☠|CAPÍTULO CATORCE

Emma ha parloteado desde que llegamos, solo habla de lo feliz que está en su matrimonio y lo emocionados que se sienten por la llegada del bebe, pero su conversación no logra distraerme y menos olvidar lo que Alessandro mencionó antes de que entráramos al bar.

Tenía la idea de que cuando toda la guerra terminara me iría, pero sus palabras siempre me hacen creer lo contrario.

Cuando sea de él no lograré irme nunca y no lo veo como una mala idea, ya que el hombre dijo que nuestro matrimonio sería como el de sus padres: yo, delante de él, tendrá mi opinión en cuenta y lo mejor es que lo seré todo para él.

—Estoy segura de que de verdad le gustas al hombre, te mira como Alonzo me mira a mí —giro la cabeza para poder ver dónde están los hombres conversando.

Alessandro no me ha perdido de vista desde que llegamos y eso lo sé porque su mirada es bastante penetrante.

—Me mira como todos lo hacen —digo, aunque es una total mentira.

—No lo creo, ese hombre tiene plasmado en la mirada, esa mujer es mía. —eleva sus labios con una sutil sonrisa.

—Si tú lo dices —tomo un poco de mi trago antes de volver a mirar a Alessandro.

—Creo que terminaran enamorados como Alonzo y yo.

—No lo sé, tampoco sé por qué aceptó este contrato sabiendo que no ganaría demasiado —es lo que pienso, el hombre puede terminar con sus enemigos él solo, no necesita de papá.

—Tal vez aceptó porque le gustas —dice mientras mira hacia donde están los hombres—. La mirada que te dirige dice que siente algo por ti.

—Dijo que no me ama y me lo recuerda cada vez que estamos juntos.

—Bueno, considero que está mintiendo.

—Yo no lo creo.

Ignoro sus palabras por un rato y continúo bebiendo margarita, luego de un rato me levanto para dirigirme al baño, pero Alessandro me detiene al instante.

—¿Vas a algún lado? —pregunta, miro a Emma, la cual está sonriendo.

—Al baño, ¿no puedo?

—Claro, no demores.

Pongo los ojos en blanco cuando se hace a un lado dándome permiso para que pueda pasar.

Me miro en el espejo y tengo las mejillas un poco rojas, seguramente las tres margaritas que he tomado empiecen a hacer efecto, no estoy por mucho tiempo en el baño, pero el sujeto que me detiene en el pasillo me está haciendo demorar más de lo que quiero.

—Eres realmente hermosa —trata de acariciar mi cabello, pero se lo impido apartándome.

—Muchos me lo han dicho —menciono.

Trato de continuar mi camino, pero el hombre me sujeta del brazo impidiendo que logre avanzar un poco más.

—Tal vez pueda invitarte a un trago.

—No hay necesidad, puedo comprar uno, ahora deberías soltarme —pido, su toque es repugnante y empieza a lastimarme.

—Oh, vi que estás sola —dice con seguridad.

Su agarre se hace más fuerte e intento zafarme, pero no lo logro, al contrario, empieza a lastimarme mucho más y estoy segura de que dejara alguna marca en la piel por los siguientes días.

—No lo está y te ha dicho que la sueltes —giro hacia donde se escucha la voz de Alessandro y el hombre parece estar enojado.

No, el hombre está más que enojado.

—Podemos compartir a la puta —Jesús, el hombre está labrando su muerte.

—¿Eso crees? —Alessandro pregunta mientras camina hacia nosotros de manera despreocupada.

—Oh, sí, es una gran belleza y no tengo problemas en compartirla.

—Pues yo odio compartir y más cuando se está hablando de mi mujer.

Alessandro golpea al hombre haciendo que este retroceda llevándome con él, intento zafarme nuevamente, pero el hombre parece no importarle que Alessandro lo haya golpeado, ya que ajusta el agarre.

—Idiota —murmura el hombre.

—Debes soltarla.

Mientras yo estoy muriendo de miedo por lo que está pasando, Alessandro está totalmente relajada.

—Acabas de romperme la nariz, tal vez la puta pague por tu acto.

El hombre pone algo filoso en mi garganta y mi nerviosismo incrementa.

—Suéltala —pide, no, exige Alessandro.

—¿Por qué debería hacerlo? Tú me rompiste la nariz, yo me las cobro con la puta.

—Tuviste una opción y no la aceptaste.

Alessandro desenfunda su arma y en un par de segundos dispara haciendo que algo caliente salpique parte de mi rostro y el hombre caiga al suelo sin vida.

Debería moverme, pero no soy capaz, mi cuerpo entra en trance y los recuerdos de cuando tenía nueve años regresan con un bucle.

—Deben de poner a salvo a la señorita Viviana —escucho a uno de los hombres hablar mientras me sacan del auto.

—No permitan que nada le pase.

Mi cuerpo tiembla y mis ojos empiezan a nublarse.

—Esta herida, hay que llevarla a un hospital, no podemos dejarla en ese estado.

—Maldita sea, el don va a matarnos, lo único que tenemos que hacer es cuidar de la niña y resulto herida.

Los puntos blancos empiezan a convertirse negros hasta que pierdo la noción del tiempo.

—Viviana, ¿estás bien? —Alessandro pregunta.

—No lo está, acabas de disparar y eso la pone realmente mal —la voz de Emma se escucha lejana, aunque puedo jurar que se está acercando a mí.

—El hombre la mataría, así que debí hacer algo.

—La mujer tiene un trauma y siempre que escucha un disparo se pone en ese estado —ahora es Alonzo quien habla.

—Mierda —murmura Alessandro.

—Solo mírame a mí, no estás en peligro, ¿me estás escuchando? —asiento lentamente, mis recuerdos empiezan a disiparse.

—Emm... —mi voz sale entrecortada.

—Solo respira, voy a sacarte de aquí.

Los dos hombres se quedan atrás mientras que nosotras avanzamos hacia donde estábamos antes que ocurriera todo esto.

—Lo mato —murmuro cuando nos sentamos.

—Porque te haría daño, era él o tú.

—Creí que moriría allí —mi voz es un susurro.

Aun siento como si el hombre estuviera sujetándome e intentando herirme, mis nervios continúan creciendo, tengo miedo y quiero que los recuerdos del pasado nunca más vuelvan a aparecer.

—Nos vamos —dice Alonzo acercándose a nosotras.

—Es obvio que no nos quedamos aquí con un tipo muerto en el pasillo —menciona Emma—. ¿Cómo es que un hombre como él estaba en tu bar?

—Cumplió con los requisitos para poder estar aquí —menciona Alonzo, se acerca a Emma y la aparta de mí.

—¿Tener dinero? —la voz de Alessandro se escucha aún más gruesa y eso genera dos sentimientos en mí—. Si no hubiera llegado habría violado a mi mujer.

Dios, ha dicho dos veces que soy su mujer y no pasó desapercibido esa palabra, me moja las bragas y hace que olvide un poco lo de hace un momento.

—Esto es horrible, si Alessandro no hubiera llegado le habrían hecho algo a mi hermana —Emma se pone de pie y empieza dar vueltas, típico de cuando está nerviosa—. Aquí nadie está seguro.

—Pero no pasó nada qué es lo importante, ahora debemos irnos.

—Por favor llévala a casa y no permitas que algo así suceda nuevamente —le pide Emma a Alessandro mientras camina junto a Alonzo—. Trataré de ir mañana a la mansión para que hablemos un rato.

Me despido de mi hermana e ignoró a Alonzo, no creo que fuera necesario llevársela casi a rastras del lugar.

—¿Estás bien? —me pregunta Alessandro, se acerca hasta inclinarse un poco para que nuestros rostros estén frente a frente.

—Eso creo, ¿debemos irnos? —pregunto, solo hemos estado menos de tres horas aquí, pero para ser sinceras no quiero quedarme y menos sabiendo que hay un tipo muerto en los pasillos.

—Sí, ¿quieres que te lleve a casa de tus padres? —pregunta.

No vamos a seguir aquí y no creo que Alessandro se moleste en llevarme a otro lugar —por lo que sé, no conoce mucho sobre Nápoles— lo mejor para él sería llevarme a casa, pero en realidad no quiero volver tan pronto.

—Supongo —me pongo de pie, pero al hacerlo tropiezo con la pequeña mesa y debo sujetarme de Alessandro para no caerme.

—Te estoy preguntando si quieres que te lleve —de manera precavida retira mis manos de sus antebrazos como si mi toque le molestara—. Puedo llevarte donde quieras.

—No conoces la ciudad —bueno, tal vez conozca algunos lugares, pero no estoy segura de eso.

—Pero tú sí, podemos ir donde quieras, pero si quieres regresar a casa de tus padres no tengo ningún problema con eso.

Tal vez sea una buena idea no regresar a la casa tan pronto, ya que mi madre e incluso papá me invadirán de preguntas en cuanto llegue.

—Puedo llevarte a Pedamentina San Martino, bueno, tú puedes manejar hasta el inicio de las escaleras.

—Suena interesante, pero, ¿puedes subir escaleras con esos tacones? —pregunta señalando mis pies.

—Puedo quitármelos cuando me sienta cansada.

—Ya está dicho.

Salimos del bar y Alessandro conduce durante cuarenta y cinco minutos hasta Pedamentina San Martino, durante el viaje ninguno mencionó una palabra, pero la incomodidad que sentí la primera vez junto a él se ha disipado completamente.

—¿Cuántas veces has estado aquí? —pregunta cuando descendemos del auto.

—No mucho, no es que haya tenido muchas oportunidades para salir de casa —confieso.

La única vez que me concedieron un permiso tenía diecinueve y cometí un error que aceleró este compromiso.

—Imagino, subamos entonces.

Empezamos a subir las escaleras y cuando vamos por la mitad me detengo.

—¿Estás cansado? —imagino que no, su frescura me hace saber que la única cansada soy yo.

—He caminado mucho más que esto.

—Aún falta mucho, son bastantes escaleras —aseguro.

Por ese motivo y las personas que siempre vienen conmigo, no he subido mucho por aquí, cada vez que subo aquí cuento una escalera más, la última vez que vine conté doscientas cincuenta.

—No tengo problema, quiero conocer los lugares donde mi mujer ha estado.

Dios, si sigue diciendo esas dos palabras, no dudaré en abrirle mis piernas en este precioso momento y entregarle mi virginidad sin importar el lugar donde estamos.

—Continuemos entonces.

Me giro para poder ocultar mi rostro y que esto no delate mis pensamientos.

¿Cómo es que hace una hora estaba muriendo de miedo porque asesinaron a un hombre junto a mí y ahora estoy queriendo entregarme a este hombre sin importarme el lugar donde estamos?

—Cuéntame sobre ti, ayer dije muchas cosas de mí y aún no sé mucho sobre ti.

—Sabes que amo derrochar dinero —ironizo, aún no puedo creer que el hombre piense eso de mí.

—Me dejaste claro que no te gustan los lujos —dice.

—Pero ayer estabas muy seguro de eso.

—¿Por qué te asustaste tanto? —Cambia nuestra conversación al instante.

—Es normal asustarse cuando un hombre acaba de ser asesinado junto a ti —la temperatura empieza a ser más baja y mi abrigo no parece ser suficiente.

—Escuché que tenías un trauma.

—Ujum.

—¿Cómo sucedió?

No respondo hasta que llegamos al final de las escaleras y empezamos a divisar la ciudad desde aquí. Realmente amo este lugar, las luces hacen ver a Nápoles aún más hermoso.

—Aún no me respondes —Dice acercándose a mí, pero se detiene a unos centímetros guardando una distancia prudente.

—Cuando tenía nueve años nos hicieron un atentado cuando me dirigía al colegio.

—¿Quiénes?

—¿Quién hizo el atentado? Solo lo sabe papá.

—¿Saliste herida?

—Casi muero —la sorpresa brilla en sus ojos—, pero estoy viva como puedes ver.

Trato de bromear, pero es imposible hacerlo con algo así. No puedo escuchar un disparo porque entro en crisis y siento que regreso a ese día.

—¿Qué hizo tu padre?

—No lo sé, solo tenía nueve años y estuve por un mes en el hospital, cuando salí no pude volver al colegio.

—Espero que tu padre haya hecho algo, yo no estaré tranquilo sabiendo que los hombres que hirieron a mi mujer andan como si nada.

—No deberías llamarme así —susurro, mis bragas están completamente húmedas y no debería ponerme así por esas dos palabras.

—¿Cómo? —pregunta— ¿mi mujer? Eso es lo que eres, bueno, pronto lo serás, así que debemos adaptarnos.

—¿No crees que es hermoso? —desvió la conversación, no quiero confesarle que sus palabras me mojan las bragas.

—Pienso lo mismo, no dejo de admirar tu belleza —menciona sin apartar su mirada de mí—. Desde la primera vez que te vi he pensado en lo hermosa que eres.

—No hablaba de mí, hablo de la ciudad —aclaro—. Desde este punto se ve muy hermosa.

—Pero yo hablo de ti, Viviana.

Los hombres en la mafia no pueden ser considerados románticos, pero Alessandro está cambiando mis pensamientos hacia ellos, bueno, más bien mis pensamientos hacia él.

—Cada vez que haces silencio tus mejillas se ponen rojas y creo saber lo que pasa por tu mente.

¿Me descubrió?

—No sé qué es lo que crees que estoy pensando.

—Tal vez mi mente se esté yendo a otra parte.

Tal vez nuestras mentes estén sincronizadas y ambos queremos lo mismo, pero no voy a decirle a un hombre que apenas conozco que solo escucharlo hablar me hace querer acostarme con él.

Un gemido salió de mis labios y veo un intento de sonrisa en sus labios. Perfecto, me ha descubierto.

—Deberíamos bajar, empieza a hacer mucho frío.

El hombre me ignora y se acerca a mí más de lo que hemos estado, sus manos rodean mi garganta y hace que incline mi cabeza para poder verlo.

—Voy a besarte.

Él no quiere besarme, él va a besarme y no estoy haciendo algo para impedírselo.

El tiempo empieza a pasar muy lento y mi cuerpo tiembla de anticipación, sus labios tocan los míos y las chispas electrizantes que siempre he imaginado, las empiezo a sentir.

Los labios del hombre son suaves, pero la cicatriz que hay en ellos hacen que una parte de ellos se sienta áspera y me gusta eso, el frío que sentí hace un momento empieza a quedar atrás gracias al calor que empieza incrementar.

¿Se sentirá igual si besa cada parte de mi cuerpo?

Dios, no quiero que este beso termine nunca, pero mis ganas de tocarlo hacen que mi deseo no se cumpla.

Mis manos quedan en el aire sujetadas por él.

—Sin tocar —el interrogativo debe mostrarse en mi rostro, ya que aclara—. No permito que me toquen.

—Entonces no me beses.

Muero por tocarlo, pero resulta que no lo puedo hacer.

Después de algunas semanas he regresado, como lo he comentado en mis redes y los grupos, las actualizaciones serán todos los lunes y el maratón queda para cuando el libro tenga las primeras 100k de lecturas.

Para adelantos de este libro, los ya publicados y los próximos a ser publicados pueden seguirme en mis redes sociales |Instagram|TikTok|Twitter|Threand| donde aparezco como Leidygm18.

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