☠|CAPÍTULO TREINTA Y SIETE
Mi mirada va entre mi mujer y las tres pruebas. No entiendo por qué ella está llorando, se supone que debería estar saltando de felicidad y sonriendo como loca, pero al parecer la noticia no es tan positiva para ella.
—Es lo que queríamos, ¿no?
Ella asiente y sostiene una de las pruebas.
—No entiendo por qué lloras.
—Tengo miedo, no puedo creer en esto.
La prueba que tiene en sus manos nos muestra un +7, pero no entiendo nada, se supone que eso son los días que tiene de embarazo, entonces tiene siete días.
—Tienes siete días —aclaro.
Las dos pruebas que están sobre el lavado muestran un claro positivo. Una de las pruebas tiene dos rayitas seguidas, mientras que la otra tiene una cruz.
—Según esto tengo siete semanas, pero no puede ser porque mi periodo me llego hace un mes.
—¿Estás segura que no son siete días?
—No, las indicaciones dicen que se habla de semanas, no de días. Tal vez todo esté malo y no estoy embarazada.
—Lo estás, estoy seguro de eso.
No podemos estar locos, hicimos tres pruebas y las tres dieron positivo. Tal vez si solo una fuesa salido positiva, tal vez pudiéramos dudar, pero tres son suficientes para saber que estamos esperando nuestro primer bebé.
—No quiero que sigas llorando, cuando amanezca iremos al doctor y verás como nos confirma que estamos esperando nuestro primer hijo.
Rodeo su cuerpo con mis brazos y ella hace lo mismo. Nos fundimos en un abrazo mientras siento como sus lágrimas empapan mi pecho. No quiero que siga llorando, pero su miedo es jodidamente grande y en este momento no puedo luchar contra eso.
—Descansemos un rato, falta muy poco para que amanezca y te prometo que en cuanto salga el sol iremos al hospital.
Ella asiente. Antes de salir del baño toma a su chandoso nuevamente y regresamos a la cama.
—Voy a llevarlo a su cama, no quiero que se acostumbre a estar aquí.
—Te acompaño.
Dejamos el perro en una de las habitaciones donde ella le preparó un nido y luego regresamos a la nuestra. El resto de la noche ninguno logra dormir, sé que los pensamientos de Viviana la están consumiendo al igual que los míos a mí.
Tal como se lo prometí, cuando el sol sale me levanto de la cama y mientras ella se da una ducha yo decido hablar con mi madre, sé que tal vez Viviana no quiera contarle aún a nadie, pero yo no sé de ningún doctor que pueda atendernos, así que recurrí a la ayuda de mi madre.
—Puedo decirle a mi ginecóloga que la atienda, no sé si tiene citas, pero puedo hacer que te abra un espacio.
—Te lo agradecería mucho, madre, realmente tenemos afán.
—Dile a ella que no se preocupe, todo saldrá bien.
No puedo decirle eso porque no lograremos nada, mi mujer estará nerviosa y con miedo hasta que algún doctor nos confirme que lo hemos logrado.
—Esperaré tu mensaje. Madre, no le digas a nadie sobre esto, queremos privacidad y llevar esto tranquilos.
—Solo ustedes tienen el derecho de hablar y contarle a quienes quieran, mi boca estará cerrada —menciona, sé que esto está seguro con ella y ni siquiera le contará a mi padre—. Estoy muy feliz por ustedes.
Cuando finalizo la llamada regreso a la habitación para arreglarme mientras espero el mensaje de mi madre. Me baño rápido y luego me visto con unos pantalones de mezclilla y una camiseta blanca.
—Me gusta mucho verte con trajes, pero así te ves muy fresco.
—También te gusta verme sin ropa.
—No lo niego.
Ambos sonreímos y siento un poco de alivio, es bueno que lleve su mente a otras cosas y no solo se enfoque en su miedo.
Después de desayunar nos marchamos al hospital que está en el centro de la ciudad y es donde mi familia lleva cualquier proceso médico, ya que este lugar es patrocinado por nosotros e inclusive alguno de sus doctores atienden a nuestros hombres cuando son heridos.
Mi madre concertó una cita con su ginecóloga y le agradecí un millón de veces porque aunque tengo mucho poder, no me arriesgo a ir a cualquier lugar y exponer a mi mujer y mi hijo.
Yo estoy seguro de que lo hemos logrado, algo dentro de mí sabe que nuestro bebé se está formando en el vientre de mi mujer.
—Tenemos una cita.
El chico que hay en recepción mira entre mi mujer y yo, no puedo evitar mirarlo mal por cómo nos está observando.
—Vengo a ver a la ginecóloga Beatriz.
Escucho el teclado del hombre y la ira empieza a apoderarse de mí, es un verdadero idiota.
—El hombre solo hace su trabajo —murmura mi mujer.
Una puerta hacia mi derecha se abre y observo a la anciana que se asoma y nos sonríe a mi mujer y a mí.
—Los estaba esperando, pasen por aquí —nos habla y señala el lugar de donde salió—. Gael, ellos son la pareja Lucchese, quienes solicitaron la cita hace un rato.
—Por eso, los estaba buscando en la lista.
Estoy seguro de que el hombre no sabe quién soy, porque si supiera se estaría cagando en los pantalones.
—Deberías quitar los ojos de mi mujer si no quieres quedarte sin ellos.
—¿Cómo?
—Ale, solo entremos.
Imbécil. Como es posible que tengan a alguien tan idiota trabajando en un lugar como este, deberían reevaluar a sus trabajadores y la atención que le dan a sus clientes. Veo como Viviana me pone los ojos en blanco antes de pasar al consultorio de la mujer.
—Cuéntame, ¿Por qué están aquí?
Estoy seguro de que mi madre le comento algo a la mujer, pero al parecer quiere saber las cosas por nuestra boca.
—Antes de decirle por qué estamos aquí quiero hacerle saber que esto debe quedar entre nosotros, no quiero que esta información sea revelada a alguien más, ¿lo entiende?
—Por esa parte puede estar tranquilo,
—Ni siquiera quiero que lo comente con ese inútil de allí afuera.
—Alessandro —miro a mi mujer quien está negando—. Solo queremos averiguar si estoy embarazada.
—También cómo está nuestro bebé. Esta madrugada nos hicimos tres pruebas y todas salieron positivas.
—Una decía que tengo más de siete semanas, pero eso es imposible porque hace un mes me llego mi periodo.
La mujer nos escucha atentamente mientras anota alguna de las cosas que menciona Viviana.
—Puede ser que en el momento en que hubo la fecundación, ya tu periodo estaba por llegar, además hay casos en que a algunas mujeres les llega el periodo. Es poco común y a veces trae complicaciones.
—¿Usted cree que pueda estar embarazada?
—No lo sé, pero voy a hacerte una ecografía transvaginal para confirmarlo.
La mujer le entrega una bata a Viviana y le pide que se cambie en el baño, mientras estamos solos me pregunta si quiero estar, pero mi mirada la hace reflexionar su pregunta y decide guardar silencio hasta que Viviana está sobre la camilla y yo junto a ella.
La veo agarrar una especie de palo delgado al cual le pone un jodido condón, luego le aplica un líquido y lo introduce en la vagina de mi mujer —voy a morir— la mujer mueve su instrumento mientras miramos a la pantalla donde no se refleja nada.
Viviana ejerce una fuerza enorme en mi mano, pero no me quejo, sus nervios están a flote al igual que los míos, pero yo logro disimularlos.
Pum, pum, pum...
Busco desesperado la fuente del sonido, pero soy un maldito ciego, no logro ver nada hasta que la doctora señala un pequeño punto blanco en la pantalla.
—Ese es su hijo —menciona con una enorme sonrisa.
—¿Si lo estoy?
Al parecer Viviana aún no ha dimensionado que dentro de ella está latiendo otro corazón, se está formando un ser humano que en unos meses estará con nosotros.
—Efectivamente tienes siete semanas.
Sonrió mientras las cuentas llegan a mi mente. Folle con mi mujer una semana después de llegar a Sicilia lo cual indica que ese mismo día nuestro hijo se concibió.
—Fue en nuestra primera noche —digo con la intención de que solo ella pueda escucharme.
Lo hicimos bien. Seguramente su periodo bajo por alguno de los dos motivos que menciona la doctora, pero ahora eso importa una mierda porque en ese entonces ya nuestro hijo estaba en su vientre.
—Seré mamá —murmura.
Observo su rostro y veo como las lágrimas se derraman una tras otra, pero esta vez no le pido que deje de llorar, ya que puedo ver la felicidad reflejada en su rostro.
—Seremos padre, pequeña. Algo de los dos.
Observo nuevamente la pantalla y antes de que la doctora termine decido tomarle la primera foto a nuestro hijo.
Cuando Viviana sale del baño nuevamente con su ropa puesta la doctora le formula algunos medicamentos y ordena un par de exámenes que se deben hacer por rutina.
Mientras caminamos a nuestro auto no puedo evitar observar la foto que tomé hace un momento, aunque solo se ve un pequeño círculo blanco no dejo de admirar a nuestro hijo.
—Lloré toda una noche y pasé todo un mes deseando estar embarazada cuando ya lo estaba —menciona cuando nos subimos al auto.
Tomazo se gira al escuchar la noticia y solo puedo sonreír, hubo algo en lo que le gane. Él lleva varios años casado y aún no tiene hijos, en cambio, yo apenas llevo dos meses y ya tengo un hijo de siete semanas.
—Felicidades, serán grandes padres.
—Tomazo, es demasiado pequeño, pero su corazón se escucha muy duro —dice mi mujer.
—Será fuerte —asegura—. Pero ojalá sea un niño, porque si es una niña tendrá serios problemas con el padre que le toca.
Lo escucho reír y mi mujer se contagia. Que Dios se apiade de mí porque si es una niña será un maldito loco y juro que cualquiera que intente acercarse a ella tendrá una muerte dolorosa.
—Está pensando cómo asesinar a niños que ni siquiera han nacido —asegura Tomazo.
Lo odio, siempre sabe qué decir y lo que estoy pensando.
Cuando regresamos a casa ya Giulia tiene el almuerzo listo para nosotros, después de comer todo nos damos la oportunidad de dormir lo que no pudimos —aunque ella es la única que duerme— está acostada de lado con su rostro hacia mí y no puedo evitar imaginarme como se verá en tres meses.
Cuando su vientre esté abultado y nuestro bebé empiece a dar señales de que se está formando fuerte y sano. Dios, necesito conseguir más personas de confianza para duplicar la seguridad de ellos.
☠
Despegarme de Viviana fue la tortura más grande a la que me enfrente. Hace tan solo dos días nos enteramos de que vamos a ser papás y ella descubrió que tengo una herida en la pierna. Hoy tuve que dejarla en casa junto con Francisco, Leila, Giulia y Hugo, este último es el nuevo hombre que ayudará con la seguridad del apartamento.
Por el momento la única persona que sabe del embarazo es Tomazo y lo hice prometer que no le diría a nadie hasta que pasen los tres primeros meses y el riesgo mayor haya pasado.
—La cara de felicidad no te la quita nadie —menciona Tomazo mientras conduce.
—Estoy muy feliz, ni siquiera puedes imaginarte eso —confieso—. Mi corazón se acelera cada vez que pienso en mi mujer y nuestro hijo.
—Me gusta verte feliz, sabía que algún día podrías serlo.
En este momento nos dirigimos a la bodega donde llevaron el hombre que se atrevió a tocar a mi mujer, peor aún, estando embarazada. El susto de esa noche pudo ser perjudicial y algo les pudo haber pasado.
Al llegar a la bodega los hombres que empacan el cargamento que se enviará a Rusia me saludan antes de volver a lo de ellos. Bajo directamente al sótano donde me encuentro al hombre tal cual pedí que lo tuvieran.
Anoche lo bajaron y lo amarraron a una silla metálica que tiene corriente y cada cinco horas se descarga un voltaje prudente que no lo matara, pues ese es mi trabajo.
—¿Estás listo para decirme todo?
Mis hombres intentaron hacerlo hablar, pero no lograron nada.
Levanta su rostro y puedo ver la hinchazón en sus ojos y su nariz rota. Necesito hacer esto rápido, pero doloroso.
—Igual vas a matarme, entonces para qué hablar.
—Si hablas tu muerte será rápida y sin dolor —miento—. Un disparo en tu entrecejo y todo solucionado.
—Eres el maldito carnicero del país, me metí con la puta de tu mujer y ahora quieres hacerme creer que será así de fácil. No soy idiota.
—Si lo eres.
Alcanzo el estuche donde están guardados cinco cuchillos y entierro cada uno de ellos en sus piernas. El hombre aúlla de dolor, pero no me detengo hasta que todos estén donde quiero.
—Davide está preparando un ejército, nada comparado con el que acabas de destruir —dice rápidamente en medio de sollozos.
—¿Cuándo piensan atacar?
—No lo sé, pero se dice que no será pronto, están juntando las otras organizaciones para derrumbarte, tienen un candidato para que te sustituya cuando mueras.
Eso no pasará, no voy a morir y menos en las manos de unas ratas como lo son esos hijos de puta.
Alcanzo otro cuchillo y con este empiezo a cortar la piel del pecho del hombre, no son cortes superficiales, son lo suficientemente profundos para desgarrar y desangrar.
—¡Hijo de puta!
—¿Quién es el informante de Davide?
—Un hombre que está cerca de ti —murmura.
—¿Quién es mi reemplazo?
—Uno de los perros que tienes en Estados Unidos. Viajará en un par de semanas.
Su voz empieza a apagarse y siento que he acabado muy rápido con él. Su respuesta me deja con una incógnita muy grande. Tengo varios hombres trabajando para mí, pero el único que está cerca es Tomazo.
Tengo cinco hombres dirigiendo mis negocios allí así que debo desconfiar de todos porque no sé cuál es que me dará la puñalada por la espalda.
Jodida mierda, esto no ayudó de nada y mi desespero por regresar con mi mujer me está jodiendo.
—Quiero que llames a los cinco líderes que están en Estados Unidos y les digas que esta noche me reuniré con ellos en una llamada, quiero que estén todos y si alguno pone un pero lo matas.
No me voy a arriesgar, si ellos van a jugar sucio yo también lo haré.
—Deberíamos pedir ayuda a Alonso y tus aliados de los otros países por si las cosas se complican —propone Tomazo.
No quiero dudar de él, pero la incógnita quedó en mí.
—Yo me comunicaré con mis socios.
No demoro en regresar al apartamento donde me encuentro a mi mujer en la sala de estar con un enorme vaso de helado que se me hace provocativo. Evito acercarme a ella porque en mi ropa llevo sangre y no quiero que el olor la moleste.
Buenas, disculpen la tardanza, pero estuve ocupada y cansada.
Esta vez no dejo meta, pero mirare que tanta interacción tiene el capítulo para así mismo subir el otro.
Para adelantos de este libro, los ya publicados y los próximos a ser publicados pueden seguirme en mis redes sociales |Instagram|TikTok|Twitter|Threand| donde aparezco como Leidygm18. Vota, comenta y comparte para que lleguemos a más personas.
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