☠|CAPÍTULO CUARENTA
Desde muy temprano intente comunicarme con Ale, pero todos las llamadas se iban a buzón y aun no me ha respondido los mensajes. Se que fue a solucionar algo grande porque de no ser así hubiera mandado a alguno de sus trabajadores, pero ya van seis días desde que se fue y no he hablado con él desde ayer en la mañana y eso me está carcomiendo.
Estar en casa de sus padres no está tan mal, pero deseo estar en nuestra casa junto a él sabiendo que está bien.
—¿Quieres que Cira te sirva algo?
Dejo el libro que tengo en mis manos sobre la pequeña mesa y miro a la señora Vittoria que acababa de hablarme, pero no le he entendido lo que dice.
—Perdón, estaba distraída —murmuro.
—Lo sé, llevas media hora en la misma página, ¿te preocupa algo?
Quiero dejar mis preocupaciones solo para mí, pero esto me está sobrepasando, sé que apenas han pasado veinticuatro horas desde que hablé con él, pero desde que me trajo a su ciudad no habíamos dejado de hablar por tanto tiempo.
—No me he podido comunicar con Ale —murmuro, mi voz se entrecorta y siento como los ojos se me llenan de lágrimas.
—Ay, cariño, te entiendo perfectamente.
Se acerca al sofá donde estoy sentada y me rodea con sus brazos haciéndome sentir más sensible de lo que ya estoy.
—No quiero pensar en esto, pero algo me dice que no está bien.
—Sabe que tú lo estás esperando, así que está bien.
Niego. También intenté comunicarme con mi hermana, pero ella no respondió ninguna de mis llamadas.
Me vi tentada en llamar a una de mis amigas, pero nadie debe saber que Ale está en Campania así que no pude hacer nada y ahora mismo tengo las manos atadas.
—Haré que Cira te prepare algo y yo me intenté comunicar con él, ¿te parece?
Acepto rápidamente su sugerencia, tal vez si ve una llamada de su madre piense que algo ha pasado y así yo pueda saber que él está bien y tranquilizarme un poco.
Cierro el libro y lo llevo a la habitación porque con los nervios con los que me encuentro no soy capaz de leer una sola línea y si lo hiciera no entendería nada porque mi mente solo está concentrada en saber de una persona. Mi esposo.
"¿Sabes algo de Tomazo?"
Le envió un mensaje a Blanca, la esposa de Tomazo, seguramente él se haya comunicado con ella en las últimas horas.
"Desde ayer no tengo comunicación con él"
"¿No te preocupa?"
"Se que está haciendo algo importante, por eso no se ha comunicado conmigo"
"¿Es normal que dure tanto tiempo sin comunicarse contigo?"
Mientras espero su respuesta, la señora Cira pone enfrente de mí un plato con fruta picada, pero en cuanto veo las fresas con la piña no puedo evitar correr hacia el baño.
Descargo todo lo que he comido en el transcurso del día. Cuando supe que estaba embarazada ansiaba las náuseas y todo eso que viene con el embarazo y cuando empezaron las disfrute porque Ale siempre estaba junto a mí. Sostenía mi cabello cuando vomitaba o se despertaba en la madrugada cuando se me antojaba comer algo.
Dios, esto suena loco, estoy hablando como si él no fuese a regresar o como si todo esto hubiese pasado hace años.
—¿Estás bien? —me pregunta Gia.
—Yo creo que está embarazada —menciona Pía acercándose a mí—. Todos estos días la he estado observando y cada vez que come algo corre al baño y descarga todo como si se hubiera intoxicado.
Me acomodo en el piso y les doy una media sonrisa.
—Me descubrieron —menciono—. Pero no pueden decirle a nadie, queremos que el bebé esté más grande.
—Te lo dije, tenía razón, ahora me debes mil euros.
Pía se lanza a mí y antes de que pueda caer a mi lado Gia la aparta y rodea mi cintura con sus pequeños brazos.
—No parece que tuvieran catorce años —menciono.
—Estamos a pocos meses de cumplir quince —dice Pía—, espera, ¿Cuánto tienes?
—Casi tres meses.
La veo hacer cuenta con sus dedos y después sonreír triunfantemente.
—Según las cuentas, el bebé puede nacer en noviembre.
—Nuestro mes, o sea que compartiremos fecha con nuestro sobrino.
Pongo los ojos en blanco mientras las escucho parlotear del cumpleaños de mi bebé que aún no nace.
—Puede nacer en octubre, además aún no sabemos qué es.
Estas niñas me hicieron olvidar por un momento mi incertidumbre. Regreso a la sala donde estaba sentada y reviso mi teléfono dándome cuenta que Ale acaba de enviarme un mensaje.
"No debes preocuparte mucho, estoy bien"
Un simple mensaje no me hará estar tranquila, así que le hago una videollamada la cual rechaza al instante.
"Contesta, quiero verte"
"Estoy en algo importante, te llamaré esta noche"
"No, quiero verte ahora. Si en lo que estás fuera tan importante no me estarías escribiendo"
"No puedo responder ahora"
—Idiota —susurro pero me arrepiento al instante.
Tal vez sí esté en algo importante, pero también puede estar ocultando algo. No creo que me esté engañando, pero si me está mintiendo.
—¿Ya te escribió?
—Usted le dijo que me escribiera —digo de una manera acusadora—. Me están ocultando algo, lo sé.
—Solo está terminando algo allí, regresará pronto.
—¿Pronto? —pregunto carente de gracia—. Se supone que debe estar mañana aquí, así que sus palabras me dicen que él no irá conmigo.
—Viviana.
—Mentiras y más mentiras, ¿creen que soy tan débil como para que no compartan la verdad conmigo?
—Es por el bebé.
Un temblor pasa por mi cuerpo cuando ella menciona a mi hijo.
—¿Qué tan mal está?
—Cariño.
Intenta tocar mis mejillas pero me aparto rápidamente de ella. Vittoria sabía que algo había pasado, pero me lo oculto, no fue sincera y ahora quiere que confié en lo que está diciendo.
—¿Él está muy mal?
Mis ojos pican y sé que estoy a nada de llorar.
—No lo sé, tuvo un accidente.
—¿No fue él quien me escribió?
Niega y no puedo seguir frente a ella, creí que eran diferentes, pero en este mundo del que nos rodeamos es igual. Todo está lleno de mentiras.
—Buenas tardes, Vitto, quiero hablar contigo un momento.
Miro hacia la mujer que habla y aprovecho su llegada para alejarme. Puede quedarse ella con Elettra mientras yo veo que tan seguro es para el bebé y para mí viajar hacia Campania.
Ahora mismo sé que no estoy pensando de una manera racional, pero quiero estar con Ale y asegurarme de que va a estar bien. No confío en las palabras de nadie en este momento y mucho menos en los mensajes que me lleguen del teléfono de mi esposo porque sé que no los está enviando él.
—Viviana, espera —la señora Vittoria me sigue hasta la habitación.
—Puede atender a su invitada, debo hacer algunas cosas.
—No vayas a cometer una imprudencia.
Espero hasta que se aleje. Cometeré la imprudencia más grande, pero después reflexionare sobre esta decisión que acabo de tomar, por ahora necesito llegar hasta donde está él.
Le envió un mensaje a Leila, ella es la única persona que me acompañaría aun sabiendo que en cuanto lleguemos donde está él pueda ser despedida.
☠
Nunca antes había viajado en vuelos comerciales —nunca había salido de Campania hasta que me case con Ale— comprar un tiquete no fue tan difícil, mis tarjetas hicieron posible que comprara dos tiquetes en primera clase que me costó casi diez mil euros cada uno.
Cuando Leila aceptó venir conmigo después de que le insistiera y terminará diciendo que con o sin ella llegaría a Campania, no tuvo otra opción que acompañarme a pesar de las consecuencias.
Estando en el avión le envié un mensaje a la madre de Ale y otro a mi hermana informando hacia donde iba y quien me acompañaba, luego de pulsar enviar apague mi teléfono.
Supongo que cuando apagué mi teléfono todos se volvieron locos, porque cuando aterrizamos en el aeropuerto internacional de Nápoles vi una cara conocida en cuanto salí a la sala de espera.
Alonzo me miraba como si quisiera asesinarme y enterrarme en ese mismo lugar, pero cuando se acercó a mí lo único que pudo decir fue:
—Estás jodidamente loca.
Como no llevaba maleta no tuvimos que estar mucho tiempo en el aeropuerto. El camino hacia la casa de mi hermana se hizo mucho más eterno de lo que ya era, fueron casi dos horas las que estuve en el auto.
—Él te va a despedir, ¿lo sabes?
Alonzo mira a Leila mientras le hace la pregunta.
—Lo sé, pero el señor nos dio una orden antes de marcharse. Todo lo que su mujer pida debe de hacerse.
—Eres imbécil y perdiste la razón —cada palabra de su boca sale más hiriente y fría—. Ahora mismo estamos en una maldita guerra. Guerra que causó que él esté en una cama y tú traes a su esposa embarazada, muy inteligente de su parte.
Llevo mis manos a mi boca ahogando el sollozo que desgarra mi pecho.
La mirada de Alonzo cambia en cuanto me observa.
—Está fuera de peligro, solo estábamos esperando que despertara, pero cuando te vea va a enloquecer.
No puedo arrepentirme de lo que hice. Fueron casi cuatro horas de viaje para poder estar aquí sentados, aún no lo he visto, pero por lo mejor Alonzo me dio un indicio de cómo está él.
—Voy a decirle a alguien que te de algo de comer antes de marcharnos.
Lo veo alejarse mientras mi hermana presiona mi mano antes de poder hablar. Desde que entré a su casa lo único que hizo fue sentarse junto a mí y escuchar como su esposo gritaba órdenes y me regañaba.
—¿Tú lo viste? —ella niega ante mi pregunta—. No he podido salir, desde el atentado que nos hicieron ayer no me he sentido tan bien.
—Lo siento mucho —murmuro—. Debí preguntar como estabas, con esto te estoy estresando más.
—No importa, tú también necesitas estar tranquila.
Mi bebé está bien y el susto que tuvimos quedó en el pasado, eso lo dijo la doctora cuando estuvimos en consulta, pero no puedo negar que esto me está sobrepasando.
Emma me cuenta un poco de cómo ocurrieron las cosas en el almuerzo que estaba tendiendo. Ale hizo más de lo que estaba en sus manos y le pidió a Alonzo que la protegiera mientras él se enfrentaba al peligro que los estaba acechando en ese momento.
—¿Por qué venir hasta aquí? ¿Es nuestro padre el culpable?
—No lo sé, Alonzo no ha querido hablar nada de eso conmigo, pero supongo que sí —mira detrás de mi hombro y sé que su esposo se encuentra ahí—. Sabes que Alessandro le retiró cualquier apoyo económico y no quiso darle algunas rutas y hombres, eso lo tiene furioso.
—Aún no sabemos si mi querido suegro está detrás de todo esto, pero algo deben tener claro —giro para poder mirarlo y me arrepiento.
El hombre es demasiado alto, musculoso y, su mirada grita peligro y oscuridad.
—Si no lo mato yo, lo hará Alessandro y ambos estaremos felices de hacerlo. Nosotros somos hombres malos, pero Francesco es un monstruo y debe pagar por la sangre de los inocentes que llevan sus manos.
Me estremezco de solo escucharlo. Ale ya me había comentado y aunque sentí tristeza en un momento, no puedo hacerme la idiota y decir que odiare a mi esposo por quitarnos a mi hermana y a mí un hombre como él de nuestras vidas.
—Come todo lo que te den, voy a preparar el auto para llevarte hasta donde está él.
Intenté negarme, pero debo alimentarme por mi bien y por el bien del bebé aunque después vomite todo como lo hice en el avión.
Reviso mi teléfono encontrándome con un mensaje de la señora Vittoria.
"Lorenzo preparó el avión, esperamos que estés junto a él para que ambos regresen juntos".
Debieron hacer eso cuando supieron que Ale estaba inconsciente y necesitaba atención. Aquí en Nápoles hay buenos médicos, pero lo mejor es llevarlo a nuestra ciudad —nuestra, porque ahora pertenezco allí junto con él— para que pudiéramos estar pendiente de él.
Termino el plato de comida más rápido de lo que pensé, estaba hambrienta, pero no lo sentía porque mi mente estaba ocupada en otra cosa.
—Deben despedirse aquí, no es conveniente que Viviana regrese sabiendo que el señor Lorenzo viene en camino para llevarlos a ambos a Sicilia —menciona Alonzo.
Me despido de mi hermana sin saber cuándo volveré a verla, con lo que está pasando no creo que viaje pronto a visitarme o que yo regrese aquí.
Al subirme al auto espero que Alonzo conduzca, pero este parece estar perdido en sus pensamientos mientras me observa por el retrovisor. Sostengo la mano de Leila y ella permite que me aferre como si fuera mi último suspiro de vida.
—Debiste esperar Viviana, ya teníamos todo listo para llevarlo a Sicilia.
—No me pidas hacer algo que ninguno de ustedes dos haría —respondo sosteniendo su mirada—. Si algo le llegara a pasar a mi hermana harías lo mismo, al igual que ella, entonces no seas hipócrita.
—Te pusiste a ti y al bebé en peligro.
—¿Por qué todos hablan del bebé? No nos hubiera puesto en peligro si desde el principio me hubieran hablado con la verdad, siempre son puras mentiras y para todo.
—Viviana.
Niego, cierro los ojos y suspiro lentamente.
—Crecí en un hogar donde vi cosas que no debía, escuche mentiras, gritos y aguante golpes, no quiero eso en mi vida o la de mis hijos.
—No creo que Alessandro te esté ofreciendo algo como eso.
—Ya me están ofreciendo mentiras, ¿qué más puedo esperar?
Niega, sé que está frustrado, pero no tiene ninguna idea de cómo me siento yo.
Solo les diré. VOLVIIIIIIIIIIII
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