Capítulo 21

Fue en invierno, en medio de una nevada helada, cuando llegó la noticia al Sur.

Después de tres años de intensa lucha, el Emperador Kim JongIn había derrocado al Emperador del Sureste y a su General.

Las manos de KyungSoo habían temblado y sus ojos se sintieron ardientes al leer la corta carta que le había enviado el mismo Emperador después de tres años sin ningún tipo de comunicación con él. JiHyun, sintiéndose alarmada ante su reacción, se acercó a él rápidamente con una expresión preocupada, solo para ser abrazada por KyungSoo con una fuerza y necesidad abrumadoras.

—¡Joven maestro, ¿qué...?!

—Él ha ganado. Va a regresar, JiHyun.

El país entero fue sacudido por la emoción y sin importar el frío que calaba los huesos y congelaba los cuerpos, se iniciaron bailes de celebración alrededor de una fogata gigante en la capital para celebrar la victoria de su monarca. KyungSoo no podía salir del Palacio, pero había conseguido escuchar los cantos de las doncellas, tarareando las canciones que se dejaban escuchar desde los pueblos y la capital.

Era maravilloso. El pueblo del Sur estaba sumido nuevamente en la dicha y, junto a ellos, su propio corazón.

Sin embargo, aunque la guerra finalmente había terminado, Kim JongIn permaneció un mes más en el extranjero. Él estaba solucionando los últimos detalles sueltos y coronando a un nuevo dirigente para el pueblo del Sureste, pues él no tenía la intención de hacer una invasión ni de apropiarse de esas tierras. Así pues, el nuevo mandatario resultó ser el hijo despreciado por el antiguo Emperador. Era un doncel, joven y prometedor que había recibido muy buenas críticas y comentarios y él había prometido mantener a su país en paz hasta su último suspiro de vida.

Kim JongIn estaba dejando a esas personas en buenas manos, así que, de la misma forma que había abatido las fuerzas imperiales de un hombre deseoso de poder y sobrepasado por su egoísmo, dándole fin a un gobierno descuidado y nada más que tirano, él se retiró.

KyungSoo no había podido dejar de sentir algo suave y extremadamente blando en su corazón.

Se había sentido liberado al saber que Kim JongIn había cumplido su promesa y vengado a su gente, a su familia y su país. Él realmente lo había hecho y ahora regresaba sano y salvo... KyungSoo no quería hacer otra cosa más que verlo nuevamente, un deseo que se fortalecía con el paso de los días y se intensificaba cada vez más en su interior.

La Emperatriz, por su parte, no pareció compartir su emoción.

Ella había estado día y noche encerrada en sus habitaciones, sin recibir visitas de nadie ni presentarse en las reuniones de los Ministros. KyungSoo había pensado, no sin cierta desaprobación, que ella realmente era descuidada.

Incluso con los rumores circulando con firmeza en el Palacio Principal y las afueras del mismo debido a sus comportamientos impropios, la Emperatriz continuaba alimentando las lenguas de las víboras al hacer berrinches ante el regreso final de su marido.

Ella se está dejando llevar por su corazón y deseos frustrados de continuar recibiendo a su enamorado en su prisión de cristal; está triste por el desbaratamiento de esto luego de días enteros manteniéndose entre los brazos del hombre que ama. No es algo que deba señalar con demasiada dureza, todos somos humanos y merecemos sentir un poco de tristeza ante las pérdidas que sufrimos. Sin embargo, un noble jamás será considerado un ser humano. Ser la esposa del hijo del dragón trae tantas responsabilidades. No puedes sentir, no puedes mostrarte débil, no puedes ser infeliz ni estar triste.

Ella es lamentable en tantos sentidos. Ella realmente me da tanta lástima.

A pesar de eso, KyungSoo no puede hacer mucho más.

No ha pensado en casarse con el Emperador pronto, él mismo no puede apurar su vida para complacer a los demás, y si bien hay algunos sentimientos rondando su corazón y que le pertenecían a nadie más que al monarca, no desea estropearlos con decisiones apresuradas. Hay tanto por hacer aún; tienen que conocerse aún más, tienen que vivir cosas nuevas juntos, y entonces, cuando ambos estén listos, tal vez podrían continuar adelante.

La Emperatriz tendrá su libertad entonces, ella solo necesitaba ser un poco mas paciente. Eso era lo que podía ofrecerle en silencio.

Durante la noche, después de practicar su meditación, KyungSoo aceptó la sugerencia de JiHyun de tomar un baño caliente para llevarle un poco mas de relajación a su cuerpo y a su mente. El carbón estaba haciendo su trabajo al mantener su habitación caliente, no obstante, este era un invierno especialmente duro (era una suerte que sus cicatrices hubieran dejado de doler hace un tiempo), así que cualquier opción para mantener cálido y suave a su cuerpo era bien recibida.

JiHyun lo ayudó a desnudarse. Deshizo las trenzas y sujeciones en su cabello y finalmente lo ató por encima de su cabeza, todo junto en una alto amarre firme que no se movería de su sitio. Mientras esto ocurría, la tina fue llenada y algunas esencias habían sido vertidas en el agua caliente.

Una vez estuvo completamente desnudo y con el cabello siendo protegido, KyungSoo se acercó a la bañera y reposó en la calidez adormecedora y el aroma dulce de las flores que impregnarían su piel. Era bastante bueno, lo último que necesitaba para poder dormir tranquilamente esa noche.

—Joven maestro, ¿deseas que prepare un poco de té para ti?

KyungSoo negó suavemente mientras JiHyun le frotaba la espalda con diligencia, eliminando los rastros de piel muerta y dejando en cambio una superficie extremadamente suave y bien perfumada.

—No es necesario. Creo que con esto es suficiente.

—Hmm, de acuerdo... Escuché que Su Majestad estará llegando a la capital en dos días. ¿Estás emocionado?

KyungSoo sonrió suavemente, sintiendo un rastro caliente llenando sus orejas y sus mejillas, y extendió un brazo estilizado para la mayor comodidad de su doncella a la hora de trabajar sobre su extremidad.

—Lo estoy. Realmente lo he extrañado durante todo este tiempo, y con él, a los Concubinos Byun, Lee y Kim. Él es tan necesario aquí. Ha pasado demasiado tiempo desde que pude sentirme seguro, y con el Emperador llegando, el sentimiento no deja de crecer en mi pecho.

JiHyun sonrió cariñosamente y pasó a su brazo contrario, frotando los músculos con una suave firmeza que resultó ser bastante agradable.

—Me alegra ver que el joven maestro puede ser honesto con sus sentimientos y se siente cómodo exponiéndolos para alguien más. Mi señor, verte finalmente feliz me llena de dicha.

—JiHyun es realmente blanda y dulce conmigo. Mi corazón no puede soportar tal despliegue de sentimientos.

JiHyun rió con fluidez y luego vertió agua tibia sobre la piel tratada, dejándola suave y brillante después se ser tratada por manos habilidosas y conocedoras.

—El joven maestro es como un hermano para mí; es imposible no sentir afecto hacia él.

Y, nuevamente, como venía ocurriendo desde hace aproximadamente un mes, su corazón dio un salto y se llenó de un calor puro y dulce que tocó los cimientos de su alma.

KyungSoo se enjabonó a sí mismo mientras JiHyun se retiraba para buscar sus ropas de descanso; masajeó sus músculos y cuando su doncella regresó para sacarlo, pues se negaba a que él se resfriara, salió de la bañera y se cubrió con una suave ropa interior.

Una vez listo, y habiéndose sentido satisfecha con su trabajo, JiHyun se despidió de KyungSoo y marchó hacia su propia alcoba, dando por finalizado aquel día de atenciones y cuidados. Así, KyungSoo se dirigió a la cama y se recostó en el suave u agradable colchón.

La habitación estaba caliente y sus sábanas eran gruesas, por lo que una nueva capa de ropa fue innecesaria. KyungSoo cerró los ojos y exhaló el último largo suspiro del día.

Había una sensación tumultuosa en medio de sus sueños. Hacía frío, el sudor resbalaba por su sien y su corazón se hallaba desconcertantemente agitado. KyungSoo no podía respirar mientras un escalofrío helado recorría su columna vertebral.

Hubo un sonido, un bajo susurro de una hoja filosa y un aroma frío penetrando su sueño desde la realidad. KyungSoo abrió los ojos en medio de un jadeo y su cuerpo se movió instintivamente a la izquierda, cayendo de la cama mientras una navaja se hundía en el lugar donde antes había reposado su cabeza.

KyungSoo se incorporó de inmediato y esquivó fluidamente el nuevo ataque dispuesto a golpearlo. Su cabello se había soltado y causado un desastre a su alrededor y en su espalda, no obstante, la mente concentrada de KyungSoo le impidió reparar en él y centrarse por completo en su enemigo. 

Era un hombre alto y de musculatura notable bajo las capas oscuras de ropa; había una máscara de demonio cubriendo su rostro y en su mano, bien empuñada, habitaba una navaja brillando en la oscuridad. KyungSoo abrió la ventana rápidamente y la luz de la noche le permitió observar de mejor forma a su atacante. Él era alto, era sigiloso y rápido. KyungSoo no dudaba de sus habilidades talentosas, después de todo, había conseguido burlar a sus propios guardias y había pasado desapercibido por él en un inicio.

Sus cejas se fruncieron cuando él se movió de nuevo y esquivó con rapidez una nueva estocada que el destinada a lastimar su brazo. Su manga cayó, hecha jirones, y KyungSoo giró su cuerpo para tomar impulso y encestar una patada en su costado. Por supuesto, el hombre de negro la esquivó a su vez, cubriendo su cuerpo con su antebrazo antes de que KyungSoo bajara la pierna nuevamente y esta vez lo intentara con el codo.

Se mantuvo vigilante de la navaja, que se movía con contundencia, dispuesta a matar y a causarle problemas; fue tal su concentración que, al notar una pequeña oportunidad, KyungSoo golpeó la muñeca del hombre y el arma rodó por el piso. Entonces lucharon cuerpo a cuerpo y las cosas parecieron emparejarse.

El intruso era fuerte y rápido, tenía puños duros que causaban estremecimientos en su cuerpo; KyungSoo gimió cuando sus nudillos se encontraron con su mejilla, la sangre explotó en su boca y él escupió el trago escarlata a un lado. Gruñendo, tomó la muñeca del hombre y la torció con un rápido movimiento de pies. Él jadeó pesadamente y trató de deshacer el agarre, no obstante, KyungSoo se afirmó en sus pies y giró el torso, aplicando más fuerza en su agarre hasta tirar el cuerpo alto y fornido junto a él.

Aprovechando la posición, KyungSoo arrancó la máscara de su rostro solo para encontrar un conjunto de facciones desconocidas que le hicieron fruncir el ceño. Con la mejilla palpitando dolorosamente, la sangre acumulándose de nuevo en su boca y el agarre pétreo en sus muñecas, él le exigió con voz dura:

—Dime quién eres y quién te ha enviado.

Una risa burlona brotó de su boca y sus ojos chispearon cuando se enfocaron en él por encima del hombro. Sobre su cuerpo, KyungSoo se tensó visiblemente.

—¿Es necesario decirlo? Gran parte del Palacio lo sabe, tú lo sabes; no hay necesidad de aclararlo.

La Emperatriz.

KyungSoo apretó los labios, preguntándose por qué ella estaba actuando en ese momento, cuando Kim JongIn estaba a punto de llegar al Palacio. Sin importar sus controversias y obvia enemistad, ninguno hizo el movimiento decisivo de lastimar al contrario. Era un punto que ninguno se atrevía a cruzar, no obstante, ella había sido la primera en dar el paso y KyungSoo se encontraba verdaderamente desconcertado.

¿Qué la había hecho actuar de esta manera? ¿Qué le ocurría?

Sus pensamientos se vieron interrumpidos cuando el hombre se removió con fuerza, aprovechando su ensimismamiento, y se zafó de su agarre. Él pateó su pecho y lo alejó de su cuerpo y KyungSoo jadeó ante el estallido de dolor que sacudió la zona maltratada.

Maldiciendo ante su descuido, KyungSoo se puso de pie con lentitud y se deslizó sobre sus pies para intentar esquivar la lluvia de golpes que arrojaron en su dirección. Él era tan bueno como el propio oficial Jang, por ello le resultaba especialmente difícil vencerle.

Finalmente vio su oportunidad cuando se acercó lo suficiente a la cama como para subir de ella de un salto, tomar impulso en sus piernas en medio del movimiento y darle una dura patada directamente en el rostro. El atacante gimió y luego cayó al suelo, completamente inconsciente.

Tomando su costado y sintiendo el cuerpo adolorido, KyungSoo se acercó a la puerta de su habitación, la deslizó y miró hacia el pasillo. A sus pies, los guardias encargados de protegerlo estaban en el suelo, rodeados con un profundo charco de sangre oscura. KyungSoo cubrió su boca y jadeó ruidosamente, impresionado ante la cruda e injusta imagen que parecía perseguirlo a donde sea que él fuera.

Había pasado el tiempo y, sin embargo, la muerte continuaba acechándolo, haciéndole ver cosas que nadie debería presenciar.

KyungSoo oró una plegaria para estas almas arrebatadas con el corazón pesado y la culpa llenándolo, para que consiguieran entrar a la rueda de la reencarnación y tener una mejor vida; luego exclamó con fuerza a la primera persona capaz de escucharlo.

—¡Han atacado la habitación del Concubino Do y asesinado a sus guardias!

Y a partir de ese momento, todo resultó ser un desastre. KyungSoo no pudo volver a dormir el resto de la noche.

. .· ´¸.·*´¨) ¸.·*¨)
             .(¸.·´ (¸.·'* .  El Consorte del
                                       Emperador.

La Emperatriz fue encarcelada.

Ella no había hecho nada para defenderse de la acusación que había hecho KyungSoo en su contra, en cambio, la mujer asintió con una firmeza que KyungSoo jamás había visto en ella y lo miró con fijeza, con una sonrisa ladeada que no llegó a sus ojos opacos, sin vida.

—Sí. Fui yo. Yo quería matar al Concubino Do y, honestamente, no me arrepiento de mis acciones. Lo volvería a hacer una y mil veces más, de distintas maneras de ser posible. Ling chi¹, envenenamiento, ahogamiento, una flecha en el corazón... Yo haría cualquier cosa para que descansaras bajo tierra.

JiHyun, que se había mantenido a su lado desde que todo aquello comenzó, abrió grandemente los ojos y se acercó un poco más a KyungSoo, aferrándose a su mano mientras el temor la golpeaba.

Los susurros no tardaron en aparecer, numerosos Ministros mirando a la mujer con sorpresa, indignación y también lástima. Ella había vivido toda su vida bajo la estela del monarca, infeliz e insatisfecha mientras su esposo suspiraba por alguien más, por un hombre que vivía en su casa y tenía la completa atención del Emperador. Los movimientos de celos eran notables y numerosos en la historia de la realeza, y ellos no tardaron en pensar en sus acciones como algo similar.

KyungSoo, por su parte, sabía que se trataba de algo más. Al mirarla a los ojos, él había reconocido ese vacío perturbador que llenaron sus irises por mucho tiempo, la soledad y tristeza infinitas mezclada con una agonía difícil de manejar. Algo punzó en su corazón y en ese momento él no pudo encontrar la fuerza necesaria para odiarla.

La mujer fue escoltada a su habitación; ella sería vigilada de cerca por numerosos guardias y esperaría el regreso del Emperador para recibir el castigo correspondiente a su error. Por otro lado, los guardias asesinados fueron sepultados y el asesino llevado a los calabozos.

KyungSoo desvió la mirada mientras se la llevaban e hizo oídos sordos a los comentarios y preguntas de los Ministros pululando a su alrededor. Él giró en medio de aquel caos y se dirigió a las puertas, de vuelta a su propia habitación mientras era seguido de cerca por JiHyun.

—Joven maestro, ve más despacio, tus heridas...

KyungSoo negó silenciosamente y ella se detuvo de inmediato, comprendiendo. Él no quería hablar ahora mismo, así que ella le daría su espacio.

Si bien la Emperatriz nunca fue de su agrado y realmente había vivido un infierno a su lado durante los últimos años, KyungSoo había experiencia una ola de nuevos sentimientos conflictivos haciendo y deshaciendo cosas en su interior. Era caótico porque no podía sentir simpatía por alguien que había atentado contra su vida, pero tampoco podía odiarla completamente.

Era desconcertante y totalmente frustrante.

KyungSoo se dirigió al jardín y, una vez en él, se detuvo en medio del mismo. El manto blanco perlado lo cubría todo, arropando el verdor hasta que la primavera llegara nuevamente, además, hacía frío y él no estaba bien abrigado para estar fuera, no obstante, no se movió de su sitio y sus ojos se mantuvieron fijos en el árbol de ciruelos rojos que llevaban vida y color en medio de la nieve inmaculada.

Él se dedicó a pensar entonces. La emoción por el regreso de Kim JongIn había sido opacado a causa de las experiencias desafortunadas y él no sabía cómo traerla de vuelta.

. .· ´¸.·*´¨) ¸.·*¨)
             .(¸.·´ (¸.·'* .  El Consorte del
                                       Emperador.

Cuando el Emperador llegó a la capital, fue recibido de inmediato por ruidosas exclamaciones, sonrisas brillantes y ovaciones pronunciadas. Él, siendo seguido por su Capitán, General y un ejército completo, montando sus caballos de guerra y mostrando expresiones orgullosas, se veía nada más que majestuoso.

Era el hijo del dragón dominando la tierra. El sable que cortaba el mal de raíz y llevaba justicia.

KyungSoo había sido preparado por JiHyun. Ella estaba emocionada, a pesar de toda la situación interna sucediendo silenciosamente a puerta cerrada en el Palacio Principal; sus ojos tenían una luz particular y su sonrisa tiraba con más fuerza de sus esquinas. Su amigo estaba regresando del campo de batalla, y a pesar de los años de alejamiento inevitablemente, ella seguía sintiéndose feliz por tener a Kim JongIn igual de saludable que siempre.

KyungSoo fue capaz de contagiarse con un poco de su propia felicidad, así que se dejó vestir y peinar con una pequeña sonrisa y las mejillas tenuemente sonrosadas.

Su cabello había sido semirrecogido. Fue un peinado elegante que llevaría madurez a su rostro, concordando con su edad adulta; las hebras negras como el carbón se deslizaron suavemente sobre un blanco y suave abrigo mullido; sus manos estaban cubiertas por un par de guantes y su túnica se hallaba perfectamente lisa, inmaculada. JiHyun terminó su trabajo al colocar una horquilla preciosa de oro y rubíes en su medio moño y luego asintió, satisfecha.

—Mi señor está listo. Se ve maravilloso.

KyungSoo observó su reflejo en el espejo más cercano y los ojos chispearon con ligera complacencia.

—Es perfecto. Te lo agradezco, JiHyun.

Se pusieron en marcha no mucho después. KyungSoo había sido flanqueado rápidamente por tres guardias y el oficial Jang, que le había sonreído amablemente mientras lo escoltaba hacia el patio de bienvenido.

Como era de esperarse, había una gran algarabía en el Palacio. Los sirvientes se movían, presurosos, mientras preparaban los últimos detalles para recibir al Emperador. Había un banquete siendo acomodado y los Ministros y sus esposas se hallaban vestidos con sus mejores galas. KyungSoo siguió adelante, sintiendo su corazón corriendo en su pecho y el anhelo llenándolo.

Por fin, KyungSoo volvería a conseguir un poco de paz.

El patio estaba lleno. Había oficiales, Ministros, Concubinos y ciervos. KyungSoo sonrió sinceramente a sus amigos, que no tardaron en saludarlo agitadamente en medio de la multitud. No se acercaron, pues sabían que no era el momento adecuado para ello, y, en cambio, KyungSoo se mantuvo de pie a un lado de la puerta principal del Palacio.

Él miró a las enormes puertas y aguardó con expectación.

Los vítores del exterior se escucharon con más fuerza a medida que los minutos transcurrían y en el patio todo fue silencioso, una bruma rodeándolos a todos mientras el Emperador se dirigía hacia ellos. KyungSoo apretó sus manos juntas cuando los guardias que custodiaban el Palacio se movieron para abrir las puertas gigantes y sus ojos presurosos buscaron al monarca.

Fue fácil hallarlo. Kim JongIn era fácilmente distinguible en la multitud con su largo cabello, armadura pesada y espalda recta. Su corcel saludable caminaba tan orgullosamente como se mostraba el rostro de su jinete, el sable pesado descansando tranquilamente en su cintura.

Era una imagen impresionante y el corazón de KyungSoo estaba sacudiéndose con fuerza, la respiración atascándose antes de llegar a sus pulmones. Él casi podía saborear el aroma cítrico del mayor en su boca.

Finalmente, luego de tanta espera, Kim JongIn detuvo la marcha y bajó del caballo. El General y el Capitán lo imitaron y los tres se volvieron hacia el pequeño ejército que se quedaba detrás de ellos. Entonces el trío se inclinó respetuosamente y KyungSoo sonrió con suavidad en todo el proceso. Al incorporarse, el Emperador hinchó el pecho y exclamó con firmeza, su voz llenando su pecho de calidez.

—Valientes guerreros, este hombre y este pueblo le deben la más honesta y profunda gratitud. Sin ustedes, el éxito no habría estado de nuestra parte. Todos han trabajado duro, así que regresen a casa con honor, disfruten de su familia y descansen el tiempo que crean necesario. Es momento de estar en nuestro hogar, su Emperador les recompensará el esfuerzo puesto en batalla.

De inmediato los gritos y aplausos en respuesta llenaron el patio y KyungSoo supo que esto era realmente camaradería y fidelidad.

Todos los que se encontraban ahí reunidos se inclinaron para mostrar sus respetos mientras los guerreros se retiraban del lugar, de vuelta con sus seres queridos después de tres duros años. Solo el Capitán y el General se mantuvieron firmemente junto al Emperador.

Vaciado el patio, Kim JongIn finalmente se volvió hacia ellos y ofreció un asentimiento para los Ministros, que no tardaron en acercarse para idolatrarlo y llenarlo de una adoración cuestionable. KyungSoo esperó pacientemente su turno.

Kim JongIn sonrió suavemente a sus Concubinos, cruzó algunas palabras con Byun BaekHyun y rió ante algún comentario ingenioso de Lee TaeMin; sus ojos se llenaron de afecto al mirar a Kim MinSeok y su voz fue un susurro gentil cuando recibió a tantos otros hombres y mujeres que mostraban sus sonrisas brillantes y sus túnicas más caras para impresionarlo.

Él se veía tranquilo, nadie podía culparlo por ser especialmente suave este día, así que era libre de fingir una fachada pesada e incómoda cuando lo único que quería era estar en paz y ser feliz.

Eternos minutos después, el Emperador siguió adelante y sus ojos pequeños y oscuros se posaron sobre KyungSoo. Y entonces lo fue todo. Su corazón sacudiéndose, sus labios temblando, su cuerpo hundiéndose y sus ojos ardiendo mientras Kim JongIn se acercaba a él con una sonrisa aún más gentil, aún más especial que la que había formado para el resto.

Las irises del monarca resplandecían, su morena piel siendo un poco más preciosa, sus labios más llamativos y su cabello más cautivador que en sus recuerdos. KyungSoo no pudo oler el cítrico en él debido al cuero y metal de su vestimenta, pero no fue necesario, porque su presencia, su ser, olía a calidez y seguridad. 

Una vez frente a frente, ellos se dedicaron a observarse en silencio. Había diferencias en ambos; KyungSoo había crecido un poco, su cuerpo se había llenado de curvas saludables, su cabello estaba un poco más largo y su piel aún más pálida debido a su confinamiento; Kim JongIn, por otro lado, era más musculoso, más moreno y más maduro según sus rasgos masculinos un poco más cincelados. Tres años llevaron consigo una infinidad de cambios, pero también trajo de vuelta los sentimientos reinantes en su corazón.

KyungSoo se inclinó en algún momento, y al incorporarse, el Emperador sonrió un poco más; estiró su mano grande y rasposa y le acarició el óvalo de la cara cuidadosamente. El tacto raspaba su mejilla, pero era lo único que KyungSoo quería sentir, lo único que necesitaba para volver a vivir y respirar.

Él estaba ahogándose con la ola de sentimientos golpeando su cuerpo con fuerza, pero estaba bien; era Kim JongIn, así que él se encontraba seguro.

—Hola, JiHyun —saludó a la mujer de prometo y esta sonrió mientras lo reverenciaba; luego de dirigió al menor—. KyungSoo... Estoy tan feliz de verte de nuevo.

KyungSoo sonrió, tomando el tono dulce y gentil de su voz para sí mismo y dejando escapar una lágrima inevitable que el pulgar de Kim JongIn se encargó de atrapar. Él colocó su mano sobre el dorso del mayor y dejó su rostro apoyado en su palma mientras cerraba los ojos y se entregaba finalmente al contacto cálido y afectuoso.

Era impresionante. Estas manos fieras en el campo de batalla, determinadas, ágiles y peligrosas eran también las más gentiles y amables que podrían existir en el mundo, que podrían tocarlo como si fuera un objeto de inmenso valor. Era reconfortante y muy apreciado.

—Estoy feliz de que hayas regresado.

—Cumplí mi promesa —dijo en voz baja y KyungSoo asintió mientras sonreía un poco más, sus ojos abriéndose para mirarlo directamente a la cara—.

—Lo hiciste, y te lo agradezco tanto... Sin embargo, nada se compara con el hecho de que estás aquí sano y salvo.

Las comisuras de sus labios se alzaron un poco más, arrugando las esquinas de sus ojos y llevándole un poco más de felicidad a su expresión gentil.

—Es bueno saber que piensas eso sobre mí.

—Te he pensado mucho en estos años.

El Emperador afirmó un poco más su agarre sobre su mejilla y sus ojos demostraron impresión, felicidad, satisfacción. Fueron numerosos sentimientos agolpándose en su mirada, formando algo dulce y agradable de ver.

KyungSoo suspiró largamente, sintiendo los efectos de esta calidez irradiando del cuerpo del monarca para abrazar su cuerpo y alejarlo del frío invernal.

—También lo he hecho, KyungSoo. Cada día.

Y aunque KyungSoo podría sentirse tan cómodo y bien en ese momento, no podían olvidar que había mucha gente a su alrededor. La interrupción a su saludo fue inevitable, y ellos no pudieron hacer más que alejarse suavemente y en completa resignación.

—Su Majestad, entre al Palacio. Comida caliente y algunos asuntos lo esperan —dijo uno de los Ministros y el Emperador asintió, le dio una pequeña sonrisa a KyungSoo, que había sido sumido en la realidad nuevamente, y se dirigió al hombre mayor con entereza y dignidad—.

—Entremos entonces. Que mis Concubinos me acompañen en esta reunión también; ha pasado un tiempo desde la última vez que pudimos vernos. Por cierto, ¿por qué no se encuentra aquí la Emperatriz?

KyungSoo se tensó como una vara en ese momento y JiHyun lo miró con preocupación. El Ministro que le había aconsejado dirigirse al Palacio pareció tenso, su mandíbula afilada bien apretada y sus ojos oscuros mostrando un irrespetuoso desdén hacia la mujer más importante del país. No era para menos. La situación era desafortunada y lamentable.

Kim JongIn notó entonces que las cosas no iban tan bien como él lo habría querido; su sonrisa se borró prontamente de sus labios y una expresión llena de profunda seriedad llenó su guapo rostro.

—Convoco una reunión después de comer. Ahora entremos, hace frío y mis Concubinos pueden resfriarse.

—Sí, Su Majestad.

Entonces todos entraron en el Palacio con Kim JongIn a la cabeza de la fila, siendo flanqueado por el Capitán y el General. Los Ministros y sus esposas lo siguieron como perros sabuesos tras su dueño y, para finalizar la marcha, los Concubinos comenzaron a caminar.

KyungSoo habría deseado un poco más de tiempo junto al Emperador, pero él sabía que estas cosas y procedimientos no podían aludirse. Es aún peor si se trata de la Emperatriz.

Sumido en sus pensamientos, KyungSoo no notó al trío dándole alcance, así que solo pudo sentir como era envuelto por una pequeña mano delicada y un aroma floral le golpeaba sutilmente la nariz. Él giró el rostro y dio de lleno con la sonrisa brillante de Byun BaekHyun, sus ojos de cachorro entrecerrados como dos medias lunas mientras todo su rostro era iluminado por la felicidad.

—Príncipe Do, por fin puedo verlo de nuevo. Me alegra poder hacerlo después tanto tiempo.

KyungSoo, que había creído que está amistad se había perdido debido a las circunstancias anteriores, no pudo evitar sentirse un poco mejor y brindarle una sonrisa suave al mayor. No mucho después, sus ojos se encontraron con los de Lee TaeMin y Kim MinSeok y la sonrisa creció un poco más.

—Concubino Byun, Concubino Kim y Concubinos Lee, es bueno verlos una vez más.

—También es bueno ver al Concubino Do —aseguró Lee TaeMin, cargado con su propia linda sonrisa mientras Kim MinSeok asentía con sinceridad—.

—Te hemos extrañado, Príncipe Do. Es tranquilizante encontrarte con buena salud y bienestar a pesar de las tribulaciones que pudiste haber soportado durante este tiempo.

Siempre amable y dulce. Kim MinSeok era digno de confianza y una persona en donde se podría hallar tranquilidad. Fue inevitable, los hombros de KyungSoo se relajaron y algo en su pecho pareció aflojarse al tenerlos de vuelta.

—No ha sido fácil para nadie —aseguró Byun BaekHyun con una mueca— desde que esa Emperatriz nos negó verte. Es demasiado engreída... Por cierto, ¿no debería estar aquí?

KyungSoo suspiró largamente al escuchar la pregunta y su mirada bajó al piso de mármol del Palacio.

—Es una historia complicada. Hoy no va a ser un día especialmente agradable a pesar del regreso del Emperador.

.
.
.

¹Ling Chi: muerte de los mil cortes. Era una tortura originaria de China en la cual el condenado era obligado a fumar opio, posteriormente era llevado a una plaza y expuesto públicamente. La intensión principal era que, cuando la droga hiciera efecto, él mirara como su cuerpo era descuartizado hasta la muerte.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top