Sombras
Cinco días. Cinco eternos días en los que ocuparon todo su tiempo en hacer catastros sobre migraciones. Había sido productivo, y tenían más clara la situación, al menos de esa ciudad y el terreno que le correspondía dentro del muro María.
-Sería interesante hacer el mismo análisis en otras ciudades -comentó Haller durante la cena.
-¿Interesante? -exclamó Miller -Ha sido una total espinilla en el cachete del culo. De esas que se te revientan cuando te sientas…
-¡Por Ymir, Miller! -dijo Betza -¿Tienes que ser siempre tan grosero?
Mientras ellos se enfrascaban en otra pelea tan propia de ellos, Benson miró hacia la ventana.
-La tormenta… se ha detenido -comentó interrumpiendo toda trifulca.
Todos guardaron silencio y, por sobre el ruido propio del comedor a la hora de la cena, corroboraron la información de Benson. La tormenta, finalmente había terminado. Las miradas de todo el escuadrón se dirigieron a Jean.
-Sommerville -Jean alzó la voz y el joven asintió -Un informe, de todo lo de migraciones. Para medianoche.
-Sí, señor -se cuadró graciosamente.
-Escuadrón -anunció Jean -Regresamos a la costa al alba.
Todos asintieron. Era momento de volver a los mapas. La idea de Haller seguía rondando la mente de Jean. Replicar lo mismo en las otras ciudades. Al menos con los primeros diez años… les daría una idea global de los movimientos en la isla. Y, con ello, tratar de entender lo que sucedía en ella… al menos al comienzo.
Una cosa era clara hasta ahora: la población de la isla fue planeada. Proteger la capital era la prioridad. Entonces, alguien sabía que serían atacados por titanes. El primer pensamiento fue que el mismo Rey Karl Fritz generó los titanes para mantener a la población intimidada dentro de los muros. Sin embargo, luego de la información de la anciana asiática, quedaba más claro que esa no era la intención de Karl Fritz. Un golpe interno de estado era lo más lógico. Pero… ¿por qué? ¿Cuál era la ganancia de mantenerlos sin memorias y prisioneros?
En eso pensaba Mikasa mientras se retiraba las botas ya en la habitación que les habían cedido a ella y a Betza en el cuartel de Factua. Betza ingresó por la puerta y pasó a sentarse en su cama mirando a Mikasa por instantes.
-Mikasa…
La menor de las mujeres se volteó dejando ambas botas a un lado.
-¿Sería mucho pedirte que…? -continuó Betza y ante la mirada curiosa de la chica se calló abruptamente.
Mikasa vio el semblante de Betza pasar desde una cómplice a una avergonzada. Un sonrojo cubrió sus mejillas. Mikasa supo de inmediato qué quería pedirle. En esos días habían ocupado instalaciones del cuartel de Factua. Tal como lo hicieron en Gijar y antes en Quinta. Normalmente las chicas quedaban juntas y los muchachos en grupos distribuidos en habitaciones dentro de las dependencias. Los días de lluvia habían impedido visitar la ciudad y, junto con el trabajo que había impuesto Jean, los tiempos muertos se habían reducido notablemente.
-Puedo salir a dar un paseo -dijo Mikasa tomando una de sus botas para volver a calzársela -Estaré de regreso a medianoche.
Betza le sonrió amplio.
-Podrías tomar la oportunidad también, Mikasa -dijo Betza y la aludida se la quedó mirando -Son solo ellos dos compartiendo la habitación… No sé cuál es el nivel en que están Jean y tú, pero tómalo como una oportunidad de pasar tiempo a solas.
Mikasa se volvió roja. ¿Tiempo a solas? Claro que tenían sus momentos a solas… pero siempre estaba el miedo de ser descubiertos, de que alguien estuviese mirando. Encontraban instantes con Jean para compartir un par de besos, ocultos en la oscuridad de algún corredor. Pero eran pequeños momentos. Momentos que le daban sazón a sus días. La posibilidad de tener mayor intimidad se instaló en Mikasa y, poder tener mayor tiempo para disfrutar del estar juntos.
Mikasa asintió y se puso nuevamente sus botas. Betza sonreía agradada.
-No te estoy presionando a nada, ¿cierto? -preguntó la mayor de las mujeres.
Mikasa negó suavemente y salió de la habitación. Pudo ver que Hausdorf estaba al final de pasillo, medio oculto en las sombras de una salida del corredor. Ignoró su presencia, simplemente continuó pasillo abajo. Esperablemente, titubeó si debía ir inmediatamente a la habitación que Hausdorf compartía con Jean o debía dar un paseo por las instalaciones. Había en ella eso de niña aún, de cierta timidez. ¿Qué pensaría Jean si se presentaba en su habitación de pronto? ¿No sería muy invasivo?
Pero su respuesta estuvo cuando, mientras vagaba por los pasillos, vio a Jean cargando unas carpetas rumbo a su habitación. Él la vio a la distancia y esperó que se le acercara.
-¿Y eso? -preguntó Mikasa casual.
-Termino de ordenar para mañana -explicó Jean -Me quedé un poco más con Sommerville…
Como siempre, sobre exigiéndose.
-¿Cómo sigue tu muñeca? -preguntó Mikasa abriéndole la puerta de la habitación.
-Me deberé tomar unos días fuera en cuanto lleguemos a la costa, pero estaré bien -Mikasa asintió en silencio -¿Y qué haces tú dando vueltas a esta hora? Ya te hacía durmiendo.
Mikasa desvió la mirada cuando Jean ingresó a la habitación y dejó las carpetas en un pequeño escritorio.
-¿Puedo pasar? -preguntó Mikasa desde la puerta.
-Claro, cierra -respondió Jean ordenando las carpetas y colocándolas dentro de unos bolsos de tela. Mikasa cerró la puerta, y se quedó junto a ella. Jean notó que estaba incómoda -¿Pasa algo?
La chica miró al suelo y acomodó su bufanda algo nerviosa, un movimiento que Jean tenía lo bastante estudiado. Pero no la presionó a decir nada, solo siguió en lo suyo, hasta que cada carpeta estuvo en su lugar y el bolso en el suelo junto al escritorio.
-Hausdorf no va a volver, ¿verdad? -preguntó Jean con naturalidad y Mikasa negó -Vale. Está bien.
Mikasa asintió, su rostro teñido de un bermellón vistoso. Jean solo pudo pensar que era la imagen más adorable que había visto jamás en Mikasa. Pasar la noche juntos… era algo que no estuvo jamás en su mente. No en que aquello fuese una real posibilidad. Porque sí había fantaseado con ello, como cualquier muchacho enamorado.
-¿Está bien? -preguntó Mikasa por reflejo y Jean asintió.
-No es como que no hayamos dormido nunca juntos, Mika -dijo desestimando la situación -Si ellos necesitan su espacio, está bien. No han tenido bosque en que perderse -bromeó.
Mikasa sonrió, aun sonrojada. Vio a Jean sentarse en la cama que ocupaba a retirarse las botas. Mikasa lo seguía observando apoyada en la puerta, las manos alzando su bufanda a medio rostro.
-Mika…
Jean la llamó y golpeó suave el colchón de su cama. Mikasa lo miró en silencio un instante antes de dar un par de pasos.
-Puedes dormir aquí. Yo usaré la cama de Hausdorf. Es normal que no te sientas cómoda durmiendo en su lugar, pero supongo que no sería tan terrible si es mi cama, ¿no?
¿Qué? Mikasa negó rápido. Estaba actuando como una niña. Al menos Jean se lo tomaba con la naturalidad que debería… Momento, ¿qué naturalidad? Ya no eran dos compañeros compartiendo una habitación… eran dos chicos que tenían una relacióncompartiendo una habitación.
-¿Qué pasa? -preguntó Jean al verla aun quieta junto a la puerta.
Mikasa parpadeó y soltó un suspiro. Retiró la bufanda de su rostro y pasó se sentarse junto a Jean. Él le sonrió amistoso.
-Esta habitación es más estrecha que la tengo con Betza -comentó Mikasa por decir algo.
-Al menos podemos dormir en otro lugar que no sea en el suelo junto a la fogata -respondió Jean simple -Aunque pronto estaremos de regreso en el cuartel de la costa. No hay lugar como el hogar -bromeó ligero -Mikasa le sonrió levemente -Cuando me retire del ejército voy a tener de esas camas bien grandes y mullidas. Con almohadas de pluma y muchos cobertores. ¡Ah! Y sábanas suaves que no se llenen de motas.
Mikasa lo escuchaba con atención sabiendo perfectamente lo que Jean intentaba hacer. Estaba disimulando. También estaba nervioso con la situación y cuando Jean estaba nervioso… hablaba sin parar. A Mikasa le pareció tierno, y le trajo tranquilidad. Para ambos era una situación en la que no esperaban encontrarse. Al menos no por lo pronto.
-Deberíamos exigir mejores condiciones en el cuartel de la costa -continuaba Jean ahora mostrando cierta convicción -Somos soldados de elité. La Legión de Reconocimiento merece el mejor trato. ¡Hablaré con la Reina!
Mikasa soltó una risita.
-No sé cuánta injerencia tenga ella en los suministros de la Legión, Jean.
Jean la miró y soltó una espiración. Estaba hablando idioteces, lo sabía. Es que tener a Mikasa allí lo volvía algo idiota. No sabía muy bien que hacer, pero tampoco quería que ella se sintiera incómoda.
-¿Quieres dormir? -preguntó Jean cambiando el tema.
Mikasa caviló.
-Podemos hablar -respondió ella con voz suave.
-Hablar… -repitió Jean -Claro, podemos hablar.
Mikasa se retiró sus botas y se reclinó en la cama. Jean se quedó sentado a su lado mirando al techo.
-Puedes acostarte a mi lado, Jean -dijo Mikasa.
-Sí, claro, sí…
Pues bien, con solo la lámpara de gas encendida y ambos tendidos en la estrecha cama con sus manos entrecruzadas sobre el abdomen y sus miradas al techo. ¡Habían dormido al lado durante un mes y ahora que estaban en la misma cama parecían dos desconocidos!
Fue Jean quien quiso romper el hielo y a tientas colocó una de sus manos sobre las de Mikasa. Ella bajó la vista y sonrió. Aquello volvió las cosas menos tensas.
-Nunca pensé que esta misión sería tanto más que hacer un mapa -comentó Jean mirando al techo aun -Sommerville tiene razón. Hemos descubierto muchas cosas.
Mikasa no respondió. Solo un ligero sonrojo cubrió sus mejillas. Ella tampoco pensó que esa misión terminaría siendo mucho más que mapear. Aun recordaba su reticencia inicial a unirse a esa misión y cómo estuvo a un paso de quedarse en el cuartel del sur.
Luego de aquella reticencia vinieron las rondas, las conversaciones, y esa sensación que se mantenía hasta ahora. Esa comodidad de estar junto a Jean. A ese sentir que había una parte de ella que había regresado desde un profundo y oscuro lugar y que cada día seguía creciendo en ella. Esa parte que la acercaba a él.
-Cuando volvamos a la costa -dijo Mikasa -¿Crees que podremos ir a pasear a la costa a mirar el mar… como lo hacemos aquí? Digo… como cuando hacemos las rondas…
Jean rodó sobre un costado y ella hizo lo mismo. Frente a frente.
-Claro, ¿por qué no? -dijo Jean, Mikasa le sonrió -Si así lo quieres, podemos hacerlo.
-Gracias -murmuró Mikasa -Jean… las cosas, cuando lleguemos a la costa… ¿van a cambiar?
-Eso depende de ti. Yo no quiero que cambien, salvo por un detalle llamado Milly que solucionaré en cuanto regresemos -agregó en un mascullo -Pero… yo no puedo obligarte a nada. Yo… tengo muy claro todo.
-¿Todo? -preguntó Mikasa extrañada.
Jean desvió la mirada. Se sentía tan tonto por engañarse de esa manera. Era esta conversación la que no hubiese querido tener. Porque si avanzaba un poco más en ella no sabía si sería capaz de mantener esta fantasía hasta que sus pies pisaran el umbral del cuartel costero. La fantasía donde solo eran él y Mikasa, sin el fantasma de Eren.
-No entiendo… -insistió Mikasa -¿Qué es todo?
-Eren… -murmuró de mala gana y soltó la mano de Mikasa para sentarse en la cama.
-¿Eren? -ella se incorporó también -Eren te aprecia y tú también lo haces. No veo por qué habría de ser un problema. Tal vez pueda ponerse algo sobreprotector, pero…
Jean se volteó hacia ella. ¿Sobreprotector? No se refería a eso. La mirada de Mikasa era confusa, pero tan transparente y brillante como la había visto en todo ese tiempo. Como si las nubes que solían cubrirla se hubiesen desvanecido de pronto.
-No me refería a eso, Mikasa.
-Entonces, ¿a qué? -insistió Mikasa -¿Por qué nombras a Eren?
-Porque lo quieres a él… Yo solo te gusto o algo… y cuando lleguemos a la costa te vas a dar cuenta de eso. Y todo esto se va a ir a la mierda.
Mikasa enarcó una ceja.
-Claro que quiero a Eren, me crie con él. Tal como con Armin. Ambos son mi familia. Pero no te veo armando un escándalo por Armin.
-No estoy haciendo un escándalo -se defendió.
-Entonces tiéndete en la cama de nuevo y hablemos sin que me mires por sobre el hombro.
Pero antes que Jean obedeciera, Mikasa se metió dentro de las tapas. Jean bufó y se metió junto a ella. Comenzaba a helar. Mikasa le tomó las manos con firmeza.
-Creo saber a lo que vas… porque hace un tiempo tuve una conversación similar con Sasha. Y me parece bastante el colmo que aun después de todo sigas teniendo una idea así en la mente. Pero como sueles decirme, te gustaría saber lo que pienso. Y supongo que si no lo tienes claro, te lo diré -su voz era seria -Eren es como mi hermano -Jean se sorprendió -Ni más ni menos. Yo… no sabía lo que era gustar de alguien. Y si quieres hacer una diferencia entre Eren y tú, esa es. Me gustas. Tú -le dio un toque con el índice en la frente -Tú me gustas.
Jean sintió que todo el peso del mundo salía de su espalda y, en su lugar, se llenaba de unas ganas de saltar y gritarle al mundo lo que acababa de escuchar. Se le formó una sonrisa nerviosa en los labios.
-¿Qué? -preguntó Mikasa frunciendo el ceño -¿Crees que me andaría paseando contigo de la mano y besándonos por ahí si me gustara Eren?
-No sé…
-Yo no soy como tu novia que anda besándose contigo y le gusta Eren -corrigió Mikasa y Jean frunció el ceño -Yo quiero a Eren como a un hermano. Me imagino que sabes el porqué -Jean asintió leve -Y a ti te quiero de una manera completamente diferente.
Jean volvió a asentir. Ahora sí quería gritarlo a todo el mundo. Mikasa Ackerman, lo quería. ¡Lo quería! Y muy diferente a como quería a Eren. ¡En tu cara, Jaeger! Se lo refregaría en cuanto llegaran a la costa. Sí. Y se burlaría de él, porque él se quedó con la chica. ¡Sí! ¡Era el máximo emperador del mundo! ¡El amo mundial!
-¿No vas a decirme nada? -preguntó Mikasa enarcando una ceja.
Jean la miró sintiéndose descubierto en su fiesta interior. Se sonrió de la manera más boba que solo un hombre profundamente enamorado puede:
-Yo también te quiero, Mika.
Antes que ella pudiese volver a regañarlo por alguna razón sacada de quién sabe dónde, la atrajo hacia él por la cintura y la besó.
Toda aspereza anterior murió en aquel contacto ansioso. En el silencio de la noche no hubo más que el cálido sabor de sus labios y sus respiraciones que rítmicamente buscaban aliento entre besos. Algunas tímidas y torpes caricias que friccionaban la tela de sus ropas contra el cuerpo. Algunas de ellas lograban estremecerlos, buscar estrechar la mínima distancia que existiese entre ambos.
Era como si cada célula de su cuerpo estuviese despierta. Cada sensación, cada caricia, cada toque era tan vívido e intenso. El calor, el latir acelerado del corazón, la respiración agitada… era algo que jamás había sentido. Y como si no terminase jamás. Siempre había algo más que la hacía mantener expectante, algo que la hiciera remecer nuevamente. Se sentía viva, tan viva como aquella vez que se lanzó por la ventana y largó a correr hacia el mar.
Una especie de electricidad la recorrió cuando sintió una caricia sobre la piel de su cintura, bajo la blusa. Se tensó bajo ese contacto no por oposición, sino por sorpresa al sentir el tacto piel con piel. Pero cuando comenzaba a reconocer esa agradable sensación, aquella mano en su costado se retiró y el beso que la acompañaba se cortó súbitamente.
Buscó una respuesta en la mirada de Jean, en su rostro sonrojado y sus labios húmedos.
-Deberíamos dormir -murmuró Jean.
Mikasa no supo qué responder y dejó que él la abrazara para intentar conciliar el sueño. ¿Por qué se había detenido tan de pronto? ¿Había ella hecho algo mal?
-¿Por qué? -preguntó Mikasa en un susurro.
-Porque mañana tenemos que salir al alba -respondió Jean con la voz agravada.
Mikasa se apartó ligero para poder verlo a la cara.
-¿Por qué te detuviste? -preguntó ella -¿Hice algo mal? ¿Te molestaste por algo?
Jean le sonrió leve y le acarició la mejilla.
-Estabas incómoda. Lo siento…
¿Incómoda? Pero no alcanzó a rebatir porque Jean volvía a acomodarse para dormir. De pronto comprendió la situación, esa fracción de segundo en que ella se congeló al sentirlo acariciarla en la cintura bajo su blusa. Era curioso, el como solo la ausencia de aquella barrera de tela la hizo estremecer y como fue calificado como algo digno de ser detenido. ¿Por qué?
Su mente voló velozmente a otras instancias, a preguntas inocentes que realizó a Carla Jaeger y a las respuestas simples que recibió de ella… hasta las respuestas que obtuvo luego en las clases en la academia sobre la intimidad de parejas.
-Jean…
-¿Sí?
-¿Has tenido sexo?
Jean se apartó de ella y, aun en la penumbra podía distinguir el sonrojo del muchacho y la turbación en su mirada.
-No… -respondió algo asustado, no porque fuese algo malo, sino por la usual forma directa de Mikasa de hacer preguntas. Pero la duda lo invadió enseguida -¿Y… y tú?
-No.
Se miraron un momento en silencio. La incomodidad en el rostro de Jean, la meditabunda expresión en Mikasa.
-¿Y quieres hacerlo? -volvió a preguntar Mikasa.
El rostro de Jean se descuadró.
-¡No! Di-digo sí. Digo… ¿A-a-aho-hora? -dijo el muchacho tartamudeando y sintiendo que ni la voz le salía bien de la garganta.
Mikasa enarcó una ceja.
-¿Eventualmente? -dijo ella volviéndose seria.
-Eventualmente… -repitió Jean -De acuerdo. Eventualmente sí. ¿Y tú?
-Eventualmente, también.
Jean volvió a asentir.
-Que bueno que lo hablamos -dijo con una risa nerviosa -Ahora podemos volver a dormir -agregó acelerado, la besó en la frente y volvió a abrazarla -Buenas noches.
-Buenas noches, Jean.
El muchacho soltó una espiración larga. Sintió a Mikasa acomodarse contra su cuerpo y rodearlo por el costado con un brazo.
-¿Jean?
-¿Sí?
-Puedes acariciarme bajo la ropa, no me incomoda.
Jean se tensó y hasta la respiración se le contuvo. Claramente Mikasa no tenía ni idea de las múltiples formas en que eso pasó por su cabeza adolescente y hormonal. Claro que sabía que se refería a aquella caricia que llevó a detener su sesión de besos. Pero su mente fue muchísimo más allá…
-Vale… gracias… -Jean trató de decir algo coherente -También puedes hacerlo conmigo, no me incomoda.
-De acuerdo -respondió Mikasa sintiéndose más tranquila en poder arreglar ese pequeño inconveniente. Se quedó quieta con sus ojos cerrados y la cabeza apoyada en el pecho de Jean -¿Jean?
-¿Sí?
-¿Estás nervioso o algo? Te late muy rápido el corazón. ¿Te sientes bien?
Jean la apartó por los hombros un palmo y la miró a los ojos con el ceño fruncido.
-¿Realmente eres tan inocente o juegas conmigo? -masculló y Mikasa le sonrió maliciosa -Se acabó, no voy a dormir contigo -la tomó por la cintura posesivo -Voy a besarte el resto de la noche.
-¿Ah sí? -preguntó Mikasa -Entonces puede que yo meta mis manos bajo tu camisa.
-Y yo bajo la tuya…
-Trato hecho -concluyó Mikasa -Y si hay algo que me moleste, te lo haré saber. No es necesario que termines las cosas sin darme una explicación. Estamos en igualdad de condiciones, ¿vale?
Jean le sonrió.
-Vale.
Y aunque se habían propuesto continuar con lo que había quedado a medias, pronto el sueño los venció, con las manos en sendas espaldas y sin más que inocentes caricias sobre sus pieles. Aun había mucho camino que recorrer.
.
.
De acuerdo al capitán Terscher no habría lluvias hasta dentro de tres días. Lo anterior les daba suficiente tiempo para poder mapear hasta medio camino hasta costa sur. Si la lluvia regresaba, podrían retomar el mapeo desde el cuartel sur sin mayores problemas.
-Ya puedes ser de utilidad -exclamó Betza viendo a Hausdorf hacer algunos dibujos sencillos.
-Eso es gracias a mi enfermera personal -le dijo Hausdorf y Betza le dio un suave golpe juguetón en el hombro -Es bueno volver a los viejos trotes.
Un poco más allá Sommerville y Haller hacían unas mediciones, Miller tomaba notas y Benson, siendo Benson, miraba a la nada taciturno. Frente a lo que parecía un bajo en el acantilado, Jean batallaba con su mano sentado, Mikasa de pie a su lado con la vista perdida en el mar.
-No parece ser el mismo lugar de hace días -comentó Mikasa mirando a su alrededor -Todo se ve tan… pacífico.
-Mientras siga así -respondió Jean, dejó a un lado su carpeta -Mika… -ella lo miró con curiosidad -¿Has decidido que harás con la información de los asiáticos de Kakaro?
Mikasa espiró largo y volvió a mirar al mar.
-Hay que entregar un informe al respecto a Hange -resolvió la chica -La abuela dijo que no valía ya seguirlo callando. Y estoy de acuerdo. Sin embargo, dudo en cómo será digerida esa información por los altos mandos. Aun hay cosas extrañas en el gobierno. Gijar no es más que una muestra de ello.
Jean asintió.
-Quizás, no es tan conveniente comentarlo. Después de todo, solo nosotros sabemos aquello -dijo Jean.
-Y Walter -agregó Mikasa.
Jean se alzó de hombros.
-No creo que Walter hable. Respeta mucho a ese pueblo -se frotó la mano -Pero sí hay alguien que debe estar al tanto de momento. Más bien, un grupo de personas -caviló -Pero por sobretodo, Eren. Quizás pueda recordar algo a través del titán fundador. Algo sobre las motivaciones del rey Karl Fritz y quienes luego lo sucedieron.
Mikasa guardó silencio. Eren…
Por reflejo y, como había sido en otras ocasiones, buscó la cercanía de Jean. Se sentó a su lado y se le apegó. Respiró profundo. Sintió una mano de Jean sobre la suya.
-Todo saldrá bien. Eren sabrá qué hacer. Necesitamos saber la verdad de todo esto…
Mikasa asintió y Jean la observó un momento, viendo como sus ojos volvían a cubrirse de nubes. Frunció el ceño ligeramente. Pasó a mirar a su alrededor, todos estaban concentrados en sus labores. Fue entonces que tomó a Mikasa por la nuca y le dio un beso. Lejos de alejarse, como pudo esperarse al estar en medio del trabajo, ella lo correspondió.
-Estoy distrayendo al artista -murmuró Mikasa cuando ambos se apartaron.
Jean volvió a tomar su carpeta y lápiz mientras las sombras en los ojos de Mikasa volvían a desaparecer.
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