☠|CAPÍTULO TREINTA Y NUEVE

Luego de pasar un susto de mierda junto a mi mujer no puedo concentrarme en nada, no puedo estar tranquilo mientras estoy lejos de ella. Pensar que perderíamos al bebé puso mis nervios de puntas, tenía mucho miedo, más del que pude tener en algún momento de mi vida y no creo soportar algo así nuevamente.

Después de pasar casi una semana evitando que ella hiciera algo que los pusiera en peligro y asegurarme que se sentía mucho mejor tuve que viajar a Campania, pero antes de poder salir tuve todas las precauciones necesarias.

Duplique la seguridad en la mansión de mis padres e hice que Viviana se quedara allí, ella no quería incomodar a mis padres, pero si la hubiese dejado en nuestro apartamento no hubiese sido capaz de salir de Sicilia.

Encontrarme con Alonso y sus chicos tenía que suceder en este momento, ya que quiero acabar con Francesco, pero teniendo una justa razón y al parecer ya la tenemos porque se le fue visto junto a Davide hace un par de días.

Ya sospechaba de mi suegro es un hijo de puta vendido que haría cualquier cosa para obtener lo que quiere. La muestra fue cómo entregó sus dos hijos a los hombres con la peor reputación de todas las organizaciones del país.

Cuando estuve en su empresa hace un tiempo y me acusó de hacerle daño a sus mujeres llegué a pensar que realmente había una pizca de esperanza dentro de esa rata, pero en cuanto me ofreció a su pequeña hija supe que la maldad lo corroe hasta el punto de no importarle quienes salgan heridos.

También quiero reunirme con Eduardo y dejarle claro lo que voy a hacer, ya que aún tengo esperanzas en que ese chico va a encaminar su pequeña organización destruyendo las perversidades que ha hecho su padre.

—¿Nos vamos?

Me pregunta Alonso cuando me ve distraído.

—Solo debes decir que quieres correr con tu mujer.

Me pongo de pie y acomodo mi saco. Lo envió demasiado en este momento porque puede ver a su mujer en cuanto terminamos cada reunión a diferencia de mí que me toca ver a la mía a través de una pantalla.

—Claro que voy corriendo con ella —confiesa—. Una hermosa mujer embarazada me está esperando con algo delicioso para cenar.

—Hijo de puta.

Se ríe sonoramente. Tomando sus cosas y avisándole a sus hombres que se van se despide de mí, pero mi pregunta lo detiene.

—¿Tu esposa ya tiene el vientre hinchado?

No he visto a Emma desde que llegué así que no sé cómo se ve en este momento, la última vez que nos vimos no tenía el vientre tan abultado.

—Mi hijo está creciendo muy rápido, tenemos cinco meses y su vientre parece haber crecido el doble en la última semana —revela—. Mañana la llevaré al almuerzo.

—¿Es un niño?

—Sí, nos enteramos hace poco.

—Felicidades.

—Tal vez el tuyo llegue pronto.

—Eso espero.

Sé que Viviana le contó a su hermana, pero al parecer esta no le ha mencionado nada a su esposo y me gusta que sea así. En este momento tengo a todos mis enemigos acumulados y si llegaran a saber que mi mujer está embarazada harían lo imposible para que el nacimiento de mi hijo nunca se diera.

Salgo del lugar y me reúno con Tomazo, Samuel y Fred a la salida de la oficina de Alonso. Necesito llegar al lugar donde nos estamos quedando porque quede de llamar a mi mujer antes de las ocho de la noche y ya se me hizo tarde.

—Eduardo intentó comunicarse hace un rato.

—¿Qué dijo?

—Quiere verse con usted mañana. Usted decide en qué lugar y la hora.

—Poco precavido el niño.

—Mencionó que usted no le haría nada porque sabe que su mujer nunca se lo perdonaría.

Niño inteligente.

Cuando llegamos a las afueras de Nápoles donde está la pequeña cabaña donde nos quedamos entro rápidamente y subo a la habitación que estoy ocupando. Llamo a mi mujer la cual me contesta rápidamente.

—Creí que no ibas a llamar.

—Claro que lo haría, no puedo dormir sin escucharte.

—¿Estás bien?

—No tanto, mi corazón me duele cada vez que Alonso alardea de su mujer embarazada.

Llevo cuatro cinco días en Nápoles y espero volver antes del sábado, ya que tenemos el control de los tres meses y quiero estar allí para ver a nuestro pequeño punto nuevamente.

—Tú también tienes una mujer embarazada que te está esperando.

—Odio no poder alardear de que yo también voy a ser papá.

—Puedes decirle, él ama demasiado a mi hermana así que no creo que se atreva a ponernos en peligro —siento movimientos y deduzco que ya está en la cama—. Además sabe lo doloroso que es perder un bebé.

—No quiero arriesgarme con nadie.

Tal vez debí pensarlo antes de alardear frente a Tomazo, pero este es mi mano derecha uno de los hombres en los que más confió —a pesar de que hace un par de semanas me hicieron dudar— pero no pude evitarlo en ese momento. Nunca había sentido tanta felicidad y debía compartirla con alguien más.

—Es tu decisión y la respeto.

—Cuando pasen los cinco meses podemos decirlo. ¿Te ha dolido algo?

—Los pechos, empiezan a ponerse duros.

—¿Eso es normal?

No investigué sobre eso así que desconozco que tan normal sea.

Cuando la doctora nos informó que si estamos esperando al bebé decidí investigar lo más que pudiera para no ser un ignorante como lo fui con la prueba de embarazo por eso cuando vi el sangrado no dudé en correr hacia urgencias, ya que según mi investigación eso no es para nada normal.

—Sé que a partir de la semana quince puedo empezar a producir leche, pero apenas tengo once semanas.

—El tiempo está pasando muy lento.

—Sí lo creo, quiero tener doce semanas ya, para que lo volvamos a ver.

—Creí que pensabas que era niña.

—Es niña —la escucho reírse.

En lo único que no estamos de acuerdo, ella insiste que es una niña mientras yo estoy seguro de que es un niño.

—No importa que sea, solo quiero que esté bien —murmura.

—Yo también lo quiero.

Una hora después finalizó la llamada porque debe descansar y yo tengo que adelantar una reunión virtual con el ruso, ya que está requiriendo mi ayuda para el ataque que hará a la otra organización que quiere adueñarse de sus rutas.

—Diablo.

—Solo Jasha, somos amigos.

—No creí que dirías eso en algún momento, sé que no confías en nadie más que tu hermano.

—Estás en lo cierto, pero tú, Ronald y Dritan también se han ganado mi confianza.

—Ahora que mencionas a Ronald, ¿aún sigue bajo el mando de la junta?

Ese alemán tiene potencial para gobernar toda la organización de su país, pero aún sigue dejándose mandar por una junta de ancianos que no apartan ni en quince por ciento a su organización.

—Confía en esos ancianos. Yo ya los hubiera mandado a descansar especialmente al bastardo de su tío.

—Espero que se deshaga de ellos pronto, así podríamos trabajar juntos.

Tiene los mejores proveedores de México y Colombia, algo que no he logrado a pesar de que nuestra mafia siempre ha estado primero que la suya.

—Sé que no puedes venir a ayudarme, pero tus hombres son necesarios para esto que voy a hacer.

—No quiero que ninguno de mis hombres muera, ¿Cuántos necesitas?

—Diez. Dritan enviará cinco y con mi ejército será suficiente.

—No has salido de una y te metes en otra.

Hace menos de cuatro meses logró derribar al máximo líder de la Bratva y ahora va a derribar la segunda organización más grande de ese país, ese hombre tiene cojones y muy a mi pesar es el mejor socio que tengo.

—Un millón de euros para cada uno de mis hombres.

—¿Cuánto quieres para ti?

—Solo debes pagarles a ellos, yo me cobraré esto con algún favor.

—No me gusta deber favores y mucho menos prometer algo, pero me has ayudado en dos ocasiones así que aquí estaré cuando me necesites.

—¿Cuánto tiempo tengo para seleccionar a los chicos?

—Dos semanas.

Eso es poco tiempo. Me encargaré de que Leila escoja a los diez hombres, sé qué hará un buen trabajo.

Anoche antes de acostarme le envié un mensaje a Eduardo con el lugar y la hora en que nos reuniéramos.

Llegué al campo con una hora de anticipación y me ubique en un lugar donde pudiera ver todo a mi alrededor, así no había ningún punto muerto por donde me pudieran atacar. Cuando este llegó lo hizo solo y no supe qué pensar de él. Muy idiota o demasiado ingenuo.

—Sé que estás detrás de mi padre.

Fue lo primero que menciono cuando me acerqué a él. No lo negué, es claro que debe tener algún informante y estoy odiando eso porque a este punto Francesco también debe saber que estoy aquí por él.

—No es una sorpresa.

—Yo también lo quiero muerto, pero quiero que mi madre sobreviva.

—No voy a tocar a tu madre.

Esa mujer tiene un historial limpio, lo único malo que ha hecho es seguir al hombre que tiene como esposo descuidando lo verdaderamente valioso que tiene que son sus hijos.

—Quiero tener el negocio completo y que tú, Alonso y yo nos unamos.

—No puedo prometerte esto último —soy sincero, aún no sé si quiero trabajar en este territorio—. Puedes manejar los negocios de tus padres, eres el único heredero, ya que mi mujer está en mi territorio y Emma está con el jefe de los mercenarios.

—Piénsalo, serían de mucha ayuda para mí.

No voy a bajar la guardia en este momento, tampoco voy a prometer algo que no estoy seguro de que haré. Recordando las palabras del hombre que asesine hace casi dos semanas me hace pensar que tal vez la persona de la que hablaba era Eduardo.

—¿Sabías que mi mujer fue acorralada por uno de los hombres de tu padre?

—No lo sabía —dice rápidamente haciéndome sospechar más de él.

—Si descubro que tú tienes conocimiento de las atrocidades de tu padre, no voy a tener compasión —le doy una amenaza clara—. Si mi mujer vuelve a estar en peligro serás el primero en pagar.

—Nunca pondría a ninguna de mis hermanas en peligro.

—Eso es algo que no sé, así que mantente alejado hasta que acabe con tu padre.

Con esto último dicho me alejo de él y regreso con mis hombres que me esperaban junto al auto con las armas listas por si algo llegaba a suceder.

Conducimos hasta el restaurante donde me encuentro con Alonso y su mujer la cual lleva puesto un vestido amarillo que resalta su vientre abultado. Creí que cuando la viera iba a imaginar a mi mujer, pero no es así.

Ellas son completamente diferentes. Emma es demasiado alta, muy delgada, pero mi mujer es bajita y con curvas por donde la mire y eso me encanta.

Hubo una vez que la escuché quejarse de sus piernas, pero es lo que más me gusta después de su trasero.

—Es grande —digo señalando su vientre mientras tomo asiento.

—Va a ser un hombrecito muy grande, como su padre.

—Espero que mi hijo se parezca a su madre porque ella es hermosa.

—Entonces deberías follarla más seguido para que logres dejar tu semilla.

—No digas esas cosas.

Veo como Emma acaricia la pierna de Alonso mientras lo reprende.

—Tranquilo, yo no tuve que esperar cinco años, lo mío ocurrió muy rápido.

—Hijo de p... —se detiene antes de terminar su frase y yo sonrió—. No me digas que tienes una mujer embarazada en otra ciudad mientras estás aquí.

—Lastimosamente me tocó dejarla sola, pero el sábado regreso y no pienso alejarme hasta que nazca nuestro hijo.

—Maldito suertudo —menciona—. Felicidades, un hijo es una bendición.

—Lo sé, pero no queremos que nadie más lo sepa.

Emma le confiesa que ella ya lo sabía, pero estaba respetando la petición de su hermana dejando que nosotros fuéramos quienes le contáramos a él.

—Deberíamos agilizar las cosas —propone.

Mi respuesta murió cuando un fuerte estallido se sintió cerca de nosotros. La ventana de la entrada del lugar estaba rota y vi como un hombre se preparaba para lanzar una granada.

—Cubre a tu esposa.

Corro hacia la salida y caigo cuando la nueva explosión está más cerca de donde estoy haciendo que mis odios empiecen a zumbar y no pueda escuchar claramente lo que se dice. Me pongo de pie y corro hacia la salida donde veo un auto huyendo del lugar.

—Mierda.

Me llevo las manos a mis oídos. Duelen como la mierda al igual que mi pierna que fue herida hace unas semanas.

—jefe.

—Quiero que localicen el maldito auto y el paradero de Francesco, esto debe terminar hoy.

No conté con esto, se suponía que muy pocos sabían que yo estaba en Nápoles, pero mi reunión con Eduardo parece haber sido una trampa anticipada. El hijo de puta quiso reunirse antes conmigo.

—Ese fue nuestro querido cuñado.

—No lo creo, Eduardo está de nuestro lado.

—No confió en nadie.

Me subo a mi auto sin mirar hacia atrás mientras me dirijo a la mansión de Francesco, es una locura lo que estoy haciendo, pero debo hacer que pague lo que acaba de hacer.

No le importó que su hija embarazada se encontrara en el lugar.

—No vayas allí —escucho la voz de Alonso a través de los parlantes—. Jodida mierda, nos vemos en mi bodega.

Cierro los ojos mientras llevo mis manos a mi cabeza que empieza a zumbar por el ruido de la explosión. Cuando me calmo veo como Tomazo no va hacia la mansión de Francesco sino hacia la bodega de Alonso como éste lo pidió.

Jodida mierda. Estuve a punto de morirme y eso no puede pasar, tengo una mujer que me espera en casa y un bebé que debe conocer a su padre quien le enseñara lo bueno y lo malo que tiene este mundo para ofrecer.

—¿Qué fue todo eso?

—Me sorprende que estés tan tranquilo después de que tu mujer y tu hijo estuvieron en peligro.

—No estoy tranquilo, pero no podemos ir a la mansión de Francesco sin la ayuda necesaria.

Dios, me voy a volver loco, quiero acabar con ese hijo de puta. Tuve muchas oportunidades, pero las desaproveché y esta vez no lo haré.

Veo como Alonso prepara varios autos llenos de hombres y armas de todos los tipos, cuando termina me pasa un chaleco y dos glock 19 gen 5 que son parecidas a la que llevo escondida en la cintura.

—Vamos a hacer esto, pero lo haremos bien. Necesitas volver con vida porque tienes a una mujer embarazada que espera por ti.

Me subo en un auto diferente al que llegue y veo por el retrovisor como cuatro Vans negras blindadas que sé que están llenas de hombres y armas que utilizaremos al llegar a la mansión.

—¿Cómo está ella?

Le pregunto a Alonso por su mujer mientras el auto avanza.

—Ilesa, pero asustada.

—Es fuerte.

Nuestros autos se detienen y rodean todo el terreno de la mansión, pero esta parece no estar habitada, ya que no se ven hombres afuera.

—Deben estar esperando por nosotros, así que vamos a dividirnos.

Mis dos hombres y yo trepamos por una pared que nos lleva al segundo piso mientras que Alonso y su mano derecha recorren el primer piso.

La mansión está en silencio, no se ve ningún trabajador y las luces parecen estar todas apagadas.

—Vamos a separarnos, revisen las habitaciones de la izquierda y yo revisaré las de la derecha —informo a mis hombres.

Cada uno con un trabajo asignado nos alejamos. En el primer piso se escuchan los pasos de los hombres que vinieron con nosotros, cuando abro la primera habitación salgo volando y aterrizo en las escaleras llevándome un golpe en la cabeza que me deja casi inconsciente.

—Alessandro.

La voz de Tomazo se escucha lejana y su rostro se ve borroso.

—Todos abandonen el lugar, debemos salir —escucho.

Una nueva explosión se escucha y veo como el segundo piso donde estamos empieza a arder en llamas.

—¡Todo el maldito lugar está lleno de bombas, debemos irnos ya!

Tres hombres me suben sobre una de las Vans y el movimiento de esta hace que el mareo incremente y pierda la consciencia completamente.

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