CAPITULO 3: VIEJA Y PEDÓFILA

—Estás muy flaca, seguramente comes poco. ¿Cómo me vas a dar nietos con ese cuerpo debilucho?— me dijo Charlotte, "mi querida suegrita" durante la cena. Esa vieja bruja... embabajdora de satán.

—Bella se alimenta bien, hace ejercicio por eso es tan delgada— me defendió Mike. Hasta que abría la boca para defenderme el muy pañalón. Usualmente dejaba a su madre botar veneno sin abrir el pico.

— ¿Y para cuando tendré niños a quienes consentir? Me hago vieja y necesito nietos— se volvió a quejar. Ya era vieja cuando la conocí, no creo que pueda tener una arruga más.

—Aún no planeamos eso— fingí una sonrisa. Cómo decirle a madame polillas que su hijito no podía anotar un tanto. No era mi culpa la de descendencia.

—Pues dense prisa, tanto tiempo ociosa hace daño— me dijo mirándome. Era oficial, la detestaba, siempre tratando de herirme o molestarme. Sus ataques siempre eran dirigidos a mí.

—Tengo intenciones de buscar un empleo— le dije a la bruja, hacía tiempo que yo misma pagaba mis gastos trabajando en una prestigiosa revista de decoración. Pero en esta ciudad solamente había tres grandes tiendas dedicadas a ese rubro y con parte de la mudanza se me había pasado los días.

—El camino al infierno está empedrado de buenas intenciones— dijo la arpía con una sonrisa cínica. –Mike, Jessica te envía sus saludos— ¡bingo! ya se estaba demorando en sacar a relucir la antigua novia de Mike.

—Espero que se encuentre bien— le dijo él sin prestar mucha atención.

—Está muy bonita, su hermana se casó el año pasado y en menos de 5 meses ya tiene gemelos, unos niños fuertes y saludables, es que ella si es de buena madera— dijo mirándome con desprecio. ¿De buena madera?, con hijos después de tan sólo cinco meses de su boda seguro que ya se había prendido fuego antes de casarse.

Me levanté de mi silla y me fui a mi habitación cojeando, no quería seguir escuchando sus insinuaciones. Ya bastante tenía con el dolor en el pie para soportar a esa mujer. Ella sabía perfectamente mi nombre pero a veces "se le olvidaba" y me llamaba por cualquier otro.

—Bella nos abandonaste— me dijo Mike una hora después buscando su pijama.

—Tu madre no para de echarme en cara que no salgo embarazada— le reproché.

—Ella es una aciana, compréndela por favor Bella— rogó.

— ¿Y por qué no me comprendes tú a mi? Tengo que soportar sus indirectas cada vez que viene, estoy harta de que me diga esas cosas. Sobre todo porque no es mi culpa…— él entristeció, así que me callé, no podía decirle a su madre eso. Mike se avergonzaría.

—Tal vez podríamos…— otra vez con sus divagaciones. Mike se empeñaba en una inseminación.

— ¿Adoptar?— me le adelanté.

—Sabes que hay forma de tener un hijo propio— me miró nervioso.

—Ah no, aún soy virgen no me van atravesar con uno de esos aparatos de inseminación— salté, no quería que fuese de ese modo.

—Bella sé razonable, quisiera ser padre— se acercó a mi y me abrazó.

—Pero Mike, podemos intentarlo de la manera normal, porque no regresamos con el médico que te atendió, escuché que el viagra puede ayudar…

—No. Papá murió de infarto y esas pastillas alteran el corazón. Podría morir por tomar eso, además la diabetes…— se molestó.

— ¡No quiero inseminación!— le grité.

—No estás poniendo de tu parte Bella, por favor— me dijo mas calmado.

—Tú tampoco pones de tu parte Mike — le dije metiéndome en la cama y dándole la espalda.

—Al menos dime que lo pensarás— me dijo antes de dormirse

—Lo pensaré— le respondí.

¿Qué había que pensar? No era la virgen María para querer estar embarazada sin conocer los placeres del mundo.

Me dormí fantaseando que Edward estaba a mi lado y me tocaba.

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—Isabella, la ducha no funciona— gritó Charlotte desde el baño. Abrí el grifo para augurarme de que haya agua.

—Si hay agua, prueba otra vez— le grité, no dijo nada pero unos minutos después salió sin bañarse.

—No hay agua caliente— se quejó.

—Es que no instalamos terma, hace tanto calor— me excusé.

—Yo me baño cada día con agua caliente así sea verano, no voy a cambiar mis hábitos por ti— dijo molesta.

Respiré profundamente y traté de pensar. "Edward", fue todo lo que se me ocurrió. Fui al teléfono y marque el número 1, cada vez que lo hacía sentía mariposas en el estómago.

—Administración— escuché su voz sensual.

—Hola Edward, soy Bella— lo saludé.

— ¿Todo bien allá arriba? ¿Necesitas algo? ¿Cómo va el pie?— pude sentir que sonreía.

—Está mucho mejor, ya no me duele. Tengo un problemilla, la madre de mi esposo quiere ducharse con agua caliente y nuestro departamento no tiene terma, no sé que hacer— le dije.

—Tengo una ducha eléctrica para esos casos, se coloca al instante ¿Puedo subir?— pidió.

—Gracias, ven lo más pronto que puedas.

—En 5 minutos estoy allí… espérame— me dijo y colgué.

Salí a la puerta ya que Charlotte no paraba de renegar. Pronto escuché el ascensor, había llegado el dueño de mis fantasías nocturnas, hace tiempo que la mayoría de mis sueños húmedos eran con él. Tuve un impulso tonto de echarme a sus brazos pero me quedé junto a la puerta.

—Hola Bella, que gusto que por fin necesites algo— sonrió.

Era mi imaginación o parecía más que feliz de verme. Deben ser alucinaciones mías con tanto imaginármelo acariciándome ya me parece que quiere algo conmigo.

—Pasa y por favor date prisa, esa mujer me va a volver loca— le sonreí.

—Pierde cuidado, sé como tratar a las ancianitas— dijo mostrándome sus blancos y perfectos dientes.

Entró e inmediatamente saludó a Charlotte que se quedó muda mirando al guapo conserje. Edward no demoró más de 10 minutos en instalar la ducha y la probó.

—Su baño está listo mi lady— le dijo a Charlotte con una sonrisa deslumbrante. Ella sólo le sonrió y se metió a bañar.

—Gracias, eres mi héroe. Sabes, creo que debería pagarte— le solté

—Lo haces, mis servicios están incluidos en el rubro de mantenimiento que viene con la renta mensual— me dijo poniéndose serio.

—Pero tu eficiencia no— le dije algo coqueta.

—Lo que necesites, sólo llámame— me dijo saliendo, claro que era con buenas intenciones pero otra vez mis fantasías se dispararon. Si lo llamara para lo que realmente necesitaba seguro se ofendería. Vaya, señora calentona que resulté.

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Cada mañana salía a caminar, ya no corría por mi pie. Siempre veía a Edward cerca de la recepción, a pesar de ser el conserje me parecía que le daba indicaciones al guardia de seguridad del edificio.

—Hola… Bella— me dijo una mañana acercándose un poco para que nadie oyera que me tuteaba. – ¿Ya no te duele el tobillo?— preguntó muy interesado

— ¿Qué hay Edward? Ya no duele nada. ¿No sales a manejar hoy?— lo saludé.

—Me gustaría… para cuidar que no tropieces— sonrió. —Pero no puedo hay una fuga de agua en el quinto piso y espero a los fontaneros, no puedo arreglar eso sólo— parecía que a pesar de tener problemas estaba contento.

—Prometo no tropezar— le dije y salí a mi caminata.

Di mi vuelta acostumbrada por el parque y me aventuré a ir un poco más lejos, buscando alguna otra ruta cuando vi un hermoso jardín decorado exquisitamente. Tenía un gras precioso y montículos que asemejaban ser pequeñas islas, y en el centro una gran casona en forma de barco. Era tan llamativo todo y a la vez de buen gusto. Me fijé en un cartel que estaba en la entrada "Isla Esme" decía en letras azules "Decoración y ambientación". Anoté la dirección mentalmente, quizás aquí podría encontrar trabajo ya que lo necesitaba para poder alejarme de casa y de la víbora que se estaba quedando más días de los necesarios. Constantemente me lanzaba indirectas sobre mi falta de ocupación ya que según su mente retrógrada si una mujer no estaba embarazada o cuidando un hijo no servía para nada.

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Al día siguiente salí a buscarme un empleo, necesitaba hacer algo o me volvería loca, el contrato de Mike terminaba en nueve meses, se me harían muy largos.

Conseguí una entrevista con la dueña de aquella tienda de decoración, era una mujer muy hermosa, madura pero bella. Así me gustaría llegar a ser, pensé.

— ¿Eres Isabella Newton?— me dijo.

—Si. Un gusto conocerla, los modelos de ambientación me han dejado impactada— le confesé, yo había visitado muchas exposiciones y su tienda era una de las mejores muestras que había visto.

—Gracias Isabella—

—Llámeme Bella por favor.

— ¿Bella? He oído ese nombre antes— dijo pensando un poco. –Ya lo recordaré querida. Soy Esme, solo Esme, nada de señora— sonrió.

—Tu trabajo es exquisito, me encantaría algún día tener tan buen gusto. Es un arte— le dije sonriendo.

—Gracias. Mi esposo dice que he influenciado demasiado en mis hijos. Decías en tu solicitud de empleo que no te quedarás mucho tiempo— dijo preocupada.

—Mi esposo tiene un contrato hasta el otro año, no se si puedan extenderlo, sólo puedo asegurar mi permanencia en la ciudad hasta esa fecha— le dije.

—Bueno, entonces es un gusto tenerte entre nosotros, me encantaría que pudieras quedarte más tiempo, eres la persona que estaba buscando, quiero editar una revista con los trabajos que hacemos, tengo cientos de fotos e ideas. Tal vez nos puedas ayudar— sugirió. Por fin mi rubro, sabía al dedillo cómo editar una revista y la decoración era mi pasión. Ah claro y ahora cierto conserje también, aunque sólo imaginariamente.

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Feliz de la vida fui al trabajo de Mike a anunciarle que había conseguido empleo lo cual no le hizo mucha gracia ya que él quería que me quede a hacerle compañía a su madre. Pero yo insistí que era idea de Charlotte el estar más ocupada, así que aunque se opuso no le quedó de otra que aceptar.

Ahora salía a caminar más temprano y regresaba rápido para preparar el desayuno a Mike y a mi querida suegrita, ya que ella no movía ni un dedo en la cocina y si algún día se las daba de mártir, solamente era teatro ya que nunca cocinó su famosa tarta de la que siempre se ufanaba.

Una mañana me encontré con Edward en el ascensor, se sorprendió de verme tan formalmente vestida.

— ¿Vas a trabajar?— me dijo observando mi atuendo.

—Si, tengo un magnífico empleo en lo que más me gusta. ¿Crees que me veo muy formal?— le pregunté.

—Con lo que te pongas te ves… muy bien— me dijo mirándome a los ojos, bajé la mirada y otra vez las malditas mejillas ardieron. Que rabia. –Sabes creo que ese traje te hacer ver mayor— dijo al fin.

— ¿Qué tan mayor?— dije tratando de observarme por ambos lados.

—Creo que es el peinado— dijo tomando mis palitos chinos para el cabello y los retiró, mi cabello cayó como cascada sombre mis hombros y espalda.

—Si, así estás perfecta— me dijo sonriendo. –El traje está bien, creo que tienes un cuerpo demasiado hermoso para salir con ropa tan formal— me dijo mirando al techo, casi me atoro de la impresión, quise decirle algo pero ya habíamos llegado al primer piso.

—Suerte— me dijo antes de despedirnos.

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Los días fueron pasando, me reunía cada mañana con Esme para lo de la revista e íbamos diseñando poco a poco las páginas, pronto sería el aniversario de la empresa y presentaríamos la revista en una ceremonia especial.

— ¿Cuántos hijos tienes?— le pregunté durante nuestro refrigerio.

—Tengo 3 niños, bueno, la menor debe tener tu edad— sonrió, esta mujer no parecía tener mas de 35 ¿Y ya tenía tres hijos mayores? Vaya que si quería parecerme algún día a ella.

— ¿Todos son artistas?— pregunté.

—Pues sí. El mayor es actor, trabaja en series de televisión local, seguro no debes haberlo visto. El segundo es músico, anda ahora obsesionado con los bienes raíces pero ya se le pasará. Y mi nena es diseñadora de modas, es muy moderna— se veía fascinada hablando de sus hijos.

—Ojalá algún día yo pueda hablar así— le dije tristemente.

— ¿Eres casada verdad? ¿Aún no piensas encargar?— me preguntó sutilmente.

—Soy casada pero dudo mucho que pueda encargar— susurré, otra vez esa sensación de frustración apareció.

— ¿Tienes algún problema?— preguntó.

—Si, uno muy grande y no sé que hacer— solté, ya estaba harta de callarme si ella me lo permitía, le contaría todas mis penas, sus ojos verdes me daban confianza y calidez.

—Vamos Bella, no deberías guardarte los problemas, eres muy joven. Tienes que superarlo, si no puedes quedar embarazada hay clínicas donde pueden tratarte.

—No es eso… es que mi esposo… tiene impotencia— solté. Me sentía liberada. A parte de Rose nadie más sabía nada, y eso que a mi amiga nunca le conté todo.

— ¿Impotencia? Vaya, ¿Qué tan severa es?— preguntó dejando su café.

—Terrible… como decirlo… el y yo, no tenemos intimidad— sentí mis mejillas arder.

— ¿Cada cuanto tiempo lo hacen?— preguntó.

—Nunca— confesé.

— ¿Nunca? ¿Ni antes de casarse?— tenía los ojos muy abiertos.

—No. Nada— las lágrimas llegaron a mí pero me negué a soltarlas, ya no lloraría por eso.

— ¿Cuánto tiempo tienes de casada?— preguntó.

—En dos meses serán 4 años— le dije.

—Eso es…

—Patético— solté.

—No. Es muy egoísta por parte de tu esposo pero no me hagas caso, debes amarlo mucho— me dijo mirándome con cariño.

—Esa es la peor parte, yo no amo a Mike. Sólo le estoy agradecida. Antes que él llegara a mi vida mi sueño era ser decoradora y sólo era camarera. Me casé ilusionada pero ya vez, no todas tenemos finales felices—sonreí.

— ¿Y nunca… le has sido infiel? No soy moralista, sería justificable, eres muy joven para hacer celibato— me miró con curiosidad.

—No. Creo que aún espero que Mike supere su problema—sonreí sin ganas.

— ¿Y si no lo hace?— preguntó.

—No lo sé. Pero ahora tengo más problemas, él quiere tener un hijo… por inseminación.

— ¿Y tu no quieres se madre?— preguntó.

—Claro que si pero no de ese modo, sin conocer siquiera… el sexo—ya le había dicho casi todo, que importaba que supiera que también era una reprimida.

— ¿Nunca has tenido sexo?—me miró asombrada, enrojecí hasta por dentro, había elevado la voz más de lo necesario y algunas personas nos miraban. —Lo siento— se excusó de inmediato. –Es que es tan… extraño.

—Extraño y frustrante. He pensado últimamente en pedir el divorcio— confesé, hace días me daba vueltas esa idea y cada vez se hacía mas presente en mis pensamientos.

—Creo que sería lo mejor, tienes derecho a una vida plena. No le debes nada a Mike— eso me dio valor ya que la admiraba.

Si, pronto plantearía bien las cosas y le daría cara a Mike.

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Entre mi suegra y yo había una guerra fría, yo no quería responderle aunque no perdía oportunidad de lanzarle algún dardo envenenado. Ella también tenía su talón de Aquiles, Mike había nacido producto de un desliz que ella tuvo con el amigo de su esposo y se fugaron. Así que no era un dechado de virtudes para venir a decirme como vestirme o actuar.

—Isabella, el baño se atascó— me gritó una tarde.

— ¿No pasa? ¿Usaste el desatorador?— le dije entrando a ver.

— ¿Por qué mejor no llamas a ese conserje tan apuesto que tienen?, si le pagan por mantenimiento que justifique lo que cobra— dijo sonriendo cínicamente.

—No voy a llamar a Edward si puedo arreglarlo yo misma— le dije tomando el desatorador pero no funcionó.

— ¿Con que se atascó?— le pregunté.

—Se me cayó el rollo de papel. Fue sin querer— dijo la anciana del mal.

—Está bien pero llámalo tú— le dije y de inmediato se fue al intercomunicador. No la culpaba, seguramente las dos fantaseábamos con Edward.

—Puedes irte a tu habitación, yo lo atiendo— me dijo sonriendo.

—Aquí me quedo, quiero ver como te las arreglas cuando te pregunte que se te atoró— le dije sentándome en el sofá de la sala.

—No necesito público, vete por allí— me dijo molesta.

—Charlotte esta es mi casa— le dije para ponerla en su lugar.

—Una casa que paga mi hijo— ya iba a comenzar la discusión de siempre. Pero el timbre sonó y sólo me miró con desprecio. Fue a abrir la puerta.

—Que bueno que llegas muchacho, el baño está totalmente atorado, ya intenté de todo, fue la esposa de mi hijo la pobre es tan torpe que se le cayó el papel sanitario y tiró de la cadena— dijo la vieja pelleja culpándome.

—No se preocupe señora, estoy para servirle— dijo Edward entre divertido y servicial.

—Ya te dije que me llamaras Charlotte— le dijo coqueteando la hija de Matusalén a mi fantasía erótica.

—Buenas tardes señora Newton— dijo Edward pasando a mi lado y sonriéndome sin que Charlotte lo notara, me guió un ojo y el pulso se me aceleró.

—Buenas tardes Edward— le dije volviendo a mi revista. Escuché que Charlotte le preguntaba si era soltero y si tenía novia, yo sonreía ante cada nueva pregunta.

— ¿Cómo es que un muchacho tan bien parecido no tiene novia?— le preguntó mi suegrita a Edward.

—Estoy esperando a la indicada— le dijo él con una sonrisa, sin querer me había acercado más de la cuenta al baño.

—Isabella, ya que estás ociosa tráenos algo de beber, Edward debe estar sediento— me ordenó, si no se tratara de él la hubiera enviado a pasear por mandona.

Fui a la cocina y preparé tres limonadas con hielo, regresé y se las ofrecí, al instante Edward dejó su trabajo, ya casi terminaba.

—Ya funciona bien el retrete— me dijo cuando Charlotte se giró a dejar su vaso.

—Gracias— le dije apenas moviendo los labios y él sonrió.

— ¿Isabella no tienes que preparar la cena?— me dijo la anciana del mal, ¿Por qué no tendría una suegra muda? Me pregunté.

Caminé hasta la cocina y empecé a preparar lasaña, el plato favorito de Mike, tal vez era el efecto Garfield: panzón, perezoso y dormilón. En el último año Mike había subido de peso y tenía una naciente panza. Pero claro yo sólo lo sabía porque sus últimos pantalones eran dos tallas mas grandes que cuando nos casamos. Ni siquiera me permitía verlo cambiarse y mucho menos desnudo. No sé si por pudor o para que no me ría de sus miserias. Vamos Bella, deja de comparar otra vez a tu esposo con el fornido y perfecto conserje. Esta mente me juega pasadas. Eres una señora, ¿Quien se va a interesar en una mujer casada? A los ojos de los demás eres mercadería usada. Aunque técnicamente ni siquiera fui desenvuelta.

Escuché que Edward le daba recomendaciones para un mejor uso de la ducha y el lavabo, no sabía que ella lo había llamado varias veces en el día. Salí a despedirlo con una sonrisa y se marchó.

— ¿Has estado llamando a Edward cuando no estoy?— le pregunté muy molesta a la enviada del inframundo.

—Tienes tu casa patas arriba, ni la lavadora funciona bien, además a él le gusta venir— dijo muy calmada.

—La lavadora funciona perfectamente y la casa está en orden, no lo molestes en vano— le advertí a Doña veneno.

—Pues él me hace compañía ya que ustedes me dejan tan sola todo el día, ayer le saqué el album de fotos y nos la pasamos dos horas conversando— sonrió como colegiala enamorada, vieja pedófila, Edward podría ser su nieto.

— ¿Y de qué hablaban?— pregunté incrédula.

—Eso no te interesa, pregúntas mucho por él, eres una mujer casada, dedícate a coser o a bordar— me dió la espalda la muy fresca y me cerró la puerta de su habitación en la narices. Ahhh, como quisiera... grrrr

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