☠|CAPÍTULO TREINTA Y DOS

Me gusta mucho cuando Ale está conmigo, disfruto mucho su presencia. Con él todo se siente demasiado real, es como si de verdad estuviera sintiendo algo por mí, así como lo siento yo por él.

Su nivel de atención hacia mí es más de lo que puede pensar que tendría. Crecí creyendo que los hombres como él no dan afecto, solo te follan y te mantienen para que le des herederos, pero con Ale todo ha sido diferente.

Ya cumplí dos meses de estar aquí y si me dieran a elegir retroceder el tiempo para casarme con otro hombre, no tomaría esa oferta o tal vez retrocedería el tiempo e intentaría saber más de Alessandro para que así nuestra relación hubiese fluido desde un inicio.

La familia y los amigos de él me han acogido de una manera increíble, han tratado de llenar los vacíos que hay en mí desde que me mude, pero en esto soy muy egoísta, por más que estén junto a mí y me hagan sentir bien, no van a llenar eso. Creo que el lugar de mi hermana, mis amigas y mi madre jamás podrá ser reemplazado.

No digo que no valore sus esfuerzos y me sienta más que agradecida cada vez que llegan al apartamento o me invitan a sus casas o alguna salida, porque lo disfruto mucho, más de lo que posiblemente debería.

—¿Vas a tu clase hoy? —pregunta Ale cuando sale del baño.

Recorro su cuerpo con mi mirada y mis pensamientos son rápidamente reemplazados por deseo. Lleva una toalla envuelta en su cintura y su pecho descubierto dejando a la vista todas sus cicatrices.

—¿Gina irá contigo? —pregunta—. Bianca le dijo a Tomasso que hoy tendrían una salida, ¿es la clase de yoga?

No puedo prestar atención a sus palabras, ni siquiera encuentro alguna respuesta a sus preguntas. Todo su delicioso cuerpo está a la vista y mis manos pican por tocarlo.

—Quieres follarme, lo sé, pero no se va a poner aunque yo también quiera abrirte las piernas y comerte el coño.

—Voy a ir con ambas, aunque después acompañaré a Blanca por unas cosas que necesita.

—Federico y Leila van a acompañarlas, Bianca también lleva seguridad.

—Sí, ¿vas a estar en tu oficina?

Hace un par de semanas lo acompañé a la oficina que tiene en un edificio en el centro y no pudimos hacer muchas cosas, ya que fuimos en la noche y solo follamos hasta que nos dio la madrugada.

—Sí, ¿quieres venir?

—Sí, cuando termine con Bianca pasaré y me quedaré contigo para que regresemos juntos.

—Eso me gusta. Terminaré todo antes para poder tenerte sobre mi mesa un rato.

—No lo creo, mi periodo puede llegar hoy —le recuerdo.

No me hice ilusiones este mes, tal vez tampoco haya sucedido y tendré que seguir esperando e intentándolo hasta que podamos lograr lo que ambos queremos.

—Sabes que eso no me importa, la última vez no me dejaste hacerlo, pero ahora no podrás decir que no.

—¿En serio no te da asco?

Realmente quiero saberlo, sé que ha repetido que es un hombre de coños y que ama llevar su boca a mi entrepierna, pero es muy diferente cuando estoy en mis días.

—¿Te da asco que me corra en tu boca?

Mis mejillas se calientan ante su pregunta y siento pena al instante.

—Nunca te la he chupado —le recuerdo.

—Pero lo harás en algún momento, y espero que sea pronto —acaricia mis labios y luego introduce uno de sus dedos en mi boca—. Quiero sentir el calor de tu boca en mi polla.

Gimo con su dedo en mi boca y siento como mi cuerpo vibra. Para ser honesta desde la primera vez que estuvimos juntos quise llevar mi boca a su polla y hacerlo sentir tan bien como él me hace sentir, pero nunca tomé la iniciativa y él tampoco me lo ha exigido.

—Parece que quieres hacerlo.

Asiento como si él me estuviera haciendo una pregunta. Saca su dedo de mi boca y cuando creí que se alejaría, introduce tres de sus dedos haciendo que la saliva salga de mi boca.

—Gime como lo hiciste hace un momento —pide.

Sus ojos se oscurecen aún más. Observo el deseo en ellos y me veo tentada a arrodillarme y sacar su polla de los pantalones, estoy segura de que ambos disfrutaríamos.

—Pequeña, tu boca está jodidamente caliente.

Introduce más sus dedos, pero mis arcadas lo hacen retroceder. Toso tan fuerte cuando sus dedos abandonan mi boca y mis ojos se llenan de lágrimas.

—Muy hermosa. Quiero amarrarte de la cama y hacerte lo que acabo de hacer, pero con mi polla, quiero saber cuánto eres capaz de tomar.

—Podemos hacerlo en este momento —propongo.

—Esta vez no se podrá, debo estar en una de las bodegas en menos de veinte minutos —dice.

Miro hacia su entrepierna y no pasó desapercibido lo enorme que se ve su polla. Si estirara mi mano podría arrancar la toalla y poder verlo.

—Tus ojos me están comiendo y aunque tengo la polla dura debo contenerme.

—Deberías vestirte —digo poniéndome de pie.

Camino hacia el baño y cuando estoy adentro no me detengo en el lavado, corro directo a la ducha y aunque esté haciendo un frío de mierda, me baño con la temperatura más fría, tal vez así pueda bajar mi excitación.

—Voy saliendo.

Asoma su cabeza y sonríe.

—Recuerda que iré primero a la bodega, si me llegas a necesitar antes, no dudes en llamarme.

—Si termino antes te aviso.

—Voy a estar pendiente del teléfono —cierra la puerta, pero la abre nuevamente—. Cuídate.

—Lo haré —prometo.

Cuando Ale salgo me termino de bañar. Me arreglo rápido y antes de bajar a desayunar envió un mensaje por el grupo que cree junto a Blanca y Gina.

Yo: "Me encontraré con ustedes afuera de la sala".

Blanca: "Me parece perfecto, así nos ahorramos tiempo y puedo tener más tiempo para arreglarme".

Gina: "Yo llegaré contigo Vi, Leila trabajará hoy y aproveche para ir con ella".

Yo: "Está bien, nos vemos en un rato".

Guardo el teléfono y bajo a la cocina donde ya está la señora Giulia terminando de servir mi desayuno.

—Solo seré yo esta vez —le digo cuando veo que pone un plato para Ale.

—Creí que el señor aún estaba arriba.

—Salió hace un rato.

Únicamente me como uno de los panecillos dulces acompañado de un jugo de naranja. Cuando termino mi desayuno regreso a la habitación donde me pongo ropa cómoda para el ejercicio y guardo algo más presentable para cuando vaya a la oficina de Ale.

—Gina —saludo a esta cuando llego al estacionamiento.

—Mi querida y hermosa jefa, es un gusto salir otro día junto a ti —menciona rodeándome en un abrazo.

—Estás loca.

Cuando me libera de sus brazos permito que suba primero al auto y no pasó desapercibido el arma que está en su cintura.

—¿Por qué llevas un arma? —pregunto cuando estoy junto a ella.

—Protocolos y seguridad, debo llevarla.

—Nunca te había visto con una.

—Es porque nunca la dejaba ver, pero está la ropa de hoy me impidió esconderla bien.

—No puedes entrar a la sala con ella, causarás miedo.

—El miedo lo causarán tus guardias.

Miro a las dos personas de adelante y Gina niega señalando la parte trasera donde uno de los autos de Ale nos sigue.

Mientras el auto avanza hacia el lugar, decido enviarle un mensaje a mi hermana, hace varios días no nos comunicamos porque Alonso se le ocurrió la maravillosa idea de que a cinco meses de su embarazo debían tener un viaje, ya que cuando nazca el bebé no tendrán tiempo para eso.

"—Espero estés disfrutando ese magnífico viaje con tu esposo".

"—Como no te lo imaginas. Voy a llevarte algo bonito, ¿tienes algo en mente?"

"No, pero puedes traerle algo a Ale también".

"Ya no te llevaré nada".

"Cuando vaya con Ale a Catania no voy a traerte nada".

"Desgraciada, te llevaré algo y al salvaje de tu esposo también".

"Te lo agradeceremos. No lo llames salvaje".

—¿Estás hablando con el jefe? —pregunta Gina intentando ver mi teléfono.

—No, esa es mi hermana.

—¡Ohhh!, lo siento, realmente soy una metiche.

A veces no sé de qué parte la sacaron, Gina es todo risa y bromas, no parece ninguna hacker tampoco parece que estuviera rodeada de gente mala todo el tiempo.

—Llegamos —menciona Federico—. Revisaré el perímetro para que puedan bajar.

—Me quedaré aquí esperando —menciona Leila.

Pasado cinco minutos, Federico regresa y nos indica que podemos descender del auto porque el perímetro está libre de peligro.

Cada vez que venimos a esta sala de yoga las mujeres se comen a Federico con la mirada y estoy segura de que si él viniera solo lo asaltarían y no lo dejarían ir.

—Llegan tarde —menciona Blanca cuando nos ve ingresar al lugar.

—Justo a tiempo para iniciar la clase de las diez.

—Pienso lo mismo.

Nos registramos como lo hacemos habitualmente e ingresamos al pequeño salón donde nos reunimos las mismas diez mujeres de todas las clases. El hombre que dirige la clase se pone de pie al frente como siempre y nos dirige una enorme sonrisa —empiezo a creer que a él también le gusta Federico, ya que siempre se le queda observando cuando salimos— extiende su tapete y empieza los movimientos y posiciones para que nosotras repitamos.

El hombre es jodidamente delgado, mucho más que yo. Creería que de mi cuerpo se podrían sacar tres de él, además es jodidamente flexible, yo llevo practicando yoga un par de años y no he logrado obtener ni la mitad de su flexibilidad.

—¿Creen que sea gay? —pregunta Gina.

—Yo pienso que está enamorado de Federico.

—Opino lo mismo que Viviana, no aparta la mirada de la puerta cuando Federico se acerca.

—Bueno, aquí todas creemos que es gay y a ustedes dos que le gusta tu guarda. ¿Averiguamos si Federico es gay?

—No lo creo, ya ves que hay mucho machismo en la organización.

Gia se pone de pie siguiendo los movimientos del profesor, pero yo me doy por vencida y me quedo en el tapete tendida a esperar que el ejercicio cambie.

—Ahora cambiaremos a la cobra y nos quedaremos en este ejercicio por cinco minutos.

—Esconde el trasero un poco más —dice el profe acercándose a mí.

—Ojalá lo pudiera hacer, pero es enorme —murmuro, pero al parecer todas me escuchan—. No puedo esconder lo evidente.

—¡Nena, ese trasero lo quisiéramos tener todas, así que enséñalo! —grita una de las mujeres haciéndonos reír al resto.

Cada cierto tiempo cambiamos los ejercicios y nuestros cuerpos empiezan a sudar hasta que nuestra ropa empieza a pegarse a nuestro cuerpo.

—Vamos a estirar para finalizar la clase del día de hoy.

Cuando terminamos recogemos nuestros tapetes, todas las mujeres salimos del pequeño salón seguidas por el profesor que no se limita a acercarse a nosotras.

—Hicieron un trabajo muy bueno, aunque hablaron la mayor parte de la clase.

Ninguna nos perdemos a quien está dirigida su atención, aunque nos esté hablando a nosotras no deja de mirar a Federico.

—Creo que está soltero, pero no puedo asegurar que le gustes —dice Gina.

—¿Qué? —pregunta el entrenador un poco desconcertado.

—Federico, al parecer te gusta.

—No —dice rápidamente.

Se pone nervioso y se aleja de nosotros después de despedirse. Recogemos nuestras cosas y esperamos a que Federico nos indique que el perímetro es seguro para poder subir al auto.

—Yo las dejo, tengo deberes —menciona Gina despidiéndose de nosotras.

Blanca y yo nos dirigimos hacia el lugar donde quede en acompañarla. Cuando llegamos me arrepiento de no haberme dado una ducha.

—Esto es demasiado formal, creo que me hubieses avisado antes de salir de la sala, tal vez me hubiese dado una ducha.

—No importa, no vamos a demorarnos.

—Creí que íbamos a demorar mucho más, entonces le avisaré a Ale que llegaré antes.

—No le avises, iremos también a otro lugar y después almorzaremos.

Terminamos de entrar a la tienda y todo se ve muy elegante. Vestidos de alta costura, zapatos exclusivos, son como esas tiendas a las que iba con mi madre, pero mucho más elegantes.

—Quiero regalarte algo por tu boda, ya que no pude estar allí. Así que elige lo que quieras.

Un regalo de bodas debería ser algo que podamos utilizar Ale y yo, pero esta es una tienda de ropa exclusivamente para mujeres.

—No aceptaré un no, cuando hayas elegido algo después iremos a encontrar algo para Alessandro, así que no te limites —menciona—. Tenemos suficiente para que escojas algo bonito.

—Solo tomaré algo, hace un par de semanas estuve de compras junto a Gina y llevé muchas cosas.

—Pero yo no te la di, así que agarra todo lo que te gusté.

Hace tres semanas invité a Gina para que me acompañara a comprar algunas cosas. Mi madre no pudo enviarme todas mis cosas, así que tuve que reponer más de la mitad de mi closet lo que hizo que la cuenta de Ale tuviera unos números menos.

Camino hacia la zona donde hay algunos pantalones exhibidos que llaman mi atención y escojo un par de ellos blancos para probarmelos junto a dos vestidos rosa que elegí antes.

—Creo que esto también te gustara —me enseña unas camisetas negras y no dudo en agarrarlas.

La tela de los pantalones es fresca igual que los vestidos y no dudo en querer quedarme con ellos. Me quedan bien y aunque son del mismo color y estilo creo que no hay nada malo con tener dos de ellos en mi closet.

—¿Te gustan?

—Los amo. Me quedaré con todo, pero pagaré la mitad.

—Ni lo imagines, yo te traje y te di vía libre para que eligieras.

Cuando Blanca paga todo nos dirigimos a otra tienda y no sé cómo hacen para que cada tienda de este lugar se vea tan elegante y me haga sentir tan pequeña. Compramos dos corbatas y un par de gemelos para Ale.

—¿Qué quieres almorzar?

—Quiero pasta carbonara y un vaso enorme de bona, estoy muriendo de sed.

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