❂ Capítulo 1: Entregando la inocencia ❂
1938 – Territorio coreano.
—¡Oraboni! —el grito de su hermana resonaba por toda la vivienda—. ¡Eres muy malvado! ¡¿Dónde te escondes?!
El mayor de los hermanos se reía en silencio, podía ver a la chica desde la posición en que estaba, pero ella no a él. Le había hecho una pequeña jugarreta.
Había manchado con tinta de papel uno de sus vestidos y sobre este puso la frase "es muy feo, no te lo pongas" en coreano. Su padre, Kim Heoseol, les había dicho que dentro de la casa solo se hablarían en coreano, escribirían en coreano y seguirían las costumbres coreanas más pequeñas que no causaran revuelo. Bien se sabía que desde 1910 Japón se había apropiado del territorio coreano, volviéndolo solo otra región más bajo su mano.
A ninguna nación occidental le importó esto, si vivías en Londres, Paris o en Madrid, sin duda no te importaría saber que un país había tomado control de otro sin realmente mucha fuerza, te preocuparías más por preparar buenos bocadillos para tus visitas.
Bastante insensible.
Heoseol se había encargado de hacerles ver a los demás que sus hijos eran fervientes partidarios del régimen japonés cambiándoles el nombre. Kim Taehyung, el mayor, había pasado a llamarse Tanaka Shuichi y la menor, Kim Seolji, ahora era Tanaka Akiko.
Para cualquier japonés que preguntase esos eran sus nombres, pero para los coreanos seguían manteniendo sus orígenes. A Taehyung realmente no le gustaba esto, pero tenía que aceptarlo si no quería tener problemas a futuro, un buen nombre japonés podía asegurarte un buen trato en la escuela, poder adquirir un título universitario o poder salir del país cuando fuese mayor.
—Oraboni –volvió a llamar la pequeña—. Si no sales voy a comenzar a llorar.
Taehyung ocultó una risa con la sucia estrategia de su hermana.
—¡Bien! cuando madre llegue le voy a decir —expuso con firmeza, lo que logró hacer que su hermano saliese del armario y se enfrentara a ella.
—No lo hagas.
—Eres muy malo —le acusó—. ¡Era de mis vestidos favoritos! Ahora no tengo que ponerme el día de mi cumpleaños.
La expresión de la joven pasaba del enojo a las lágrimas y de regreso más rápido que un ferrocarril.
Taehyung apretó en su espalda el paquete con más fuerza. Era cierto que había arruinado el vestido favorito de su hermana, era de un adorable amarillo con flores estampadas en los bordes de la falda, era de una sola pieza y no tenía mangas, pero ya era muy viejo, fue un regalo de su abuelo antes de fallecer 3 años atrás, tal vez esa también fue una de las razones por las que lo usaba muchas veces. Era como volver a estar cerca del abuelo.
Pero Taehyung no tuvo piedad, el pobre vestido ya merecía pasar a mejor vida, sus colores se habían vuelto opacos, algunas se las flores se habían raspado y el tul blanco que se ocultaba en el interior ya empezaba a transparentarse.
Una jovencita que pronto cumpliría 14 no podía seguir vistiendo eso, por muy regalo que haya sido, hasta el abuelo habría estado de acuerdo con Taehyung en deshacerse del montón de tela vieja y en penosa situación.
Para comprar uno nuevo le había costado bastante, desde ayudar a pintar las casas de sus vecinos hasta trabajar en la tienda del señor Song los fines de semana para recolectar el dinero. Su madre le había ayudado con una pequeña cantidad, pero en realidad había sido solo caridad de último momento ya que ella se encargó de convencer a la señora Hao, dueña de la tienda de ropa que quedaba cruzando el rio Han, de guardar el vestido exclusivamente para que Taehyung pudiese comprarlo.
Le mintió a su hermana varias veces sobre que el dinero ahorrado en realidad era para comprar una nueva bicicleta y que por eso se negaba incluso a darle para un dulce.
—¿Solo te quedaras callado? ¿ahora me odias?
Taehyung tuvo que aguantarse cualquier respuesta burda porque su hermana no sabía sobre la realidad de todo, la amaba demasiado como para hacerle las bromas que le hacía cuando eran niños, pero sí podía hacerla aprender una lección, no lo dudaría.
—¿Me dejaras hablar?
—¡No! Eres muy malo —continuó rezongando con lastimeros chillidos.
—Ey, me duele mucho verte así, no puedo estar con una hermana tan fea —la cara de Seolji fue una pintura cuando escucho las palabras, por lo que se apresuró a arreglar todo para por fin entregarle el regalo—. Un vestido feo hace que una niña sea fea, no puedo permitir eso cuando cumplas 14.
—¿Eh?
Taehyung sonrió por fin.
—Eres muy bonita, Seolji, no puedo permitir que tu belleza se arruine con un viejo vestido —extendió el paquete hacia ella, el vestido estaba envuelto en un papel café y amarrado con lazos de cordel—. Feliz cumpleaños, Seolji.
—Eres un demonio —dijo ella tomando el regalo—. Y te amo por eso, hermano.
El carro dio una sacudida al pasar por un bache haciendo que Seolji se despertara. A diferencia de Taehyung ella pudo dormir un poco en el largo camino, pero en ningún momento se separaron.
Cuando los japoneses fueron a sus colegios buscando apoyo de las jóvenes mujeres para trabajar en el ejército y ayudar a los soldados como enfermeras, a Taehyung no le pareció nada malo, respetaba la decisión de las pocas chicas que se habían ofrecido voluntarias, pero ellos dos, al igual que más de la mitad en esa camioneta no estaban ahí por voluntad propia.
Soldados japoneses habían tocado a su puerta un par de días atrás, buscaban muchachas jóvenes que fueran capaces de trabajar de enfermeras y ayudantes del ejército, la madre de ambos, Kim Minhee, se había ofrecido ella, pero fue apartada al aparecer Seolji cargando un gran ramo de margaritas en los brazos. Entonces Taehyung lo supo, realmente no buscaban mujeres, buscaban niñas.
No le dieron suficiente tiempo a su hermana de empacar, le dijeron que en el campamento le darían todo lo necesario, ropas bonitas, comida saludable, tratos humanos, pero fue todo lo que Taehyung necesito para ponerse un vestido largo de su madre, un pequeño sombrero y pintarse un poco los labios, no necesitaba ser genio para entender que no lo recibirían a menos de que vieran que era mujer.
Su madre no pudo decir nada, se fueron demasiado rápido como para que pudiera armar algún numerito, pero la pobre mujer también estaba aterrada, su hija menor era llevada por militares japoneses a no sé dónde y de alguna forma la idea de que su hermano mayor fuera con ella la calmaba un poco. De quien no pudieron despedirse fue de su padre, no estaba en casa cuando fueron buscados, Taehyung deseaba poder haberle dicho algo, conociéndole, él sí que habría delatado al muchacho.
—¿Ya llegamos? —preguntó Seolji en un susurro que solo su hermano escuchó.
—Pronto, ya verás que no falta mucho.
Hacia muchas horas atrás que había visto como cruzaban por la frontera entre corea y china, empezaba a tener un mal presentimiento. Primero fueron en pequeñas camionetas donde solo cabían 6 personas, después se sintieron abrumados al subirse a grandes vagones de carga en el ferrocarril que cruzaba Seúl con Chuncheon, ahí pudieron ver que eran bastantes mujeres, las más pequeñas debían de tener entre 13 y 14 años, no muy diferentes a Seolji.
De las mayores algunas vestían hanbok, otras contaban con camisas elegantes y faldas largas –parecida a la ropa que traía Taehyung–, las más jóvenes contaban con vestidos aniñados, a leguas se podían reconocer sus edades.
¿Por qué razón necesitarían chicas tan jóvenes? A duras penas esas muchachas podían poner un vendaje.
Al final terminaron en una gran camioneta donde habían apiñado al menos a unas 12 o 13 chicas. Taehyung estaba apoyado en la parte que separaba al conductor del tratero, Seolji estaba sentada en su regazo y mantenía apoyada la cabeza en su pecho, él podía no ser muy alto y era de cuerpo más bien delgado, pero comparado con su hermana o el resto de las chicas ahí, se veía bastante mayor.
El sonido del campamento aumentaba conforme se acercaban, Taehyung estiro un poco el cuello para poder ver a donde se dirigían.
Era un tipo de fábrica muy grande, con un montón de carpas y casetas de madera a su alrededor.
—Venga, abajo todas —habló un soldado cuando se detuvieron dentro del campamento.
Taehyung tuvo una mejor vista al estar por fin fuera de la camioneta, el lugar era enorme, había soldados marchando de aquí allá, se podían escuchar disparos a los lejos y el clima era algo caluroso, pero había un sonido que desconcertó al joven y probablemente a las mujeres adultas que iban a su lado, gemidos.
Se quedó un momento parado mirando a algunas ventanas bajas de la fábrica donde se podían ver a militares teniendo sexo con mujeres, el ruido que hacían se escuchaba bastante claro desde donde estaban a solo unos 10 o 15 metros.
—Oraboni —murmuró Seolji a lo que Taehyung rápidamente le tapó la boca ocultando la vista con su cuerpo.
—No mires —acarició su cabello y la ocultó en su pecho, pero el sonido era alto y reconocible, como una sinfonía lasciva que no se podía apagar—. No puedes seguir llamándome así, ahora soy Noona ¿entiendes? —le dijo con suavidad, tratando de que nadie más lo escuchase.
La joven asintió con la cabeza.
—¡Todas las mujeres nuevas vengan por acá! —avisó un soldado.
Fueron escoltadas por 2 soldados más a una enorme carpa blanca, Seolji no se separó de su hermano en ningún momento mientras caminaban. Taehyung ahora realmente sospechaba de la razón por la que estaban aquí, pero no podía ser imprudente, un paso en falso y podían terminar muertos los dos.
Dentro de las carpas había médicos, pusieron a las mujeres en fila y les pidieron quitarse la ropa para una revisión. Las mujeres se sorprendieron por esto, pero después de unas duras palabras de un par de soldados empezaron a obedecer, parecía ser que los médicos eran más pasivos, incluso se les veía obligados a hacer esto también, al menos la mayoría.
Seolji se encogió sobre el pecho de Taehyung quien siguió abrasándola, estaban en problemas, si descubrían que él era un hombre no dudarían en pegarle un tiro en la cabeza, conociendo lo cínicos que eran los japoneses no dudarían en colgar su cuerpo como muestras de lo que pasaría si desobedecían.
Tenía que pensar algo rápido.
—Venga no tenemos todo el día —les gritó un soldado a ellos dos que eran los únicos quienes no se estaban desnudando.
Taehyung se agachó un poco agarrando a su hermana por los hombros.
—Escucha —comenzó a susurrarle agudizando un poco la voz solo por si algún soldado o medico lo alcanzaba a escuchar—. Estarás bien, no permitiré que nada te pase, obedece a los médicos que yo te cuidare desde atrás.
—¿Y qué pasará contigo?
—Estaré bien, pensaré en algo, vamos, ve —terminó dándole pequeños empujones hacia el grupo de mujeres.
—Oye —un médico se le acercó—. Tienes que desvestirte para la revisión, no puede haber excepciones.
—¿Puede revisarme en privado? Soy muy tímida —fingió voz de mujer y ocultó parte de su cara bajo el gran sombrero.
—Lo siento, no puedo hacer eso.
—Por favor —comenzó a susurrarle lastimeramente—. Es que tengo una marca de nacimiento en la espalda que no quiero que los demás vean.
Eso no era una mentira realmente, porque Taehyung si tenía una marca de nacimiento en la parte baja de la espalda, de una forma alargada parecida a un corte que en realidad nunca se hizo, pero solo fue una excusa para no ser descubierto, por lo menos hasta que lograse pensar en algo más.
Lo que no se esperó fue que el médico en un movimiento rápido le quitara en gran sombrero que llevaba consigo. El alto hombre se quedó sorprendido ante el joven, le costó un poco reconocer que era varón, mas por la manzana de Adam que por su cara, ya que la belleza del muchacho era exquisita.
Rápidamente le puso el sombrero y agarró fuertemente su mano para salir a paso firme de la carpa médica.
—Haz venido a una muerte segura —le murmuró el doctor mientras cruzaban por un pequeño campo hacia unas casetas de madera donde debían de guardar suministros y demás insumos.
—Wow, wow, doctor Hashimoto ¿A dónde va tan apurado? —le detuvo un insolente soldado, echó una rápida vista a la persona con la que estaba, Taehyung bajó rápidamente la cabeza y se ocultó en su espalda, era bastante más bajo que el medico a pesar de ser alto en comparación de su hermana—. Oh ya veo ¿es de las nuevas?
—Sí, voy a hacerle la revisión en privado.
—Oh, vamos, doc, yo sé revisar no es lo único que harás, probaras la carne fresca antes que los demás ¿verdad? —Taehyung sintió como el agarré en su muñeca se hacía más fuerte, supuso que era porque el doctor estaba nervioso, pero ¿por qué? Después de todo trabajaba para ellos, poco le debería de importar unas cuantas palabras obscenas—. Vaya, doc, diviértase.
El medico solo asintió y reanudaron su marcha, logrando llegar a la casucha sin más bloqueos. Ahí, el doctor cerró detrás suyo y Taehyung pudo soltarse de sus garras.
—¿En qué has pensado al venir aquí disfrazado? ¿eh? Si los soldados se enteran te mataran.
—¿Les dirá? —preguntó ignorando lo alterado que se mostraba el doctor.
El hombre lo miró de arriba abajo y suspiró pellizcándose el puente de la nariz.
—¿Cómo te llamas?
—Kim Taehyung —respondió sin duda un poco tímido en mitad de la estancia.
Había cajas, sacos y estanterías con botellas y demás objetos que supuso debían ser de los médicos.
—Eres coreano —murmuró para sí mismo, el doctor lo miro en una mezcla entre sorpresa y tristeza—. Si fueras completamente japonés no te preocuparías por mí.
—Sí, soy coreano, pero a mí no me pasará nada, tú en cambio estas en muchos problemas.
—Lo sé, yo solo... tengo que proteger a mi hermana —le confesó sin pensarlo mucho, todos los coreanos estaban en la misma situación, obligados, oprimidos, abusados y desprestigiados, si quisiera delatar a Taehyung lo habría hecho delante de los soldados.
—¿Que les dijeron?
—¿Eh?
—Cuando los trajeron aquí ¿Qué les dijeron los militares? —preguntó el hombre.
—Que trabajaríamos en fábricas para hacer uniformes y como enfermeras para los soldados.
El gesto del doctor fue agrio, como si al igual que Taehyung ya supiese que era una vil mentira.
—Solo quiero cuidar de mi hermana, no entiendo que está pasando y no nos han dicho mucho, por favor —se acercó intentando tomarle de las manos—. Trabajaré duro, puedo hacer cualquier cosa, aprendo rápido, por favor.
El doctor suspiró.
—No se trata de hacer uniformes, muchacho —el rostro de Taehyung se puso tan pálido que el doctor pensó que se desmayaría en cualquier momento—. No me gusta ser parte de esto, al igual que ha ustedes me han obligado a estar aquí, pero trato de cuidar de todas l-
—¿Qué hacen? —le interrumpió, el hombre tardo tanto en responder que Taehyung alzó la voz—. Dime que hacen aquí.
—Sexo —dijo sin más—. Traen mujeres coreanas, tailandesas, chinas y filipinas para que los militares tengan sexo con ellas, las llaman mujeres de consuelo.
Taehyung se quedó rígido y con la mirada caída. Abusarían de su hermana, una y otra vez, le quitarían su inocencia y su dignidad, no sería nada más que carne para satisfacer los placeres de los sucios hombres japoneses.
—¿Ahora entiendes? Puedo esconderte hasta que nos movamos a Shanghái y así puedas regresar a corea, pero no puedo hacer nada por tu hermana.
—No –dijo apretando los puños—. No puedo permitir eso, es solo una niña, cumplió 14 hace unos días... es solo una niña.
—Lo siento, chico, yo no pongo las reglas aquí, solo trato de cuidar lo más que puedo de ellas.
—¿Y si fuera tu hermana? —arremetió con palabras bruscas—. ¿O tu hija? No puedo dejarla aquí... le robaran su luz.
El doctor se quedó callado unos segundos, movía la boca intentando articular alguna frase que calmara al joven, pero nada llegaba a su cabeza. Tenía razón en pensar que él también intentaría hacer algo si la chica en aquella carpa médica, totalmente aterrada y sola, fuera su hermana, pero ya había hecho algo por su madre y lo único que recibió fue una casa en llamas y un cadáver.
—Mira-
Un grito interrumpió cualquier intento del doctor por dialogar con el muchacho, en cambio Taehyung supo quién era la dueña de aquel llamado de emergencia.
Él intentó llegar a la puerta, pero el medico se puso en su camino evitando que saliese.
—¡No! espera, te mataran si te descubren.
Taehyung no se ando con rodeos y agarró con fuerza el cuello de la bata del médico, acercándole más a él, no podía realmente levantarlo del suelo ya que este era mucho más alto que él y probablemente más fuerte.
—Escucha, me importa una mierda si tu preferirías entregar a tu hermana, yo no soy así.
Lo apartó de un empujón logrando salir de la caseta.
A unos 20 metros estaba el grupo de mujeres, más bien, se marchaban en fila siguiendo a un par de soldados mientras que su hermana estaba rodillada del suelo siendo arrastrada por otro militar. Ya no llevaba la ropa con la que llegaron, ahora traía una sencilla batola blanca que le llegaba hasta las rodillas y no tenía mangas.
—¡Vamos! Muévete de una vez, no estoy para juegos —le gritaba el soldado jalando el brazo de la muchacha mientras ella lloriqueaba y pataleaba, la sola imagen hizo que la sangre de Taehyung hirviese.
—¡Seolji! —gritó corriendo hacia el militar y empujándolo de un golpea.
—¡Oraboni! —el nombrado rápidamente se puso de pie yendo donde su hermana.
—Shh, ya estoy aquí, ya estoy aquí —siseaba Taehyung para calmarla, arrullándola entre sus brazos y acariciándole el cabello.
—¿¡Pero que mierda es esta!? —gritó el soldado en el suelo, sacando su arma y apuntando al joven.
El doctor a lo lejos comenzó a correr intentando pensar en algo rápido.
—Mierda, lo matará, en serio lo hará —susurraba para sí mismo.
Ese pequeño espacio de campo se volvió un caos repentino, por una chica que no dejaba de llorar, un muchacho que intentaba hacer que parara, un soldado soltando improperios y un doctor corriendo para intentar detener un desastre.
Pero el disparo que sonó no vino del soldado en el suelo, sino de la intimidante persona que hizo presencia en el escenario. Y de repente todo era silencio, Seolji ya no lloraba y se mantenía oculta en el pecho de Taehyung, quien también se mantenía callado, el militar bajó el arma mirando a quien había hecho acto de presencia y el doctor se había detenido a solo unos metros de distancia de todo el caos.
Taehyung se asomó de entre la maraña de pelo que le caía por la cara y vio que la persona frente a ellos no era un simple soldado, lo delataba el sombrero, el uniforme, incluso las insignias en su pecho gritaban su rango.
Ese hombre podía matar a todos ahí mismo sin un ápice de piedad ni remordimiento.
—Doctor Hashimoto —el mencionado se crispo ante la gruesa voz del comandante—. ¿Podría acompañar a la jovencita a una de las camas del ala de emergencia? Tal vez necesitara un sedante para calmarse.
—S-sí señor.
Tardó un par de segundos en llegar hasta los jóvenes, pero fue Taehyung quien apartó la mano del médico que pretendía agarrar a su hermana.
—Solo intento ayudar –le susurró.
Para sorpresa de ambos fue Seolji quien habló.
—¡Me quiero quedar con mi hermano! Por favor.
El alto doctor ante las palabras pegó sus ojos en el comandante, buscando nuevas órdenes y deseando para sus adentros que lo siguiente no fuera un tiro en la cien.
El mandamás hizo un gesto desinteresado con la mano, queriendo decir que los dejara ser.
—Me siento bastante ansioso cuando un nuevo grupo de mujeres llegan, pero oh hace tiempo que no teníamos un escándalo como este.
—Mi señor —comenzó el soldado parándose a su lado, con el arma en alto, listo para descargar.
—Calma, hombre, parece que tendremos que hablar con este par en privado ¿nos escoltarías? —la voz del hombre era gruesa, profunda, pero hablaba con mucha calma y suavidad, como si no quisiera asustarlos.
–Sí, señor.
El medico intento ayudarles a levantarse. Esta vez Taehyung aceptó su mano, manteniendo bien sujeta a Seolji y apartándose del hombre apenas estuvieron de pie.
—No es necesario que venga, Doctor Hashimoto, puede regresar a sus labores comunes.
Taehyung le vio apretar la mandíbula, luego bajó la cabeza y asintió—. Sí, mi general.
El mandamás sonrió con complacencia e hizo un gesto con la mano para guiar al par de niños.
La corta caminata fue silenciosa, pero en nerviosismo y la incomodidad era palpable. En un momento habían pasado por un lado de la fábrica con puertas tapadas por cortinas donde se escuchaban los gemidos de hombres y mujeres, algunos demasiado fuertes y horribles como para ser ignorados por completo.
Taehyung no permitiría que Seolji terminará en uno de esos cuartos.
El soldado dio paso a una gran carpa que obviamente pertenecía al general de esta división. Adentro podía ver una sola cama, una mesa con varias sillas, otra mesa más grande con objetos arriba que simulaban un campo de batalla y un par de estanterías metálicas con hojas y cajas. Le sorprendía ver que la tierra del suelo estaba cubierta por una amplia alfombra marrón.
Todos entraron, el soldado quedándose parado frente a la entrada cubierta por una lona, los niños en mitad de la estancia sin separar un centímetro y el general tomando una silla para sentarse frente a ellos.
—Un muchacho disfrazado de mujer, esto parece una tira cómica del periódico —comentó el mayor—. Primera vez que veo algo así —Ninguno dijo nada—. ¿Qué haré con ustedes? Tal vez fusilarlos, sería lo más rápido e igual tendría una buena noche de sueño —comentó para sí mismo, Taehyung instintivamente apretó la mano de su hermana—. Tal vez puedo dejar a la niña con las demás y a ti... no me vendría mal tener un esclavo con el que desquitarme.
—Señor- —comenzó el joven, pero pronto se vio de rodilla al sentir el fuerte golpe del soldado detrás de él.
—Orab-
—Quieta —le advirtió el general—. Querida, coge una silla y siéntate, por favor.
Seolji miró a su hermano, buscando asustada, recibiendo un asentimiento rápido y casi imperceptible. Ella se acercó a una de las sillas sobrantes y todo asiento, muy rígida y con las manos sobre las rodillas.
El general regresó su atención al muchacho ahora incido frente a él. Se cruzó de piernas y con la punta de su bota militar levantó su mentón para que le observase. Tenía una particular belleza, con su piel joven y limpia, sus labios rosas, las pestañas largas y aquel contorno fino que marcaban su mandíbula y pómulos abultados. Era un muchacho hermoso, nadie se atrevería a decir lo contrario si lo tuviese de frente.
—Hermoso —susurró el mayor—. No me sorprende que nadie notara que era un hombre... hasta ahora. Hay personas como tú en los burdeles de Taiwan ¿Sabes? Jóvenes lindos que se visten como damas y atraer a depravados que caen sus asquerosos trucos.
Taehyung no supo por qué razón sus palabras le hicieron temblar, tal vez era porque en realidad no lo decía con asco, como quería que pareciese, sino con deleite. En ese momento, el miedo por fin comenzó a aflorar en él.
Estaba frente a alguien que podía hacer algo peor que ponerle una bala en la cabeza.
—Pero tú no eres como ellos, tu no usas trucos, solo existes —las comisuras de sus labios se curvaron, mostrándose complacido por los pensamientos que tenía—. Lastimosamente no estamos en Taiwan, así que hasta aquí llegó tu pequeña aventura —el traqueteo del arma siendo sacada de su cinturón alertó a Seolji, quien se levantó alarmada. Si no fuese porque el soldado la agarró oportunamente aún lejos del joven arrodillado, ella habría llegado hasta él.
—Cavo —llamó con firmeza—. Llévela con las otras, puede usarla si quiere, tómelo como un agradecimiento por-
—¡No! —gritó el menor. En sus ojos casi brilló la muerte cuando el general encogió el dedo sobre el gatillo, bastante listo para disparar. Apretó los ojos con fuerza e inclinó la cabeza antes de bajar la cabeza sumisamente—. Usted dijo que soy hermoso... —el hombre alzó una ceja interesando por las palabras del muchacho—. Entonces permítame cambiar lugar con mi hermana.
Un corto silencio antecedió a la gran carcajada que soltó el mandamás, dejando caer el arma despreocupadamente sobre su regazo y encogerme un poco la risa.
—Hoy ha sido un día muy interesante...
—Hablo en serio.
—Yo también —respondió el mayor quitando la sonrisa—. Un hombre de consuelo, eso es un buen chiste, pero nada más que eso.
—Dijo que soy hermos-
—¿Y qué? ¿Acaso medio mundo no lo es?
Taehyung se sentía asquerosamente humillado, pero si quería proteger a su hermana de lo que esos barbaros intentaban hacer, no tenía más opción. Luchaba o moría.
—Otros piensan igual que usted —siguió—. Tal vez ellos, ansiosos, no dudaran en... —la palabra se atraganto en su garganta, oh si su padre le escuchase hablar de esa forma, sin duda no le dirigiría la palabra el resto de su vida. Solo era un joven de 16 años tomando decisiones que ningún adulto siquiera se lo pensaría tanto. Obviamente sería un rotundo no.
Cualquiera elegiría la muerte para mantener su cuerpo y honor limpios, pero a él no le importaría, si al final del día su hermana seguía estando sana y salva, lo demás no le importaba, ni siquiera su carne.
—¿En qué?
—Tomarme... usarme —corrigió.
—¿Sabes que lo que ofreces tiene un nombre? —se estaba divirtiendo, estaba escarbando en la poca dignidad que le quedaba para volverla polvo.
El muchacho solo asintió, actuando con decoro.
Él mayor entonces suspiró, levantándose y dejando su arma sobre la mesa llena de pequeñas figurillas, mientras caminaba de regresó hacia el joven comenzó a desabrocharse el cinturón de su uniforme, terminando también por tirar su saco sobre la silla que usó con anterioridad.
—Levántate —le ordenó. Taehyung tuvo que tomarse un momento para procesarlo, tanto que el mandamás terminó por agarrarle del brazo y prácticamente arrastrarlo hasta su cama, donde lo presionó boca abajo contra el colchón y dejó que sus piernas quedaran fuera del borde, sin poder alcanzar a pegar las rodillas en el suelo, solo pudiendo mantenerse estable con los dedos de los pies.
—¿Qué hace? —su voz salió temblorosa.
—Probando el producto ¿no es obvio? —si inclinó hacia su oído, subiendo la mano por sus muslos, levantando la tela hasta que quedó sobre su trasero, dejando a la vista su ropa interior oscura—. Te prepararé para lo que será tu trabajo por mucho tiempo, niño, ser usado como una mujer...
Él habría querido tener algo con lo que responder, pero estaba asustado, no esperó que todo fuese a suceder tan rápido y menos frente a la presencia encogida e incómoda de su hermana.
Fue despojado de cualquier tela que le impidiese al militar llegar hasta sus genitales—. Sin vello y reluciente, parece que naciste justamente para esto, niño.
—Por favor...—ocultando la cara entre las sabanas—. ¿Podemos hacerlo solos?
—¿Solos? Oh vamos ¿no quieres que tu hermana vea todo el amor que tienes por ella como para hacer esto? —su cuerpo dio una sacudida cuando sintió algo viscoso y frio aterrizar sobre su entrada.
¿iba a suceder? ¿realmente lo que estaba pasando era real?
—Caderas anchas, piel tersa, cintura pequeña, Dios le puso bolas a la mujer equivocada —comentó pasando sus obscenas malos por todo su cuerpo, embadurnando por completo sus nalgas de aquel liquido escurridizo. Gritó con los puños aferrados el colchón cuando le sintió entrar de una estocada, ni siquiera tenía expectativas sobre lo que esperaba que fuera ese primer encuentro sexual y completamente diferente al que debería de está cumpliendo, pero no esperó que doliese tanto. El hombre empezó a moverse rápido y sin cuidado, siseando algunas palabras gratificantes mientras sujetaba su cintura para que dejara de temblar y se quedase quieto.
Un gemido escapó de sus labios, pero no era de placer. Realmente dolía y sentía que no podría seguir viviendo para el próximo día. Escuchaba los sollozos bajos de su hermana, siendo aún sujetada por el soltado detrás de ella—. No- ¡ugh! No mires...
—Oh claro que si ¡Mira! Niña —gritó, agarrándolo por las muñecas y atrayendo su cuerpo lo suficiente a él para levantar su cabeza y hombros de la cama—. ¡Mira lo que tu hermano ha hecho por ti!
Taehyung no aguantaría más, las piernas le temblaban y le hubiese gustado admitir que no sentía placer, pero si lo hacía. Se sentía asqueroso, repugnante de que su hermana lo estuviera viendo, no solo porque aún era una niña, sino porque los gemidos que estaba soltando ya no eran de dolor, aun así, para nada disfrutaba de ese momento.
El martirio duro un par de minutos más, en los que incluso el militar mordió su hombro hasta verle sangrar logrando eyacular en su espalda pobremente cubierta con la tela del vestido. Antes de alejarse sujetó su cabeza contra el colchón y le susurró—. Tan bueno como una mujer, a mis hombres les encantaras, serás la sensación a donde sea que vayamos, miles de hombres harán fila para tenerte —la lagrima que bajó por el puente de su nariz se sintió tan tortuosamente caliente.
Se apartó sin cuidado, limpiándose el pene manchado de sangre y esperma con la tela de su vestido. Las piernas de Taehyung fallaron, haciéndole caer a la alfombra marrón.
El general se arregló la ropa, acercándose a la niña y tomando su cara con una mano—. Tal vez como asistente puedas serme útil. Tú —se dirigió entonces al soldado—. Ve a por el doctor Hashimoto, se le veía muy interesado en estos dos, tráelo aquí y dile que se encargue del muchacho.
—Sí, mi general —voceó.
Sin más que decir dio una última mirada a la pobre criatura encogida en el suelo, apenas respirando. Su infierno apenas estaba empezando.
El soldado se marchó después de él, no sin antes advertirle a la chica de que, si se movía de ahí, la mataría. Ni siquiera se atrevió a acercarse a su hermano, tan asustada y acongojada de todo lo que acababa de pasar.
Taehyung se sintió desvanecer de un momento a otro. En ese instante, deseó hundirse en las suaves manos de la muerte.
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