Capítulo 1
"El joven Príncipe ha nacido bajo la estrella de la calamidad. Su Majestad, su vida se verá llena de desastre, dolor y sufrimiento. Su futuro está empañado, su existencia será difícil. Le recomiendo que lo ame y rece por él todo lo que pueda, porque el tormento es palpable en su vida".
Esas habían sido las palabras que el Astrónomo Imperial le había dado a su padre, el Emperador, el día de su nacimiento.
KyungSoo había llegado a la tierra con dificultades. Su madre había tenido un embarazo dificultoso desde el inicio, había caído enferma más de una vez durante el proceso y su parto fue largo, extremadamente doloroso y complejo.
Nadie fue capaz de dudar de las palabras del experto de las estrellas con un historial tan bochornoso detrás del alumbramiento del joven Segundo Príncipe.
KyungSoo fue criado bajo ojos críticos y atentos. Sus padres no habían sido especialmente cercanos a él, a pesar de las recomendaciones anteriores, demasiado temerosos de que la mala suerte también los empañara a ellos y provocara catástrofes inimaginables.
Fue instruido en las artes, porque temían que de ser amaestrado en las artes marciales y estrategias militares, KyungSoo sufriera una muerte prematura debido al mal augurio de su estrella; sin embargo, le fue permitido el desarrollo de su carácter y la complacencia. De esta manera podría defenderse con palabras y autoridad o con el despliegue de su sensualidad y no sería un punto débil a atacar.
Por otra parte, el Príncipe Heredero, su hermano mayor, SeungSoo, fue bendecido por la estrella del gobernante. Tenía una vida y un futuro brillante. Todas las estrellas estaban a su favor y mantenían promesas seguras de su buen desenvolvimiento en el trono. Él, a diferencia de KyungSoo, fue entrenado por artistas marciales de renombre, enseñado por los mejores maestros de historia, diplomacia, idiomas exteriores, geografía, política, matemáticas, ciencias y artes. Era un hombre dotado con un carácter suave y amable, con sonrisas dulces que tranquilizaban el corazón y llevaba paz al alma más atormentada.
Eran dos gotas. Una de aceite denso, la otra de agua cristalina.
A pesar de ello, de las obvias diferencias y las preferencias claras, KyungSoo no tenía un amigo más leal y más atento que su hermano mayor.
Él fue el único que trató a KyungSoo como una persona y no como un símbolo de mala suerte; lo llenó de amor, le contó historias, le dio obsequios en sus viajes por el mundo, le mostró idiomas diferentes y le enseñó a defenderse físicamente a escondidas de sus padres.
También fue el único que lo consoló cuando su corazón pesaba demasiado para poder soportarlo, cuando quería afecto de su madre, la Emperatriz, y no podía tenerlo, cuando quería jugar con los niños pero le era impedido por su título de noble.
Fue una gota de agua que impermeabilizó el dolor entre su existencia aceitosa, que lo hizo sentir seguro y le brindó una buena razón para continuar viviendo en un mundo injusto y egoísta.
Él también se volvió especialmente protector cuando KyungSoo fue identificado como un doncel. Aumentando sus clases de defensa personal y entrenando su lengua, hizo todo lo posible para volverlo un hombre firme en pensamiento con una coraza defensiva alrededor de su corazón, a diferencia de sus padres, que le enseñaban cómo debía complacer a su futuro marido, cómo mantener modales agradables y ser un esposo honorable que conocía sobre las artes del hogar y la belleza de las telas y las gemas.
KyungSoo, que había nacido en medio de la desdicha, poseía un futuro cada vez más sombrío. Puede decirlo incluso a la joven edad de catorce años.
Su cuerpo había empezado a cambiar, su vientre se había aplanado y borrado los rastros de la niñez, su cintura se había estrechado y sus hombros pequeños le daban un aspecto sumamente delicado, refinado y hermoso. Se le había negado sujetarse el cabello en su moño acostumbrado y, a cambio, portaba una coleta alta que dejaba en libertad la majestuosidad de sus oscuros mechones. Su rostro dulce y de facciones suaves, dignas y nobles acompañaban perfectamente bien la finura de su cuerpo y la palidez aterciopelada de su piel.
Kyungsoo crecía como una belleza distintiva en su pueblo. Era prometedor, el pétalo de una flor de cerezo que se deslizaba en el viento y creaba fascinación al espectador.
Hermoso e indeseado. Su fama circulaba en cada esquina del Imperio de los Do. KyungSoo no estaba seguro de cómo iba a casarse si su futuro era turbio.
Es en la víspera de sus quince años, cuando la primavera hace brotar los brotes de los cerezos y los magnolios, en medio de sus pensamientos reflexivos en completa soledad mientras bebe una taza de té, cuando nota las nuevas peculiaridades.
Como Segundo Príncipe Imperial, KyungSoo no tenía tantas responsabilidades con el gobierno como era el caso de SeungSoo, la futura máxima autoridad de su próspera y feliz nación, por ello no era de extrañar que no conociera los asuntos importantes del país; sin embargo, se sintió especialmente ignorante y confundido cuando notó la llegada de las tropas a los campos de entrenamientos, guiados por el gallardo general y su fiel capitán, el joven SeungWang, que también era su sobrino y un interés peculiar de su joven corazón.
KyungSoo miró a la tropa con la taza de té a medio camino a sus labios. Sus cejas se fruncieron con extrañeza, porque no era normal ver tal cantidad de guerreros entrando en los terrenos del imperio, al menos no en esa época del año y definitivamente no con caras tan largas. Dejó la taza sobre la mesa de descanso y sus ojos viajaron de inmediato hacia SeungWang.
El joven capitán marchaba a paso admirable, con sus hombros anchos hacia atrás, el pecho hinchado y el ceño fruncido. Su corazón se saltó un latido al verlo y luego corrió despavorido, como un ciervo siendo cazado por un feroz depredador. El significado de esto, sin embargo, era mucho más suave, tierno y dulce.
El general JunSuk, notándolo de inmediato en el campo lleno de hierba fresca y ramas coloridas, se detuvo para palmear el hombro de su sobrino y susurró algunas palabras secretas. SeungWang alzó la mirada de repente y sus ojos se encontraron sin obstáculos. Asintió a su mayor y luego formó una breve reverencia; así, pues, el ejército continuó su camino hacia los campos y el capitán quedó atrás para reunirse con KyungSoo en su lugar de descanso.
Caminó lentamente, con virilidad, la espalda recta y el cabello medio atado bailando a su espalda. KyungSoo aguardó pacientemente, con un sentimiento conocido floreciendo brillantemente en su pecho y una sonrisa inevitable naciendo en los labios de rosas al tenerlo frente a él.
Como un hombre receptor, sus sentidos se habían desarrollado; su olfato mejorado atrapó el olor de SeungWang, una mezcla de cuero y tinta que lo hizo sentir seguro de inmediato e hizo temblar a su corazón. SeungWang formó una reverencia de protocolo para él, innecesaria dada la cercanía y la amistad profunda entre ambos, y luego su rostro guapo se iluminó con una sonrisa gentil y afectuosa.
SeungWang era un hombre alto; su largo cabello castaño era brillante y estaba bien cuidado incluso bajo la presión de su posición y la rudeza constante en su trabajo. Sus ojos eran pequeños, fielmente rasgados y muy brillantes, como las estrellas más cálidas en el cielo extenso; las largas cejas oscuras eran un marco cautivador. Su piel está ligeramente bronceada por la exposición constante a los rayos del sol, sus labios finos eran un par de ciruelas: rojos y de aspecto suave; su constitución atlética y bien trabajada solo sumaba un soplo de seguridad y calidez.
Él no era perfecto, no era una gran belleza ni tenía puntos peculiares que lo hicieran resaltar por encima de otros compañeros de oficio, pero esta cara, esta sonrisa y estos ojos eran los que KyungSoo anhelaba ver día a día.
No sabía si con su suerte, KyungSoo estaría destinado al matrimonio, no sabía si era una posibilidad para alguien como él, pero de ser así, de tenerla, entonces KyungSoo quería compartir el resto de su vida con SeungWang.
—Joven Príncipe KyungSoo. Me alegra verlo nuevamente —su voz como las olas tranquilas de la nación calurosa llena de playas le llevaron calma, un manto de paz a su constante agitación—.
KyungSoo le devolvió la sonrisa e inclinó dulcemente la cabeza en reconocimiento.
—Capitán SeungWang, nadie puede alegrarse más que yo al ver a un ser querido. Mi corazón se ha llenado de dicha al poder encontrarme nuevamente con usted.
Sus palabras trajeron complacencia y satisfacción. La esquina de sus labios tomó un rizo carismático y sus cejas se aflojaron notoriamente.
—Me siento halagado. Este capitán humilde no merece las atentas palabras del Joven Príncipe; aún así, mi propio corazón se llena de deleite al oírlo y no puedo hacer más que desear poder seguir siendo el foco de su alegría. Si soy presuntuoso, lo lamento sinceramente.
KyungSoo negó con suavidad, sus mejillas cargadas de color como un par de dulces manzanas maduras.
—SeungWang está alejado de la presunción y se encuentra muy cercano a la verdad —sus pestañas parpadearon suavemente y SeungWang admiró el pequeño y tierno espectáculo con atención; porque ahí, sereno y afectuoso, KyungSoo parecía la flor más hermosa de todos los reinos conocidos— ¿Tendría tiempo para sentarse y beber té conmigo? Acaba de llegar del Sur y me sentiría aún más feliz si pudiera tomarse un momento para descansar y observar el paisaje a mi lado.
—Sería un honor para este fiel súbdito.
Ocuparon lugares cercanos aunque respetuosos. KyungSoo desplegó su elegancia natural, con su pequeña espalda recta y los modales que había aprendido con horas extensas de estudio de ética y moral. Sirvió una taza más con té para su acompañante, las muñecas bien ocultas bajo sus mangas amplias y una sonrisa imborrable sobre sus labios.
SeungWang formó una inclinación cuando recibió la bebida y esperó a que KyungSoo diera el primer sorbo a su té; cuando esto ocurrió, él mismo tomó un trago pausado y educado.
Era maravilloso verlo tan noble, tan educado, a pesar de la continua brutalidad de su profesión.
—¿Cómo ha sido su estancia en el Palacio? ¿Las lecciones son difíciles? —preguntó suavemente, cortés y sincero. KyungSoo lo miró y ladeó un poco el rostro—.
—Es inevitable que sean difíciles. A medida que el tiempo transcurre, tengo que formarme en otros aspectos; a pesar de esto, es una carga muchísimo más fácil de llevar que la de mi querido hermano. El Príncipe Heredero lleva mucho más peso que yo sobre sus hombros y por eso debo hacerlo sentir orgulloso. Eso lo aliviaría un poco.
SeungWang dejó la taza de té sobre la mesa y sus ojos oscuros y cálidos se posaron sobre los suyos.
Era un gesto indebido, totalmente prohibido para cualquiera que no naciera en la cuna imperial más alta. KyungSoo no se sintió ofendido ni obró en su contra; le gustaba ser mirado por SeungWang, le gustaba esta intimidad que podría existir pacíficamente entre ellos. Hablaba sobre los años conociéndose y la comodidad mutua, pero también hablaba sobre sentimientos y permisos concedidos.
Sobre confianza.
—Creo que el Joven Príncipe debería pensar en sí mismo. Si está cansado, tiene derecho a decirlo, si quiere descansar, entonces debe hacerlo incluso si la tarea que hace es mínima. Puede permitírselo de vez en cuando (ser el centro de sus propios pensamientos en vez de ser ocupados a favor del Príncipe Heredero).
—SeungWang es muy dulce y atento con este príncipe. Sin embargo, no debe preocuparse porque yo estoy bien. En cambio, comparado a mí, sus deberes y sus cargas son más pesadas que las mías. ¿Cómo se encuentra? ¿El viaje ha sido duro?
SeungWang cabeceó y se cruzó de brazos, un movimiento clásico para cerrarse al tema. KyungSoo lo miró con curiosidad y atención mientras sus cejas largas y bellas se fruncían suavemente por un segundo y sus oídos captaron la ligera aspereza en su voz.
—Fue un recorrido muy largo. Nuestros hombres están agotados y el Sureste es problemático. El camino pedragoso y el continuo calor no los ha ayudado —dijo con aparente simpleza, pero KyungSoo no se dejó engañar—.
Supo de inmediato que "el Sureste es problemático" no se refería exclusivamente al camino; sus ojos se habían oscurecido al decirlo y sus puños se habían apretado por un momento. KyungSoo se encontró irguiendo la espalda como una vara clavada con firmeza, sus dedos sostuvieron la porcelana fuertemente y su sonrisa se desdibujó.
Al notar el cambio de ánimo en su rostro, SeungWang se obligó a relajarse. Sus hombros se aflojaron notoriamente, sus manos se abrieron y el tormento momentáneo en su mirada fue reemplazada por su suavidad continua. Sonrió de nuevo; fue una curva muy pequeña y muy sutil que, a pesar de su sencillez, de igual manera causó un efecto interno. KyungSoo no se relajó, sin embargo, y sus ojos se clavaron sobre los contrarios con preocupación inevitable.
—El Joven Príncipe no debe preocuparse. Tiene un ejército fuerte, capaz de soportar situaciones difíciles. Ponga su confianza sobre nosotros, porque vivimos por el único motivo de mantenerlo tranquilo y a salvo junto a nuestro pueblo. Algunos baches y rocas en el camino no nos detendrán ni lastimarán.
—Sin embargo, los baches aparentemente indefensos pueden causar dolor y daño si se les subestima. Incluso el más fuerte de los hombres puede ser lastimado por una roca apacible, por ello no puedo estar tranquilo, incluso si es la razón por la que vive mi ejército.
Ambos estaban hablando de una situación alejada de caminos complicados y un viaje molesto y dificultoso, lo sabían, se conocían lo suficiente como para desentrañar los pensamientos del contrario y formar sus propios hilos de información. Nunca habían podido guardar secretos ante el otro, la transparencia era un punto importante en su amistad, además, la continua atención que iba y venía, entregada y devuelta, imposibilitaba el ocultamiento de pensamientos voraces. Especialmente cuando se trataba de una situación complicada como esta.
—Mi Joven Príncipe, una roca sigue siendo una roca, un bache no dejará de ser un bache. No son nada en comparación a un hombre fuerte y glorioso. Mientras ese hombre conserve su fuerza y su gloria, su honor y su orgullo, entonces podrá pasar por encima de todos los caminos truncados que aparezcan delante de él. El soplo del viento más fuerte es incapaz de mover la montaña determinada y firme.
KyungSoo colocó sus manos sobre sus piernas juntas y bajó la mirada a los dedos entrelazados.
—Ese camino puede ser doloroso para el hombre, y los vientos sacuden la tierra y las copas de los árboles de las montañas... SeungWang, sin importar lo que ocurra, debes prometerme que te mantendrás a salvo y que no te arriesgarás si tu propio camino lleno de baches y rocas es difícil. Al igual que yo puedo comunicar mis disgustos y mi cansancio, tú debes decirme tus temores para poder ayudarte. Después de todo, es mejor que ese hombre fuerte y poderoso esté acompañado de un firme pilar que lo apoyará incondicionalmente, incluso si llegase a caer de forma inevitable.
SeungWang lo escucha con atención, sin interrumpirlo ni desviar la mirada suave y afectuosa que siempre parece mantener mientras acompaña a KyungSoo y se transmiten ligeros relatos o fuertes confesiones.
Esta era una de las razones por las cuales no podía evitar quererlo: SeungWang nunca había sido despectivo, no había huido de sus acercamientos, jamás lo miró como alguien desafortunado. SeungWang siempre lo observaba con una infinita dulzura, como si KyungSoo fuera precioso y valioso para él. Lo hacía sentir querido de una manera distinta a la que solía ofrecer su querido hermano mayor.
Era reconfortante, un respiro de alivio en un mundo demasiado cruel y difícil.
—Estoy seguro de que el hombre orgulloso del camino se mantendrá fuerte siempre que vea a su hermoso pilar reluciendo tan deslumbrantemente, de forma pura y despreocupada. Ese será apoyo suficiente para mantenerlo erguido frente a las adversidades.
Él no había accedido del todo, no había extendido el tema de interés y lo había llenado de halagos para desviar su atención; a pesar de esto, de ser plenamente consciente de su acción, KyungSoo no puede evitar sonrojarse y mirarlo por más tiempo de lo que era correcto.
Cuan fácil era desconcentrar una mente llena de su primer amor. KyungSoo pensó para sí mismo que la situación y él mismo eran risibles.
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.(¸.·' (¸.·'* . El Concunino del
Emperador.
Los cielos habían hecho de KyungSoo un joven desdichado y temido por quienes lo rodeaban. La mala fortuna en su estrella de nacimiento había provocado que todo aquel que se dirigiera a él fuera extremadamente cauteloso; nadie profundizaba lazos, nadie preguntaba, nadie aguardaba más tiempo del necesario a su lado. Sus criados eran metódicos, personas ágiles que le servían y se retiraban inmediatamente después de recibir órdenes, sus padres, los grandes monarcas del imperio Do se mantenían impersonales y distantes; KyungSoo había sido aislado de los demás.
Esto lo había llevado a ser especialmente observador e intuitivo. Era inteligente y sigiloso, por lo que los nuevos asuntos podían ser vistos por él si realmente lo desea. A KyungSoo no se le habla de política, ni de guerras, ni de diplomacia, pero KyungSoo no lo necesita.
Sus ojos vagan por los terrenos del castillo, sus oídos escuchan en la quietud de los pasillos, sus sentidos se alertan ante cualquier mínimo movimiento. KyungSoo había sido criado para ser ajeno a todo, pero KyungSoo también tenía carácter y estaba bien dotado en valentía y rapidez de pensamiento.
Es por esta razón que no tarda en notar que sus sospechas iniciales eran ciertas. Las tropas han sido movilizadas, los jóvenes aprendices entrenan con más dureza y vigor día a día, desde antes que el sol nazca en el horizonte hasta que la luna puede verse. Hay un aroma sobre ellos, el olor de la presión, el orgullo y tambien el temor mientras las armas llegan y sus superiores los supervisan.
Su querido hermano, además, no ha ido a verlo en más de una semana, justo después de la llegada del general JunSuk y SeungWang. Las puertas cerradas de su oficina y la expresión difícil que había visto en su padre fue suficiente confirmación. El imperio Do entraría en guerra muy pronto.
Los rumores circulaban fuertemente en el palacio y en la gente común, un murmullo temeroso y tembloroso en las tabernas, las posadas y los restaurantes, entre las Damas de la Corte y las jóvenes criadas en entrenamiento.
Todo el pueblo parece saber, pero la situación se mantiene en un secreto a voces. El mismo KyungSoo no se atreve a exponer sus pensamientos y pesares a su hermano o a SeungWang, que lo visita constantemente por periodos de tiempo breves pues él mismo debe asistir a reuniones importantes y ser parte del riguroso entrenamiento general.
Sin quererlo, debido a su agudeza, KyungSoo lleva una carga sumamente pesada en su espalda demasiado pequeña.
El consuelo para las personas asustadas por la terrible situación es que pueden compartir sus penas, sus temores y pensamientos con cercanos e iguales; aparte de su hermano mayor y el capitán del ejército, KyungSoo no cuenta con nadie más para liberar su pesar. Es terriblemente trágico.
Esta noche fue especialmente desprovista de ruido; los soldados más jóvenes se habían retirado a descansar antes de la llegada de un nuevo y duro día, las criadas estaban encerradas en sus recámaras en el palacio, sus padres deberían estar durmiendo, al igual que su hermano mayor. SeungWang se había retirado a su casa para visitar a sus padres, prometiéndole reunirse con él al dia siguiente; mientras tanto, él, por su parte, se había topado con la imposibilidad de dormir y se dedicó a recorrer los jardines vastos que formaban su hogar.
El palacio Do estaba provisto con elegancia y belleza. Los magnolios, los cerezos, los ciruelos y los sauces se extendían con preciosidad y magnificencia, fundiéndose con el paisaje montañoso de fondo. Las flores de colores puros se mantenían bien conservadas en líneas medidas para no perder el orden, exponiéndose con delicadeza para aquel que las apreciara. Durante la noche, los jardines se llenaban de linternas, las fuentes brillaban y los caminos parecían aún mas hermosos y etéreos con la luz de la luna y las estrellas sobre la cabeza y las luciérnagas sobrevolando en el jardín.
Era una visión completamente diferente a la que se formaba durante el día, donde todo era más terrenal y alcanzable. En la noche, los jardines y la figura imponente y lujosa del palacio tomaban una forma irreal, como si se tratase del hogar de las hadas en el mundo espiritual.
KyungSoo se encogió en su abrigo grueso y peludo mientras la brisa nocturna impactaba su cuerpo y desordena su cabello como el ébano. Sus ojos se cerraron cuando las hojas de los árboles y los cerezos se soltaron de sus ramas y bailaron a su alrededor. Entonces, cuando sus párpados revolotearon para ver nuevamente, observó una figura que le daba la espalda y miraba atentamente al cielo.
KyungSoo lo reconoció de inmediato. Era el hombre que había hecho de su vida una cuestión solitaria, un tabú en el imperio. El Astrónomo Imperial.
KyungSoo se detuvo en seco y su rostro formó una expresión complicada.
Debido a su terrible experiencia, en su corazón había guardado cierta incomodidad hacia el hombre. Si podía evitarlo, lo evitaría, si podía huir de su presencia, lo haría. KyungSoo no disfrutaba pensarlo ni recordar que había sido este hombre el que marcó su existencia de por vida. KyungSoo nunca deseó ningún tipo de acercamiento y, sin embargo, cuando el Astrónomo Imperial se dio la vuelta al sentir una presencia a su espalda, no pudo retener los pasos que lo acercaron al mayor.
De inmediato, el Astrónomo Imperial formó una reverencia profunda en reconocimiento y una sonrisa suave se formó en sus labios, el gesto exponiendo las arrugas que el paso de los años habían dejado sobre su rostro originalmente guapo y digno.
Al estar cerca, el Astrónomo Imperial habló y su voz fue suave y especialmente amable, como la caricia de las alas de las mariposas en las yemas de los dedos.
—Joven Segundo Príncipe, qué fortuna poder verlo esta noche tan hermosa, sin embargo, me siento sorprendido. ¿Acaso no puede dormir?
KyungSoo esconde sus manos frías en la amplitud de sus mangas y mira el firmamento, directamente a las luces titilantes adheridas al manto oscuro que, aparentemente, eran capaces de exponer destinos y rasgos de un futuro no tan incierto.
—Es imposible conciliar el sueño cuando se tiene el corazón y la mente sumidos en incertidumbre.
—Oh... por supuesto, hay mucho de eso últimamente. Puedo comprenderlo.
KyungSoo nunca había hablado con el Astrónomo Imperial, no lo conocía, pero, a pesar de eso, podía ver la sinceridad en sus palabras gentiles. Incluso se atrevería a decir que tenía un buen corazón; su propio pecho se tensó debido a sus sentimientos conflictivos.
El silencio dominó gran parte del tiempo; ambos mirando hacia el cielo, hundidos en sus propios pensamientos, no podían encontrar esto mas cómodo y reconfortante. Sin embargo, no mucho después, cuando la luna estuvo directamente sobre ellos, informando del paso irremediable del tiempo, el Astrónomo Imperial volvió a dirigirse a él.
—Hoy las estrellas murmuran sobre el amor para el Joven Segundo Príncipe.
KyungSoo se sintió sorprendido ante las repentinas palabras y no supo muy bien cómo reaccionar. No le tenía especial aprecio a los dichos del cielo y los asuntos de las estrellas no le interesaban, pero, a pesar de esto, no podía evitar ser curioso cuando se le hablaba repentinamente de los asuntos del corazón. El Astrónomo Imperial pareció nortalo, porque siguió adelante, con sus ojos entrecerrados mientras leía el brillo y la posición de las estrellas.
—Para el Segundo Príncipe del imperio Do, se estima que hayan dos amores profundos. Uno refleja la pureza y la ternura, la dulzura del primer desbordamiento del afecto romántico del corazón; el segundo está empañado, es un poco más complejo, un poco más difícil, pero conserva la misma fuente de origen. Usted permanecerá junto a la segunda persona por el resto de su vida...
—No —lo cortó de inmediato con suma firmeza y orgullo. El Astrónomo Imperial lo miró y en su lugar encontró a una joven belleza llena de valiente determinación. Su corazón se agitó ante tal despliegue de coraje y, muy en el fondo sintió pesar por ser él quien siempre se encargaba de arruinar los planes y la vida del chico—. Mi corazón pertenecerá a una sola persona eternamente.
El Astrónomo Imperial hundió un poco los hombros.
—Joven Segundo Príncipe, incluso con una determinación y un deseo férreo, los cielos son sabios y honestos; su fuerza arrasará con las decisiones humanas. Al final, la palabra que los Dioses dictan son las que se llevarán a cabo en nuestras vidas mortales.
KyungSoo, muy rígido, apretó sus puños dentro de sus mangas. Su joven corazon se sacudió contra sus costillas y en sus pulmones llegó una cantidad precaria de oxígeno.
Miró al mayor con toda la firmeza que fue capaz de reunir, las cejas fruncidas y tensas demostrando su descontento y disconformidad mientras su barbilla alzada y altiva informaba sobre la terquedad inquebrantable del Príncipe mas joven del Imperio.
—Incluso bajo la sabiduría de los cielos, incluso con un futuro turbio y empañado por la desgracia, incluso con la firmeza de los Dioses y su obstinación por verme hundido, quebradizo e impotente, me niego a seguir sus normas, así como también repudio el pensamiento de que se hagan cargo de mi destino con una verdad absoluta. Soy dueño de mi vida y mis decisiones. Solo yo tomaré decisiones en mi corazón, solo yo decidiré qué hacer, no una bola de fuego que brilla en el cielo.
—Mi Joven Príncipe, incluso si se niega, incluso si lo repudia, su vida ya está escrita —susurró débilmente el hombre, resignado, como si sintiera dolor al escucharlo—.
KyungSoo no permitió que su carácter se quebrara o su determinación flaqueara. Sus cejas volvieron a su posición habitual y se obligó a volver a su estado majestuoso y perfecto. Pronto fue la viva imagen de la dignidad y el poderío que solo poseía aquel nacido en una cuna noble y poderosa. Los más cercanos a los cielos, los hijos de los dragones sobre la tierra.
—Mi vida es un papel en blanco que se irá llenando a medida que tome mis decisiones y mis acciones dominen mis pensamientos. Nadie puede saber lo que ocurrirá, nada está asegurado en esta vida, por lo tanto, me veré en la necesidad de pedirle que se abstenga de aclamar sus aseguraciones inciertas sobre la persona a la que ha desgraciado por sus propias creencias y los paradigmas impuestos en esta sociedad.
KyungSoo no le dio tiempo para decir una ultima cosa; formó una reverencia ligera y breve y de la misma forma que había aparecido, se fue del lugar. El Astrónomo Imperial negó con la cabeza, el pecho y su alma pesada con culpa y miseria, mientras, en silencio, el corazón del Segundo Príncipe se sacudía con angustia y temor.
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