━━━Capítulo Doce | El Concubino del Consorte

Capítulo 12
El Concubino del Consorte

Las palabras del consorte resonaron en el silencio del salón, creando una atmósfera cargada de tensión. Sunghoon, en un arrebato de indignación, se acercó al doncel, con los ojos destellando furia.

—¡Esto es inaceptable!—exclamó, su voz resonando en el vasto salón, mientras sujetaba con fuerza la muñeca del Kim—. ¡Tú eres mi consorte, no tienes derecho a demandar tal cosa!

Hyunjoon mantuvo su compostura, su expresión imperturbable a pesar del estallido de ira del emperador, se abanicó un poco, y luego puso la filosa punta de metal del abanico contra el cuello de Park.

—Si quieres que Areum permanezca a tu lado, debes aceptar mis condiciones. Y suéltame o no dudaré en cortar tu cuello—afirmó con calma, y Sunghoon lo soltó mientras retrocedía—. Ya no permitiré que mi posición sea menospreciada ni mi voz silenciada en este palacio.

La concubina Areum observaba la escena en silencio, sus ojos oscilando entre el emperador y el consorte, sintiendo la tensión palpable en el aire.

—Hyunjoon, te ruego que reconsideres—suplicó Sunghoon, con una mirada de súplica en sus ojos—. No deseo traerte más problemas.

Hyunjoon se mantuvo erguido, con una expresión de determinación en su rostro.

—Ya he tomado mi decisión, Sunghoon. No puedo seguir soportando ser relegado a un segundo plano en tu vida.

El emperador frunció el ceño, incapaz de comprender la firmeza de su consorte.

—Pero Hyunjoon, ¿cómo puedes sugerir tal cosa? ¿Aceptar a un concubino para ti también?

—Si tú tienes derecho a tener una concubina, ¿por qué no debería tener yo también?—respondió Hyunjoon con amargura—. No puedo seguir permitiendo que me subestimes y me desprecies de esta manera.

Sunghoon bajó la mirada, sintiendo el peso de las palabras de su consorte. Sabía que había descuidado su relación con él en favor de sus deberes como emperador, pero nunca había imaginado que llegarían a este punto.

—Entonces, si es lo que deseas, aceptaré tu propuesta—declaró finalmente Sunghoon, resignado—. Pero te advierto, Hyunjoon, esto no resolverá nuestros problemas.

Hyunjoon asintió con solemnidad.

—Lo sé, Sunghoon. Pero al menos me permitirá tener cierta medida de control sobre mi propia vida y demostrarte que no puedes ignorarme sin consecuencias.

El emperador suspiró, consciente de que había perdido una batalla importante en su matrimonio. Sin embargo, estaba determinado a enmendar sus errores y recuperar el amor y la confianza de su doncel.

Porque Hyunjoon era suyo, y lo había decidido desde que lo conoció cuando eran niños.

—Por cierto, querido esposo—empezó a decir el doncel—. Ahora que estás aquí, y la estimada concubina Areum también está presente, quiero presentarles a mi concubino—el Kim volvió a sentarse en el trono, y sacó una campanita que sonó con suavidad. Las puertas del salón se abrieron y un guardia enmascarado cuya identidad ocultaba un misterio que intranquilizaba a el emperador y su concubia—. Majestad, le presento a mi nuevo concubino.

—¿Un guardia enmascarado? ¿Qué significa esto, Hyunjoon?—preguntó Sunghoon frunciendo el ceño, y más cuando el hombre no le reverencio y simplemente caminó hasta quedar ante el doncel e hizo una reverencia de noventa grados.

—Significa que he tomado una decisión por mi propio bienestar y el de mi posición en este palacio, Majestad—respondió el doncel sonriendo

—¡Basta! No permitiré que juegues conmigo de esta manera, Hyunjoon—exclamó con furia Sunghoon—. Este guardia no tiene lugar en nuestro palacio. Ni siquiera tiene un uniforme de la nación.

—No tienes derecho a decidir sobre mi vida, Sunghoon. Soy el consorte real y merezco respeto—respondió el doncel—. Y sí, no es de la nación, pertenece a los dragones de jade, la guardia personal de mi familia, por parte materna, desde ahora ellos estarán en palacio cuidándome y a mis hijos y no puedes objetar.

—¿Cómo te atreves, Hyunjoon?

—Emperador, no haga tanto escándalo. ¿Acaso yo lo hice cuando me presentó a la concubina Areum?—preguntó meciendo su abanico—. No lo recuerdo, creo que me quedé callado, y más cuando me enteré que ella no era más que una sirvienta que limpiaba el suelo, y no una joven noble como tú insinuabas—comentó el doncel soltando una leve risita burlesca.

La tensión en la habitación era palpable, mientras el guardia enmascarado permanecía imperturbable ante la ira del emperador. Su mirada oculta tras la máscara transmitía determinación y un aire de misterio que intrigaba a la concubina.

—Qué interesante elección ha hecho consorte Hyunjoon. No sabía que le gustaban los hombres con tanto...misterio.

Las palabras de Areum, provocaron que los ojos del doncel pasaron de Sunghoon a la Lee.

—Y yo no sabía que a usted le gustaban los esposos de otras personas—replicó el doncel mirándola—. Si no dirá nada constructivo, por favor quédese en silencio, su voz martilla mis oídos.

La cara de Areum enrojeció ante eso, pero prefirió quedarse callada.

—Este asunto no ha terminado, Hyunjoon. Hablaremos de esto más tarde—dijo el emperador, pero Hyunjoon negó.

—Tengo cosas más importantes que atender en la noche—respondió con un gesto de desdén—. ¿Verdad, querido?—preguntó al que había denominado como concubino.

El guardia enmascarado asintió en silencio, su presencia reconfortante para Hyunjoon en medio de la incertidumbre y el peligro que se cernía sobre ellos en el palacio real.

Sunghoon iba a despotricar cuando las puertas fueron abiertas con fuerza. Los príncipes Taesan, Sungjo y Sunho, irrumpieron con ojos llenos de asombro y esperanza.

—¡Madre! ¡Madre!—gritaron los príncipes, corriendo hacia el trono donde el doncel estaba sentado.

Los corazones de los niños latían con fuerza mientras las lágrimas corrían por sus mejillas, su alivio y alegría palpables en el aire.

Hyunjoon se levantó con gracia, sus ojos brillando con amor y gratitud al ver a sus hijos correr hacia él. El guardia le ayudó a bajar con cuidado el par de escalones, y le agradeció con una sonrisa sincera.

Cuando estuvo de pie en el suelo de mármol, abrió sus brazos y los tres príncipes se lanzaron hacía él, envolviéndolo en un abrazo cálido y reconfortante.

—¡Madre! ¡Pensamos que estabas muerto!—exclamó Taesan entre sollozos, aferrándose a él como si temiera perderlo de nuevo.

Hyunjoon acarició tiernamente las cabezas de sus hijos, sintiendo su amor y su dolor entrelazados.

—Estoy aquí, mis queridos hijos. Nunca me iré de su lado—susurró con voz suave pero firme, sintiendo cómo sus hijos se volvía a unir en un abrazo lleno de amor y gratitud por el milagro de su reunión.

Sunghoon observó a su esposo e hijos, era una imagen entrañable. La sonrisa en el rostro de sus hijos era sorprendente.

Hyunjoon era todo lo que necesitaban sus hijos para ser feliz.

El concubino del Kim, se alejó en un gesto silencioso, solo siendo observado por Areum.

—Mamá, ven al jardín, tenemos unas flores que queremos enseñarte—dijo Sunho tomando la mano del doncel.

—Entonces vayamos, quiero estar con ustedes todo lo que se pueda—exclamó sonriendo.

Los niños asintieron y sin importarme que el emperador estuviera ahí, se dispusieron a salir con el doncel. Hyunjoon miró de soslayo a Sunghoon, pero en comparación a otras veces está vez no le sonrió a su esposo.

La brisa suave de la tarde acariciaba los delicados pétalos de las flores mientras el consorte real Hyunjoon caminaba por los jardines del palacio, acompañado de sus hijos Taesan, Sunho y Sungjo. Los tres niños seguían a su madre. Sungjo llevaba sus pequeñas manos agarradas a la chima del hanbok del doncel, sus ojos curiosos observando cada detalle a su alrededor.

—Los árboles están floreciendo y el aire es fresco—exclamó Hyunjoon sonriendo.

—Sí, madre. Los jardines del palacio siempre son impresionantes—concordó Taesan mirando a su madre con admiración.

—Taesan, querido, ¿cómo te ha ido hoy en tus estudios?—preguntó Hyunjoon con ternura, su voz resonando en el aire tranquilo.

—Madre, los últimos días he aprendido sobre los grandes reyes de nuestra historia. Me gustaría ser un emperador tan valiente como el gran Park Sejong.

Hyunjoon sonrió con orgullo y acarició la cabeza de su hijo.

—Eres un niño sabio y noble, Taesan. Con el tiempo, sé que te convertirás en un líder admirable—le aseguró con afecto—. Tú bisabuelo el emperador Park Sejong estará muy orgulloso de tí.

—¡Mira, mamá! ¡Una mariposa!—dijo Sunho señalando el animal.

—Es muy bonita, Sunho—dijo Hyunjoon antes de suspirar y mirarlos—. Hijos míos, necesito hablar con ustedes sobre algo importante—indicó el doncel acercándose a Sunho que veía la mariposa posada en una flor.

—¿Qué sucede, madre?—inquirió Sungjo aferrado al castaño.

—Como saben, recientemente me han atacado, y aunque estoy a salvo ahora, hay asuntos que debo aclarar. No todos en este palacio son leales a nuestra familia—empezó a decir Hyunjoon, mirándolos seriamente—. Tendré que hacer muchas más cosas ahora, para garantizar la seguridad de todos ustedes y la mía.

—¿Nos vas a dejar otra vez, mamá?—preguntó Sungjo con voz temblorosa.

—No, hijo, no voy a dejarte, ni a tus hermanos. Pero hay algo que deben saber—se detiene y mira a sus hijos con determinación—. A veces, las personas toman decisiones que hieren a los demás sin darse cuenta del daño que causan. Pero debemos recordar que somos una familia fuerte y unida, y superaremos cualquier desafío que se nos presente.

—¿Qué vas a hacer, mamá?

—Voy a seguir adelante, por ustedes y por nuestro honor como familia real. Pero hay algo más que deben saber—dijo el doncel. Se levanta y hace una señal para que alguien se acerque—. Quiero que conozcan a alguien muy especial.

El mismo hombre de uniforme negro que el doncel presentó al emperador, se acerca a paso firme, pero con una humildad que denota su posición como concubino del consorte real. Se inclina respetuosamente ante Hyunjoon y los niños, esta vez sin la máscara.

—Este es el capitán Dejun. Él estará con nosotros y nos ayudará en todo lo que necesitemos. Es mi concubino, y a partir de ahora, será parte de nuestra familia.

—¿Es como otro padre?—inquirió Taesan.

—No es otro padre, hijo. Pero en este mundo, a veces las cosas no son como deberían ser. Estoy haciendo lo que considero mejor para proteger a nuestra familia y mantener nuestra dignidad—coloca una mano en el hombro de Taesan, en un gesto reconfortante.

—¿Estás enojado con papá?—preguntó Sunho.

—Estoy decepcionado, hijo, pero el amor y el respeto que siento por ustedes nunca cambiarán—exclamó antes de abrazarlos con fuerza—. Prometo protegerlos y guiarlos, pase lo que pase.

Los niños abrazan a su madre, sintiendo el peso de la situación pero también su amor inquebrantable. Porque Hyunjoon era su lugar seguro. El único pilar de su familia que aún no caía y nunca lo haría.

Los príncipes se alejaron de Hyunjoon y se acercaron a Dejun, que los observaba en silencio. Tenían muchas preguntas que hacerle al hombre.

—Capitán Dejun, ¿cómo estuvo nuestra madre estos días lejos de palacio?—preguntó Taesan con una preocupación evidente en sus ojos oscuros.

Dejun, con una sonrisa tranquila, se arrodilló frente a los niños y respondió con suavidad.

—Vuestra madre estuvo descansando, mis príncipes. Solamente, un poco preocupado por el bebé que está esperando.

Los ojos de los tres hermanos se abrieron con preocupación al escuchar esto.

—¿Por qué está preocupado? ¿No debería estar feliz por tener un bebé?—preguntó Sungjo con voz infantil y llena de inocencia.

Sunho, algo tímido se acercó confundido.

—Dicen que los bebés traen alegría a las familias. ¿Por qué nuestra madre no está feliz?

Dejun miró a los niños con comprensión, sintiendo el peso de sus palabras.

—Vuestra madre ama mucho al bebé, pero a veces la vida en el palacio puede ser difícil. Él y el emperador tienen muchas responsabilidades y preocupaciones"

—Sabemos que nuestro padre, el emperador, puede ser duro a veces. No queremos que nuestra madre sufra más—dijo Taesan con una mueca, hablar de su padre era como clavarle un puñal—. Por favor, capitán Dejun, prométenos que cuidarás de mi madre. Que lo protegerás y lo harás feliz. No queremos verlo sufrir.

Dejun sintió un nudo en la garganta ante la sinceridad y el amor en las palabras del príncipe.

—Haré todo lo que esté en mi poder para asegurarme de que el consorte real esté bien. Él es muy especial para mí, al igual que ustedes—exclamó sonriendo.

En ese momento, la suave risa de Hyunjoon resonó en el jardín mientras se acercaba a ellos, acariciando con ternura su vientre. Los niños corrieron hacia él, envolviéndolo en abrazos amorosos mientras Dejun observaba con gratitud y determinación en su corazón.

En medio de los susurros del viento y el aroma de las flores en flor, una promesa silenciosa hizo en ese tranquilo rincón del palacio imperial: proteger, amar y cuidar al consorte real Hyunjoon, una promesa que no solo brotaba de los labios de los niños, sino que también se arraigaba profundamente en el alma de Dejun.

La noche había caído, y en los lujosos aposentos del consorte real Hyunjoon, la luz tenue de las velas creaba un ambiente de intimidad. Hyunjoon y Dejun se encontraban enredados en un apasionado beso, dejando que el deseo los consumiera. El doncel llevaba todo su hanbok desarreglado.

—¿Está seguro de que esto es prudente?—susurró Dejun, mientras sus manos acariciaban suavemente el rostro de Hyunjoon.

—La prudencia no es algo que nos pertenezca en este momento, Dejun. Solo el deseo—respondió el doncel con picardía, sus ojos centelleando en la semioscuridad.

Ambos unieron sus labios, y Hyunjoon se aferró a los brazos del mayor.

Mientras se entregaban al momento íntimo, una sombra se deslizaba por la habitación. El emperador Sunghoon observaba desde las sombras, su semblante oscuro con ira reprimida. La escena, como una daga clavada en su pecho, recordaba dolorosamente su propia traición con la concubina Areum.

La frustración se apoderaba de él, sabiendo que Hyunjoon había encontrado una justa venganza al exigirle aceptar que él también tuviera un amante. Sin embargo, cada roce, cada susurro entre Hyunjoon y su amante encendía un fuego insaciable en su interior. Ver a otro hombre tocar la piel de su amado, especialmente ahora que llevaba en su vientre la semilla de su hijo, le llenaba de una furia descontrolada.

El emperador Sunghoon se debatía entre el odio hacia sí mismo por su propia traición y el rencor hacia aquel hombre que osaba profanar la intimidad de su esposo. El deseo de venganza, mezclado con la impotencia de no poder cambiar el pasado, lo consumía desde lo más profundo de su ser. En su mente atormentada, el eco de su propia infidelidad resonaba como un recordatorio constante de su propia falla como esposo y como emperador.

Hyunjoon percibió la presencia de Park y detuvo sus acciones por un instante, mirando fijamente hacia la oscuridad donde sabía que estaba oculto el emperador. Una sonrisa burlona se curvó en sus labios mientras continuaba besando a su concubino con aún más fervor, desafiando silenciosamente al emperador con cada gesto.

—¿Disfrutas del espectáculo, Sunghoon?—preguntó Hyunjoon apoyándose en Dejun, que miró de reojo al emperador, que se sorprendió de las palabras de su esposo.

La puerta se abrió con un estruendo y el emperador irrumpió en la habitación. Sunghoon, con la mandíbula tensa, observó la escena con desaprobación.

—No esperaba encontrarte en esta situación, Hyunjoon—murmuró, luchando por contener su ira.

—¿Y por qué no, mi emperador?—replicó Hyunjoon, desafiante y levantándose con ayuda de Dejun—. ¿Acaso estás no son las cosas que haces con tu concubina?

—Eso no es asunto tuyo—respondió con frialdad—. Eres mi consorte, debes comportarte con dignidad.

Hyunjoon levantó la barbilla con orgullo antes de soltar una carcajada.

—¿Dignidad?—exclamó—. Tengo más dignidad que tú y esa mujer cuando empezaron a intimar a mis espaldas. Cuando ella se metió en tu cama, aquellas noches en las que decías que tenías que organizar a las tropa. ¿Acaso te importa la dignidad ahora?

Esas palabras marcaron al emperador que se acercó a Hyunjoon, sujetándolo del brazo con fuerza. Demasiada fuerza.

—¡Tú eres mi esposo, debes obedecerme!—rugió, con los ojos centelleando de furia. Dejun intentó intervenir, pero Sunghoon lo silenció con una mirada amenazante—. ¡Tú, cállate!—ordenó, antes de volver su atención a Hyunjoon—. Vulgar—murmuró Sunghoon con desprecio, sus palabras cortantes como un látigo—. Eres una vergüenza para mi linaje y para este palacio. No eres más que un doncel asqueroso y sinvergüenza—y seguido alzó su mano, que bajó a gran fuerza contra el rostro del Kim.

Hyunjoon sintió un ardor en sus mejillas, junto al sabor metálico de la sangre; pero no retrocedió. En cambio, levantó la mano y la cerró en un puño, que impactó la mejilla del emperador con todas sus fuerzas, desafiante.

Sunghoon retrocedió, sorprendido por la fuerza del golpe, soltando el brazo de Hyunjoon. Por un momento, pareció que iba a disculparse, pero era demasiado tarde. La chispa de la ira había encendido un incendio en el corazón de Dejun, quien se interpuso entre el emperador y Hyunjoon. El Xiao no lo pensó y empujó a Park al suelo, que cayó estrepitosamente. Se hubiera lanzado a golpearlo de no ser por el doncel que lo sujetó por la manga de su uniforme.

—¡No permitiré que insultes más a Hyunjoon, majestad! Y si lo vuelve a golpear no dudaré en cortarle la mano o matarlo—amenazó Dejun, con los ojos brillando de determinación abrazando al doncel.

El emperador Sunghoon, con el pecho hinchado de ira y orgullo herido, se levantó y enfrentó a Hyunjoon y Dejun con una mirada feroz, desatando una tormenta que amenazaba con consumirlos a todos.

—Si tratas de amenazarme de nuevo, te cortaré la cabeza—dijo Park mirando de soslayo la marca roja en la mejilla del doncel. Lo había golpeado con demasiada fuerza—. Y Hyunjoon recuerda que en este palacio los valientes siempre desaparecen, así que mejor cuida a tu concubino—murmuró con odio mal oculto.

Hyunjoon se tensó, pero pronto miró a su esposo, con un gesto de burla.

—Recuerda, esposo, que cualquier daño que le hagas a mi concubino será retribuido a tu querida Areum. No olvides quién sostiene el verdadero poder en este reino—exclamó Kim aún en brazos de Dejun, quien miró a Sunghoon con furia.

Park Sunghoon le debía 10 años de ira acumulada. Diez años de estar lejos de su pequeño doncel. La venganza bullía en su interior, Sunghoon le había apartado de Kim Hyunjoon, y más eso destruyó los sueños y esperanzas del Kim, lo alejó de su meta de ser ministro de defensa, le obligó a casarse con él, le hizo tener hijos cuando el doncel desde pequeño había dicho que jamás los tendría para que no cargaran con la maldición de la sangre de la familia Yan. Y después de nueve años le fue infiel con Areum.

Park Sunghoon había destruido a Kim Hyunjoon, pero ya no pasaría más.

—Disfruta tu momento, Hyunjoon. Pero recuerda que el poder cambia de manos más rápido de lo que imaginas—y el Park salió de la habitación enojado, no solo con ese hombre que podía tocar el cuerpo de Hyunjoon, sino con él mismo. Jamás pensó que golpearía al doncel, pero la ira lo cegó.

Hyunjoon no se inmutó ante la amenaza velada de Sunghoon, decidido a vivir su propia verdad sin temor a las consecuencias. Iba a vivir la vida que debió tener, aunque no fuera del todo correcta.

—Déjame ver tu mejilla—ordenó Dejun tomando el rostro del doncel en sus manos con suavidad.

—No te preocupes, Dejun, estoy bien, no me golpeó tan fuerte—mintió el doncel—. ¿Podrías ayudarme? Mi herida está doliendo y es momento de limpiarla—comentó sonriendo.

¿Por qué Hyunjoon siempre sonreía aún en la adversidad? Esa pregunta siempre se mantenía en la mente de Dejun.

El ayudó al Kim ha desprenderse del pesado hanbok imperial, sus manos expertas deslizándose con delicadeza por la tela satinada.

Hyunjoon suspiró al sentir el alivio de liberarse de la opresión del traje, quedó con el torso desnudo y usando unos simples pantalones.

—Gracias, Dejun—dijo con gratitud mientras se dejaba caer sobre el lecho de seda.

Dejun se acercó a él con una mirada preocupada.

—¿Tienes dolor en la herida?—preguntó el mayor. Hyunjoon asintió, acariciando con ternura el vendaje que cubría la cicatriz aún fresca en su vientre.

—Sigue doliendo un poco, pero estoy bien. Gracias a los dioses me salvaron ese fatídico día. Y a tí junto con tus soldados.

Dejun asintió con solemnidad.

—Los dragones de jade siempre estarán a tu servicio, mi señor. Y yo también—replicó y con cuidado, comenzó a desatar el vendaje, revelando la herida que había marcado el cuerpo de Hyunjoon. Tomó un envase con un ungüento y vio la herida.

La piel alrededor de la herida estaba enrojecida e inflamada, mientras que el área alrededor de la punta de la lanza aún no había sanado por completo.

Mientras Dejun aplicaba ungüentos curativos con manos expertas, Hyunjoon no pudo evitar recordar la traición y el ataque que casi le cuesta la vida en aquel remoto poblado.

—Dejun, ¿alguna vez te he agradecido lo suficiente por todo lo que has hecho por mí y por mis hijos?—preguntó con sinceridad mirando al mayor. Dejun sonrió con suavidad.

—No necesitas agradecerme. Mi deber y mi lealtad siempre estarán contigo y con tu descendencia. Hice esa promesa desde pequeño—el Kim sonrió—. Y la reafirme cuando te saque del agua hace un mes.

Hyunjoon cerró los ojos. Esa noche cuando creyó que había muerto. Aquella noche en la que los dragones de jade mataron a los asesinos contratados para acabar con su vida. Esa noche en la que Jongseong lloró por Haoran.

Aquella noche en la que descubrió que Lee Areum lo había intentado matar.

Luego de su herida ser curada, Hyunjoon se vistió con ropas ligeras, y durmió en brazos de Dejun. Porque aunque todos creyeran que tomó a Dejun como concubino para su propio placer, la verdad es que jamás tendría relaciones sexuales con el Xiao. Jamás lo haría porque estaba casado con Sunghoon, y nunca rompería su fidelidad al Park.

Aún cuando el emperador no fuera fiel, él no sería como Sunghoon, y no rompería sus promesas matrimoniales.

Actu!

Debía subirla ayer
pero me dormí.

¿Qué les pareció
el capítulo?

¿Quién es su
personaje favorito?

¿A qué personaje
no soportan?

¿Qué personaje tienen
en el intermedio, ni
aman ni odian?

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