Capítulo 22

Aunque había cierto entusiasmo por el regreso de Kim JongIn al país, este se vio ofuscado ante la tensión que se reunió en el salón de banquetes. Los ministros cruzaron miradas entre ellos y KyungSoo había mantenido la mirada en su comida, ignorando olímpicamente el lugar vacío junto al Emperador, donde debería estar la Emperatriz.

Kim MinSeok, Byun BaekHyun y Lee TaeMin no pudieron obtener información de parte de KyungSoo, pues había demasiados oídos a sus alrededores y no era correcto que los demás se enteraran de la situación a raíz de una conversación privada que aún no había sido tratada por el propio Emperador; entonces ellos se limitaron a sentarse junto al joven Príncipe y comieron rodeados de un silencio que resultaba ser abrumador en los oídos de todos.

Cuando la comida acabó, Kim JongIn envió a su General y Capitán a descansar. KyungSoo notó la mirada profunda del General Choi puesta sobre el ajeno y distraído Concubino Lee antes de retirarse, sin embargo, no pudo ahondar demasiado en el asunto, no cuando el propio Emperador había conseguido cruzar una mirada con él que le había arrebatado el aliento.

El consejero real susurró sobre el oído del Emperador y este asintió con firmeza, mirando a sus ministros y a sus Concubinos. Él ordenó la retirada de sus bellas flores con la promesa de un reencuentro próximo y convocó a los ministros a la sala de reuniones, donde se tomaban las decisiones importantes para el país.

KyungSoo estuvo a punto de levantarse para unirse a JiHyun e ir a su habitación cuando el ministro Hui lo detuvo, pidiéndole con voz mansa y recatada, lo suficientemente baja como para ser solo escuchada por sus oídos.

-Concubino Do, es necesaria su presencia en esta reunión. Como víctima y testigo, no puede ser dejado a un lado en los asuntos que concierne a la Emperatriz. Por favor, acompáñanos.

KyungSoo asintió, comprendiendo fácilmente, y sonrió hacia sus amigos, que se habían detenido para mirarlo con preocupación. Él les debía algunas respuestas, así que debía salir de aquella situación para ponerlos al corriente.

Entonces, seguido de JiHyun y siguiendo a su vez a la estela de hombres que llenarían la sala de reuniones, KyungSoo caminó en silencio, mirando de forma ocasional la ancha espalda del Emperador. Siempre tan recto, tan digno.

KyungSoo deseó en lo más profundo de su corazón apoyarse en esa amplia espalda, besar sus hombros y acariciar su largo cabello siempre atado. Que JongIn cumpliera con la primera promesa que le había hecho antes de irse.

Besarlo nunca había sido un deseo ferviente para la mente agitada de KyungSoo, y, sin embargo, ahí estaba él, anhelando un roce de sus bocas en medio de un momento inapropiado.

Era tan lamentable.

Dentro de la sala de reuniones, cada quien se acomodó en el lugar al que correspondía. Kim JongIn de sentó en su trono de oro y jade, luciendo magnífico e imponente. Los ministros, con miradas bajas, permanecieron en silencio mientras el Emperador tomaba su lugar y KyungSoo se detenía al final de las escaleras que daban al trono, de pie junto al ministro Kang.

-Ahora que estamos aquí, ¿qué es lo que ha sucedido? Sean honestos y directos.

El consejero imperial, tomando prontamente su lugar, se inclinó ante el Emperador e informó las últimas noticias.

-Su Majestad, Su Alteza la Emperatriz ha sido recientemente encarcelada al admitir su participación activa tras el planeamiento de asesinado del Concubino Do hace dos noches -Kim JongIn no pudo ocultar su sorpresa; su rostro se movió hacia KyungSoo, que mantenía la mirada baja y se hallaba en completo silencio, y sus cejas se fruncieron mientras buscaba algún rastro de lesiones-.

Él no podría notar la capa de maquillaje cubriendo los moretones en su rostro, JiHyun había sido diligente al ocultarlos.

El consejero imperial continuó:

-Además, contamos con un par de testigos que consiguieron ver a Su Alteza la Emperatriz en movimientos poco decorosos con otro hombre durante la ausencia del Emperador. Su Majestad, la situación vergonzosa ocurrió más de una vez.

Por supuesto, luego de admitir su culpa, ellos no se quedarían de brazos cruzados y harían cualquier cosa para desentrañar los secretos y equivocaciones de la Emperatriz. KyungSoo no podía sorprenderse; algunos ministros tenían hijas e hijos dentro del harén Imperial, por lo tanto, si la Emperatriz era echa a un lado, había posibilidades de que el Emperador consiguiera un nuevo favorito que ocupara su lugar.

Con las negativas constantes de KyungSoo de ser parte de las flores de Kim JongIn y su poca disposición a convertirse en su esposo, ellos tenían deseos altos y grandes expectativas. Ninguno podría saber que durante esos tres años, los sentimientos de KyungSoo habían cambiado mientras los propios sentimientos del Emperador quedaron intactos.

La situación se estaba volviendo tensa y delicada. Con sus pecados expuestos, la Emperatriz no podía esperar nada más que la muerte. Era el castigo correspondiente a los traidores al Emperador. Su destino era desafortunado; toda su vida había sido sumamente desafortunada.

Qué desición tan complicada para ser tomada por Kim JongIn. KyungSoo sintió un pesar profundo por él.

Para sorpresa y desconcierto de KyungSoo, el consejero imperial no se detuvo allí. Sus brillaron de una forma bastante retorcida y él formó otra reverencia, exponiendo posteriormente algo que KyungSoo no podría haber sabido aunque quisiera.

Todo solo empeoraba para la Emperatriz, y Kim JongIn sentía un peso profundo en su corazón. KyungSoo podía saberlo con solo notar el tormento en su mirada oscura.

-Finalmente, Su Alteza la Emperatriz habría sido cargada con la semilla y un hijo bastardo se formó en su vientre. Para evitar ser descubierta de sus vergonzosas y lujuriosas aventuras, ella convocó al médico familiar que atendió su linaje por treinta años y él se hizo cargo de deshacerse del problema. Esto sucedió en completo silencio, a puerta cerrada en las habitaciones de la Emperatriz.

KyungSoo sintió como su corazón daba un vuelco en su pecho y su mirada viajó inmediatamente hacia el consejero antes de ser dirigida al Emperador.

La tez normalmente morena de Kim JongIn se había blanqueado como el papel; sus puños se habían apretado con fuerza en los antebrazos de su trono y sus cejas se arrugaron profundamente. KyungSoo de sentía preocupado; en medio de tantas personas, él no podría dar pasos al frente y consolar al hombre. En cambio, vio con impotencia como el monarca recibía tales golpes y trataba de digerirlos con dificultad.

Él realmente no había sabido que la Emperatriz esperaba un hijo de su amante, por ello, ahora no sabía cómo actuar para poder consolar al hombre. Lidiar con un ataque y con una infidelidad podría ser resuelto por él, ¿pero cómo llenaría el vacío que se impondría en el pecho del Emperador al saber que ella había acabado con la vida del hijo del amor de su vida por su posición y las circunstancias? KyungSoo no podía imaginar el dolor que sacudía a Kim JongIn en ese instante. Él solo quería borrar todo lo que pudiera mantener un peso en sus hombros y consolarlo lo mejor posible.

A pesar de los sentimientos que debía mantener en su corazón, la voz del Emperador fue inusualmente suave. Era aún más terrible que la visión de un Emperador furioso y violento a causa de las numerosas desgracias aue habían sacudido el Palacio en su ausencia.

-Consorte Do, ¿es cierta su situación con respecto a la Emperatriz?

KyungSoo no podía mentirle; no frente a estos hombres y no bajo esa mirada en especial. Él hundió sus hombros y asintió ligeramente.

-Lo es. Mi atacante lo confesó cuando fue interrogado por mí y posteriormente por los guardias. La Emperatriz admitió haberlo enviado y desear mi muerte frente a numerosas personas. Yo... también vi a la Emperatriz con su amante, Emperador.

Es mejor decirlo, pensó cabizbajo. Es mejor decir todo lo que sabía y no guardarse nada. Si él recibía todo el golpe en conjunto podría sanar mejor que si lo hacía poco a poco. Kim JongIn se merecía eso al menos.

-¿Sobre el bebé? ¿Pueden presentar pruebas sobre su aborto?

Esta vez fue uno de los ministros quien habló.

-Su Alteza, una de sus sirvientas lo confesó cuando fue interceptada por mis hombres. Había notado que la situación con respecto a la Emperatriz era extraña, así que, preocupado, envié a alguien para tratar de saber qué le ocurría y ayudarla de esta manera. Gran sorpresa me llevé al enterarme de este evento desafortunado. Además, el médico que la atendió nunca pudo ser encontrado; seguramente ha huido al saber que sus acciones traerían consecuencias catastróficas para sí mismo de ser descubierto. La misma Emperatriz confesó su pecado cuando fue interrogada en sus habitaciones. Ella no le teme a los castigos terrenales ni a Dios, Su Majestad.

KyungSoo no creía realmente que este ministro quisiera ayudarla en un golpe de preocupación por la falta de presencia de la Emperatriz, sin embargo, no había nada que pudiera hacerse en este momento. Sus verdaderas intensiones palidecían ante la gravedad del asunto tratado.

Veinte años fueron colocados sobre los hombros del Emperador y su expresión se volvió especialmente impenetrable. Mientras los ministros debatían cuál debía ser el castigo para la Emperatriz, él se mantuvo en silencio, siendo observado por KyungSoo en todo momento.

Los ojos de KyungSoo de movieron hacia sus manos y en ellas encontró heridas sangrantes a causa de las uñas enterradas en su carne. La sangre fluyó por sus puños de piedra y se asentó en los reposabrazos del trono. Finalmente, mientras las voces se alzaban con cada vez más fuerza y los minutos ganaban peso en la audacia de los ministros, el Emperador volvió a hablar, llenando la sala de silencio inmediato.

-La muerte no será suficiente para expiar los pecados cometidos por la Emperatriz -comenzó él y los ojos agudos se movieron directamente hacia el monarca-. En cambio, decreto su exilio; su rostro no será visto nuevamente en este reino, su fortuna y sus títulos serán borrados de los registros y ella se alejará de su nicho familiar. De pisar nuevamente estas tierras, ella será asesinada. De esta forma, sobre su corazón y su mente cargará la conciencia de haber traicionado a su esposo y a una nación. Ella pagará en esta vida por sus errores mientras toda fortuna le es arrebatada de sus manos.

Dejada en bancarrota, sin disfrutar de un matrimonio beneficioso, sin el favor del Emperador o el apoyo familiar, ¿qué sería entonces de esa mujer? Era un destino cruel para guíen que había nacido con un lingote de oro bajo el brazo, no obstante, era justamente la salida que la Emperatriz necesitaría para rehacer su vida.

Así pues, mientras los ministros mostraban su acuerdo ante la decisión del Emperador, el propio Kim JongIn consiguió cumplir su promesa para con ella. Era lamentable que se hubiera dado a raíz de todo esto, mientras el Emperador guardaba un sabor amargo en su paladar ante la traición de su mujer, de su amiga, no obstante, ahí estaba la libertad que ella tanto había querido.

Era en ese momento cuando la Emperatriz podría comenzar a vivir la vida que ella siempre deseó junto a la persona que realmente amó.

-Si eso es todo lo que hay que tratar, entonces me retiraré para informar a la Emperatriz sobre las decisiones que han sido tomadas hoy. Concubino Do, lo espero en mis habitaciones en el tiempo en el que dos varitas de incienso hayan sido consumidas -dijo esto último con un poco más de suavidad a pesar de la presión en su mandíbula. KyungSoo lo miró largamente y un breve asentimiento respondió por él-.

El Emperador se retiró entonces, la espalda recta y ancha perdiéndose detrás de las puertas de la sala de reuniones mientras los ministros parloteaban entre ellos. KyungSoo no se quedó más tiempo en el lugar y fue hacia sus propias habilitaciones para cambiarse la ropa y tomar un trago de vino.

En un momento así, era lo único que podía hacer.

. .· '¸.·*'¨) ¸.·*¨)
.(¸.·' (¸.·'* . El Consorte del
Emperador.

Exactamente cuando dos palos de incienso fueron cenizas, KyungSoo se puso de pie y salió de su alcoba. Fuera, los guardias formaron una breve reverencia y KyungSoo le dio una mirada pesarosa a JiHyun.

-¿Cómo está él? -preguntó en un susurro. JiHyun suspiró, sus hombros se hundieron y negó suavemente con la cabeza-.

Esa fue respuesta suficiente para él.

KyungSoo asintió y tomó una bocanada de aire para darse aliento. Al sentirse más tranquilo, sonrió a su amiga y palmeó ligeramente su hombro.

-Está bien. Llévame con él.

El camino fue silencioso y especialmente abrumador. KyungSoo pensaba profundamente en posibles soluciones para mantener a flote el estado de ánimo del Emperador, pero debido a la gravedad de todo lo que englobaba a la Emperatriz, su amiga, no encontraba opciones lo suficientemente válidas y efectivas.

Al llegar a la recámara del Emperador, KyungSoo se despidió rápidamente de JiHyun y enfrentó las grandes puertas un momento después de ser anunciado. Había pasado un tiempo desde la última vez que había estado aquí, así que una sensación nerviosa se había instalado en su interior.

KyungSoo golpeó su pecho un par de veces, cuando Kim JongIn le concedió permiso para entrar; inhaló profundamente y abrió las puertas.

Su mirada cayó de inmediato sobre la figura del Emperador. Él se encontraba sentado en la cama, con los hombros hundidos y la mirada fija en el horizonte nevado a través de su ventana abierta. Parecía especialmente agotado, totalmente derrotado luego de una batalla difícil y KyungSoo sintió como él mismo se hundía un poco más y su corazón era lastimado profundamente.

Cerró las puertas detrás de él y se acercó al mayor silenciosamente. Kim JongIn estaba precariamente vestido, con la armadura deshecha y el cabello desordenado cayendo sobre su espalda y hombros, flotando de vez en cuando, cuando una ráfaga de aire invernal penetraba la ventana y acariciaba su cuerpo.

KyungSoo se sentía preocupado por su salud, así que se acercó a la ventana y la cerró suavemente, luego buscó en el armario una túnica abrigadora y limpia y ordenó a los sirvientes fuera de la habitación traer agua caliente para llenar la bañera del Emperador. Kim JongIn no dijo nada en todo ese proceso y KyungSoo se mantuvo cerca mientras la bañera era llenada.

Negó la ayuda de las sirvientas con respecto a bañar al Emperador y él mismo se encargó de dicha tarea. Una vez solos, mientras la mirada de Kim JongIn era distante y opaca, él desató los nudos de su túnica de guerra y lo ayudó a despojarse de su ropa.

Se apoyó en sus rodillas para retirar las botas del mayor, delicado y servicial, y le acarició los pies con atención. Kim JongIn lo miró entonces, sus ojos oscuros clavándose sobre su rostro mientras su mano se movía y reposaba sobre su mejilla.

No dijeron nada, pero el reconocimiento fue palpable.

KyungSoo lo instó a levantarse y lo llevó a la bañera mientras él todavía tenía sus pantalones cubriendo su intimidad. Aguardó tras la pantalla de privacidad mientras el Emperador se retiraba dicha prenda y solo volvió a su lado al escuchar el sonido del agua. Entonces se sentó en un banco dispuesto frente a la bañera y se dedicó a bañarlo, a retirar la frialdad de su cuerpo y enjuagar la suciedad de su suave e indomable cabello en las profundidades del agua caliente.

Perfumó su piel, la talló y la puso presentable. Él masajeó su cuero cabelludo y no se molestó cuando sus mangas se mojaron un poco debido a su trabajo. Retiró el jabón sobre el cabello brillante del emperador y suavemente besó la parte superior de su cabeza como un gesto de apoyo y consuelo.

Kim JongIn suspiró y sus ojos se cerraron mientras era atendido con tal diligencia.

Una vez el agua comenzó a enfriarse, KyungSoo fue en busca de una bata para el Emperador y la colocó en la pantalla, permitiéndole ponérsela mientras todavía tenía intimidad. Kim JongIn lo hizo y se encontró con él una vez estuvo vestido.

Su largo cabello caía como una cascada por su espalda, finalizando bajo su cintura estrecha; la tela de la bata se adhería a su cuerpo húmedo y algunas gotas se deslizaron por su rostro y las hebras oscuras. Sus mejillas habían adquirido un poco de color y sus labios se encontraban tan rojos como un par de ciruelos maduros. KyungSoo se quedó sin aliento ante esta belleza sin igual, y pensó para sí mismo que ni siquiera las numerosas cicatrices cubriendo su cuerpo serían capaces de restarle atractivo y perfección a este hombre.

Kim JongIn dio un paso en su dirección, luego otro y otro más. Finalmente se detuvo frente a él y se miraron largamente.

En los ojos de Kim JongIn encontró tormento, tristeza, nostalgia y culpabilidad. Su corazón sangró a causa de todo el dolor que él estaba experimentando y no pudo retroceder cuando el Emperador hundió su cuerpo contra el suyo y lo envolvió en un apretado abrazo caluroso y mojado.

KyungSoo lo rodeó de inmediato e hizo espacio en su cuello para que el mayor reposara su mejilla en la extensión de su hombro vestido; luego de eso, los minutos que transcurrieron fueron desprovistos de alguna importancia y el confort pareció serlo todo entonces.

Un tiempo después, aún sin separarse y mientras KyungSoo acariciaba el cabello mojado del Emperador, Kim JongIn susurró suavemente sobre su piel, como un niño perdido necesitando cuidados atentos.

-KyungSoo... duerme conmigo esta noche... quédate. Por favor.

Y KyungSoo no tenía corazón para negarle esto.

Él apretó su abrazo, cerró los ojos y asintió contra su rostro. Un suspiro de alivio abandonó la boca del guerrero y solo entonces su cuerpo pareció relajarse finalmente. Como si hubiera encontrado su hogar en medio de tantos tormentos.

KyungSoo estuvo a su lado durante el resto del día. Comieron juntos y se mantuvieron abrazados sobre la cama. No hablaron en todo ese tiempo. KyungSoo veló el sueño que golpeó al Emperador a mitad de la tarde y se dedicó a aflojar la tensión de su rostro con caricias suaves. Él debía estar realmente cansado; había trabajado duramente durante todo ese tiempo y seguramente no había podido dormir debidamente, así que él no pudo hacer otra cosa más que acomodarse en su abrazo y mirarlo largamente.

Fue cuando la noche finamente cayó, cuando KyungSoo se separó del abrazo de Kim JongIn para poder atender a JiHyun, que había tocado respetuosamente la puerta.

El Emperador continuaba durmiendo, así que él se movió silenciosamente y deslizó la puerta con cuidado para no provocar ruidos. Frente a él, su amiga le sonrió y extendió para él una nueva muda de ropa.

-Pensé que el joven maestro se quedaría en compañía con el Emperador, así que he traído algunas prendas para que se cambie si desea bañarse o despojarse de sus túnicas del día.

KyungSoo tomó la ropa limpia y le sonrió calurosamente a su doncella.

-Te lo agradezco, JiHyun; en efecto, me quedaré con él, así que no te preocupes.

-No lo haré. Sé que ambos estarán bien mientras se encuentren bajo la compañía del otro.

Sus palabras llegaron directamente a su corazón, donde se desarrolló esta idea con suma facilidad. Él le echó un vistazo al hombre dormido en la cama y luego de comprobar que estaba bien, volvió a centrarse en su amiga.

-¿Sabes qué le ha dicho a la Emperatriz? ¿Decidieron algo?

JiHyun asintió y no dudó en informar:

-El Emperador dijo que la Emperatriz se retiraría del Palacio mañana por la mañana. Fue un decreto real inmediato... Mañana también se le informará al reino sobre la situación.

-Comprendo. Entonces tendré que quedarme con él todo el día de mañana también, ¿no es cierto? No creo que quiera ser parte de esto.

JiHyun bajó la mirada, con una capa pesarosa sobre sus ojos.

-Creo que será lo mejor, joven maestro. Su Alteza... él realmente le quiere y su compañía sería un gran consuelo para él.

-Creo que servimos de la misma manera para el contrario.

Cruzaron un par de palabras más luego de eso y JiHyun se retiró una vez más. KyungSoo cerró las puertas nuevamente y se acercó a la cama del Emperador; colocó la ropa sobre la mesita más cercana y justo cuando estaba dispuesto a retirar la primera capa de su ropa, los ojos del Emperador se enfocaron en él.

Se miraron por un tiempo prolongado, con KyungSoo sosteniendo los bordes de su túnica exterior y Kim JongIn apoyando la mejilla sobre la almohada; finamente, el Emperador suspiró y cerró los ojos una vez más.

-Cámbiate tranquilamente, no te veré.

Y KyungSoo le creyó.

Se despojó de su ropa por completo, la dobló ordenadamente y luego se vistió con su túnica para dormir. Luego de eso, con el cabello atado precariamente en una cola floja, volvió a subirse a la cama y permitió que los brazos cálidos y fuertes del monarca lo rodearan de inmediato. KyungSoo cerró los ojos y suspiró por lo bajo, notando la agradable calidez de su cuerpo, su aroma limpio y la comodidad que traía consigo el amoldamiento perfecto de sus cuerpos juntos.

Kim JongIn le acarició dulcemente el cabello y colocó su barbilla sobre la coronilla de KyungSoo.

-Espero no molestarte por retenerte aquí -susurró el monarca en medio del silencio de la noche y Kyungsoo comenzó a acariciarle la espalda-. No es tu deber quedarte ni ayudarme con esto; realmente no quiero imponerme y causarte incomodidad.

-No lo haces -respondió de inmediato, sin moverse del lugar seguro en su pecho-. No me importa quedarme aquí; me necesitas, así que me quedaré a tu lado y te ayudaré de la misma forma que me ayudaste a mí cuando necesitaba apoyo. Además, también te he extrañado profundamente. No querría estar en otro lugar en este momento.

KyungSoo sintió sus mejillas sonrojarse ante la franqueza de sus palabras, no obstante, no desvió la mirada cuando Kim JongIn se movió y conectó sus ojos con los suyos. Él le acarició la mejilla caliente con una pequeña sonrisa y un ligero brillo se dejó ver en sus irises.

-¿Lo hiciste? ¿Qué tanto me extrañaste?

Aunque se sintió avergonzado, KyungSoo no dudó en contestar con completa honestidad:

-Con todo mi corazón; mucho más de lo que podría soportar. Te anhelaba intensamente y el sentimiento avanzó con el paso del tiempo. Ahora soy muy feliz al verte aquí una vez más.

La sonrisa del Emperador fue borrándose lentamente y sus ojos se llenaron con una sinceridad y sentimentalismo abrumadores. Su mano permaneció cubriendo su mejilla y KyungSoo sintió como su corazón comenzaba a latir a toda marcha en su pecho.

-También te extrañé, KyungSoo. Cada día lejos de ti ha sido una completa tortura. Dolió más que cualquier herida que pude haber sufrido en el campo de batalla. Ahora, estando aquí contigo, sé que la espera ha valido la pena.

KyungSoo no lo había notado en un inicio, la manera que sus rostros se acercaron, atraídos el uno al otro de forma inevitable, hasta que sus narices se tocaron en algún punto. Suspiró contra sus labios y la mano del Emperador se movió de su mejilla hacia su nuca, rodeándola y manteniéndola ahí en medio de un agarre gentil.

Finalmente, sintiendo el retumbar de su ritmo cardíaco en sus oídos, KyungSoo apretó la tela de la ropa de dormir del Emperador y susurró en apenas un hilo de voz mientras la expectación se apoderaba de él:

-Aún debes cumplir una promesa.

No hubo necesidad de explicar cuál promesa era. Ambos lo sabían, después de todo, la habían anhelado durante noches de insomnio y días difíciles.

La mirada del Emperador se suavizó al escucharlo y luego terminó de acortar la distancia entre ambos; KyungSoo cerró los ojos y su cuerpo pareció derretirse cuando sus labios se rozaron nuevamente después de casi cuatro años.

Entonces reconoció una vez más la calidez, el confort. La boca amable de Kim JongIn acarició dulcemente sus labios, él lo guió en medio de su torpeza e inexperiencia, envolvió su boca y fundió sus lenguas cuando KyungSoo separó sus labios.

KyungSoo se abrazó a él con fuerza, apretó la tela de su túnica interior en un puño y sintió como todo su rostro y su cuello ardían mientras la lengua del Emperador acariciaba la suya y sus labios chasqueaban ruidosamente, interrumpiendo el silencio de la noche. Una vez se hubieron alejado, con KyungSoo sonrojado y agitado, Kim JongIn le besó la esquina de la boca y presionó su frente sobre la suya.

Un tiempo después, KyungSoo se movió por su propia voluntad y buscó una vez más la boca del Emperador. Él cerró sus ojos y sus labios encontraron su lugar entre los del monarca. Kim JongIn suspiró en el beso, lo abrazó por la cintura y movió su boca una vez más sobre la suya, llenando el vacío que había quedado en ellos, acariciándose de esta manera especial como nunca lo habían hecho antes.

Ellos se besaron durante gran parte de la noche, acunados por los brazos del otro, resultaba ser algo perfecto y reconfortante. Fue un pequeño momento de paz y calma antes de la tormenta.

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Levantarse tarde después de una noche afectuosa era inevitable.

KyungSoo agradeció haber dejado libre el dosel de la cama, porque de esta manera el sol sobre su rostro resultaba ser menos molesto e invasivo. Una vez abiertos sus ojos, estirándose contra el pecho del Emperador, notó que este se encontraba despierto y lo miraba tranquilamente.

KyungSoo sintió como sus pómulos se llenaban de color ante la observación inamovible, no obstante, no retrocedió y simplemente le obsequió una sonrisa adormilada que Kim JongIn no dudó en devolver con suavidad.

-Buen día.

-Buen día -KyungSoo suspiró al escuchar su voz ronca especialmente baja debido al desuso de la misma; se acurrucó contra su pecho y cerró los ojos una vez más-.

-¿Conseguiste dormir un poco? -preguntó contra su túnica interna y Kim JongIn inició una serie de caricias sobre su cabello desordenado-.

-Más de lo que he dormido en tres años y un par de meses.

-Es bueno saberlo. ¿Quieres que envíe a alguien a preparar el desayuno y el agua caliente para que puedas lavarte?

-No es necesario; lo hice mientras aún dormías.

KyungSoo asintió y se dedicó a esperar y disfrutar del trayecto de los dedos de Kim JongIn sobre su cabello.

Los sirvientes llegaron no mucho después. Ellos entraron cuando el Emperador cubrió el cuerpo de KyungSoo con una sábana gruesa, de modo que ninguna parte de su cuerpo fue expuesta a los ojos curiosos; KyungSoo había sonreído ante la acción, sintiéndose protegido mientras Kim JongIn lo abrazaba contra su pecho.

Ningún ciervo se atrevió a mirar a la cama del Emperador. Ellos acomodaron la comida en la mesa y otro grupo comenzó a llenar la bañera. JiHyun, al frente del grupo, se inclinó respetuosamente e informó con ojos bajos:

-Espero que Su Alteza y el joven maestro hayan descansado apropiadamente. El agua de la bañera está especialmente caliente, así que podrán comer antes de usarla sin temor a que se enfríe. ¿Quiere que agreguemos más carbón para mantener caliente su habitación?

-Solo asegúrate de que la temperatura de la habitación sea la misma que hasta entonces -dijo el Emperador con tranquilidad y JiHyun asintió ligeramente. Luego de un momento, susurrando con suavidad, el monarca agregó:-. Muchas gracias por tu trabajo duro, JiHyun.

JiHyun asintió imperceptiblemente y una pequeñísima sonrisa llenó sus labios.

-Es solo el deber de esta doncella. Ahora, si Su Alteza no necesita nada más, esta se despide.

JiHyun se retiró entonces con su séquito de sirvientes y cerró la puerta de la habitación con suavidad. Kim JongIn lo miró cuando estuvieron solos nuevamente y una sonrisa gentil apareció en las esquinas de su boca.

-Ella no ha cambiado.

-No lo ha hecho, y por eso resulta ser agradable. Ahora vamos, Alteza, debes alimentarte.

Se levantaron de la cama e hicieron sus necesidades mañaneras, lavaron sus rostros y manos con un par de toallas, el jabón de Kim JongIn y una cubeta llena de agua que había traído un sirviente. KyungSoo se enjuagó la boca con agua limpia y luego se sentaron frente a la mesa del desayuno.

La mesa daba a la ventana que Kim JongIn había abierto para aprovechar un poco más la luz de la mañana. Era un día soleado y frío, la nieve no se derritiría aún, así que el clima brillante era mayormente pasajero. Sentados uno junto al otro, el Emperador se encargó de servir la comida para KyungSoo, disponiendo los alimentos en su plato y sirviéndole té mientras él sonreía cálidamente y lo miraba trabajar con diligencia.

Era como si, a puerta cerrada, Kim JongIn dejara atrás sus armaduras y sables pesados y en su compañía no fuera nada más que un hombre atento y refinado, encantador y atractivo. Incluso cuando su corazón estaba sumergido en la bruma y sus ojos aún se encontraban opacos, el Emperador era terriblemente hermoso.

KyungSoo no pudo resistir el impulso de besarle la mejilla cuando el té terminó de servirse y le sonrió cariñosamente antes de que el Emperador se inclinara hacia su rostro y besara ligeramente sus labios en compensación.

No hablaron sobre sus acciones durante la noche, pero con este nuevo encuentro de sus bocas, no era necesario. Ambos lo querían, así que harían lo que fuera necesario para cuidar y preservar lo que sea que comenzaba a formarse entre los dos. Eso estaba bien; sin prisas ni etiquetas encasillando sus sentimientos y pensamientos y presionando sus mentes todo parecía fluir un poco mejor, mucho más dulce.

Kim JongIn se alejó de su boca y luego besó su frente cariñosamente, luego la mejilla y la esquina de su boca sonriente. KyungSoo le rascó la barbilla con gentileza desbordante y se dejó hacer de buena gana mientras toda aquella demostración de afecto se llevaba a cabo.

Finalmente, no podían postergar el desayuno aún más, así que ambos comenzaron a comer en medio de un cómodo y reconfortante silencio, mirando hacia la ventana y los jardines nevados ante ellos. De esta forma, KyungSoo pensó que era verdaderamente agradable compartir un momento como este junto al Emperador.

Emocionado por su pensamiento, estaba dispuesto a girar el cuello para mirar el perfil del mayor y deleitarse con su belleza; sin embargo, antes de que esto ocurriera, la esquina de su ojo captó un un reflejo carmesí y azabache cayendo frente a la ventana. Su corazón dio un salto y sus ojos se ampliaron, mirando hacia adelante con sorpresa, en shock.

Kim JongIn estaba paralizado a su lado, con la mano tomando los palillos temblando fuertemente y derramando la comida de su tazón. Su rostro se había blanqueado dramáticamente y su boca se encontraba abierta, despojada de la gracia que lo había rodeado solo un momento atrás.

No fue necesario escuchar los gritos y las exclamaciones desesperadas para saber qué había ocurrido. Ellos lo habían presenciado en primera fila.

-¡Rápido, busquen al médico imperial! ¡La Emperatriz ha saltado del balcón!

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