CAPÍTULO 33: JUSTO CASTIGO
Los días pasaron Emmett y Rosalie ganaron su reality, vinieron a verme varias veces, al igual que Jake, Alice, Jasper y Esme. Todo iba perfecto hasta que tres semanas después inició el juicio a Tanya. La acusaban de homicidio en primer grado, el fiscal pedía cadena perpetua
—No tienes que ir amor, deberíamos quedarnos en casa— Edward se había opuesto a que presenciara el juicio pero yo no quería quedarme. Necesitaba estar allí, saber cada detalle y estar segura que Tanya iría a prisión por el resto de su vida y no volvería más.
Lo miré fijamente para que no piense en reclamar otra vez.
Llegamos con tiempo, pude ver a lo lejos a una pareja al lado de Esme y Carlisle. La mujer era rubia y el hombre castaño.
—Son mis tios Sasha y Vladimir— dijo Edward llevándome lejos de ellos. Nos sentamos en la tercera fila del lado derecho de la sala de audiencias. Toda la familia Cullen y Denaly estaban en primera fila del lado derecho.
— ¿Porqué no estamos con tu familia?— pregunté. Edward parecía abrumado.
—Amor, no es conveniente— susurró.
Su contestación no me dejó satisfecha. Mis temores tal vez eran infundados. Pero sospechaba que mi novio no quería presentarme a sus tios. Bueno, tampoco deseaba que lo hiciera. Si eran padres de Tanya mejor que estén alejados. Aunque sus hermanas Irina y Kate me parecieron muy amables el otro día que las conocí en el desayuno que organizó Esme.
Me quedé estupefacta al escuchar la argumentación del abogado defensor de Tanya. Según él, Jessica y Tanya había peleado y la última sólo se defendió. Mostró fotografías donde se podía apreciar las heridas que Jessica le infringió a Tanya. Dos cortes en la cabeza y el labio roto. Todas venían respaldadas por infórmes médicos.
Me revolví en mi asiento fastidiada con tamaña mentira. El fiscal por el contrario, dio un detallado informe con pruebas forenses sobre la muerte de Jessica. Para él, un estrangulamiento no estaba dentro de los límites de la “autodefensa”.
Me sorprendí mucho más cuando llamaron a Tanya al estrado. Ella sin ningún remordimiento o culpa narró cómo fue víctima de hostigamiento por parte de la fallecida. La acusó de matar a Mike y hasta de envenenar con sustancias extrañas a sus enemigos.
—Señorita Denali— preguntó el fiscal a su turno. –Hay algo que no termina de encajar en su historia. Si usted estaba segura que no tenía culpa de nada y que fue víctima de violencia por parte de la occisa… ¿Por qué esconder el cadáver ¿Por qué no llamar a emergencias o a la policía? Usted escondió el cuerpo y limpió el lugar de los hechos. Si no se hubiera encontrado el cadaver o nunca sabríamos que la Señorita Stanley falleció— dijo acusadoramente.
—Me asusté. Tenía miedo que me acusaran de matarla a propósito— se defendió la rubia.
Una a una fue contestando todas las preguntas del fiscal, no se veía arrepentida ni afectada. Parecía muy segura de sí misma. Me daba tanta rabia.
Presentaron tres testigos, una de ellas fue Irina, su hermana y otra una mujer que yo no conocía.
Irina narró cómo Jessica se presentó en dos oportunidades a la casa de los Cullen. En una de ellas oyó a Jessica gritarle a su hermana.
Su declaración fue aceptada, podía ver que los testimonios eran tomados en cuenta por el jurado y el juez. Poco a poco Tanya se estaba librando convenientemente de la acusación que pesaba en su contra.
El juez hizo un receso de dos horas. Salí de la sala muy enfadada, Edward notó mi humor.
—Tiene un buen abogado— sentenció.
—Es una maldita asesina, fría y calculadora y es posible que la dejen suelta ¿Cómo puede pasar esto después de lo que le hizo a Jessica y a mí?— casi grité.
—Bella, la brujería, magia negra o como se llame no es buen argumento para una demanda— quería gritarle que no me importaba con tal que Tanya se refunda en la cárcel. Si ella quedaba libre yo jamás volvería a tener paz en mi vida.
— ¿Y si queda libre? ¿Y si la liberan de toda culpa? ¿Qué va a pasar conmigo Edward?— le increpé.
—Bella, según mi padre, lo que tuviste fue una severa infección tropical que se trató a base de antibióticos— me giré a verlo. Pero, si él mismo encontró esa muñeca, él estuvo allí.
— ¿Cómo puedes decir eso? Tú viste la magia negra, fuiste tú quien encontró esa muñeca, la sacaste de ese foso, la viste envuelta en esa tela negra, estaba hecha de uno de mis vestidos— le grité
—Pero... yo no te he contado eso. Ni Jacob ¿Él te lo dijo?— me miró molesto. Ahora que recordaba Jake siempre evadía esa parte, nunca me lo había contado. Y Edward tampoco, pero yo lo sabía porque Victoria, la sacerdotiza vudú muerta me lo mostró.
—No. Yo lo ví, estuve allí, no sé si fue una visión o alucinación pero yo ví todo eso— le respondí.
—Pues científicamente la magia negra no existe— dijo triste.
— ¿Entonces que? Me enfermé de la nada y sané mágicamente?— le increpé.
—Bella, yo te creo. Te vi enfermar, perder fuerzas poco a poco, leí lo que Tanya escribió y ví aquella muñeca. Pero con eso no podemos acusar a Tanya legalmente. Y mi padre no cree lo que le conté— confesó.
Era por eso que no estábamos cerca de los Cullen. Ahora lo comprendía. Carlisle nunca creyó en lo que me pasó, él y Esme debían estar aquí apoyando a su sobrina. Pero Esme sí sabía que Tanya era malvada. Había sido su víctima también. No me lo podía creer.
—Tus padres no creen que Tanya me hiciera brujería ¿Verdad?— no era una pregunta realmente, no me tenía que confirmar nada, yo sabía que era así.
—Mi padre tiene sus reservas. Mamá está aquí apoyando a su mejor amiga— suspiró mirando su reloj.
Salimos de allí hacia un restaurante cercano, ya podía comer dieta blanda así que no había problemas en alimentarme en la calle.
No dije nada en todo el almuerzo, estaba muy molesta y no quería decir algo que pudiera herir más a Edward. Imaginaba que todo esto era bastante difícil para él.
—Creo que sería mejor volver a casa— sugirió mi novio.
—No, soporté tres horas de mentiras y ahora quiero ver en qué termina todo esto o no tendré paz— me levanté de la mesa dispuesta a ir a la corte otra vez.
—Amor, debes cuidarte, no te hace bien tantas tensiones—pidió. Pero ante mi terquedad no le quedó de otra que seguirme.
En la puerta del juzgado nos encontramos con los Cullen y los Denali, no parecían de mejor semblante que nosotros. Esme se adelantó a saludarme.
—Bella, cuanto gusto hija, no deberías estar aquí— me miró muy triste.
— ¿No nos presentas Esme?— se adelantó la madre de Tanya. Mi suegra suspiró y trató de sonerír.
—Si claro. Ella es Isabella, la novia de Edward. Bella ellos son Sasha y Vladimir, nuestros parientes— la mujer era muy pálida, tenía la misma nariz respingada que su hija. Me miró de arriba abajo.
—Un gusto Isabella— dijo de forma poco amigable. El hombre en cambio parecía desganado. Apenas notó mi presencia.
No sabía que decir. No podía tratarlos con familiaridad ni decirles que “El gusto era mío” porque sería mentir. Me limité a tratar de dibujar una sonrisa en mi rostro.
—Pasemos por favor— Carlisle notó la tensión y los apuró.
—Aún no he terminado— la mujer se adelantó hacia mí. Instintivamente Edward me protegió con su cuerpo. — ¿Qué te pasa Edward? ¿No dejarás que le diga algunas cositas a tu mujer?— me miró como si me odiara.
—Es que no tienes nada que decirle tía— Esme miraba la escena asustada, Carlisle tenso y el padre de Tanya pareció interesarse un poco.
—Por supuesto que tengo que decir algo, ya que por culpa de esta niña mi hija está encerrada— no entendía lo que esa mujer insinuaba ¿Culpa mía? ¿Yo no tenía nada que ver con que su hija furea una loca, desquiciada y asesina.
— ¿Culpa mía?— levanté la voz. Esme parecía a punto de llorar.
—Desde luego. Esa mocosa trastornada que intentó matar a mi hija era amiga tuya— me acusó la señora Denali.
—No era mi amiga. Era amiga de su hija, su cómplice— le respondí airada.
— ¿Me vas a contar el cuento de la magia negra? Porque eso, pequeña, no existe, es de ignorantes nativos o de países tercermundistas que se mueren de hambre— me dijo con una sonrisa muy ladina.
—No me importa si usted me cree o no. Es a su hija a la que debería preguntarle— le respondí, Esme se acercó a mí.
—Bella, por favor— rogó mi suegra. No esperaba eso de ella. Ponerse en contra mía para defender a su amiga.
—Si tuvieras decencia no estarías aquí muchachita— volvió a arremeter la mujer. Yo no iba a callarme nada. Aunque esto le doliera a Esme no iba a dejar que me humillen así.
—Si usted hubiera sido una buena madre tampoco estaría aquí— le contesté. De reojo vi que Esme sollozaba.
— ¡Bella!— me llamó la atención Carlisle.
— ¿Lo dice una huérfana? ¿Una mujer infiel? Engatusaste a mi sobrino para volver loca a mi hija. Mi pobre Tanya que sólo quería un poquito de la atención de su primo, que siempre albergaba las esperanza de conquistarlo. Pero llegaste tú, una zorra experimentada y además casada— quería irme encima de aquella tipa, ya entendía de donde sacó Tanya lo necia.
—Su hija es una asesina, no la inocente niña que usted cree. Se ve que no la conocía— dije llena de rabia pero tratando de no hablar demás. No quería hacer sufrir a Esme.
—Mi hija va a salir libre, sólo se defendió. Y apostaría mi vida a que fuiste tú la que envió a esa maldita mujer para dañarla. Tú con tu carita de mosca muerta, mi Tanya ya me había advertido de ti. Las de tu tipo son las peores— se acercó un poco más, parecía que quería golpearme Carlisle e Edward intentaron detenerla pero fue Esme la que se les adelantó y se colocó delante de mí impidiendo que me dañara.
—No Sasha. Bella es mi hija ahora y no vas a lastimarla— la mujer rubia se frenó al ver a su amiga defendiéndome.
— ¿Esme? Pero… pero tu no puedes estar de su lado. Tanya es tu consentida— Sasha retrocedió anonadada. Yo también lo estaba, mis ojos se llenaron de lágrimas al oír aquello.
—Bella no es la culpable Sasha. Fue Tanya— la rubia retrocedió cómo si la palabras de Esme la hubieran herido. No dijo más y corrió hacia dentro del tribunal seguida por su esposo.
—Lo siento hija, no debí dejar que te dijera nada. Pero es difícil porque Sasha siempre fue mi mejor amiga— Esme me abrazó. Le correspondí con lágrimas en los ojos. Carlise y Edward nos dieron nuestro espacio.
—Esme, no tenías que hacer eso— le dije llorando pero feliz.
—Eres parte de mi familia ahora y no puedo permitir que te traten así, no te lo mereces hija— me abrazó. Le correspondí con todas mis ansias de una madre.
—Gracias— no pude decirle nada más aunque moría porque supiera lo importante que era para mí.
—El juicio ya va a empezar Esme, ¿Entramos o no?— preguntó Carlisle.
—Debemos entrar— dijo ella.
Los cuatro llegamos a la sala, Esme no me dejó sola, nos sentamos juntos.
El juicio continuó, una a una las pruebas del fiscal iban poniendo a la balanza del lado de la justicia. Se presentaron registros de llamadas telefónicas, fotografías donde podía apreciarse que Tanya y Jessica eran amigas, habían salido a comer, de copas incluso al cine.
El día que Tanya estranguló a Jessica habían salido al banco, una fotografía de las oficinas bancarias lo comprobaron.
—Lo que aquí quiero probar es que la fallecida señorita Stanley nunca fue una amenaza para la señorita Denali. Compartían una amistad regular. Lo que provocó alguna desavenencia ocurrió aquel día y tengo pruebas que fue una cuestión económica— concluyó.
Inmediatamente mostró un video del cajero en el cual Tanya y Jessica hiceron un retiro de dinero. –No tengo el audio porque ningún cajero graba las voces, es contra las políticas de privacidad. Pero he descubierto que aquí se inició el problema— el video siguió su curso. Tanya retiro el dinero y se lo entregó a Jessica quien tan sólo al verlo le reclamó algo. Cómo me gustaría saber lo que le decía, seguramantente debió reclamarle que no era suficiente. –Aquel día la señorita Denali hizo un retiro de mil quinientos dólares, casi todo el contenido de su cuenta bancaria— el fiscal mostró un documento del banco del record financiero de Tanya.
Nuevamente me concentré en el video Tanya y Jessica, discutían acaloradamente. Debían saber que ese dinero era insuficiente para James. ¿Cuánto habría acordado pagarle Tanya para que me matara?
Jessica empujó a Tanya contra la puerta de vidrio del cajero y ésta le contestó con un golpe en la cara, ambas se jalaron de los cabellos. Dos personas intervinieron y lograron separarlas. Luego Tanya corrió hacia su automóvil que estaba muy cerca y se marchó.
—Cómo todos han podido ver la riña empezó por dinero, alguna desavenencia financiera. No es como la acusada intenta hacerles creer, la fallecida señorita Stanley no la acosaba, no la perseguía, no constituía una amenaza para su vida— todos los miembros del jurado se miraron entre si. –En este informe telefónico verán que en la tarde del mismo día, se realizó una llamada de 5 minutos del celular de la señorita Denali hacia el celular de la occisa. Una hora después la camioneta de la señorita Stanley aparcó en la casa de la familia Cullen, domicilio de la señorita Denali. Tengo el testimonio de los vecinos. Uno de ellos podaba su jardín—el fiscal era brillante, había seguido paso a paso cada detalle que desencadenó ese asesinato.
—Y para probar que la señorita Denali no tiene ningún remordimiento por la muerte de la que es responsable, tengo aquí su diario personal— elevó aquella libreta que Jake le robó. Edward me había dicho que la había devuelto a la habitación de su prima. Era extraño.
— ¡Objeción! Ya declaramos en un unicio que ese diario había sido sustraído de mi defendida, y eso lo convierte en una prueba inadmisible— el abogado que la defendía habló muy seguro de sí mismo. Esme a mi lado tomó mi mano. Temblaba y no sabía porqué.
—Eso se dijo en un inicio pero hoy puedo probar que ese diario no fue sustraído sino proporcionado por alguien muy cercano a la señorita Denali— el fiscal retó al abogado defensor.
—Alguien que robó ese diario— volvió a afirmar el defensor.
—No es robo si la casa le pertenece— todo mundo murmuró. Miré a Esme de reojo, respiraba con dificultad. Edward a mi lado se giró a verla. –Llamo a declarar a la señora Esme Cullen— dijo el fiscal. Muchas personas giraron sus cabezas buscando a Esme.
—Vamos cariño, estoy contigo— escuché decirle a Carlisle. Esme se levantó y caminó hacia el estrado. Le tomaron juramento. Se veía pálida y llorosa, sabía que esto le dolía mucho.
—Su nombre completo por favor— preguntó el fiscal.
—Esme Anne Cullen Platt— dijo ella tímidamente.
—Señora Cullen ¿Usted robó este diario?— le preguntó el agente del gobierno.
—No. Lo tomé luego que mi sobrina fuera detenida. Estaba buscando sus documentos personales— dijo ella.
— ¿Leyó lo que contenía el diario?— le preguntaron.
—No sabía que era un diario, creí que era un libro o una libreta de notas. Sí lo leí. Me llamó la atención lo ultimo que escribió, hablaba de desaparecer a alguien. Muchas de las cosas que dice ese diario son terribles— ahogó un sollozo.
—Gracias señora Cullen, le cedo la palabra al abogado defensor— el fiscal regresó a su lugar.
Se me erizó la piel, el abogado de Tanya era un tipo abominable, sabía bien como hacer su trabajo y seguramente lastimaría a Esme. Edward tomó mi mano al ver mi actitud.
—Señora Cullen, ¿Usted no sabe que hurgar en las pertenencias de la personas no está bien? La señorita Denali era su huésped y usted forzó su habitación, rebuscó sus objetos y robó ese diario— la acusó. Me daba tanta rabia, no podía tratar así a Esme. Y el fiscal no decía nada. Mi suegra se enjugó el llanto y lo miró muy seria.
—No forcé la habitación de mi sobrina, tengo llave, es mi casa. Tanya siempre deja sus documentos y sus carteras en todos lados, su cédula de identidad no aparecía, yo entré a buscarla— dijo ella muy segura.
—Entonces usted entró con su llave, rebuscó las cosas de mi defendida y encontró lo que cree, es un diario. Lo leyó y pensó que todo lo que está escrito es real ¿No se le ocurrió pensar que podría ser una libreta de apuntes donde la señorita Tanya escribía?
— ¿Cómo el borrador de un libro?— preguntó Esme. Esto era el colmo. ¿Acaso el abogado estaba insinuando que eso no era el diario de Tanya sino un libro que escribía?
En qué cabeza tonta cabía que Tanya era una escritora. Si cada nombre, dato y hecho pertenecían a la vida real. Estaban allí los nombres de Edward, Jessica, James, hasta sus amantes Demetri y Félix.
—Si, eso es exactametne esa libreta. La señorita Denali tiene por hobbie escribir— el abogado afirmó eso sonriendo. Edward bufó a mi lado. De reojo vi que la madre de Tanya sonreía y se volteaba ver a su marido.
—Tanya nunca tuvo ese pasatiempo. Ella coleccionaba zapatos, la conozco desde que era un bebé, vive con nosotros cada verano— Esme hablaba triste.
—Entonces no la conoce bien. La senorita Denali usaba esa libreta para escribir ficción, de esas cosas que todos solemos hacer a veces. Escribir lo que quisiéramos hacer y no nos atrevemos. Señora Cullen ¿Usted creyó acaso lo que decía esa libreta?— preguntó el abogado.
—Sí. Porque no son deseos insatisfechos o ficción lo que mi sobrina escribía. Leyendo aquella libreta comprobé muchas cosas que sospechaba— suspiró Esme. El abogado incrédulo sonrió.
— ¿Cómo por ejemplo señora Cullen?— la retó.
—Muchas cosas desagradables— Esme bajó la cabeza y se limpió sus lágrimas.
—Pero no las puede compartir ¿Verdad? Porque son increíbles, tontas y ridículas. En suma porque no son ciertas— rió el abogado. Cómo me gustaría darle un puntapié por burlarse así de Esme.
—Leyendo esa libreta me enteré porqué se me perdía dinero. Los padres de Tanya le enviaban cada mes una cantidad, pero ella gastaba mucho más que eso y nunca supe como lo conseguía— sollozó pero se recuperó. –Me enteré porqué aparecían prendas íntimas de Tanya debajo de la cama de mi hijo, ella escribió en esa libreta que lo hacía apropósito para que yo piense que ellos se acostaban. En esa libreta confesaba que me tiró de las escaleras apropósito, cuando yo creía que fue un accidente—Esme no pudo evitar llorar sin control. El abogado al verse acorralado utilizó su último recurso.
— ¿Entonces usted condenaría a su sobrina a pasar toda su vida en prisión sólo por leer esa libreta?
—Protesto. La pregunta es insidiosa— el fiscal se levantó.
—Me retracto— el abogado se adelantó al juez. –Señora Cullen ¿Es cierto que usted cree que la señorita Denañi hizo uso de la magia negra sólo porque lo dice aquella libreta?— mi corazón se aceleró.
Esme sí me creía pero si lo decía frente a toda esa gente, la harían pedazos. Edward tenía razón, la hechicería no está probada por la ciencia. Me retorcí en mi asiento, Edward no soltaba mi mano. Carlisle estaba muy nervioso.
— ¿Magia negra? Mi sobrina no era una bruja señor abogado— se defendió Esme. Sonreí al escucharla.
— ¿Y una asesina?— preguntó ese malvado defensor.
—No lo sé. Vine aquí precisamente porque dudo de esa libreta, quiero ver más pruebas. Quiero la verdad. La libreta es… solo una prueba más— Esme lo miró decidida y fuerte. No se dejó vencer por aquel hombrecillo malintencionado.
—Es todo— respondió él bastante fastidiado.
—El jurado evaluará la admisión de esta nueva evidencia, se posterga el juicio para mañan temprano— el juez dio por terminado el proceso por hoy.
Carlisle a mi lado me miró. –Bella, yo sí te creo. Mis estudios científicos me han llevado a desentrañar muchas supercherías medievales pero en tu caso llegué al límite. Hice todos los estudios y análisis posibles. Tu enfermedad no existía realmente. Acepté las pruebas de ese investigador cuando ya no sabía que hacer para ayudarte. Lamentablemente comprobé que muchos otros médicos también se sientierón igual de frustrados que yo. No quería perderte, eres mi hija, si te perdía a ti también perdería a Edward— sus palabras sentidas me arrancaron unas lágrimas.
—Carlisle, gracias— dije tomando su mano.
—He visto tu enfermedad y tu recuperación y no tengo ninguna duda que fue algo paranormal lo que te pasó. Me alegra tenerte de vuelta— me ofreció una hermosa sonrisa. Eso era suficiente para mí, saber que me creían, que me amaban y me apoyaban en todo.
Salimos del juzgado, no quise regresar al día siguiente, había tenido suficiente.
Vi en el noticiero el resumen y al sentencia. A Tanya no le dieron la pena máxima, pero estaría 30 años tras las rejas. No me alegraba sin embargo me daba tranquilidad saber que no tendría a esa loca rondando.
Edward me contó que la familia de Tanya se marchó muy triste, sabía que la amistad de Esme y la señora Denali estaba muy deteriorada. Era una pena.
.
Nuestras vidas regresaron a su cauce, me recuperé totalmente, Carlisle me dio de alta y ya no tendría que regresar al hospital para chequeos ni análisis.
Era tiempo de reorganizar mi vida, decidir si volvía a trabajar con Esme, si nos quedábamos a vivir en este apartamento. Además de los trámites que había postergado, sobre la herencia que recibí de Mike. Alice tenía buen olfato para los negocios, creo que lo invertiría gran parte de lo que me tocó para asegurar mi futuro y no depender económicamente de Edward. Tal vez invierta incluso en este edificio.
Edward me invitó a cenar en un restaurante muy romántico, yo sabía para qué.
Las mujeres siempre intuimos esas cosas. Estaba segura que hoy terminaría con un anillo en mi dedo y una promesa para cambiar mi apellido y eso me causaba cosquillas en el estómago.
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