
—Tenemos que entregarlos de manera física, por eso subí. Eres hermosa —menciona mirándome.
—Es algo que le digo todos los días —dice Ale pasando por el lado de la mujer—. Deja los papeles y márchate, mi esposa y yo tenemos algo por hacer.
—Claro.
La veo mientras se contonea hacia la mesa donde deja los documentos. La mujer no tiene curvas, ni un poco, pero sigue siendo atractiva.
—Tus hermanas hablaron de ella cuando estuvieron en Nápoles.
Tomo asiento, destapo uno de los postres y se lo ofrezco.
—¿Estás celosa?
—Solo estoy mencionando algo que dijeron tus hermanas, ¿tuviste algo con ella?
—Puedes estar tranquila, jamás he pensado en ella de esa manera.
Agarro las fresas y me acomodo en el pequeño sofá.
—¿Pero si piensas en ella?
—Nunca, la única mujer en mi cabeza eres tú.
—No mientas, también está tu madre y tus hermanas.
—Pero no pienso en ellas de la misma manera que pienso en ti.
Le ofrezco fresas, pero las rechaza mientras mira lo que queda en las cajas.
—Este es mi favorito, ¿lo sabías?
—No, elegí al azar.
Toma asiento junto a mí y sube mis piernas a su regazo. Me acomodo un poco más en el sofá casi hasta estar acostada.
—¿Disfrutaste la salida?
Sus manos acarician mis piernas liberando la tensión de mis músculos por los ejercicios.
—Mucho, Blanca nos dio un regalo por nuestra boda.
—Pues deberán darnos otro cuando preparemos la boda como la mereces.
—No es necesario —menciono—. Ya tuvimos una.
—Pero quiero ver a mi mujer vestida de blanco. Te lo mereces más que cualquier otra persona, además sueño con quitarte ese vestido en nuestra noche de bodas.
—Ya me quitaste un vestido y ya tuvimos una noche de bodas —le recuerdo.
—No es lo mismo, pequeña flor.
Cierro los ojos e ignoro sus palabras cuando siento sus manos subir casi hasta mi entrepierna. Debe tener muy claro que disfruto mucho cuando me toca y más si lo hace de esta manera.
—Habías dicho que tienes ropa de cambio, ¿verdad?
—Traje un vestido —susurro.
—Perfecto.
Abro los ojos al instante que siento como Ale rasga los leggins que llevaba puesto.
—¿Ya te bajo? —pregunta mientras rompe la pequeña braga que cubría mi coño.
—Aún no, seguro me bajé entre esta noche y mañana.
—¿Puede ser qué?
—No lo creo.
No puedo decir que sí porque no tengo retraso y todo apunta que mi periodo puede llegar, mis pechos están hinchados.
—Bueno, podemos seguir intentándolo, tenemos mucho tiempo.
—Espera —pido cuando lo veo inclinarse—. Si esta vez no sucedió creo que voy a sacar una cita, tal vez deba tomar algo para que podamos concebir.
—Estoy seguro de que no tienes que tomar nada. El nivel de estrés al que has estado sometida todo este tiempo puede estar afectando, también puedo ser yo, ¿recuerdas que te lo dije?
—Lo del estrés es válido, pero que tú tengas algún problema, es negativo.
—Entonces déjame te quito el estrés, mi boca hace maravillas en tu coño. Abre las piernas, pequeña.
Hago lo que pidió, separo mis piernas y siento como el aire frío golpea mi coño. Me observa por más tiempo del necesario.
—Ale.
—¿Qué pides pequeña?
—Tu boca —murmuro.
Su sonrisa lobuna y jodidamente sexy me hipnotiza. Desciende lentamente hasta tener su boca a la altura de mi coño sin apartar su mirada.
Su lengua recorre suavemente mi clítoris antes de que dos de sus dedos invadan mi entrada. Gimo por el placer que produce en mí.
—Mírame, pequeña.
Intento llevar mis manos a su cabello, pero con su mano que tiene libre me detiene.
—Ale.
—Quiero que te agarres las tetas y me mires. No cierres los ojos hasta que termine con este hermoso coño —me sonríe cuando hago lo que pide.
Envuelve sus brazos en mis piernas y regresa su boca a mi coño donde no para hasta que mis piernas tiemblan, mi visión se nubla y lucho por no cerrar los ojos, pero es casi imposible.
—Ale, es demasiado.
—No importa, pequeña, apriétame con estas hermosas piernas y aguanta un poco más.
Mi lucha es derrotada y mis ojos se cierran por sí solos, una sensación de calma y relajo me atraviesan y siento como la fuerza que tenía desaparece. No sé cuánto tiempo estoy así, solo siento cuando Ale pasa algo húmedo por mi coño.
Algo vibra e intento abrir los ojos, pero no puedo. Siento como Ale se aleja y luego murmura algo que no logro entender. Mi cuerpo termina de relajarse y la oscuridad me toma por completo.
☠
—Mi amor, es hora de irnos.
Besos húmedos son repartidos por mi cuello y mi rostro. Abro los ojos y la oficina está igual a cuando llegue, tengo una manta sobre mí cubriendo parte de mi cuerpo.
—¿Cuánto dormir?
—Dos horas, ¿dónde tienes el vestido?
No debí dormir, cuando nos acostemos no voy a poder pegar el ojo.
—En el bolso.
Sus movimientos son precisos. En un par de minutos tengo el vestido puesto y la ropa que llevaba puesta en la basura.
—Creo que el suéter aún está bueno.
—Compraré otro. Debemos irnos —menciona recogiendo las cosas.
Veo el postre de vainilla y siento pesar por tener que botarlo, ninguno se lo va a terminar y lastimosamente no utilizo la crema en mi coño como lo había dicho.
—Compraré otro y te aseguro que si lo voy a utilizar como quiero.
Cuando salimos de la empresa las calles están más solas y el frío congela mi cuerpo al instante.
—Sube.
—¿Pasó algo? —pregunto.
—Nada, solo quiero que lleguemos a nuestra casa y podamos descansar.
Su actitud y comportamiento es diferente a cuando llegue a la empresa, es como si mientras dormía hubiera sucedido algo.
Gracias al poco tráfico de la ciudad logramos llegar en menos tiempo al apartamento. En cuanto entramos Ale se marcha a su despacho y yo voy a la cocina junto a Giulia que aún se encuentra aquí.
—Es tarde, ¿vas a quedarte hoy? —pregunto cuando me entrega el vaso de agua.
—No, el señor me pidió que preparara la cena para ustedes.
—Entiendo.
Subo a la habitación donde me doy una ducha rápida antes de regresar a la mesa donde ya estaba Alessandro.
Cenamos en completo silencio, una que otra vez lo sorprendí observándome y deseé que me sonriera como lo hizo en la tarde, pero su seriedad empieza a ponerme nerviosa.
—Ale, ¿hice algo malo?
No me aguanto, puedo sonar estúpida, pero no me importa, en este momento su cambio de actitud en menos de tres horas, me descoloca por completo.
—Te pido perdón si te ofendí en algo —agacho la cabeza como lo hacía con mi padre.
El sonido de su silla cayendo me hace hundir los hombros y apartar mi rostro con miedo a que pueda golpearme.
—Jodidamente mírame.
—Lo siento, Alessandro.
—¿Por qué? Te dije que no volvieras a hacer eso.
—¿Qué quieres que haga?
—Nena, no quiero que hagas nada, no estoy enojado contigo —pasa su mano por mi mejilla y la retiro al instante.
—Eres un idiota. Después de que pasamos parte de la tarde juntos y me comes el coño, te pones distante y decido pedirte disculpas porque no sé qué hice, pero resulta que no hice nada y te estás comportando como un idiota porque quieres.
—Pequeña.
—Jódete.
Intento dejarlo solo, pero no soy capaz, así que lo miro nuevamente para enfrentarlo.
—¿Quién te llamo?
—Nadie.
—Quiero ir a descansar, pero también quiero que seas honesto, esa llamada es lo que te tiene así conmigo, ¿verdad?
Dos pasos lo hacen llegar hasta donde estoy de pie. Sus manos toman mis mejillas y cuando creo que va a besarme me sonríe de una manera muy dulce.
—No me convences.
—Al parecer tu padre quiere hacer negocios con Davide.
—Son enemigos y él es el culpable del atentado.
—Pero como le negué mi ayuda, entonces la está buscando en otra parte.
No sé cómo se manejan sus negocios, así que Ale puede estar diciendo la verdad. Tengo que hablar con Emma, ya que Alonso le cuenta más de lo que Alessandro puede contarme a mí.
—No vas a meterte en esto.
—Nunca lo haría. Le tengo miedo a los disparos, además no sé pelear.
—Esta noche debo viajar, pero Federico, Leila y Andrea estarán a cargo de tu seguridad.
—¿Por cuánto tiempo?
—Dos días.
Eso significa que de nuevo aplazaremos nuestro viaje, a este paso iremos cuando llevemos cinco años de casados o más.
—Cuando regrese iremos a Catania, ya tengo reservada la villa donde nos hospedaremos.
No confió en esa llamada y menos en ese viaje. :(
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