☠|CAPÍTULO TREINTA Y SEIS

Desde que me casé con Viviana había evitado retirarme tanto tiempo, ya era un sacrificio trabajar hasta tarde o llegar al amanecer, pero estar lejos de ella por dos días fue lo peor que pude hacer.

La preocupación crecía a cada minuto y deseaba volar nuevamente a Sicilia y quedarme con mi esposa, pero no lo podía hacer. Tuve que enfrentarme al perro hijo de puta que estaba reuniendo un maldito ejército para atacarme, cuando supe de esto tomé la decisión de volar y solucionar esto cara a cara.

Alonso me acompañó porque nuestro querido suegro estaba involucrado en el maldito ejército. Francesco es un maldito perro que baila con tal de que le des unos cuantos millones de euros, eso lo hará ponerse feliz, pero para su mala suerte caso a sus dos joyas con hombres que harían todo por ellas, pero nada por él.

En nuestro primer día nos reunimos con el informante que teníamos y lastimosamente sufrimos una emboscada donde dos de nuestros hombres murieron y yo resulté herido. Planeamos regresar a Sicilia porque estábamos indefensos, pero no podía regresar con mi mujer en las condiciones en las que estaba y menos sabiendo que nuestro viaje sería interrumpido porque no podía bajar la guardia.

Después de que sacaron la bala de mi pierna trabajamos en encontrar a la maldita rata de Fabricio y dimos con su escondite. Cuando Alonso y nuestros hombres lo encontraron lo arrastraron hasta el depósito donde estábamos y el hijo de puta no se inmutó cuando lo torturamos para sacarle información. Con su muerte se llevó toda la información que necesitábamos.

Nuestro querido suegro se salvó esta vez porque no pudimos tener ninguna evidencia, pero seguiremos trabajando hasta que descubramos todo lo que está haciendo.

Estoy afuera de uno de mis casinos esperando a Viviana, ella no sabe que me encuentro aquí porque le dije que no llegaría hasta mañana, pero quería sorprenderla.

—¿Dónde está mi mujer?

Pregunto cuando veo a Gina sola junto con Leila y Federico quienes se suponen deben estar con ella.

—Fue al baño, pero no demora.

—Después hablamos —menciono pasando junto a ellos.

Son unos malditos idiotas, saben que no deben perderla de vista, no sabemos quiénes en realidad no estén en nuestra nómina y quieran hacerle daño a mi mujer para destruirme y si eso llegara a pasar lo lograrían.

Mis sentimientos hacia Viviana son jodidamente profundos, nunca antes me había sentido de esta manera, así que deduje que no solo es deseo, la amo como un jodido loco.

Cuando atravieso el lobby el gerente me detiene para informarme todo lo que pasó esta noche, pero no me interesa, ya que mi objetivo es uno solo; llegar hasta dónde está mi mujer.

—La señora adquirió un objeto y un viaje en la subasta —menciona.

—Mi mujer pudo quedarse con todo si así lo hubiese decidido —digo entre dientes sin mirarlo.

—Se lo dimos en el precio que ella dio.

Me detengo y me giro para mirarlo.

—Debió dárselo sin necesidad de que pagará, ¿sabe quién es su jefe?

—Usted señor.

—Cuando yo no estoy el jefe es mi mujer —aseguro—. Inclusive si yo estoy y ella le pide que camine de rodillas debe hacerlo.

Me mira asombrado y me importa una mierda, lo único que estaba haciendo era retrasarme. Cuando me acerco al pasillo de los baños abro todos a mi paso, pero en ninguno está mi mujer, así que debo ir hasta el último del pasillo donde la escucho murmurar algo.

Me inclino hacia la puerta y logro escuchar otra voz que me cabrea al instante. Abro la puerta y veo como un hombre está cerca de mi mujer sujetándola de la mano haciendo que el miedo en ella se evidencie en su rostro.

Ambos me miran y no puedo evitar arrastrar al hombre hasta afuera donde lo dejo caer al piso y pongo mi pie bueno sobre su garganta.

—¿Por qué diablos estabas tocando a mi mujer?

El hombre me mira y en sus ojos se evidencia una pizca de miedo que desaparece al instante.

—Estaba-mos ha-blando —balbucea.

Hago más fuerza con mi pie haciendo que una vena en su rostro pareciera que va a estallar.

—¿Por qué mierda estabas tocando a mi mujer?, peor aún, ¿Por qué estaba en el baño de mujeres?

El rostro del hombre se pone morado y aparto mi pie, va a morir hoy, pero no lo hará de esta manera, debe pagar por siquiera atreverse a mirar a mi mujer.

—¿Estás bien?

Me giro y miro a mi mujer quien se encuentra en el baño con un papel en la mano. Sus ojos están cristalizados y sé que está a punto de ponerse a llorar.

—Bebé, mírame —pido.

—Él solo entró y me acorraló cuando salía del cubículo —dice.

—No tienes que explicar nada.

Me extiende el papel donde veo algo escrito.

"Tienes dos semanas para que lo dejes y regreses a Nápoles. Empezaremos una guerra y si no quieres estar en ella debes huir en este momento".

Arrugo el papel y mi ira incrementa, todo esto es obra del hijo de puta de Francesco quien no va a estar tranquilo hasta que ponga una bala en su entrecejo.

Le señalo uno de los cubículos y le digo:

—Entra ahí y no salgas hasta que regrese por ti, ¿lo entiendes? —Asiente.

Hace lo que le pido y yo salgo del baño encontrándome con el hombre que se está poniendo de pie, pero se lo impido.

—¿Quién la mando? —Levanto el papel arrugado en mi mano.

—Es un aviso de la Sacra, ellos vienen por ti y si ella está aquí va a sufrir igual que tú.

Golpeo su rostro contra el piso rompiendo su nariz en el proceso. La sangre ensucia el piso y parte de mi pantalón, pero es lo menos que me ha importado.

—Así que eres el carrito de Davide. Eres un grandísimo idiota, otra persona sabría que entrar a mi propiedad y amenazar a mi esposa no le traería nada bueno.

—Di mi mensaje, así que todo está hecho —una risa irónica se eleva en la comisura de sus labios.

Estuve a punto de sacar mi arma, pero me detuve. Viviana está en el baño y puede tener un colapso si llega a escuchar un disparo en este momento.

—No vas a tener la oportunidad de morir en mis manos, pero sabrás por qué me llaman carnicero.

Golpeo nuevamente su cabeza contra el suelo dejándolo inconsciente. Saco mi teléfono y le marco a Tomazo para que vengan a recoger al hombre y lo lleven a una de mis bodegas donde lo atenderé como se merece cuando deje a mi mujer en el apartamento.

Regreso por mi mujer y cuando ella me ve envuelve sus brazos en mi cuerpo haciéndome dar dos pasos hacia atrás.

—Lo siento tanto, bebé —murmuro antes de besar su frente.

—Ese hombre dijo que ibas a morir.

—No voy a morir.

Levanto su cabeza y veo como las lágrimas corren por sus mejillas. No me gusta verla llorar y menos por mí, sus ojos muestran tanto dolor y miedo.

—Vamos para nuestra casa —menciono.

—No me dejes sola, por favor.

—No lo haré —prometo.

Cuando salimos del casino veo a Tomazo en uno de los autos y me acerco hasta él para darle las indicaciones. Debe dejar al hombre atado con cadenas conde solo la punta de sus pies alcancen el suelo, estará así hasta que yo pueda ir a la bodega y hacer todo lo que tengo en mente. Mi furia de estos días me la voy a desquitar con él.

—Llévanos al apartamento —le digo a Federico—. Leila, puedes irte con tu mujer.

—Lo siento señor —se disculpa antes de mirar a mi mujer—. Debí acompañarte, fue un error que debo pagar.

—No hay problema —la voz de mi mujer se escucha muy baja—. Fue un descuido mío.

—Mañana te espero en la bodega del norte, solucionaremos todo esto.

Cuando llegamos al apartamento me quede junto a Viviana hasta que logro quedarse dormida. Yo no fui capaz de conciliar el sueño, la ira me estaba consumiendo y el dolor en mi pierna se estaba agudizando, así que baje hasta mi oficina para adelantar algunas cosas que deje sin resolver antes de irme.

Manejar la empresa de tecnología está siendo complicado, últimamente hemos tenido algunos ataques donde nos han hackeado cámaras de clientes importantes como las de la mansión del ministro de justicia y eso no puede seguir pasando, ya con este son tres clientes que pasa lo mismo.

Mi mente viaja hacia lo que paso esta noche, si algo le hubiera sucedido a mi mujer, no me lo podría perdonar. Viviana se ha convertido en la persona más importante en mi vida y daré todo de mí para que esté bien.

Escucho unos pasos y sé que es ella quien viene hacia mí, seguramente creyó que me había marchado, pero no haría eso, ya que le prometí que me quedaría con ella. La puerta se abre y la veo con la cobija envuelta en su cuerpo.

Me bebo el último trago de mi whisky antes de volverla a mirar. Ella intenta acercarse a mí, pero niego. Tengo el pantalón recogido y si ella se acerca más puede ver la herida en mi pierna.

—¿Me estás apartando nuevamente? —pregunta con la voz entrecortada.

—Nunca volvería a hacer eso, tú me has aceptado tal cual soy.

—¿Entonces por qué no me dejas acercarme a ti?

—Porque estoy descifrando este nuevo sentimiento que desgarra mi corazón cada vez que pienso en ti, como me siento cuando estás en peligro por mí culpa. Estoy pensando cómo puedo asegurarte y cuidarte, evitar que alguien te toque porque eso me vuelve loco.

—¿Qué significa?

—Muchas cosas, pero significa un sentimiento que jamás pensé que tendría.

Bajo el pantalón antes de ponerme de pie y caminar hacia donde está de pie. Sujeto una de sus manos y la pongo en mi pecho, sobre la cicatriz que tanto le gusta y donde puede sentir los latidos de un corazón que pensé no existía.

—Amor, pequeña. Todo esto significa que estoy loco y jodido. Me enamoré de una mujer única.

—Ale, yo...

—Eres noble, dulce, sincera y muy tierna.

—¿Soy todo eso? —pregunta en un susurro.

—Mucho más que eso. Eres inteligente, hermosa y muchas cosas más.

Nuestras miradas se conectan y no puedo apartar mis ojos. Viviana es demasiado ingenua, confiable y tierna. Son cualidades que nunca había visto en una persona, ni siquiera en mis hermanas que son tan pequeñas.

—Te amo, pequeña, demasiado.

Una lágrima rueda por su mejilla y niego, no debería llorar, se supone que esta confesión la debe hacer muy feliz porque es algo que ella quería, un hombre que la amara y es lo que hago yo. Amarla como nadie nunca podrá hacerlo, porque podría arrancarme el corazón y entregárselo como ofrenda para que entienda cuanto la amo.

—Nunca había experimentado este sentimiento. Amo a mi familia, pero el amor que siento por ti es diferente.

—Cuando me case contigo no creí que fuese a ser feliz, guardaba la esperanza de irme en dos años —menciona—. Pero mis sentimientos hacia ti cambiaron, ahora no me veo en un lugar que no sea contigo.

Limpio las lágrimas de su mejilla y espero atento a lo que va a decir, algo me dice que sus palabras harán estallar mi pecho.

—Tenía miedo de decirte esto porque creí que lo ibas a tomar mal —confiesa—. Mis sentimientos por ti se intensifican cada día. Cuando te vas tengo miedo de que no regreses, cada vez que te veo mi corazón late de una manera desenfrenada.

—¿Eso significa que también me amas?

—¿También? No, yo te amo, Alessandro, eres más de lo que un día imagine, el hombre con el que soñé y creí que jamás estaría.

—Mi amor.

—Espera, hay algo más que debo decirte.

—Mi corazón va a estallar y tú sigues diciéndome cosas bonitas.

—Lo que pasa es que creo que lo hemos logrado.

Muerde su labio inferior y sé que está nerviosa, pero entiendo lo que dice hasta que se lleva las manos al abdomen y me separo de ella.

—¿Estás segura?

—No, pero mi periodo no ha bajado, tengo dos días de retraso.

Un hijo de los dos, un pequeño de nosotros creciendo en ella, un corazón latiendo. Un pequeño fruto de lo nuestro.

Camino hacia la mesa y llamo a uno de mis hombres para que me compre todas las pruebas de embarazo que haya en las farmacias de la ciudad, no puedo acostarme en este momento sin saber si lo hemos logrado.

—¿Quieres ir mejor al hospital?

—Podemos hacernos la prueba, pero iremos mañana dependiendo el resultado —dice.

Me siento en el sofá y hago que ella se siente en mi regazo sin importarme la punzada de dolor que siento en la pierna. Reparto besos por todo su rostro y no puedo evitar llevar mis manos a su abdomen y acariciarlo.

—No quiero ilusionarme —menciona—. Sé que solo han pasado dos días, pero soy muy regular y nunca había tenido un retraso.

—Puedes ilusionarte porque si esta vez no sucedió, lo seguiremos intentando hasta que el fruto de nuestro amor se empiece a formar dentro de ti.

Ella rodea mi cuello con sus brazos y hunde su cabeza en el hueco de mi cuello haciéndome cosquillas con su respiración. No sé cuánto tiempo pasamos así, pero en algún momento suena mi teléfono y es el hombre indicándome que acaba de llegar con las pruebas.

Cuando recibimos las bolsas subimos hasta nuestra habitación y entramos al baño con tres de las pruebas en nuestras manos.

—Debes estar tranquila, no importa si sale negativa, lo seguiremos intentando.

—Tengo miedo —confiesa.

Rodeo su cuerpo con mis brazos y siento como tiembla. No debería tener miedo, ella es demasiado joven, diez años menor que yo y hay mucho tiempo para que podamos tener un bebé.

—¿Cuál quieres hacer? —pregunto apartándome un paso de ella.

—Las tres, son diferentes así que voy a hacerme las tres.

Le ayudo a abrir las tres pruebas y leemos las indicaciones juntos antes de que ella las utilice.

—¿Te vas a quedar?

Pregunta antes de sentarse en el baño y yo asiento. Me volvería loco si me voy y la dejo a ella aquí cinco minutos sola.

—Cuando las haga salimos del baño y luego entramos, ¿te parece? —pregunta.

—Todo lo que quieras está bien.

No aparto mi mirada durante todo el procedimiento. Una de las pruebas mostrará las rayas mientras las otras dos nos dirá un promedio de cuántas semanas tiene si está embarazada.

—Volveremos en cinco minutos —murmura.

Cuando salimos del baño nos acostamos en nuestra cama y no puedo evitar volver a colocar mi mano sobre su abdomen e imaginarla cuando nuestro bebé esté a punto de nacer. Estoy seguro de que se verá hermosa y jodidamente sexy.

—¿Cuántos bebés quieres tener?

—Quiero una familia grande, cuatro o siete.

—Estás loco, tendría que embarazarme cada año para que cuando cumplas cuarenta ya tengamos siete hijos.

—Con cuatro me conformo, quiero tener uno más que mis padres.

—Necesitaríamos una casa más grande para criarlos —menciona.

—He estado pensando que debemos mudarnos —confieso.

Siento como algo lame mis pies y lo pateo, pero me levanto rápido cuando escucho un aullido del chandoso con el que se quedó mi mujer.

—Lo siento —menciono, pero en realidad disfrute tirarlo de la cama.

Antes de ir al casino tuve que venir a la casa y cuando entré, pisé popo de ese animal y tuve que botar esos zapatos porque se echaron a perder. Viviana me quita al perro de las manos y me indica que debemos ingresar al baño porque ya pasaron los minutos.

Ella se paraliza en la entrada por unos segundos, pero reacciona al instante y camina hasta donde dejó las tres pruebas. Deja al chandoso sobre el lavado y toma una de las pruebas.

No puedo apartar mi mirada de ella esperando ver su expresión, pero está en blanco. Levanta cada una de las pruebas y sus ojos se humedecen al instante.

—Ale.

No puedo descifrar el resultado así que me acerco y tomo las pruebas en mi mano.

Cada vez que escribo sobre ellos me emociono más, siento que esta es la mejor pareja que he escrito. El proceso de enamoramiento y confianza se ha forjado a lo largo de su convivencia. Si este momento me preguntan cual de mis libros anhelo publicar no dudaría en decir que esté.

Bueno, a ustedes les gusta hacer trampa, ame leer algunos comentarios y otros no, emojis, puntos, letras y pedir actualización no creo que retribuya el trabajo del autor. ¿1000 comentarios les parece mucho? bueno, si logramos esa meta viene otro capítulo cargado de emociones y muchas sorpresas.

Para adelantos de este libro, los ya publicados y los próximos a ser publicados pueden seguirme en mis redes sociales |Instagram|TikTok|Twitter|Threand| donde aparezco como Leidygm18. Vota, comenta y comparte para que lleguemos a más personas. 

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