Capítulo 8

Para gran sorpresa de todos, el invierno dio paso a la primavera y con este transcurso del tiempo, el Concubino Do nunca dio relevancia a algún avance del Emperador.

Manteniéndose tan firme y determinado como la muralla más fuerte, impenetrable como la mejor armadura y tan orgulloso como un león poderoso, el antiguo Príncipe del Imperio Do negó los afectos del monarca y se mantuvo firmemente encerrado en sus habitaciones durante todo ese tiempo. De vez en cuando podía vérsele visitando al Concubino Byun, Lee o Kim junto a su criada de confianza, con quien había estrechado lazos, pero nunca fue tan lejos como para rendir homenaje al Emperador o mantener una cordial simpatía para con la observadora Emperatriz.

Era sorprendente, inaudito. ¿Quién en este mundo podría ser capaz de rechazar la atención completa del Emperador? Siendo el sueño y deseo de tantas personas, este comportamiento no pudo pasar desapercibido para los ministros y la gente común. ¿Cómo podía alguien como él tener el interés continuo de Kim JongIn? ¿Cómo podía poseer tanto en sus manos y no atreverse a aprovecharlo? Podría ser el hombre más poderoso e influyente de aceptarlo y, sin embargo, se había mantenido perfectamente aislado, encerrado en su prisión silenciosa mientras era acompañado día a día por la siempre atenta JiHyun.

No había nadie que no fuera consciente de los regalos extremadamente costosos y exquisitos que aparecían todos los días en las puertas de sus habitaciones, desde lujosos juegos de té hasta ropa fina, hecha por las mejores costureras y joyas brillantes que tenían un valor exhorbitante. Todos fueron negados y devueltos a su comprador.

Sus movimientos repelentes e irrespetuosos no hicieron más que aumentar las tensiones y la discordia en el Palacio de las Flores, donde su nombre resonaba en cada esquina, en cada habitación individual, siendo maldecido profundamente por numerosas bocas. KyungSoo no podía culparlos, estaba robando los regalos y el hombre de las flores más bellas del país, aún cuando no sentía el más mínimo deseo de que esto ocurriera.

KyungSoo pensó profundamente y concluyó que el Emperador tenía tendencias masoquistas, porque no había forma alguna de que alguien completamente cuerdo y normal aceptara tales tratos y tanta tensión en su hogar por un solo hombre. KyungSoo habría solucionado el problema de raíz desde el inicio en vez de prolongar todo aquel espectáculo innecesario, pero, como era de esperarse, el Emperador pensaba de una manera totalmente diferente y había permitido que el río siguiera su cauce.

Tan tonto. KyungSoo daría todo por golpear su rostro cargado con belleza masculina e imponencia contra la pared más cercana.

Gracias al cambio de estación, KyungSoo había podido pasar un poco más de tiempo fuera de su habitación, por lo que había recurrido a leer en el patio que se extendía con verdor delante de él; disfrutaba del clima comenzando a calentarse y del aroma dulce de las flores coloridas que florecían hermosamente. También había decidido retomar sus olvidados entrenamientos; JiHyun había conseguido cambios de ropa de cómodos pantalones y camisetas para poder ejercitarse y su cuerpo se sintió agradecido y ágil ahora que se mantenía en constante movimiento.

La falta de armas de entrenamiento redujo sus opciones notablemente, pero KyungSoo no se desmotivó y en cambio se dedicó a correr durante todas las mañanas, dando vueltas largas y agotadoras por toda la extensión del patio dispuesto para él. Esta rutina de trote ininterrumpido ayudó notoriamente a mantener calmada su mente inquieta. Le permitía calmarse, pensar más tranquilamente y guardar la compostura en los momentos necesarios.

Hoy era uno de esos días en los que acababa de dar un recorrido exhaustivo por todo el jardín. Su cuerpo sudoroso ardía, los músculos quemando a raíz del duro trabajo y el cabello húmedo se encontraba apegado a su frente y cuello. JiHyun no tardó en llegar a su lado con una suave sonrisa en los labios y le tendió un cuenco de agua fresca y un pañuelo. KyungSoo tomó ambos. Dio un sorbo prolongado a su bebida y se secó el sudor del rostro con la mano contraria cargada con la suave tela.

—Mi Señor, ha acabado más pronto que los días anteriores. Casi no llego a usted a tiempo.

KyungSoo sonrió un poco más al escuchar esto y dio otro sorbo al agua, permitiendo que su cuerpo se hidratara correctamente y su garganta seca se refrescara.

—También lo he notado. Aparentemente estoy comenzando a recuperar mi antiguo estado físico. ¿El baño está listo ya? —preguntó con amabilidad y JiHyun cabeceó gentilmente—.

—El agua se encuentra refrescante y he encontrado un nuevo jabón para usted. Dicen que es excelente para la piel y muchas grandes damas me lo han recomendado. Espero que le guste.

KyungSoo le pasó el cuenco ahora vacío y procedió a secarse el rostro completamente mientras comenzaba a caminar hacia sus habitaciones. JiHyun lo siguió de cerca y flanqueando el camino, cuatro guardias sirvieron como sus guardaespaldas personales.

KyungSoo los miró con ligero disgusto y una mueca se formó en sus labios inevitablemente.

Había sido una orden directa del Emperador que KyungSoo se movilizara acompañado de oficiales de alto rango para mantener su vida y seguridad intactas. KyungSoo había entrado en conflicto (nada demasiado extraño desde que había llegado a ese lugar) porque nunca había tenido que pasar por esto en su antiguo hogar; ahora, sin embargo, debía cuidar cada uno de sus pasos, mantenerse alerta y ser vigilado durante todo el día sin faltas.

Debido a que, aparentemente, el Emperador había dejado de frecuentar a sus flores delicadas y extremadamente bellas luego de su llegada, KyungSoo se hizo rápidamente una reputación y su nombre e imagen se volvió bastante famoso. En el reino se recitaban poemas y extendían canciones sobre su hermosura descomunal y el hechizo que había puesto sobre el monarca, quién sin restricciones había caído profundamente encantado por él. Por otra parte, las dagas filosas del Palacio de las Flores se volvieron cautelosas y sumamente afiladas en la oscuridad de sus escondites, así que KyungSoo debía tantear el camino, mantenerse alerta y ser resguardado de cualquier situación maliciosa y desafortunada.

El punto bueno de todo aquello era que su protección se había extendido hasta JiHyun y su familia. Como parecía ser la única persona que KyungSoo podía tolerar completamente en el Imperio del Sur, el Emperador ordenó la misma vigilancia para la doncella, manteniéndola a salvo junto a su familia para no crearle disgustos a su afierado Concubino. KyungSoo no había dicho nada al respecto, pero al menos se había formado una pequeñísima tabla tambaleante y mohosa en aquel puente desolado y vacío, totalmente inservible y peligroso.

—JiHyun —la llamó cuando se encontraron a solas en su recámara. Ella lo observó con curiosidad y se acercó a él para comenzar a ayudarlo a desvestirse y prepararlo para su baño—. ¿Recuerdas el ofrecimiento de hace tres días del Concubino Byun?

Ella retiró su camiseta empapada, deshaciendo los numerosos nudos elegantes que la mantenían sujeta a sus hombros delgados y la colocó sobre su hombro sin inmutarse por la humedad en la tela.

—¿Acerca de los libros que el Señor va a prestarle?

—Sí. Me gustaría obtenerlos. He acabado todos los que has traído para mí y me encuentro un poco aburrido durante las tardes. Practicar música ha dejado de ser suficiente para entretenerme todo un día.

—Oh, ¿Mi Señor tiene deseos por adentrarse en otras artes y opciones distintas?

KyungSoo lo pensó por un momento mientras JiHyun se deshacía de los nudos de sus botas y le ayudaba a retirarlas posteriormente.

—Creo que no existe algo lo suficientemente interesante para mantenerme distraído... de igual forma, no hay nada capaz de compararse con un libro. Mientras lees eres capaz de sentir libertad y transportarte a otras tierras e historias, supongo que es por esa razón que los necesito. Es la única manera de sentir un poco de esa libertad.

JiHyun lo miró largamente, su corazón joven y amable pesando por esta belleza melancólica, su voz baja cargada de nostalgia.

Ella no había estado mucho tiempo a su lado, pero podía entenderlo y verse reflejada en él; era imposible no simpatizar con su situación y su manera de pensar, y es por ello que trataba de complacerlo lo mejor posible, ofrecer opciones y mantenerlo distraído. Tal vez no podría darle la preciada libertad que tanto deseaba, pero ella podría servirle fielmente y hacerle compañía en medio de su alejamiento del mundo.

Al igual que su camiseta, JiHyun colocó los pantalones en su delgado hombro y le dio una sonrisa que intentaba ser reconfortante. Lo tomó del antebrazo y suavemente lo guió hacia la pantalla de privacidad, donde la tina se encontraba llena, el agua tibia esperando paciente y tranquilamente por él. KyungSoo se sumergió en la cálida superficie y su cuerpo se relajó de inmediato, los ojos cerrados mostrando su satisfacción.

—¿Mi Señor desea que me quede a ayudarlo o prefiere que me dirija a Yue Yang para buscar su encargo?

—Yo me haré cargo de mí mismo, no te preocupes, JiHyun.

—De acuerdo. Iré rápidamente para poder venir a vestirlo.

KyungSoo asintió; ella hizo una venia acostumbrada y luego se retiró silenciosamente.

En medio de una soledad absoluta, KyungSoo pudo ser capaz de suspirar largamente y hundirse completamente en el agua. Su cabello se sumergió de principio a fin, su rostro bajo el agua se relajó y sus músculos se aligeraron notablemente mientras los pétalos de flores le acariciaban la piel. Emergió un tiempo después, cuando sus pulmones quemaron en busca de oxígeno, y su espalda tocó la madera de la tina, apoyándose en ella mientras pensaba profundamente.

Su mente lo llevó a los días compartidos con HaeSu, quien, diligente y cuidadosa, lo atendió toda su vida. Ella no era muy apegada a KyungSoo, mantenía su distancia, ya sea por su posición, como por la desdicha del príncipe, así que no habían gozado de una relación amistosa demasiado estrecha; aún así, ambos eran respetuosos y cordiales el uno con el otro, por lo que fue inevitable que se formara una extraña camaradería tambaleante en aquella época.

Rodeado de pétalos y aceites para el cuidado de su piel, KyungSoo recuerda que ella solía atenderlo durante sus baños. Restregaría su cuerpo con una esponja y luego la humectaría con aceites aromáticos y nutritivos, también llevaría a cabo algunos baños de leche entre semana y haría un seguimiento exhaustivo de su cuidado personal y su aspecto. Era meticulosa, abnegada y muy determinada. Si KyungSoo tenía una piel hermosa y un cabello brillante, suave y saludable, era gracias a ella.

Ahora, comparándola con JiHyun, KyungSoo puede ver algunas diferencias. JiHyun era más cálida, más conversadora. Se preocupaba por su comodidad y no tardaría en exponer sus pensamientos y opiniones cuando KyungSoo se lo pidiera. Ella era buena atendiéndolo, podría considerarla una amiga en ascenso, por lo que cierto afecto nació en su corazón y fue llevado en su dirección.

Ambas tan distintas, tan particulares y, de igual forma, lo cuidaban con el mismo temple y determinación.

No lo parecía, de hecho, nadie lo creería dada su alta posición social, pero KyungSoo apreciaba incluso a las personas más insignificantes en su mundo de lujos e hipocresía política.

Al ser destinado a una terrible y fría soledad, aprendió a valorar los afectos y la atención que la gente le brindaba sinceramente, por ello, indistinto de la posición, el dinero y las influencias, KyungSoo abrazaba con calidez a aquellos de corazón gentil y respetuoso y amaba con fervor, entregando todo de sí mismo.

Sin darse cuenta, todo esto lo había hecho sentir extremadamente melancólico.

Detuvo su tren de pensamientos antes de que este lo llevara a recordar momentos dolorosos junto a sus seres amados y pasó a asearse debidamente. Aún recordaba los procesos que HaeSu llevaba a cabo sobre sí mismo, así que, deseando darle un poco más de honor a su nombre y su trabajo duro, realizó el procedimiento según lo que podía rememorar.

Limpieza. Exfoliación. Masajes. Hidratación.

KyungSoo atendió su piel y sus músculos con especial cuidado, limpió su cabello suavemente, dedos diestros enredándose en el largo cabello como el ébano, y acarició los músculos tensos, apretando y soltando, acariciando con firmeza para devolverlos a un estado de paz totalmente necesario. No supo el tiempo exacto que le había tomado hacer todo esto, pero supo que fue bastante cuando notó sus dedos arrugados por la extendida exposición con el agua y el enfriamiento de la bañera.

Salió de la tina con la piel escurriendo y se aplicó una generosa cantidad de aceite que mantendría su piel suave y brillante, luego salió tras la pantalla de privacidad y frunció un poco las cejas al no ver a JiHyun por ninguna parte.

Incluso cuando había terminado con todo aquel proceso incómodamente largo, ella no había regresado. ¿Qué podría haber ocurrido?

Sintiendo un pinchazo incómodo en el pecho, KyungSoo se apresuró a vestirse. Extrajo del armario un hanbok azul y ató su cabello en un medio recogido elevado. Sus botitas cubrieron los pies delicados, extremadamente suaves y rosas y salió de la habitación con el ceño fruncido.

Afuera se encontraban los guardias custodios, que se erguían con una expresión complicada en el rostro. Esto le hizo saber que las cosas no estaban yendo tan bien como lo esperaba, por lo que terminó frunciendo aún más las cejas antes de preguntar con firmeza, un relámpago cargado con una vorágine de sentimientos conflictivos que podría estremecer al árbol más robusto y resistente.

—¿Saben qué ha pasado con JiHyun? ¿Por qué no ha vuelto a mis habitaciones con el encargo que he dejado para ella?

Los oficiales se miraron los unos a los otros, cruzando palabras no dichas a través de los ojos tormentosos. KyungSoo apretó los puños y exigió con contundencia:

—He hecho una pregunta. ¿Dónde está mi doncella?

Luego de un momento, uno de los guardias reunió el valor suficiente y dio un paso adelante con el pecho hinchado. Su rostro inexpresivo se enfocó en él y su voz fue firme al momento de informar.

—La doncella JiHyun fue interceptada por el Concubino Hao. Mi Señor, ella está siendo castigada en este momento.

El corazón de KyungSoo dio un vuelco doloroso en su pecho y un sentimiento lleno de poderosa furia lo invadió. ¿Quién se atrevería a castigarla? ¿Con qué derecho? JiHyun solo debe rendirle cuentas a él, por lo tanto, ¿cómo alguien puede tomarse la tarea de reprenderla?

KyungSoo se encontraba totalmente iracundo.

Pisando fuerte y sin importarle los llamados de los oficiales que dejaba atrás, KyungSoo se abrió paso directamente al Palacio de las Flores. Su corazón latía aceleradamente contra sus costillas, su respiración se encontraba agitada y sus puños apretados dolían, las uñas enterrándose en la carne pálida y suave. Su barbilla se mantuvo en alto mientras caminaba por los interminables y largos pasillos del Palacio Principal, los sirvientes se alejaron de él al notar su evidente molestia y mal humor y los susurros se deslizaron por sus oídos, siendo ignorados olímpicamente.

Su paso rápido y constante lo llevó fuera de los terrenos del Palacio Principal, atravesando el amplio jardín con largas zancadas que quemaron nuevamente sus músculos trabajados. Hizo oídos sordos a los guardias que mantenían vigilada la puerta de entrada al Palacio de las Flores y abrió él mismo las puertas, sus oficiales corriendo tras él intentando detenerlo sin éxito. Ahí fue visible la conmoción y el revuelo por el acto que ocurría en ese instante.

Los numerosos sirvientes y doncellas de los Concubinos se encontraban reunidos en un grupo muy apretado; con ojos ampliados y expresiones llenas de terror observaban hacia al frente, donde otro círculo más amplio de personas mantenían oculta la terrible escena. KyungSoo sintió como sus dientes chirriaron al escuchar el sonido característico de un látigo siendo sacudido y como este impactaba duramente contra algo.

Una vez más, sus pies respondieron de inmediato y lo pusieron en marcha. Al verlo llegar, el tumulto de gente se calló y abrió paso para él.

Incontables cabezas bajaron respetuosamente y numerosos pulmones se quedaron sin respiración ante su presencia. Ahora no había nada más que el batir del látigo impactando carne y jadeos, sollozos y gemidos pesados cargados con sufrimiento y el aplastamiento de la hierba que KyungSoo pisaba furiosamente.

Dándole la espalda, con el brazo extendido y amplias mangas esmeraldas flotando, se encontraba un hombre alto, delgado y lujoso. Su largo cabello se hallaba perfectamente recogido con numerosos tocados y horquillas preciosas y sus largos dedos estilizados rodeaban firmemente un enorme látigo grueso. Delante, JiHyun se encontraba sujeta a uno de los pilares del Palacio, su cabeza apuntaba al piso y su espalda ensangrentada podía verse entre la ropa rota teñida de carmesí. Junto a ella se encontraban numerosos libros esparcidos por el suelo.

—¿Aún no has aprendido tu lección? ¿Necesitas más de esto para que entiendas que no debes tocar las cosas de un Concubino con tus mugrientas manos de sirvienta? —fue lo que había escupido sin ningún tipo de compasión, burla y maldad burbujeando desde sus labios curvados cruelmente—.

De rodillas, JiHyun sollozó sonoramente; su espalda se sacudía violentamente y la sangre continuaba bajando por su piel enrojecida y maltratada.

—M-Mi Señor... Por favor... No he robado nada...

—¡Já! ¿Cuántas no han dicho lo mismo que tú mientras sus bolsillos relucen con joyas que no le pertenecen? Llevabas tantos libros valiosos ahí, tu ropa es más cara que la del resto de las sirvientas, te pavoneas por este lugar como si se tratara de tu hogar y, además, crees que puedes caminar junto a un Concubino sin saludar respetuosamente como el resto ¿cómo podría ser posible? ¡¿Quieres que te recuerde cuál es tu lugar?! —su mano volvió a alzarse, dispuesta a ondear el látigo hacia ella, y KyungSoo no pudo quedarse quieto—.

Rápidamente acortó la distancia que los mantenía alejados y estiró la mano antes de que el látigo cayera nuevamente. Apretando la mano más grande con fuerza, KyungSoo lo miró con una expresión en blanco, rostro pétreo y pálido irrumpido por mandíbulas apretadas. El Concubino Hao lo observó de reojo y una delgada y pálida ceja se arqueó con indiferencia.

—¿Qué necesitas? ¿Se te ha perdido alguna cosa?

KyungSoo sonrió con fingida dulzura; fue una curvatura labial que provocó escalofríos y gritos ahogados en la multitud sigilosa.

—Necesito una explicación. ¿Por qué el Consorte Hao se encuentra maltratando a mi doncella personal? ¿Tiene acaso algún asunto pendiente con ella? —sus palabras amables atormentaron a más de uno, y no era de extrañar. En el fondo, muy notablemente, podía encontrarse una oleada de hostilidad difícil de ignorar—.

El Concubino Hao bajó lentamente su mano y su rostro fue invadido por la inexpresión. Sus ojos oscuros lo recorrieron completamente, estudiándolo a profundidad antes de sonreír burlonamente y batir sus pestañas largas con superioridad.

—¿Maltratando? ¿Cuándo comenzó a considerarse la enseñanza un maltrato? Solo estoy tomándome la molestia de recordarle la posición que ocupa en este lugar.

—¿Es así? Sin embargo, tengo entendido que solo es el Señor al que pertenece la doncella el que debe enseñarle cómo comportarse, no agentes externos.

El Consorte Hao sonrió aún más pronunciadamente, los ojos reluciendo.

—Debería ser así, ¿pero qué hacer cuando la baja clase se niega a aprender y ofende a otros? ¿No es esto culpa de su maestro? ¿Qué tan bien podría estarle enseñando entonces? Disculpe, Concubino, pero si no sabe cómo educar a su sirvienta, entonces dele la tarea a alguien que sí pueda hacerlo.

Con un movimiento violento se zafó del agarre que mantenía KyungSoo sobre su mano y le dio la espalda, como si fuera superior, como si KyungSoo no fuera nada para él. Esto lo hizo enojar aún más y su impulsividad hizo acto de presencia una vez el arma de castigos fue alzada nuevamente.

JiHyun tembló con fuerza, cerró los ojos y su rostro pálido se contrajo, esperando la llegada de un nuevo y doloroso impacto. KyungSoo no lo permitió. Dio tres pasos contundentes y se colocó delante del Concubino más alto, deteniendo nuevamente la trayectoria del látigo. El Concubino Hao volvió a arquear una de sus cejas y lo miró con exasperación.

—Le prohíbo al Concubino Hao continuar con su demostración de falsa enseñanza hacia mi doncella.

—¿Ah, sí?

KyungSoo lo ignoró y continuó con sus palabras.

—En cambio, me ofrezco para recibir el castigo en lugar de ella. Después de todo, es mi culpa que mi criada lo haya ofendido, ¿no es cierto? Me haré responsable por su comportamiento inadecuado.

—¡Mi Señor! ¡No, p-por favor, no lo haga! —exclamó JiHyun a través de sonoros y desesperados sollozos, sin embargo, KyungSoo hizo oídos sordos a sus llamados a favor de mantener una lucha visual contra el hombre más alto—.

Ante su ofrecimiento, la gente pareció enloquecer. Numerosos susurros bajos resonaron en el lugar, los rostros pálidos se miraron con horror y los guardias que custodiaban el Palacio de las Flores no pudieron reprimir su sorpresa.

Los guardias de KyungSoo dieron un paso al frente para detener todo aquello, pero él los detuvo de inmediato con una sola mirada llena de advertencia. Por otro lado, el Concubino Hao lo observó por un largo tiempo, estudiándolo una vez más, profundamente clavado en sus ojos antes de relajar sus facciones y sonreír casi hermosamente.

Hubiera sido una imagen realmente preciosa si la satisfacción y la crueldad no estuvieran presentes en esa sonrisa extremadamente brillante.

El más alto se cruzó de brazos, ladeó un poco el rostro y sus ojos resplandecieron ante la llegada de la complacencia absoluta. KyungSoo era consciente de la razón tras esto. ¿Que el objeto de tu odio se ofrezca personalmente a ser golpeado por ti? ¿Ser humillado delante de todos? Por supuesto, él no querría desperdiciar ni dejar pasar una oportunidad tan grande y magnífica; era de esperarse que se encontraría satisfecho ante la situación expuesta para él.

—Es un ofrecimiento aceptable. El Concubino Do es sabio. Por favor, tome el lugar de su doncella.

—Supongo que luego de esto dejará a mi doncella en paz y la cuenta se verá saldada.

—Oh, por supuesto que sí —canturreó con falsa amabilidad y KyungSoo asintió firmemente—.

Se acercó a una llorosa, lastimada y desesperada JiHyun y no tardó en desatar sus muñecas con cuidado, tratando de no moverla demasiado para no causarle más dolor del que ya sentía.

—Mi Señor, Mi Señor, por favor, no lo haga. Es mi culpa, es mi castigo, no acepte esto, por favor, no permita que lo lastimen de esta manera. Yo puedo soportarlo, Señor, yo puedo hacerlo...

—JiHyun —la llamó calmadamente, con una pequeña sonrisa amable y sincera y ella calló de inmediato, llorando amargamente en su lugar—. Está bien, no te preocupes. Todo estará bien, lo prometo. ¡Guardias! Aténme y luego sáquenla de aquí para que un médico atienda sus heridas.

Sus guardaespaldas se tensaron de inmediato, expresiones difíciles enmarcando sus rostros mientras sus cuerpos se mantenían rígidos en su lugar. KyungSoo frunció el ceño de inmediato y se volvió hacia ambos.

—¿Qué sucede? Les he dado una orden.

—Mi Señor, nuestro deber es protegerlo, no provocarle dolor o colaborar con ello. No podemos obedecerle en esta orden. Disculpe las molestias.

—Entonces interferirán con mis decisiones aún cuando están bajo mi mando, ¿no es así?

Uno de los oficiales apretó los labios y agachó la cabeza.

—Lo sentimos, Señor, pero son órdenes directas de Su Majestad.

KyungSoo rodó los ojos y sentó a JiHyun a su lado. Ella lo miró con súplica y se aferró a la manga de su túnica, pero KyungSoo deshizo el agarre con suavidad, susurrando mientras llevaba a cabo el dócil movimiento.

—Tranquila. Pronto saldremos de esto y trataremos tu cuerpo, ¿de acuerdo?

Entonces tomó las cuerdas que la habían mantenido apresada y él mismo ató un nudo firme alrededor de ambas muñecas. Los oficiales anteriormente quietos y atentos se movieron hacia él de inmediato, pero pronto fueron interceptados y retados a un combate inevitable por los guardias personales del Concubino Hao. Mientras ellos luchaban para tratar de rescatar a KyungSoo, este ha se hallaba arrodillado en el lugar que había ocupado JiHyun; mantenía la vista altiva puesta en el pilar ante él, una máscara llena de absoluta confianza y tenacidad adornando sus dulces rasgos.

El Concubino Hao empuñó su látigo, se alejó dos pasos y apartó sus mangas con un movimiento fluido. Ahí, él se sintió extremadamente poderoso, intocable y superior.

—Prepárese, Concubino. Puede que esto duela un poco.

KyungSoo mantuvo su boca cerrada cuando el primer golpe cayó sobre su espalda. Sus manos atadas completamente apretadas fueron el único signo visible del dolor que sacudió su cuerpo como una corriente eléctrica, el ardor haciendo temblar todas y cada una de sus terminaciones nerviosas.

Respiró profundamente.

Cerró los ojos.

El segundo golpe llegó.

Sus hombros se tensaron, la tela de su ropa se rasgó debido a la fuerza y JiHyun se abalanzó hacia él con frenesí y desesperación.

—¡Sujétenla! No permitan que intervenga —le ordenó a los sirvientes que los rodeaban y estos no tardaron en obedecer. Tomaron a JiHyun con firmeza y la alejaron de él, sacándola del lugar para llevarla con algún médico—.

KyungSoo no tuvo tiempo para agradecimientos ni pensamientos de más, porque el tercer golpe del látigo fue capaz de raspar su delicada piel, enrojeciéndola de inmediato, rompiendo la carne y dándole paso al escarlata oxidado de su sangre. Apretó los dientes con fuerza y gritó muy fuerte en su mente.

Dolía. Dolía tanto. KyungSoo nunca había sido castigado de esa manera, jamás había sentido tanto dolor físico y, sin embargo, se mantuvo firme en su decisión de no quejarse ni gritar frente a estas personas. Era un lío sin rumbo en su mente, pero nadie tenía que saberlo.

No iba a proporcionar satisfacciones gratuitamente.

Cuatro, cinco, seis, siete.

Uno tras otro, golpeando, quemando, punzando terriblemente en la carne maltratada, abierta y arruinada. El Concubino Hao jadeaba pesadamente, sus ojos oscuros relucían con dicha al burlar las débiles capas de ropa que cubrían su virtud y su honor de miradas ajenas, mientras más piel se mostraba, pálida y reluciente, un lienzo blanco que él llenaría de arte y color.

KyungSoo mantuvo los párpados duramente cerrados, sintiendo como sus ojos se calentaban, las lágrimas colgando de los bordes de sus ojos. El sudor se acumuló en su frente, su cabello se soltó de su agarre y se unió al lío sangriento en su espalda. Todo dolía, todo era ardiente.

KyungSoo recordó entonces lo que era sentir algo verdaderamente luego de la muerte de su familia. Rememoró la manera correcta de sufrir, de vivir. Entonces se dio cuenta de que, de hecho, no había muerto. Aún podía experimentar dolor, no era una muñeca bonita y olvidada, y aunque este momento y situación no eran las más agradables, fue capaz de sentirse en paz nuevamente.

Si esto debía ocurrir para que KyungSoo sintiera algo, entonces lo recibiría y recordaría con ello los vestigios de una vida pasada.

Ocho. Nueve.

SeungSoo. SeungWang.

—Vamos, llora, ¡llora! ¡Quéjate, gime! Arrepiéntete de haber aparecido, arrepiéntete de haber sido mirado por Mi Señor. ¡Vamos, hazlo!

Diez. Once.

JiHyun. HaeSu.

KyungSoo sintió como el dolor lo llevaba a los bordes de la inconsciencia, que le acariciaba el rostro y lo acunaba contra sí, dispuesta a recibirlo amorosamente.

Doce.

—¡Su Majestad!

Con las facciones relajadas debido a la influencia del desmayo cada vez más cercano, KyungSoo sintió cómo era liberado de las ataduras de sus muñecas y su cuerpo caía suavemente contra otro más fuerte, grande y poderoso. Dos manos lo rodeaban, cuidando de no apretarlo ni tocar las zonas lastimadas, pero manteniendo un abrazo totalmente protector y completo sobre él, y un suave aroma cítrico acarició su olfato con dulzura.

KyungSoo suspiró suavemente y de las esquinas de sus ojos brotaron dos pequeñas lágrimas que no pudo reprimir.

—Su Majestad —llamó suavemente el Concubino Hao, mirando con los puños apretados como el imponente monarca se reducía a un hombre atento y completamente entregado al hombre entre sus brazos—.

Kim JongIn no apartó su mirada sobre KyungSoo, el silencio en el lugar fue absoluto mientras él observaba su rostro y apretaba las mandíbulas ante el deslizamiento de la sangre que abandonaba su cuerpo. Él le acarició el flequillo adherido a la frente sudorosa, luego rozó su mejilla con su pulgar y barrió los débiles rastros de lágrimas que quedaron sobre ellas.

—Concubino Hao, creo recordar que he sido especialmente específico con respecto al asunto del Concubino Do. ¿Cómo te has atrevido a tocarlo entonces, aún sabiendo mi decreto? ¿Acaso estás yendo directamente contra mi palabra?

El Concubino Hao sintió un escalofrío recorriendo su espina dorsal. Su mano aflojó el agarre sobre el látigo y su rostro naturalmente pálido se volvió ceniciento al encontrar la molestia firmemente arraigada al tono falsamente calmo del Emperador.

A lo lejos, numerosos Concubinos comenzaron a llegar para presenciar la escena, intrigados y conmocionados por la repentina aparición del Emperador en el Palacio de las Flores.

—Mi Señor, no es así. Él se ofreció voluntariamente a tomar el castigo de su doncella al verme ofendido por su comportamiento inadecuado...

—Incluso cuando planeas entregarme diez mil excusas, la situación sigue siendo la misma. Él es absolutamente intocable —el Emperador lo miró entonces, ira y turbulencia removiéndose en sus irises oscuras—. Además, para el Concubino Hao parecía ser una situación completamente satisfactoria. ¿Te agradó llevarme la contraria y poner tus asuntos personales por encima de mi mandato? ¿Deberé aplicar el mismo castigo para ti ahora que me has desobedecido tan descaradamente frente a todos?

Abrumado por el exceso de protección del Emperador hacia ese concubino recién llegado e impulsado por el temor que le provocaron sus palabras, el Concubino Hao sintió como la frustración y la molestia nacían desde su interior.

¿Por qué repentinamente tenía que soportar a ese individuo? ¿Por qué tenía que aceptar que su Señor obsequiara todas sus atenciones y vertiera su esfuerzo en numerosos regalos costosos en otra persona? ¿Por qué debía adaptarse? La mayor parte de su vida la había vivido junto a este hombre, su corazón le pertenecía a él, vivía para complacerlo. Podía soportar compartirlo con otros hombres y mujeres que vivían su misma situación, podría hacerlo mientras la igualdad para todos se mantuviera, pero ahora tenía que darle paso a este Príncipe derrocado de buena gana, callarse al ver las obvias preferencias, no sentir nada por ello mientras su alma se quebraba.

¡¿Por qué él tenía que ser tan diferente?! ¿Por qué no pudo ser como los demás?

Su corazón ya sangraba profundamente y, sin embargo, no pudo compararse al dolor que le provocó la amenaza del hombre que amaba. ¿Cómo era posible?

Apretó sus puños nuevamente, su ceño se frunció y algunas lágrimas impotentes comenzaron a rodar por sus pálidas y frías mejillas.

—¡Mi Señor! ¿Cómo puede decirme tales cosas? ¿Cómo puede esto ser hecho de menos por ser un asunto personal? Mi Señor ha implantado el rencor y el odio en nuestros corazones desde que el Concubino Do llegó. Ha dejado de venir, ha descuidado a todas sus numerosas flores, ¿cómo puede mantenerse entonces este jardín sin cuidados? Eventualmente todo se desmoronará y marchitará. Su Majestad quiere que este hombre sea intocable, que aceptemos toda esta situación, ¡¿por qué Su Majestad no nota la pesadez en todos nuestros corazones por su preferencia?! ¿Por qué no ve cómo nos hemos ido marchitando?

JongIn se mantuvo estoico, no se movió ni dijo nada, pero su mandíbula se aflojó visiblemente y sus ojos duros recorrieron los rostros de los Concubinos reunidos. Ahí solo podría encontrar tristeza, desesperanza y anhelo. Incluso el corazón más duro y fuerte se vería conmovido con una escena como aquella.

El Concubino Hao, envalentonado e impulsivo, continuó con sus reclamos mientras lloraba lamentablemente.

—Entendemos que Su Alteza se sienta maravillado por esta nueva adquisición, podemos entender sus sentimientos aquellos que conocemos lo dictado por las estrellas para usted, pero eso no quiere decir que debemos aceptarlo a él, que no debemos sentir absolutamente nada. ¿Cuántas personas le hemos entregado nuestro corazón para que sea usted quien lo cuide? ¿Cuántos de nosotros lo amamos? Incluso la Emperatriz ha sido desplazada, ¿qué será de nosotros? ¿Nos mantendremos aquí toda nuestra vida, solos, encerrados en este Palacio mientras Su Majestad suspira su amor incondicional por este hombre? ¿Veremos a lo lejos cómo el hombre que amamos le ha dado tantas libertades, le permite insultarlo numerosas veces y residir en el Palacio Principal? ¿Cómo no querer matarlo, cómo no odiarlo? ¡Dígame, Mi Señor! —exclamó con desesperación, tan vulnerable, tan lamentable, una imagen totalmente opuesta a la que había mantenido momentos atrás, cuando su ira era desplegada y su alma se serenaba ligeramente—.

»Es usted tan cruel, tan injusto. Hoy he hecho esto por mi propio resentimiento, por mi propio odio, ¿pero cuántos otros no sienten lo mismo? ¿Cuántos querrían hacer lo que he hecho yo pero no se atreven porque saben que Su Majestad los castigaría al punto del asesinato porque ha sido encantado a ese nivel por él? ¿De verdad soy yo el que erró tan gravemente? ¿Realmente merezco ser azotado por tener estos sentimientos? Mi Señor, oh, Mi Señor, ¿cuándo ha sido tan despiadado?

—¿Por qué viertes tu odio en él entonces, por qué no estar en mi contra, que soy el responsable de hacerte sentir de esa manera?

El Concubino Hao se secó las lágrimas con fuerza y sonrió burlonamente.

—¿Quién preferiría hacerle daño al ser amado por encima de un desconocido que ha aparecido repentinamente para cambiarlo todo? Mi Señor es sabio para muchas cosas, pero es tan ignorante en el asunto del corazón. Me conmueve, verdaderamente me conmueve.

—Concubino Hao, es suficiente. Por favor, retírate ahora mismo —intercedió el Concubino Byun, que había aparecido a su lado después de buscar al Emperador para informarle lo que estaba ocurriendo—. Mi Señor tiene suficientes problemas, no sumes más cargas en sus hombros.

—Tsk, es tan fácil para ti decirlo. Nunca lo has amado como lo he amado yo, nunca te ha importado realmente ser querido, reconocido o halagado por él. Concubino Byun, es realmente afortunado. No tiene la necesidad de sufrir de males del corazón como el resto de nosotros —BaekHyun formó una mueca y no volvió a meterse en el tema, no tenía sentido porque todas sus palabras habían sido ciertas. El Concubino Hao miró nuevamente al monarca y formó una reverencia pronunciada—. Este no le causará más molestias a Mi Señor, lamento ser una carga para usted. Si tengo que ser castigado, lo seré más tarde, por ahora voy a retirarme a mis habitaciones.

Se levantó con los ojos perlados y luego dio media vuelta para salir de ahí. JongIn lo permitió, porque sabía que él tenía puntos razonables a su favor y, además, sentía culpa en su corazón.

Todos se dispersaron después de eso. Nadie lanzó una segunda mirada al Emperador, no había sentido en ello porque él no haría nada para tratar de solucionar los problemas e inquietudes amorosos de los concubinos; así pues, solo se encontraron el Concubino Byun, Lee y Kim, el Emperador y el Príncipe inconsciente.

—Mi Señor, si nos lo permite, nosotros podemos hacernos cargo del Concubino Do. Lo cuidaremos muy bien por usted —ofreció el Concubino Kim, su voz baja y tranquila sirviendo como catalizador y calmante para los pensamientos tormentosos y complicados del gobernante—.

Él negó, sin embargo, y observó el rostro calmado y hermoso en sus brazos. Un caos de belleza, un peligro para la integridad de su hogar, un objetivo constante... ¿Cómo podía un hombre causar tanto revuelo, tantos sentimientos? Era problemático, JongIn lo sabía, pero, a pesar de ello, no era capaz de dejarlo ir, de apartarlo de su lado.

—Yo me encargaré de él —dijo suavemente, como si temiera perturbarlo luego de tanto dolor y conmoción—.

El Concubino Kim asintió y fue el turno del Concubino Lee de tomar la palabra.

—Mi Señor, ¿qué sucederá con el Concubino Hao y el resto a partir de ahora? ¿Piensa castigarlo?

Mientras hablaba, el Emperador se puso de pie con KyungSoo en brazos. Lo sostuvo cuidadosamente y se volvió directamente hacia él.

—Me haré responsable de mi comportamiento egoísta. Debo solucionar este problema sin infligir ningún tipo de violencia, de lo contrario, todo podría empeorar —se tomó un momento para pensar algunas palabras cuidadosas y luego de decidir, agregó suavemente—. Lamento mucho haberlos desplazado a los tres. De ahora en adelante, no permitiré que se encuentren en medio de una convivencia tan solitaria y desdichada. Los visitaré en los días adecuados.

Fue inevitable que tres sonrisas aparecieran dulcemente en los rostros de los mas pequeños. El Concubino Byun inclinó su cabeza y luego le dijo con gentileza.

—Aunque nuestros sentimientos sean distintos al resto de los Concubinos, agradecemos su atención, Mi Señor.

—Estaremos felices de contar con su compañía nuevamente —admitió el Concubino Kim con un suave sonrojo sobre sus adorables mejillas carnosas—.

—Prepararé un baile para Mi Señor, de esta manera podremos disfrutar de su regreso de forma agradable y ligera.

El Emperador sonrió suavemente para los tres y asintió cariñosamente.

—Gracias por su comprensión. Ahora me retiraré.

—Por supuesto, Alteza.

Los tres concubinos se inclinaron, reverentes, y Kim JongIn caminó firmemente hacia la salida del Palacio de las Flores. En sus brazos, KyungSoo exhaló profundamente.

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