Capítulo 23
Cuando el médico imperial llegó, ya no había nada que pudiera hacer por la Emperatriz.
Su cabeza había golpeado uno de los tantos bordes filosos de la estructura antes de caer, además, su cuerpo no había sido amortiguado por la nieve. Ella había caído directamente en el suelo, convirtiéndose rápidamente en un cadáver envuelto en seda roja y sangre oscura.
KyungSoo no pudo soportar ver aquella imagen, con los rastros de la muerte persiguiéndolo y las visiones horribles de su pasado, vació su estómago mientras sus ojos se llenaban de lágrimas.
El Emperador estaba en shock.
Fue él quien recogió el cuerpo inerte de la Emperatriz y la acunó contra su cuerpo. Él la había mirado largamente mientras la sangre se deslizaba y manchaba su ropa de dormir, fijando sus ojos en la expresión extrañamente serena de la mujer en sus brazos.
Por primera vez, la Emperatriz parecía en paz. Era una lástima que ella la hubiera conseguido muriendo.
El aviso sobre la muerte de la Emperatriz se dio a conocer al pueblo y los preparativos para el funeral se llevaron a cabo. KyungSoo no asistió, pues sabía que no tenía lugar ahí, entre los parientes de la mujer y Kim JongIn, no obstante, ayudó al monarca a vestirse para la ocasión y lo abrazó fuertemente antes de dejarlo ir. Él mismo aceptó vestirse de blanco, porque aunque no le había agradado la Emperatriz, él creyó que todos merecían respeto al morir, sobre todo cuando se trataba de un alma especialmente atormentada.
El reino del Sur se vistió de blanco y los ritos funerarios se llevaron a cabo por tres días y tres noches.
KyungSoo no había visto al Emperador en ese tiempo, pero JiHyun lo mantenía informado sobre su estado de ánimo y su condición. Para el monarca no había sido fácil enfrentar a los padres de la Emperatriz, incluso cuando ninguno fue capaz de anexarle la culpa por las decisiones precipitadas de su hija y su larga lista de errores pasados, pero KyungSoo conocía la culpa y la impotencia y sabía que Kim JongIn sentía mucho de eso en ese momento.
El cuerpo de la Emperatriz fue incinerado y las cenizas fueron entregadas a su madre para que las esparciera en su tierra. Fue entonces, cuando los rituales finalizaron y todo volvió a la calma, cuando KyungSoo volvió a ver al Emperador.
ㅡJoven maestro, Su Alteza solicita su presencia en sus habitaciones ㅡle informó JiHyun con voz suave. Ella también vestía de blanco y mantenía su cabello largo bien recogidoㅡ.
KyungSoo asintió, dejó a un lado su pincel y pergamino y se puso de pie.
ㅡ¿Podrías guardar esto por mí, por favor?
ㅡClaro, no se preocupe, yo me encargaré.
ㅡTe lo agradezco.
KyungSoo salió de su alcoba y caminó por los largos pasillos con el corazón en un puño.
Aunque la muerte de la Emperatriz fue reciente, los rumores comenzaron a circular en el Palacio. ¿Quién ocuparía el lugar de la Emperatriz? ¿Quién se casaría con Su Majestad? ¿A quién beneficiaría Kim JongIn entre todas sus bellezas? Para nadie era un secreto que el interés principal del Emperador estaba sobre KyungSoo, sin embargo, este no parecía dispuesto a comprometerse con el monarca; así pues, rebuscaron entre sus Concubinos favoritos.
Quien destacaba era Kim MinSeok, y quienes estaban a favor del Concubino parecían caminar sobre nubes.
Aún así, era extraño que el Concubino Do se adentrara en las habitaciones del Emperador, un poder que solo tenía la Emperatriz, así que los susurros aumentaron y se volvieron cada vez más afilados.
KyungSoo no tenía cabeza para escucharlos y dejarse llevar por las habladurías de los demás; tenía suficiente rondando en su mente como para también sumar los chismes de la servidumbre.
Un par de eunucos le hicieron compañía hasta llegar a su destino; ellos se inclinaron para despedirse de KyungSoo y este se adentró en la amplia habitación del Emperador.
Kim JongIn estaba sentado frente a su escritorio, vestido con su túnica interior blanca; una vela encendida iluminaba su rostro pálido y agotado y sus ojos se encontraban fijos sobre una carta abierta en su mano. Aunque KyungSoo trató de que ninguna emoción se viera reflejada en su cara, su corazón dolió profundamente, sangrando agonía mientras lo miraba de esta forma tan desdichada.
Cerró la puerta a su espalda y trató de componer una suave sonrisa; el movimiento fue en vano, pues nada más que una pequeña mueca se formó en su boca. Desistió al final y simplemente se acercó al hombre y se sentó a su lado. A veces solo eso era necesario: una presencia cálida, un hombro contra el tuyo, una existencia que te atara a la realidad. Eran cosas pequeñas pero tremendamente invaluables.
Minutos después, mientras la vela parpadeaba temblorosamente y una varita de incienso se consumía en alguna parte, el Emperador le dijo en voz baja y extremadamente suave:
ㅡEl amante de la Emperatriz era Liu Sheng Hua, renombrado e importante General de las filas del ejército del Sureste, un hombre que le entregó su corazón, la hizo feliz y murió bajo el filo de mi sable en el campo de batalla ㅡel corazón de KyungSoo dio un vuelco en su pecho y sus ojos se ampliaron mientras lo miraba con sorpresa y, posteriormente, pesarㅡ. Ella me pidió que no atacara la Capital del Sureste, sin embargo, ¿cómo no podría hacerlo? Si detenía la batalla, la muerte de mis soldados y nuestra gente habría sido en vano; fue una cuestión de orgullo y deber. Asedié al ejército de la Capital y asesiné al General Liu Sheng Hua sin saber que era el hombre que resguardaba mi esposa en su corazón.
»Al enterarse de la victoria del Sur por encima del Sureste, la Emperatriz sabía que su General había muerto; ella estaba dispuesta a hacerme pagar y causarme el mismo sufrimiento que ella vivió al enviar a un asesino a acabar con tu vida mientras yo aún estaba lejos. Cuando su plan se vio frustrado, inmersa en el dolor de la pérdida, enloqueció y admitió sus intenciones. Ella no tenía nada que la atara a esta vida; había causado la muerte de su hijo y había perdido al amor de su vida, ¿qué más podría hacer? ¿Cómo podría vivir de esa manera, cargando tanto pesar en su corazón y sufriendo tan intensamente? No había otra solución más que acabar con todo.
»Ella quería, además, que cargara con la culpa de su muerte por el resto de mi vida. Quería asegurarse de que nunca fuera plenamente feliz. Creo que es algo que merecía después de hacerla pasar por todo esto.
Las cejas de KyungSoo se fruncieron y su mano se movió para envolver la palma apretada del Emperador. Él lo miró entonces y la seriedad y la solemnidad flotó entre ellos, casi palpable en medio de la bruma de la incertidumbre y el tormento.
ㅡNo fue tu culpa ㅡel Emperador desvió la mirada y KyungSoo tomó su barbilla rápidamente, instándolo a mirarlo nuevamente mientras reafirmaba sus palabrasㅡ. JongIn, no fue tu culpa.
Kim JongIn cubrió su dorso con su palma y sonrió tristemente.
ㅡLa mantuve aquí, no pude darle la libertad que siempre quiso, no pude darle una salida para que fuera feliz. Prometí darle una solución, pero solo pude enviarla lejos del Palacio cuando todo era demasiado tarde. Convertí a mi amiga en una mujer triste, resentida y enloquecida; yo borré todo lo que ella fue alguna vez, eliminé todo lo que ella amó. Por mí y mi título tuvo que asesinar a su bebé, tuvo que encontrarse con su amor a escondidas y soportar señalamientos. Por mi culpa ella fue destruida. Por mi culpa ella se evaporó.
La primera lágrima cayó sobre su dedo, resbaló por su nudillo y se perdió en el suelo entre ellos. Los ojos del Emperador se llenaron de pesar, de tristeza y de dolor mientras el agua fluía y su cuerpo permanecía mortalmente quieto.
Era doloroso, tanto. Tanto.
KyungSoo nunca había visto llorar a este hombre, nunca pensó que él pudiera mostrar esta imagen débil ante alguien más, exponerse y desnudar su corazón de esta manera, y, no obstante, no quería seguir presenciando algo así. Porque su corazón se apretaba, su alma se retorcía y todo en él se llenaba de su propio sufrimiento.
KyungSoo lo tomó prontamente y lo envolvió en un apretado abrazo, acercándolo a su cuerpo mientras el Emperador se derrumbaba sobre su hombro. Tanto pesar, tantos sentimientos conflictivos guardados por tres días, sin ser capaces de salir debido a un título y una imagen que cuidar... KyungSoo no podía soportarlo y le permitió liberarse a su lado.
Acariciándole el cabello mientras sentía como sus propios ojos se calentaban, KyungSoo susurró en su oído:
ㅡNo podías saberlo. No lo sabías. Hiciste lo mejor que pudiste, le diste todo de ti aunque ella lo haya creído insuficiente. Fuiste un gran amigo, fuiste un buen hombre con ella. JongIn, nada de esto es tu culpa. Nada es tu culpa.
No sabía cuántas veces había repetido "no es tu culpa, no lo sabías" contra su cuello, tampoco supo en qué momento el Emperador rodeó su cuerpo con fuerza y tembló contra su pecho, deshaciéndose en pesados sollozos que rompieron su temple, sin embargo, el incienso se había acabado y la vela se había apagado hace mucho tiempo.
La carta de despedida de la Emperatriz, llena de letras temblorosas y apresuradas, yacía inmóvil sobre el escritorio. Ellos no volvieron a mirarla; la noche transcurrió, fría y oscura.
. .· '¸.·*'¨) ¸.·*¨)
.(¸.·' (¸.·'* . El Concubino del
Emperador.
Siendo una persona que siempre fue consolada y que no tenía necesidad de reconfortar a alguien más, KyungSoo no sabía qué debía hacer exactamente para tratar de sacar al Emperador del pozo en el que se estaba hundiendo con cada vez más fuerza.
KyungSoo estaba verdaderamente preocupado. Kim JongIn rara vez saldría de sus habitaciones estos días y los ministros comenzaban a murmurar en los pasillos, notando la falta del monarca en las reuniones diarias que debían realizarse para estar al tanto de los problemas del reino. Nunca era conveniente que los ministros murmuraran sobre estos asuntos, así que KyungSoo debía traer a Kim JongIn a la realidad rápidamente.
Habían transcurrido catorce días desde el funeral de la Emperatriz y KyungSoo había estado bastante ocupado para entonces. Pospuso sus días de entrenamiento con el oficial Jang y se sentó frente a su escritorio mientras JiHyun trabajaba en su parte del pedido de KyungSoo.
Él había escrito como nunca antes lo había hecho, plasmando sus ideas y su corazón en pergaminos suaves y resistentes. Sus manos llenas de tinta y maltratadas por el pincel dolían al finalizar el día y su habitación se hallaba repleta de papeles llenos de caracteres dispuestos a secarse mientras KyungSoo se lavaba en su bañera.
Una vez culminado su arduo trabajo, KyungSoo salió finalmente de sus habitaciones y fue acompañado por un concubino, JiHyun y escoltado por el oficial Jang y cuatro guardias más hacia la Capital. En el carruaje, KyungSoo se dedicó a observar sus pergaminos, preguntándose si eso era suficiente.
Al llegar a la Capital, se dirigieron a uno de los puestos donde vendían todo tipo de libros, mapas, pinceles y tintas. KyungSoo se dirigió al vendedor de inmediato, que había formado una reverencia profunda al notar su estatus a través de las ropas caras.
ㅡJoven maestro, ¿en qué puede servirle este comerciante? ¿Busca algún libro en específico? ¡Puedo conseguir cualquier cosa para usted! Desde los Cuatro Libros¹, los Cinco Clásicos² y, por supuesto, recopilaciones de libros de flores rosadas³.
KyungSoo negó de inmediato, rechazando sus ofertas y, en cambio, extrajo el manuscrito de su seno. El vendedor compuso una mirada llena de compresión y KyungSoo preguntó con suavidad:
ㅡ¿Podría encuadernar estos pergaminos, por favor?
ㅡ¡Por supuesto! ¿Desea que le eche un vistazo? Así podrá saber cuánto valor tendrá si desea venderlo.
KyungSoo volvió a negar.
ㅡNo es necesario, no deseo comercializarlo.
ㅡDe acuerdo, entonces déjelo en mis manos. Lo tendré listo antes de que haya terminado de consumirse dos varitas de incienso.
ㅡAh, se lo agradezco. Vendré por él para entonces.
Mientras su libro era encuadernado, KyungSoo se dedicó a pasear entre los puestos que se exhibían vigorosamente en las calles. Pensando que podría encontrar algo para regalarle al Emperador, se dedicó a buscar un par de regalos entre numerosos tesoros.
ㅡ¿JiHyun? ¿Qué crees que podría darle al Emperador?
Ella miró a los alrededores y una sonrisa brotó en sus labios.
ㅡCualquier cosa que decida darle le gustará y será atesorado por Su Majestad.
ㅡSupuse que dirías algo así. Puedo sentir la presión sobre mis hombros.
Su sonrisa se estiró un poco más en los bordes y ella lo siguió de cerca.
KyungSoo ignoró los puestos rebosantes de libros y las telas flamantes de exquisita calidad y variedad. No creía que una túnica fuera apropiada en este momento, así que se saltó los bellos trajes y los conjuntos de entrenamiento.
Sin embargo, hubo algo que KyungSoo no pudo ignorar. Era un calentador de manos, pequeño y necesario para la temporada nevada. KyungSoo no había visto al Emperador cuidándose del mordisco del frío, así que esto era algo que él podría usar y apreciar. Además, calentaría su propio corazón al saber a Kim JongIn protegido.
Decidido, se acercó a la vendedora envuelta en mullidas prendas y le sonrió con gentileza.
ㅡTía, ¿podría decirme cuánto cuestan los calentadores de mano?
Fue así como obtuvo un lindo calentador de bronce y un bolsito de seda rojo para transportarlo.
Abrazándolo contra su pecho, KyungSoo deseó que esto ayudara a calentar tanto las manos como el alma inquieta del Emperador.
KyungSoo deambuló por un rato más, observando la joyería y la porcelana exquisita, las largas y peligrosas uñas bañadas en oro, los tocados elegantes y el rubor y maquillaje de buena calidad. No compró nada de esto, pero mirar las cosas siempre resultaba ser un buen distractor para la mente; era una fortuna que también tuviera aprecio y fascinación por los objetos bonitos.
Finalmente, él regresó al puesto de libros. El vendedor sonrió al verlo nuevamente y le tendió su manuscrito con orgullo, seguro de su buen trabajo y la pulcritud del mismo.
ㅡAquí tiene, joven maestro. Ninguna arruga apareció en el pergamino y la cubierta es de excelente calidad.
ㅡPuedo notarlo. Muchas gracias por tu duro trabajo, ¿cuánto dinero vale?
El comerciante pidió cinco monedas de plata, sin embargo, KyungSoo le tendió veinte. Incapaz de aceptarlo, el mayor intentó devolverle el dinero, no obstante, KyungSoo no dio su brazo a torcer. Él había hecho un buen trabajo, acabados pulcros y excelentes en un tiempo increíblemente corto; además, el invierno era especialmente duro en esta época, así que un poco de dinero extra no le caería mal a nadie.
Finalmente llegaron a un acuerdo: KyungSoo se llevaría algún objeto de su puesto y él se quedaría con el dinero. KyungSoo tuvo que aceptar, así que tomó una caja pequeña y delgada de varitas de incienso y un par de pergaminos; entonces el hombre asintió, satisfecho, y lo dejó ir con una sonrisa un poco más amplia.
KyungSoo esperaba regresar en un mejor momento para comprar algunos de sus libros.
Así, ellos regresaron al Palacio. El regreso fue igual de silencioso que la salida, sin embargo, esta vez KyungSoo miraba sus regalos con atención y acariciaba la cubierta de su libro con la punta de los dedos.
Debido a que su entrada fue silenciosa y el Emperador era ajeno de su pequeña escapada, KyungSoo pudo ordenar las cosas que había preparado con JiHyun. Se desvió del camino a sus habitaciones y, en cambio, se dirigió hacia el Paso de las Glicinias. JiHyun sostuvo sus compras entre sus brazos y sonrió suavemente mientras KyungSoo miraba el trabajo limpio y terminado. Él sonrió un poco, complacido, y asintió ligeramente.
ㅡEs realmente bonito. Muchas gracias, JiHyun.
ㅡNo hay necesidad de agradecer, joven maestro. Lo hago con mucho gusto.
ㅡAhora solo necesito que el Emperador venga a verlo.
JiHyun asintió y sugirió de inmediato:
ㅡ¿Quiere que lo busque luego de dejar esto en su alcoba?
ㅡSí, por favor. Dile que me gustaría verlo aquí; yo limpiaré la nieve que se ha acumulado.
JiHyun volvió a asentir y se dirigió al Palacio con prisas, hundiéndose un poco en la nieve con cada nuevo paso. KyungSoo sonrió, mirándola hasta que se perdió de vista, y luego se dedicó a retirar la nieve de la tablilla y las ofrendas de SeungWang.
El dibujo del Capitán había sido retirado para evitar que este se dañara a causa de la nieve, sin embargo, su tablilla continuaba brillando fuertemente contra los débiles rayos del sol. A pesar de la falta de color que llevaban las glicinias al lugar, seguía siendo una visión preciosa para cualquiera que quisiera ser inundado por la belleza de la naturaleza.
KyungSoo juntó sus manos, cerró los ojos y presentó sus respetos acostumbrados hacia SeungWang.
ㅡMis saludos al Capitán Jung SeungWang; espero que esté bien en donde sea que se encuentre en este momento ㅡformó una reverencia respetuosa y, al incorporarse, su cuerpo se relajó mientras sonreía al nombre tallado en la tablillaㅡ. Sé que ha pasado un tiempo desde la última vez que vine, pero quiero decirte que no te he olvidado ni un poco; las cosas han sido un poco difíciles, pero ahora que todo parece asentarse me siento mas tranquilo viniendo para hablarte.
»Ya que no he venido, no pude decírtelo antes, pero el Emperador Kim ha regresado sano y salvo de la guerra. Él vengó a nuestro querido imperio e hizo justicia por todos, ¿no te parece algo honorable e increíble? Honestamente, antes de que esto ocurriera, jamás pensé que podría experimentar un poco de la satisfacción de ver los procesos del karma nadando en nuestro mundo, y aunque no puedo disfrutar de ello plenamente debido a algunos problemas que se han presentado, siento una carga menos que debo llevar en mi espalda. Es algo tranquilizador y agradable sentirse tan liviano.
»Yo... espero que con esto, SeungWang pueda encontrar un poco más de paz antes de entrar a la rueda de la reencarnación. Es lo que más deseo en el mundo en este momento.
KyungSoo extendió una mano y acarició la superficie de la tablilla con suavidad, como si se tratara de la cabeza del propio Jung SeungWang. Sonrió suavemente, imaginando el rostro guapo y gentil del Capitán, y, al sentir un golpe de nostalgia, él susurró:
ㅡTe extraño. Realmente te extraño mucho ㅡfue agradable no escuchar la decadencia y la tristeza infinita en su voz. KyungSoo puede sentirse un poco más aliviado al darse cuenta de su propia sanación y evolución. Ya era el momento, después de todoㅡ. Espero que podamos vernos de nuevo en algún momento.
Los pasos hundiéndose en la nieve y acercándose a él con constancia lo sacaron de sus pensamientos y estupor original. KyungSoo levantó la mirada y le sonrió suavemente al Emperador, que lo miraba con sus acostumbrados ojos profundos.
Había un par de círculos negros bajo sus ojos y KyungSoo notaba la delgadez extra en su cuerpo, sin embargo, él se había envuelto en un abrigo y había asistido a su llamado. KyungSoo lo valoraba inmensamente.
Estiró una mano para que el monarca la tomara y lo sostuvo mientras él se arrodillaba a su lado, justo frente al par de tablillas.
ㅡLe dije a JiHyun que me ayudara a preparar esto para ti. Sé que ella tiene su lugar en el santuario, pero creí que te gustaría.
Fue entonces cuando Kim JongIn reparó en la nueva tablilla junto a la del Capitán SeungWang. Era igualmente negra, tenía sus propias ofrendas y brillaba bajo el sol. Kim Song había sido escrito con hermosos caracteres, acompañado por una hermosa flor de loto tallada con trazos refinados, delicados y elegantes, exactamente como la portadora de aquel nombre.
No había un "Emperatriz" ni "Consorte Real", pero eso lo hacía perfecto. Solo era Kim Song, una mujer desprovista de títulos indeseados. Era Kim Song, su amiga inicialmente sonriente. La Kim Song que invadía sus recuerdos de infancia, la que era feliz y se sentía libre.
Fue un consuelo claro; esto llevó al Emperador a guiar su mano libre a la superficie lisa de la tablilla y acariciar el nombre de quien fue su esposa con extrema delicadeza y gentileza, como si estuviera tocando su rostro en ese momento.
KyungSoo bajó la mirada para darle espacio e intimidad y la mano que sostenía se apretó alrededor de la suya, haciéndole saber con este gesto que Kim JongIn reconocía su presencia y que no iba a soltarlo jamás.
ㅡEsto es algo que a ella le habría gustado. KyungSoo, muchas gracias ㅡaunque su voz no tembló en ningún momento, el sentimiento fue palpable en su tono y en su mirada brillante. KyungSoo sonrió y devolvió el apretón en su manoㅡ.
ㅡLo hiciste por mí dos veces. Es algo que tenía que retribuir.
Kim JongIn le sonrió afectuosamente y luego se volvió hacia la tablilla, lo soltó un momento para formar una reverencia y dio inicio a sus oraciones.
ㅡDonde sea que estés, Song-ah, espero que por fin hayas encontrado la paz y la felicidad que tanto habías buscado. Lamento haberte hecho tan infeliz y mantenerte retenida en un lugar que odiabas; siento mucho no haber cumplido mi promesa y también lamento haberte causado tanto dolor, robar a tu corazón y hacerte miserable al final de tu vida. Es un pecado que llevaré conmigo, es una carga que siempre tendré sobre mis hombros y que no soltaré jamás. Song-ah, lo siento tanto.
De esta manera dio inicio un trayecto de disculpas y desahogo.
KyungSoo se mantuvo silencioso a su lado, mirando la tablilla de la Emperatriz en todo momento. Él sacudió la nieve que se encontraba en las frutas de ofrenda y volvió a su postura inicial mientras Kim JongIn continuaba exponiendo todo lo que guardaba en su interior sin dejar nada para sí, dejando ir lo que tenía que ser libre mientras se sinceraba con ella.
ㅡLo hiciste bien, Song-ah. Fuiste muy fuerte; por favor, parte sin resentimiento, con tranquilidad, y reúnete con tu hijo y tu compañero. Después de tanto, es lo que te mereces. Espero que puedas perdonarme... gracias por todo. Nos veremos nuevamente en algún momento.
El Emperador volvió a inclinarse y, cuando se incorporó, suspiró largamente, mirando el nombre de su esposa difunta. A su lado, KyungSoo también formó una breve reverencia y se dirigió a ella con seriedad.
ㅡKim Song, incluso cuando entre ambos no hubo ningún tipo de lazo o amistad, espero sinceramente que puedas ser capaz de descansar. No guardes preocupación en tu corazón respecto a JongIn, sé que lo apreciabas y que muy en el fondo podías sentirla antes de partir; yo me encargaré de cuidar de él y trataré de que sea feliz; es una tarea que tomaré hasta el fin de mi vida. Por favor, parte con ligereza y sin preocupaciones.
Kim JongIn lo miró mientras hablaba, sintiendo su corazón agitándose en su pecho mientras sus ojos se calentaban. Él secó las esquinas de los mismos y sonrió con brevedad antes de devolver la mirada al par de tablillas, tomándolo de la mano una vez más.
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Una vez en su habitación, acompañado del Emperador como hace tanto no ocurría, KyungSoo se deshizo de sus abrigos y encendió dos varitas de incienso de la caja que había comprado en la Capital. Miró a Kim JongIn con una sonrisa y le informó con suavidad:
ㅡSon para la Emperatriz y para SeungWang.
El Emperador asintió y tomó asiento junto a KyungSoo frente al escritorio. Ahí se encontraban sus paquetes envueltos, así que el menor no tardó en tomarlos y extenderlos para el mas alto. Kim JongIn lo miró con sorpresa y KyungSoo empujó ambos obsequios hacia él una vez más.
ㅡEstos, en cambio, son para ti; por favor, acéptalos.
KyungSoo recordó cuando era él quien recibía numerosos obsequios de parte del Emperador, tantos y tan costosos que lo abrumaban. Ahora era él el que extendía presentes para el mayor y, aunque momentáneamente extraño, la experiencia no pudo ser más satisfactoria.
Kim JongIn los tomó finalmente y abrió el paquete que contenía el calentador de manos. Al verlo, el Emperador parpadeó y volvió a mirarlo con desconcierto y confusión.
ㅡEl Emperador debe cuidar de sí mismo. Hace frío este invierno, así que pensé que necesitaría encontrar algo para que pudiera calentarse. Úsalo y me sentiré más tranquilo.
Comprendiendo sus intensiones, Kim JongIn finalmente suavizó su expresión y observó el calentador con extrema suavidad. Acarició la suave y brillante superficie y sonrió ligeramente.
ㅡMuchas gracias, es precioso, KyungSoo.
ㅡHmm. Aunque creo que no tendrá el mismo valor que el segundo regalo. Ábrelo, por favor.
Siendo impulsado por sus palabras, Kim JongIn llevó su atención al otro paquete. Lo abrió cuidadosamente y sus ojos se detuvieron por un largo tiempo en el libro que descansaba sobre el escritorio. KyungSoo sonrió y se apoyó en su hombro.
ㅡDije que escribiría algo para ti, ¿cierto? Aquí, espero que te guste.
El Emperador suspiró y llevó sus ojos hacia el rostro lleno de gentileza y atención de KyungSoo. Él alzó su mano y le acarició la mejilla cariñosamente, recorriendo su piel con su pulgar. KyungSoo lo miró de regreso y se relajó cuando notó la intención en los ojos oscuros y brillantes del mayor.
No retrocedió y cerró los ojos tranquilamente, recibiendo nuevamente los labios del Emperador sobre su boca con caluroso afecto.
Estaba bien; podía tomar esto. Mientras el Emperador lo quisiera y lo necesitara a su lado, KyungSoo trataría de apoyarlo y hacerlo feliz.
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[✍🏻]
Los Cuatro Libros: se trataban de el Gran Saber, Doctrina de la Medianía, Analectas del Confucio y Mencio, en la antigua China.
Los Cinco Clásicos: se refiere al libro de poesía, el libro de historia, el libro de cambios, el registro del rito y los anales de primavera y otoño.
Libros de flores rosadas: pornografía.
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