━━━Capítulo diecisiete|Los dulces labios de Hyunjoon
Capítulo 17
Los dulces labios de Hyunjoon
El jardín imperial estaba sumido en la penumbra de la tarde, con el cielo tiñéndose de rojo mientras los últimos rayos del sol se desvanecían. En uno de los rincones más apartados, Areum estaba reclinada en una silla de descanso, su rostro pálido y las lágrimas corriendo por sus mejillas. El delicado aroma de las flores no lograba esconder el aire de tristeza que la envolvía.
Park Sunghoon se encontraba a su lado, preocupado, mientras Areum lloraba desconsolada.
—Mi amor, ¿qué ha sucedido? —preguntó Sunghoon con un tono preocupado, tomando la mano de Areum y acariciándola con ternura.
Areum alzó la vista, sus ojos estaban rojos y su maquillaje corrido. Con una voz temblorosa, comenzó a hablar:
—Emperador, estoy tan angustiada. Hyunjoon... Hyunjoon me hizo esto —dijo, señalando una ligera cortada en su mejilla. Aunque la herida era pequeña, Areum la exageraba con una expresión de dolor.
Sunghoon frunció el ceño, el enojo comenzando a brotar en su interior. Su mano se apretó en un puño antes de relajarse. Miró a Areum con una mezcla de furia y preocupación.
—¡Ese ingrato! ¿Por qué te haría algo así? —su voz estaba cargada de furia contenida.
Areum asintió con una expresión triste, los sollozos continuaban.
—No lo sé, emperador. Solo estaba en mi habitación y él... él se volvió hacia mí con una furia inexplicable. Dijo que estaba cansado de ser menospreciado... y luego me hizo esto.
Sunghoon la abrazó con fuerza, intentando calmar sus propias emociones mientras consolaba a Areum. Sus manos acariciaban suavemente su espalda, mientras él susurraba palabras de consuelo.
—Te he dicho que no debes preocuparte por esas cosas. —Susurró Sunghoon— Eres importante para mí. Haré que pague por lo que te hizo. Te daré regalos para compensar el daño, hanbok creados con telas finas, joyas y más regalos.
Areum se aferró a él, sus lágrimas comenzando a cesar. Su actitud cambió, mostrando una dulce gratitud mientras aceptaba los obsequios que Sunghoon le ofrecía. Su apariencia inocente contrastaba con la realidad de sus intenciones.
—Oh, emperador, no sé cómo agradecerte. Eres tan bueno conmigo. —dijo Areum con una sonrisa que no alcanzaba sus ojos— Nunca dejaré de amarte.
Sunghoon, satisfecho por el momento, acarició el cabello de Areum. Su mente estaba centrada en una sola cosa: castigar a Hyunjoon por lo que había hecho, sin saber que la verdadera amenaza estaba mucho más cerca de lo que imaginaba.
El emperador acarició el vientre abultado de su concubina que sonrió al sentir las patadas por parte de su futuro hijo.
La luz tenue de las velas iluminaba el despacho del palacio mientras Hyunjoon, con su vientre de cinco meses prominente, se encontraba en una conversación tensa con el ministro de Finanzas y la Reina Madre Miyou Mina. La reina madre, con su presencia digna, escuchaba atentamente mientras Hyunjoon expuso su preocupación.
—Su Majestad, Ministro —comenzó Hyunjoon con voz firme—, el emperador está gastando de manera imprudente en la concubina Areum. Los recursos que se destinan a ella son exorbitantes. Mi plan es implementar un sistema de auditoría interno en el palacio. Así, podemos controlar los gastos y asegurar que el dinero se utilice de manera adecuada.
El ministro asintió con seriedad.
—Su plan parece sólido, Consorte. Necesitaremos su aprobación para proceder.
La Reina Madre Miyou, de semblante serio pero no carente de simpatía, intervino.
—Estoy de acuerdo con la propuesta. La situación es insostenible. El emperador debe comprender que el bienestar del reino no puede verse comprometido por sus caprichos.
Hyunjoon asintió.
—Además, propongo que se reduzcan los obsequios y lujos para Areum y que se establezcan criterios claros para cualquier gasto extraordinario. Esto garantizará que la administración del palacio se mantenga dentro de los límites razonables.
La reunión se acercaba a su fin cuando la puerta del despacho se abrió de golpe. Sunghoon, con una expresión furiosa, apareció en la entrada. Su mirada se posó inmediatamente en Hyunjoon, y su enojo era palpable.
—¡¿Cómo te atreves?! ¿Qué has hecho? —exclamó Sunghoon, avanzando hacia Hyunjoon.
Hyunjoon, sin inmutarse, mantuvo la compostura mientras Sunghoon se acercaba. El emperador se detuvo en seco al notar el cambio en el aspecto de Hyunjoon. Su cabello, anteriormente largo había desaparecido. El doncel ahora tenía el cabello con largos diferentes, algunos flecos terminaban en su rostro, otros estaban más largos.
Sunghoon frunció el ceño, su sorpresa momentáneamente eclipsando su furia.
—¿Qué es esto? ¿Por qué te has cortado el cabello de esta forma? —inquirió sin procesar lo que veía.
Hyunjoon lo miró con una frialdad imperturbable.
—Es simplemente un cambio, nada más. Ahora, ¿puedo saber por qué estás aquí? —preguntó el doncel.
Sunghoon, aún molesto, miró a la Reina Madre y al Ministro de Finanzas.
—Todos fuera. Necesito hablar a solas con mi consorte.
La Reina Madre, consciente de la tensión, hizo un gesto al ministro para que salieran. Una vez que estuvieron solos, Sunghoon se acercó más a Hyunjoon, su enojo aún evidente.
—Me han informado que le hiciste un corte en la mejilla a Areum. ¿Qué te ha llevado a hacer algo así? —su voz temblaba con ira contenida.
Hyunjoon, sin mostrar arrepentimiento, se mantuvo firme.
—El accidente que sufrió Areum no fue intencional —Sunghoon empezó a calmarse—. No me arrepiento de lo que hice. Su presencia en la corte ha causado un gran desorden y daño a la estabilidad del reino. No puedo permitir que continúe así —Sunghoon, atónito por la frialdad de Hyunjoon, dio un paso atrás.
—¿De verdad crees que puedes desafiarme de esta manera? ¿Qué esperas lograr con esto?
—Lo único que deseo es que comprendas las consecuencias de tus decisiones —respondió Hyunjoon con calma—. La estabilidad del reino y el bienestar de nuestros hijos deben ser nuestra prioridad. No puedes seguir permitiendo estos despilfarros y tu actitud mediocre.
Sunghoon, encolerizado, miró a Hyunjoon con una mezcla de furia y desilusión.
—No esperes que todo vuelva a ser como antes. Esto tiene que terminar. Y lo que hiciste a Areum no quedará sin castigo.
Sunghoon dio un paso hacia adelante, sus puños apretados a los costados. La furia en su mirada estaba a punto de estallar. Se acercó a Hyunjoon con determinación, pero en el último momento, algo en la postura del consorte lo detuvo.
Hyunjoon bajó la mirada, sus hombros encorvados, como si el peso de la situación le oprimiera el pecho. Sunghoon, en medio de su furia, notó la vulnerabilidad en la postura de Hyunjoon. El consorte estaba embarazado de cinco meses, y su cabello, anteriormente largo, había sido cortado recientemente, dando un aire de fragilidad a su figura.
Sunghoon extendió la mano y acarició el cabello corto de Hyunjoon, un gesto tierno que contrastaba con la tensión del momento. Hyunjoon, al sentir la caricia, levantó la vista, y las lágrimas comenzaron a rodar por sus mejillas. Eran lágrimas falsas, cuidadosamente calculadas, pero en ese instante, parecían reales para Sunghoon.
—Lo siento —dijo Hyunjoon con una voz rota, acercándose a Sunghoon y besándolo con una delicadeza calculada—. Te amo más de lo que puedo expresar.
El beso, en realidad una maniobra para manipular a Sunghoon, fue correspondido con una pasión inesperada. Sunghoon, abrumado por la mezcla de emociones, se entregó al beso, sus labios moviéndose con urgencia y necesidad.
—Hyunjoon... —murmuró Sunghoon, rompiendo el beso por un momento—. ¿Por qué sigues haciéndome esto?
—Porque te amo —respondió Hyunjoon, abrazando a Sunghoon con fuerza—. Lo siento por todo, pero mi amor por ti es verdadero.
Sunghoon, atrapado entre el amor que sentía por Hyunjoon y la furia hacia su traición, se inclinó para besarlo nuevamente, su pasión contrastando con la tensión anterior. El consorte, con su corazón en juego y su plan en marcha, había logrado una vez más manipular los sentimientos del emperador.
Mientras se fundían en un abrazo apasionado, las lágrimas de Hyunjoon, aunque falsas, aseguraban un momento de vulnerabilidad que Sunghoon no podía ignorar.
—Hoonnie —murmuró el doncel aferrándose a los brazos del emperador—. Mi Sunghoon, hazme tuyo una vez más, quiero sentir tu cuerpo junto al mío.
El emperador se quedó sin aire. Una vezas sentir el cuerpo de su esposo. Acarició el vientre abultado del Kim.
—El bebé...
—Estará bien —dijo el doncel y sujetó el rostro de su esposo—. ¿Ya no quieres tenerme en tu habitación?
El Park negó.
—Siempre te deseo en mi habitación —respondió Sunghoon y besó de nuevo los labios del doncel.
El doncel se separó agitado, y el emperador tomó su mano y lo llevó a su habitación. Los sirvientes hicieron una reverencia al verlos pasar.
Uno en específico entregando algo a Hyunjoon cuando pasaron, sin que Sunghoon se diera cuenta.
El Kim sonrió y se aferró al brazo de su esposo. Cuando entraron a la habitación el mayor empezó a besar los suaves labios de su esposo, y luego bajo a su cuello, Hyunjoon miró a su alrededor con suavidad, y notó una caja de dulces encima de una mesa.
Perfecto.
—Te amo —murmuró Sunghoon contra el cuello del doncel, dando suaves besos—. ¿Me amas?
—Como a nadie más —exclamó Hyunjoon mirándose en el espejo frente a él, y sonrió.
Los emperadores Park eran fáciles de manipular, primero Sungkiu, una sonrisa del doncel y le dijo posiciones militares que lo enviaron a la ruina, luego Sunghoon,su pobre, pobre Sunghoon.
El Park se toma su tiempo, tanto como puede —con su propio deseo creando incomodidad—, pero hace un buen trabajo con la extensión del cuello de Hyunjoon mordiendo y chupando cada lugar que puede. Los besos recorren todo el camino por su cuello solo para volver a subir.
Entre leves besos y caricias se empiezan a quitar la ropa. El menor terminó desnudo primero y fue acostado en el Bo-ryo. Sunghoon ya quería tener al menor gimiendo bajo él.
Ante la mirada del mayor el Kim aparta su rostro avergonzado, o eso es lo que le hace creer. El emperador provoca que el doncel lo vuelva a mirar y presiona sus dedos sobre los labios del castaño que al captar la indirecta abre la boca permitiendo el paso de los previamente mencionados a su húmeda cavidad bucal.
La saliva los humedece, y de manera pícara chupa levemente, provocando una sonrisa más grande en el Park, que al sentir la suficiente humedad los saca de la boca del menor para deslizar estos hacía la parte inferior del cuerpo de su esposo.
Hyunjoon vuelve a posar sus ojos en Sunghoon justo a tiempo para que el Park deslice un dedo dentro de él. Jadeó y apretó con fuerza el hombro del mayor y dejó caer la cabeza hacia atrás. El Park sabe dónde tocar para sumirlo en el placer.
Sunghoon está tan ensimismado mirando las fracciones del Kim las cuales se distorsionan dándole una extraña belleza excitante, aún así lentamente agrega otro dedo, luego uno más. Hyunjoon no podía creerlo, se estaba sintiendo tan bien.
—Sunghoon, por favor —jadea el Kim en el momento en que el mayor toca su próstata—. ¡Quiero más!
Sunghoon no responde y simplemente desliza sus dedos fuera de la entrada anal del menor que se queja molesto.
El Kim no sabe qué decir solo mira, respirando con dificultad, mientras ve como Sunghoon se termina de desnudar. El emperador sujeta su masculinidad para rozarla contra la abertura de su consorte, notando al castaño mover sus caderas deseando más.
Así que cuando Sunghoon terminó de rozar su miembro contra la entrada de su esposo, se inclinó y besó sus labios para comenzar a entrar lentamente notando las uñas del doncel clavándose en su espalda. Cuando sintió que era momento, entró de golpe, ganando que el menor arqueara su espalda mientras soltaba lágrimas. Sunghoon vio eso como un acceso a su pecho, tomó un pezón entre sus labios, mordisqueó y chupó con fuerza, el doncel jalándolo del cabello.
Hyunjoon acomodo su espalda en el Bo-ryo y chilló cuando Sunghoon mordió con fuerza su otro pezón. Gemidos bajos salían de los labios rosados del doncel que arqueo la espalda cuando su esposo empezó un lento y tortuoso movimientos de caderas.
—Hoon... —gimió en reproche el doncel sacando una sonrisa del hombre, que puso sus manos a los lados de la cabeza del castaño.
—No reniegues —y besó los labios del doncel, para empezar a moverse con más fuerza.
Hyunjoon gime a la vez que Sunghoon lo penetra con rudeza, soltando lágrimas debido al placer y agarrándose de la espalda del Park.
El menor besó las mejillas sonrojadas de Sunghoon que siguió embistiéndolo, teniendo una mezcla de ambas voces de fondo.
El azabache llevó una pierna de Hyunjoon hasta su hombro, dejando la otra entre las suyas propias, mientras embestía fuerte, profunda y rápidamente. Una de sus manos agarraba la pierna que yacía sobre su hombro y la otra estaba sujetando la pequeña cintura.
El sonido obsceno que provocaba las embestidas, los excitaba en sobremanera.
Los ojitos del castaño estaban entrecerrados y brillosos por el placer y las lágrimas, dejando su boquita semiabierta para soltar sus suaves gemidos, mientras su mano protegía su vientre.
Las penetraciones del emperador fueron más rudas a cada minuto.
—¡Ah! Hoon~ —susurró el menor en cuando sintió que Sunghoon rodeó uno de sus pezones con la yema de sus dedos y se lo llevó a la boca—. Mhm sí... —el doncel gimió ante otro toque, arqueó la espalada en busca de más contacto con la boca de su esposo.
Hyunjoon lo tomó por las hebras oscuras y lo jaló fuerte ganándose un gemido ahogado por parte del Park.
—M-Más rápido —el pelinegro acató lo pedido y aumentó las embestidas con mucho más fuerza, el doncel era un mar de jadeos y trataba de calmarlos mordiendo su labio inferior, estaba a nada de correrse, así que llevó su mano a su miembro y comenzó a darse placer.
—Joder —jadeó el mayor cuando las paredes de Hyunjoon apretaron su pen y lo llevaron al orgasmo dentro del cuerpo del consorte. Sunghoon jadeó tratando de calmar su respiración y se retiró.
—¡Oh Dios! —dijo el menor cuando sintió el líquido escapar de su entrada y manchar sus muslos. Sunghoon al notar su esposo no había llegado al orgasmo, empezó a mordisquear los pezones del doncel que se masturbaba con los ojos cerrado, disfrutando de la sensación.
—Hoon —chilló el doncel jadeando altamente cuando sintió su orgasmo llegar al fin manchando su mano y abdomen. Su cuerpo temblaba.
Sunghoon se acostó a su lado y lo condujo a su pecho, acariciando su espalda y besnaid sus labios.
—Ya, cariño, calma —arrulló. Los cuerpos entrelazados de Sunghoon y Hyunjoon, reposaban en la seda.
Sunghoon, con una sonrisa satisfecha, acariciaba el vientre ligeramente abultado de Hyunjoon, donde su quinto hijo crecía con cada día que pasaba.
El emperador, ajeno a cualquier resentimiento, se deleitaba en la cercanía de su esposo, convencido de que las tensiones entre ellos habían quedado atrás. La calidez de la piel de Hyunjoon y la paz en su expresión reforzaban su creencia.
Hyunjoon, con una risa suave, se giró hacia él, sus ojos brillando con una mezcla de emociones que Sunghoon no pudo descifrar por completo.
—Mi emperador… —murmuró Hyunjoon con una sonrisa—, he visto unos bocadillos deliciosos en la mesa y me ha entrado un antojo… ¿Me permites ir a buscarlos?
Sunghoon soltó una risa suave, encantado por la dulzura de su consorte.
—Por supuesto, ve. Te espero aquí —respondió, besando suavemente la frente de Hyunjoon.
El doncel se levantó con gracia, cubriendo su cuerpo con un hanbok que estaba cerca de la cama. Caminó hasta la mesa con una ligereza que no delataba la oscuridad que se escondía en su corazón. Allí, entre los bocadillos, había colocado previamente un dulce especial. Era apenas diferente de los otros, pero contenía un veneno lento y discreto, uno que no mostraría sus efectos hasta semanas después, cuando sería demasiado tarde para sospechar.
Con manos tranquilas y expertas, Hyunjoon rebuscó en su hanbok, sintiendo la dureza del dulce envenenado que había escondido allí. Su expresión se mantuvo serena mientras mezclaba el dulce con los demás, asegurándose de que pareciera uno más entre la variedad de delicias. Luego, tomó la bandeja y regresó a la cama, sentándose junto a Sunghoon.
—Aquí tienes, mi amor. —Le ofreció el dulce con una sonrisa que no llegaba a sus ojos, pero que Sunghoon, cegado por su confianza, no notó.
El emperador tomó el dulce sin dudar, complacido por la atención de Hyunjoon, y lo llevó a su boca. Hyunjoon observó cada movimiento, su corazón latiendo con una mezcla de tristeza y determinación.
—Está delicioso —comentó Sunghoon después de tragar, volviendo a recostarse para atraer a Hyunjoon a sus brazos—. No sé qué haría sin ti.
Hyunjoon sonrió, una expresión que ocultaba el remolino de sentimientos en su interior. Se acurrucó contra el pecho de Sunghoon, dejando que sus dedos recorrieran la piel cálida del emperador.
—Yo tampoco, Sunghoon —respondió en un susurro, apoyando su cabeza en el pecho de su esposo, escuchando los latidos de su corazón—. Yo tampoco.
Mientras los brazos de Sunghoon lo rodeaban, Hyunjoon cerró los ojos, permitiéndose un momento de tregua antes de que la realidad lo golpeara nuevamente.
Sabía que su venganza sería lenta, pero no por ello menos efectiva.
El emperador, ajeno a todo esto, se sumió en un sueño profundo, satisfecho y confiado. Pero Hyunjoon, mientras sentía los movimientos de su propio hijo dentro de su vientre, juró que nunca más permitiría que lo humillaran de esa manera.
Sunghoon pagaría por su infidelidad, y lo haría sin siquiera sospechar quién había sido el artífice de su destino.
El silencio volvió a apoderarse de la habitación, pero esta vez, estaba cargado con la promesa de una venganza silenciosa que se desarrollaría lentamente, como la sombra de una tormenta en el horizonte.
Areum caminaba de un lado a otro mientras murmuraba obscenidades contra Hyunjoon, el consorte legítimo. Su embarazo avanzado hacía que su cuerpo se moviera con lentitud, pero su enojo la impulsaba a moverse con agitación.
—Ese maldito consorte... —se quejaba Areum, sus palabras llenas de veneno—. ¿Cómo se atreve a desafiarme con sus estúpidos hijos? ¡Yo también estoy cargada de la semilla del emperador! ¿Por qué no puede él ver que soy más importante que esa escoria? ¡Quiero que muera! ¡Quiero que sus hijos también mueran!
En medio de su rabia, el ruido de una puerta abriéndose interrumpió sus blasfemias. Areum se quedó paralizada cuando sintió un frío metálico presionando contra su cuello. Su corazón se aceleró y sus ojos se abrieron de par en par. Se dio la vuelta lentamente, el terror pintado en su rostro, para encontrarse con la imagen de Xiao Dejun, el guardia de Hyunjoon.
—¿Qué haces aquí? —murmuró Areum, su voz temblando mientras intentaba mantener la compostura.
Dejun la miró con una mezcla de diversión y ternura. Retiró el cuchillo lentamente, dejando que el peligro de su presencia se disipara. Sus ojos brillaban con una mirada que Areum conocía demasiado bien.
—No tienes nada de qué preocuparte, Areum —dijo Dejun, su voz suave pero cargada de significado—. Solo quería ver cómo te va.
Areum, aún temblando, se acercó a él con una sonrisa calculada. Sabía que el peligro había pasado, pero el miedo aún la envolvía. Se inclinó hacia Dejun y lo besó con fervor, un gesto de posesividad y desesperación. Dejun se rió, acariciando su rostro con una dulzura que contrastaba con la amenaza que había representado.
—Estás tan preciosa cuando te enojas —murmuró Dejun mientras sus dedos recorrían el rostro de Areum con ternura—. Pero recuerda, tienes que mantener la calma. El emperador se está acostumbrando a ti, y si sigues haciendo ruido, podrías perderlo todo.
Areum asintió lentamente, su actitud cambió de furia a calma calculada. Mientras el peso de sus palabras se asentaba, Dejun le dio un último beso antes de regresar a la oscuridad del pasillo, dejando a Areum, su querida amante con un torbellino de emociones.
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