Una Bomba de Tiempo

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Sasha se sentó junto a Mikasa en el comedor. Connie y Jean estaban de guardia, mientras que Armin y Eren haciendo pruebas con Levi y Hange. No era hora de la cena, de otro modo Sasha no estaría leyendo un libro despreocupada, ni Mikasa remendando una de sus faldas de civil en un costado.

Dentro de tres días, tendrían uno libre. Jean y ella planeaban ir a Shinganshina... junto con sus amigos que se habían sumado sin tener hasta ahora idea de lo que ocurría entre ambos. Habían sido buenos en ocultarlo, no porque fuese algo malo, sino porque aun no sabían como sacarlo frente a ellos. Sí, parecían un par de críos.

Mikasa dio otra puntada procurando que quedara perfecto. Fue entonces que Sasha se sobresaltó y miró hacia la ventana.

-¿Qué pasa? -preguntó Mikasa con curiosidad sacando la vista de su labor -Sasha...

-Hay un sonido extraño... profundo.

Mikasa dejó su falda sobre la mesa y caminó hasta la ventana, junto con Sasha. Fue entonces que la campana comenzó repicar y los pocos ocupantes del comedor se movilizaban fuera de la estancia.

-Son ellos... -murmuró Sasha.

Mikasa sintió un frío recorrerle la espalda.

-Los barcos de Marley -salió algo tembloroso de entre los labios de Mikasa.

De inmediato las diferentes divisiones se aprontaron para esperar la llegada de los barcos a la costa. Tal como la primera vez que fueron atacados, jugarían a la sorpresa.

Los miembros de la Legión en primera fila, prestos para ser los que redujeran a la mayor cantidad de oponentes. Tras el muro, los antiguos miembros de la guardia estacionaria.

Veinte minutos tardaron en estar listos quienes no estaban cargando armamento, pero sobre el cuarto muro, un grupo no menor de soldados identificaba la posición de los barcos.

Mikasa y Sasha llegaron hasta ellos. Hange y Levi ya llevando el mando. Armin estaba más cerca de la orilla.

-Son muchos más esta vez -masculló Connie volteándose hacia Sasha y Mikasa -Tal vez unos seis barcos.

Mikasa bufó.

-Odio los números pares.

Pero luego de su comentario fijó sus ojos en Jean, quien permanecía con la mirada fija hacia el horizonte.

-¡Apaguen las antorchas! -gritó Hange.

Una a una las antorchas a lo largo del muro y el muelle desaparecieron, dejándolos completamente a oscuras. Solo la luna menguante los iluminaba tenuemente.

Mikasa caminó hasta donde estaba Jean y tímidamente apoyó su mano en el antebrazo del muchacho. Jean se volteó hacia ella.

-Todo estará bien, Mika -murmuró él al tiempo que ella deslizaba su mano hasta entrelazar sus dedos -Vamos a patearles el culo.

Mikasa asintió lento y bajó la vista a sus manos.

-Ten cuidado -respondió ella volviendo a mirarlo -Por favor.

Jean le guiñó un ojo y apretó el agarre de su mano. Se volteó alrededor, nadie los observaba. Alzó su mano, arrastrando la de Mikasa y besó su dorso.

-No te expongas a lo loca por salvarle el culo a Eren, ¿vale?

-Haré lo que pueda para mantenerme en pie.

-Sé que lo harás -concluyó Jean soltando su mano -Buena suerte, Mikasa.

Ella apretó los labios en un gesto angustiado.

-Buena suerte, Jean.

No era la mejor despedida, y ninguno supo porque no agregó más palabras o un abrazo, un beso. Tal vez porque eso sería dar por sentado un resultado desalentador.

A la distancia, los barcos de Marley encendían sus luces para iluminar la costa. Una interminable fila de soldados al mando de Hange estaban alineados sobre el cuarto muro.

-¿Listo? -preguntó la comandante -En cuanto estén cerca de la costa atacaremos -miró a Eren y Armin junto a ella -Levi, acompaña a nuestros chicos. Mikasa, irás con ellos también.

Mikasa, quien continuaba junto a Jean, le dio una última mirada antes de romper formación.

Los minutos esperando que los barcos llegaran a la costa y al reconstruido puerto se convirtieron en horas. Eso solo podía significar una cosa: Marley sabía que los esperaban.

Todo comenzó con los dos primeros barcos anclando junto al muelle. Las escalas bajaron y varios soldados armados bajaron a tierra. Hange dio la orden de bajar con los equipos tridimensionales tras el muro. Otros se mantuvieron sobre el muro, acostados apuntando hacia sol recién llegados.

Mikasa buscó entre los presentes a Eren y Armin, pero ellos ya habían partido hacia el mar, esperando que todos los barcos llegaran a la costa. Eso ocurrió poco después. Justo cuando un ciento de soldados de Paradise saltaba volando con sus equipos tras el muro para apuntar directo al grupo recién llegado de soldados.

Hange alzó la voz justo cuando Armin y Eren salían transformados desde el mar. Los rostros de los soldados de Marley, ya más nítidos, a pesar de la oscuridad, reflejaban terror. Varios se orinaron, otros se paralizaron y otros entraron en pánico. Un par sacó sus pistolas y se dispararon volándose los sesos frente al impacto de ver el suicidio de sus compañeros.

-Tranquilos, nadie tiene porqué salir herido de esto -aclaró la comandante -Si cooperan todo será más sencillo.

Sobre el muro otros soldados de la Legión observaban atentamente apuntando al grupo de marleyanos rodeados por sus compañeros.

-¿Cooperar con demonios? -exclamó un soldado entre la multitud -¡Jamás!

Alzó su escopeta. Un superior alzó la mano indicando que no disparara, pero el soldado no acató. Disparó directo hacia el primer punto que halló, que fue a dar directo hacia Milly, quien logró esquivarlo por gracia divina.

-¡No disparen! -exclamó el capitán marleyano hacia sus soldados con voz firme -Bajen las armas.

Asustados y sorprendidos, los hombres y mujeres acataron la orden. Se miraban entre ellos sin comprender. El capitán volvió a alzar la voz.

-Mi nombre es Alder Berner, capitán de la armada naval de Marley -sacó un trozo de tela amarilla y la arrojó al piso -Y erdiano infiltrado en las filas del imperio opresor.

Al finalizar sus palabras, varios de sus hombres apuntaron a otros de sus compañeros.

-¿Berner? -preguntó Hange sin que ninguno de sus soldados bajara la guardia.

-Espero que mi hermano se encuentre sano y salvo -continuó el capitán de Marley.

Hange sonrió y asintió. El viejo y bueno de Berner, el profesor de historia llegado en el primer navío de Marley.

-Todos estos hombres son parte de los restauradores de Erdia. No todos son erdianos. Muchos son soldados de tierras conquistadas y asoladas por Marley, obligados a luchar por ellos por la salvación de sus familias. Otros, son marleyanos que ya no desean la desigualdad. Por favor, no desconfíe de nuestras intenciones.

Hange frunció el ceño un momento. ¿Sería así realmente? ¿Cómo confiar así de ingenuamente? Fue en ese momento que un soldado alzó su arma para disparar a su capitán en la nuca, fue otro quien le traspasó el cráneo con una certera bala.

Levi se sonrió malicioso.

-¿Quieres un té? -preguntó Levi.

Aun cuando eran aliados, fueron escoltados por los soldados de la Legión. Los marleyanos que no formaban parte de los restauradores, fueron tomados prisioneros y trasladados a las instalaciones para ello. Los restauradores establecieron un campamento cercano al cuartel, que era vigilado por soldados de la Legión.

-Marley se ha dedicado por siglos a arrasar con pueblos y naciones -comentó el capitán Berner bebiendo su té -Sus crímenes no tienen perdón de Dios, menos de los hombres.

-Comprendo las motivaciones de tus camaradas, Berner -respondió Hange -Pero no entiendo como apoyándonos a nosotros pretenden vencer a un imperio -puso su propia taza en la mesa -Seamos claros. No tenemos la modernidad del continente. Tu hermano dijo que estábamos estacados en un siglo de retraso.

-Comandante Zoe -la interrumpió Berner -Si están tan atrasados en desarrollo ha sido con un propósito que desconocemos. Eso mismo es lo que ha atraído a nuestros aliados. Ellos han visto el poder de los titanes, saben que no les pertenecen, que son de Erdia y que Erdia jamás los utilizaría como Marley.

Hange lo observó fijo, entrelazó sus manos y las apoyó bajo su mentón.

-¿Cómo estás tan seguro de eso? -preguntó inquisidora -Las cosas como son, Berner. Es fácil confiar en el oprimido, pero éste puede volverse opresor en cosa de poco tiempo. El poder corrompe. Deberías saberlo.

-¿Acaso no quieres la liberación de Erdia?

-¿Liberación? -interrumpió Levi observando la conversación desde una silla frente al escritorio -Hace un año creíamos que éramos los únicos sobrevivientes del mundo -cruzó sus piernas -Derrocamos a un gobierno corrupto, llegamos al mar... y supimos que había algo más allá. Ahora resulta que ese algo confía en que detengamos a una nación que la devastado el mundo durante siglos. ¿Cómo quieres que lo hagamos?

-¡Liberen los colosales de los muros! ¡Háganle ver a Marley de lo que son capaces! ¡Hagan justicia por la isla, por Erdia y por todos los que han muerto bajo el régimen de Marley en todos estos años! -dio un golpe de puño contra la mesa -Mi hermano y yo nos unimos a los restauradores poniendo en riesgo nuestra vida por ustedes. ¡Jugándonos todo por esta isla!

Hange lo observaba calma y Levi chasqueó la lengua. Berner no tuvo más opción que tranquilizarse.

-Si queremos hacer frente a Marley, necesitaremos más que unos titanes que tampoco tenemos idea de cómo controlar -dijo Hange en tono calmo -Lo primero es aprender del continente, tanto como nos sea posible. Necesitamos estar en igualdad de condiciones. ¿Tienes idea cuánto nos ha costado que la gente no quiera salir de la isla? Algunos lo han hecho y espero que la providencia esté con ellos.

Berner asintió lentamente. Sí, quizás su afán no le permitía ver que no tenía ni una básica noción de a lo que se enfrentarían eventualmente.

-No volverán a atacar -cambió el tema el capitán -Marley. Casi creo que fue una misión suicida para ver si contaban con suerte. Han perdido ya dos titanes, no se arriesgarán con la avanzada de los países del Este contra ellos. Si realmente quisieran tomar la isla, habrían enviado a los guerreros, y no lo hicieron. Ellos serán enviados a la guerra que les interesa, su afán expansionista.

Esas eran buenas noticias. Pero, ¿cómo estar seguros de aquello?

-Lo primero es lo primero -continuó Berner -Debemos hallar una manera de comunicarnos con el continente. Aun hay restauradores no solo en Liberio, sino que en el ejército y otras planas de Marley.

-Liberio es el nombre del gueto, ¿verdad? -preguntó Hange.

-Uno de los tantos a lo largo del continente. Donde nos tienen como al ganado... Esperando criar guerreros, soldados, mano de obra. Manteniéndonos allí mientras necesiten de los titanes. Dios permita que nos necesiten por mucho tiempo más... o será nuestra sentencia de muerte.

El tiempo corría en contra y, esta vez, podría ser el fin de Erdia para siempre.

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Las colaboraciones de los miembros de los restauradores de Erdia fueron de gran utilidad. En sus barcos traían varios elementos para ayudarlos a comprender los conocimientos de la modernidad y para ayudarlos a construir lo que necesitasen para un futuro enfrentamiento.

Muchos de los restauradores fueron trasladados a la capital, otros permanecieron junto a la Legión... también los prisioneros seguían ahí custodiados por miembros de las Tropas Estacionarias.

Estando no tan distantes del cuartel, era común verlos al transitar, sobre todo cuando iban de salida, a un recientemente instalado pueblo que nació a la par con el cuartel y a solo una media hora de trayecto.

Fue así como, los muchachos de la tropa 104, a excepción de Armin y Floch en su lugar, visualizaron el campamento en su regreso desde el pueblo al que habían ido por la tarde a pasar su día libre.

-Insisto que tenerlos ahí me da mala espina -dijo Floch apuntando al campamento de prisioneros -Es una bomba de tiempo.

A varios metros, podía verse que los soldados de Marley no hacían sino vagar y aburrirse. Eso podía dar pie a ideas... y de las peligrosas.

-¡Al menos deberían forzarlos a trabajar! -continuó Floch.

Connie, a su lado, observaba el campamento también:

-Qué bomba de tiempo ni que nada -rio el muchacho vestido de civil, al igual que su compañero -No pueden con el inmenso poder de Erdia -exclamó divertido.

Eren junto a ellos frunció el ceño.

-Me recuerdan al ganado... listo para ser faenado -murmuró con la vista perdida en la imagen del campamento siendo oscurecido por la caída del sol tras las montañas -Una tranquilidad a medias, oliendo el peligro, pero ignorándolo.

-Suena a que hablas de nosotros -comentó Floch.

Eren lo miró un segundo, parecía perdido. Pestañeo lento y negó con la cabeza.

-No lo escuches. Está loco -bromeó Jean -Tanta cerveza se le subió a la cabeza. No sé que tienen tú y Mikasa con sus comparaciones con los animales de granja.

Connie enarcó una ceja:

-No sé que te traes tú con Mikasa, que la nombras en cada conversación -recalcó el muchacho -Mikasa esto, Mikasa aquello. Si ya estabas mal antes, ahora estás peor. Parece que tener novia no hizo que la superaras precisamente.

Jean se ruborizó abruptamente:

-¡Yo no hablo de Mikasa!

-¡Ay, por favor! -exclamó Floch -Te escuché su nombre al menos veinte veces en toda la tarde. Mientras más cervezas, más Mikasa.

Connie iba a decir algo para seguir mosqueándolo, pero Jean pasó junto a él pasándolo a llevar con el hombro.

-Me aburrieron con sus idioteces. Voy por Armin -exclamó Jean molesto.

-Sí, a él le gusta hablar de Mikasa -bromeó Eren saliendo de su estado taciturno.

Todos se largaron a reír y Jean regresó al cuartel. Cuando salió a beber con los chicos esa tarde, no esperaba un final tan molesto. O... ¿sería verdad que hablaba de Mikasa todo el tiempo? ¿Más de lo normal? Quizás era su inconsciente esperando que alguno de sus amigos -menos Floch, le caía gordo ese tipo- preguntara porqué la mencionaba tanto. ¡Quizás podría así dejar de lado ese absurdo temor de confesar que estaban juntos! ¿Por qué aun no eran capaces de decirlo?

Si fuese por él... sí, él lo habría llegado gritando a los cuatro vientos y enrostrándoselo a Eren. Pero, primero estuvo el tema de Milly, y luego... luego el tiempo simplemente pasó. Tampoco era como si fuese importante ya jactarse frente a Eren para mosquearlo, pero... No era agradable tener que sentarse separados, hacer como que casi ni hablaban, que todo era como antes. ¡Siendo que era tan diferente!

Debía hablarlo con Mikasa, no pasaría de esta noche. Una vez que ella terminara el turno de la madrugada. Esperaría despierto, escribiría sus ideas y luego la abordaría.

Debían dejar de fingir frente a sus amigos.

Con ese pensamiento en mente, se dirigió a su cuarto. La noche ya casi invadía la isla, y como dijo Floch, también comenzaba la cuenta regresiva de esa bomba de tiempo.

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